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La crisis alimentaria

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 16 de mayo de 2008


Los precios de los alimentos siguen al alza, erosionando a su paso los ingresos de los más pobres, y día a día es más evidente la complejidad del problema. No es un fenómeno acotado a unos pocos países sino que tiende a ser global y, además, no se explica por una causa única sino por la contribución simultánea de varios factores.

Entre los factores explicativos de la crisis alimentaria que más se mencionan, cabe destacar el crecimiento de la producción de biocombustibles; la creciente demanda de alimentos en las economías emergentes que están mejorando rápidamente su ingreso per cápita; la lenta respuesta de la oferta agrícola a los cambios en los precios; los elevados precios del petróleo, que encarecen los fertilizantes y el transporte; la migración de inversionistas financieros hacia los mercados de productos básicos, con lo que aumenta la demanda especulativa; las medidas de restricción al comercio de alimentos adoptadas por países exportadores; el aumento de inventarios de alimentos esenciales por parte diversos gobiernos; y los impactos del cambio climático en las cosechas en todo el mundo.

Algunos de ellos plantean retos que no tienen solución inmediata, por lo que restablecer la normalidad tomará tiempo. Esto es particularmente cierto en el caso del cambio climático, que sin duda es uno de los factores que más contribuye a incrementar la volatilidad en la oferta de alimentos; en los años recientes se ha observado la intensificación de fenómenos climáticos, como las sequías, las inundaciones y los huracanes, que ocasionan pérdidas de cosechas.

La evidencia es clara. La FAO considera que hay 37 países en situación de crisis alimentaria. En su mayoría se trata de economías pobres, importadoras de alimentos y con problemas acentuados por fenómenos climáticos.

Pero no solo los pobres han sufrido los efectos de la alteración del clima, lo que agrava el problema de abastecimiento mundial. En Australia, por ejemplo, en los años recientes se registró una de las peores sequías de su historia. Su producción de trigo cayó en 58% en el año agrícola 2006/2007, y sus exportaciones disminuyeron en 4 millones de toneladas. Dado que este país aporta el 14% de la oferta del mercado mundial de trigo, es clara su contribución al bajo dinamismo de las exportaciones globales. Pese a que se proyecta un repunte de la producción este año, sus exportaciones podrían caer en otros 3 millones de toneladas.

Diversos centros de investigación han desarrollado modelos con el fin de medir el potencial impacto económico del calentamiento global. Según Natalia Tamirisa, economista del FMI, si no hay políticas efectivas, el aumento de la temperatura mundial podría ocasionar una reducción del PIB per cápita del 15% hacia el año 2200 y su impacto sería mayor en las economías más pobres, que dependen de actividades sensibles al clima (agricultura, silvicultura, pesca y turismo).

William Cline estimó que para el año 2080 la temperatura en las áreas agrícolas aumentará en 4.4°C (superior a la media mundial de 3°C) y las precipitaciones pluviales se incrementarán en 3%. Los modelos de impacto agrícola, alimentados con esos datos, muestran que la productividad de este sector sería afectada en forma negativa. Según el autor, “en los países en desarrollo, la pérdida media sería de 15%–26%. Las pérdidas podrían ser devastadoras en algunos de los países más pobres (en Senegal y Sudán superarían el 50%)”.

El contraste entre la situación actual y lo que dicen los modelos muestra que apenas estamos empezando a sentir los efectos del cambio climático. A diferencia del capitán del Titanic, conocemos la existencia del iceberg y podemos evitar la colisión y el naufragio, si queremos.

Alimentos vs. combustibles

Publicado en el diario La República el 6 de mayo de 2008


Los altos precios internacionales de los alimentos están generando problemas a nivel mundial. Hay protestas en varios países por su escasez y la FAO declaró 36 países en crisis alimentaria. Los países importadores de alimentos bajan aranceles y los exportadores ponen barreras. La Cepal estima que el aumento de precios puede lanzar a la pobreza a 10 o 15 millones de personas en América Latina y el Banco Mundial teme que 100 millones de habitantes engrosen las filas de la pobreza en todo el mundo.

En la explicación del problema no hay una causa única, sino una desafortunada confluencia de factores. Sin embargo, hay analistas que tienden a señalar los biocombustibles como el factor de mayor peso en las alzas de precios, por su creciente consumo de maíz y azúcar y por el incremento de áreas de cultivo a costa de otros alimentos. Aun cuando es evidente que algún impacto deben tener, las cifras indican que no necesariamente son el motor del problema.

En primer lugar, no son los precios del maíz y el azúcar los que más están creciendo; los superan los incrementos del arroz y el trigo. En segundo lugar, no parece que la ampliación de áreas de cultivos para biocombustibles tenga la magnitud suficiente para explicar un impacto tan grande en el precio de otros alimentos.

