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Financiación con vacíos

lunes, 5 de septiembre de 2016
Publicado en la revista Misión Pyme, No. 92, septiembre 2016

Cuando se mira hacia atrás se puede concluir que el mercado de capitales colombiano ha tenido notables avances: se creó un mercado de deuda pública, hay grandes inversionistas institucionales como los fondos de pensiones y las aseguradoras, se fusionaron las tres bolsas de valores, la supervisión avanzó notablemente y se creó la Superintendencia Financiera, para cumplir las funciones que antes se fragmentaban en la Superintendencia Bancaria y la Superintendencia de Valores.

Aun así, el mercado adolece de grandes fallas, que son más evidentes cuando se comparan en el plano internacional. Basta ver algunos pocos indicadores.

El número de empresas listadas en la Bolsa de Colombia en 2005 era de 107, pero en 2015 se redujo a 74, lo que representa una variación negativa del 30.8%. Por contraste, la bolsa de Brasil aumentó en 1.7% el número, la de Lima en 16.2% y la de Santiago de Chile en 27.5%. Otras registraron caídas, pero de menor magnitud que la de Colombia; es el caso de México (-8.6%) y Buenos Aires (-6.6%).

Adicionalmente, el mercado es altamente concentrado, como lo evidencia el hecho de que en 2014 el 73.9% de la capitalización bursátil total está explicado por las 10 sociedades domésticas de mayor capitalización; este es el indicador más alto entre el grupo de países mencionados. Chile registró el nivel más bajo, con el 45.1%.

Es claro que el mercado de valores no se enfoca solo en la negociación de acciones, sino que abarca una creciente gama de títulos de emisores tanto públicos como privados. En consonancia con esa tendencia, en las últimas décadas se ha registrado un importante crecimiento del mercado de deuda en Colombia.

Pero ese mercado también está altamente concentrado en la deuda pública. En los primeros cinco meses de 2016 los TES representaron alrededor del 81% del total de papeles transados en la bolsa, mientras que la renta variable se acerca al 13% y los bonos al 2%.

Un estudio reciente de la Bolsa de Colombia muestra que el mercado de deuda privada del país es de los más pequeños de la región; el saldo de los títulos de deuda emitidos como porcentaje del PIB representó en 2014 el 6.8%, mientras que en Chile fue el 40%, en Brasil el 32% y en México el 18%. Según los autores, este mercado “todavía se encuentra muy alejado en representatividad como fuente de financiamiento de la economía y… por tanto los beneficios de tener un mercado de deuda privada desarrollado para el país están aún por alcanzarse”.

Estos resultados son de gran interés, dada el papel protagónico que se viene asignando en las últimas décadas al mercado de capitales en la financiación y el desarrollo de las empresas en el país. Ellos reflejan la poca orientación de las empresas grandes a diversificar su estructura de capital bien sea mediante la emisión de acciones o mediante la colocación de bonos de deuda. También dan una clara idea de por qué la financiación empresarial en Colombia sigue esencialmente enfocada en el sistema bancario.

Una consecuencia es la alta concentración del crédito bancario en las empresas más grandes. Los datos de la Superfinanciera muestran que 1.000 deudores reciben el 64% de la cartera comercial de los establecimientos de crédito; por contraste los siguientes 4.000 deudores obtienen el 23% de esa cartera.

Este solo hecho, hace muy difícil el acceso al crédito a la mayoría de las empresas del país, como lo destaca un estudio de la OCDE: “Aunque las microempresas y las pequeñas y medianas empresas (PYME) representan el 99% de las empresas, el 80% del empleo en el sector privado y el 35% del PIB, sólo reciben el 14% de los préstamos para fines comerciales”.

En este contexto el problema se hace más complejo porque los bancos no son los agentes idóneos para financiar empresas nacientes o en sus primeras etapas de desarrollo. El sistema financiero tradicional maneja el ahorro de la sociedad y ello le exige gran cuidado en el uso de esos recursos y le inhibe de financiar actividades de alto riesgo. Para ello se requieren agentes especializados.

