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Hidrocarburos y antípodas

jueves, 16 de febrero de 2023

 

Publicado en Portafolio el 16 de febrero de 2023

La ministra de Minas y Energía, en el Foro de Davos, ratificó al mundo que en Colombia, “…no vamos a conceder nuevos proyectos de exploración de gas y de petróleo”. Cinco días después el gobierno noruego anunció la oferta de 92 nuevos bloques para la exploración de petróleo y gas; con esta decisión aumentan las licencias para buscar hidrocarburos en el Mar de Noruega y el Mar de Barents.

Terje Aasland, ministro de Petróleo y Energía de Noruega, afirmó: “Necesitamos constantemente nuevos descubrimientos para desarrollar aún más la plataforma continental noruega… La actividad de exploración adicional y los nuevos descubrimientos son importantes para mantener la producción de petróleo y gas a lo largo del tiempo, tanto para Noruega como para Europa”.

Unas posiciones tan opuestas plantean varios interrogantes. Uno es quiénes son Colombia y Noruega en el mundo de los hidrocarburos. En 2021 sus producciones de petróleo fueron de 738.000 y 2.024.800 barriles/día, aportando el 0.8% y el 2,3% del total mundial, respectivamente; Colombia ocupó el puesto 22 y Noruega el 11. En gas las diferencias son más grandes, pues Noruega es el noveno país en producción en el mundo (2,8% del total) y Colombia el 40 (0,3%).

En 2021 Noruega exportó 1,6 millones de barriles/día de petróleo (puesto 8) y Colombia 442 mil (puesto 22). En gas, Noruega fue el tercer exportador del mundo y Colombia no exportó. Por último, cabe destacar que la suma de petróleo y gas representó el 28,7% de las exportaciones totales de Colombia en 2020, mientras que en Noruega fue el 44,3%.

Otro interrogante es cómo la producción y exportación de estos productos afecta la economía. Es conocido que en Colombia tiene un impacto notable en las finanzas públicas del gobierno central y en las regalías que van a las regiones. En Noruega solo un 4% de los ingresos obtenidos de estos hidrocarburos entra al presupuesto gubernamental anual. El resto se ahorra en el Government Pension Fund Global, que es el fondo de inversiones más grande del mundo; su valor en 2022 se estima en US$1.200 billones, esto es, casi tres veces el PIB de Colombia.

Cabe ahora preguntarse cuál país aporta más emisiones de CO2. En 2021 Colombia aportó el 0,25% y Noruega el 0,11%; pero en este último fue el 0,19% en 1970 y desde entonces registra una clara tendencia descendente, mientras que en el caso colombiano viene aumentando.

Balance noruego: triple producción y exportaciones de hidrocarburos, mayor peso en las exportaciones, escaso impacto en las finanzas públicas, extraordinario ahorro y baja contaminación; aun así consideran estratégico promover la exploración de petróleo y gas. ¿Y Colombia? ¡Difícil entender su decisión!

América Latina y la incertidumbre global

viernes, 4 de mayo de 2018
Publicado en la Revista Fasecolda No. 169

En el periodo reciente aparecieron diversos factores exógenos que pueden afectar la dinámica de crecimiento de las economías de América Latina. Ante ellos, los gobiernos solo pueden adoptar medidas para mitigar sus impactos, pero no es una tarea fácil.

Migración venezolana

El desastre económico ocasionado por la dictadura de Venezuela originó la migración masiva de residentes que buscan escapar de la penuria que los agobia. Según la firma Consultores 21, la diáspora, que en los últimos años supera los cuatro millones de personas, se orienta especialmente hacia países de América y Europa; Colombia y Chile aparecen como los principales destinos, con el 17% cada uno, seguidos de EE.UU. (10%), Perú (10%), Ecuador (8%), Panamá (7%) y Argentina (4%).

Al principio, migraron los empresarios afectados por la pérdida de estabilidad jurídica en el país; luego salieron muchos trabajadores calificados, bien sea por el cierre de empresas o porque los áulicos de la revolución bolivariana se apoderaron de los cargos gerenciales (como en el caso de PDVSA). Ahora están migrando familias de clase media y baja, castigadas por la escasez de alimentos y medicinas, la erosión de los ingresos que ocasiona la hiperinflación y la represión de la dictadura a cualquier forma de protesta contra el régimen.

Para los países receptores de la región, esa masiva llegada de migrantes en pésimas condiciones económicas y sanitarias tiene serias repercusiones: crecimiento de la informalidad; presión sobre los sistemas de salud para la atención gratuita; entrada de enfermedades como la difteria y el sarampión, que estaban erradicadas de América Latina; atención en el sistema educativo a niños sin recursos; incremento de la delincuencia y prostitución; y riesgo de aparición de problemas de xenofobia, debido a que los residentes se sienten desplazados de sus empleos y del acceso a servicios esenciales, por los migrantes.

Además del malestar social, es evidente que los costos económicos son elevados y afectan las ya debilitadas finanzas nacionales y municipales de los países receptores.

Comercio internacional

Aun cuando el comercio internacional está en proceso de recuperación, hay serias amenazas a la institucionalidad que ha regido durante décadas.

En la última Conferencia Ministerial de la OMC, el presidente del Consejo General afirmó que «los ciudadanos de todo el mundo… cuestionan cada vez más los beneficios del comercio internacional y los acuerdos comerciales, y ponen a prueba el multilateralismo». 

Esos sentimientos han sido alimentados por los pobres resultados del largo periodo de la Ronda de Doha y por el aumento del proteccionismo en numerosas economías durante la Gran Recesión.

A esto se suman las posiciones del presidente Trump contra los acuerdos comerciales, incluyendo la OMC; según el mandatario, este organismo no beneficia a los EE.UU. y los jueces están en su contra, lo que explica el predominio de fallos adversos.

En consecuencia, EE.UU. optó por bloquear el órgano de apelaciones de la OMC; actualmente tres de los siete cargos están vacantes porque ese país no ha dado su voto para suplirlos. Como cada apelación debe ser atendida por tres jueces, en poco tiempo se puede paralizar este órgano, que es parte esencial del mecanismo de solución de diferencias.

«Trumponomics»

La presidencia de Trump plantea riesgos para la economía mundial por sus erráticas decisiones. Dos de ellas merecen especial atención, por los efectos sobre el comercio y la economía.

Sobre comercio, desde que asumió el cargo, retiró a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, congeló la negociación de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, forzó la renegociación del Nafta, mantiene amenazas continuas contra las importaciones de China y México, e impuso mayores gravámenes a las lavadoras y los paneles solares. Más grave, sin embargo, es la decisión de imponer aranceles del 25% y del 10% a las importaciones de acero y aluminio, respectivamente.

Con esto, puso al mundo al borde de una guerra comercial. Trump y sus asesores olvidaron o desconocen la experiencia de 2002, que mostró cómo ese tipo de barreras comerciales castigan a los consumidores, vía mayores precios, y a los fabricantes de EE.UU. que utilizan esos productos como insumos, vía pérdida de competitividad. Además, el efecto sobre las cadenas globales de valor puede ser desastroso y, paradójicamente, el mayor impacto lo sufrirían las empresas y la población estadounidenses.

Sobre la economía, resulta difícil entender que, en un entorno de posible recalentamiento de la economía, se impulse una reforma tributaria que generará incrementos adicionales de la demanda y aumento del déficit fiscal. Algunos analistas cuestionan si realmente era necesaria. Brookings Institution señala que, si bien la tarifa corporativa de impuestos estaba en el 35%, la mayor parte de las empresas pagaban una mucho menor por exenciones y tratamientos especiales; además, en las últimas décadas, las empresas perdieron participación en el recaudo impositivo. El interrogante es qué harán las empresas con los recursos adicionales que les genera el menor pago de impuestos y cómo financiará el Gobierno el aumento del déficit fiscal.

