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Alcanzando el futuro deseado

viernes, 6 de agosto de 2010
Publicado en el diario La República el 5 de agosto de 2010


Con este título fue presentado la semana anterior el libro del cual soy coautor con Luis Guillermo Plata, Ministro de Comercio, Industria y Turismo. “Transformación productiva e internacionalización de Colombia", es el subtítulo, y hace referencia al contenido central.

El objetivo es poner al alcance de la sociedad, en términos fáciles de entender, la fundamentación y el proceso de implementación de dos políticas estructurales adoptadas durante el gobierno del presidente Uribe y lideradas por los ministros Jorge Humberto Botero y Luis Guillermo Plata.

Se trata de dos políticas que tendrán profundas repercusiones en la vida económica colombiana y de ahí la importancia de su apropiación por parte de todos los ciudadanos. Los efectos plenos de ellas toman tiempo en transmitirse, pero ya es un hecho que el país ha empezado a cambiar y así lo perciben los analistas internacionales.

Aun cuando el artículo 227 de la Constitución de 1991 señala que el Estado debe promover la integración con las demás naciones, y especialmente con las de América Latina y el Caribe, hasta 2002 no se había avanzado mayor cosa; apenas se negoció el G3 con México y Venezuela. Por eso sólo habíamos logrado acceso preferencial permanente para el 25 por ciento de las exportaciones, mientras que un grupo importante de países de la región ya lo había logrado para cerca del 80 por ciento.

La decisión del presidente Uribe de cerrar esa brecha mediante la política de internacionalización de la economía hace posible que Colombia termine el 2010 con once TLC negociados con 47 países, a los cuales, en el mediano plazo, podremos vender bajo condiciones preferenciales permanentes alrededor del 80 por ciento de las exportaciones. De esta forma estaremos alcanzando lo que otros países de la región lograron desde 2002.

La creciente competencia inmanente a la globalización y el aprovechamiento de los TLC hacen necesaria la modernización de la estructura productiva y la diversificación de la oferta exportadora. Por eso se capitalizaron las experiencias de los gobiernos anteriores y se diseñó una sólida institucionalidad para la política de competitividad; parte de esa política es la transformación productiva, mediante la cual doce sectores se fijaron la meta de convertirse en sectores de clase mundial.

Los sectores de clase mundial se caracterizan por alcanzar niveles de productividad similares o superiores a los del país más productivo, orientar parte de su producción al mercado mundial y registrar altas tasas de crecimiento.

Como lo señala Michael Porter en el prólogo, este libro "es una herramienta obligatoria para entender la impresionante transformación que ha sufrido Colombia, pero también resalta el trabajo que queda por delante".

Demanda interna y crecimiento económico

martes, 2 de febrero de 2010
Publicado en Ámbito Jurídico el 1 de febrero de 2010



En las recientes negociaciones del salario mínimo dos profesores universitarios que asesoraron a los sindicatos, argumentaron que la demanda interna es el principal componente del PIB y que el consumo de los hogares, que es el componente más importante de ella, viene perdiendo participación (El Tiempo, 14 de diciembre de 2009).

En su opinión, estos hechos justifican el incremento del salario mínimo del 8% solicitado por los representantes de los sindicatos, pues no sólo permitiría recuperar la participación del consumo de los hogares en el PIB sino que contribuiría a la reactivación de la economía por el mayor dinamismo de la demanda interna. También afirman que las exportaciones no pueden ser el motor que dinamice la economía por la crisis mundial y el cierre del mercado venezolano.

Este último punto refuerza las críticas de algunos sectores a la política de internacionalización que adelanta el gobierno. Aseveran que el énfasis de la política económica está en las exportaciones y no en el mercado interno, lo cual consideran erróneo por las diferencias que hay en su peso relativo dentro del PIB.

El argumento es aparentemente sólido. Sin embargo, un análisis cuidadoso muestra que no hay mayor novedad en él y que es errada la interpretación de los supuestos que orientan la política de internacionalización.

