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Sexta mejor economía del mundo

martes, 17 de diciembre de 2024
Publicado en Portafolio el 17 de diciembre de 2024

El 11 de diciembre el presidente Petro escribió en X: “La revista liberal The Economist nos sitúa sextos entre las mejores economías del mundo en 2024”.

Es evidente que el presidente confunde las 37 economías OCDE tomadas por The Economist, con las 193 de la ONU. Además, partiendo de ese ranking, que se basa en cinco variables económicas, Petro saca una conclusión fantástica sobre su gobierno en otro “tuit”: “pasar a un sistema económico productivo y salir del extractivismo fósil es un éxito”.

The Economist no explica la metodología; solo indica que tomaron cinco variables: variación del PIB en año corrido o el último trimestre anualizado; variación real de los precios de las acciones; inflación básica; puntos porcentuales de cambio de la tasa de desempleo entre diciembre de 2023 y octubre de 2024; y una estimación del balance primario como porcentaje del PIB.

Analizando los resultados se colige que se hizo un ordenamiento de cada variable y se estableció el puesto ocupado por cada economía. Luego, el puesto definitivo ocupado fue el ordenamiento de la suma o del promedio simple de los puestos ocupados en cada una de las cinco variables mencionadas. De ahí salió el sexto lugar de Colombia; nada que ver con el "extractivismo fósil".

No es claro el cálculo del crecimiento del PIB para Colombia en el ranking (2,6%), pues no coincide con ninguna de las variaciones publicadas por el Dane. Además, las proyecciones para 2024 le apuntan en el mejor de los casos a un escaso 2,0%; la OCDE estima 1,8% y el Banco de la República 1,9%.

El balance primario es un indicador muy útil en otros contextos, pero en el de este ranking termina siendo engañoso, pues si hay una variable en la que existe gran preocupación tanto de los analistas nacionales como internacionales es el estado crítico de las finanzas públicas colombianas. Entre 43 economías a las que The Economist hace seguimiento, hay 33 que tienen mejor balance fiscal que el déficit proyectado para Colombia (-5,7% del PIB).

Un hecho curioso es el puesto 20 de Estados Unidos en el ranking. Comparemos y saquemos conclusiones: crecimiento del PIB de EEUU 2,5% versus Colombia 2,6%; precios de las acciones 23,6% versus 16,5%; inflación básica 3,5% versus 6,0%; variación desempleo +0.4% versus -0,7%; balance primario -3,7% versus -0,1%.

Si a partir de ese ranking Petro cree que la economía colombiana es mucho mejor que una economía como la de EEUU que registra mayor crecimiento del PIB per cápita, una inflación más cercana a su meta, un mercado de valores muchísimo más profundo y un mercado laboral cerca del pleno empleo, definitivamente es que el Gobierno del Cambio está delirando.

PIB en graves problemas

jueves, 22 de febrero de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 22 de febrero de 2024 

El mundo está en un proceso de reingeniería de la globalización, cuya principal manifestación es el nearshoring, que consiste en la reubicación de empresas cerca de sus consumidores; para el caso de América, las empresas retornan a Estados Unidos o se establecen en países cercanos. 

En ese contexto, las economías latinoamericanas luchan por atraer la inversión de empresas que produzcan en ellas para exportar a Estados Unidos. Atraerlas implica brindar estabilidad en las reglas de juego, disponibilidad de capital humano de alto nivel, infraestructura adecuada, ventajas competitivas y creciente productividad.

Pareciera que Colombia no quiere subirse a ese tren. Las reglas de juego cambian frecuentemente y la creciente incertidumbre afecta negativamente la inversión; en 2023 la formación bruta de capital cayó en 24,8% anual y el rubro más afectado fue el de maquinaria y equipo (-16,2%), que se considera como un indicador de la inversión privada.

