Publicado en Ámbito Jurídico el 14 de noviembre de 2011
Hace unos días se realizó el lanzamiento del libro “Hacia una política industrial de nueva generación para Colombia”, escrito por Astrid Martínez y José Antonio Ocampo, con el auspicio de la Coalición para la Promoción de la Industria Colombiana.
En el capítulo III revisan el tema de la desindustrialización, que ha vuelto a ser tema de debate desde el primer semestre, cuando se aseveró que este fenómeno era consecuencia de la carencia de una política industrial en el país.
En el capítulo se afirma que la pérdida de participación de la industria en el PIB puede ser el resultado de varios factores: la tendencia estructural del desarrollo, en la que pierden participación la agricultura y la industria y la ganan los servicios; el notable crecimiento del sector minero–energético, que aumenta el peso relativo de la minería; y la tendencia a la tercerización de parte de las actividades de las empresas industriales, que pasan a contabilizarse en el sector de servicios.
A esa enumeración, habría que sumarle factores como el aumento de la competencia internacional, que menciona Dani Rodrik (“The Manufacturing Imperative”) para el caso de Estados Unidos, o hacer explícito el cambio tecnológico dentro de la tendencia estructural, dado que repercute en aumentos de la producción con menos empleo y menor participación en el PIB (caso similar a lo que aconteció con la agricultura).
Aun cuando los autores señalan que el cambio de metodologías o de año base de la contabilidad nacional es un tema secundario, hicieron su propio cálculo unificando series. Encontraron que “esto explica que la participación de la industria en el PIB presentada para 1974 sea 18.54%, y no el 24.47% que se obtendría por el cálculo directo utilizando las Cuentas Nacionales base 1975”. Por lo tanto, la metodología genera cerca de seis puntos porcentuales de diferencia en un solo año.
La desindustrialización que estiman apunta a una caída de seis puntos en la participación de la industria en el PIB si se comparan 1974 y 1999 o cuatro puntos si la comparación se hace con 2007. Este es un gran avance frente a los 10 puntos que tradicionalmente se menciona y muestra que la metodología no es tan secundaria; indica, nada más y nada menos, que ese factor “infla”, en el primer caso, en cerca del 70% el cálculo de la desindustrialización.
Hay un aspecto adicional para comentar sobre el tema: se debe evitar que la coyuntura sea interpretada como un problema estructural. Tal riesgo lo hay en el caso de la comparación que hacen los autores de la desindustrialización de Brasil con la de Colombia durante la última década.
Señalan que la participación de la industria en el PIB de Brasil cayó del 19.2% al 15.8% entre 2004 y 2010 “y representa en la actualidad tan solo el 39% del valor de sus exportaciones, cuando anteriormente era el 55%”. “En Colombia, en el mismo período, la producción industrial pasó del 14.2% en 2004 al 13.7% en 2010 como porcentaje del PIB, y las exportaciones no tradicionales pasaron de 54.2% en 2004 al 33.6% en 2010”.
Lo primero que salta a la vista es la diferencia de magnitudes, pues en el país vecino la reducción es de 3.4 puntos porcentuales, mientras que en el caso colombiano apenas fue de 0.5 puntos porcentuales. Esto es interesante porque se ha tendido a ensalzar la política industrial de Brasil y a sugerirla como el modelo a seguir en Colombia.
Lo segundo, es que en el caso del PIB de Colombia la industria creció su participación desde 13.6% en el 2000 hasta 14.2% en 2007 y luego la redujo a 13.7% en 2010. Como se recordará, la crisis mundial ocasionó una drástica caída de la producción industrial del país, mientras que en otros sectores se registró una desaceleración moderada; esto explica su pérdida de participación en el PIB. Por lo tanto, no es posible inferir si esta reducción será permanente o transitoria.
Tercero, con relación a las exportaciones industriales ocurre algo similar, pues además de sufrir un impacto negativo por la crisis mundial, las afectó el cierre del mercado de Venezuela.
Cuarto, las exportaciones industriales han perdido participación por un fuerte efecto precio de los productos primarios. En ese contexto, hay que destacar la dinámica excepcional registrada por las exportaciones industriales en las dos últimas décadas, pues, a pesar del escaso aumento de los precios, mantienen su tendencia ascendente por un efecto volumen.
En síntesis, los autores del libro aportan varios elementos para entender el fenómeno de la desindustrialización en Colombia, y no señalan entre los factores explicativos la ausencia de una política industrial. Es necesario seguir explorando las causas efectivas de la menor participación en el PIB, qué tanto explica cada factor y cuál es el papel de las exportaciones.
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Desindustrialización
Artículo publicado en Ámbito Jurídico No. 322 el 30 de mayo de 2011
El argumento más reciente de quienes dicen que en Colombia no hay política industrial es la existencia de un fenómeno de desindustrialización en los últimos 40 años, con tendencia a acentuarse por la falta de acciones públicas para el desarrollo de este sector. La evidencia del fenómeno, según ellos, es la caída de participación de la industria en el PIB desde 22% en los años setenta, hasta el 12% actualmente.