En primer lugar, la demanda interna, conformada por el consumo final de los hogares, el consumo del gobierno y la inversión, es el grueso del PIB en casi todas las economías del mundo. En Colombia representó el 102% del PIB en 2006, el 105% en Estados Unidos, 95% en Alemania, 99% en Japón, 97% en Brasil, 101% en México y 95% en Argentina.

En segundo lugar, el actual nivel de participación del consumo de los hogares en el PIB de Colombia (65.7% en 2008) no es atípico respecto a otras economías. Fue el 70.5% en Estados Unidos en 2006, 64.1% en Inglaterra, 58.4% en Alemania, 57.2% en Japón, 59.0% en Argentina, 55% en Chile y 60.4% en Brasil.

En tercer lugar, es cierto que el consumo de los hogares perdió participación, pero ello no significa que en términos reales haya caído, como lo insinúa el argumento de los asesores académicos de los sindicatos. Entre 1994 y 2007 este consumo pasó de $1.20 millones por habitante, en pesos constantes de 1994, a $1.45 millones, lo que equivale a un incremento del 20.3%.

El menor peso relativo responde a la mayor participación del gasto de consumo del gobierno a partir de la reforma constitucional de 1991 y más recientemente a la recuperación de la inversión; el primero pasó del 10% del PIB en 1993 al 23% en 1999, mientras que la segunda aumentó su participación hasta 27% en 2008, a partir del 13% que tenía en 1999.

En cuarto lugar, la política de internacionalización no busca sustituir la demanda interna por las exportaciones. El planteamiento de los críticos nace de una interpretación errada de la relación entre el comercio internacional y el crecimiento económico.

El papel del comercio en el crecimiento se percibe claramente a partir del concepto de los encadenamientos productivos, formulado por Albert Hirschman hace más de 50 años. Más importante que la magnitud de las exportaciones son los efectos que desencadena. No sólo hay unos efectos directos de generación de valor agregado y empleos en la producción y la logística de la exportación, sino unos indirectos que empiezan con la provisión de los medios de pago internacionales que brindan al país el acceso a bienes, servicios, tecnología y conocimientos que no produce. Esto abre a su vez una nueva cadena de creación de valor agregado y de empleos que no se darían en igual medida sin el comercio internacional.

El caso de China es un ejemplo contundente. En 1970 la suma de exportaciones más importaciones de bienes y servicios (indicador de apertura comercial) representaba el 5.3% del PIB. Las reformas realizadas a partir de 1978 impulsaron el crecimiento de las exportaciones y, de forma paralela, de las importaciones; entre ese año y 2006 las primeras se multiplicaron por 30, y las segundas por 33. Como consecuencia, hoy en día el comercio equivale a más del 72% del PIB. Pero no por ello se sacrificó la demanda interna; ella es el 92% del PIB, y el saldo neto de exportaciones menos importaciones aporta un 8% del PIB. ¿Podría la economía china crecer al 10% anual con un nivel de apertura del 5%? Pocos economistas en el mundo responderían afirmativamente.

De igual forma, la negociación de tratados de libre comercio que viene realizando el gobierno colombiano busca fortalecer los efectos dinamizadores del comercio internacional a partir del acceso preferencial permanente de nuestras exportaciones en los mercados de los principales socios comerciales.

En síntesis, la alta participación de la demanda interna en el PIB no es una característica exclusiva de Colombia, no es atípico el peso relativo del consumo final de los hogares y no hay evidencia de reducción del valor del consumo expresado en términos reales per cápita. Es razonable concluir que la política económica debe actuar sobre la demanda interna para reactivar la economía, y así viene ocurriendo con el plan contracíclico. Pero no se puede menospreciar el papel del comercio internacional como palanca de crecimiento por el hecho de estar atravesando por una coyuntura adversa.

Más diversificación

jueves, 14 de enero de 2010
Publicado en Ámbito Jurídico el 16 de noviembre de 2009



Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” ("Crisis mundial, protección e industrialización").

Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.

También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.

Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.

Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.

Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.

Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.

¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?

Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).

El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.

Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.

Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).

Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.

De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.

Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.

Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.

La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.

Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.

En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.

