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El Petroaño 2024

jueves, 16 de enero de 2025

 

Publicado en Portafolio el 16 de enero de 2025

En su balance del 2024, Petro afirmó que la economía creció 2,9% en octubre. Esa hábil manipulación esconde que el aumento esperado del PIB en 2024 es del 1,9% y que seguimos lejos del crecimiento deseado (más de 4%), porque a este gobierno le quedó grande diseñar y poner en marcha un plan de reactivación económica por el que clamó el país en el último año y medio.

Además, a Petro se le olvidó mencionar el desastre económico al que el Gobierno del Cambio está llevando al país, y que la mayor pérdida de bienestar recae en la población más vulnerable. Veamos algunos hechos protuberantes.

La decisión de eliminar el programa Mi Casa Ya, frustra el anhelo de vivienda propia de muchos hogares y prolonga la crisis de la construcción residencial, que es gran empleador de mano de obra no calificada.

El gobierno no pagó los subsidios por servicios públicos a los estratos 1, 2 y 3; la deuda de 2024 asciende a $2,7 billones en energía y $628 mil millones en gas. Esta deuda explica el apagón en Puerto Carreño el 2 de enero. Además, ya empezamos a importar gas para el consumo de los hogares, lo que sumado a los errores de la Creg ocasionará altos incrementos de tarifas en toda la población.

El famoso chuchuchu, que agudizó la crisis de la salud, ocasionó en 2024 el cierre de 1.200 IPS, escasez de medicamentos, demoras en las citas médicas y aplazamientos de procedimientos quirúrgicos. Como consecuencia, el gasto de bolsillo de las familias está creciendo, pero, mientras la población de altos ingresos puede asumirlo, los más pobres no.

La Paz Total realmente es el Fracaso Total. Las bandas criminales operan en 24 departamentos y “gobiernan” en muchas regiones mientras el Gobierno del Cambio está cruzado de brazos. Un ejemplo del debilitamiento del Estado en 2024 fue el paro armado impuesto en el Chocó, uno de los departamentos más pobres, justo cuando vivía una emergencia por la ola invernal.

Gustavo Bolívar anunció la eliminación de los subsidios de “Colombia sin hambre", y los estudiantes que se financian con Icetex ven riesgos en la continuidad de sus estudios.

El país está ad portas de una crisis fiscal por el despelote en el manejo del presupuesto. Recortan subsidios, pero crece la burocracia; el déficit fiscal y el endeudamiento alcanzan niveles sin precedentes, y los analistas ven crecientes riesgos de sostenibilidad.

Por último, creció la corrupción. No fue solo la UNGRD para comprar congresistas, con recursos asignados a regiones pobres, sino que denunciar ante la fiscalía un caso que involucra al presidente de Ecopetrol y al hijastro de Petro, le costó el puesto al ministro Bonilla.

Ecos del paro de transporte

viernes, 20 de septiembre de 2024

 

Publicado en Portafolio el 10 de septiembre de 2024

Según Miguel Gómez, los graves errores de los gobiernos anteriores son los principales responsables de los problemas de hoy (“2026: ¿Regreso al pasado?”. Portafolio, 27 de agosto de 2024). Nada lo ilustra mejor que el transporte de carga. Décadas atrás, los gobiernos colombianos resolvieron tirar por la borda el desarrollo ferroviario que se había registrado en la primera parte del siglo XX y darle la espalda al transporte fluvial, que tuvo gran importancia hasta entonces. Las políticas mal diseñadas y la preponderancia de los intereses de políticos y empresarios del transporte terrestre eliminaron la posibilidad de implementar sistemas multimodales de transporte, que es lo más conveniente para la topografía del país.

El deporte nacional de los gobiernos tiene dos ingredientes: abandonar los programas de las administraciones anteriores, sin importar su enorme costo económico y social, y patear la pelota hacia adelante para dejar al siguiente gobierno los “chicharrones” de alta sensibilidad política. Sobre el primero, María Teresa Ramírez (“Efectos del eslabonamiento de la infraestructura de transporte sobre la economía colombiana: 1900-1950”; 2007), resalta que el cambio de hegemonía en 1930 frenó las inversiones en ferrocarriles y las aumentó en carreteras porque “el nuevo gobierno liberal buscaba diferenciarse totalmente de los gobiernos conservadores precedentes, que fomentaron la construcción de ferrocarriles”. El segundo, lo vivimos con la política de precios de los combustibles; un gobierno prefirió “heredar” el ajuste de los precios de los combustibles en lugar de dejar operando una política gradual de mediano plazo; pero el nuevo dejó pasar dos años sin solucionar el caso del ACPM.

Resulta curioso recordar que a comienzos de los cincuenta "las tarifas del transporte por carretera se establecían en el mercado, mientras que las de los ferrocarriles se fijaban mediante una negociación que daba más peso a los criterios políticos que a los económicos” (M.T. Ramírez, 2007).

El algún momento se perdió la importancia del mercado y caímos en el peor de los mundos, pues los fletes, que ahora son regulados, se volvieron parte de los problemas estructurales; los transportadores se quejan porque no pueden transferir las variaciones de costos a sus precios. Esos problemas estructurales, que no han sido debidamente afrontados por los gobiernos, sirvieron a los transportadores para hacer recular al actual gobierno en la decisión de incrementar el precio del ACPM en $1904; de paso lograron congelar los aumentos anunciados para 2025.

Además, hay otros elementos “estructurales” como la obsolescencia del parque automotor, la informalidad laboral y empresarial y las asimetrías de información que repercuten en ineficiencias para toda la economía. Todos ellos son problemas que se debieron solucionar hace tiempo, pero el deporte gubernamental hizo que esos problemas, que nacieron pequeños, se volvieran inmanejables.

Mal en productividad

jueves, 18 de abril de 2024

 

Publicado en Portafolio el 18 de abril de 2024

Según el FMI, “la productividad total de los factores (PTF) de Colombia cayó y luego se estancó durante las últimas tres décadas” (“Colombia Selected Issues”; March 2024). La PTF disminuyó más del 10% desde 1990 hasta 2019 y sus estimaciones indican que en los años siguientes no ha crecido.

El FMI muestra que la PTF sectorial registra grandes diferencias. Solo el sector de construcción y el de comercio y transporte tienen una evolución positiva, aun cuando su tendencia es descendente en los años más recientes; en los demás casos, es notable el estancamiento y la caída con relación al año base. En el caso de la minería, se registró una reducción del 30% en su productividad hasta 2014 y en el sector manufacturero su caída fue del 7% entre 2005 y 2019.

Las mediciones del FMI preocupan por dos razones. Primera, porque uno de los principales determinantes del crecimiento sostenido de una economía es el incremento de la productividad. Segunda, porque es un problema conocido en Colombia desde hace varias décadas y no se ha solucionado. Es evidente que hay graves fallas de implementación de políticas y que algo se está haciendo mal.

Según el FMI un factor determinante de la baja productividad en Colombia es la mala asignación de recursos. Aun cuando no ahonda en la explicación de las razones de la mala asignación, sugiere que “podrían ser obstáculos específicos de la industria y de las empresas, como impuestos, incentivos adversos, acceso al financiamiento, rigideces del mercado laboral, burocracia o incertidumbre política”. 

Eduardo Lora (“Economía esencial de Colombia”) resalta varias formas de mala utilización de los recursos: 1. Recursos no utilizados, como lo refleja el alto nivel de desempleo. 2. Empleos inadecuados; por ejemplo, ingenieros que se ganan la vida en Uber. 3. Recursos utilizados en actividades socialmente improductivas (corrupción, narcotráfico). 4. Falta de inversión en bienes públicos; lo ilustran los altos costos de transporte. 5. Mala administración de las empresas: se tolera “el mal desempeño de sus trabajadores y no incentivan la productividad laboral”. 6. La producción no está orientada a las actividades con ventajas comparativas. 7. Mala asignación intertemporal de los recursos; es el caso de la preferencia por la producción para el consumo actual, sacrificando la inversión.