Igual de grave o más es la caída de la inversión en infraestructura, que es básica para la productividad y la competitividad y es un indicador de la inversión pública. El rubro “Otros edificios y estructuras”, que incluye la construcción de carreteras y proyectos de servicio público, no ha recuperado el nivel anterior a la pandemia; su valor total en 2023 fue menor en 36,4% al de 2019.

Por sectores, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) revela que el crecimiento prácticamente quedó estancado desde finales de 2021, como consecuencia de la pérdida de dinamismo de minería, construcción, comercio e industria. El valor agregado (PIB) en los dos primeros se mantiene por debajo de los niveles prepandemia, el del comercio se estancó desde el cuarto trimestre de 2021 y el de la industria viene en caída desde el tercer trimestre de 2022.

Colombia no aprovechó el ciclo de precios alcistas del mercado internacional después de la pandemia, lo que se puede explicar por la situación descrita. En esta materia, hay un grave problema estructural de las exportaciones que debería ser tema de gran debate, pero pasa desapercibido: desde 2018 el volumen exportado cayó continuamente tanto en las exportaciones minero-energéticas como en las demás; en los años en que creció el valor de las exportaciones fue por un efecto precio; la canasta exportadora sigue altamente concentrada en minero-energéticos; y el TLC con Estados Unidos no se ha aprovechado.

En síntesis, la economía colombiana parece estar en otra galaxia que no tiene nada que ver con el nearshoring; la productividad no crece y sectores productivos de alto impacto en el PIB y en el empleo lucen estancados o en franco retroceso. ¿Cuándo habrá un programa de reactivación y de solución de los problemas estructurales?

La destrucción del agro

jueves, 24 de noviembre de 2022

 

Publicado en Portafolio el 24 de noviembre de 2022

En el lanzamiento del Informe Nacional de Competitividad, el director del DNP afirmó: “Vimos pasar las importaciones de alimentos básicos de un millón de toneladas a 15 millones… El pésimo manejo que hicimos de la bonanza del petróleo y del carbón… nos llevó a destruir el aparato agropecuario del país…”.

Aun cuando no quedó claro si la destrucción del agro es consecuencia de las importaciones y/o de la bonanza, cabe presumir que es por lo primero, pues la bonanza también fue de precios de los productos agropecuarios. Además, culpar a las importaciones es consistente con la hipótesis de soberanía alimentaria, que suscribe el presidente Petro.

Es obvia la necesidad de profundos cambios para sacar el agro del atraso. Pero, según el Dane, este año el sector agropecuario ha generado el 5,9% del PIB; más que la construcción (4,8%), el sector financiero (4,8%), la minería (3,9%) y las comunicaciones (3,2%), y ninguno de ellos está destruido. Además, ese aporte supera al de México (3,4%), Brasil (5,2%) y Chile (3,3%), que son destacados exportadores de productos agropecuarios.

El sector agropecuario aporta el 14,7% del empleo nacional en lo corrido de este año y solo es superado por el comercio (18,1%). Esa contribución es muy superior a la observada en los países mencionados. Las importaciones del ámbito agro (OMC), fueron 13,8 millones de toneladas en 2021. Lo primero que sobresale es que ellas no son solo “alimentos básicos”; hay muchas materias primas que son utilizadas para elaborar insumos de la actividad agropecuaria; por ejemplo, tortas de soja y preparaciones para la fabricación de alimentos para animales.

Lo segundo, es que 10 productos representaron el 83,8% del volumen total; maíz, trigo y cebada fueron el 60,2%. En maíz, la producción nacional ha seguido aumentando; pero sustituir las importaciones, como lo plantea la ministra de agricultura, implica triplicar los rendimientos por hectárea para sustituir el 67% de las importaciones, que es abastecido por Estados Unidos. La alternativa es subir los precios de la carne, al usar solo maíz nacional en la producción de alimentos concentrados.

Lo tercero es que las importaciones de trigo y cebada son prácticamente el 100% del consumo nacional, porque son productos típicos de las zonas templadas y no del trópico. Se podrían sembrar en el país; pero como la productividad sería muy baja, los consumidores tendrían que pagar pan y cerveza a precios muy superiores a los actuales.