Con el escenario hipotético de mayor gasto, aumento de la inflación y creciente endeudamiento del Gobierno, crece la probabilidad de incremento de las tasas de interés por parte de la FED, con más celeridad y en mayor magnitud a las previstas inicialmente, fortalecimiento del dólar y un déficit comercial de mayor cuantía. Esto pone en riesgo la reciente recuperación de la economía mundial y puede repercutir en dificultades de acceso de las economías emergentes a los mercados financieros.

Petróleo

El repunte de los precios del petróleo desde finales de 2017 es un alivio para las economías productoras y exportadoras. Pero no se debe perder de vista la alta volatilidad del mercado del hidrocarburo y los grandes márgenes de error de las proyecciones de sus precios a mediano plazo.

En ese contexto, es relevante la pregunta sobre la sostenibilidad de los precios alrededor de los USD 70 por barril. El reciente aumento se explica por el crudo invierno en el hemisferio norte, la reactivación de las economías desarrolladas y emergentes, y el acuerdo flexible entre la OPEP y Rusia. Es claro que el primer factor se agota en poco tiempo, pero el segundo se puede sostener por el resto del año; en el caso del tercero, es más compleja cualquier predicción.

Los precios más altos están incentivando la entrada en producción de pozos de hidrocarburos no convencionales, que fueron sellados por la caída de los precios. Es evidente que la unidad de la OPEP se ha resquebrajado en los últimos años y que su acuerdo de reducción de la producción se puede romper en cualquier momento. Aun cuando Arabia Saudita y Rusia están diseñando estrategias para fortalecer el acuerdo y vincular a más países no-OPEP, la debilidad mencionada aumentará en un escenario de mayor oferta de EE.UU.

China y la geopolítica

En enero de 2017, mientras Trump tomaba posesión de su cargo como presidente de EE.UU. con un discurso que glorifica el proteccionismo, Xi Jimping intervenía en Davos postulando a China como el líder mundial de la globalización.

China está desarrollando una estrategia diplomática global que Trump no percibe; solo eso explica que haya retirado a EE.UU. del TPP, sin valorar que el objetivo de Obama era hacer contrapeso al creciente poderío de esa nación en el Pacífico.

Los últimos gobiernos de EE.UU. no han manifestado gran interés por América Latina. Entre tanto, los chinos iniciaron una paciente labor de fortalecimiento de las relaciones diplomáticas y económicas, y lograron una notable presencia en la región: son el segundo socio comercial de América Latina y el primero de Brasil, Chile y Perú; han adquirido más de un millón de hectáreas de tierras, con la visión de producir productos básicos para exportar a China; la inversión extranjera directa se calcula en USD 90.000 millones entre 2005 y 2017 (5% del total); y, los préstamos a los gobiernos de la región, en el mismo periodo, superan los USD 140.000 millones. Además, han manifestado su intención de apoyar la construcción de obras estratégicas de infraestructura para varios países, como el corredor del Trópico de Capricornio (Chile, Brasil y Argentina) y el tren bioceánico (Uruguay, Bolivia y Perú o Chile).

En este escenario, América Latina puede ser víctima de una nueva colonización que perpetuará la función de proveedores de bienes de bajo valor agregado y sin opciones claras de desarrollo. 

Síntesis

En el mundo siempre habrá amenazas y oportunidades para cada país. Pero en la situación reciente están confluyendo diversas fuerzas exógenas de gran magnitud que pueden limitar la recuperación económica de América Latina y ante las cuales es muy escaso el margen de maniobra.

No obstante, es importante que los gobiernos y los empresarios tengan plena conciencia de ellos y adopten oportunamente medidas que puedan mitigar los impactos. Por ejemplo, evitar una nueva enfermedad holandesa; diseñar estrategias de aprovechamiento del capital humano migrante y allegar recursos de organismos internacionales para afrontar la crisis humanitaria; fortalecer los acuerdos comerciales en un escenario de guerra comercial; y adoptar estrategias activas frente a China, para vincular empresas a las cadenas globales de valor y desarrollar programas de cooperación para diversificar las exportaciones hacia bienes y servicios de mayor sofisticación.

Opciones existen, pero hay que anticiparlas y fortalecer la construcción de puentes, en lugar de muros.

Economía mundial: Una nueva revolución

viernes, 7 de octubre de 2016
Publicado en la Revista de Fasecolda No. 164.

En los últimos 40 años el mundo registró numerosos acontecimientos económicos, políticos y sociales, que repercutieron en profundas transformaciones (ver cuadro). Aquí se destacan algunos de los que más han contribuido a los cambios en el periodo 1975-2016. 


* A comienzos de los setenta dos terremotos económicos sacudieron la economía mundial y marcaron su evolución hasta hoy: la quiebra del patrón oro y los choques petroleros.

En 1971 se suspendió la convertibilidad del dólar en oro, lo que significó el abandonó del sistema de tasas de cambio fijas que rigió desde los acuerdos de Bretton Woods de 1944; comenzó así la era de las tasas de cambio flotantes.

Los choques petroleros de 1973-1974 y 1979-1980 ocasionaron recesiones en el mundo desarrollado en 1975 y 1981. En el largo plazo, repercutieron en el desarrollo de automóviles compactos con menor consumo de combustible y la destinación de ingentes recursos a la búsqueda de fuentes alternativas de energía (nuclear, biocombustibles, eólica, etc.). Otra consecuencia fue el impulso a nuevas técnicas de producción de combustibles fósiles, que hoy explican la caída de los precios del petróleo, la creciente debilidad de la OPEP y el surgimiento de Estados Unidos como nueva potencia petrolera.

* Los desarrollos tecnológicos en diversos campos repercutieron en un incremento del comercio internacional y de los flujos de capitales, dando comienzo, hacia 1980, a la tercera ola de globalización (World Bank, 2002; p. 31). Los avances en telecomunicaciones, la revolución de la computación y el internet y la reducción de los costos de transporte transformaron la forma de hacer negocios en el mundo.

A manera de ejemplo, se cita el costo de una llamada telefónica de tres minutos entre Nueva York y Londres, que ascendía en 1931 a US$293 (en dólares de 1991) y cayó a cerca de US$1 en 2001 y a unos pocos centavos hoy en día (World Bank, 2009; p. 180).

Otro ejemplo es el de los computadores: “En 1965, la primera minicomputadora comercialmente exitosa, cuyo precio ajustado por inflación ascendía a US$135.470, era capaz de realizar cómputos básicos, tales como sumar y multiplicar… Hoy, un teléfono inteligente posee una capacidad 3 millones de veces mayor y cuesta menos de US$600” (Kose y Ozturk, 2014; p. 7).

* Estos cambios contribuyeron a la fragmentación geográfica de los procesos de producción (offshoring y outsourcing) y al desarrollo de cadenas globales de valor como nueva forma de organización de la producción mundial. Ahora, los productos nacionales (“made in Colombia”, por ejemplo) tienden a desaparecer, para ser sustituidos por los productos hechos en el mundo (“made in the world”).

Además, el comercio internacional se concentró en bienes y servicios intermedios y las estadísticas tradicionales de la balanza comercial perdieron relevancia, por lo que serán sustituidas por las nuevas cuentas de valor agregado (Ver Unctad, 2013; p. 122-ss y WTO y IDE-JETRO, 2011; p. 103-ss).