Colombia debería tener un gran debate sobre este tema, teniendo como norte la sentencia de Paul Krugman que destaca su crucial importancia: “La productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país de mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi que por entero de su capacidad de aumentar su producción por trabajador”.

PIB en graves problemas

jueves, 22 de febrero de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 22 de febrero de 2024 

El mundo está en un proceso de reingeniería de la globalización, cuya principal manifestación es el nearshoring, que consiste en la reubicación de empresas cerca de sus consumidores; para el caso de América, las empresas retornan a Estados Unidos o se establecen en países cercanos. 

En ese contexto, las economías latinoamericanas luchan por atraer la inversión de empresas que produzcan en ellas para exportar a Estados Unidos. Atraerlas implica brindar estabilidad en las reglas de juego, disponibilidad de capital humano de alto nivel, infraestructura adecuada, ventajas competitivas y creciente productividad.

Pareciera que Colombia no quiere subirse a ese tren. Las reglas de juego cambian frecuentemente y la creciente incertidumbre afecta negativamente la inversión; en 2023 la formación bruta de capital cayó en 24,8% anual y el rubro más afectado fue el de maquinaria y equipo (-16,2%), que se considera como un indicador de la inversión privada.

Igual de grave o más es la caída de la inversión en infraestructura, que es básica para la productividad y la competitividad y es un indicador de la inversión pública. El rubro “Otros edificios y estructuras”, que incluye la construcción de carreteras y proyectos de servicio público, no ha recuperado el nivel anterior a la pandemia; su valor total en 2023 fue menor en 36,4% al de 2019.

Por sectores, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) revela que el crecimiento prácticamente quedó estancado desde finales de 2021, como consecuencia de la pérdida de dinamismo de minería, construcción, comercio e industria. El valor agregado (PIB) en los dos primeros se mantiene por debajo de los niveles prepandemia, el del comercio se estancó desde el cuarto trimestre de 2021 y el de la industria viene en caída desde el tercer trimestre de 2022.

Colombia no aprovechó el ciclo de precios alcistas del mercado internacional después de la pandemia, lo que se puede explicar por la situación descrita. En esta materia, hay un grave problema estructural de las exportaciones que debería ser tema de gran debate, pero pasa desapercibido: desde 2018 el volumen exportado cayó continuamente tanto en las exportaciones minero-energéticas como en las demás; en los años en que creció el valor de las exportaciones fue por un efecto precio; la canasta exportadora sigue altamente concentrada en minero-energéticos; y el TLC con Estados Unidos no se ha aprovechado.

En síntesis, la economía colombiana parece estar en otra galaxia que no tiene nada que ver con el nearshoring; la productividad no crece y sectores productivos de alto impacto en el PIB y en el empleo lucen estancados o en franco retroceso. ¿Cuándo habrá un programa de reactivación y de solución de los problemas estructurales?

Balance negativo del comercio

jueves, 25 de agosto de 2022

 Publicado en Portafolio el 25 de agosto de 2022

Los acontecimientos de los años recientes están transformando el mundo, lo que repercutirá en cambios de la globalización. Pareciera que muchos empresarios colombianos no se han percatado de las consecuencias que esos hechos puedan tener no solo en sus empresas sino en toda la economía.

En lo corrido del presente siglo los gobiernos colombianos implementaron una política de inserción en la economía globalizada basada en el acceso preferencial para las exportaciones mediante la negociación de TLCs. Esta se complementó con políticas orientadas a mejorar la competitividad empresarial mediante acciones transversales (vías 4G, agilización de trámites como la ventanilla única de comercio exterior VUCE) o sectoriales (programa de transformación productiva). Pero, en cambio, avanzan lentamente o no lo hacen las mejoras en procedimientos, como las inspecciones únicas, o el desmonte de protecciones no arancelarias.

Sin embargo, los datos muestran resultados deplorables. El acelerado crecimiento de las exportaciones entre 2003 y 2014 se explica por los altos precios internacionales de los productos básicos, más que por un cambio estructural en la canasta exportadora, una inserción real en las cadenas globales de valor o el aprovechamiento efectivo del acceso preferencial. Por eso los choques externos que inducen caídas de esos precios, como la crisis mundial de 2008-2009 y el choque petrolero de 2014, frenan el crecimiento y crecen el déficit comercial.

Una rápida mirada al TLC con Estados Unidos lo comprueba. En lo corrido del siglo el 73% de las exportaciones colombianas fueron café, carbón, petróleo, ferroníquel, banano, flores y esmeraldas (en 2011 llegaron a 85%). Con el choque petrolero y la pandemia perdieron participación (55% en 2020), pero este año la están creciendo nuevamente (66%). Unos 25 países tienen acceso preferencial a este mercado, pero los empresarios no aprovechan ese enorme potencial por la escasa oferta colombiana de exportaciones de mayor valor agregado.

La economía mundial está migrando a una nueva organización de la producción mediante lo que se conoce como “nearshoring”, que son empresas que se localizan en países de América Latina para atender el mercado de Estados Unidos. Además, el gobierno Biden está asignando cuantiosos recursos para incentivar la fabricación de productos de alta tecnología (como los procesadores) en su territorio.

Creer que el nivel tecnológico de las empresas colombianas les va a permitir vincularse al “nearshoring” o que de la noche a la mañana pasaremos de vender productos primarios a otros de alta o media tecnología puede ser un poco iluso. Se necesita un polo a tierra y que sector privado y gobierno tomen las decisiones efectivas para que ello sea posible en el mediano plazo. En caso contrario, no olvidar que “camarón que se duerme…”.

Del pesimismo al optimismo

viernes, 19 de junio de 2020
Publicado en Portafolio el viernes 19 de junio de 2020

La reciente actualización de las “Perspectivas económicas” de la OCDE es más pesimista en su proyección del PIB de Colombia para el 2020 que la del consenso de los analistas privados: -6,1% y -4,0%, respectivamente. En cambio, para el 2021 es más optimista sobre la recuperación esperada (4,3% y 3,7%).

La OCDE también incluye un escenario en el que podemos agravar la crisis con la indisciplina social, que se materializaría en una “segunda ola” de la pandemia; en esa situación, el PIB caería -7,9% este año y apenas crecería 2,8% en el próximo.

Sin duda, estamos en la crisis económica más profunda de Colombia desde la Gran Depresión, pero podríamos salir rápidamente de ella, aun cuando no hay acuerdo entre los economistas sobre los efectos del desmonte de las restricciones impuestas por el covid-19. Para algunos, poco servirán las inyecciones de liquidez y el impulso a la demanda con mayor gasto público, porque los patrones de consumo cambiarán radicalmente. Las familias ahorrarán más, debilitando la demanda, por incertidumbre en la estabilidad de sus ingresos en el futuro y porque no se sabe cuándo terminará la pandemia.

Para otros, la recuperación será rápida, justamente porque no se trata de una crisis de demanda ni de capacidad de las empresas para crecer su oferta. Lo ilustra el caso de China, cuyo PIB disminuyó -6,8% en el primer trimestre de 2020, pero ha respondido pronto al desmonte de la cuarentena y las restricciones de movilidad; su PMI manufacturero, que cayó más que en el periodo de la crisis mundial de 2008-2009, ya volvió por encima de 50, que es el nivel de referencia para esperar un ritmo normal de crecimiento.

En Colombia, en un entorno de proyecciones de crecimiento cada vez más negativas, hay algunos indicios que permiten abrigar la esperanza de una recuperación rápida. El PMI manufacturero de mayo registró un rebote similar al observado en las economías desarrolladas. El consumo en ese mes cayó en términos reales mucho menos de lo esperado, por el efecto positivo de los programas de ayuda del gobierno. Los precios del petróleo bordean los US$40 por barril y los contendores de esa guerra ya entendieron el absurdo de dejar desplomar los precios. El índice de confianza del consumidor no siguió cayendo y refleja optimismo de los hogares sobre la situación de la economía en los próximos doce meses.

