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A diversificar

viernes, 24 de noviembre de 2017
Publicado en Portafolio el viernes 24 de noviembre de 2017

Por décadas hemos debatido sobre la diversificación de la canasta exportadora colombiana; utilizamos múltiples instrumentos, incentivos y programas; connotados consultores internacionales han orientado a los gobiernos; y con frecuencia hemos modificado la institucionalidad para promoción del comercio internacional.

No obstante, el balance es pobre: 1. El coeficiente de exportaciones de bienes y servicios a PIB, que era 15.7% en 1960, fue 14% en 2016. 2. Las exportaciones de bienes primarios eran el 67% del total en 1991 y en 2016 fueron el 71%. 3. Solo el 0.4% de las empresas exporta, mientras que la media de América Latina es el 1.1% y en las economías desarrolladas superan el 4%.

A pesar de la apertura de Gaviria y de las políticas implementados en las siguientes administraciones, los empresarios se las han arreglado para mantener el status quo mediante el cabildeo, que desencadenó la proliferación de medidas no arancelarias para compensar las rebajas arancelarias.

El problema es que, entretanto, el mundo cambió y lo sigue haciendo a pasos cada vez más grandes. Ya no es solo la globalización con su fragmentación de los procesos de producción y la creación de cadenas globales de valor –de las que estamos auto-marginados–, sino que ahora comenzó la denominada Cuarta Revolución Industrial, con la robotización y la competencia virtual de numerosos productos y servicios que desplazan mano de obra.

Países como Colombia, cuyas supuestas ventajas están en la abundancia de mano de obra y de recursos naturales, corren el riesgo de volver a la edad de piedra y de entrar a lo que Paul Collier denominó el “club de la miseria”; las economías que se quedaron del tren del desarrollo, sumidas en el atraso y la miseria.

Bastan dos ejemplos para ver cómo se está moviendo el mundo y qué tipo de repercusiones puede tener sobre Colombia. Primero, parece una historia de ciencia ficción, pero la producción de carne en laboratorios ya es una realidad, como lo mostró el exministro Luis Guillermo Plata en un artículo reciente en Portafolio (“¿Carne sin vacas?”); cuando se produzca a escala comercial, los países ganaderos o con “potencial”, como el nuestro, se quedarán viendo un chispero. En ese contexto, los ganaderos enfrentan un dilema: o dan el salto tecnológico de una vez por todas o se dedican a crear museos pecuarios.

Segundo, los mercados de petróleo y carbón pueden desaparecer. Diversos estudios del FMI (“El fin de la era del petróleo: Es solo cuestión de tiempo”) destacan la creciente probabilidad de sustitución de estos combustibles por la energía eléctrica; calculan que hacia el 2040 el 90% de los vehículos (que hoy consumen el 45% del petróleo) serán eléctricos y la generación de electricidad provendrá de fuentes diferentes a los hidrocarburos.

Esto significa que en pocos años desaparecerá la fuente del 50% de nuestras exportaciones, si no es que antes se agotan las reservas de petróleo, que hoy se estiman para cinco años.

Conclusión: diversificamos o diversificamos. Con dos restricciones: una, tiene que ser hacia bienes y servicios sofisticados, que son los que demanda el mundo y actualmente no producimos; dos, la política de promoción del comercio internacional debe ser una política de Estado. En caso contrario, podemos comenzar las gestiones diplomáticas para integrarnos al “club de la miseria

Colombia sin política industrial

viernes, 1 de abril de 2011

Publicado en el diario La República el 31 de marzo de 2011


Eso opina un analista. Otro dice que hace marras que no se hablaba de política industrial (PI) en Colombia hasta que una exministra puso el tema en la palestra. Y otros ponderan a la exministra por retar al gobierno a perderle el miedo a la PI.

La realidad es que la PI se aplica en todas las economías, y Colombia no es la excepción. Una investigación titulada “Industrial Policies in Colombia”, realizada por el exministro Guillermo Perry y Marcela Meléndez para el BID, “revisa y analiza las políticas industriales en Colombia, encontrando un uso extensivo de políticas de desarrollo productivo (PDP), a pesar de los enunciados de moderada intervención gubernamental”.

El informe, elaborado en 2009, se divulgó ampliamente en los círculos de interés; incluso fue el tema de un concurrido Debate de Coyuntura Económica de Fedesarrollo, en mayo de 2010. Para los que no leyeron el “paper” o no se enteraron del debate (ambos disponibles en internet), el documento fue incluido en el libro de Fidel Jaramillo (editor) “Desafíos del crecimiento en Colombia: ¿Políticas deficientes o insuficientes?”.

Está bien que un lego espere que al hablar de PI siempre se tenga que hacer referencia explícita a ese término; en ese caso le cabría algo de razón al pensar que en Colombia no se habla mucho del tema. Pero los especialistas y las personas bien informadas saben que la PI comprende hoy en día un universo de empresas más amplio que el de las industriales. Por eso se utilizan diversos nombres: políticas de desarrollo productivo, de transformación productiva, de desarrollo empresarial y de competitividad, entre otros.

Esto refleja evolución y modernización de las políticas. Así lo indica el libro “La era de la productividad”, publicado por el BID en 2010: “Las políticas industriales se pusieron otra vez de moda pero con un estilo diferente. Hoy se interpretan como un conjunto de instrumentos e instituciones que facilitan la coordinación y generan los insumos públicos específicos que requieren sectores específicos… De hecho, un mejor nombre para estas políticas sería “políticas de desarrollo productivo” para subrayar que no se limitan al sector industrial y vincularlas directamente con la productividad en lugar de promover una actividad económica como un fin en sí mismo”.

De ahí la importancia de las conclusiones de la investigación de Perry y Meléndez, que fueron un insumo para el mencionado libro del BID: “Colombia… ha hecho progresos en estructurar un arreglo institucional para las PDP suficientemente integrado a una red de enlaces con el sector privado, para obtener información sobre las limitaciones y oportunidades que enfrenta y que requieren intervención del Gobierno. Este ha sido un proceso de ensayo error que… aunque aún tiene carencias en muchas dimensiones, se está comenzando a reflejar en nuevos cursos de acción política…”.

La creación de una institucionalidad para la política de competitividad; el programa de transformación productiva que hoy trabaja con 12 sectores que aspiran a convertirse en sectores de clase mundial; la política de formalización laboral y empresarial; los incentivos a la inversión (zonas francas, contratos de estabilidad jurídica, exenciones tributarias); la conversión de Bancoldex en banco de desarrollo; y el fortalecimiento de la promoción de Proexport a las exportaciones y al turismo, son sólo algunos de los desarrollos de la PI de Colombia en los años recientes.

