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Comercio y aranceles. Comentarios sobre la conferencia de Juan José Echavarría

viernes, 20 de noviembre de 2015
Publicado en la Revista de Fasecolda No. 161, noviembre de 2015

De la conferencia de Juan José Echavarría, exdirector del Banco de la República, se destacan dos aspectos de gran importancia para el país en el nuevo entorno que vive la economía global y en el marco de las decisiones de política comercial que Colombia ha adoptado durante el presente siglo: la importancia del comercio internacional para crecer y la protección arancelaria y no arancelaria.

Importancia del comercio internacional para crecer

Echavarría afirmó que para industrializarse hay que comerciar y no al contrario, como lo ven algunos analistas que postulan la industrialización de Colombia con el cierre de la economía. La experiencia mundial muestra que las economías más activas en el comercio internacional son las que se están industrializando y las que más crecen.

La participación de las economías desarrolladas en el PIB, las exportaciones y la producción manufacturera mundiales vienen cayendo desde la década de los noventa. Esto se explica por la ganancia en participación de las economías emergentes más abiertas al comercio mundial, que registran altas tasas de crecimiento económico.

Para industrializarse hoy, las economías en desarrollo cuentan con las cadenas globales de valor (CGV) que hacen más rápido, más fácil y menos profundo ese proceso. Las CGV incorporan elementos que Corea y Taiwán tomaron décadas para su construcción; Colombia podría aprovecharlos sin tener que repetir la historia de esos países.

Casos como el de China muestran que no es necesaria una tecnología propia para aumentar el comercio internacional; sus exportaciones de teléfonos iPhone dicen más de la industria de los Estados Unidos que de la China. El contenido local agregado en sus zonas francas es menos del 20 %, pero este tipo de comercio explica más del 50 % del auge de esa economía en el comercio de manufacturas.

Echavarría cerró esta sección de su presentación afirmando que los socios de la Alianza del Pacífico tienen mucho que enseñarle a Colombia. Chile, México y Perú son economías más abiertas que la nacional, han tenido un mejor desempeño económico, cuentan con estructuras productivas más diversificadas, canasta de exportaciones menos concentrada y mejor distribución del ingreso. Esto evidencia que la apertura colombiana en realidad nunca ha existido, a pesar de todo lo que decimos.

Resulta curioso, por decir lo menos, que en una presentación académica se traiga a colación el tema de la relación entre comercio y crecimiento en un país que lleva más de diez años debatiendo alrededor de las negociaciones de los tratados de libre comercio. Pero es necesario, porque hay analistas y empresarios que siguen pensando que el comercio internacional es peligroso para la actividad productiva nacional o simplemente que el país no tiene capacidad exportadora.

Al respecto, cabe recordar lo que opina Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía en el 2001 y crítico de la globalización, muy citado en Colombia por los opositores a los tratados de libre comercio (TLC):


Hubo muchos factores sociales, políticos y geográficos que dieron lugar a la Revolución Industrial, pero el comercio de Gran Bretaña con sus vecinos y colonias desempeñó un papel decisivo en alimentar la nueva actividad industrial y extender la prosperidad a otros países…
La rápida industrialización del Japón de la era Meiji a comienzos del siglo XX fue también el resultado de una combinación de factores internos e internacionales… Es difícil imaginar que la industrialización de la era Meiji se hubiera producido si Japón no hubiese podido importar grandes cantidades de maquinaria, equipación (sic) de transporte y otros bienes de producción provenientes de occidente a cambio de exportaciones de tejidos y juguetes baratos y otros productos que requerían uso intensivo de mano de obra”. (Stiglitz y Charlton, 2007, p. 37-38).
En síntesis, sin el comercio internacional la Revolución Industrial no hubiera tenido el impacto que tuvo, ni la economía japonesa se hubiera industrializado.

La caracterización que Echavarría presentó de Colombia como una economía cerrada corrobora lo que se deriva de otras fuentes. Por ejemplo, el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial muestra que Colombia es una de las economías más cerradas del mundo. En el ranking de 2015-2016, en el nivel del arancel nominal Colombia (6.4%) ocupó el puesto 83 entre 140 países, a pesar de incluir el diferimiento arancelario para bienes de capital y materias primas no producidas; en el nivel de prevalencia de barreras no arancelarias al comercio se ubicó en el puesto 109; y en los indicadores de apertura, es decir, exportaciones sobre PIB e importaciones sobre PIB, quedó en los puestos 132 y 135, respectivamente.