El mago Roubini

miércoles, 13 de enero de 2010
Publicado en el diario La República el 12 de junio de 2009


Nouriel Roubini pasó por aquí y a todos encantó. ¡Es verdad! Mágicamente, todos quedaron felices con sus argumentos y sus recomendaciones de política económica. El encanto fue tal que nadie ha cuestionado algunas de las afirmaciones que más divulgaron los medios y algunos analistas.

La reflexión y el contraste con otras declaraciones de Roubini pueden romper la magia.

El 8 de abril, según un cable de Bloomberg, Roubini pensaba que Colombia era una de las naciones de América Latina más golpeadas por la crisis y con pocas perspectivas de mejorar. Afirmó que la economía fue afectada por “choques comerciales, la caída de las exportaciones… y la masiva reducción de las remesas de trabajadores en España”.

Pero el 19 de mayo, cuando visitó al país, opinó que somos una de las economías sólidas de Latinoamérica: “Colombia, como otros países de la región aún están sujetos a una desaceleración debido a la crisis mundial, pero tiene aspectos fundamentales que la hacen sólida” (La República).

¿Y qué recomendó? Como el comercio es el principal canal de transmisión de la crisis, Roubini aconsejó reducir el peso de las exportaciones en el crecimiento económico y dar prioridad al mercado interno y al de los vecinos, “todo con el objetivo de reducir la dependencia de E.U., es decir que haya más comercio sur-sur" (Portafolio).

Tirios y troyanos, encantados, le dieron la razón. Y varios se regodearon diciendo que ellos ya habían advertido el error de dar tanta importancia al comercio internacional.

Pero no se cuestionaron por qué, en escasos 40 días, cambió tan radicalmente su opinión sobre el país. Tampoco de qué magnitud es la masiva caída de remesas de España y cuál es la fuente de la información, porque ese dato no existe desglosado en las estadísticas oficiales.

Según la balanza cambiaria, hasta mediados de mayo las remesas totales en dólares han caído apenas el 10%; pero en moneda local registran un incremento superior al 15%, por lo que su impacto macroeconómico sigue siendo positivo.

¿Y qué hay del desplome del comercio? Las exportaciones de Colombia se redujeron en el primer trimestre en 13% anual, en gran parte por un efecto precio, pues en volumen el total exportado creció cerca del 5%. Pero en otros países caen más: en Chile 42%; en Ecuador 44%, en Perú 32% y en Brasil 19%.

Más raro es que no cuestionen la propuesta de reducir la dependencia de Estados Unidos para reforzar el comercio sur-sur. Si aceptamos que Colombia ha sentido el impacto de la crisis porque el 37% de las exportaciones se orienta hacia ese mercado, ¿qué explica que las exportaciones caigan más en Perú, Brasil y Chile, que sólo le exportan el 18%, 14% y 11%, respectivamente?

Pero, bueno… ¿cómo rompemos la dependencia? ¡Sencillo! Si quitamos petróleo, carbón, café, flores, banano y oro, que representan el 86% de lo exportado a E.U., este país sólo representaría el 5% de nuestras exportaciones totales.

¡Listos! Ahora sólo tenemos que buscar entre nuestros vecinos quién nos compre US$11 mil millones en esos seis productos para fortalecer el comercio sur-sur. ¿Venezuela? ¿Ecuador? ¿Brasil? ¿México? ¿Bolivia?.

Nada fácil. Por eso el gobierno viene trabajando de forma ordenada en la diversificación de las exportaciones tanto en destinos como en productos, mediante las estrategias de negociaciones comerciales y de transformación productiva.

Sin duda, las ideas de Roubini sobre la crisis son más profundas y sensatas, pero fueron opacadas por sus opiniones poco fundamentadas sobre Colombia. Y fueron ellas las que tuvieron más eco entre los críticos de la política de inserción en la economía globalizada. Eso explica la magia.

Concentración de exportaciones

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 18 de julio de 2008


La semana anterior El Tiempo publicó un artículo sobre la concentración de las exportaciones colombianas; en una sección se recogieron parcialmente algunas opiniones que presenté en un debate en Fedesarrollo y en un foro de La República. La apretada síntesis no refleja adecuadamente mi posición sobre el tema, razón por la cual me permito hacerla expresa en esta columna.

