Publicado en el diario La República el 30 de julio de 2008
Hay conceptos de la economía que pese a su utilidad son relegados al baúl de los recuerdos. Tal es el caso de la idea de los eslabonamientos productivos, que postuló Albert Hirschman en su obra “La estrategia del desarrollo económico”, publicada en 1958.
En el foro organizado por la Universidad de los Andes para conmemorar los 50 años de la publicación de esa obra, Miguel Urrutia sintetizó el concepto en los siguientes términos: “El desarrollo se acelera por la inversión en proyectos e industrias con fuertes efectos de enlace hacia delante y hacia atrás. Los enlaces hacia atrás conducen a nueva inversión en instalaciones proveedoras de insumos, y los enlaces hacia delante conducen a la inversión en instalaciones empleadoras de productos”.
La idea de los eslabonamientos productivos puede contribuir a la comprensión del vínculo entre el comercio y el desarrollo económico, especialmente en el caso de los opositores a las negociaciones comerciales.
Las nefastas experiencias autárquicas de Alemania Oriental, China, India y Corea del Norte, entre otros, les ha demostrado que una economía no se puede aislar del comercio internacional. Por eso aceptan que un país no puede ser autosuficiente y necesita relacionarse comercialmente con las demás naciones; no obstante, no creen que éste sea un vehículo de desarrollo económico. Para probarlo señalan que el indicador de apertura económica de Estados Unidos (25% del PIB) es inferior al de Colombia (43%) y Angola (122%); aún así, el primero es una potencia económica mundial y los otros dos son economías subdesarrolladas, con ingreso per cápita nominal a precios de paridad de US$ 6.724 y US$ 5.590, respectivamente (el de E. U. es US$ 45.845).
Esa percepción pasa por alto que Estados Unidos es el primer exportador mundial y que tener un bajo índice de apertura no es sinónimo de economía cerrada. De hecho, el componente de comercio internacional de los índices de libertad económica muestra que es una economía que impone menores restricciones a las exportaciones e importaciones que Colombia y Angola.
La aproximación mediante el concepto de Hirschman permite apreciar que los indicadores simples no miden el impacto del comercio internacional en el desarrollo económico. Para ilustrarlo, nada mejor que un ejemplo.
Si Colombia sólo produjera café para el consumo nacional, la producción sería de apenas dos millones de sacos por año y para ello bastaría el trabajo de unas 60 mil familias. La realidad es que la cosecha anual del país es del orden de los 12 millones de sacos y requiere el trabajo de más de 500 mil familias. El sobrante de 10 millones de sacos queda disponible para exportarlo a otros mercados.
Pasar de producir únicamente para el consumo nacional a hacerlo para el mercado mundial activa eslabonamientos hacia atrás, como el incremento en inversiones para la producción de abonos, la investigación en nuevas semillas, la fabricación de empaques, y la construcción de carreteras, entre otras. De igual forma hay eslabonamientos hacia adelante, como las mayores inversiones en comercializadoras, equipo de transporte y equipos para el control de calidad. Todos estos procesos generan empleos, ingresos y crecimiento de la demanda agregada de la economía.
Además de estos aspectos, la exportación aumenta la disponibilidad de divisas, que permiten adquirir bienes que el país no produce: computadores, tecnología, bienes de capital, etc.
Sin el concepto de eslabonamientos productivos, sólo mediríamos la exportación de 10 millones de sacos de café, porque la producción inducida por el comercio internacional queda registrada en cada industria y en cada sector de servicios. Por esto hay analistas y críticos que no captan el impacto macroeconómico de las exportaciones y menos aún su papel en el desarrollo económico.
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