Esto muestra que hay analistas que hace marras que no se enteran de los debates especializados en la PI del país. Y que al gobierno no sólo no le da miedo hablar de PI, sino que está implementando una versión moderna. Con todo esto, afirmar que Colombia no tiene PI no pasa de ser un mal chiste.

Alcanzando el futuro deseado

viernes, 6 de agosto de 2010
Publicado en el diario La República el 5 de agosto de 2010


Con este título fue presentado la semana anterior el libro del cual soy coautor con Luis Guillermo Plata, Ministro de Comercio, Industria y Turismo. “Transformación productiva e internacionalización de Colombia", es el subtítulo, y hace referencia al contenido central.

El objetivo es poner al alcance de la sociedad, en términos fáciles de entender, la fundamentación y el proceso de implementación de dos políticas estructurales adoptadas durante el gobierno del presidente Uribe y lideradas por los ministros Jorge Humberto Botero y Luis Guillermo Plata.

Se trata de dos políticas que tendrán profundas repercusiones en la vida económica colombiana y de ahí la importancia de su apropiación por parte de todos los ciudadanos. Los efectos plenos de ellas toman tiempo en transmitirse, pero ya es un hecho que el país ha empezado a cambiar y así lo perciben los analistas internacionales.

Aun cuando el artículo 227 de la Constitución de 1991 señala que el Estado debe promover la integración con las demás naciones, y especialmente con las de América Latina y el Caribe, hasta 2002 no se había avanzado mayor cosa; apenas se negoció el G3 con México y Venezuela. Por eso sólo habíamos logrado acceso preferencial permanente para el 25 por ciento de las exportaciones, mientras que un grupo importante de países de la región ya lo había logrado para cerca del 80 por ciento.

La decisión del presidente Uribe de cerrar esa brecha mediante la política de internacionalización de la economía hace posible que Colombia termine el 2010 con once TLC negociados con 47 países, a los cuales, en el mediano plazo, podremos vender bajo condiciones preferenciales permanentes alrededor del 80 por ciento de las exportaciones. De esta forma estaremos alcanzando lo que otros países de la región lograron desde 2002.

La creciente competencia inmanente a la globalización y el aprovechamiento de los TLC hacen necesaria la modernización de la estructura productiva y la diversificación de la oferta exportadora. Por eso se capitalizaron las experiencias de los gobiernos anteriores y se diseñó una sólida institucionalidad para la política de competitividad; parte de esa política es la transformación productiva, mediante la cual doce sectores se fijaron la meta de convertirse en sectores de clase mundial.

Los sectores de clase mundial se caracterizan por alcanzar niveles de productividad similares o superiores a los del país más productivo, orientar parte de su producción al mercado mundial y registrar altas tasas de crecimiento.

Como lo señala Michael Porter en el prólogo, este libro "es una herramienta obligatoria para entender la impresionante transformación que ha sufrido Colombia, pero también resalta el trabajo que queda por delante".

Turismo de salud

jueves, 1 de abril de 2010
Artículo publicado en el diario La República el 31 de marzo de 2010


El turismo de salud es uno de los sectores nuevos en los que el país tiene un gran potencial de desarrollo. Por eso es parte de la estrategia de transformación productiva.

Los turistas médicos son personas que viajan a un país diferente al de residencia, para hacerse tratamientos de salud. Esta es una actividad dinámica en la que actualmente participan al menos 28 países, que reciben más de dos millones de turistas y generan 20 mil millones de dólares anuales de ingresos.

Se prevé que este mercado siga creciendo rápidamente en los próximos años. Un estudio reciente de Deloitte ("Medical Tourism: Update and Implications") muestra que en 2007 salieron de EE.UU. alrededor de 750 mil turistas médicos y proyecta que en 2012 superarán los 1,6 millones, con una tasa de crecimiento anual de 35 por ciento.

Entre los factores que están impulsando el turismo de salud se mencionan la calidad, menores costos, limitaciones de cobertura de los seguros médicos, largas listas de espera para algunos tratamientos o cirugías y facilidad y bajos costos de los viajes internacionales.

Según Becca Hutchison, de la Universidad de Delaware, "el costo de una cirugía en India, Tailandia y Suráfrica puede ser un décimo del que tiene en EE.UU. o en Europa Occidental o incluso menos" ("Medical Tourism Growing Worldwide").

Terry Grossman y Woodley Preucil presentaron en Colombia Compite algunas cifras que muestran el potencial colombiano en EE.UU: los costos de un reemplazo de cadera son 8.000 dólares y 50.000 dólares, respectivamente; y de una angioplastia 8.000 dólares y 35.000 dólares.

Hasta ahora Colombia participa marginalmente en el mercado de turismo de salud, pues, según los cálculos de la firma McKinsey, sólo 2,2 por ciento de los turistas extranjeros son turistas médicos. Pero con la estrategia de transformación productiva habrá un giro notable; se espera que en 2032 lleguen 2,8 millones de turistas y generen ingresos por 6.300 millones de dólares.

La fecha parece lejana, pero ya se están dando pasos importantes para cosechar desde el corto plazo: dos instituciones médicas obtuvieron la certificación de la Joint Commission International de EE.UU. y otras 25 están en trámite; se han aprobado seis zonas francas hospitalarias; y una clínica estableció un acuerdo con el Jackson Memorial Hospital de Miami.

La competencia internacional es fuerte, pero Colombia tiene el propósito de mejorar su competitividad, aprovechar las ventajas de cercanía al mercado norteamericano y sacar provecho del prestigio internacional en varios campos de la medicina.

El gran potencial de este sector ilustra por qué es conveniente para el país que la transformación productiva sea una política de estado. Por esta vía se podrá modernizar la economía y ponerla a tono con el siglo XXI.

¿Competitividad engañosa?

jueves, 14 de enero de 2010
Publicado en el diario La República el 15 de octubre de 2009


En un artículo reciente, un analista hace un llamado a no engañarnos con el tema de la competitividad. Afirma que no podemos quedarnos con el cuento de que somos el país más competitivo de la región y plantea la necesidad de afrontar los desafíos que el gobierno no ha querido asumir.

La competitividad no es un tema nuevo de debate en Colombia, como no lo son las políticas que buscan superar los cuellos de botella que la afectan. Lauchlin Currie, en su “Desarrollo económico acelerado”, afirmaba en los años sesenta que el problema del subdesarrollo de Colombia estaba relacionado con la baja productividad.