La diversificación de exportaciones es un tema de política económica importante para un país. La reciente publicación de la CEPAL “
La transformación productiva 20 años después”, enfatiza en tres impactos: reducción de la volatilidad de los términos de intercambio y por lo tanto disminución de los efectos de las crisis externas; vinculación con la transformación productiva, lo que implica mayor incorporación de conocimiento en la producción; y contribución a la creación de nuevas ventajas comparativas, incursionando en nuevos campos de actividad.

La mayoría de análisis sobre Colombia señala que las exportaciones son altamente concentradas. Es una realidad incontrovertible, pero son con frecuencia enfoques estáticos y poco dicen sobre la dinámica de los indicadores o sobre la comparación con otros países.

Una evaluación completa de los resultados obtenidos con las políticas de diversificación de exportaciones debe abarcar dos dimensiones: una macro y una micro o sectorial. En la primera hay que examinar la concentración por mercados y por productos. En la segunda, la concentración de productos en un mercado particular y la concentración del comercio a nivel de firma.

El Índice de Herfindahl–Hirschman (IHH) de Colombia para el periodo 2000-2007 muestra un avance notable en la diversificación de mercados de exportación; de un nivel de 2.625 bajó a uno de 1.587 (el índice varía entre cero y 10.000; valores más altos corresponden a mayor concentración). En el contexto latinoamericano Colombia es el país que más ha mejorado el índice y su nivel de IHH está en una posición intermedia; el de mayor concentración es México (con un IHH de 7.269) y el de menor es Brasil (568).

Por productos también hay una marcada tendencia a incrementar la diversificación, pues el IHH por partida arancelaria (4 dígitos) pasó de 1.132 a 607 en el periodo analizado. Entre los países de América Latina sólo Colombia y los centroamericanos mejoraron el indicador.

El análisis de productos en un mercado se basa en el concepto de dependencia de las exportaciones de un mercado específico; el grado de dependencia es el total exportado por una partida al país X como porcentaje de las exportaciones de esa partida a todo el mundo.

Las exportaciones de Colombia registran una alta dependencia de Estados Unidos y Venezuela. En 2007 el 55% del valor exportado al primero y el 32% del segundo correspondió a partidas que tenían dependencia superior al 90%. Pero en ambos casos ella se concentra en unos pocos productos; si el análisis se hace sin petróleo para Estados Unidos y sin ganado en pie, carne, automóviles y hortalizas para Venezuela, los valores con niveles de dependencia mayores al 90% se reducen a 21% y a 9% de las exportaciones, respectivamente.

En el caso de comercio a nivel de firma, un estudio del Banco de la República, liderado por Enrique Montes, demostró que en Venezuela sólo el 3.5% de las empresas que exportaron en 2006 tenían en sus ingresos operacionales una dependencia de ese mercado superior al 40%.

Por lo tanto, es evidente que Colombia viene avanzando en la diversificación de sus exportaciones. Pero más importante es que el país tiene una política orientada a fortalecer esas tendencias y hay un fuerte vínculo entre la política de inserción en la economía globalizada y la política de transformación productiva.

De pobres a ricos

Publicado en Ámbito Jurídico el 8 de octubre de 2007


¿El nivel de desarrollo de Colombia avanzó en las últimas décadas? Sin duda. Los indicadores así lo demuestran: entre 1966 y 2004 la economía creció al 4% anual y el PIB per cápita al 1.9%; las exportaciones per cápita se multiplicaron por 13; la competitividad relativa mejoró; los indicadores de mortalidad bruta e infantil tienen tendencia descendente; la expectativa de vida, los indicadores de acceso a la educación, alfabetismo y cobertura de salud mejoraron continuamente.

¿Esto es suficiente? No lo es. El país no sólo necesita crecer, sino hacerlo a ritmos superiores a los de otros países; lo contrario implicaría rezagarse, seguir siendo pobres y aumentar las brechas con relación al bienestar de la población de los países desarrollados.