La financiación como un obstáculo al crecimiento de las empresas surge de esas particularidades del mercado de capitales y del sistema financiero tradicional. La superación del problema requiere de la creación de vehículos financieros especializados en la financiación de las empresas con diferentes grados de madurez y diversos niveles de riesgos.

Son necesarios los fondos de capital de riesgo y de capital semilla, junto con incubadoras de empresas, para impulsar el emprendimiento en sus primeras fases. Los ángeles financieros y los venture capital para empresas jóvenes y en fase de expansión. Los fondos privados de inversión para empresas más estructuradas, pero aún en crecimiento. Finalmente, el mercado de capitales para las empresas más maduras. En todas las etapas, o en la mayoría de ellas, el crédito bancario apoyaría la financiación del capital de trabajo.

El acompañamiento de los nuevos vehículos se orientaría a salidas mediante la emisión accionaria, lo que permitiría renovación en el mercado de capitales y fortalecimiento de la renta variable en ese mercado.

Como complemento, hay que fomentar en cambio la cultura empresarial sobre la propiedad de las empresas. El acompañamiento de los vehículos mencionados no implica la pérdida de control y en cambio sí potencia y acelera el crecimiento. Las universidades y el Gobierno deben ser los promotores y protagonistas del cambio cultural.

Por fortuna, ese poblamiento de agentes especializados se viene dando en los años recientes, en buena parte por la implementación de políticas públicas que generan el ambiente adecuado para su desarrollo.

Lo deseable es que se acelere el paso, que se disponga de mayor flujo de capitales y que los empresarios vean en los nuevos vehículos una fuente de crecimiento y no el riesgo de perder el control de las empresas.

Financiación para crecer

jueves, 17 de mayo de 2012
Publicado en la revista MisiónPyme No. 51 de abril de 2012

En los años recientes la oferta de financiación para las empresas viene cambiando en Colombia. Esta es una tendencia importante, porque el acceso al capital es uno de los obstáculos principales para el crecimiento empresarial y para el desarrollo económico.

Hasta comienzos del presente siglo las opciones de financiación para las empresas estaban limitadas al crédito del sector financiero y al acceso del mercado de capitales. La literatura académica evidencia una relación directa entre la magnitud relativa de estos mercados y el desarrollo económico. Pero en el caso colombiano ambos son de un tamaño reducido.

El sector financiero se redujo con la crisis financiera de mediados de los noventa y apenas ahora está llegando al nivel que tenía hacia 1997. El Banco de la República calcula que el indicador de profundización financiera (cartera bruta/PIB) en diciembre de 2010 fue 32.9%, que es bajo en el contexto internacional.

El mercado de capitales también es pequeño en términos relativos. El número de empresas que cotizan es reducido y la emisión de bonos se restringe a empresas de gran tamaño. En esto pesan factores culturales, pues los empresarios tradicionales son poco proclives a la emisión de acciones y prefieren el crédito bancario.

Esto repercute en un exceso de demanda de crédito del sector financiero y el acceso queda limitado a la “crema” de las empresas. El resto se ve constreñido al uso de recursos propios y a caer en las redes de los agiotistas, lo que frena su velocidad de desarrollo.

Consciente de la importancia de derribar los obstáculos a la financiación, el gobierno viene trabajando en el entorno para el desarrollo de nuevos vehículos financieros, que permitan a las empresas tener una estructura de capital más diversificada.

En esa línea, se dio un giro en la operación de Bancoldex dejando su especialización en la financiación de los exportadores, para enfocarse más en las pymes. Ahora está avanzando hacia su estructuración como banco de desarrollo con nuevas funciones para el fomento del emprendimiento y la innovación.

Otro paso importante fue el programa Bancoldex Capital, mediante el cual se está conformando en Colombia la industria de fondos de capital privado. Ellos adquieren parte de la propiedad de una empresa ya constituida; esa inyección de capital más el acompañamiento gerencial aceleran el crecimiento. Una vez logrado ese objetivo, salen de la inversión, promoviendo la entrada de la empresa a bolsa o vendiendo la parte al socio o a otro inversionista.