Como lo muestra la CAF (“Camino a la transformación productiva en América Latina”), el atraso relativo de la productividad laboral de Colombia se amplió durante las décadas siguientes al diagnóstico de Currie.

¿Por qué no celebrar que Colombia haya quedado como el mejor país en América Latina en el Doing Business 2010 del Banco Mundial? Es cierto que se trata de un escalafón limitado al impacto de la regulación gubernamental en los costos de hacer negocios. Pero precisamente venimos de décadas de regulaciones que no hicieron otra cosa que erigir barreras artificiales, fomentar un sesgo antiexportador y crear mercados cautivos que bloquearon la competitividad de las empresas.

Por eso la tarea de modernizar la regulación no termina con el éxito reciente. El Ministro de Comercio, Industria y Turismo afirmó en un artículo: “Tenemos mucho por hacer... En el pago de impuestos hicimos el mayor avance en el Informe de 2010, y eso es importante; pero quedamos en el puesto 115, que dista de ser satisfactorio. Más complicada aún es la situación en cumplimiento de contratos con el puesto 152, pues refleja un problema estructural que hay con la acumulación de procesos que hace lento el actuar de la justicia”.

La celebración tampoco implica dormirse en los laureles del escalafón del Doing Business, o el desconocimiento de los demás factores que han rezagado al país. La política de competitividad se fortaleció con una nueva institucionalidad nacional y regional, con amplia participación del sector privado y la academia. En ese escenario se mejoran los diagnósticos y se diseñan las acciones necesarias para superar los problemas; obviamente el listado de tareas es amplio, y su desarrollo es gradual.

Adicionalmente el gobierno adelanta otras metas ambiciosas en materia de competitividad, como las de la política de transformación productiva, que pretende el desarrollo de sectores de clase mundial. Se trata de sectores que alcanzan los estándares de competitividad más altos del mundo, cuyos productos registran un elevado dinamismo en los mercados internacionales y en los cuales se genera un valor agregado por trabajador/año superior a US$90.000. Actualmente no hay en Colombia ni una sola actividad sectorial que cumpla tales requisitos.

Esa estrategia presupone que los sectores de clase mundial impulsan la competitividad de otros sectores de la economía. Esto ocurrirá, en parte, por los encadenamientos productivos y, en parte, porque la mejora del entorno para los sectores de clase mundial implica la adopción de políticas transversales que benefician todas las actividades productivas. Es el caso del bilinguismo, el fortalecimiento de las relaciones entre universidades y empresas, la formación de profesionales, técnicos y tecnólogos de alto nivel, la mejora en la infraestructura, la creación de nuevas fuentes de financiación, etc.

Es evidente que el gobierno afrontó el desafío de la competitividad; por eso se está avanzando, se están viendo resultados concretos y hay razones para celebrar. Cierto que falta mucho camino por recorrer, pero las décadas del letargo proteccionista no se pueden sacudir de la noche a la mañana.

Transformación productiva

Publicado en Ámbito Jurídico el 21 de septiembre de 2009


Recientemente el gobierno presentó en sociedad el programa de transformación productiva, cuyo objetivo es el desarrollo de sectores de clase mundial en Colombia. Este es un complemento importante de la política de internacionalización, pues contribuye a mejorar la competitividad del país y a la diversificación de las exportaciones con productos de mayor valor agregado.

La evidencia empírica muestra que las economías no alcanzan niveles de productividad laboral iguales en todos los sectores. Incluso las naciones más avanzadas apenas tienen cuatro o cinco ramas de producción en las que son líderes globales en productividad. Esos son los sectores de clase mundial. Las demás actividades productivas son impulsadas por ellos, por sus encadenamientos productivos, pero no necesariamente logran los estándares internacionales.

En Japón, por ejemplo, los sectores de acero, metalmecánica, electrónica, autopartes y automóviles tienen una productividad laboral superior a la que registran en los Estados Unidos. En las demás actividades su productividad es inferior.

Lo cierto es que en cada nación hay algunas pocas actividades sobresalientes y ningún país del mundo se destaca haciendo de todo. Esta es una justificación más para la especialización productiva y la profundización del comercio internacional.

A partir de esas observaciones, ampliamente documentadas por el McKinsey Global Institute, se formula la posibilidad de que los gobiernos puedan coadyuvar al desarrollo de algunos sectores, con el fin de incrementar la competitividad de los países. Esas políticas se han implementado exitosamente en España, Irlanda, India, China, Emiratos Árabes, Filipinas, y Marruecos, entre otros.

Colombia no tiene sectores de clase mundial. De hecho, la productividad laboral media del país equivale al 20% de la de Estados Unidos, según los cálculos de la firma McKinsey, y las actividades con la productividad más alta apenas alcanzan el 50% de la estadounidense. La política de transformación productiva busca aumentarla.

Mediante una alianza público-privada, y con base en todos los estudios de competitividad sectorial que se han elaborado en el país, se inició la primera oleada del programa de transformación productiva con ocho sectores que tienen potencial y cuyos empresarios quieren asumir el reto. Ellos se subdividen en dos grupos: más y mejor de lo bueno y nuevos y emergentes.

Más y mejor de lo bueno incluye sectores ya establecidos y con amplia trayectoria en los mercados internacionales, pero que necesitan reingeniería para fortalecer su posición frente a los competidores del resto del mundo o para adaptarse a los cambios en las tendencias del consumo. Lo integran la industria de la comunicación gráfica; autopartes; energía eléctrica, bienes y servicios conexos; y la cadena textil, confección diseño y moda.

Nuevos y emergentes son sectores incipientes en Colombia, pero con un gran potencial de crecimiento mundial en las próximas décadas. Incluye el turismo de salud; cosméticos y artículos de aseo; software y tecnologías de la información; y los servicios tercerizados a distancia (BPO&O).

Como existe el oficio de criticar, hay quienes opinan que los del grupo más y mejor de lo bueno no pueden ser de clase mundial y que sólo están ahí porque aportaron dinero. Esto amerita algunas precisiones.

El desarrollo de sectores de clase mundial exige un compromiso total del sector privado y de sus agremiaciones. El proyecto demanda dinero y este es aportado en parte por los empresarios y en parte por el gobierno; por lo tanto, la crítica mencionada carece de fundamento, pues es un requisito para todos los participantes en el programa.

Pero el aporte de recursos no es para comprar ningún tipo de protección. El programa de transformación productiva se basa en un trabajo conjunto de gobierno, empresarios y academia para lograr unas condiciones favorables al desarrollo de los sectores. Por lo tanto, no hay subsidios, ni protección arancelaria, ni restricción a los competidores del resto del mundo.

