Publicado en Portafolio el viernes 24 de agosto de 2018
Es pertinente evaluar en términos agregados el comercio exterior durante los dos últimos gobiernos, con el fin de precisar los retos que enfrenta la actual administración en esta materia.
El éxito o el fracaso de la política comercial no se puede medir por el superávit o déficit en la balanza comercial, como lo pretenden muchos de los supuestos peritos en TLCs.
En una economía globalizada, la evaluación más agregada es la participación de las exportaciones en el PIB. La de bienes y servicios era el 14.8% del PIB en 2002 y fue igual en 2017; en el mismo periodo, la media mundial pasó del 25.4% al 28.5%. Además, por el coeficiente de apertura (exportaciones sobre PIB), Colombia clasificó en el puesto 124 entre 137 países en el World Competitiveness Report 2017-2018.
Otro indicador es la participación de las exportaciones en el total mundial. En valores, en 2002 Colombia participaba con el 0.18% y aumentó hasta 0.32% en 2013, para finalmente caer al 0.21% en 2017; es decir, “ganamos” tres décimas. Pero el problema es que hubo una bonanza de precios de productos básicos, que distorsiona los comportamientos reales; por eso, después de la participación alcanzada en 2013 se perdió gran parte del supuesto avance.
La apreciación de la tasa de cambio, producto de la bonanza, originó un problema de enfermedad holandesa que redujo la competitividad de las exportaciones industriales y repercutió en la pérdida de participación global. En 2002 eran el 0.22% de las exportaciones manufactureras mundiales y en 2017 fueron el 0.14%.
Debido a la alta dependencia de los minero-energéticos (72% del total en 2013), el efecto precios de la bonanza incrementó la concentración de la canasta exportadora. El índice de Herfindahl-Hirschman, IHH (en escala de cero a 10.000), estuvo en niveles por debajo de 700 hasta 2007 y subió a 2.400 en 2013 (por encima de 1.800 se considera alta concentración); solo con el derrumbe de los precios del petróleo en 2014 empezó a disminuir el IHH.
Por la distorsión que ocasionan los precios, el análisis en términos de volumen refleja mejor la evolución de las exportaciones. El total se multiplicó por 2.5 entre 2002 y 2017, mientras que las no minero-energéticas apenas lo hicieron por 1.2; estas últimas crecieron hasta 2007 y luego se estancaron; igual comportamiento se observa en las industriales.
Como decía un Ministro de Comercio, para exportar petróleo no se necesitan TLCs; esos acuerdos son para diversificar las exportaciones. Comparando el año de vigencia de cada acuerdo con 2017, el IHH revela una mayor concentración con Canadá, Chile, México y Mercosur. Disminuye con Estados Unidos, Unión Europea, EFTA, la CAN, el Triángulo Norte Centroamericano; pero en todas las economías desarrolladas la reducción del IHH refleja la caída en las exportaciones de minero-energéticos, más que el aumento de las no minero-energéticas.
Conclusión, seguimos siendo una economía cerrada, el volumen muestra bajo crecimiento y la concentración en minero-energéticos sigue siendo muy alta, especialmente con las economías desarrolladas.
Con ese punto de partida, el gobierno Duque enfrenta enormes retos de competitividad y diversificación, en un mercado internacional cada vez más complejo por la inminencia de una guerra comercial y por los impactos negativos de la tecnología en las cadenas globales de valor.
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El pesimismo del TLC
Publicado en Portafolio el 19 de mayo de 2017
Al cumplirse cinco años del TLC Colombia–Estados Unidos, los críticos estarán de jolgorio. Dirán que sus pronósticos fueron acertados, que el TLC es un fracaso y que habían predicho el déficit comercial. Curiosamente, algunos empresarios parecen compartir esa visión.
En una evaluación objetiva del TLC es útil revisar dos aspectos: los factores exógenos que afectaron el comercio mundial y la estructura de las exportaciones colombianas a EE.UU.
Los factores exógenos son bien conocidos. La terminación del superciclo alcista de los precios internacionales de los productos básicos impactó negativamente a las economías emergentes. Además, incidieron la Gran Recesión de las economías desarrolladas, la desaceleración de China y la recesión de Brasil y Rusia. Por último, numerosos países adoptaron medidas proteccionistas; las decisiones de Venezuela y Ecuador, en particular, golpearon a las empresas colombianas.