Para estos analistas “desde hace varios años no hay una política industrial” en Colombia, luego es lícito deducir que esa es la causa de la presunta desindustrialización.
Esa hipótesis y esas cifras merecen un cuidadoso análisis. En las últimas décadas la contabilidad nacional ha registrado varios cambios metodológicos y de año base, lo que dificulta las comparaciones históricas; por lo tanto, cuando se evalúan series largas del PIB y sus diferentes componentes, los analistas rigurosos tienen en cuenta esas limitaciones.
En el caso particular de la desindustrialización, la forma de medición presentada por los críticos no es rigurosa, al pretender corroborarla con los 10 puntos de participación perdidos por la industria desde mediados de los setenta hasta hoy. No tienen en cuenta que en ese lapso se han realizado al menos cuatro cambios de metodología o de año base en las cuentas nacionales, con la consecuente modificación de los pesos relativos de diferentes sectores.
Pero si su forma de medición fuera la prueba reina de la desindustrialización, las cosas serían peores en otros países como el Brasil, que según estos analistas es el modelo de política industrial a seguir: ¡la participación de la industria en el PIB cayó cerca de 16 puntos entre 1982 y 2009! Y entre máximo y mínimo, en Argentina se redujo 24 puntos, en Chile 17 y en Perú 14.
Si se toman las estadísticas históricas publicadas por el DNP, se observa que a precios constantes de 1975 la participación máxima de la industria fue de 23.5% del PIB en 1974 (no 22%) y luego descendió hasta 19.7% en 1994. Pero con la nueva metodología, que calculó el PIB a precios constantes de 1994, su peso relativo fue sólo de 15% en ese año. Esto significa una reducción de 3.8 puntos en 20 años, mientras que en un solo año cayó en 4.7 puntos, atribuibles a la metodología y al año base. Con el reciente cambio a precios de 2005, el peso relativo es del 13.9% en 2010 (no del 12%), con una diferencia media de 0.5 puntos porcentuales respecto a la base anterior.
Si se observa la importancia relativa de la industria en el PIB total con las dos últimas bases, se concluye que el cambio es marginal. En la base 1994 la participación pasó del 15.0% en 1990 a 15.1% en 2004, con una leve reducción durante la crisis de finales de los noventa. Y con la base 2005, su participación, que era de 13.9% en el 2000, se mantuvo igual en 2010, con un periodo de incremento hasta 14.4% en 2004.
En últimas, al presunto fenómeno de desindustrialización no se le pueden achacar 10 puntos de reducción de la participación de la industria en el PIB, sino a lo sumo cuatro o cinco en 40 años.
Pero como las metodologías de medición de los agregados económicos han mejorado con el correr de los años, se puede presumir mayor calidad en los cálculos recientes que en los de las décadas anteriores. Esto llevaría a una interesante hipótesis: el sector industrial ha tenido en la economía colombiana un menor peso relativo de lo que se creía con las antiguas metodologías de contabilidad nacional.
Y no sería un caso único, sino que podría ser un fenómeno generalizado en América Latina, lo que se refleja en la composición del empleo. El reciente libro del BID “La era de la productividad” menciona que en la región los “…intentos de industrializarse tuvieron un éxito parcial. Resulta muy notorio que la proporción del empleo en el sector industrial es inferior en América Latina que en Asia oriental y en el mundo desarrollado… A diferencia de los países desarrollados, que primero prosperaron con la industria y luego se transformaron en economías de servicios, las economías de la región se volvieron terciarias (productoras de servicios) a mitad de camino entre la pobreza y la prosperidad”.
Otro hecho interesante es que la mayor pérdida de participación se registró en plena vigencia de las políticas proteccionistas implementadas en Colombia bajo el modelo de sustitución de importaciones. Precisamente ese modelo postulaba como su eje central el desarrollo industrial que hoy reclaman los analistas de marras. Y el resultado de esas políticas fue un sector empresarial acostumbrado a capturar rentas, con bajos incentivos a la innovación y la mejora tecnológica y menos aún a la exportación; para completar, las ineficiencias generadas se transferían a los consumidores, vía baja calidad de los productos y precios más altos que los registrados en países con mayores niveles de competencia. Desde luego, también hubo empresarios y sectores que aprovecharon las ventajas de la política y desarrollaron empresas competitivas; pero esa no fue la nota dominante.
En síntesis, nos siguen debiendo un indicador sólido de la desindustrialización de Colombia y una demostración clara de su relación con la carencia de políticas industriales. De paso, debilitan su credibilidad con relación a la supuesta ausencia de política industrial en la actualidad.