Los estimativos de USDA muestran que el área cosechada de maíz en el mundo apenas creció en 1.7% anual en el año agrícola 2006/2007 y países como Estados Unidos y los principales productores de la UE tuvieron variaciones negativas. Para la cosecha 2007/2008 se espera la recuperación de las áreas en el mundo y en Estados Unidos, pero no en la UE.

Las cifras del arroz no indican desplazamiento por los biocombustibles. El área sembrada en el mundo creció en los últimos cuatro años agrícolas y se espera que también lo haga en el año 2007/2008; la producción mundial sigue igual tendencia y registra los niveles históricos más altos. Sin embargo, el consumo crece más rápido, ocasionando la reducción de los inventarios; ellos han decrecido continuamente en lo corrido del siglo y apenas se espera un ligero repunte en el 2007/2008.

Según USDA, la reciente subida de los precios del arroz se relaciona con restricciones a las exportaciones: Vietnam impuso un control que recortará la oferta en un millón de toneladas; China estableció un impuesto y cuotas, Egipto las prohibió entre abril y agosto del presente año e India las limitó. Además varios países importadores aumentaron sus compras para evitar el desabasteciendo. Moisés Naim resumió la situación así: “Los precios del arroz subieron porque tanto los países productores como los consumidores entraron en pánico”.

En el caso del trigo presuntamente podría haber un desplazamiento hacia otros cultivos, dado que las áreas cosechadas han caído en la UE; no obstante, las de maíz también cayeron en varios de esos países y no se cuenta con datos de producción de los otros bienes utilizados en la fabricación de etanol. Adicionalmente, se espera que el área cosechada mundial se incremente en 2007/2008 hasta niveles similares a los de 2005/2006. En los resultados de este cultivo es muy importante la sequía en Australia que ocasionó una reducción de su producción de 58% en 2006/2007 y la caída de sus exportaciones.

Puesto que en los productos analizados los inventarios superan el volumen de exportaciones mundiales, se puede plantear como hipótesis que las fuentes más importantes de los elevados precios de los alimentos estarían relacionadas con dos fenómenos: hay fuertes impactos del cambio climático y hay producción suficiente pero las fallas de mercado impiden una distribución óptima.

¿Quién queda contento?

Publicado en el diario La República el 26 de marzo de 2008


Por décadas se han planteado argumentos sobre el deterioro de los precios de los productos básicos y el consecuente impacto negativo en las economías subdesarrolladas que los producen (recordemos la famosa hipótesis de la tendencia secular al deterioro de los términos de intercambio).

Pero ahora, por una casual suma de factores coyunturales y estructurales, los precios están subiendo de forma pronunciada y las alarmas del mundo se encendieron. Al parecer, los anhelados precios altos de los productos básicos son un problema mayor que el lamentado deterioro de los términos de intercambio.

Los factores coyunturales (que quizás no lo sean tanto) se relacionan con los problemas de sequías en algunas regiones e inundaciones en otros. Suramérica, Australia e Indonesia han sido afectados por la curiosa “equidad de género” de los fenómenos climáticos: El Niño y La Niña se turnan para causar estragos en la producción agropecuaria. El debate sobre la temporalidad o permanencia de estas irregularidades climáticas se basa en los efectos del calentamiento global que ya son evidentes. En consecuencia, pasaríamos de un problema coyuntural a uno estructural con profundas repercusiones, pues revertir sus efectos puede tomar décadas; primero debe calar profundamente en las conciencias de todo el mundo, cosa que evidentemente aún no ha ocurrido.

Los estructurales se relacionan con la producción de biocombustibles y la dinámica demanda de bienes primarios en China e India. El auge de los combustibles biológicos se basa en buena parte en el consumo de una porción creciente de la producción de maíz, azúcar y palma de aceite que antes se destinaban a la agroindustria. Adicionalmente, hay países en los que se observa redistribución de las áreas de cultivo en favor de estos productos y en detrimento de otros alimentos. La esencia del problema radica en la limitada capacidad de las economías desarrolladas para ampliar la frontera agrícola y en la lenta respuesta de las economías que tienen la potencialidad de ampliarla sin sacrificar la producción de otros alimentos o las áreas de reserva natural.

¿Pero si el resultado es un quiebre en la tendencia de los precios por qué no están tan contentos los defensores de la hipótesis del deterioro secular, los países subdesarrollados y los desarrollados que exportan alimentos? Básicamente por sus efectos sobre la inflación y el abastecimiento de los importadores netos de alimentos.