* Paralelo a estos cambios, se fortaleció la tendencia a reducir las barreras al comercio internacional, lo que se plasmó en la creación de la OMC para sustituir el GATT y en la proliferación de acuerdos comerciales. Mientras que en 1975 había alrededor de 30 acuerdos regionales vigentes, la cifra ascendió a 419 en 2016.

Estos acuerdos facilitan a los empresarios de los países que los firman la inserción en las cadenas globales de valor y, además, evitan el desplazamiento en los mercados de destino por parte de competidores con acceso preferencial permanente.

* Otro acontecimiento fue el fracaso de los regímenes comunistas. En 1989 cayó el emblemático muro de Berlín y comenzó el final de la guerra fría. Posteriormente se desmanteló la Unión Soviética y se escindieron otras economías de la antigua “cortina de hierro”, como Yugoslavia y Checoslovaquia. El título del famoso libro de Francis Fukuyama, “El fin de la historia”, resumió el efecto de este proceso, que fue interpretado como el fin de la lucha de las ideologías con el triunfo de la democracia liberal.

Según Amartya Sen, “el Muro de Berlín no sólo simbolizaba que había gente que no podía salir de Alemania del Este, sino que era además una manera de impedir que nos formáramos una visión global de nuestro futuro. Mientras estaba ahí el Muro de Berlín no podíamos reflexionar sobre el mundo desde un punto de vista global. No podíamos pensar en él como un todo” (citado en Friedman, 2006; p. 60).

* Las economías en desarrollo (el Sur), adquirieron un peso destacado en el concierto mundial. Según De la Torre (2015; p. 3-ss), la participación del Sur en el PIB mundial se incrementó del 20% en los años setenta al 40% en 2012. De igual forma, pasó de representar el 24% al 51% del comercio global en el mismo periodo. Por último, en la inversión extranjera su peso relativo aumentó del 18% a más del 50%.

Adicionalmente, el Sur fue un motor del crecimiento en el entorno de estancamiento que siguió a la crisis mundial de 2008-2009: “Durante la última década, generaron más del 70% del crecimiento mundial, mientras que la participación de las economías avanzadas cayó a alrededor del 17%” (Kose y Ozturk, 2014; p. 8).

Pero, ese crecimiento está concentrado en un reducido grupo de economías, especialmente asiáticas, con China a la cabeza. En el caso de las exportaciones mundiales de manufacturas en el periodo 2000-2012, solo China aumentó en 10 puntos su participación, mientras que las siguientes 20 economías del Sur lo hicieron en ocho puntos; y otros países, como Malasia, México y Filipinas, perdieron participación. En el caso de América Latina, su participación en las exportaciones de bienes primarios aumentó, pero la perdió en manufacturas.

* A pesar de estos notables hechos, son múltiples los problemas que sigue enfrentando el mundo y que afectarán su desenvolvimiento en las próximas décadas: cambio climático, contaminación, concentración del ingreso, envejecimiento de la población, crisis financieras más frecuentes.

Las diferencias entre los países desarrollados y los más atrasados se siguen ampliando. En 1975 en PIB per cápita promedio a precios de paridad de las cinco primeras economías desarrolladas era 33 veces superior al del promedio de las cinco más pobres; en 2014 esa relación era 72.

Paul Collier (2010) denominó el “Club de la Miseria” a un conjunto de países que se rezagó y vive en condiciones peores a las de la edad media: “…Su realidad es la del siglo XIV: guerras civiles, epidemias, ignorancia”.

El mundo cambió en los últimos 40 años y lo seguirá haciendo con celeridad. Los grandes retos para el siglo XXI consisten en lograr una convivencia más amigable con el planeta y paliar la situación de más de mil millones de personas que, en opinión de Collier, ya se quedaron definitivamente del bus del desarrollo.

Bibliografía

Collier, Paul (2010). El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo. Random House Mondadori. Bogotá.

De la Torre, Augusto; Didier, Tatiana; Ize, Alain; Lederman, Daniel y Schmukler, Sergio (2015). América Latina y el ascenso del Sur: Nuevas prioridades en un mundo cambiante. Banco Mundial, Washington, D.C.

Friedman, Thomas (2006). La tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. Ediciones Martínez Roca, Madrid.

Kose, A. y Ozturk, E. (2014). “Un mundo de cambios. Balance del último medio siglo”. Finanzas y Desarrollo, Vol. 51, No. 3, septiembre.

Unctad (2013). World Investment Report 2013. Global Value Chains: Investment and Trade for Development. United Nations, New York and Geneva.

World Bank (2002). Globalization, Growth, and Poverty. Building an Inclusive World Economy. World Bank and Oxford University Press, Washington.

World Bank (2009). World Development Report 2009. Reshaping Economic Geography. Washington.

WTO & IDE-JETRO (2011). Trade Patterns and Global Value Chains in East Asia: From Trade in Goods to Trade in Tasks. World Trade Organization, Geneva.

Cambios estructurales en el mundo

viernes, 18 de diciembre de 2015
Publicado en Portafolio el viernes 18 de diciembre de 2015

Los cambios estructurales que está registrando la economía mundial, tendrán profundas repercusiones en los años venideros. Entre ellos cabe destacar la declinación del crecimiento de China, el nuevo mapa petrolero mundial y la tendencia al estancamiento secular de las economías desarrolladas.

El milagro chino terminó, o por lo menos se estancó. La alta dependencia de las exportaciones y, más recientemente, de la inversión no puede seguir siendo su fuente de crecimiento.

Por eso el gobierno busca reequilibrar la economía para aumentar el peso relativo del mercado interno. Esto demanda profundos cambios que incluyen la privatización de empresas estatales, la reforma al sistema financiero, la libre movilidad de mano de obra, el control de la contaminación y el fortalecimiento del imperio de la ley.

El aumento de participación de los servicios en el PIB se interpreta como una señal positiva, pero hay barreras que impiden avanzar más rápido. El consumo interno apenas pasó del 36% al 38% del PIB entre 2010 y 2014; las tasas de ahorro se mantienen en el 30%; la población está envejeciendo y hay problemas de seguridad social para la vejez, lo que sumado al lento aumento de la productividad, repercute en la tendencia al estancamiento secular.

Por todas estas razones, según The Economist Intelligence Unit, la economía China tenderá a desacelerar su crecimiento en las próximas décadas, hasta converger a las tasas que crecerá la economía de Estados Unidos (alrededor del 2%).

En el caso del petróleo es ampliamente conocido el repunte de la producción de crudo en los Estados Unidos y el debilitamiento del cartel de la OPEP. Este organismo se la jugó por una guerra de precios para sacar del mercado la producción de hidrocarburos no convencionales, pero todo indica que no tendrá éxito.

El desplome de los precios apenas sí ha repercutido en la moderación del nivel de la producción mundial. Las empresas tomaron mecanismos de cobertura de precios, recortaron costos, mejoraron técnicas de producción y, según The Wall Street Journal, están por entrar en producción los megaproyectos del Golfo de México, que aumentarán la oferta global.

Por último, la hipótesis del estancamiento secular de Summers sigue tomando fuerza y los hechos parecen darle la razón. Después de la crisis mundial las economías desarrolladas no han recuperado su ritmo de crecimiento, la inversión no crece, y la productividad y el producto potencial siguen declinando. A estos elementos se suma el cambio estructural en la población, que repercute en menores tasas de crecimiento de la población en edad de trabajar.