En los últimos años, un grupo de investigadores del Banco de la República adelantó varios estudios que documentan cómo la apertura económica generó una reacción de los grupos de interés que repercutió en un crecimiento vertiginoso de las barreras no arancelarias, con lo cual más que compensaron la supuesta desprotección por la reducción de los aranceles nominales. García y otros (2014; p. 46) afirman: «…La apertura fue de corta duración y… la contrarreforma fue rápida, eficaz y comenzó casi al tiempo que la reforma. Quienes se oponían a la apertura desplegaron imaginación y capacidad para erigir barreras a las importaciones mientras argumentaban que se estaba abriendo mucho la economía».

La referencia de Echavarría a las CGV es marginal, en parte por la restricción de tiempo en la presentación. Pero el tema reviste gran importancia y sobre él hay una creciente literatura, que demuestra que tanto Colombia como América Latina han tenido escasa vinculación a ellas (ver Blyde 2014 y Hernández y otros 2014). Adicionalmente, en el caso colombiano, pocos analistas perciben que una de las justificaciones para negociar los TLC fue precisamente su utilidad como herramienta para la integración de las empresas a esas cadenas.

La idea de Echavarría de aprender de los socios de la Alianza del Pacífico es acertada y tiene un espacio grande de acción, teniendo en cuenta que uno de los propósitos de ese proyecto de integración es complementar y fortalecer los aparatos productivos de los cuatro países y el de los futuros miembros, mediante la conformación de cadenas de valor.

Para tal fin, el BID (2013) identificó los encadenamientos productivos potenciales entre los países de la Alianza del Pacífico (el resumen ejecutivo está disponible en World Economic Forum, 2014). «El estudio identifica muchos ejemplos de encadenamientos donde cada uno de los países de la AP funge a veces como proveedor de insumos para su subsecuente utilización aguas abajo en las cadenas de valor y a veces como captador de insumos que provienen de sectores aguas arriba en la cadena» (BID 2013; p. 53).

Protección arancelaria y no arancelaria en Colombia

En la sección final de la presentación, Juan José Echavarría se refirió el tema de los obstáculos que hay en Colombia frente al comercio internacional. Recordó que el arancel nominal promedio bajó marcadamente en el gobierno del presidente Gaviria y se mantuvo estable hasta el de Juan Manuel Santos, cuando volvió a bajar con la reforma arancelaria del 2010.

A pesar de eso, el arancel máximo, que durante el gobierno de Gaviria bajó de más del 100% al 35%, comenzó a subir durante el de Uribe hasta llegar a 100% en el de Santos. De igual forma, los coeficientes de dispersión se han disparado en los años recientes.

En síntesis, según Echavarría, lo que ha pasado en Colombia es que el arancel promedio ha bajado, pero unos grupos se han beneficiado de niveles altos. Estos comportamientos son diferentes a los del resto del mundo, que registra una tendencia descendente tanto en el arancel nominal como en la dispersión.

Con relación a la protección paraarancelaria, las medidas vienen creciendo desde el gobierno de Gaviria. En bienes intermedios, más del 80% de los ítems arancelarios tienen protección paraarancelaria, en bienes de consumo, el 77% y en bienes de capital el 62%. Cuando se mide la protección paraarancelaria como el equivalente a un arancel ad valorem, se observa que Colombia es de los países con nivel más alto en el mundo.

De acuerdo con el estudio realizado por Echavarría, la explicación de los aranceles en Colombia radica en la capacidad de lobby que tienen los sectores grandes de la economía.

Cuando se compara el arancel por capítulos con países socios como Perú y Chile se evidencian notables diferencias, no solo en los niveles sino en la dispersión. Chile tiene uno del 6% homogéneo en todos los sectores; Perú, de cero en casi todos los sectores, excepto algunos de agricultura con el 6% y algunos de confecciones con el 11%. En Colombia los niveles son más altos que los de estos dos países en la mayoría de los ítems y lo mismo ocurre con la dispersión al interior de los capítulos, lo que refleja el mayor poder de lobby de unos empresarios con relación a otros.