Adicionalmente, se reconoce un elemento importante de la dinámica de las estructuras productivas de los países; esto es, que las actividades que hoy son destacadas, mañana no lo serán y darán paso a otras más modernas o en las que se descubran ventajas que ya no tienen los sectores “viejos”.

En el caso de las confecciones, por ejemplo, aún cuando una opción es ceder el paso a la producción de China e India que hoy nos compiten con sus bajos costos salariales en los mercados internacionales y en el mercado local, también existe la opción de avanzar hacia una producción diferenciada y con mayor valor agregado.

Así lo demuestran casos como el de la empresa española Zara que, no sólo se ha logrado mantener en el mercado, pese a que Europa tiene salarios mucho más elevados, sino que se ha convertido en un líder mundial de innovación en ese sector. Variedad de diseños, flexibilidad, reducidos tiempos de entrega de productos, rápida adaptación a los cambios del consumidor y bajos inventarios, son algunos de los elementos de su exitoso modelo de negocios.

¿Puede el sector de confecciones de Colombia evolucionar de forma que pueda reposicionarse en el mercado doméstico y en el internacional? Todo depende del grado de compromiso de los empresarios para mantener firme el rumbo que establezcan en su plan de negocios, para fortalecerse gremialmente y para liderar el cambio.

No necesariamente todos los sectores que iniciaron el programa tienen garantizado el éxito. Y por eso son necesarias nuevas oleadas, hasta que tengamos los sectores que nos conviertan en jugadores de clase mundial.

Más y mejor de lo bueno

Publicado en la revista MisiónPyme de septiembre de 2009

Con ese nombre bautizó el Ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo Plata, el componente de la política de transformación productiva que se orienta a los sectores ya establecidos, que tienen experiencia en los mercados internacionales, y que en algún grado enfrentan una coyuntura compleja por la competencia mundial.

Los sectores nuevos y emergentes son el otro componente de esta política, que fue oficialmente presentada en sociedad el pasado 21 de julio (ver www.transformacionproductiva.gov.co). Son actividades con alto dinamismo mundial y gran potencial de crecimiento en las próximas décadas, pero cuyo desarrollo en Colombia es incipiente.

El objetivo de la política de transformación productiva es el desarrollo de sectores de clase mundial, siguiendo el exitoso ejemplo de economías tan diversas como China, Irlanda, España, Emiratos Árabes, India, Filipinas y Marruecos, entre otras.

¿Por qué enfocarse en sectores ya establecidos y no sólo en los nuevos? Porque es importante aprovechar el capital que tiene el país en los conocimientos y la experiencia de los empresarios de sectores que pueden evolucionar hacia nuevos nichos de mercado o hacia sistemas de producción de mayor valor agregado.

Más y mejor de lo bueno busca repotenciar las actividades establecidas, generadoras de empleo y de las que el país conoce los mercados internacionales. En una primera oleada, hay cuatro sectores que están implementando esta estrategia: confecciones, autopartes, energía eléctrica y comunicación gráfica.

Un ejemplo ilustra la importancia de capitalizar la experiencia. En las confecciones es evidente lo que Bhagwati denomina “ventaja comparativa caleidoscópica”, según la cual la ventaja en la producción de un bien se va desplazando por el mundo, hacia los países con menores costos de producción. La ventaja que alguna vez estuvo en Inglaterra, pasó a Estados Unidos, después a Latinoamérica y ahora al Asia, especialmente a China e India.

Colombia, que ha competido en los mercados internacionales, hoy se ve atacada por las confecciones asiáticas y tiene limitados márgenes para defenderse, pues es difícil competir contra los bajos costos de la mano de obra y las escalas de producción. El dilema entonces es ser creativos o resignarse y salir del juego.

Los empresarios colombianos de este sector le apuestan a lo primero: Repensar el sector y evolucionar hacia producción de mayor valor agregado, con diferenciación de productos y diseño; por eso el trabajo no se hace como sector aislado sino como cadena textil, confección, diseño y moda.

¿Pueden otros sectores volverse de clase mundial? ¡Claro que sí! Los cuatro sectores mencionados son parte de la primera oleada de esta política. Mientras llega la segunda, los demás sectores establecidos deben avanzar en el marco general de la política de competitividad. Lo importante es no quedarse dormidos como el camarón, para que no se los lleve la corriente.

Ciencia, tecnología y desarrollo

miércoles, 13 de enero de 2010
Publicado en el diario La República el 29 de mayo de 2009


Cuando el pesimismo sepulta la viveza y la astucia de las que tanto nos ufanamos, surgen listas negativas de factores por los cuales no somos capaces de emular prácticas exitosas de otras economías subdesarrolladas o por los que no podemos tener la pretensión de crecer sostenidamente a tasas superiores al 7% anual.

Uno de los argumentos típicos es que el país no tiene y nunca tendrá las bases científicas para crecer más, porque gastamos cifras irrisorias en investigación y desarrollo (I+D); por eso tenemos un reducido número de científicos, escasas publicaciones científicas y pocas patentes nuevas por año.

Puede que algo de razón asista a quienes así piensan. Pero lo que hay en el fondo es la excusa de siempre: “cuando estemos listos”; mientras tanto, mejor no hacer nada.

El famoso historiador Eric Hobsbawn, en su no menos famosa obra “Las revoluciones burguesas”, muestra que no es estrictamente necesario ser el líder mundial en ciencia y tecnología para desarrollar una economía.

Cuando analiza la revolución industrial, Hobsbawn afirma que la transformación radical de las formas de producción se registró primero en Inglaterra, que no era precisamente la fortaleza científica del mundo del siglo XVIII. Sostiene que “mientras el gobierno revolucionario francés estimulaba las investigaciones científicas, el reaccionario inglés las consideraba peligrosas”.

La academia de Inglaterra tampoco descollaba en el desarrollo científico: “La educación inglesa era una broma de dudoso gusto… Oxford y Cambridge, las dos únicas universidades inglesas, eran intelectualmente nulas, igual que las soñolientas escuelas públicas o de humanidades”. Aún así, fue la potencia mundial del siglo XIX y comienzos del XX.