El director del DNP es un destacado académico y gran conocedor de los problemas del país. Por eso no debería contagiarse de sus colegas, que lanzan juicios sin evaluar las potenciales consecuencias negativas para el país y para el propio gobierno.

¡A cambiar de país!

lunes, 15 de octubre de 2012
Publicado en Portafolio el viernes 12 de octubre de 2012

Debo aclarar que no hablo de Colombia… ¡Me refiero a Brasil!

Diversos analistas vienen insistiendo en que hay que mirar a Brasil no solo por su vistoso fútbol; que la política industrial de Brasil debe ser el modelo para Colombia; que Brasil no se ha desindustrializado mientras que Colombia lo está haciendo aceleradamente; que Brasil rompió su dependencia de exportaciones de productos primarios y, en cambio, nosotros dependemos cada vez más de ellos; que Brasil es una economía más desarrollada que Colombia porque su política macroeconómica es mejor; etcétera.

No hay duda; es un país con muchos atributos: es el más extenso de América Latina; la economía de mayor tamaño en la región, al menos mientras no se cumplan las proyecciones del Nomura Equity Research en las que México la desplaza; y fabrica aviones, y nosotros no; y es el líder mundial en la producción de biocombustibles, y nosotros no; y es un gran exportador de pollo, y nosotros no; además, es un país BRIC, aun cuando ya algunos analistas, incluido el propio Jim O’Neill autor del famoso acrónimo, ven su posible exclusión por el pobre desempeño económico de los años recientes (Wall Street Journal “La desaceleración pone en duda el modelo de crecimiento brasileño”).

Con todo esto, no hay más opción; hay que mirar y analizar a Brasil con más detalle… ¡Y qué sorpresas las que se encuentran!

¡Que Brasil tiene riesgos de enfermedad holandesa! ¿Y por qué? ¿No dizque era un país que había diversificado sus exportaciones? Bueno, pues eso lo afirma nada más y nada menos que el renombrado Jim O’niell: "Brasil enfrenta dos desafíos. Uno es reducir su vulnerabilidad a la “enfermedad holandesa”, esto es, ser menos dependiente de la persistente mejora en sus términos de intercambio ocasionada por el aumento de los precios de los commodities… Segundo, necesita deshacerse de la apreciación de su moneda o se volverá más y más dependiente de los commodities”.

Ese diagnóstico, lejos de resultar concordante con las apreciaciones sobre la gran diversificación, es consistente con la percepción del Wall Street Journal: “En los últimos años, Brasil diseñó un salto a la prosperidad basado en un crecimiento acelerado alimentado por sus inmensos recursos naturales”.

Quizás pudieran ser cosas del azar, pues, según el World Economic Forum, Brasil es una economía más competitiva que Colombia. De todos modos es bueno explorar más.

En el libro del BID “La era de la productividad” se incluye un cálculo de la productividad total de los factores con relación a la de Estados Unidos. Pues la de Brasil y la de Colombia son similares (gráfico 2.7). Y en el cálculo de la productividad laboral relativa por sectores, Brasil nos supera en la del sector agropecuario, pero Colombia registra un nivel mayor en industria y en servicios, tanto en 1973 como en 2004 (gráfico 3.5); no obstante, el crecimiento de la productividad total de los factores en el sector de agricultura en 1961-2007 es superior en Colombia que en Brasil (gráfico C recuadro 3.2).

Ya entrados en gastos, por qué no explorar otros indicadores macroeconómicos y sectoriales.

Por ejemplo, el análisis del PIB en dólares constantes de 2000 durante los últimos 50 años muestra que la tasa media de crecimiento anual de Brasil fue superior a la de Colombia en las dos primeras décadas, pero inferior en las tres siguientes. Es más, también la dinámica del PIB colombiano a precios de paridad en dólares internacionales constantes en las últimas tres décadas (que es el periodo disponible en las series del Banco Mundial), es superior al brasileño.

