Publicado en Ámbito Jurídico Año XVIII - No. 410, 26 de enero al 8 de febrero de 2015
Desde mediados del año anterior las economías en desarrollo se empezaron a desacelerar. Latinoamérica es la región que más rápido redujo su dinámica, al punto que las proyecciones de crecimiento apenas llegan al 1% para el 2014 –la tasa más baja desde la crisis mundial– y al 2% para el 2015.
La desaceleración obedece a diversos factores de la coyuntura internacional y a decisiones de política económica de cada economía. El problema es que los primeros, al parecer, no variarán en el mediano plazo y no dependen de las autoridades económicas de la región. Las segundas, que podrían moderar los impactos del entorno externo, enfrentan un reducido margen de maniobra en varios países por las erráticas decisiones de años recientes.
Entre los factores de la coyuntura internacional cabe destacar la caída de los precios internacionales de los productos básicos, el desplome del precio internacional del petróleo, la desaceleración de China y la normalización de la política monetaria en Estados Unidos.
Los precios internacionales de los productos básicos, según el FMI, cayeron 29.2% en 2014. En estos productos se observan tres comportamientos distintos: 1) los que empezaron a caer desde 2012, que incluyen alimentos, metales, carbón y gas; 2) los que demoraron su caída hasta 2014, como el petróleo; y 3) los que siguen registrando notables crecimientos como café, harina de pescado y carne de bovino.
El impacto de los menores precios en la región varía con el peso relativo de cada producto básico en las exportaciones (como la alta participación del cobre en Chile y Perú). Sin duda, el más fuerte será la caída del petróleo, por su efecto directo sobre las economías de Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia y México. Dependiendo de la diversificación de su estructura productiva y sus exportaciones, el impacto negativo sobre la cuenta corriente, las finanzas públicas y el PIB, será diferente en cada país. Los casos más complejos son los de Venezuela y Ecuador, que ya empezaron a adoptar medidas desesperadas para evitar una mayor reducción del crecimiento y el incumplimiento del servicio de la deuda pública.
Aun cuando los países no petroleros se benefician por el menor gasto en importaciones y la reducción de las presiones inflacionarias, enfrentarán, como todas las economías latinoamericanas, el endurecimiento de los mercados financieros internacionales y el riesgo de salidas de capitales que presionen más la depreciación de las monedas.
El cambio en los mercados financieros refleja, de un lado, la terminación de los estímulos monetarios y la expectativa de aumento de la tasa de interés en Estados Unidos y, de otro, la reducción de la oferta de petrodólares por las necesidades de liquidez de las economías exportadoras del hidrocarburo.
La dependencia que algunas economías tienen de la dinámica de China complica el panorama. La Cepal (“Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe 2013”) menciona una estimación según la cual la reducción de un punto en su crecimiento ocasionará una contracción de 0.5 puntos porcentuales del PIB latinoamericano y afectará especialmente a Brasil y Chile, para los cuales China es el principal socio comercial.
Es probable que la desaceleración de la economía china no sea temporal y que difícilmente retorne a los ritmos del 10% anual, observados en las últimas décadas. The Economist Intelligence Unit, proyecta para China una tasa de crecimiento del 6.3% anual en el periodo 2014-2020 y del 4.1% para 2021-2030.
Este complejo panorama tendrá impactos diferenciados en la región. Un estudio de Brookings y Ceres (Ernesto Talvi (2014) “Macroeconomic Vulnerabilities in an Uncertain World. One Region, Three Latin Americas”) clasifica las principales economías latinoamericanas en tres grupos: 1) las que tienen fundamentos macroeconómicos débiles: Venezuela (con crecimiento proyectado de 1.3% promedio entre 2014-2018) y Argentina (2.0%); 2) fundamentos mixtos: Brasil (2.2%); y 3) fundamentos fuertes: México (3.7%), Chile (4.0%), Colombia (4.7%) y Perú (5.4%).