Según el economista Xavier Sala i Martin lo que debe preocupar a los gobiernos es la mejora en la competitividad sobre la base de la innovación, antes que tener el objetivo de elevar el indicador de gasto en investigación y desarrollo. “El gasto en I+D no es una señal de que las cosas vayan bien o mal. Por ejemplo, los gastos en egiptología se cuentan en I+D, pero ello difícilmente eleva la competitividad del país”.
Las experiencias de las economías asiáticas que han sido exitosas muestran que se basaron en la importación de tecnologías antes que en intentar desarrollarlas ellas mismas. Y no se quedaron en la adaptación y la copia sino que al tiempo que crecía la productividad y se fomentaba la innovación, también fortalecieron la I+D.

Para Sala i Martin “la política de innovación consiste en generar un ambiente propicio que conduzca a la creación de ideas y a la implementación de las mismas en productos, servicios o procesos”. En ese objetivo juega un papel esencial el sistema educativo del país, que se debe enfocar al establecimiento de incentivos para pensar, generar preguntas, innovar y emprender.

En el caso de Colombia, la política de transformación productiva abre la posibilidad de repotenciar sectores existentes y desarrollar sectores nuevos con base en la adaptación de tecnologías que ya están inventadas. Simultáneamente es posible que surjan problemas que requieran de investigación científica aplicada; esta es una de las razones por las que es importante la vinculación de la academia en esas alianzas público–privadas.

Un complemento necesario es la reglamentación de la Ley de Emprendimiento, en la parte pertinente a la orientación de la educación hacia la formación de empresarios desde la educación primaria y la preparación de personas con capacidad de generar ideas y llevarlas a cabo.

Evidentemente no es necesario reinventarse la rueda para fabricar carros. Pero sí es necesario sacudirnos del fatalismo y seguir trabajando en la construcción de una Colombia más competitiva y más innovadora.

BPO… portunidades a la vista

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en la revista MisiónPyme de diciembre de 2008

BPO&O es la sigla en inglés de Business Process Outsourcing and Offshoring. Esas palabrejas se suelen traducir como “tercerización” de servicios de las empresas.

El avance de la tecnología de comunicaciones y de transporte, y la reducción de sus costos, está repercutiendo en el mundo globalizado en un cambio estructural en la forma de producir bienes y servicios: la fragmentación geográfica de los procesos de producción.

Un creciente número de sectores y empresas están separando etapas de sus procesos de producción y concentrándolas en un solo sitio geográfico, al tiempo que algunas de ellas son contratadas con otras empresas (son “tercerizadas”) ubicadas en economías subdesarrolladas. De esta forma, las empresas vuelven más eficientes sus procesos de producción y reducen costos; y en los países receptores se crean nuevas empresas que generan riqueza y empleos de calidad.

Así, por ejemplo, en la India hay empresas que llevan la contabilidad de compañías norteamericanas, o que atienden a los clientes de todo el mundo de una aerolínea o que transcriben datos médicos para un hospital de un país desarrollado.

El economista Alan Blinder calculó para Estados Unidos la cantidad y los tipos de trabajos que podrán moverse en el futuro hacia otras regiones de la tierra. Dividió los trabajos en dos grupos: servicios personalizados y no personalizados. En los primeros, el prestador necesariamente debe ubicarse en el mismo sitio que el consumidor; por ejemplo, los peluqueros y los taxistas. En los segundos, no es necesaria la presencia física del prestador; por ejemplo, interpretación de exámenes médicos y atención al cliente.

Con base en esa taxonomía, Blinder estima que alrededor de 30 millones de trabajos se moverán desde Estados Unidos hacia el resto del mundo. Y McKinsey calcula que las oportunidades de negocios en ese mercado valdrán US$90 mil millones en 2012.

¡Qué tal si lográramos traer a Colombia uno o dos millones de esos trabajos! Hay que atraer los que más se pueda y hay que moverse rápido, pues otros países están en la competencia por ellos.

Colombia ya está dando pasos concretos para hacerlo. En la estrategia de transformación productiva, que lidera el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, uno de sus pilares es el desarrollo de sectores nuevos y emergentes; su implementación se basa en alianzas público-privadas, en las que gobierno, empresas y academia trabajan empujando para el mismo lado.

El BPO es uno de los sectores incluidos en esa estrategia. Actualmente se está construyendo el plan de negocios y se cuenta con una identificación de las tareas necesarias para mejorar el entorno de negocios.

Dado que en el país es incipiente el desarrollo del BPO, el sector se concentra en las tareas de menor complejidad; pero la idea es evolucionar hacia las más complejas y de mayor valor agregado.

Hay campos muy adecuados para las PYMES y buenas oportunidades para crecer.

Microcompetitividad

Publicado en el diario La República el 27 de noviembre de 2008


El tema de la competitividad viene tomando creciente importancia en el país. Las iniciativas al respecto, adelantadas desde comienzos de los noventa, se han venido capitalizando; hoy se cuenta con una visión más articulada de todos los factores que en ella inciden, se creó una institucionalidad tanto nacional como regional, y se fortalecieron las interrelaciones entre todos los agentes del proceso.

En consecuencia, los diseños de política han mejorado, existen objetivos cuantificables, con tareas concretas y responsabilidades bien definidas, como quedó establecido en el Documento Conpes 3527, de junio de 2008.

Entre las políticas definidas cabe destacar las de formalización empresarial y laboral, formación del recurso humano, logística, infraestructura, ciencia y tecnología, simplificación de trámites, incentivos al emprendimiento, profundización financiera, y transformación productiva, que tiene dos componentes: el desarrollo de sectores nuevos y emergentes, y el fortalecimiento de sectores existentes (más y mejor de lo bueno).

Pero, hay una dimensión del tema que estaba un poco refundida entre todos los documentos, lineamientos, políticas y debates: la competitividad de la empresa.

En efecto, los juiciosos análisis y los sesudos estudios, que se han elaborado en los años recientes, abordan el tema desde la macro o desde la mesoeconomía, pero poco y nada desde la microeconomía.

Ese vacío se empieza a llenar con la estrategia de transformación productiva. Por ejemplo, en el desarrollo de sectores nuevos y emergentes el enfoque predominante es la creación de un entorno adecuado para los negocios de sectores como el software y la tercerización de servicios a las empresas; pero los empresarios asumen en los planes de negocios compromisos ambiciosos de crecimiento de su producción y de sus exportaciones. Esto induce necesariamente a las empresas a mejorar su competitividad para lograr los objetivos propuestos.

El relativo abandono del enfoque micro en la discusión pública lleva a que algunos empresarios justifiquen su baja competitividad en las políticas, y no en sus decisiones individuales.