En síntesis, para Echavarría «el arancel colombiano es una locura». Tuvo razón Chile cuando adoptó un arancel único porque disminuye la capacidad de lobby. Perú fue más allá y puso en cero la mayor parte del arancel. Y a esos países les ha ido mucho mejor que a Colombia; por contraste, a los analistas colombianos les parece que hacer algo como lo de los dos países socios acaba con la estructura productiva.

Echavarría concluye que Colombia es una economía cerrada con un arancel que hace difícil exportar, porque las altas tarifas afectan la rentabilidad relativa de las empresas.

El análisis realizado por Echavarría es correcto, pero haría falta una referencia específica a la reforma arancelaria del 2010. Durante casi 20 años, el funcionamiento del lobby ocasionó una distorsión muy grande de la estructura arancelaria y generó protecciones efectivas negativas en numerosas actividades productivas; sumados estos problemas al notable crecimiento de las barreras paraarancelarias, el resultado fue el fortalecimiento del sesgo antiexportador, que se refleja en coeficientes de apertura con poca variación antes y después de la reducción arancelaria del gobierno Gaviria.

En la reforma, además de bajar el arancel nominal promedio, del 12.2% al 8.3%, se redujo la dispersión al tratar de acomodar la mayor parte de los ítems arancelarios a tres niveles (5%, 10% y 15%), con lo cual la desviación estándar bajó del 8.7% al 7.8%. Adicionalmente, se eliminó la protección efectiva negativa para 26 de los 46 casos que se detectaron en los estudios previos.

Cabe preguntarse por las razones que hicieron aumentar los indicadores de dispersión después del 2010. Posibles respuestas son el diferimiento arancelario a los bienes de capital y las materias primas no producidas en el país, los desdoblamientos de algunas partidas que devolvieron el arancel a un nivel superior (lobby) y la permanencia de aranceles extremos como el del 164% para los cuartos traseros de pollo por las negociaciones de los TLC.

Un comentario final se relaciona con los efectos esperados y reales de la apertura. Los planteamientos de la nueva geografía económica, formulados entre otros por Paul Krugman, indican que en una economía que liberaliza su comercio se generan cambios en la localización de la producción; los sectores exportadores tenderán a localizarse cerca de las costas para reducir los costos de transporte.

Un estudio de Fernández (1998) comprobó que ese hecho no ocurrió en Colombia y que, contrario a lo esperado, Bogotá siguió ganando participación en la generación del PIB. Se corrobora así que la apertura económica en el país fue solo de nombre, porque el lobby logró neutralizar rápidamente su efecto con la mencionada proliferación de medidas no arancelarias.

Como bien lo anotó Echavarría en su conferencia, ahora será más difícil neutralizar la disminución de los aranceles, pues está acordada su reducción a cero en los próximos 10 o 12 años en los TLC con los Estados Unidos y Europa. De igual forma, hay compromisos de eliminación de las barreras paraarancelarias. Por eso los empresarios tienen que reaccionar y trabajar en alianza con el Gobierno en la transformación competitiva del país.

Conclusiones

La conferencia de Juan José Echavarría puso el dedo en la llaga al afirmar que la economía colombiana sigue siendo una de las más cerradas del mundo y sus niveles arancelarios, sumados a la protección no arancelaria, desincentivan las exportaciones.

Echavarría demuestra que el comercio internacional facilita la industrialización de las economías y que las CGV la facilitan; por eso es errada la visión que propenda al aumento de la protección para fortalecer la industria.

La reforma arancelaria que se está elaborando es conveniente para superar algunos de los problemas mencionados. De todos modos, se debe tener en cuenta que con los TLC el país tiene el compromiso de desmonte de los aranceles y medidas no arancelarias, por lo que los empresarios del país deberían tomar conciencia de ese hecho y liderar las reformas que se necesitan para tener una economía más competitiva.

Bibliografía:

Blyde, J. (2014) (Comp.). Fábricas sincronizadas: América Latina y el Caribe en la era de las cadenas globales de valor. Banco Interamericano de Desarrollo. Washington.

Fernández, C. (1998). "Agglomeration and Trade: The Case of Colombia". Banco de la República. Ensayos Sobre Política Económica ESPE, No. 33, junio.