Para el caso de las microempresas se desarrolló el programa de Banca de las Oportunidades. Este no sólo repercute en el aumento de los niveles de bancarización del país, sino que brinda recursos para mejorar las condiciones de vida de las familias que dependen de microempresas de subsistencia, alejándolas del fatídico gota a gota.

Actualmente se está trabajando en el fortalecimiento de las redes de ángeles inversionistas y la creación de fondos de capital semilla. Estos se enfocan en actividades empresariales que están en sus primeras fases de desarrollo y son, por lo tanto, de mayor riesgo.

Esta es una panorámica general, que demanda una exposición y evaluación más detallada de cada vehículo financiero. Pero queda claro que de cara al siglo XXI los empresarios colombianos contarán con mayores posibilidades de superar el obstáculo de la financiación y tendrán mejores condiciones para crecer sus empresas.

Sistema financiero “completo”

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 20 de febrero de 2008


Colombia tiene un sistema financiero “incompleto”. Al tener un mercado de capitales muy pequeño y un reducido número de instituciones especializadas en la financiación de firmas nacientes y jóvenes, toda la presión de la demanda de recursos se enfoca en la banca, que es la principal fuente de financiación para las empresas y las familias. Muchas empresas que no tienen acceso al crédito bancario se ven supeditadas a financiarse con recursos propios, crédito de proveedores y el mercado extrabancario, lo que termina restringiendo sus posibilidades de crecimiento.

Los gobiernos de los últimos 40 años han tratado de cambiar esta estructura, buscando el desarrollo del mercado de capitales. Se han realizado múltiples diagnósticos del problema, tanto públicos como privados, mediante estudios, seminarios, consultas a expertos internacionales y gran cantidad de libros y artículos.

De ellos se han derivado numerosas recomendaciones, varias de las cuales se han plasmado en decisiones de política económica: incentivos tributarios, eliminación de las diferencias tributarias entre sociedades, supresión de la doble tributación, leyes de democratización accionaria, leyes que privilegian la participación de trabajadores en los procesos de privatización, establecimiento de inversionistas institucionales (fondos de pensiones y cesantías), creación de un mercado “balcón” para empresas medianas y pequeñas, fomento al gobierno corporativo en empresas en las que invierten los fondos de pensiones, simplificación de trámites en la emisión de bonos y normas sobre acciones preferenciales, entre otras.

Aún así, el mercado de capitales sigue siendo incipiente. Se logró un desarrollo importante del mercado de deuda pública y, en menor grado, del de deuda privada. Pero en el mercado accionario los resultados son desalentadores: el número de empresas que cotizan en bolsa pasó de más de 180 a comienzos de los años noventa a un poco más de 100 actualmente y muy pocas de ellas son de alta bursatilidad.

Esto no sería problema si tuviéramos un sector financiero grande. Pero el indicador de profundización financiera muestra que es pequeño para las necesidades de desarrollo del país. Además, la crisis de finales de la década anterior lo redujo aún más.

Tal vez el problema radica en el enfoque de los diagnósticos sobre el mercado de capitales. Ellos han tendido a centrarse en las empresas maduras y poco o nada en las empresas nacientes. Esto, desde luego permitió eliminar diversos obstáculos, pero muchas empresas mantuvieron sus preferencias por el crédito bancario y la baja “exposición” de la propiedad en el mercado accionario. Tendríamos que explicarnos por qué pocas empresas nuevas llegan a la bolsa y qué está pasando con la oferta de capital para ellas.

En los países con sistemas financieros “completos” existen ángeles financieros, fondos de capital de riesgo, fondos de inversiones y otras instituciones especializadas en la financiación de empresas nacientes y en desarrollo, además de los bancos y los mercados de capitales con amplia diversidad de instrumentos. Por eso la estructura de capital de las empresas puede ser más diversificada.

En los gobiernos recientes se ha trabajado en la creación de un entorno favorable para el desarrollo institucional que aumente la oferta de capital a las empresas nuevas. El microcrédito ha tenido particular impulso y empiezan a hacer presencia los fondos de capital de riesgo y de capital semilla. Además, el gobierno busca canalizar el interés de los fondos de inversión hacia mipymes con alto potencial de crecimiento.