Un documento de la Fundación Ceddet de España, aplicado a las empresas del sector de turismo, señala: “Esta perspectiva analítica ha sido adoptada frecuentemente por los empresarios turísticos como fuente de sus problemas de competitividad, lo cual resulta explicable porque este tipo de argumentos tiene el atractivo de dejarles exentos de responsabilidad en el fracaso competitivo de sus empresas”.

La realidad es que la base de la competitividad de un sector, o de una región, o de una economía, es la competitividad de sus empresas. Nada saca un país con tener superautopistas, puertos modernos, y una buena formación académica de su recurso humano si las empresas no son competitivas, si no crean valor para sus consumidores, y si no logran diferenciarse de las demás.

Cuando se dice, por ejemplo, que el sector comercio tiene una baja productividad laboral con relación a la observada en Estados Unidos, se hace referencia a un promedio: hay empresas que se diferencian y pueden ser igual o más productivas que sus competidoras del resto del mundo, mientras que la mayoría se encuentra en niveles muy bajos.

Como señala Paul Krugman, en el mercado internacional no compiten los países sino las empresas. De igual forma, al interior de Colombia no son los departamentos los que compiten por el mercado de un producto.

El complemento necesario de las políticas macro y mesoeconómicas es la actitud de los empresarios para afrontar los retos que les plantea la economía globalizada. Hay empresarios que así lo han entendido y por eso hoy compiten en los mercados internacionales. Pero hay otros que mantienen la actitud de esperar a ver qué pasa. Ojalá cada vez sean más los que se contagian del virus de la competitividad de las empresas, y menos los que se infectan de pasividad.

Regreso al proteccionismo

Publicado en Ámbito Jurídico el 6 de octubre de 2008


Durante la negociación del TLC con Estados Unidos los empresarios plantearon temores por la carencia de “una verdadera política industrial”.

Los críticos fueron más allá y entre sus argumentos señalaron que Colombia se embarcó en una política de libre comercio abandonando la protección de su sector productivo, lo que inevitablemente conducirá a su desaparición. Aducían que, por contraste, los países hoy desarrollados y las economías emergentes exitosas protegieron sus industrias en algún periodo de su historia.

Ahora cuando el gobierno anuncia una política de transformación productiva que incluye entre sus estrategias el desarrollo de sectores nuevos y emergentes, se empieza a cuestionar si estamos de regreso al proteccionismo del pasado.

Sobre el primer tema, hay que repasar la historia. Por décadas Colombia implementó políticas proteccionistas como lo hicieron muchos países del mundo. Tuvimos elevados aranceles, un complejo régimen de licencias de importación, restricciones a la compra de divisas, concesión de generosos subsidios a varios sectores, regulación de precios, crédito dirigido a determinados sectores, limitaciones a la inversión extranjera, un Estado accionista compartiendo riesgos con el sector privado en la etapa de despegue de las empresas y un monopolio estatal en la comercialización de productos agropecuarios, entre otras. Al tiempo que los países asiáticos protegían su producción, Colombia también lo hacía.

No obstante, el balance relativo es muy pobre. Lo que deben preguntarse quienes cuestionan la situación actual es qué nos diferenció, por ejemplo, en la aplicación de las políticas proteccionistas implementadas en Asia.

Quizás la respuesta se empiece a encontrar al examinar la relación de esas políticas con la inserción internacional. Mientras que en las economías asiáticas la protección sectorial fue acompañada de compromisos con las exportaciones, en nuestro caso no hubo tal.

El resultado: los sectores protegidos en Asia tenían que enfrentar la competencia del mercado mundial y por lo tanto alcanzar los estándares internacionales de competitividad. En nuestro caso los sectores protegidos se mantuvieron aislados de la competencia internacional y, por lo tanto, se fueron rezagando en productividad, como lo muestran diversos estudios.

Un estudio de la CAF demuestra que la productividad laboral del país se rezagó continuamente con relación a la de Asia del Este desde mediados de los sesenta; justamente en el periodo en que tanto ellos como Colombia aplicaban políticas proteccionistas. Pero nosotros nos empeñábamos, con la mayoría de países de América Latina, en los sueños del regionalismo cerrado, mientras que los asiáticos optaban por la apertura económica sin abandonar las políticas de industrialización.

Las ineficiencias que se generaron se transfirieron a los consumidores vía precios y calidad; curiosamente, las brechas crecientes en productividad se convirtieron en el caballo de batalla para fortalecer el proteccionismo. Y surgieron tesis del estilo: “cuando estemos listos podremos abrir la economía; antes no”.

Por lo tanto, en ese debate lo que se debe concluir es que perdimos el curso. No aprovechamos la oportunidad que brindó la política industrial en boga por décadas para desarrollar una estructura productiva competitiva, diversificada e innovadora, capaz de enfrentar la competencia.

Con relación al segundo tema, es un poco apresurado afirmar que estamos de regreso al proteccionismo de los años sesenta y setenta. El mundo cambió y la globalización no da espacios para ese proteccionismo de viejo cuño. Basta con mirar al vecindario para concluir que forzar el desarrollo con ese tipo de políticas no es viable. A lo más que se llega es a crear la ilusión de desarrollar sectores productivos nacionales, pero basados en una clase empresarial adicta a las ayudas públicas y, por lo tanto, dependiente de los consumidores locales.

En la propuesta de política de transformación productiva no hay protección arancelaria ni otros mecanismos de aislamiento de la competencia, ni los cuantiosos subsidios de otras épocas, ni políticas de distorsión de precios, ni los consumidores serán constreñidos a aceptar precios no competitivos ni productos y servicios de calidad inferior a la imperante en la economía mundial.

La política de transformación productiva está orientada a la creación de las condiciones de entorno adecuadas para facilitar el desarrollo de sectores que generan alto valor agregado, que tienen un alto potencial de crecimiento en las próximas décadas, que generan empleos de calidad y permiten desarrollar ventajas competitivas sobre la base de habilidades existentes. Además, son sectores que hoy en día exportan productos o servicios y, por lo tanto, han mostrado que tienen potencial competitivo.

Un elemento fundamental de la nueva política es la participación activa del sector privado. Sin su concurso no hay posibilidades de desarrollo. En primer lugar, se requiere una sólida organización gremial para plantear y realizar sus expectativas como sector. En segundo lugar, deben colaborar en la identificación de las barreras que tienen para su desarrollo, sean estas de formación del recurso humano, de conocimientos, de tecnología, normativas, etc.

Tal vez las interpretaciones erradas surgen de la “elección de sectores”. Se piensa que el gobierno va a seleccionar arbitrariamente sectores ganadores y de paso los perdedores. La realidad es que son los propios sectores los que se seleccionan, con base en una metodología transparente que diseñó el gobierno con la asesoría de una consultora de amplia experiencia mundial en el tema.