García J.; López, D.; Montes E. y Esguerra, P. (2014). "Una visión general de la política comercial de colombiana entre 1950 y 2012". Borradores de Economía No. 817. Banco de la República.

Hernández, R.; Martínez-Piva, J. M. y Mulder, N. (2014) (Ed.). Global value chains and world trade. Prospects and challenges for Latin America. Cepal y German Cooperation. Santiago de Chile.

Stiglitz, J. y Charlton, A. (2007). Comercio justo para todos. Cómo el comercio puede promover el desarrollo. Bogotá: Taurus.

World Economic Forum (2014). "Enabling Trade in the Pacific Alliance: 2. Production Integration Perspectives". Disponible en: http://reports.weforum.org/enabling-trade-from-valuation-to-action/enabling-trade-in-the-pacific-alliance/c2-production-integrationperspectives/

El centavo para el peso

lunes, 15 de agosto de 2011
Publicado en el diario La República el 4 de agosto de 2011

Como suele suceder con la política económica, la reforma arancelaria adoptada a finales del año anterior fue de buen recibo para unos segmentos del empresariado y de la opinión y sometida a una lluvia de críticas por otros.

Entre las críticas, se censuró el uso de la clasificación Cuode como base, porque presuntamente es obsoleta; y se dijo que el déficit fiscal se iba a incrementar en un billón de pesos y que el país se iba a llenar de productos importados que acabarían con la producción nacional.

No existe clasificación perfecta, por lo que siempre hay margen para la crítica; pero los críticos no ofrecen un criterio serio y riguroso que sustituya o mejore el propósito del gobierno de tener un referente técnico lo más objetivo posible. Justamente reconociendo las imperfecciones de la clasificación, se han realizado dos ajustes a la reforma de noviembre de 2010.

Con relación al presunto hueco fiscal que se iba a generar con la reforma, los hechos muestran lo contrario. Por la dinámica de las importaciones, los recaudos, lejos de caer, crecieron 5.7% anual en el acumulado entre noviembre de 2010 y mayo de 2011.

Por lógica elemental, una reducción de aranceles debería ocasionar una caída del recaudo; así lo esperaba el gobierno, aun cuando en menor cuantía a la sugerida por algunos analistas, pues parte de la reducción sería compensada por el impacto positivo del mayor crecimiento del PIB en la tributación. Pero como el recaudo creció, el resultado ahora es interpretado como evidencia de enfermedad holandesa y aceleración de la desindustrialización.

¿Acaso se llenó el país de productos importados? Esta crítica pareciera comprobarse con el notable crecimiento que registran las importaciones. No obstante, basta ver su tendencia durante los últimos años –no sólo en Colombia, sino en cualquier país del mundo–, para entender que ellas van de la mano de las exportaciones. A medida que crecen estas últimas, el país tiene mayor capacidad de compra en los mercados internacionales, lo que permite la adquisición de los bienes, servicios y tecnología que no se producen localmente o que se producen en cantidades insuficientes para atender la demanda interna.

Así, en el acumulado a mayo las exportaciones están creciendo al 36% anual y las importaciones al 41%, a la vez que se registra un superávit de US$1.763 millones en la balanza comercial.

Los análisis periódicos que elabora el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo para hacer seguimiento a la reforma arancelaria no han detectado un cambio estructural en el comportamiento de las importaciones, a partir de noviembre de 2010. Sólo en un tipo de producto se registró un salto atípico entre abril y mayo de 2011, pero es prematuro afirmar si es un cambio estructural; es necesario esperar a los resultados de los meses siguientes para precisarlo.

En cambio se observa que las importaciones de bienes de capital y de insumos crecen más que las de bienes de consumo, de donde resulta endeble el argumento de desindustrialización inducida por la reducción de los aranceles. Esto último lo corrobora el buen crecimiento de la producción industrial y las positivas expectativas de los empresarios en las encuestas de opinión, tanto de la Andi como de Fedesarrollo.

En las decisiones económicas del gobierno los analistas continuamente perciben que “faltó un centavo para el peso”; esto es parte de la naturaleza de la política económica, pues ella no ocasiona los mismos efectos en todos los agentes económicos. En plata blanca eso significa que siempre hay razones para criticar. Desde luego los comentarios y las críticas son parte esencial de la construcción de buenas políticas, pero algunos críticos parecen adoptarlas como profesión y no como contribución.