Adicionalmente, en el mercado laboral, las cosas pueden ser menos graves de lo que reflejan la tasa de desempleo y la disminución de más de cinco millones en el número de personas ocupadas; según el Dane, con base en la Pila, se observa que el trabajo formal no cayó tan estruendosamente como lo hizo el total del empleo. Esto podría mostrar que la caída de 5,3 millones de ocupados entre abril de 2019 y abril de 2020 refleja el problema de alta informalidad laboral; a estas personas el confinamiento las pasó automáticamente de “empleados” a “inactivos”.

En este contexto es fundamental el sostenimiento de las políticas gubernamentales orientadas a apoyar el consumo y contener la quiebra de empresas. Es necesario mitigar el impacto económico y social en los sectores más afectados y fortalecer los mensajes sobre la disciplina social para evitar la temida “segunda ola”.

Crisis y oportunidades

viernes, 24 de abril de 2020
Publicado en Portafolio el 24 de abril de 2020.

Winston Churchill decía: “¡Nunca desperdicies una buena crisis!” Hoy el mundo está enfrentando una sin precedentes; ¿cómo aprovecharla? 

Gobierno, empresarios, academia y analistas deberían explorar a fondo las oportunidades que hay para enfrentar la dimensión sanitaria de la pandemia y para dinamizar la economía. El punto de partida es la escasez global de productos esenciales para el sistema de salud.

¿Puede sustituirlos la producción nacional? Hay empresas con flexibilidad para reorientar su producción y otras podrían crearse para atender la urgencia. Suena utópico, pero los periodos de crisis son motores de grandes innovaciones. El politólogo francés Bertrand Badie, afirmó hace poco que una crisis como la actual, “al agudizar el miedo, permite desarrollar la creatividad humana y social”.

¿Por qué no empezar a producir en Colombia sofisticados equipos médicos? Hay quienes se oponen a la fabricación de ventiladores “made in Colombia” porque no cuentan con las certificaciones internacionales que tienen los mejores fabricantes del mundo. Recordemos la tragedia vivida en Italia; el crecimiento exponencial de enfermos graves de covid-19 desbordó la capacidad de UCIs de los hospitales italianos y los médicos tuvieron que elegir a quien salvar y a quien dejar morir. Si existe la posibilidad de que unos artefactos no tan sofisticados, pero técnicamente adecuados, puedan salvar vidas, ¿por qué no intentarlo?

Bernard Roth, profesor de Stanford, recuerda que unos estudiantes desarrollaron un producto similar a una bolsa de dormir, que por módicos US$200 sustituyó incubadoras de más de US$20.000 en Nepal. Partiendo de cero, esa innovación permitió salvar las vidas de muchos bebés prematuros y los estudiantes iniciaron una fábrica para ayudar a otras economías pobres.

Ese es un ejemplo, pero pueden surgir muchos más. El problema sanitario no desaparece “aplanando la curva”, pues existe el riesgo de una segunda ola de covid-19, según un artículo en The Lancet; esto porque unos meses de cuarentena no inmunizan la población o porque los controles se relajan prematuramente.

Se podría implementar la propuesta de Paul Romer y Alan Garber, de levantar la cuarentena gradualmente, imponiendo a las personas el uso de trajes de protección especiales, como los suministrados a los jueces en Colombia. Ahí surgen una oportunidad y un reto para que diseñadores industriales, textileros y confeccionistas fabriquen “moda” en ropa de protección que sea barata y más cómoda.

En algunos casos, como los de ventiladores diseñados en varias universidades del país, están apareciendo apoyos particulares; pero deberían ser parte de una “política pública de emprendimiento anticovid-19”, una especie de Plan Marshall o de Restauración Meiji, para potenciar las iniciativas que inventen o reinventen negocios.

Las opciones son claras: Extender las cuarentenas, con el riesgo de quebrar la economía aumentando la pobreza y el desempleo, o inducir la reorientación de recursos públicos y privados hacia industrias de productos y servicios nuevos, que dinamicen la producción y el empleo, a la vez que se logra la tan esquiva diversificación de la estructura productiva del país. ¿Qué será preferible?

Hecatombe social y paro

jueves, 12 de diciembre de 2019
Publicado en Portafolio el 12 de diciembre de 2019

Los 13 puntos del llamado “Comité Nacional de Paro” y las declaraciones de los manifestantes a los medios, dan la impresión de que el país está al borde del colapso y que la situación social se ha tornado intolerable.

Es evidente la diferencia de nuestro nivel de vida con el de los países desarrollados, ¿pero será que estamos deteriorando el bienestar y acercándonos a los países más atrasados del mundo? ¿Estaremos a punto de ingresar a lo que Paul Collier denominó el “Club de la miseria”? La evaluación de los principales indicadores entre 2000 y 2018 (salvo que se indique otro periodo) nos muestra claramente en qué dirección está transitando Colombia.

El PIB per cápita a precios de paridad más que se duplicó; pasamos de US$6.695 a US$14.999 y entramos al grupo de los países de ingresos medios altos. En ese mismo periodo el salario mínimo se incrementó el 31% en términos reales.

Aun cuando la concentración del ingreso es de las más altas del mundo, el coeficiente de Gini bajó de 0,572 a 0,517 entre 2002 y 2018; curiosamente, las reformas tributaria y pensional que el “comité” pide no tramitar, mejorarían sustancialmente ese indicador. Simultáneamente la pobreza monetaria bajó del 49,7% al 27,0% de los hogares en el mismo periodo, y la población en pobreza extrema cayó del 17,7% al 7,2%; esto significa que 6,9 millones de personas salieron de la pobreza y 3,6 millones de la pobreza extrema.

Las continuas mejoras en la salud permiten mantener la tendencia descendente de la tasa de mortalidad infantil; esta pasó de 18,5 a 10,8 por cada 100 mil nacidos vivos en los hombres y de 23,6 a 13,6 en las mujeres.

En materia de educación, también hay cambios sustanciales: la inscripción escolar en el nivel secundario aumentó del 73,1% al 97,5% y el terciario del 24,5% al 55,3%. Persisten los problemas de calidad, como lo demuestran las pruebas Pisa, pero una de las talanqueras está en los docentes que se resisten a ser evaluados.

La tasa de desempleo en 13 ciudades bajó de 17,3% a 10,8% y la de informalidad, medida por afiliación a pensiones, que era del 70,5% en enero-marzo de 2007 disminuyó a 62,8% en enero-marzo de 2019; en ese periodo el número de afiliados a pensiones se incrementó de 4.9 a 8,2 millones de trabajadores. Esta reducción de la informalidad fue posible por la eliminación de los parafiscales del Sena y el ICBF y la tendencia se podría mantener con las reformas laboral y pensional.

El nobel de economía Joseph Stiglitz recuerda que: “Hay personas que dicen que, de hecho, el conflicto no se produce cuando las cosas están mal de verdad, sino cuando están mejorando, pero no mejoran lo suficientemente deprisa; cuando se le da a la gente la sensación de que las cosas podrían ir mejor, sus aspiraciones cambian, pero se decepcionan”. Él no comparte esa apreciación, pero me parece que, a la luz de los datos, es la explicación que mejor se acomoda a nuestra realidad.

Parafraseando a Johan Norberg, termino enunciando que los colombianos “vivimos en el mejor momento de nuestra historia” …Pero, nunca estaremos contentos y, al paso que vamos, seguiremos creyendo que la situación es cada día peor.

Colombia frente a la globalización

viernes, 21 de octubre de 2016
Publicado en la Revista de Fasecolda, No. 164

En el periodo 1976-2016 numerosas economías en desarrollo iniciaron el desmonte del modelo de sustitución de importaciones, caracterizado por el uso intensivo de políticas proteccionistas. Desde la década del setenta adoptaron aperturas unilaterales como aproximaciones al libre comercio, camino por el que las economías desarrolladas y algunas en desarrollo venían avanzando desde finales de los años cuarenta con la creación del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT).