En ese contexto cabe esperar precios bajos de los productos básicos en los próximos años, pérdida de importancia geopolítica del Medio Oriente (salvo por el posible conflicto con el Estado Islámico), fortalecimiento competitivo de la economía estadounidense y, persistente balanza comercial negativa de Colombia con Estados Unidos.

Ante los profundos efectos de estos cambios cabe preguntarse cuáles serán los impactos en Colombia, qué medidas se podrían adoptar y qué oportunidades surgen. Salta a la vista la urgencia de impulsar una efectiva diversificación de la canasta exportadora, aprovechar al máximo los acuerdos comerciales y adoptar políticas que faciliten la vinculación de las empresas colombianas a las cadenas globales de valor. No son temas nuevos, pero llevan años aplazándose.

Colombia en el nuevo entorno. Comentarios sobre la intervención del ministro de Hacienda

martes, 17 de noviembre de 2015
Publicado en la Revista Fasecolda No. 161, noviembre de 2015

La intervención de Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda y Crédito Público, en la XXIV Convención Internacional de Seguros abarcó tres grandes temas: aspectos macroeconómicos, financiación de los proyectos de infraestructura y temas sectoriales de interés para la industria aseguradora.

El ministro se refirió a tres aspectos macroeconómicos: el cambio de entorno en la economía, la caída de la renta petrolera y la reactivación económica. En las secciones siguientes se presenta un resumen de cada uno de ellos, seguido de algunos comentarios.

Macroeconomía: un nuevo entorno

Mauricio Cárdenas calificó la institucionalidad de la política económica, en especial la de la política fiscal, como un valioso activo del país; esta permitió a Colombia aprovechar los buenos tiempos que imperaron en la economía mundial hasta el año pasado y destacarse como una de las economías más sólidas de la región.

El entorno internacional cambió con la caída de los precios de los productos básicos, especialmente del petróleo, y este nuevo escenario puede durar un tiempo largo. Es ahí donde se pone a prueba la institucionalidad, pues en los periodos de turbulencia se deben ratificar los éxitos logrados en los tiempos de bonanza.

La visión económica del Gobierno está anclada en la sostenibilidad fiscal; esta consiste en que «los beneficios que reciben las generaciones actuales los pueden seguir recibiendo las generaciones futuras».

En opinión del ministro, la importancia de este concepto queda clara cuando se analiza el reciente ejemplo de Grecia, donde el disfrute de altas pensiones, subsidios al desempleo y elevados salarios de los empleados públicos se hizo con un creciente endeudamiento. La deuda pública se tornó insostenible, lo que hace inviable el acceso de las generaciones futuras a los mismos beneficios y se torna forzoso un duro ajuste con impactos sociales negativos.

Los beneficios de la sostenibilidad, en el caso de Colombia, se reflejan en la positiva percepción internacional, que se plasma en la calificación de la deuda soberana (BBB). El sector privado puede sacar provecho mediante el acceso a fuentes de financiación dispuestas a apoyar con bajas tasas de interés sus proyectos de inversión. También los hogares se favorecen con el acceso a créditos hipotecarios a tasas muy bajas con relación a las de hace unos pocos años.

Estos factores contribuyeron al aumento de la inversión en Colombia hasta niveles del 30% del PIB, que es el más alto de la historia del país y uno de los más altos de la región. El impacto beneficia a toda la población, pues más inversión repercute en un mayor crecimiento potencial de la economía. En términos generales, estas apreciaciones del ministro no tienen objeción. En el complejo entorno internacional actual, la economía colombiana brilla en la región y en el mundo; por eso es merecido el reconocimiento al manejo que se viene haciendo para afrontar el choque externo.

Esa percepción positiva de la economía colombiana es incluso más amplia que la expuesta por Mauricio Cárdenas, quizás por la limitación de tiempo para su exposición. La realidad es que en el presente siglo el crecimiento económico promedia, hasta 2014, el 4.4 % anual (y el 4.8 % en el periodo 2010-2014); esta es la tasa más alta registrada desde la década de los setenta.

Pero, adicionalmente, la inflación se ha mantenido en un dígito durante 16 años, la tasa de desempleo tiene una tendencia descendente, la pobreza ha disminuido continuamente y la población de clase media ha aumentado de forma notable.

Sin embargo, hay que traer a colación tres lunares que persisten en la economía de Colombia y que, de haberse tomado medidas oportunas, habrían permitido capotear el temporal en mejores condiciones.

El primero es la diversificación de la canasta exportadora. Medida por el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH), en los años recientes Colombia pasó a ser un país de alta concentración de las exportaciones por el impacto de los minero-energéticos. Si bien el IHH sin minero-energéticos mantuvo una tendencia favorable, el ritmo de diversificación de la producción de valor agregado se vio fuertemente obstaculizado por la apreciación de la tasa de cambio.

El segundo es el manejo de la bonanza minero-energética. A pesar de las lecciones internacionales, no se hizo en el país una cirugía de raíz al sistema de regalías, para aislar la mayor parte del impacto del aumento transitorio de los precios internacionales. Decisiones en la línea del modelo de Noruega, por ejemplo, hubieran permitido amortiguar la apreciación, el impacto tributario y la desaceleración económica actual.

El tercero, la construcción de la institucionalidad fiscal, que hoy tiene merecido reconocimiento internacional, no fue acompañada de una adecuación de la estructura tributaria del país. Colombia siguió la senda de reformas fiscalistas y la creación de impuestos temporales con tendencia a volverse permanentes, lo que aumentó las tasas efectivas de tributación de forma explosiva y afectó la competitividad del sector empresarial.

La caída de la renta petrolera

Según el ministro Cárdenas, la renta petrolera prácticamente desapareció. Las cifras son contundentes: en el 2013 representó el 19.7% de los ingresos totales del Gobierno Nacional Central, y el Ministerio de Hacienda proyecta que en el 2016 apenas será el 2.5 %, el nivel más bajo en lo corrido del siglo.

Señala el ministro que desde hace un año vieron venir el problema de caída de la renta petrolera y por eso propusieron la reforma tributaria que fue aprobada por el Congreso a finales del año pasado.

La nueva situación plantea un reto para el Gobierno, consistente en cumplir con la regla fiscal y preservar la sostenibilidad fiscal a pesar de la práctica desaparición de la renta petrolera.

No deja de sorprender la flexibilidad de las finanzas públicas para adaptarse a un cambio tan abrupto, cuando es conocida la rigidez del gasto, al estar predeterminado en gran parte por normas legales.

En el 2015, la caída de la renta petrolera fue del 1.2% del PIB y se proyecta para el 2016 otro 0.7%; este año se compensó el 0.5% del PIB con la reforma tributaria del 2014 y buena parte del resto con mayor endeudamiento, lo que incrementó el déficit fiscal proyectado, del 2.4% al 3.0% del PIB. Para el 2016 solo quedó la opción de mayor endeudamiento y recorte del gasto de inversión, con aumento del déficit proyectado, del 3.0 al 3.6% del PIB.

El desafío hacia adelante, como lo destaca el ministro de Hacienda, es cómo reducir el déficit sin contar con la renta petrolera; pero, además, sin la posibilidad de una nueva reforma tributaria fiscalista, con un mayor gasto en amortización de la deuda, por cuenta de la depreciación y de mayores costos financieros, y con los nuevos gastos que demandará el posconflicto.

El problema de la renta petrolera para Colombia no es solo el tema de los precios, sino también el de la producción. La renta tiende a reducirse a su mínima expresión porque las reservas de petróleo del país apenas dan para seis o siete años y el drástico recorte del presupuesto de inversión de Ecopetrol no permite abrigar grandes esperanzas de descubrimientos que las eleven. Entre otras, el Marco Fiscal de Mediano Plazo tiene un escenario muy optimista, en el que la producción de crudo se mantiene en alrededor de un millón de barriles diarios hasta el 2022 y a partir de ahí se reduce gradualmente hasta 940 000 en el 2026.