Importación de productos “nacionales”

martes, 17 de mayo de 2011
Artículo publicado en el diario La República, el jueves 12 de mayo de 2011


En la discusión sobre la política industrial, alguien planteó que hay empresas colombianas que están importando los productos que ellas mismas fabrican en otros países. Califica esto como un hecho nocivo para la economía, porque es consecuencia de problemas de estabilidad en las reglas de juego, de formación de capital humano y de estímulos a la productividad.

Esa posición, desconoce las decisiones gubernamentales que están mejorando el entorno de los negocios, justamente con el fin de contar con unas reglas de juego claras y estables que incentiven las decisiones de inversión; a tal fin están orientados los TLC, los acuerdos de inversión y los contratos de estabilidad jurídica. Con relación al capital humano, se fortaleció el papel del Sena y, en general, la formación de tecnólogos; se está proponiendo una reforma educativa que busca una mayor interrelación entre la academia y el sector privado; se está impulsando el bilingüismo; y programas como el de transformación productiva permiten detectar las necesidades laborales específicas de los futuros sectores de clase mundial. Adicionalmente, hace unos pocos meses fue sancionada una ley orientada a incrementar el empleo formal como base para el crecimiento de la productividad del país.

Como contraposición al punto de vista mencionado, cabe aventurar dos hipótesis explicativas: el nivel de aranceles de Colombia y las tendencias de la globalización.

Aun cuando una de las justificaciones de la reforma arancelaria de finales del año pasado fue reducir las desventajas competitivas que la estructura de los aranceles estaba ocasionando, hay sectores productivos y de opinión que no aceptan o no entienden el argumento.

Los altos aranceles que tiene Colombia (puesto 101 entre 135 en el WEF antes de la reforma), incrementan los costos de producción de los empresarios, porque los bienes de capital y las materias primas cuestan más que en otros países competidores.

El punto se puede ilustrar tomando como ejemplo el trigo. Colombia, que importa el 97% del consumo aparente de este producto, le imponía un arancel del 15% (con la reforma quedó en 10%), mientras que en Perú lo importan con arancel cero desde Estados Unidos, por el TLC. Como consecuencia, los empresarios colombianos tienen una desventaja en los costos de fabricación de pastas alimenticias y otros bienes de consumo. ¿En esas condiciones, no resulta razonable que un empresario nacional se sienta tentado a mover parte de su producción al vecindario y luego traer el producto terminado con arancel cero? ¿Y si se eliminaran las diferencias no desaparecería la tentación?

La otra hipótesis hace referencia a la fragmentación geográfica de los procesos de producción en la economía globalizada. Es creciente el número de bienes y servicios que pierden su nacionalidad y las empresas tienden a especializarse en partes de un todo; y ellas se fabrican en las regiones del globo en las que exista ventaja comparativa o en las que los costos de producción sean menores. Automóviles, computadores, celulares y otros productos de alta tecnología son ejemplos de productos globalizados; pero también lo son las confecciones, el calzado, entre otros.

Los empresarios que han entendido este fenómeno saben que no pueden seguir fabricando la totalidad de los productos bajo un mismo techo (¿país?), que tienen que especializarse en lo que puedan ser realmente competitivos, aprovechar las ventajas comparativas de cada país e insertarse en las cadenas globales de valor.

En este contexto, la preocupación debe ser cómo acelerar el desarrollo de sectores de clase mundial, vincularse a las cadenas globales de valor, y atraer más empresas que realicen partes de sus procesos de producción en Colombia.

Aranceles y proteccionismo

jueves, 9 de diciembre de 2010
Publicado en el diario La República el 9 de diciembre de 2010.


A raíz de la reciente reforma arancelaria, se han generado algunas opiniones que cuestionan los fundamentos del gobierno para adoptarla. Se pone en duda el esperado efecto sobre la competitividad y sobre la tasa de cambio; se sugiere que el objetivo es acabar con el empleo productivo y con algunos sectores estratégicos de la economía. Además, se afirma que sectores como el agropecuario tienen menor protección que la que hay en otros países, especialmente desarrollados, dejando implícito que ese es un argumento suficiente para mantener o incluso fortalecer las barreras comerciales.