Colombia superó en apenas 0.1 puntos porcentuales el crecimiento del PIB per cápita mundial. Lamentablemente ese resultado no es suficiente para marcar la diferencia que permite a los países pasar de pobres a ricos. Angus Maddison muestra que Estados Unidos logró la supremacía económica con un crecimiento promedio del PIB per cápita de 1.7% anual entre 1820 y 1998, superando la media mundial en 0.5 puntos porcentuales. Los recientes casos de éxito de Asia, Irlanda y Chile superan el crecimiento del PIB per cápita mundial en más de un punto porcentual, con diferencias máximas en Corea y China (4.4 y 5.2 puntos porcentuales, respectivamente).

Varios análisis recientes comprueban que otros países están creciendo consistentemente más que nosotros y nuestra región. El nobel de economía Edward Prescott señala que “entre 1950 y 2001, el PIB per cápita de Europa se incrementó en 68% con relación al de Estados Unidos; el de Asia se incrementó en 244%, mientras que el de América Latina decreció en 21%”. Este resultado lo atribuye a los modelos proteccionistas adoptados desde la década del cincuenta.

La CAF en su último Reporte de Economía y Desarrollo destaca cómo entre 1960 y 1980 la productividad laboral colombiana avanzó lentamente con relación a la de Estados Unidos; a partir de este año se rezagó continuamente. Entre tanto, las economías asiáticas, que en los sesenta tenían similar nivel de desarrollo al nuestro, han incrementado su productividad tres veces más que la de Colombia y Latinoamérica. Estos resultados son corroborados por los datos que publicó la OIT hace unas pocas semanas; ellos indican que el PIB generado por un trabajador en Colombia apenas representó el 24% del obtenido por uno estadounidense en 2005 (en 1989 representaba el 32%).

Por último, el informe presentado por el profesor de la Universidad de Harvard Ricardo Hausmann al gobierno nacional, demuestra que las características de la canasta exportadora del país (diversificación, calidad, etcétera) contribuyen poco a impulsar el crecimiento económico. Por eso concluye que “en el corto plazo, el desafío para el crecimiento de Colombia es un desafío relacionado con las exportaciones”.

El gobierno tiene como objetivo superar estos problemas y buscar una senda de mayor crecimiento para cerrar las brechas de ingresos, con base en dos políticas: la inserción activa en la economía global y la transformación productiva.

Es un hecho que el panorama de la integración comercial de Colombia cambió sustancialmente en los últimos años y que seguirá haciéndolo en los próximos. Se espera que hacia el 2010 tengamos acceso preferencial permanente a un mercado de más de 1.300 millones de consumidores de 52 países.

Pero los tratados comerciales sin una economía competitiva de poco sirven; no sólo el mercado local se torna vulnerable, sino que se pierde la oportunidad de aprovechar el acceso preferencial. De ahí la importancia de la política de transformación productiva propuesta por el gobierno con fundamento en tres pilares: sectores de clase mundial, formalización laboral y empresarial, y salto en la productividad y el empleo.

Con los sectores de clase mundial se incentivará la inversión, nacional y extranjera, hacia sectores que puedan tener un impacto notable en la economía. Son sectores competitivos en el mercado internacional, con tecnología de punta, alto valor agregado, exportaciones de mayor calidad orientadas a mercados de niveles de ingreso alto y uso de mano de obra calificada. Se espera no sólo la generación de empleos sino un efecto derrame que se refleje en la demanda de producción de empresas nacionales, genere procesos de aprendizaje, transferencia de tecnología y aumento de productividad.

El alto grado de informalidad de la economía (59%) es un lastre para la competitividad. Es necesaria una lucha frontal para reducirla. Los cálculos del gobierno indican que disminuir la informalidad a un nivel como el de Chile (36%) podría elevar la productividad laboral relativa de un 20% a un 30% de la observada en Estados Unidos.

Los programas de competitividad se han fortalecido y se rediseñó la arquitectura institucional con el Sistema Nacional de Competitividad. Para el caso de las mipymes el gobierno aprobó recientemente un documento Conpes en el que se formula un enfoque integral de la política de desarrollo empresarial. Se espera diversificar y fortalecer las fuentes de financiación, impulsar la investigación y la transferencia de tecnología, entre otros.