Adicionalmente, la aceleración de la globalización y el surgimiento de las cadenas globales de valor, fortalecieron los procesos de integración económica por la vía de los acuerdos comerciales regionales; con la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 1994, se aceleró el número de acuerdos negociados.

En Colombia comenzaron a soplar débilmente los vientos de cambio desde finales de los años sesenta, cuando se formuló un programa de promoción de exportaciones; fue una respuesta a los problemas de estrangulamiento externo originados en la alta concentración en productos primarios, especialmente café. A mediados de los años setenta se inició un largo y lento camino de liberalización financiera. De igual forma, se emprendió un proceso gradual de reducción de aranceles, finalmente concretado en la apertura unilateral de comienzos de los noventa.

Transcurridas varias décadas, surgen interrogantes sobre la efectividad de esas decisiones en la integración de Colombia a la economía globalizada, la diversificación del comercio y la integración de los empresarios a la nueva organización mundial de la producción. Las respuestas se pueden colegir de la evolución de diversas variables.

• El indicador de apertura económica, medido por la suma de exportaciones e importaciones de bienes y servicios como porcentaje del PIB, revela la forma de relacionarse con la economía global. El coeficiente era del 31% en 1976 y subió al 39% en 2015, con un aumento del 26% entre los dos años. En el mismo periodo el promedio mundial y el de América Latina superaron el nuestro y crecieron 70% y 72% (gráfico 1).


• Según Garay (1998, p. 30): “El arancel nominal promedio pasó del 36% en 1974 al 29.4% en 1979 y 29.3% en 1981, para luego revertir la tendencia y ascender al 47.2% en 1984”. La apertura unilateral del gobierno Gaviria redujo el arancel del 27.0% que registraba en 1990 al 11.8% en 1992. En los años siguientes, se mantuvo alrededor de ese valor hasta la reforma de 2010, cuando bajó a 8.3%. Actualmente está en 6.4% por un diferimiento arancelario temporal para los bienes de capital y materias primas no producidas.

Aun así, según Schwab (2015), con ese arancel Colombia ocupa el puesto 83 entre 140 países. La misma fuente indica que el país se ubicó 109 en la prevalencia de barreras no arancelarias, 135 en el coeficiente de importaciones a PIB y 132 en el de exportaciones a PIB.

• La participación de Colombia en las exportaciones mundiales, que era en 1976 de 0.19%, apenas llegó al 0.22% en 2015. Aun cuando se observó un repunte con el reciente auge de bienes básicos, que elevó la participación hasta el 0.32% en 2012, ella volvió a declinar tan pronto como cayeron los precios internacionales.

• La concentración de las exportaciones se mantiene con escasa modificación. En 1978 los 10 primeros productos representaban el 79.6% del total exportado; en 2014 fueron el 77.6%; no obstante, en unos pocos años el indicador descendió a niveles del 56 o 57% (gráfico 2).


• La composición por intensidad tecnológica también registra pocas variaciones. Los productos primarios y los recursos naturales eran el 84.9% de las exportaciones en 1978 y en 2014 fueron el 81.3%. Los de alta tecnología pasaron del 0.6 al 1.6% en el mismo periodo (gráfico 3).


• Con relación a las cadenas globales de valor, Trujillo, Álvarez y Rodríguez (2014), del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, concluyen que no solo “Colombia muestra un bajo nivel de inserción”, sino que lo viene reduciendo desde 2007.

Un análisis de la Unctad (2013; p. 134) encontró que, entre las 25 principales economías emergentes exportadoras, Colombia ocupó el último lugar por la integración de sus exportaciones en las cadenas globales de valor.

De estos indicadores se tendería a concluir que el modelo de liberalización económica no ha dado los resultados que teóricamente se esperan. La realidad puede ser otra. Stiglitz (2016) señala que en su libro El malestar de la globalización el principal mensaje “fue que el problema no era la globalización, sino cómo se gestionaba el proceso de la misma”.

De forma similar, se puede afirmar que en Colombia se han adoptado medidas en la misma dirección en que se mueve la economía globalizada, pero diversos problemas impiden alcanzar plenamente los resultados esperados. Podrían señalarse al menos tres factores que contribuyen a ese balance.

El primero es la falta de continuidad de las políticas, por cambios en la coyuntura económica. Lo ilustra la bonanza cafetera de finales de los setenta, que frenó las tímidas políticas de liberalización financiera y comercial que se venían implementando. Igualmente, la reciente bonanza de precios internacionales de los productos básicos, bloqueó los avances en la diversificación de exportaciones; la percepción de que el auge sería permanente, impidió la adopción de medidas para evitar el fenómeno de enfermedad holandesa y la pérdida de competitividad de las exportaciones no minero-energéticas.

El segundo es la demora en la toma de decisiones estratégicas. Así lo evidencia el atraso en la infraestructura, el bajo desarrollo de medios de transporte masivo como los metros, la persistencia de los problemas de derechos de propiedad en el sector agropecuario y el limitado aprovechamiento de los esquemas de regionalismo abierto. En este último aspecto, aun cuando el artículo 227 de la Constitución contiene un mandato hacia la integración económica, solo desde 2002 se empezó a desarrollar con la negociación de los TLC.

El tercero es la inercia del proteccionismo; es muy difícil frenarla y su reacción a las políticas de modernización termina neutralizando los efectos buscados. Hommes (2009), destacó un caso en los siguientes términos: “aún después de la Apertura de los años noventa, la protección de los productos industriales de consumo y de los del sector agropecuario es excesiva, como lo es la protección efectiva de esos sectores. La CAN fue el vehículo que utilizaron los proteccionistas colombianos y los de la región andina para echar para atrás parte de lo que se había alcanzado con la Apertura al final del siglo XX”.

En síntesis, las decisiones de Colombia no se reflejan en una adecuada inserción en la economía globalizada, pues el mundo se está moviendo a un ritmo más rápido. Es necesario poner el acelerador en temas como la vinculación empresarial a las cadenas globales de valor, porque ellas son parte esencial de la nueva organización mundial de la producción. De igual forma, urge diversificar la estructura productiva y la canasta exportadora para aprovechar el acceso preferencial permanente que brindan los TLC vigentes.

En este contexto son grandes las expectativas que genera la nueva política de desarrollo productivo, recién anunciada por el Gobierno. Para que ella marque una diferencia real con otras propuestas en el pasado, resulta vital asegurar la continuidad de la política y diseñar los cortafuegos que bloqueen las esperadas reacciones proteccionistas.

Bibliografía

Garay, L. J. (1998). Colombia: Estructura industrial e internacionalización 1967-1996. Departamento Nacional de Planeación y Colciencias.

Hommes, R. (30 de octubre de 2009). “Política, comercio y geopolítica”. El Tiempo.

Stiglitz. J. (5 de agosto de 2016). “La globalización y sus nuevos malestares”. Project Syndicate.

Trujillo, E.; Álvarez, M. y Rodríguez, M. (2014). “Inserción de Colombia en las cadenas globales de valor”. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Febrero.

Unctad (2013). World Investment Report 2013. Global Value Chains: Investment and Trade for Development. United Nations, New York and Geneva.

Schwab, K. (2015). Global Competitiveness Report 2015-2016. World Economic Forum. Geneva.

La debacle económica

viernes, 11 de marzo de 2016
Publicado en Portafolio el viernes 11 de marzo de 2016

La economía colombiana se está desacelerando. Lamentablemente esa coyuntura se está utilizando para endilgar culpas a hechos y decisiones no relacionados con el problema.

Hasta diciembre de 2015 la economía colombiana venía sorteando bien las turbulencias globales. Pero la economía mundial comenzó 2016 con tormentas que aumentaron los spreads de la deuda, depreciaron más las monedas y acentuaron el deterioro de las cuentas fiscales y de comercio exterior de numerosos países.