A nivel sectorial, en el valor agregado industrial (que incluye minas, manufacturas, construcción, electricidad, gas y agua) hay información de las últimas cuatro décadas y aquí ha sido intercalado el resultado. Brasil creció más en las décadas de los años setenta y noventa, pero Colombia fue mejor en las de los ochenta y la primera de este siglo. Igual comportamiento se registra en el sector manufacturero, del cual solo hay datos del Banco Mundial para las dos últimas décadas.

¿Qué podemos concluir? Pues básicamente que en las décadas recientes ha sido mejor el desempeño de Colombia que el de Brasil. Las diferencias en el nivel de desarrollo parecen haberse gestado en las décadas de los sesenta y setenta (quizás antes), cuando algunos sectores lograron su desarrollo (aeronáutica y avicultura, por ejemplo). Pero en las siguientes décadas la brecha se ha reducido.

Por lo tanto, lo que nos están vendiendo es un Brasil modelo 60 o 70 del siglo pasado y no uno del siglo XXI. Sin embargo, ese fue el que aplicó Colombia por décadas; lo que deberían preguntarse los vendedores es por qué allá funcionó y aquí no… y buscarse otro país como ejemplo de éxito reciente.

Industria y PIB

lunes, 18 de julio de 2011
Publicado en el diario La República el 7 de julio de 2011


El debate sobre la desindustrialización colombiana aparece y desaparece con alguna frecuencia; y de forma persistente se señala la pérdida de 10 puntos porcentuales en la participación de la industria en el PIB como demostración de la existencia de ese fenómeno.

El debate también está presente en las economías desarrolladas; pero le dan más importancia a la menor participación de la industria en el empleo que en el valor agregado en el PIB.

Por lo tanto, la desindustrialización es un hecho que se registra en cualquier economía y puede ser ocasionado por efectos de la política económica, o por la tendencia natural del desarrollo económico, postulada por economistas como Simon Kuznets, W.W. Rostow y Hollis Chenery. Según Kusnetz “desde hace tiempo se sabe que el crecimiento económico moderno implica cambios en la composición sectorial de la economía”.

De los 9.6 puntos porcentuales que perdió la industria en su participación en el PIB entre 1974 y 2010, el 55% obedece a cambios en la metodología o el periodo base de las cuentas nacionales. Así lo señala el Dane en un documento sobre el cambio de base del 2000 al 2005: “Comparando los resultados arrojados por las dos bases, se observan algunas modificaciones de la estructura productiva sectorial del año 2005, explicadas por los cambios en la importancia relativa en el valor de la producción (determinada por los volúmenes producidos y los correspondientes precios al productor) y por el comportamiento de las relaciones técnicas de producción de las actividades económicas, en particular del coeficiente técnico del consumo intermedio (C.I./Producción)”.

Esto indica dos fuentes de modificación. Cambios en la tecnología de producción, que se reflejan en mayor productividad. Y cambios en los precios relativos, por mejoras en eficiencia y productividad; si el precio de un bien es menor en términos de otros bienes, el mismo volumen de producción “valdrá” menos al expresarse en el nuevo precio.

De igual forma, los elevados precios de la industria durante la implementación del modelo proteccionista, muy superiores a los que se registran en una economía abierta, sobrestiman el valor agregado de este sector.

Por último, la calidad y la disponibilidad de la información afectan la composición sectorial del PIB. Hoy existe mayor oferta de estadísticas y con mejores metodologías que unas décadas atrás; como consecuencia, las mediciones recientes pueden indicar que el valor agregado de un sector es inferior o superior al estimado antes.