La crítica se fundamenta en la forma en que se mide el grado de protección. Se argumenta que al tomar sólo los aranceles se menosprecia el impacto de las ayudas internas que utilizan muchas economías, especialmente las desarrolladas.

En relación con esas ideas, es necesario recordar que la teoría económica tiene sólidos argumentos sobre los efectos negativos del proteccionismo: distorsión en la asignación de recursos, sesgo antiexportador, ineficiencias productivas, baja innovación, rezago en la competitividad y pérdida de bienestar, al forzar a los consumidores a adquirir productos más onerosos y de menor calidad.

Además de los fundamentos teóricos, para la reforma reciente el gobierno realizó ejercicios estadísticos que demuestran su impacto positivo en el crecimiento económico y en la generación de empleos. También comprobó la eliminación de un buen número de casos de protecciones efectivas negativas y adoptó un tratamiento especial con los productos que se definieron como sensibles.

La discusión sobre la medición de la protección puede ser más compleja. La decisión del gobierno tomó como referencia el arancel nominal promedio, considerando que esa medida aproxima bien la posición relativa del país, como se muestra a continuación.

Si la protección sólo se fundamentara en el uso de medidas arancelarias, habría una base homogénea de comparación internacional, pues, a pesar de su variedad, se pueden expresar en términos equivalentes. El problema surge con la proliferación de medidas no arancelarias. ¿Cómo medir las barreras que impone un país al comercio cuando aplica aranceles ad valorem y específicos, cuotas, subsidios, ayudas internas y licencias previas de importación?

Con el fin de solucionar este problema, en las décadas recientes diferentes autores y organismos han trabajado en el desarrollo de índices de restricción al comercio. Recientemente fueron publicados los resultados de una investigación del Banco Mundial liderada por los economistas Hiau Looi Kee, Alessandro Nicita y Marcelo Olarreaga (“Estimating Trade Restrictiveness Indices”, The Economic Journal, January 2009). En ella calcularon el equivalente ad valorem de las diversas formas de protección, incluyendo las ayudas internas.

Los resultados indican que entre los 78 países para los que calcularon el índice, Colombia tiene el séptimo arancel total más alto (21%) y en el arancel para el sector agrícola, 41.7%, es el país 17.

Aun cuando hay algunas economías desarrolladas con arancel agrícola superior al de Colombia (Noruega, Suiza y Japón), el de la Unión Europea y el de Estados Unidos son menores. Este sorprendente resultado, según los autores, se debe a que las medidas no arancelarias imponen una mayor restricción a las importaciones que la que ocasionan las ayudas internas.

Según la Unctad, hasta este trabajo “nunca antes se habían calculado equivalentes ad valorem de forma tan sistemática y extensa”. Se trata, por lo tanto, de una propuesta técnica que está sujeta a debates y a mejoras. Pero en sus primeros resultados ratifica las percepciones y las razones del gobierno colombiano para adoptar la reciente reforma arancelaria.

¿Más revaluación?

martes, 16 de noviembre de 2010
Artículo publicado en el diario La República el jueves 11 de noviembre de 2010


La dinámica de la economía mundial muestra dos caras. Mientras las economías emergentes crecen a ritmos elevados, las desarrolladas están empantanadas en un lento proceso de recuperación. El problema es que estas últimas pueden frenar a las primeras.

Los enormes recursos fiscales utilizados en el rescate del sector financiero y el impulso de la demanda, parecen haber encontrado un límite en las economías desarrolladas. Esto es especialmente cierto para la Unión Europea. Aun cuando las pruebas de resistencia del sector financiero dieron a los inversionistas elementos para discriminar los riesgos y reducir la probabilidad de un colapso sistémico, se mantiene la incertidumbre por los efectos que pueden ocasionar los ajustes fiscales de países como Grecia, España, Italia, Irlanda y Portugal.

La reactivación europea se complica por dos factores: 1. La apreciación del euro, que le resta competitividad a las exportaciones, limitando su impacto en el crecimiento. 2. El rezago de su productividad laboral con relación a Estados Unidos; como señala el estudio de McKinsey Global Institute “Beyond Austerity: A Path to Economic Growth an Renewal in Europe”, en parte el problema reside en los efectos no deseados de las excesivas regulaciones que restringen los mercados.