En Colombia la tasa de cambio nominal alcanzó niveles récord, cayó fuertemente el índice de confianza del consumidor, aumentaron las tasas de desempleo e inflación, y resurgió el fantasma del racionamiento por el incendio de Guatapé.

Algunos analistas retomaron el manido cuento de la apertura de Gaviria y la reforma arancelaria de 2010 para explicar el enorme déficit comercial de 2015.

Está más que demostrado que la apertura de Gaviria se quedó en el nombre; la reacción de los intereses particulares montó a Colombia en un carrusel de medidas no arancelarias que neutralizaron los menores aranceles. Un estudio de investigadores del Banco de la República muestra que en 1989 estaban vigentes 1.102 medidas no arancelarias; en 1995 su número llegó a 4.750 y en 2000 a 9.256. Más que la apertura, el deterioro de la balanza comercial es explicado por la recesión mundial de 1991, el rompimiento del Pacto Cafetero a finales de los ochenta y la revaluación del peso.

Con la reforma arancelaria de 2010, Colombia pasó del puesto 118 al 95 en el escalafón global de aranceles, lo que comprueba que seguimos siendo una economía cerrada. Más que los TLC, el deterioro de la balanza comercial hay que buscarlo en la caída de los precios internacionales de los productos básicos, que no es una variable que controle el Gobierno colombiano.

Otro tema de discusión es el del posible racionamiento en el que vinculan la venta de Isagén (en pesos) con la importación de energía (en dólares). ¿Alguien en el país pronosticó el incendio de Guatapé? Nadie, pues es imposible por tratarse de un hecho fortuito. Por eso, con o sin la venta de Isagén se hubiera tenido que importar energía eléctrica de Ecuador y, obviamente, pagarla en dólares. Por lo tanto, la crítica es infundada.

En los temas tributarios, se sugiere que el Gobierno miente: anuncia un faltante de 30 billones de pesos y luego señala que la presión fiscal aumentará del 15 al 20 por ciento del PIB, con lo que el faltante sería de 40 billones de pesos o más.

Ese argumento mezcla dos propuestas de reforma tributaria: La del informe de la Comisión de Expertos, que generaría recaudos por el 2 por ciento del PIB, y la del reciente estudio del BID de incrementar los recaudos en 5 por ciento del PIB, como uno de los requerimientos para crecer la economía al 6 por ciento anual. Pero, el Gobierno manifiesta que el proyecto que presentará se basa en el informe de la Comisión; y según Anif, quedaría un faltante del 1 por ciento del PIB, que se financiará con mayor austeridad y endeudamiento.

Es útil debatir los problemas actuales de la economía, pero sin desmarcarlos de la compleja coyuntura internacional que está golpeando numerosas economías, y sin generar confusiones mezclando propuestas que nacen de fuentes y propósitos distintos. Tampoco es el momento para añoranzas proteccionistas.

Economía colombiana 2016: A capear el temporal

lunes, 29 de febrero de 2016
Publicada en la revista Misión Pyme, Edición 89, febrero-marzo de 2016

El panorama de la economía colombiana en 2016 preserva varios de los factores que generaron incertidumbre en 2015 y debilitaron su dinámica de crecimiento.

La economía mundial registra problemas de crecimiento y en el frente interno algunas variables clave han sido impactadas por los choques externos. No obstante, hay sectores que contribuirán a amortiguar los efectos adversos y harán que la economía colombiana siga registrando crecimientos aceptables.

Economía mundial complicada

Si bien las proyecciones del FMI para 2016 apuntan a una ligera recuperación del crecimiento mundial con relación al de 2015 (3.6% vs. 3.1%), es altamente probable que en los primeros meses se revisen a la baja.

Cada vez gana más fuerza la hipótesis del estancamiento secular, planteada por Larry Summers. Eso explicaría que en un escenario de políticas monetarias heterodoxas, con inflación baja y tasas de interés cercanas a cero, el crecimiento de las economías desarrolladas siga siendo inferior al registrado antes de la crisis mundial.

El choque petrolero golpeó fuertemente a las economías exportadoras, pero, contrario a lo esperado, no impulsó el crecimiento del PIB global. El mundo está viviendo una silenciosa guerra del petróleo, en la que la producción crece o se reduce muy poco, la demanda está frenada y los inventarios aumentan. En ese escenario, se espera que en 2016 los precios del petróleo se mantengan en el rango entre US$30 y US$50, con alta volatilidad.

Se esperaba que la apreciación del dólar, por el choque petrolero y el cambio en la posición de la política monetaria de Estados Unidos, permitiera a las demás economías un repunte de sus exportaciones. Esto no ocurrió ni en las economías desarrolladas ni en las emergentes. Por el contrario, el valor del comercio mundial está cayendo a ritmos de 12% anual, lo que evidencia el debilitamiento de la demanda agregada en la mayor parte de los países.

Estos elementos indican que en 2016 el comercio internacional no será el motor del crecimiento que fue hasta el comienzo de la crisis mundial de 2008-2009. De esta forma, en el crecimiento del PIB de la mayor parte de las economías pesará más la dinámica de su demanda interna.

Colombia no es ajena a ese entorno. La alta dependencia de las exportaciones y de los ingresos del gobierno central de los minero-energéticos, está pasando su cuenta de cobro. La balanza comercial registró en 2015 un déficit sin precedentes, el déficit en cuenta corriente aumentó hasta 6.5% del PIB, el más alto en lo corrido del siglo, y el déficit fiscal se proyectó al 3.0% del PIB, alejándose del déficit estructural proyectado de 2.2%.

¿Qué viene para Colombia en el 2016?

Con el escenario internacional descrito, es claro que las cuentas de comercio exterior seguirán con saldo en rojo, pero la magnitud del déficit puede ser menor al del 2015.

Si los precios del petróleo se mueven en el rango señalado y el volumen exportado no decrece, su impacto negativo en las exportaciones será menor. Con relación a las exportaciones no minero-energéticas, el esperado repunte seguirá dependiendo de la reactivación de la demanda agregada mundial.

De esta forma, la reducción del déficit comercial se dará por una mayor contracción de las importaciones y una menor caída o un ligero repunte de las exportaciones. El Ministerio de Hacienda proyecta que las exportaciones en 2016 se contraerán en 2.6% anual, mientras que las importaciones caerán en 5.6%; esto, sumado al aumento de ingresos por actividades como el turismo, permite proyectar un déficit en cuenta corriente de 5.8% del PIB.

En materia fiscal, el gobierno proyecta un déficit de 3.6% del PIB, ampliando la brecha con relación al déficit estructural (2.1%). Esto es consecuencia de la práctica desaparición de la renta petrolera por efecto de los precios internacionales; la renta pasó del 3.3% del PIB en 2013 al 0.3% en 2016, con una caída de más de $20 billones entre los dos años.

Aun cuando el déficit es compatible con la Ley de Regla Fiscal, el cierre de la brecha impone un reto para las finanzas públicas, por las restricciones para bajar los gastos de funcionamiento y por la reducción de algunos impuestos en los próximos años, como quedó establecido en la reforma tributaria de 2014.

En ese contexto, la anunciada reforma tributaria de 2016 debe cumplir simultáneamente con los objetivos de reducir la tasa efectiva de tributación de las empresas, avanzar en la recomposición estructural de los ingresos tributarios y generar mayor recaudo para el Gobierno. Pero también es necesario que se implementen las reformas necesarias para flexibilizar el gasto de funcionamiento y hacer grandes esfuerzos para disminuir la evasión y la elusión.

Puesto que la inflación está desbordada y, como lo reconoce la propia autoridad monetaria, en 2016 su nivel se mantendrá por encima del rango meta (2% al 4%), se espera que la tasa de intervención del Banco de la República siga aumentando.