Este último grupo es el que menos vulnerabilidades macroeconómicas enfrentará en los próximos años: tiene altos niveles de liquidez internacional, sólida posición fiscal y bajas presiones inflacionarias.
Aun cuando los países de la Alianza del Pacífico cuentan con mejores condiciones, no están exentos de riesgos. El ejemplo de la injustificada salvaguardia que recientemente impuso Ecuador a Colombia y Perú es una muestra de los problemas que se pueden generar por las dificultades macroeconómicas de los vecinos.
En síntesis, terminó el ciclo de auge y, si bien no se ve una crisis latinoamericana en el mediano plazo, sí hay efectos diferenciados que pueden hacer más tortuoso el camino del crecimiento de la región en los próximos años. La calidad de las políticas macroeconómicas en los años recientes y en los venideros será determinante para capotear la volatilidad que ya llegó.
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Remesas y crisis
Publicado en el diario La República el 19 de agosto de 2009
La importancia macroeconómica de las remesas ha crecido al punto que diversos analistas las consideran un canal de transmisión internacional de los auges o las crisis de las economías desarrolladas hacia las subdesarrolladas.
Y no es para menos; en 2008 su monto ascendió a cerca de US$70 mil millones, superando los flujos de inversión extranjera directa. En varios países tienen un elevado peso con relación al PIB, como en el caso de Haití (23.9%), Honduras (21.1%), El Salvador (17.3%) y Nicaragua (16.8%); en Colombia se calcula que representan alrededor del 3%.
En las economías desarrolladas el desempleo está aumentando como consecuencia de la crisis económica; con la reducción del crecimiento de los sectores intensivos en mano de obra de baja calificación, como la construcción, es mayor el número de migrantes que pierde sus ingresos y ve menguada su capacidad para enviar dinero a sus familias en los países de origen. Algo similar ocurre con los migrantes que se mantienen empleados, pero fueron perjudicados por el acelerado crecimiento de las cuotas de vivienda o porque la perdieron como consecuencia de ejecuciones judiciales. El BID estima que en 2009 las remesas caerán en 11% con relación a las registradas en 2008.
Es evidente que la reducción de las remesas tendrá un efecto negativo sobre las economías subdesarrolladas. Pero, como ha ocurrido con los otros canales de transmisión de la crisis, la magnitud del impacto es diferencial, dependiendo de la solidez macroeconómica de cada país y del peso relativo de esos recursos.
José Antonio Ocampo, en un artículo publicado en la última edición de la revista de la CEPAL, sostiene que en general las remesas son el canal menos importante de transmisión de la actual crisis para América Latina, pues “el poder de compra de las remesas tendería a aumentar en la medida en que se acompañen de una depreciación de las monedas en los países receptores”.
Esa percepción es válida para Colombia, como lo muestran las cifras del primer semestre de 2009. El ingreso por remesas hasta junio fue de US$2.085 millones, con una disminución del 10.5% respecto al mismo periodo de 2008; pero en pesos han crecido 13.8%. Este resultado contrasta con lo observado en los primeros seis meses de 2008; en ese periodo crecieron 20% anual en dólares y apenas 3.5% en pesos.
En el primer trimestre de 2009, los datos disponibles muestran variaciones positivas anuales de las remesas provenientes de los principales once países de origen, expresadas en moneda local, con la excepción de Venezuela. En igual periodo de 2008 eran negativas en siete de ellos.
Es evidente el impacto de la tasa de cambio. En el primer semestre de 2008 se registró una marcada tendencia a la revaluación, con un mínimo de $1.600 por dólar en junio. En cambio, durante los primeros meses del presente año la tasa de cambio se devaluó; aun cuando en los meses recientes el peso se ha revaluado nuevamente, todavía se mantiene en niveles superiores a los del año anterior.