En 2007 crecieron los precios en muchas economías, a lo cual contribuyeron de forma notoria los alimentos. The Economist señala que, según el índice global de inflación de Goldman and Sachs, en 2007 “…los precios se incrementaron en el 80% de los países”. La inflación anual a febrero fue en la Zona Euro la más alta en los últimos 10 años. La registrada en enero fue la mayor en 16 años en Arabia, en 14 años en Suiza, en 25 años en Singapur y una de las mayores en 11 años en China. En éste último los alimentos crecieron en febrero al 23% anual (gran parte en respuesta a una epidemia porcina, que disparó el precio de esta carne al consumidor al 63.4% anual); en Bolivia también aumentaron 23% anual; y en Venezuela 35%.

Según la FAO “36 países están en crisis como resultado de los altos precios de los alimentos y requerirán de asistencia externa”.

Para completar el panorama, las autoridades monetarias están combatiendo los excesos de demanda desacelerando las economías con mayores tasas de interés (excepto Estados Unidos que las bajó para moderar la recesión, mientras la inflación aumenta).

En conclusión, el balance en muchas economías no pinta bien: alimentos más caros, desabastecimiento en algunos casos, mayor desempleo y apreciación cambiaria ¿Así quién queda contento?

Oro verde

Publicado en el diario La República el 20 de septiembre de 2007


La sustitución de combustibles fósiles es un tema crucial que el mundo debate por tres razones principales. Primera, el estancamiento de las reservas de petróleo. Según BP Statistical Review of World Energy 2007, las reservas se mantienen cerca de 1,2 billones de barriles desde 2003; en 2006 por primera vez en muchos años disminuyeron (-0,1 por ciento anual).

Segunda, los impactos de su consumo en el calentamiento global. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático señala que durante el siglo XX la temperatura media mundial de la superficie aumentó 0,6±0,2ºC y que, bajo diferentes escenarios de simulación, la temperatura puede aumentar entre 1,4 y 5,8ºC entre 1990 y 2100.

Tercera, los elevados precios internacionales de los hidrocarburos. Su aumento se relaciona directamente con la mayor demanda china de combustibles –que explica 36 por ciento del incremento en el consumo de petróleo entre 2004 y 2006– y la creciente dependencia de Estados Unidos, China e India de las importaciones.

El reto de sustituir los combustibles fósiles es muy grande, pues petróleo, carbón y gas constituyen 81 por ciento del consumo mundial de energía. Entre las diversas alternativas exploradas por la ciencia, las más prometedoras son la energía nuclear y los combustibles renovables (madera, biodiesel y etanol, entre otros). Aunque la energía nuclear ha ganado participación en la oferta (de 0,9 por ciento del total mundial en 1973, a 6,3 por ciento en 2005), el futuro luce más promisorio para los renovables –10 por ciento de la oferta mundial–, por los temores que despierta la primera en materia de seguridad, manejo de residuos y riesgos de uso bélico.

En ese escenario, Colombia tiene una oportunidad de oro por su gran potencial de producción de biocombustibles. Diversos factores contribuyen a hacer realidad la explotación racional y sostenible de nuestros yacimientos de oro verde:

1. El país cuenta con una amplia variedad de cultivos para la producción de biocombustibles: caña de azúcar y panela, palma de aceite, remolacha, yuca y maíz. Adicionalmente, el CIAT ha realizado experimentos prometedores utilizando plátano, banano, batata, residuos de café, jatropha y la planta petróleo.

2. Los biocombustibles ya tienen mercados garantizados. Colombia estableció la mezcla de 10 por ciento de etanol a la gasolina; países como Japón, Canadá, Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil, Tailandia, Filipinas, India y China fijaron niveles similares o superiores para biocombustibles.

3. Los mercados con mayor demanda serán los desarrollados, en los cuales hay un trade-off entre biocombustibles y alimentos. Un estudio de Peter Pfaumann, del BID, muestra que para poder implantar una mezcla de 10 por ciento de biocombustibles, Estados Unidos necesitaría 30 por ciento de su tierra cultivada, la UE 70 por ciento y Canadá 36 por ciento; las restricciones para aumentar la frontera agrícola plantean un dilema: producir menos alimentos o importar biocombustibles. En Colombia la producción de biocombustibles no sacrifica la de alimentos.

La producción agrícola ocupa cuatro de las 12 millones de hectáreas que tiene el país con esa vocación. Además, de las 43 millones de hectáreas con vocación agroforestal se utiliza menos de 50 por ciento.

4. El TLC permite el acceso libre de aranceles a Estados Unidos (0,54 dólares por galón más 2,5 por ciento ad valorem). Esto brinda una ventaja frente a otros competidores.

5. Los incentivos tributarios y financieros diseñados por el gobierno han inducido inversiones para la construcción de ocho plantas de etanol y nueve de biodiesel, algunas de las cuales ya iniciaron producción.

Es claro que Colombia puede ser protagonista en la producción de energía renovable. Los biocombustibles son una actividad que involucra muchas regiones del país, integran la producción agropecuaria con tecnología de punta, crean nuevos empleos y contribuyen al equilibrio ambiental.