Por lo tanto, ni el frente externo, ni la política fiscal, ni la política monetaria tienen margen de maniobra para impulsar la demanda agregada. Quedan por fortuna algunas variables sobre las que descansará la tarea de amortiguar los efectos adversos y mantener el crecimiento de la economía en niveles positivos.

Esas variables son las obras de infraestructura, los subsidios a la vivienda de clase media y el repunte de la actividad industrial, por la demanda del sector de construcción y por la actividad de refinación de petróleo (Reficar).

En síntesis, 2016 será un año de grandes retos para la economía colombiana. El débil mercado mundial, los ajustes en las finanzas públicas y la política antiinflacionaria tienden a frenar el crecimiento. Cabe esperar que ese impacto sea compensado por la construcción y la industria, para alcanzar la meta de crecimiento de 3.2% establecida por el Gobierno o, al menos, el 2.6% proyectado por los analistas privados.

Cambios estructurales en el mundo

viernes, 18 de diciembre de 2015
Publicado en Portafolio el viernes 18 de diciembre de 2015

Los cambios estructurales que está registrando la economía mundial, tendrán profundas repercusiones en los años venideros. Entre ellos cabe destacar la declinación del crecimiento de China, el nuevo mapa petrolero mundial y la tendencia al estancamiento secular de las economías desarrolladas.

El milagro chino terminó, o por lo menos se estancó. La alta dependencia de las exportaciones y, más recientemente, de la inversión no puede seguir siendo su fuente de crecimiento.

Por eso el gobierno busca reequilibrar la economía para aumentar el peso relativo del mercado interno. Esto demanda profundos cambios que incluyen la privatización de empresas estatales, la reforma al sistema financiero, la libre movilidad de mano de obra, el control de la contaminación y el fortalecimiento del imperio de la ley.

El aumento de participación de los servicios en el PIB se interpreta como una señal positiva, pero hay barreras que impiden avanzar más rápido. El consumo interno apenas pasó del 36% al 38% del PIB entre 2010 y 2014; las tasas de ahorro se mantienen en el 30%; la población está envejeciendo y hay problemas de seguridad social para la vejez, lo que sumado al lento aumento de la productividad, repercute en la tendencia al estancamiento secular.

Por todas estas razones, según The Economist Intelligence Unit, la economía China tenderá a desacelerar su crecimiento en las próximas décadas, hasta converger a las tasas que crecerá la economía de Estados Unidos (alrededor del 2%).

En el caso del petróleo es ampliamente conocido el repunte de la producción de crudo en los Estados Unidos y el debilitamiento del cartel de la OPEP. Este organismo se la jugó por una guerra de precios para sacar del mercado la producción de hidrocarburos no convencionales, pero todo indica que no tendrá éxito.

El desplome de los precios apenas sí ha repercutido en la moderación del nivel de la producción mundial. Las empresas tomaron mecanismos de cobertura de precios, recortaron costos, mejoraron técnicas de producción y, según The Wall Street Journal, están por entrar en producción los megaproyectos del Golfo de México, que aumentarán la oferta global.

Por último, la hipótesis del estancamiento secular de Summers sigue tomando fuerza y los hechos parecen darle la razón. Después de la crisis mundial las economías desarrolladas no han recuperado su ritmo de crecimiento, la inversión no crece, y la productividad y el producto potencial siguen declinando. A estos elementos se suma el cambio estructural en la población, que repercute en menores tasas de crecimiento de la población en edad de trabajar.

En ese contexto cabe esperar precios bajos de los productos básicos en los próximos años, pérdida de importancia geopolítica del Medio Oriente (salvo por el posible conflicto con el Estado Islámico), fortalecimiento competitivo de la economía estadounidense y, persistente balanza comercial negativa de Colombia con Estados Unidos.

Ante los profundos efectos de estos cambios cabe preguntarse cuáles serán los impactos en Colombia, qué medidas se podrían adoptar y qué oportunidades surgen. Salta a la vista la urgencia de impulsar una efectiva diversificación de la canasta exportadora, aprovechar al máximo los acuerdos comerciales y adoptar políticas que faciliten la vinculación de las empresas colombianas a las cadenas globales de valor. No son temas nuevos, pero llevan años aplazándose.

Riesgos en la economía mundial. Comentarios a la presentación de Sebastian Edwards

viernes, 13 de noviembre de 2015
Publicado en la revista de Fasecolda No. 161, noviembre de 2015.

El economista y consultor internacional, Sebastian Edwards presentó un panorama sobre la economía mundial, en el que desatacó algunos de los factores determinantes de su rumbo a corto y mediano plazo. Analizó los probables efectos de esos factores en América Latina y en Colombia.

En este artículo se resumen las apreciaciones de Edwards acerca de los impactos probables de la decisión que tome la Reserva Federal (FED) de los Estados Unidos de subir la tasa de interés, sobre las perspectivas de China y los problemas que puede enfrentar la economía colombiana en ese entorno global.

Tasas de interés en Estados Unidos

En opinión de Edwards, la inminente subida de la tasa de intervención de la FED está más que justificada por varias razones. En primer lugar, porque hay un consenso sobre el exagerado aumento de la liquidez de la economía; la base monetaria se multiplicó por cuatro y esa gran masa monetaria en cualquier momento puede desencadenar procesos inflacionarios difíciles de contener.

En segundo lugar, el nivel de desempleo ha bajado continuamente y puede estar ya en su nivel de pleno empleo; de no actuar oportunamente, pueden aparecer presiones sobre los salarios y por esa vía sobre la inflación.

En tercer lugar, se empiezan a detectar burbujas en algunos activos financieros como consecuencia de las bajas tasas de interés; aún están frescos en la memoria los problemas generados por la burbuja de las subprime, por no ser contenida a tiempo.

Edwards observó que en los últimos 20 años solo hay tres episodios de aumento de las tasas de la FED. En todos ellos, se observó que después del primer aumento vinieron otros; el incremento total más bajo fue de 185 puntos básicos y el máximo fue de 420 puntos.

En los dos primeros episodios, el impacto en América Latina fue muy grande. El aumento de 1994-95 fue uno de los detonantes de la crisis del efecto tequila en México; el de 2004-2006 precipitó la crisis de la caja de conversión en Argentina.

En consecuencia, no solo se puede esperar que la FED tome finalmente la decisión de aumentar la tasa de interés en la reunión de diciembre o en la de marzo del año entrante, sino que en las reuniones posteriores la siga subiendo. Según Edwards, cabría esperar que el aumento total sea del orden de 300 puntos básicos, lo que coincide con lo que han manifestado varios miembros de la junta de la Reserva Federal.

Para los bancos centrales de América Latina, la decisión que tome la FED plantea un dilema: seguirla o no seguirla en su incremento de tasas de interés. Es un dilema porque si aumentan sus tasas de interés, retrasan la recuperación de sus economías, que actualmente se están desacelerando; y si no las aumentan o, por el contrario, las reducen, los tipos de cambio se pueden depreciar más, porque el dólar se seguirá fortaleciendo.

La evidencia empírica muestra que en los episodios de alza las decisiones de los bancos centrales siguen en la misma dirección (coeficiente de correlación de 0.6). De hecho, en el caso de México el banco central no solo anunció su intención de aumentar sus tasas de intervención, sino que resolvió modificar el cronograma de reuniones, y las programó para el día siguiente a las de la FED, con el objetivo de tomar la decisión lo más pronto posible. Edwards llamó la atención sobre el contraste con Colombia, donde la Junta Directiva del Banco de la República se reunirá tres semanas después de una eventual medida de la Reserva Federal.

Sobre este tema caben cuatro comentarios a la exposición de Edwards. El primero se relaciona con la solidez de la reactivación de los Estados Unidos. Los indicadores no respaldan del todo la idea de una recuperación plena de la dinámica económica; cabe recordar que la proyección que hizo el FMI en enero de 2015 era del 3.5 % y, en revisiones sucesivas, la bajó al 2.5 % en julio.