En ese contexto, el peso de la recuperación recae en la política monetaria. En Estados Unidos, las pérdidas de riqueza de los hogares y su tendencia al desapalancamiento, así como el aumento del ahorro, frenaron la reanimación de la demanda que se observó hasta el primer trimestre de 2010. Como las expectativas de inflación están controladas, la FED tiene espacio para mantener bajas sus tasas de interés y seguir suministrando liquidez a la economía, dado el limitado margen fiscal. Eso explica la decisión de inyectar 600 mil millones de dólares mediante la compra de títulos del tesoro para “reducir las tasas de interés de largo plazo y estimular el crecimiento” (Wall Street Journal Americas).

La Unión Europea difiere de esa opción de política monetaria y aun cuando mantiene bajas las tasas de interés, está marchitando las medidas heterodoxas implementadas durante la crisis, y, por ahora, no manifiesta disposición a brindar nuevas inyecciones de liquidez, lo que aumenta la incertidumbre sobre la recuperación.

Como algunos analistas lo han comentado, la poca confianza en el ritmo de reactivación de las economías desarrolladas, los impactos esperados del ajuste fiscal y las bajas tasas de interés incentivan el flujo de capitales hacia las economías emergentes en la búsqueda de mejores rentabilidades. En consecuencia, antes que debilitarse, se fortalecen las presiones a la apreciación de las monedas en el resto del mundo.

Esto plantea un reto para las economías emergentes, pues la apreciación afecta la competitividad de las exportaciones diferentes a los productos básicos; además, las economías que han aumentado las tasas de interés –como Brasil, India, Malasia y Perú– generan una mayor atracción de flujos internacionales de capitales y temores sobre la sostenibilidad del crecimiento.

En ese complejo entorno internacional, es evidente la importancia de las medidas que el Banco de la República y el Gobierno adoptaron, en materia de intervención en el mercado cambiario, eliminación del beneficio tributario al endeudamiento externo, reforma arancelaria y monetización de créditos externos. Falta el vital refuerzo de diversas leyes que hacen trámite en el Congreso, especialmente las que apuntan al aumento del ahorro, como son la reforma a las regalías, la regla fiscal y la eliminación de la sobretasa al consumo industrial de energía. Entre más pronto sean aprobadas, de mejor forma podrá Colombia capotear el vendaval de la apreciación.

Competitividad y aranceles

viernes, 29 de octubre de 2010
Artículo publicado en el diario La República el jueves 28 de octubre de 2010


La teoría económica y la evidencia empírica aportan sólidas argumentaciones sobre los beneficios del comercio internacional en el crecimiento de las economías. Aún así, los gobiernos suelen imponer obstáculos arancelarios y no arancelarios por diversos motivos, entre los que cabe destacar la amenaza de productos de otros países, el equilibrio de la balanza de pagos, la seguridad nacional, pérdida de ventajas competitivas, el fortalecimiento de los ingresos fiscales, y la protección de la industria naciente.

Como señalan Paul Krugman y Robin Wells en su obra "Macroeconomics", "algunas personas, entre ellos muchos políticos, cuestionan a menudo el comercio internacional, defendiendo que cada país produzca los bienes que consume en lugar de comprarlos en el extranjero. Las empresas reclaman protección ante la competencia extranjera: los agricultores japoneses no quieren que se importe arroz de Estados Unidos; los productores de acero estadounidenses no quieren que se compre acero europeo".

Esas posiciones generan dividendos políticos, pero desconocen la realidad del mundo globalizado y ocasionan problemas de competitividad a las empresas locales. Los aranceles altos las aíslan de la competencia y les reducen los incentivos a la innovación, a la vez que les dan margen para transferir a los consumidores los sobrecostos y las ineficiencias.

El mundo está presenciando una profunda transformación en la organización productiva, con la fragmentación geográfica de los procesos de producción. Cada vez más y más productos y servicios son el resultado de integrar insumos de diferentes regiones del planeta, lo que da más relevancia al concepto de "design in" que al de "made in".