Con relación a la política económica, hay estudios que muestran cómo el modelo de sustitución de importaciones, que propendía por la industrialización, paradójicamente la truncó y evitó que siguiera una senda “normal”. Little, Scitovsky y Scott (“Industria y Comercio en algunos países en desarrollo”) señalan varios factores que frenaron el desarrollo industrial: subutilización de la capacidad instalada, por el uso de equipos sobredimensionados al tamaño del mercado; problemas de oferta de insumos importados, por las demoras en los trámites de licencias; escasa dinámica de la demanda por los altos precios resultantes de los elevados aranceles; y falta de financiación a las empresas por la atrofia del sector financiero (efecto “represión financiera”).

En consecuencia, el sector industrial de Colombia no alcanzó la participación esperada en el PIB (como en otras economías de la región), la estrechez del mercado forzó a su prematura declinación y, probablemente, su peso real se sobreestimó por los altos precios.

Esos son interesantes temas de investigación que pueden contribuir a explicar el 45% de la pérdida de participación de la industria en Colombia. Queda el balón en el campo de la academia y de los críticos de la política industrial.

Revolcón sectorial

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 12 de noviembre de 2008


¡Se cayó la agricultura! ¡Aun no comienza el TLC y ya el sector agropecuario muestra su debilidad! ¡Se aceleró la desagrarización de la economía colombiana!

Expresiones como esta se han demorado en aparecer en las opiniones de ciertos analistas. Pero surgirán cuando desprevenidamente comparen la cifra del peso relativo del agro que todos tenemos en la memoria (12% del PIB) con la publicada para el segundo trimestre de 2008: 8%.

Esto significa que el valor agregado del agro como porcentaje del PIB fue superado por el comercio (11%) y que el de la construcción (5%) se le acerca, pues es el sector que más está ganando participación.

¿Qué ocasionó este trastorno? La respuesta está en algunos ajustes metodológicos en el cálculo del valor agregado sectorial y en el cambio de base de las cuentas nacionales, que pasó de contabilizar el PIB con precios de 1994 a hacerlo con precios de 2000.

El Dane aclaró en una nota metodológica que en la nueva estimación hay dos cambios que reducen la participación del sector agropecuario: la exclusión de los ilícitos y la contabilización de la trilla de café en el sector industrial.

Los cultivos ilícitos fueron introducidos en el cálculo del PIB desde al año 1994; en ese año su valor agregado representó el 1.1% del PIB. Luego de alcanzar un máximo de 1.5% en los años 1999 y 2000, su participación descendió continuamente, como consecuencia de las políticas de erradicación de cultivos, hasta 0.5% en 2007.

Con relación al café, el cambio repercutió en una menor participación de 0.8 puntos porcentuales de la agricultura en el PIB, pero sólo incrementó la del sector industrial en 0.13 puntos porcentuales.

Cuando se compara la participación de los demás sectores en 2007 con las dos bases, se observa que sólo ganan participación la minería, el comercio, los servicios a las empresas y los servicios sociales. En los demás casos se reduce el peso relativo. Si bien hay algunos ajustes metodológicos adicionales a los mencionados, ellos no alcanzan a explicar la totalidad de los cambios.

Queda por lo tanto el impacto que ocasiona el cambio de base. Es ampliamente conocido que el año base de referencia se debe actualizar con alguna frecuencia y que ella implica cambios en los niveles de algunos sectores y en las tasas de crecimiento resultantes.

Este hecho fue evidente con los resultados de 2007. Con la base anterior, se anunció que la economía creció 7.5%; pero con la publicación de la nueva base el crecimiento fue de 8.2% (la revisión posterior lo dejó en 7.7%).

Las diferencias surgen porque el cambio de año de referencia arrastra múltiples factores que modifican los precios relativos de la economía, como por ejemplo, el impacto de los avances tecnológicos o de las diferencias en competitividad entre sectores.

Señala el economista Olivier Blanchard que en el caso de los Estados Unidos, con el cambio de base “se escribía, de hecho, la historia económica cada cinco años”. Para solucionar el problema el Bureau of Economic Analysis (BEA) empezó a calcular desde 1995 el PIB real con un método de índices encadenados. Con esa metodología se usa una base móvil que compara dos años seguidos y reduce los efectos que producen los precios en los pesos relativos de cada sector y en sus tasas de crecimiento.