El otro tema preocupante es el de los ingresos del Gobierno. En el proyecto del Presupuesto General de la Nación que cursa en el Congreso se prevé que los ingresos se mantienen estables alrededor del 15.7% del PIB hasta el 2018. Pero a partir del 2019 serán necesarias nuevas fuentes para sustituir los impuestos que deben desaparecer y desde el 2020 se debe contar con ingresos adicionales para cumplir con la regla fiscal; de esta forma, para el primer año se requieren más recursos por el 1.1% del PIB y en el segundo por el 1.9%.

Ante una situación fiscal que tiende a tornarse más compleja, el Gobierno no puede perder de vista el compromiso que tiene de tramitar una reforma tributaria estructural. Esta es necesaria para recuperar la competitividad del sector empresarial, afectada por las altas tasas efectivas de tributación, y recomponer las finanzas públicas, de forma que eliminen la dependencia de rentas como la petrolera, le den mayor transparencia al estatuto tributario y sean un mecanismo efectivo de redistribución del ingreso.

Un reto adicional para el país es que la Comisión de Expertos, establecida en la Ley 1739 de 2014 y conformada mediante el decreto 327 de 2015, logre, en los pocos meses que le quedan, presentar sus recomendaciones al Gobierno. Gran parte de los diez meses del plazo asignado a la Comisión se le fueron en la elaboración de un diagnóstico y en la propuesta sobre las entidades sin ánimo de lucro. Esperemos que tengan muy avanzados los demás temas, que abren la posibilidad de tener una tributación más adecuada a las tendencias globales.

Austeridad inteligente

En la Convención, el ministro Cárdenas presentó las ideas del Gobierno sobre la forma en que se amortiguará el impacto del choque externo que actualmente afronta la economía colombiana: «Estamos hablando de “austeridad inteligente”: el Gobierno se aprieta el cinturón para que el sector privado pueda aprovechar la liquidez internacional, la buena calificación de Colombia y salir a hacer unas inversiones que van a generar crecimiento».

Es evidente que el margen de maniobra de la política fiscal es menor en la actual coyuntura, con relación a la que tuvo durante la crisis mundial entre 2008-2009. Ello en razón al fuerte impacto que la caída en la renta petrolera ocasiona en el déficit fiscal. De ahí que el Gobierno esté haciendo esta propuesta de «austeridad inteligente».

En el pasado mes de mayo, el Gobierno lanzó el Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo (PIPE) 2.0, en el que se anunciaron recursos por $16.8 billones. La mayor parte del PIPE 2.0 consiste en la reorientación del gasto hacia actividades con mayor impacto en el crecimiento y en el empleo.

Pero las cifras vistas en las secciones anteriores muestran que es limitada la posibilidad de inyectar recursos nuevos mediante la política fiscal y que incluso el agregado de inversión pública es la principal variable de ajuste para reducir el gasto y cumplir con la regla fiscal.

En ese contexto, la austeridad inteligente es una apuesta interesante, especialmente por el papel que pueden desempeñar las obras de infraestructura de cuarta generación (4G). Resulta muy oportuno el trabajo adelantado por el Gobierno y el sector privado en los últimos años para la migración a este nuevo esquema de desarrollo de las obras de infraestructura. De particular importancia son los avances institucionales, que incluyen las leyes APP (asociaciones público-privadas) y de infraestructura, la creación de la ANI (Agencia Nacional de Infraestructura) y la Financiera de Desarrollo Nacional, y las modificaciones regulatorias que permiten el desarrollo de nuevos instrumentos de financiación y la mayor participación de los inversionistas institucionales como las entidades aseguradoras.

El cambio de entorno se dio en el momento crucial en el que está por comenzar la ejecución de las obras de la primera ola de 4G y en el que parece que, por fin, hay vía libre para la venta de Isagén y la capitalización de la Financiera de Desarrollo Nacional.

No obstante, persisten algunos riesgos que se deben tener en cuenta para tratar de anticipar sus efectos y moderar su impacto tanto en el desarrollo de las 4G como en la dinámica de la economía.

Es importante tener en cuenta la percepción de mayor riesgo en las economías de la región, como consecuencia del deterioro del crecimiento de Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador. Las experiencias de otros episodios muestran que en esas circunstancias es difícil diferenciarse del barrio, lo que se puede estar reflejando en el aumento de los spreads de la deuda colombiana en el último año.

Pero el riesgo más sobresaliente es el inminente aumento de las tasas de interés en los Estados Unidos, que puede ocasionar mayor volatilidad en los mercados financieros internacionales, acelerar la depreciación de la moneda y reducir la oferta de créditos a las economías emergentes.

Conclusiones

La intervención del ministro Cárdenas mostró que la institucionalidad de la política económica de Colombia tiene un reconocimiento internacional y ha repercutido en mayores tasas de crecimiento. El cambio de entorno indujo la desaceleración del crecimiento, pero el país sigue sobresaliendo en el contexto regional y mundial.

La institucionalidad se ha puesto a prueba con la fuerte caída de la renta petrolera y en parte la mitigación de los impactos del choque petrolero descansa en la actividad del sector privado, en especial con el desarrollo de los proyectos de 4G.

Podemos decir que, por ahora, la economía colombiana evidencia una vez más su resiliencia frente a los choques externos. Pero hay retos y riesgos, como avanzar en la modernización de la estructura tributaria y prepararse para capotear una mayor volatilidad de los mercados financieros internacionales.

El desplome del precio del petróleo

jueves, 26 de marzo de 2015
Publicado en Ámbito Juridico, Año XVIII – No. 414; 23 de marzo al 12 de abril de 2015

El precio del petróleo es una variable estratégica para la economía mundial. A raíz de su desplome desde niveles de US$110 por barril a menos de US$50 se viene generando una compleja cadena efectos globales, de los cuales Colombia no ha escapado.

La caída del precio internacional se precipitó por la simultánea confluencia de tres factores que generaron un excedente superior al millón de barriles por día (b/d): aumento de la oferta, reducción de la demanda y el juego de intereses geopolíticos.

La oferta creció en esencia por el desarrollo de la producción de hidrocarburos no convencionales en Estados Unidos. La producción que había bajado hasta menos de cuatro millones b/d ha repuntado a niveles que ya superan los nueve millones y se acercan a su máximo histórico de diez millones.

A ello hay que sumar la recuperación de la producción de petróleo de Libia. A raíz del conflicto interno originado con el derrocamiento de Muammar Gaddafi en 2011, la producción cayó de 1.6 millones b/d a 200 mil; pero durante el segundo semestre de 2014 se inició la recuperación hasta bordear el millón b/d, justo en el periodo en que empezó la caída del precio internacional. No obstante, está en duda la permanencia de esta mayor oferta, por la reciente agudización de la lucha interna por el poder.

Por el lado de la demanda el principal impacto proviene de la desaceleración de las economías emergentes, especialmente de China que ahora crece a niveles del 7% anual después de crecer a ritmos del 10% en las últimas décadas. A esto se suma la menor demanda de importaciones de Estados Unidos; estas bajaron desde 13.5 millones b/d en 2005 hasta 9.4 millones en el presente año, por la sustitución con la producción doméstica.

La geopolítica es otro componente importante de la coyuntura petrolera. En la práctica hoy el mundo está enfrentando una “guerra del petróleo” en la que los líderes visibles de cada bando son Arabia Saudita y Estados Unidos.

