Publicado en el diario La Republica el 1 de marzo de 2007
En su reciente visita a Colombia, la Representante Demócrata, Linda Sánchez, señaló que el TLC con Estados Unidos arrasará con el sector agropecuario. Como prueba aportó lo ocurrido en México con el Nafta, que, según ella, ocasionó un desastre, especialmente en el emblemático cultivo del maíz. Esta percepción es aceptada sin discusión por muchos críticos de las negociaciones comerciales.
Es innegable que el crecimiento de la economía mexicana no ha registrado un comportamiento similar al de China y que en el sector agropecuario subsisten problemas serios de pobreza, distribución del ingreso, reducción del ingreso real, migración, rigidez en los mercados de tierras, y rezagos en tecnología e infraestructura, entre otros. Pero atribuir todos los males al tratado con Estados Unidos y Canadá es desconocer la historia de México y olvidar que varios de ellos son complejos problemas estructurales de vieja data.
La posición de los críticos se mantiene inmune a la creciente evidencia empírica que refuta la existencia de tal desastre. Según las cifras oficiales de México, en el periodo 1994-2004 los crecimientos del PIB agropecuario y del PIB agropecuario por habitante rural (1.9% anual en ambos casos) fueron mayores que en los periodos 1980–1990 y 1989–1993.
El documento de la Cepal “México: crecimiento agropecuario, capital humano y gestión del riesgo”, comprueba que en el periodo 1988–1993 las tasas medias anuales de crecimiento del valor agregado de los subsectores agrícola, pecuario y pesca y caza fueron negativas, mientras que en el periodo 1993–2003 fueron positivas.Un estudio realizado por Andrés Rosenzweig, consultor de la Cepal, concluye que entre 1993 y 2003 la producción de los diez cultivos básicos “registró un aumento acumulado de 4.5 millones de toneladas”; adicionalmente, las exportaciones y las importaciones agropecuarias crecieron a una tasa similar, la productividad laboral agrícola creció, y se diversificaron las exportaciones agroalimentarias y pesqueras.
Con relación al maíz, la producción no dejó de crecer. Su tasa media anual de crecimiento en el periodo 1984–1994 fue de 3.61% y la del periodo 1994-2004 fue de 1.74%. El área cosechada se redujo, lo que indica que el incremento en la producción refleja mejor tecnología; los rendimientos aumentaron a una tasa media anual del 1.8% en el primer periodo y de 2.4% durante el segundo.
Si el menor crecimiento en la producción de maíz se atribuye al Nafta, se desconocerían las particularidades de la estructura agraria, la coyuntura internacional y la evolución de la producción en periodos anteriores. La producción de maíz se redujo en 3.2 millones de toneladas entre 1985 y 1989; una caída de esa magnitud y por cuatro años consecutivos no se ha apreciado en el periodo posterior a 1994.
El crecimiento de la producción después de 1994 se concentra en el maíz temporal (producción campesina tradicional). En efecto, mientras que la tasa media anual de crecimiento del maíz riego fue del 11.9% en el periodo 1984–1994, en el periodo 1994–2004 se contrajo al 0.2% anual; entre tanto, el maíz temporal se contrajo en el primer periodo al 0.3% anual, pero creció al 3.2% anual en el segundo.
No obstante que ese resultado permitió un aumento del 1.7% en la producción per cápita de maíz entre 1994 y 2004, la diferencia con el aumento del consumo per cápita se debió atender con importaciones.Es claro que estas cifras no hablan de una catástrofe, aun cuando tampoco de un milagro. Una mirada más equilibrada muestra una experiencia con lecciones valiosas para moderar los problemas y aprovechar mejor las oportunidades del TLC.
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