Todos esos factores repercutieron en la caída del valor del comercio mundial; las exportaciones globales que crecían más del 20% en 2010, registraron variaciones negativas en el periodo 2014-2016. Solo desde finales del año pasado retornaron a tasas positivas, reflejando la recuperación de la demanda agregada.
Con relación al comercio con EE.UU., la canasta exportadora es muy concentrada. El Índice de Herfindahl-Hirschman (IHH) de las exportaciones hacia ese país registra un valor superior a 1.800 durante la mayor parte del periodo 2000-2016, indicando una alta concentración; por contraste, el IHH del total de exportaciones de Colombia solo superó ese nivel en los años de más altos precios internacionales de los productos básicos (2011-2014).
El valor del IHH de las exportaciones hacia EE.UU. es explicado por los minero-energéticos, que en 2014 representaron el 73.2% del total; y siguen pesando, aunque la caída de sus precios redujo la participación al 61.1% en 2016.
El problema de esa concentración es el surgimiento de EE.UU. como potencia energética. Su producción de petróleo está creciendo aceleradamente, lo que le permitió sustituir parte de sus importaciones y entrar nuevamente como exportador. En gas natural se convirtió en el primer productor mundial, de forma que sus precios internos cayeron e impulsaron el creciente uso en la industria, en reemplazo del carbón.
Tener esa alta concentración se reflejó en un superávit comercial de Colombia mientras los precios de los minero-energéticos fueron altos y en un déficit desde que empezaron a caer. La dificultad estriba en que el déficit tenderá a ser estructural, pues, además de que EE.UU. está disminuyendo las compras de petróleo y carbón de numerosos proveedores, las reservas petroleras de Colombia están cayendo.
La alta concentración también oculta los avances que se registran en las demás exportaciones, que son las que realmente se benefician del TLC. La Ministra de Comercio ha señalado que entre 2012 y 2016 ellos crecieron 12.3% y el número de empresas exportadoras aumentó en 17.5%; esos resultados son destacables teniendo en cuenta los factores externos mencionados.
Los beneficios potenciales de los TLC son de largo plazo. Para obtenerlos, Colombia tiene que romper con esa alta concentración de las exportaciones, por lo que es imperativo acelerar ese proceso gradual resaltado por la ministra. También es deseable que ciertos empresarios, en lugar de plegarse a las evaluaciones pesimistas de los críticos, hagan un acto de contrición y tomen decisiones para mejorar su productividad y aprovechar los acuerdos comerciales.
Al cumplirse cinco años del TLC Colombia–Estados Unidos, los críticos estarán de jolgorio. Dirán que sus pronósticos fueron acertados, que el TLC es un fracaso y que habían predicho el déficit comercial. Curiosamente, algunos empresarios parecen compartir esa visión.
En una evaluación objetiva del TLC es útil revisar dos aspectos: los factores exógenos que afectaron el comercio mundial y la estructura de las exportaciones colombianas a EE.UU.
Los factores exógenos son bien conocidos. La terminación del superciclo alcista de los precios internacionales de los productos básicos impactó negativamente a las economías emergentes. Además, incidieron la Gran Recesión de las economías desarrolladas, la desaceleración de China y la recesión de Brasil y Rusia. Por último, numerosos países adoptaron medidas proteccionistas; las decisiones de Venezuela y Ecuador, en particular, golpearon a las empresas colombianas.
Todos esos factores repercutieron en la caída del valor del comercio mundial; las exportaciones globales que crecían más del 20% en 2010, registraron variaciones negativas en el periodo 2014-2016. Solo desde finales del año pasado retornaron a tasas positivas, reflejando la recuperación de la demanda agregada.
Con relación al comercio con EE.UU., la canasta exportadora es muy concentrada. El Índice de Herfindahl-Hirschman (IHH) de las exportaciones hacia ese país registra un valor superior a 1.800 durante la mayor parte del periodo 2000-2016, indicando una alta concentración; por contraste, el IHH del total de exportaciones de Colombia solo superó ese nivel en los años de más altos precios internacionales de los productos básicos (2011-2014).
El valor del IHH de las exportaciones hacia EE.UU. es explicado por los minero-energéticos, que en 2014 representaron el 73.2% del total; y siguen pesando, aunque la caída de sus precios redujo la participación al 61.1% en 2016.