Colombia tiene los diseños de política para alcanzar metas ambiciosas: ser el segundo o tercer país más competitivo de Latinoamérica, clasificarse como una economía de ingreso medio alto, tener más empleos de calidad, menos pobreza y mejor nivel de vida ¿Cerramos los ojos ante la evidencia y nos seguimos negando a ver más allá de las fronteras? ¿O aceleramos el paso y nos damos la oportunidad de saltar de pobres a ricos?

¿Colombia Compite?

martes, 29 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 15 de agosto de 2007

La regla de juego en la economía globalizada se llama competitividad. En el mercado doméstico y en el internacional, los empresarios enfrentan la competencia de países que antes no les competían y los productores de no transables ven cómo muchos de esos bienes ahora son transables.

Frente a ese fenómeno, el gobierno adoptó una estrategia que tiene dos componentes: la política de internacionalización y la de transformación productiva.

La primera se fundamenta en el papel del comercio internacional como palanca del crecimiento económico. La ejecución se manifiesta en una participación activa en la OMC y el desarrollo de una amplia agenda de negociaciones comerciales.

La segunda se orienta al fortalecimiento de la competitividad como instrumento para afrontar la creciente competencia de otros países y para aprovechar el acceso preferencial a los mercados de los principales socios comerciales. El acceso preferencial a otros mercados brinda una ventaja temporal que se diluye al aumentar el número de negociaciones de los países socios; sólo la competitividad permitirá mantener las tajadas del mercado logradas por entrar antes.

Cuando algunos analistas señalan que el gobierno comete un error al adelantar negociaciones comerciales y no tener una agenda interna de competitividad, implícitamente parten de una premisa errada: pensar que Colombia no compite en la actualidad.

Aparentemente la premisa tiene fundamentos. No estamos bien en el escalafón de competitividad del World Economic Forum (65 entre 125 países) ni en el de IMD (38 entre 55 países). La CAF y el nobel de economía Edward Prescott concluyen que las políticas de sustitución de importaciones acarrearon el rezago de la productividad laboral de Colombia y América Latina con relación a la de Estados Unidos. Además, en diversos escenarios se llama la atención sobre una larga lista de factores que afectan nuestra competitividad: atraso en obras de infraestructura; bajo gasto en investigación y desarrollo; demasiados trámites para hacer negocios; inestabilidad en las reglas del juego; justicia inoperante e impunidad; deficiencias en educación; cargas fiscales onerosas; puertos ineficientes, etc.

¿Esto significa que Colombia no está lista para la globalización o para los acuerdos comerciales? Cabe preguntarse si, por ejemplo, la China de 1978 con un ingreso per cápita de US$ 150 dólares (Colombia ya superaba los US$ 1.500) ya estaba “lista” para abrirse a los mercados internacionales. En un documento de 1997 el gobierno de Australia señala: “China promedia 1.1 kilómetros de carreteras por 100 km2 (versus 7 km/100 km2 en Estados Unidos) e incluso en las áreas costeras más desarrolladas tiene 2.5 km/100 km2. De 1.1 millones de km de vías, sólo 8.500 km son vías modernas y apenas 23% son asfaltadas”.

Aún con las deficiencias mencionadas, Colombia tiene presencia en los mercados internacionales; registra ventajas competitivas medidas y comprobadas en mercados como el de Estados Unidos; y duplicó las exportaciones en los últimos 5 años, no sólo por los altos precios de los productos básicos, sino también por la diversificación de las exportaciones.

Las políticas de competitividad implementadas desde finales de la década anterior reflejan una estrecha sintonía entre gobierno, academia y sector privado en la construcción de la agenda interna, proceso que tiende a consolidarse con la nueva institucionalidad del Sistema Nacional de Competitividad. El reto propuesto es avanzar a mayor velocidad, evolucionar hacia exportaciones con más valor agregado, desarrollar sectores de talla mundial, reducir la informalidad y crecer más la economía. El nutrido grupo de participantes en el X Colombia Compite abordó con entusiasmo estos temas; quedó definido un norte y muchas tareas para alcanzar la visión propuesta: ser uno de los tres países más competitivos de Latinoamérica.