Lo anterior significa que en el actual contexto de crisis mundial el ingreso de remesas a Colombia no ha tenido un efecto macroeconómico adverso y, por el contrario, supera el desempeño observado en el primer semestre del año anterior. Un incremento de más de $600 mil millones de pesos por este concepto, contribuye a amortiguar la pérdida de dinamismo del consumo de los hogares. No obstante, es posible que a nivel de familias individuales sí se esté registrando un impacto negativo en los casos de suspensión de estos giros por pérdida del empleo de los remitentes.
La importancia macroeconómica de las remesas ha crecido al punto que diversos analistas las consideran un canal de transmisión internacional de los auges o las crisis de las economías desarrolladas hacia las subdesarrolladas.
Y no es para menos; en 2008 su monto ascendió a cerca de US$70 mil millones, superando los flujos de inversión extranjera directa. En varios países tienen un elevado peso con relación al PIB, como en el caso de Haití (23.9%), Honduras (21.1%), El Salvador (17.3%) y Nicaragua (16.8%); en Colombia se calcula que representan alrededor del 3%.
En las economías desarrolladas el desempleo está aumentando como consecuencia de la crisis económica; con la reducción del crecimiento de los sectores intensivos en mano de obra de baja calificación, como la construcción, es mayor el número de migrantes que pierde sus ingresos y ve menguada su capacidad para enviar dinero a sus familias en los países de origen. Algo similar ocurre con los migrantes que se mantienen empleados, pero fueron perjudicados por el acelerado crecimiento de las cuotas de vivienda o porque la perdieron como consecuencia de ejecuciones judiciales. El BID estima que en 2009 las remesas caerán en 11% con relación a las registradas en 2008.
Es evidente que la reducción de las remesas tendrá un efecto negativo sobre las economías subdesarrolladas. Pero, como ha ocurrido con los otros canales de transmisión de la crisis, la magnitud del impacto es diferencial, dependiendo de la solidez macroeconómica de cada país y del peso relativo de esos recursos.
José Antonio Ocampo, en un artículo publicado en la última edición de la revista de la CEPAL, sostiene que en general las remesas son el canal menos importante de transmisión de la actual crisis para América Latina, pues “el poder de compra de las remesas tendería a aumentar en la medida en que se acompañen de una depreciación de las monedas en los países receptores”.
Esa percepción es válida para Colombia, como lo muestran las cifras del primer semestre de 2009. El ingreso por remesas hasta junio fue de US$2.085 millones, con una disminución del 10.5% respecto al mismo periodo de 2008; pero en pesos han crecido 13.8%. Este resultado contrasta con lo observado en los primeros seis meses de 2008; en ese periodo crecieron 20% anual en dólares y apenas 3.5% en pesos.
En el primer trimestre de 2009, los datos disponibles muestran variaciones positivas anuales de las remesas provenientes de los principales once países de origen, expresadas en moneda local, con la excepción de Venezuela. En igual periodo de 2008 eran negativas en siete de ellos.
Es evidente el impacto de la tasa de cambio. En el primer semestre de 2008 se registró una marcada tendencia a la revaluación, con un mínimo de $1.600 por dólar en junio. En cambio, durante los primeros meses del presente año la tasa de cambio se devaluó; aun cuando en los meses recientes el peso se ha revaluado nuevamente, todavía se mantiene en niveles superiores a los del año anterior.
Lo anterior significa que en el actual contexto de crisis mundial el ingreso de remesas a Colombia no ha tenido un efecto macroeconómico adverso y, por el contrario, supera el desempeño observado en el primer semestre del año anterior. Un incremento de más de $600 mil millones de pesos por este concepto, contribuye a amortiguar la pérdida de dinamismo del consumo de los hogares. No obstante, es posible que a nivel de familias individuales sí se esté registrando un impacto negativo en los casos de suspensión de estos giros por pérdida del empleo de los remitentes.
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Crisis mundial,
Desempleo,
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