Si bien es claro que la caída de los precios del petróleo ha tenido un impacto importante en la inflación, su descenso a niveles cercanos a cero plantea interrogantes sobre el comportamiento de la demanda interna; existe el riesgo de que el aumento de las tasas de interés golpee esta variable y frene el aumento del PIB.

El segundo comentario es sobre el comportamiento del mercado laboral. La tasa de desempleo se ubicó en el 5.1 %, pero hay debates acerca de si está llegando al nivel de pleno empleo o no, pues no es contundente la información sobre crecimiento de los salarios. Mientras Feldstein afirma que los salarios de profesionales están creciendo, Stiglitz indica que el desempleo de afroamericanos está en el 9 % y esto impide el aumento de los salarios.

El tercer punto se relaciona con la hipótesis de Lawrence Summers sobre el estancamiento secular, que se refleja en reducciones continuas del PIB potencial. Este es un aspecto que también mencionó indirectamente Juan José Echavarría en su presentación en la Convención, al plantear el interrogante de lo que ha ocurrido con la dinámica económica de Japón y sobre la posibilidad de que los Estados Unidos entren en un comportamiento similar. Si la hipótesis fuera cierta, el aumento de las tasas de interés por parte de la FED sería un error.

El cuarto comentario, en el caso de América Latina, es la mayor depreciación esperada, que también se relaciona con las dificultades que pueden enfrentar las economías para acceder al financiamiento, pues la percepción de riesgo en el vecindario viene creciendo, como lo refleja el aumento de los spreads en los meses recientes. Esta es otra razón para aumentar las tasas de interés y para tratar de contener la salida de capitales, especialmente los invertidos en portafolios.

En síntesis, si bien es inminente un aumento de la tasa de intervención en los Estados Unidos, con base en los claros argumentos expuestos por Edwards, hay interrogantes sobre la continuidad de la política.

La incertidumbre china

En sus presentaciones en la Convención, Juan José Echavarría y Sebastian Edwards coincidieron en su percepción sobre los interrogantes que genera China. La opinión de Edwards es que esta economía no va a colapsar, pero sí puede desacelerarse más.

La devaluación del yuan sorprendió a los mercados, cuando, según Edwards, era una situación previsible. Considera que más sorpresiva fue la práctica desaparición del superávit en cuenta corriente, que pasó del 10 % del PIB en el 2008 a menos del 2 % en 2014. Esta fue una señal que la racionalidad de los mercados no interpretó adecuadamente, pero que estaba indicando el fin de la sobrevaluación de esta moneda.

El problema para América Latina es que el menor crecimiento de China y la devaluación de su moneda permiten prever que los precios internacionales de los productos básicos se mantendrán bajos a mediano plazo y que las exportaciones de la región a ese mercado se encarecerán en términos relativos.

Como complemento a las apreciaciones del profesor Edwards, se debe comentar que a los problemas de China hay que ponerles más atención. La experiencia internacional de las últimas décadas ha demostrado que algunos problemas que son considerados marginales, de pronto adquieren dimensiones inimaginables que impactan en la economía mundial. El mejor ejemplo reciente es el de las hipotecas subprime.

A finales de julio, frente a la volatilidad de la bolsa de Shanghái, Krugman afirmó que «en sí mismo, el precio de las acciones chinas no debería importar tanto» (New York Times, 31 de julio de 2015). La percepción del nobel cambió por una manifiesta preocupación después de la devaluación del yuan: «si de verdad no lo comprenden, hay motivos para preocuparse. China es una superpotencia económica, aún no tan grande como Estados Unidos o la Unión Europea, pero lo suficiente para ser muy importante. Y enfrenta tiempos difíciles. De modo que si sus líderes están tan despistados como últimamente parece, es un mal presagio, no solo para China, sino para todo el mundo» (New York Times, 14 de agosto del 2015).

Otro aspecto a tener en cuenta es que la economía china inició una transición que busca fortalecer el mercado interno y depender menos del mercado externo. Inicialmente buscó sustituir la demanda externa aumentando la inversión, pero ese modelo ya se agotó y generó un exceso de capacidad instalada.

Para reequilibrar la economía son necesarias diversas reformas estructurales que abarcan el sistema financiero, el mercado laboral, reforma fiscal y apertura del sector de servicios, entre otros. El problema es que esas agendas se han retrasado y, por lo tanto, dificultan el retorno de China a tasas de crecimiento del 10 %.

Colombia: problemas a la vista

Sebastian Edwards opina que la visión de la política económica que presentó el ministro Cárdenas en la Convención es la correcta. Tener la sostenibilidad fiscal como el ancla de la política significa cerrar de tajo la opción a quienes plantean que un poquito de inflación no es dañina; Edwards sostiene que ella siempre es dañina y puede llevar a una «pendiente resbalosa en que un poquito de inflación lleva a otro poquito de inflación y antes de que nos demos cuenta estamos en niveles del 20 % o 25 % que matan los mercados de rentas vitalicias, el mercado de capitales y el sistema de financiamiento de las empresas».

Pero, a pesar de esa visión y de la consistencia de los mensajes del equipo técnico del Gobierno, la economía colombiana no está exenta de riesgos y hay que prepararse para tiempos complicados. Para el profesor Edwards, la rebaja de la calificación de Brasil a bonos basura y con perspectiva negativa, por parte de la calificadora Standard & Poor’s, es una señal de alarma para América Latina y especialmente para Colombia.

En ocasiones anteriores, cuando una calificadora «pone el dedo en el gatillo y hace el primer disparo», le siguen otros disparos, tanto de ella como de las otras calificadoras. Así se observó en 1997-1998 cuando bajaron de la calificación de las economías asiáticas en forma sistemática, una tras otra. Según los análisis de Standard & Poor’s los próximos candidatos son Malasia, Turquía y Colombia; aun cuando no hay certeza sobre esas decisiones, hay que estar alerta.

En opinión del profesor Edwards, al final volvemos a un tema crucial de toda la vida: la sostenibilidad de la cuenta corriente. Según los cálculos de Merrill Lynch, entre las economías a las que les hace seguimiento, Colombia es el país que requiere de un mayor ajuste en la cuenta corriente para llevarla al nivel que se considera sostenible. Los cálculos de esa agencia también ubican a Colombia como la segunda nación que más tiene de que depreciarse, después de Argentina.

No obstante, Edwards cerró sus comentarios sobre Colombia dando un mensaje de tranquilidad por la confianza que inspira el ministro Cárdenas y el equipo económico del Gobierno, a pesar de que el tema es complejo.

Tomando a Chile como referencia, se debe tener en cuenta que su éxito fue consecuencia de políticas pro competencia, apertura, tarifa uniforme del arancel y reglas de juego claras que permitieron un salto en la productividad de forma nunca vista en América Latina. Ese es un ejemplo para Colombia, según Edwards.

Sin duda, el llamado de atención de Edwards sobre la sostenibilidad de la cuenta corriente es de gran importancia y amerita una discusión amplia en el país. La autoridad monetaria ha dado sus mensajes sobre la inflación, y el Gobierno sobre la acomodación del déficit fiscal a las nuevas circunstancias del mercado mundial. Pero en el caso del déficit en cuenta corriente no es claro el camino que se va a seguir.

El choque externo por la caída de los precios internacionales de los productos básicos ocasionó un gran deterioro de la balanza comercial y de la cuenta corriente. El problema es que no es una caída coyuntural, sino que tenderá a mantenerse a mediano plazo, toda vez que el 50 % de las exportaciones de Colombia hasta 2014 lo aportaba el petróleo.

Las perspectivas petroleras, desafortunadamente, no son las mejores. Por el lado de los precios, en el mercado mundial se está jugando una guerra con profundos intereses geopolíticos y es difícil que alguna de las partes ceda; por eso, en el mejor de los casos, cabe esperar que los precios se mantengan en un rango como el observado en los últimos meses, que equivale al 50 % de los registrados hasta mediados del 2014.

