Publicado en el diario La República el 15 de agosto de 2007
La regla de juego en la economía globalizada se llama competitividad. En el mercado doméstico y en el internacional, los empresarios enfrentan la competencia de países que antes no les competían y los productores de no transables ven cómo muchos de esos bienes ahora son transables.
Frente a ese fenómeno, el gobierno adoptó una estrategia que tiene dos componentes: la política de internacionalización y la de transformación productiva.
La primera se fundamenta en el papel del comercio internacional como palanca del crecimiento económico. La ejecución se manifiesta en una participación activa en la OMC y el desarrollo de una amplia agenda de negociaciones comerciales.
La segunda se orienta al fortalecimiento de la competitividad como instrumento para afrontar la creciente competencia de otros países y para aprovechar el acceso preferencial a los mercados de los principales socios comerciales. El acceso preferencial a otros mercados brinda una ventaja temporal que se diluye al aumentar el número de negociaciones de los países socios; sólo la competitividad permitirá mantener las tajadas del mercado logradas por entrar antes.
Cuando algunos analistas señalan que el gobierno comete un error al adelantar negociaciones comerciales y no tener una agenda interna de competitividad, implícitamente parten de una premisa errada: pensar que Colombia no compite en la actualidad.
Aparentemente la premisa tiene fundamentos. No estamos bien en el escalafón de competitividad del World Economic Forum (65 entre 125 países) ni en el de IMD (38 entre 55 países). La CAF y el nobel de economía Edward Prescott concluyen que las políticas de sustitución de importaciones acarrearon el rezago de la productividad laboral de Colombia y América Latina con relación a la de Estados Unidos. Además, en diversos escenarios se llama la atención sobre una larga lista de factores que afectan nuestra competitividad: atraso en obras de infraestructura; bajo gasto en investigación y desarrollo; demasiados trámites para hacer negocios; inestabilidad en las reglas del juego; justicia inoperante e impunidad; deficiencias en educación; cargas fiscales onerosas; puertos ineficientes, etc.
¿Esto significa que Colombia no está lista para la globalización o para los acuerdos comerciales? Cabe preguntarse si, por ejemplo, la China de 1978 con un ingreso per cápita de US$ 150 dólares (Colombia ya superaba los US$ 1.500) ya estaba “lista” para abrirse a los mercados internacionales. En un documento de 1997 el gobierno de Australia señala: “China promedia 1.1 kilómetros de carreteras por 100 km2 (versus 7 km/100 km2 en Estados Unidos) e incluso en las áreas costeras más desarrolladas tiene 2.5 km/100 km2. De 1.1 millones de km de vías, sólo 8.500 km son vías modernas y apenas 23% son asfaltadas”.
Aún con las deficiencias mencionadas, Colombia tiene presencia en los mercados internacionales; registra ventajas competitivas medidas y comprobadas en mercados como el de Estados Unidos; y duplicó las exportaciones en los últimos 5 años, no sólo por los altos precios de los productos básicos, sino también por la diversificación de las exportaciones.
Las políticas de competitividad implementadas desde finales de la década anterior reflejan una estrecha sintonía entre gobierno, academia y sector privado en la construcción de la agenda interna, proceso que tiende a consolidarse con la nueva institucionalidad del Sistema Nacional de Competitividad. El reto propuesto es avanzar a mayor velocidad, evolucionar hacia exportaciones con más valor agregado, desarrollar sectores de talla mundial, reducir la informalidad y crecer más la economía. El nutrido grupo de participantes en el X Colombia Compite abordó con entusiasmo estos temas; quedó definido un norte y muchas tareas para alcanzar la visión propuesta: ser uno de los tres países más competitivos de Latinoamérica.
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