El argumento más reciente de quienes dicen que en Colombia no hay política industrial es la existencia de un fenómeno de desindustrialización en los últimos 40 años, con tendencia a acentuarse por la falta de acciones públicas para el desarrollo de este sector. La evidencia del fenómeno, según ellos, es la caída de participación de la industria en el PIB desde 22% en los años setenta, hasta el 12% actualmente.
Para estos analistas “desde hace varios años no hay una política industrial” en Colombia, luego es lícito deducir que esa es la causa de la presunta desindustrialización.
Esa hipótesis y esas cifras merecen un cuidadoso análisis. En las últimas décadas la contabilidad nacional ha registrado varios cambios metodológicos y de año base, lo que dificulta las comparaciones históricas; por lo tanto, cuando se evalúan series largas del PIB y sus diferentes componentes, los analistas rigurosos tienen en cuenta esas limitaciones.
En el caso particular de la desindustrialización, la forma de medición presentada por los críticos no es rigurosa, al pretender corroborarla con los 10 puntos de participación perdidos por la industria desde mediados de los setenta hasta hoy. No tienen en cuenta que en ese lapso se han realizado al menos cuatro cambios de metodología o de año base en las cuentas nacionales, con la consecuente modificación de los pesos relativos de diferentes sectores.
Pero si su forma de medición fuera la prueba reina de la desindustrialización, las cosas serían peores en otros países como el Brasil, que según estos analistas es el modelo de política industrial a seguir: ¡la participación de la industria en el PIB cayó cerca de 16 puntos entre 1982 y 2009! Y entre máximo y mínimo, en Argentina se redujo 24 puntos, en Chile 17 y en Perú 14.
Si se toman las estadísticas históricas publicadas por el DNP, se observa que a precios constantes de 1975 la participación máxima de la industria fue de 23.5% del PIB en 1974 (no 22%) y luego descendió hasta 19.7% en 1994. Pero con la nueva metodología, que calculó el PIB a precios constantes de 1994, su peso relativo fue sólo de 15% en ese año. Esto significa una reducción de 3.8 puntos en 20 años, mientras que en un solo año cayó en 4.7 puntos, atribuibles a la metodología y al año base. Con el reciente cambio a precios de 2005, el peso relativo es del 13.9% en 2010 (no del 12%), con una diferencia media de 0.5 puntos porcentuales respecto a la base anterior.
Si se observa la importancia relativa de la industria en el PIB total con las dos últimas bases, se concluye que el cambio es marginal. En la base 1994 la participación pasó del 15.0% en 1990 a 15.1% en 2004, con una leve reducción durante la crisis de finales de los noventa. Y con la base 2005, su participación, que era de 13.9% en el 2000, se mantuvo igual en 2010, con un periodo de incremento hasta 14.4% en 2004.
En últimas, al presunto fenómeno de desindustrialización no se le pueden achacar 10 puntos de reducción de la participación de la industria en el PIB, sino a lo sumo cuatro o cinco en 40 años.
Pero como las metodologías de medición de los agregados económicos han mejorado con el correr de los años, se puede presumir mayor calidad en los cálculos recientes que en los de las décadas anteriores. Esto llevaría a una interesante hipótesis: el sector industrial ha tenido en la economía colombiana un menor peso relativo de lo que se creía con las antiguas metodologías de contabilidad nacional.
Y no sería un caso único, sino que podría ser un fenómeno generalizado en América Latina, lo que se refleja en la composición del empleo. El reciente libro del BID “La era de la productividad” menciona que en la región los “…intentos de industrializarse tuvieron un éxito parcial. Resulta muy notorio que la proporción del empleo en el sector industrial es inferior en América Latina que en Asia oriental y en el mundo desarrollado… A diferencia de los países desarrollados, que primero prosperaron con la industria y luego se transformaron en economías de servicios, las economías de la región se volvieron terciarias (productoras de servicios) a mitad de camino entre la pobreza y la prosperidad”.
Otro hecho interesante es que la mayor pérdida de participación se registró en plena vigencia de las políticas proteccionistas implementadas en Colombia bajo el modelo de sustitución de importaciones. Precisamente ese modelo postulaba como su eje central el desarrollo industrial que hoy reclaman los analistas de marras. Y el resultado de esas políticas fue un sector empresarial acostumbrado a capturar rentas, con bajos incentivos a la innovación y la mejora tecnológica y menos aún a la exportación; para completar, las ineficiencias generadas se transferían a los consumidores, vía baja calidad de los productos y precios más altos que los registrados en países con mayores niveles de competencia. Desde luego, también hubo empresarios y sectores que aprovecharon las ventajas de la política y desarrollaron empresas competitivas; pero esa no fue la nota dominante.
En síntesis, nos siguen debiendo un indicador sólido de la desindustrialización de Colombia y una demostración clara de su relación con la carencia de políticas industriales. De paso, debilitan su credibilidad con relación a la supuesta ausencia de política industrial en la actualidad.
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