Esas políticas, complementadas con el fomento al emprendimiento y la orientación de la educación superior a la formación de empresarios, pueden propiciar el crecimiento de un mayor número de empresas que potencialmente estén mejor preparadas para el mercado de capitales. ¿Lograremos un sistema financiero “completo”?

Mipymes en Bolsa

Publicado en el diario La República el 17 de octubre de 2007


Décadas de discusión, estudios y decisiones sobre el mercado de capitales en Colombia, dejan resultados poco alentadores. No se pueden desconocer los avances en el mercado de deuda pública y privada, pero el accionario sigue de capa caída; el número de empresas en bolsa disminuye y son muy pocas las acciones de alta bursatilidad.

¿Por qué no aparecen nuevas empresas en bolsa? Dos elementos explicativos pueden ser la tipología de empresarios y la oferta de capital disponible.

Los empresarios en Colombia son de tres clases: los silvestres, los del rebusque y los formados. Los primeros tienen dotes innatas y han levantado a pulso importantes empresas; generalmente son reacios a compartir la propiedad y poco gustan de inscribir en bolsa sus empresas.

Los segundos son aquellos que no encontraron empleo o fueron despedidos de sus trabajos después de varios años y usaron los ahorros o la indemnización en la creación de empresas; las tasas de fracaso son elevadas, usualmente el crecimiento se frena por baja disponibilidad de capital y rara vez llegan a la bolsa.

Por último, están aquellos que han tenido la fortuna de ser parte del cambio de enfoque de algunas universidades que, en vez de formar empleados, se han preocupado por formar potenciales empleadores. A diferencia de los anteriores, los formados valoran la revelación de información a los mercados y son proclives a compartir la propiedad de la empresa para apalancar su crecimiento. Lamentablemente son la minoría.

Es evidente la importancia de la educación en la formación de emprendedores y su impacto en el número de empresas que se inscriben en bolsa. Los países desarrollados entendieron que los empresarios se pueden formar desde temprana edad y por eso en la Unión Europea hay directrices sobre la enseñanza de temas empresariales desde la primaria. En Colombia esta formación es incipiente, no generalizada y concentrada en la educación superior.

Con relación a la disponibilidad de capital, el problema estriba en escasa diversificación de la oferta, baja profundización financiera del país y concentración de la cartera bancaria. El país no cuenta con una adecuada oferta especializada en empresas nacientes y en primeras etapas de desarrollo; además, la financiación extrabancaria, que es frecuente en las mipymes, es un lastre para su crecimiento.

La evidencia empírica internacional muestra una relación directa entre el tamaño del sector financiero y el desarrollo económico. En Colombia el sector, además de ser pequeño, se redujo con la crisis financiera de finales de los noventa; mientras que en 1997 la cartera era 39.7% del PIB, en 2007 se estima en 29.7%.

Puesto que los empresarios silvestres y los del rebusque prefieren la financiación bancaria, absorben la mayor parte de la oferta de crédito, quitando espacio a las mipymes nuevas. Según la Superfinanciera, 5.000 empresas concentraron el 74% de la cartera comercial del sector financiero en marzo de 2007, dejando sólo $15.8 billones para atender la demanda de 1.388.712 empresas.

El país viene mejorando el ambiente para el florecimiento de fondos de capital de riesgo y fondos privados. Así, la Asociación Latinoamericana de Fondos de Capital de Riesgo destaca cómo “Colombia ha visto la creación de varios fondos nuevos bajo la Resolución 470 de 2006, relacionada con el establecimiento de fondos de capital privado”. Además, ya existen algunos fondos de capital de riesgo y Bancoldex iniciará un fondo de capital semilla de $2 mil millones… Pero se necesitan muchos fondos más.


Con una oferta diversificada de capital para la expansión de empresas jóvenes y con mayor número de empresarios formados –ojalá desde la primaria–, cabe esperar un mercado accionario más profundo en el mediano plazo.