Son los sectores productivos los que pueden evaluar si contando con un entorno más favorable serán capaces de lograr un posicionamiento en los mercados internacionales. Son ellos los que deciden si asumen el reto del desarrollo. El ganador se llama Colombia.

Concentración de exportaciones

Publicado en el diario La República el 18 de julio de 2008


La semana anterior El Tiempo publicó un artículo sobre la concentración de las exportaciones colombianas; en una sección se recogieron parcialmente algunas opiniones que presenté en un debate en Fedesarrollo y en un foro de La República. La apretada síntesis no refleja adecuadamente mi posición sobre el tema, razón por la cual me permito hacerla expresa en esta columna.

La diversificación de exportaciones es un tema de política económica importante para un país. La reciente publicación de la CEPAL “
La transformación productiva 20 años después”, enfatiza en tres impactos: reducción de la volatilidad de los términos de intercambio y por lo tanto disminución de los efectos de las crisis externas; vinculación con la transformación productiva, lo que implica mayor incorporación de conocimiento en la producción; y contribución a la creación de nuevas ventajas comparativas, incursionando en nuevos campos de actividad.

La mayoría de análisis sobre Colombia señala que las exportaciones son altamente concentradas. Es una realidad incontrovertible, pero son con frecuencia enfoques estáticos y poco dicen sobre la dinámica de los indicadores o sobre la comparación con otros países.

Una evaluación completa de los resultados obtenidos con las políticas de diversificación de exportaciones debe abarcar dos dimensiones: una macro y una micro o sectorial. En la primera hay que examinar la concentración por mercados y por productos. En la segunda, la concentración de productos en un mercado particular y la concentración del comercio a nivel de firma.

El Índice de Herfindahl–Hirschman (IHH) de Colombia para el periodo 2000-2007 muestra un avance notable en la diversificación de mercados de exportación; de un nivel de 2.625 bajó a uno de 1.587 (el índice varía entre cero y 10.000; valores más altos corresponden a mayor concentración). En el contexto latinoamericano Colombia es el país que más ha mejorado el índice y su nivel de IHH está en una posición intermedia; el de mayor concentración es México (con un IHH de 7.269) y el de menor es Brasil (568).

Por productos también hay una marcada tendencia a incrementar la diversificación, pues el IHH por partida arancelaria (4 dígitos) pasó de 1.132 a 607 en el periodo analizado. Entre los países de América Latina sólo Colombia y los centroamericanos mejoraron el indicador.

El análisis de productos en un mercado se basa en el concepto de dependencia de las exportaciones de un mercado específico; el grado de dependencia es el total exportado por una partida al país X como porcentaje de las exportaciones de esa partida a todo el mundo.

Las exportaciones de Colombia registran una alta dependencia de Estados Unidos y Venezuela. En 2007 el 55% del valor exportado al primero y el 32% del segundo correspondió a partidas que tenían dependencia superior al 90%. Pero en ambos casos ella se concentra en unos pocos productos; si el análisis se hace sin petróleo para Estados Unidos y sin ganado en pie, carne, automóviles y hortalizas para Venezuela, los valores con niveles de dependencia mayores al 90% se reducen a 21% y a 9% de las exportaciones, respectivamente.

En el caso de comercio a nivel de firma, un estudio del Banco de la República, liderado por Enrique Montes, demostró que en Venezuela sólo el 3.5% de las empresas que exportaron en 2006 tenían en sus ingresos operacionales una dependencia de ese mercado superior al 40%.

Por lo tanto, es evidente que Colombia viene avanzando en la diversificación de sus exportaciones. Pero más importante es que el país tiene una política orientada a fortalecer esas tendencias y hay un fuerte vínculo entre la política de inserción en la economía globalizada y la política de transformación productiva.

De pobres a ricos

Publicado en Ámbito Jurídico el 8 de octubre de 2007


¿El nivel de desarrollo de Colombia avanzó en las últimas décadas? Sin duda. Los indicadores así lo demuestran: entre 1966 y 2004 la economía creció al 4% anual y el PIB per cápita al 1.9%; las exportaciones per cápita se multiplicaron por 13; la competitividad relativa mejoró; los indicadores de mortalidad bruta e infantil tienen tendencia descendente; la expectativa de vida, los indicadores de acceso a la educación, alfabetismo y cobertura de salud mejoraron continuamente.

¿Esto es suficiente? No lo es. El país no sólo necesita crecer, sino hacerlo a ritmos superiores a los de otros países; lo contrario implicaría rezagarse, seguir siendo pobres y aumentar las brechas con relación al bienestar de la población de los países desarrollados.

Colombia superó en apenas 0.1 puntos porcentuales el crecimiento del PIB per cápita mundial. Lamentablemente ese resultado no es suficiente para marcar la diferencia que permite a los países pasar de pobres a ricos. Angus Maddison muestra que Estados Unidos logró la supremacía económica con un crecimiento promedio del PIB per cápita de 1.7% anual entre 1820 y 1998, superando la media mundial en 0.5 puntos porcentuales. Los recientes casos de éxito de Asia, Irlanda y Chile superan el crecimiento del PIB per cápita mundial en más de un punto porcentual, con diferencias máximas en Corea y China (4.4 y 5.2 puntos porcentuales, respectivamente).

Varios análisis recientes comprueban que otros países están creciendo consistentemente más que nosotros y nuestra región. El nobel de economía Edward Prescott señala que “entre 1950 y 2001, el PIB per cápita de Europa se incrementó en 68% con relación al de Estados Unidos; el de Asia se incrementó en 244%, mientras que el de América Latina decreció en 21%”. Este resultado lo atribuye a los modelos proteccionistas adoptados desde la década del cincuenta.

La CAF en su último Reporte de Economía y Desarrollo destaca cómo entre 1960 y 1980 la productividad laboral colombiana avanzó lentamente con relación a la de Estados Unidos; a partir de este año se rezagó continuamente. Entre tanto, las economías asiáticas, que en los sesenta tenían similar nivel de desarrollo al nuestro, han incrementado su productividad tres veces más que la de Colombia y Latinoamérica. Estos resultados son corroborados por los datos que publicó la OIT hace unas pocas semanas; ellos indican que el PIB generado por un trabajador en Colombia apenas representó el 24% del obtenido por uno estadounidense en 2005 (en 1989 representaba el 32%).