Arabia Saudita mantiene la férrea posición de no recortar la producción de los países de la OPEP por varias razones. En primer lugar porque busca que el precio se reduzca al punto que no sea rentable la producción de hidrocarburos no convencionales. Pareciera que este propósito lo está logrando parcialmente. La información de la firma Baker Hughes indica que el número de plataformas petroleras activas en el mundo se redujo en 684 entre septiembre de 2014 y febrero de 2015; el 84.4% de ellas las aporta Estados Unidos. No obstante, la producción norteamericana aún sigue creciendo.

En segundo lugar porque no está dispuesta a asumir el costo de ser el “swing producer”, en el que sus sacrificios en reducción de la oferta permiten a los demás productores aumentar su participación de mercado.

En el caso de Estados Unidos es vital posicionarse como el primer productor mundial de petróleo y gas y reducir la importancia estratégica del Medio Oriente. El presidente Obama lo expresó con fuerza en su discurso sobre el estado de la nación el pasado 20 de enero: “Somos más libres de las garras del petróleo extranjero de lo que hemos sido en casi 30 años… Confiamos en nuestra capacidad de reducir nuestra dependencia del petróleo extranjero y proteger nuestro planeta”.

Al interior de la OPEP se está gestado una creciente división, pues países como Nigeria, Irán y Venezuela no comparten la decisión de no recortar la oferta para frenar la caída de los precios. Además, Irán y Libia están en problemas económicos que los pueden forzar a disentir del cartel.

Otro componente geopolítico de interés es el debilitamiento de Rusia. Este país tiene una alta dependencia del petróleo por lo que la caída de ingresos por exportaciones se suma a los efectos de las sanciones que le impusieron Estados Unidos y la Unión Europea por el conflicto de Ucrania.

Una manifestación clara de la forma en que el desplome del precio está afectando la economía rusa es la drástica decisión de aumentar en 10.5 puntos la tasa de intervención del banco central para frenar la fuerte depreciación del rublo (corregido por error en la versión publicada). Otra es la entrada de la economía en recesión; el FMI bajó recientemente las proyecciones de crecimiento de la economía rusa en 2015 de un crecimiento de 0.5% a una contracción de -3.0%.

Es posible que el cierre de plataformas y la reducción de los presupuestos de inversión en exploración repercutan en una menor oferta, y que la esperada reactivación de la economía europea revitalice la demanda. Pero es evidente que las implicaciones geoestratégicas son las que tienen una mayor preponderancia en la actual coyuntura, lo que hace difícil una previsión sobre el tiempo que se mantendrán bajos los precios del hidrocarburo.

Y Latinoamérica ¿para dónde va?

viernes, 30 de enero de 2015
Publicado en Ámbito Jurídico Año XVIII - No. 410, 26 de enero al 8 de febrero de 2015

Desde mediados del año anterior las economías en desarrollo se empezaron a desacelerar. Latinoamérica es la región que más rápido redujo su dinámica, al punto que las proyecciones de crecimiento apenas llegan al 1% para el 2014 –la tasa más baja desde la crisis mundial– y al 2% para el 2015.

La desaceleración obedece a diversos factores de la coyuntura internacional y a decisiones de política económica de cada economía. El problema es que los primeros, al parecer, no variarán en el mediano plazo y no dependen de las autoridades económicas de la región. Las segundas, que podrían moderar los impactos del entorno externo, enfrentan un reducido margen de maniobra en varios países por las erráticas decisiones de años recientes.

Entre los factores de la coyuntura internacional cabe destacar la caída de los precios internacionales de los productos básicos, el desplome del precio internacional del petróleo, la desaceleración de China y la normalización de la política monetaria en Estados Unidos. Los precios internacionales de los productos básicos, según el FMI, cayeron 29.2% en 2014. En estos productos se observan tres comportamientos distintos: 1) los que empezaron a caer desde 2012, que incluyen alimentos, metales, carbón y gas; 2) los que demoraron su caída hasta 2014, como el petróleo; y 3) los que siguen registrando notables crecimientos como café, harina de pescado y carne de bovino.

El impacto de los menores precios en la región varía con el peso relativo de cada producto básico en las exportaciones (como la alta participación del cobre en Chile y Perú). Sin duda, el más fuerte será la caída del petróleo, por su efecto directo sobre las economías de Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia y México. Dependiendo de la diversificación de su estructura productiva y sus exportaciones, el impacto negativo sobre la cuenta corriente, las finanzas públicas y el PIB, será diferente en cada país. Los casos más complejos son los de Venezuela y Ecuador, que ya empezaron a adoptar medidas desesperadas para evitar una mayor reducción del crecimiento y el incumplimiento del servicio de la deuda pública.

Aun cuando los países no petroleros se benefician por el menor gasto en importaciones y la reducción de las presiones inflacionarias, enfrentarán, como todas las economías latinoamericanas, el endurecimiento de los mercados financieros internacionales y el riesgo de salidas de capitales que presionen más la depreciación de las monedas.

El cambio en los mercados financieros refleja, de un lado, la terminación de los estímulos monetarios y la expectativa de aumento de la tasa de interés en Estados Unidos y, de otro, la reducción de la oferta de petrodólares por las necesidades de liquidez de las economías exportadoras del hidrocarburo.

La dependencia que algunas economías tienen de la dinámica de China complica el panorama. La Cepal (“Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe 2013”) menciona una estimación según la cual la reducción de un punto en su crecimiento ocasionará una contracción de 0.5 puntos porcentuales del PIB latinoamericano y afectará especialmente a Brasil y Chile, para los cuales China es el principal socio comercial.

Es probable que la desaceleración de la economía china no sea temporal y que difícilmente retorne a los ritmos del 10% anual, observados en las últimas décadas. The Economist Intelligence Unit, proyecta para China una tasa de crecimiento del 6.3% anual en el periodo 2014-2020 y del 4.1% para 2021-2030.

Este complejo panorama tendrá impactos diferenciados en la región. Un estudio de Brookings y Ceres (Ernesto Talvi (2014) “Macroeconomic Vulnerabilities in an Uncertain World. One Region, Three Latin Americas”) clasifica las principales economías latinoamericanas en tres grupos: 1) las que tienen fundamentos macroeconómicos débiles: Venezuela (con crecimiento proyectado de 1.3% promedio entre 2014-2018) y Argentina (2.0%); 2) fundamentos mixtos: Brasil (2.2%); y 3) fundamentos fuertes: México (3.7%), Chile (4.0%), Colombia (4.7%) y Perú (5.4%).

Este último grupo es el que menos vulnerabilidades macroeconómicas enfrentará en los próximos años: tiene altos niveles de liquidez internacional, sólida posición fiscal y bajas presiones inflacionarias.

Aun cuando los países de la Alianza del Pacífico cuentan con mejores condiciones, no están exentos de riesgos. El ejemplo de la injustificada salvaguardia que recientemente impuso Ecuador a Colombia y Perú es una muestra de los problemas que se pueden generar por las dificultades macroeconómicas de los vecinos.

En síntesis, terminó el ciclo de auge y, si bien no se ve una crisis latinoamericana en el mediano plazo, sí hay efectos diferenciados que pueden hacer más tortuoso el camino del crecimiento de la región en los próximos años. La calidad de las políticas macroeconómicas en los años recientes y en los venideros será determinante para capotear la volatilidad que ya llegó.