Nadie duda del profesionalismo del Dane y de su esmero por incorporar las mejoras en la calidad de la información al cálculo del PIB. Sería importante avanzar adoptado una metodología de encadenamientos como complemento de la información actual. Entretanto, el esfuerzo podría orientarse a recalcular series largas que faciliten la vida de los investigadores que las necesitan.

Blindaje anti-revaluación

Publicado en el diario La República el 4 de octubre de 2007


El PIB del segundo trimestre indica que la economía mantiene su dinámica. Todos los sectores crecieron más que en igual periodo de 2006, con excepción del sector de la construcción que aminoró su crecimiento.

De los 48 subsectores que el Dane desagrega en la presentación del PIB, 36 crecieron más que en el segundo trimestre de 2006; este resultado mejora el observado en igual periodo del año anterior, cuando sólo 19 subsectores tuvieron un crecimiento superior al de 2005.

Además, las cifras mensuales de empleo, industria manufacturera y comercio minorista corroboran que la economía no registra señales de desaceleración.

Estos resultados y la marcada apreciación del peso en el presente año no parecen compatibles. Conceptualmente, la revaluación supone menor competitividad de las exportaciones y probables impactos negativos en producción y empleo ¿Qué puede explicar esta aparente contradicción? Una lista no exhaustiva debe incluir los siguientes factores:

1. La incertidumbre es el entorno natural en el que se desenvuelven los empresarios y ellos no son indiferentes a los cambios en las variables que los impactan. Frente al riesgo cambiario la respuesta lógica es la cobertura, para lo cual cuentan con varias alternativas.

La primera tiene que ver con las importaciones de insumos y bienes de capital. Esta cobertura se puede medir como el cociente entre las importaciones y las exportaciones de cada empresa; en el primer semestre de 2007 el 40% del valor exportado por el país tuvo una cobertura superior al 20%, el 24% una cobertura entre 1 y 20% y el 36% no tuvo cobertura.

La segunda es el endeudamiento privado externo, que creció US$1.775 millones hasta mayo de 2007, mientras que en igual periodo de 2006 se había reducido en US$108 millones.

Por último, están los instrumentos financieros. El mercado de forwards del sector real ha crecido notablemente; los promedios de US$1.000 millones en 2004, tanto en compra como en venta, dieron paso a niveles superiores a US$5.000 millones en 2007.

2. Aumento de la productividad. En el caso del sector industrial los cálculos del Dane indican que la productividad laboral creció al 9% anual durante el segundo trimestre de 2007.

3. La utilización de las medidas de apoyo que el gobierno ha adoptado con el fin de preservar el empleo y evitar la pérdida de mercados internacionales.

4. Reducción de márgenes de utilidad o absorción de pérdidas, cuando se percibe que el problema es transitorio.

Todas estas acciones amortiguan el impacto negativo que puede ocasionar la apreciación de la moneda y contribuyen a explicar por qué los indicadores de actividad económica siguen siendo positivos.

Adicionalmente, la mejora en los precios internacionales –no sólo de los productos básicos– ha contribuido a atenuar los impactos. Para examinar el tema se calcularon los precios implícitos promedio para los principales 35 productos de exportación –que representaron el 54% del total en el primer semestre de 2007–; luego se expresaron en moneda local y se promediaron por semestre.

Los resultados indican que 18 productos tuvieron variaciones positivas anuales y, por lo tanto, compensaron la caída de la tasa de cambio. Los otros 17 registraron caídas, pero sólo 7 en mayor magnitud que la revaluación promedio del primer semestre (9.5% anual).

Lo anterior no desconoce que hay empresas golpeadas por la revaluación o que se han visto abocadas a la quiebra. Muestra que algunas no han tenido alternativas, mientras que otras han adoptado estrategias de compensación, aplicando el dicho popular: “camarón que se duerme…”.