Por último, el informe presentado por el profesor de la Universidad de Harvard Ricardo Hausmann al gobierno nacional, demuestra que las características de la canasta exportadora del país (diversificación, calidad, etcétera) contribuyen poco a impulsar el crecimiento económico. Por eso concluye que “en el corto plazo, el desafío para el crecimiento de Colombia es un desafío relacionado con las exportaciones”.

El gobierno tiene como objetivo superar estos problemas y buscar una senda de mayor crecimiento para cerrar las brechas de ingresos, con base en dos políticas: la inserción activa en la economía global y la transformación productiva.

Es un hecho que el panorama de la integración comercial de Colombia cambió sustancialmente en los últimos años y que seguirá haciéndolo en los próximos. Se espera que hacia el 2010 tengamos acceso preferencial permanente a un mercado de más de 1.300 millones de consumidores de 52 países.

Pero los tratados comerciales sin una economía competitiva de poco sirven; no sólo el mercado local se torna vulnerable, sino que se pierde la oportunidad de aprovechar el acceso preferencial. De ahí la importancia de la política de transformación productiva propuesta por el gobierno con fundamento en tres pilares: sectores de clase mundial, formalización laboral y empresarial, y salto en la productividad y el empleo.

Con los sectores de clase mundial se incentivará la inversión, nacional y extranjera, hacia sectores que puedan tener un impacto notable en la economía. Son sectores competitivos en el mercado internacional, con tecnología de punta, alto valor agregado, exportaciones de mayor calidad orientadas a mercados de niveles de ingreso alto y uso de mano de obra calificada. Se espera no sólo la generación de empleos sino un efecto derrame que se refleje en la demanda de producción de empresas nacionales, genere procesos de aprendizaje, transferencia de tecnología y aumento de productividad.

El alto grado de informalidad de la economía (59%) es un lastre para la competitividad. Es necesaria una lucha frontal para reducirla. Los cálculos del gobierno indican que disminuir la informalidad a un nivel como el de Chile (36%) podría elevar la productividad laboral relativa de un 20% a un 30% de la observada en Estados Unidos.

Los programas de competitividad se han fortalecido y se rediseñó la arquitectura institucional con el Sistema Nacional de Competitividad. Para el caso de las mipymes el gobierno aprobó recientemente un documento Conpes en el que se formula un enfoque integral de la política de desarrollo empresarial. Se espera diversificar y fortalecer las fuentes de financiación, impulsar la investigación y la transferencia de tecnología, entre otros.

Colombia tiene los diseños de política para alcanzar metas ambiciosas: ser el segundo o tercer país más competitivo de Latinoamérica, clasificarse como una economía de ingreso medio alto, tener más empleos de calidad, menos pobreza y mejor nivel de vida ¿Cerramos los ojos ante la evidencia y nos seguimos negando a ver más allá de las fronteras? ¿O aceleramos el paso y nos damos la oportunidad de saltar de pobres a ricos?

¿Colombia Compite?

martes, 29 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 15 de agosto de 2007

La regla de juego en la economía globalizada se llama competitividad. En el mercado doméstico y en el internacional, los empresarios enfrentan la competencia de países que antes no les competían y los productores de no transables ven cómo muchos de esos bienes ahora son transables.

Frente a ese fenómeno, el gobierno adoptó una estrategia que tiene dos componentes: la política de internacionalización y la de transformación productiva.

La primera se fundamenta en el papel del comercio internacional como palanca del crecimiento económico. La ejecución se manifiesta en una participación activa en la OMC y el desarrollo de una amplia agenda de negociaciones comerciales.

La segunda se orienta al fortalecimiento de la competitividad como instrumento para afrontar la creciente competencia de otros países y para aprovechar el acceso preferencial a los mercados de los principales socios comerciales. El acceso preferencial a otros mercados brinda una ventaja temporal que se diluye al aumentar el número de negociaciones de los países socios; sólo la competitividad permitirá mantener las tajadas del mercado logradas por entrar antes.

Cuando algunos analistas señalan que el gobierno comete un error al adelantar negociaciones comerciales y no tener una agenda interna de competitividad, implícitamente parten de una premisa errada: pensar que Colombia no compite en la actualidad.

Aparentemente la premisa tiene fundamentos. No estamos bien en el escalafón de competitividad del World Economic Forum (65 entre 125 países) ni en el de IMD (38 entre 55 países). La CAF y el nobel de economía Edward Prescott concluyen que las políticas de sustitución de importaciones acarrearon el rezago de la productividad laboral de Colombia y América Latina con relación a la de Estados Unidos. Además, en diversos escenarios se llama la atención sobre una larga lista de factores que afectan nuestra competitividad: atraso en obras de infraestructura; bajo gasto en investigación y desarrollo; demasiados trámites para hacer negocios; inestabilidad en las reglas del juego; justicia inoperante e impunidad; deficiencias en educación; cargas fiscales onerosas; puertos ineficientes, etc.

¿Esto significa que Colombia no está lista para la globalización o para los acuerdos comerciales? Cabe preguntarse si, por ejemplo, la China de 1978 con un ingreso per cápita de US$ 150 dólares (Colombia ya superaba los US$ 1.500) ya estaba “lista” para abrirse a los mercados internacionales. En un documento de 1997 el gobierno de Australia señala: “China promedia 1.1 kilómetros de carreteras por 100 km2 (versus 7 km/100 km2 en Estados Unidos) e incluso en las áreas costeras más desarrolladas tiene 2.5 km/100 km2. De 1.1 millones de km de vías, sólo 8.500 km son vías modernas y apenas 23% son asfaltadas”.

Aún con las deficiencias mencionadas, Colombia tiene presencia en los mercados internacionales; registra ventajas competitivas medidas y comprobadas en mercados como el de Estados Unidos; y duplicó las exportaciones en los últimos 5 años, no sólo por los altos precios de los productos básicos, sino también por la diversificación de las exportaciones.

Las políticas de competitividad implementadas desde finales de la década anterior reflejan una estrecha sintonía entre gobierno, academia y sector privado en la construcción de la agenda interna, proceso que tiende a consolidarse con la nueva institucionalidad del Sistema Nacional de Competitividad. El reto propuesto es avanzar a mayor velocidad, evolucionar hacia exportaciones con más valor agregado, desarrollar sectores de talla mundial, reducir la informalidad y crecer más la economía. El nutrido grupo de participantes en el X Colombia Compite abordó con entusiasmo estos temas; quedó definido un norte y muchas tareas para alcanzar la visión propuesta: ser uno de los tres países más competitivos de Latinoamérica.