Salvaguardia a la ecuatoriana

viernes, 23 de enero de 2015
Publicado en Portafolio el 23 de enero de 2015

El año comenzó con malas noticias para los empresarios colombianos que exportan al Ecuador. De forma subrepticia el gobierno de Correa impuso una salvaguardia a las importaciones desde Colombia y Perú, del 21% y del 7%, respectivamente, “por la alteración de las condiciones de competencia causada por las devaluaciones monetarias del peso colombiano y sol peruano”.

Cabe preguntarse qué razones objetivas sustentan esa decisión y si las corroboran las cifras del comercio y de tasa de cambio de Ecuador.

Según el Banco Central la balanza comercial de Ecuador fue deficitaria en US$124 millones en enero-noviembre de 2014, mejorando el saldo de -US$1.291 millones de noviembre de 2013. El resultado se obtuvo a pesar del deterioro en el superávit petrolero (-9.5%), que la autoridad monetaria atribuye “a una disminución en el valor unitario promedio del barril exportado”.

Al saldo mencionado contribuyó la reducción del déficit no petrolero en 21.5% anual, resultante del incremento de 16.8% en las exportaciones y la disminución de las importaciones en -1.9% (por el contrario, las importaciones petroleras crecieron 8.5%).

Las exportaciones de Ecuador a Colombia aumentaron 4.7% en el acumulado a noviembre de 2014, mientras que las importaciones cayeron en 5.9%; la balanza comercial fue deficitaria para los ecuatorianos (US$1.072 millones), pero se redujo en US$161 millones. Las exportaciones a Perú cayeron en 16%, las importaciones en 11% y el superávit disminuyó en US$170.

El mayor déficit comercial de Ecuador es con China (-US$2.637 millones), y en 2014 se incrementó en US$162 millones. A su vez, el principal superávit lo tiene con Estados Unidos, pero disminuyó en US$620 millones.

Por lo tanto, es mayor el “daño” ocasionado en la balanza comercial por China y Estados Unidos que el ocasionado por Perú. Con Colombia el resultado es claramente favorable para Ecuador.

La tasa de cambio real de Ecuador se revaluó 3.4% entre diciembre de 2014 y diciembre de 2013. La tasa real bilateral con Colombia se apreció 17.4%, y con Perú 6.3%. Pero el dólar “ecuatoriano” también se revaluó más del 10% con otros 10 países, de los cuales siete contribuyeron a crecer el déficit (Japón, España, Bélgica, Italia, Francia, Holanda y Argentina).

Un análisis completo no debe enfocarse solo en el corto plazo. Las cifras de Colombia, comprueban que el peso se apreció 22% en términos reales frente al dólar “ecuatoriano” entre 2003 y 2014. Eso significa que la competitividad de las empresas colombianas se debilitó frente a las de Ecuador durante ese periodo.

Además, a pesar de la depreciación reciente del peso –que no es una decisión del gobierno sino que refleja las condiciones del mercado, por el sistema de flotación que rige en el país–, aún no se ha recuperado el nivel de 2003; es decir, que sigue siendo favorable a las empresas ecuatorianas.

En conclusión, las cifras ecuatorianas no sustentan la salvaguardia discriminatoria contra Colombia y Perú, que anula la CAN por la puerta de atrás. Si se atendieran las causas reales (dolarización, incumplimiento de la deuda, desplome del precio del petróleo y fortalecimiento del dólar), las medidas deberían ser universales; pero el gobierno de Correa estaría en aprietos para demostrar el daño en su economía. Y el mundo le recordaría los años que disfrutaron con la depreciación del dólar.

Nuevo mundo petrolero

lunes, 15 de diciembre de 2014
Publicado en la revista MisiónPyme No. 81 de diciembre de 2014 - enero de 2015

Los cambios estructurales del mundo petrolero tendrán profundas repercusiones. La causa fundamental es la nueva tecnología de producción de petróleo y gas natural conocida como “fracturamiento hidráulico” o fracking, que permite la extracción de estos hidrocarburos que se encuentran “atrapados” en rocas de esquisto a grandes profundidades. De ahí que se mencionen como “gas de esquisto” y “petróleo de esquisto”.

Por ahora, los hidrocarburos de esquisto se están produciendo en EE.UU. y Canadá, pero también se han detectado grandes yacimientos en países como China, Brasil, Argentina y varios de Europa.

El auge de Estados Unidos

EE.UU. ya está viviendo la “revolución del shale”. La producción de crudo declinó continuamente de un máximo de 10 millones de barriles/día en 1970, a 4.5 millones en el segundo semestre de 2005. Con el petróleo de esquisto, la producción creció aceleradamente hasta 8.7 millones en agosto de 2014 y va camino a un nuevo récord en poco tiempo.

Las importaciones de ese país bajaron de 455 millones de barriles/mes en agosto de 2006 a 288 millones en agosto de 2014 (-36.7%) y se espera que en pocos años logre el autoabastecimiento.

La producción de gas alcanzó el nivel más alto de la historia de EE.UU. y recientemente desplazó a Rusia como primer productor mundial. Además, su precio bajó notablemente. Hasta hace unos pocos años el precio en el país norteamericano era superior al de Europa y Japón (en 2005 fue más alto en 47.2% y 24.4%, respectivamente). En 2014 es, en promedio, el 43.7% del europeo y 26.3% del japonés.

“Guerra del petróleo”

Desde junio de 2014 los precios del petróleo bajaron en picada y ya están por debajo de los US$80/barril, debido a la mayor oferta y a la baja reacción de la demanda. La oferta crece por el aumento de la producción de Estados Unidos, la recuperación de Libia y el bajo efecto de las sanciones a Rusia, por la dependencia que tiene la Unión Europea del petróleo y el gas de esa nación asiática.

El mundo esperaba recortes de la producción de la OPEP para contener la caída de los precios. Esa decisión no se ha tomado y, al parecer, se inició una “guerra del petróleo” en la que los miembros dominantes de esa organización buscan la caída de los precios hasta el nivel en que la producción de petróleo de esquisto no sea rentable.

La batalla no será fácil, pues cerca del 60% de la producción mundial es de los países no-OPEP, incluidos EE.UU., Rusia, Noruega, Canadá, Kazajstán, Azerbaiyán, México y Brasil, que son grandes productores. De ellos, solo EE.UU. no es un gran exportador de crudo, pero próximamente retornará a este mercado. De esta forma, la “guerra” puede llevar a un escenario que nadie preveía, con precios incluso inferiores a US$60.

Otras consecuencias

Como ocurre con diversas variables económicas, los cambios en el mundo petrolero tendrán implicaciones positivas para unos y negativas para otros.

Sin duda, el gran ganador es EE.UU. La reducción de los precios del petróleo y del gas baja los costos de producción de las empresas y mejora su competitividad relativa. El abaratamiento de los abonos y fertilizantes, repercute en menores precios de los alimentos a los consumidores. La consecuente moderación de los precios de manufacturas y alimentos, sumada a la contracción de los precios de la gasolina y el gas de uso doméstico, incrementan el ingreso disponible de las familias y consolidan la recuperación de la economía. Otros resultados de interés para este país son la reducción del déficit comercial y la pérdida de relevancia estratégica del Medio Oriente.

Varios de los beneficios mencionados se extenderán a todas las economías, especialmente a las importadoras de energía.

Los perdedores serán los exportadores de energía en los que la balanza de pagos y las finanzas públicas tienen alta dependencia de esos recursos. El impacto no solo lo sentirán los que exportan petróleo y gas, sino también los de carbón, pues está siendo sustituido por gas, que es más barato y menos contaminante.