Por el lado de la oferta, Colombia tiene un gran reto, pues las reservas petroleras no dan para más de seis o siete años. Esto significa que difícilmente podrá mantener el volumen de las exportaciones recientes y en los próximos años ellas pueden declinar.

Las esperanzas están puestas en la reacción del comercio a la acelerada depreciación del peso colombiano; por un lado, con el aumento de las exportaciones no minero energéticas y, por otro, con la caída más acelerada de las importaciones, de forma que se cierre el abultado déficit comercial. Pero lo primero difícilmente ocurrirá a corto plazo por el debilitamiento de la demanda mundial que ha llevado a la OMC a revisar nuevamente a la baja el crecimiento proyectado del comercio mundial para el 2015, del 3.3 % al 2.8 %.

Conclusiones

La conferencia del profesor Edwards enriqueció el análisis sobre la economía mundial en la coyuntura actual y mostró aspectos de interés para las economías latinoamericanas, en general, y la colombiana en particular.

El mundo sigue pendiente del aumento de la tasa de interés en los Estados Unidos y, pese a que los mercados aguardan esta decisión, cabe esperar algún grado de volatilidad adicional, mayores depreciaciones de las monedas de las economías emergentes y posibles salidas de capitales. También es posible que las autoridades monetarias de diversos países reaccionen a esto con el incremento de sus tasas de intervención.

China es un tema al que hay que hacer un seguimiento continuo. Otras experiencias muestran que situaciones o inconvenientes que parecen poco importantes se pueden transformar en detonantes de problemas mundiales; en este caso, se trata de la economía emergente más importante, con gran influencia en todos los mercados, como ya lo evidencian los precios de los productos básicos.

Finalmente, la sostenibilidad de la cuenta corriente es un tema al que se debe poner mucha atención y en el que el Gobierno debería explicar con más detalle las bases de sus proyecciones optimistas, con el fin de dar tranquilidad a los mercados y a los analistas internacionales.

Nuevo mundo petrolero

lunes, 15 de diciembre de 2014
Publicado en la revista MisiónPyme No. 81 de diciembre de 2014 - enero de 2015

Los cambios estructurales del mundo petrolero tendrán profundas repercusiones. La causa fundamental es la nueva tecnología de producción de petróleo y gas natural conocida como “fracturamiento hidráulico” o fracking, que permite la extracción de estos hidrocarburos que se encuentran “atrapados” en rocas de esquisto a grandes profundidades. De ahí que se mencionen como “gas de esquisto” y “petróleo de esquisto”.

Por ahora, los hidrocarburos de esquisto se están produciendo en EE.UU. y Canadá, pero también se han detectado grandes yacimientos en países como China, Brasil, Argentina y varios de Europa.

El auge de Estados Unidos

EE.UU. ya está viviendo la “revolución del shale”. La producción de crudo declinó continuamente de un máximo de 10 millones de barriles/día en 1970, a 4.5 millones en el segundo semestre de 2005. Con el petróleo de esquisto, la producción creció aceleradamente hasta 8.7 millones en agosto de 2014 y va camino a un nuevo récord en poco tiempo.

Las importaciones de ese país bajaron de 455 millones de barriles/mes en agosto de 2006 a 288 millones en agosto de 2014 (-36.7%) y se espera que en pocos años logre el autoabastecimiento.

La producción de gas alcanzó el nivel más alto de la historia de EE.UU. y recientemente desplazó a Rusia como primer productor mundial. Además, su precio bajó notablemente. Hasta hace unos pocos años el precio en el país norteamericano era superior al de Europa y Japón (en 2005 fue más alto en 47.2% y 24.4%, respectivamente). En 2014 es, en promedio, el 43.7% del europeo y 26.3% del japonés.

“Guerra del petróleo”

Desde junio de 2014 los precios del petróleo bajaron en picada y ya están por debajo de los US$80/barril, debido a la mayor oferta y a la baja reacción de la demanda. La oferta crece por el aumento de la producción de Estados Unidos, la recuperación de Libia y el bajo efecto de las sanciones a Rusia, por la dependencia que tiene la Unión Europea del petróleo y el gas de esa nación asiática.

El mundo esperaba recortes de la producción de la OPEP para contener la caída de los precios. Esa decisión no se ha tomado y, al parecer, se inició una “guerra del petróleo” en la que los miembros dominantes de esa organización buscan la caída de los precios hasta el nivel en que la producción de petróleo de esquisto no sea rentable.

La batalla no será fácil, pues cerca del 60% de la producción mundial es de los países no-OPEP, incluidos EE.UU., Rusia, Noruega, Canadá, Kazajstán, Azerbaiyán, México y Brasil, que son grandes productores. De ellos, solo EE.UU. no es un gran exportador de crudo, pero próximamente retornará a este mercado. De esta forma, la “guerra” puede llevar a un escenario que nadie preveía, con precios incluso inferiores a US$60.

Otras consecuencias

Como ocurre con diversas variables económicas, los cambios en el mundo petrolero tendrán implicaciones positivas para unos y negativas para otros.

Sin duda, el gran ganador es EE.UU. La reducción de los precios del petróleo y del gas baja los costos de producción de las empresas y mejora su competitividad relativa. El abaratamiento de los abonos y fertilizantes, repercute en menores precios de los alimentos a los consumidores. La consecuente moderación de los precios de manufacturas y alimentos, sumada a la contracción de los precios de la gasolina y el gas de uso doméstico, incrementan el ingreso disponible de las familias y consolidan la recuperación de la economía. Otros resultados de interés para este país son la reducción del déficit comercial y la pérdida de relevancia estratégica del Medio Oriente.

Varios de los beneficios mencionados se extenderán a todas las economías, especialmente a las importadoras de energía.

Los perdedores serán los exportadores de energía en los que la balanza de pagos y las finanzas públicas tienen alta dependencia de esos recursos. El impacto no solo lo sentirán los que exportan petróleo y gas, sino también los de carbón, pues está siendo sustituido por gas, que es más barato y menos contaminante.

Es alto el riesgo de inestabilidad fiscal en las economías dependientes de la producción y exportación de energía. Los principales miembros de la OPEP proyectaron sus presupuestos con precios del petróleo superiores a los US$90; incluso Venezuela lo hizo con US$120 e Irán con US$135.

Impactos probables en Colombia

Colombia tiene alta dependencia del petróleo en las exportaciones y en las cuentas fiscales; además las reservas dan para apenas seis o siete años. En carbón, pese a las altas reservas, se enfrenta un precio internacional bajo y la creciente sustitución por gas natural.

En 2013 los minero-energéticos representaron el 72% de las exportaciones totales. Es evidente que si se mantiene la tendencia a la baja de los precios de la energía, el déficit comercial tenderá a volverse estructural y será necesario un ajuste de las importaciones y de la tasa de cambio para mantenerlo en niveles razonables.

No es menospreciable el impacto fiscal de los bajos precios del petróleo. El Marco Fiscal de Mediano Plazo tiene un supuesto de US$98/barril para 2015 y estima que cada dólar de variación del precio impacta en $420.000 millones el presupuesto.

Un estudio reciente de Hernando José Gómez plantea un escenario pesimista con desplome del precio del petróleo a US$60. Esto propiciaría una caída del PIB de -2.6% en 2016, reducción de los ingresos fiscales de -1% del PIB anual, aumento del desempleo a 11.6% y crecimiento de la pobreza de 29% a 34%, entre otros.

Ese estudio es un campanazo de alerta para que las autoridades económicas prevean la reacción frente a un escenario que hace unos pocos meses se consideraba inviable, pero que hoy tiende a volverse realidad.

Afortunadamente, el buen manejo de las finanzas públicas y de la política monetaria es un patrimonio de la economía colombiana, que brinda la capacidad de respuesta para amortiguar esos impactos. Esperemos que primen los efectos positivos sobre los negativos.