El problema de esa concentración es el surgimiento de EE.UU. como potencia energética. Su producción de petróleo está creciendo aceleradamente, lo que le permitió sustituir parte de sus importaciones y entrar nuevamente como exportador. En gas natural se convirtió en el primer productor mundial, de forma que sus precios internos cayeron e impulsaron el creciente uso en la industria, en reemplazo del carbón.
Tener esa alta concentración se reflejó en un superávit comercial de Colombia mientras los precios de los minero-energéticos fueron altos y en un déficit desde que empezaron a caer. La dificultad estriba en que el déficit tenderá a ser estructural, pues, además de que EE.UU. está disminuyendo las compras de petróleo y carbón de numerosos proveedores, las reservas petroleras de Colombia están cayendo.
La alta concentración también oculta los avances que se registran en las demás exportaciones, que son las que realmente se benefician del TLC. La Ministra de Comercio ha señalado que entre 2012 y 2016 ellos crecieron 12.3% y el número de empresas exportadoras aumentó en 17.5%; esos resultados son destacables teniendo en cuenta los factores externos mencionados.
Los beneficios potenciales de los TLC son de largo plazo. Para obtenerlos, Colombia tiene que romper con esa alta concentración de las exportaciones, por lo que es imperativo acelerar ese proceso gradual resaltado por la ministra. También es deseable que ciertos empresarios, en lugar de plegarse a las evaluaciones pesimistas de los críticos, hagan un acto de contrición y tomen decisiones para mejorar su productividad y aprovechar los acuerdos comerciales.
Más diversificación
Publicado en Ámbito Jurídico el 16 de noviembre de 2009
Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” ("Crisis mundial, protección e industrialización").
Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.
También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.
Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.
Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.
Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.
Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.
¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?
Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).
El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.
Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.
Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).
Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.
De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.
Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.
Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.
La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.
Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.
En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.
Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” ("Crisis mundial, protección e industrialización").
Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.
También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.
Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.
Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.
Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.
Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.
¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?
Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).
El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.
Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.
Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).
Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.
De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.
Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.
Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.
La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.
Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.
En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.
Concentración de exportaciones
Publicado en el diario La República el 18 de julio de 2008
La semana anterior El Tiempo publicó un artículo sobre la concentración de las exportaciones colombianas; en una sección se recogieron parcialmente algunas opiniones que presenté en un debate en Fedesarrollo y en un foro de La República. La apretada síntesis no refleja adecuadamente mi posición sobre el tema, razón por la cual me permito hacerla expresa en esta columna.
La diversificación de exportaciones es un tema de política económica importante para un país. La reciente publicación de la CEPAL “La transformación productiva 20 años después”, enfatiza en tres impactos: reducción de la volatilidad de los términos de intercambio y por lo tanto disminución de los efectos de las crisis externas; vinculación con la transformación productiva, lo que implica mayor incorporación de conocimiento en la producción; y contribución a la creación de nuevas ventajas comparativas, incursionando en nuevos campos de actividad.
La mayoría de análisis sobre Colombia señala que las exportaciones son altamente concentradas. Es una realidad incontrovertible, pero son con frecuencia enfoques estáticos y poco dicen sobre la dinámica de los indicadores o sobre la comparación con otros países.
Una evaluación completa de los resultados obtenidos con las políticas de diversificación de exportaciones debe abarcar dos dimensiones: una macro y una micro o sectorial. En la primera hay que examinar la concentración por mercados y por productos. En la segunda, la concentración de productos en un mercado particular y la concentración del comercio a nivel de firma.
El Índice de Herfindahl–Hirschman (IHH) de Colombia para el periodo 2000-2007 muestra un avance notable en la diversificación de mercados de exportación; de un nivel de 2.625 bajó a uno de 1.587 (el índice varía entre cero y 10.000; valores más altos corresponden a mayor concentración). En el contexto latinoamericano Colombia es el país que más ha mejorado el índice y su nivel de IHH está en una posición intermedia; el de mayor concentración es México (con un IHH de 7.269) y el de menor es Brasil (568).
Por productos también hay una marcada tendencia a incrementar la diversificación, pues el IHH por partida arancelaria (4 dígitos) pasó de 1.132 a 607 en el periodo analizado. Entre los países de América Latina sólo Colombia y los centroamericanos mejoraron el indicador.
El análisis de productos en un mercado se basa en el concepto de dependencia de las exportaciones de un mercado específico; el grado de dependencia es el total exportado por una partida al país X como porcentaje de las exportaciones de esa partida a todo el mundo.