Es alto el riesgo de inestabilidad fiscal en las economías dependientes de la producción y exportación de energía. Los principales miembros de la OPEP proyectaron sus presupuestos con precios del petróleo superiores a los US$90; incluso Venezuela lo hizo con US$120 e Irán con US$135.

Impactos probables en Colombia

Colombia tiene alta dependencia del petróleo en las exportaciones y en las cuentas fiscales; además las reservas dan para apenas seis o siete años. En carbón, pese a las altas reservas, se enfrenta un precio internacional bajo y la creciente sustitución por gas natural.

En 2013 los minero-energéticos representaron el 72% de las exportaciones totales. Es evidente que si se mantiene la tendencia a la baja de los precios de la energía, el déficit comercial tenderá a volverse estructural y será necesario un ajuste de las importaciones y de la tasa de cambio para mantenerlo en niveles razonables.

No es menospreciable el impacto fiscal de los bajos precios del petróleo. El Marco Fiscal de Mediano Plazo tiene un supuesto de US$98/barril para 2015 y estima que cada dólar de variación del precio impacta en $420.000 millones el presupuesto.

Un estudio reciente de Hernando José Gómez plantea un escenario pesimista con desplome del precio del petróleo a US$60. Esto propiciaría una caída del PIB de -2.6% en 2016, reducción de los ingresos fiscales de -1% del PIB anual, aumento del desempleo a 11.6% y crecimiento de la pobreza de 29% a 34%, entre otros.

Ese estudio es un campanazo de alerta para que las autoridades económicas prevean la reacción frente a un escenario que hace unos pocos meses se consideraba inviable, pero que hoy tiende a volverse realidad.

Afortunadamente, el buen manejo de las finanzas públicas y de la política monetaria es un patrimonio de la economía colombiana, que brinda la capacidad de respuesta para amortiguar esos impactos. Esperemos que primen los efectos positivos sobre los negativos.

Reforma tributaria: ¿Coyuntural o estructural?

viernes, 21 de noviembre de 2014
Publicado en la Revista MisiónPyme No 80, noviembre de 2014

La reforma tributaria presentada por el Gobierno al Congreso causó una sorpresa y generó debates por su justificación y su contenido. La sorpresa surge porque en la campaña presidencial que terminó en junio pasado ningún candidato mencionó el tema, pero, en cambio, varios expertos formularon la necesidad de una reforma tributaria.

Aun así fue sorpresa, porque mientras los estudiosos apuntaban a una reforma tributaria estructural, la presentada nace de problemas presuntamente coyunturales.

Justificación de la reforma

El Ministro de Hacienda justifica la reforma por tres razones: la necesidad de financiar gastos permanentes –el fortalecimiento de las fuerzas militares y los compromisos adquiridos en el paro agrario del año pasado– que se nutrían de impuestos temporales; la reducción de la renta petrolera por cuenta de la caída en la producción y la tendencia descendente de los precios internacionales; y la importancia de sostener la dinámica de la inversión pública en un entorno global de desaceleración.

No es razonable establecer gastos permanentes y financiarlos con impuestos temporales y anti-técnicos. Tampoco lo es que en el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), publicado en junio, no se mencione el problema esperado para 2015, toda vez que era conocido que la vigencia del impuesto al patrimonio terminaría a finales de 2014 y que el Gravamen a los Movimientos Financieros (GMF) se desmontaría gradualmente entre 2015 y 2017.

Con relación al precio del petróleo, desde 2013 hay análisis sobre la probabilidad de caída como consecuencia de la creciente oferta de hidrocarburos no convencionales. Esa previsión se está cumpliendo con una rapidez y en una magnitud que pocos esperaban. En este punto el MFMP fue muy optimista al suponer un precio de US$98 para 2014 y US$99 para 2015.

Por último, es evidente que ante la nueva desaceleración que está enfrentando el mundo, hay que fortalecer la dinámica del mercado interno. En ese contexto son claves las autopistas 4G y la construcción de las 300 mil viviendas gratis y las 200 mil con subsidios para los estratos 1 y 2; pero, como lo enuncia el Ministro, estos rubros no tienen un impacto de corto plazo en el gasto público.

Las medidas propuestas

En esencia la reforma busca recaudar el faltante de $12.5 billones para 2015 mediante la extensión de la vigencia del GMF hasta el 2018 –posponiendo su desmonte para 2019-2021–; la creación del impuesto a la riqueza en reemplazo del impuesto al patrimonio; y una sobretasa de tres puntos al CREE entre 2015 y 2018, junto con el aumento permanente de ese impuesto del 8% al 9% a partir del periodo gravable 2016.

Varios puntos han generado la polémica. Primero, se busca financiar no solo el 2015 sino todo el periodo del actual Gobierno. Pero se siguen financiando con impuestos temporales los gastos permanentes.

Segundo, no hay nada en la reforma que solucione los problemas estructurales que tienen las finanzas públicas y que han sido diagnosticados en diversos estudios nacionales e internacionales.

Tercero, la prolongación del GMF a pesar de las distorsiones que ocasiona en el mercado financiero; este impuesto induce una alta preferencia por efectivo, que frena la profundización financiera y su potencial impacto en el desarrollo económico. Según la Asobancaria, “la alta demanda por este medio de pago favorece las actividades delictivas, la evasión tributaria y la informalidad, que son elevadas en el país. Además, constriñe el desarrollo de otros medios de pago que son unos vehículos eficaces de inclusión financiera”.

Cuarto, crea el impuesto a la riqueza, que es otro impuesto anti-técnico pues grava el patrimonio, que es el motor del crecimiento de las empresas. Un ejercicio de Fedesarrollo (Tendencia Económica No. 146) muestra que este gravamen castiga a las empresas intensivas en capital y a las que tienen baja rentabilidad patrimonial.

Un aspecto poco mencionado es el impacto de ese impuesto sobre las pyme. Al respecto, un estudio del FMI, de 1994, señaló: “Como las firmas más pequeñas tienden a mantener una baja proporción entre deuda y títulos, la distribución de las cargas tributarias entre firmas pequeñas y grandes se sesga en contra de las pequeñas en el caso de un impuesto al patrimonio neto”.

Reforma estructural

La OCDE, organización a la que Colombia está en proceso de adhesión, resume el problema fiscal en los siguientes términos: “El sistema tributario colombiano recauda poco, crea distorsiones por medio de las diversas desgravaciones, regímenes especiales y tasas marginales relativamente altas, y la redistribución es baja o inexistente. Además, es un régimen complejo que genera altos costos administrativos y de cumplimiento, así como una amplia elusión y evasión de impuestos”.

Adicionalmente un estudio del Banco Mundial muestra que los beneficios y exenciones a los impuestos de renta e IVA pasaron de 127 a 201 entre 2000 y 2011. Ellos tienen un costo fiscal del 4.5% del PIB.

Por último, Christian Moller, del Banco Mundial, afirma: “Mientras que los impuestos y las transferencias reducen la desigualdad en cerca de 12 puntos Gini en los países europeos de la OCDE, la política fiscal en Colombia no parece tener un impacto redistributivo importante”.

Los anteriores elementos muestran las razones que le asisten al Consejo Gremial Nacional para solicitar al Gobierno que el proyecto de reforma tributaria solo financie el faltante de 2015 y que se conforme un comité de expertos para diseñar una reforma estructural.

La reforma estructural es necesaria para sustituir la colcha de retazos que actualmente es el estatuto tributario. Con ella, la política fiscal se debe convertir en una herramienta efectiva para mejorar la distribución del ingreso, no generar distorsiones a la inversión privada y contar con el margen de maniobra para su uso contracíclico.