En concordancia con ese fenómeno, los sectores productivos de todos los países buscan la inserción en las cadenas mundiales de valor en las fases de la producción en las que son más competitivos. En ese contexto, los países que se empeñan en mantener altos aranceles con sus sesgos antiexportadores estarán condenados al atraso; sus aparatos productivos se mantendrán en los obsoletos esquemas de producir "todo en el mismo país".

En el caso de Colombia la apertura económica presuntamente nos convirtió en una economía abierta, lo que, según ciertos críticos, causó la destrucción de una parte del aparato productivo. Ese tipo de análisis desconoce lo que ocurrió más allá de las fronteras del país.

El país entró en la onda de la apertura después de la mayoría de países de la región y redujo los aranceles en menor proporción que otras economías del mundo. Por eso, Colombia registra actualmente el cuarto arancel nominal promedio más alto de América Latina, lo que se constituye en un factor de desventaja competitiva que encarece las materias primas y los bienes de capital a las empresas.

Los diferentes escalafones de competitividad mundial evidencian ese problema. Según el World Economic Forum, en la comparación del arancel promedio ponderado Colombia clasifica en el puesto 101 entre 135 naciones, mientras Perú ocupa el 37.

Colombia ha dado pasos importantes en la dirección correcta mediante las políticas de internacionalización, competitividad y transformación productiva. Pero aún hay grandes barreras por superar, lo que justifica la revisión de la estructura arancelaria que el gobierno se ha propuesto adelantar.

El mundo da vueltas. El proteccionismo que por décadas fue vendido como la panacea, hoy es, sin duda, un lastre para la competitividad de las naciones, por lo que es preciso mantener el objetivo de desmontarlo.

Protección efectiva negativa

viernes, 22 de octubre de 2010
Publicado en el diario La República el 14 de octubre de 2010


Es amplio el debate generado por el propósito del gobierno de modificar la estructura arancelaria del país. Se trata de un tema sensible que rápidamente se polariza entre los sectores productivos partidarios de menores aranceles y los que piden mantener los niveles actuales, e incluso elevarlos.

Como suele suceder, hay críticas extremas que pretenden mostrar improvisación y falta de justificación en la anunciada reforma. Se dice, por ejemplo, que no tiene sentido esperar un potencial impacto devaluacionista; opinan que la esperanza de un incremento de la demanda de divisas no puede fundamentarse en el abaratamiento relativo de los insumos y los bienes de capital, porque que la revaluación ya ocasionó una caída de los precios de importación.

Esa crítica parece muy lógica, pero no se ciñe a la argumentación real del gobierno, que debe ser vista en conjunto y no de forma aislada. El fundamento básico de la reforma es la reducción o eliminación de las protecciones efectivas negativas que impiden el desarrollo de sectores de mayor valor agregado en la economía.

Ese problema surge porque los aranceles de los insumos son más onerosos que los de los bienes terminados. Así, si alguien se pregunta por qué en Colombia no existe una industria de ensamble de computadores, que a su vez estimule el desarrollo de sectores que produzcan insumos para ella, la respuesta radica en que los componentes tienen aranceles altos, mientras que los del producto terminado son bajos o nulos. De esta forma, siempre saldrá más barato importar los computadores terminados que sus partes para manufacturarlos en el país.

Esto es lo que se denomina protección efectiva negativa. En términos generales, ella inhibe el desarrollo de los sectores que se ven afectados por la protección que han obtenido algunos sectores ¿Cuántos empleos se dejan de generar por ese motivo?

La situación comentada explica que, a pesar de la revaluación de la moneda, la demanda de importaciones de materias primas y bienes de capital no haya reaccionado en forma más dinámica. No se puede perder de vista que así como se reduce el precio de los insumos, también se reduce el de los bienes terminados, y la distorsión se mantiene.

Es en este contexto que la reducción o eliminación de la protección puede impulsar la demanda de divisas y contribuir a contener las presiones revaluacionistas. Pero el principal impacto esperado es el crecimiento de sectores hoy bloqueados.

Desde luego, el gobierno debe manejar el tema con equilibrio, de forma que no implique la desprotección indiscriminada de la producción nacional que enfrenta una competencia desleal, y evite los costos fiscales excesivos que pueden deteriorar radicalmente las finanzas públicas.