Las exportaciones de Colombia registran una alta dependencia de Estados Unidos y Venezuela. En 2007 el 55% del valor exportado al primero y el 32% del segundo correspondió a partidas que tenían dependencia superior al 90%. Pero en ambos casos ella se concentra en unos pocos productos; si el análisis se hace sin petróleo para Estados Unidos y sin ganado en pie, carne, automóviles y hortalizas para Venezuela, los valores con niveles de dependencia mayores al 90% se reducen a 21% y a 9% de las exportaciones, respectivamente.
En el caso de comercio a nivel de firma, un estudio del Banco de la República, liderado por Enrique Montes, demostró que en Venezuela sólo el 3.5% de las empresas que exportaron en 2006 tenían en sus ingresos operacionales una dependencia de ese mercado superior al 40%.
Por lo tanto, es evidente que Colombia viene avanzando en la diversificación de sus exportaciones. Pero más importante es que el país tiene una política orientada a fortalecer esas tendencias y hay un fuerte vínculo entre la política de inserción en la economía globalizada y la política de transformación productiva.
La semana anterior El Tiempo publicó un artículo sobre la concentración de las exportaciones colombianas; en una sección se recogieron parcialmente algunas opiniones que presenté en un debate en Fedesarrollo y en un foro de La República. La apretada síntesis no refleja adecuadamente mi posición sobre el tema, razón por la cual me permito hacerla expresa en esta columna.
La diversificación de exportaciones es un tema de política económica importante para un país. La reciente publicación de la CEPAL “La transformación productiva 20 años después”, enfatiza en tres impactos: reducción de la volatilidad de los términos de intercambio y por lo tanto disminución de los efectos de las crisis externas; vinculación con la transformación productiva, lo que implica mayor incorporación de conocimiento en la producción; y contribución a la creación de nuevas ventajas comparativas, incursionando en nuevos campos de actividad.
La mayoría de análisis sobre Colombia señala que las exportaciones son altamente concentradas. Es una realidad incontrovertible, pero son con frecuencia enfoques estáticos y poco dicen sobre la dinámica de los indicadores o sobre la comparación con otros países.
Una evaluación completa de los resultados obtenidos con las políticas de diversificación de exportaciones debe abarcar dos dimensiones: una macro y una micro o sectorial. En la primera hay que examinar la concentración por mercados y por productos. En la segunda, la concentración de productos en un mercado particular y la concentración del comercio a nivel de firma.
El Índice de Herfindahl–Hirschman (IHH) de Colombia para el periodo 2000-2007 muestra un avance notable en la diversificación de mercados de exportación; de un nivel de 2.625 bajó a uno de 1.587 (el índice varía entre cero y 10.000; valores más altos corresponden a mayor concentración). En el contexto latinoamericano Colombia es el país que más ha mejorado el índice y su nivel de IHH está en una posición intermedia; el de mayor concentración es México (con un IHH de 7.269) y el de menor es Brasil (568).
Por productos también hay una marcada tendencia a incrementar la diversificación, pues el IHH por partida arancelaria (4 dígitos) pasó de 1.132 a 607 en el periodo analizado. Entre los países de América Latina sólo Colombia y los centroamericanos mejoraron el indicador.
El análisis de productos en un mercado se basa en el concepto de dependencia de las exportaciones de un mercado específico; el grado de dependencia es el total exportado por una partida al país X como porcentaje de las exportaciones de esa partida a todo el mundo.
Las exportaciones de Colombia registran una alta dependencia de Estados Unidos y Venezuela. En 2007 el 55% del valor exportado al primero y el 32% del segundo correspondió a partidas que tenían dependencia superior al 90%. Pero en ambos casos ella se concentra en unos pocos productos; si el análisis se hace sin petróleo para Estados Unidos y sin ganado en pie, carne, automóviles y hortalizas para Venezuela, los valores con niveles de dependencia mayores al 90% se reducen a 21% y a 9% de las exportaciones, respectivamente.
En el caso de comercio a nivel de firma, un estudio del Banco de la República, liderado por Enrique Montes, demostró que en Venezuela sólo el 3.5% de las empresas que exportaron en 2006 tenían en sus ingresos operacionales una dependencia de ese mercado superior al 40%.
Por lo tanto, es evidente que Colombia viene avanzando en la diversificación de sus exportaciones. Pero más importante es que el país tiene una política orientada a fortalecer esas tendencias y hay un fuerte vínculo entre la política de inserción en la economía globalizada y la política de transformación productiva.
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