Publicado en Portafolio el 4 de octubre de 2013
Pasada la efervescencia del paro agrario, una mirada más reposada y con nuevos datos pone en evidencia cómo manipulan la información algunos supuestos defensores de los campesinos colombianos. En su desesperado afán de endilgar todos los problemas del agro a los TLCs, no dudaron en lanzar afirmaciones poco fiables.
Es claro que el campo colombiano vive una compleja problemática, gestada a lo largo de varias décadas y fuente del malestar social reflejado en el paro. Pero ella no se puede solucionar buscando chivos expiatorios sino encontrando la raíz real de los problemas. Y a eso no contribuyen aquellos que buscan pescar en rio revuelto, con perlas como las siguientes:
El senador Jorge Robledo afirma que “el libre comercio es la causa de la crisis agraria”. Ese es un eslogan que suena bonito, vende bien y genera alianzas, antes imposibles, con aquellos que nunca piensan en el bienestar del consumidor pero sí en preservar su estado de confort.
Curiosamente, pocos días antes de esa afirmación, Portafolio titulaba: “Colombia, la segunda economía más cerrada de A. Latina”. Muchos siguen creyendo que la apertura unilateral de 1991 volvió al país una economía abierta y de libre comercio. Pero con su táctica del avestruz, no ven que el mundo se siguió moviendo mientras aquí nos quedamos maquinando cómo “neutralizar” el “neoliberalismo”.
No de otra forma se pueden entender los resultados del Global Competitiveness Report 2013–2014: en la variable “prevalencia de barreras al comercio”, Colombia está en el puesto 131 entre 148 países; en el de la tarifa arancelaria en el 82, aun después de la reforma arancelaria de 2010 y del diferimiento para bienes de capital e insumos no producidos; y en los coeficientes de apertura en el 143 en importaciones y en el 137 en exportaciones. ¿Es este el libre cambio a la colombiana que explica el paro?
En el mismo artículo el senador Robledo afirmó que: “…arroz, cárnicos, lácteos, oleaginosas, papa, azúcar y hortalizas… vienen desapareciendo con los TLC suscritos y la Alianza del Pacífico, como lo muestra el otro millón de hectáreas de agricultura eliminada entre 2000 y 2012”. Esta afirmación es falsa de ‘cabo a rabo’.
Para empezar, la Alianza del Pacífico no puede estar “desapareciendo” cultivos por la simple razón de que no está vigente. La negociación comercial apenas concluyó a finales de agosto y debe ser aprobada como ley por el Congreso y revisada por la Corte Constitucional antes de entrar en vigencia.
Con relación al área cultivada, las cifras del MinAgricultura indican que en ese periodo, excluyendo café que no tiene datos completos, creció en 240 mil hectáreas.
Y respecto a papa, azúcar, hortalizas, oleaginosas y carnes de res, pollo y cerdo, la producción tiene las oscilaciones naturales, pero su tendencia es claramente ascendente; en el caso de leche hay un estancamiento reciente, pero no una caída; y solo en arroz riego se reduce la producción en los últimos años.
La representante Pinilla trinó el 28 de agosto: “TLC con UE puso en total riesgo producción de leche, quesos y mantequillas colombianas por eso se justifica el #ParoNacional”. Este debe ser el TLC con el impacto más veloz en la historia comercial del mundo; entró a regir el 1 de agosto de 2013 y en 27 días tenía en riesgo al sector lechero.
En esa negociación, quedó un contingente de leche en polvo de 4.000 toneladas, equivalente al 0.6 por ciento de la producción anual nacional, y por fuera de él se aplica un arancel del 98 por ciento que se desgrava a 17 años. ¿Será un tiempo suficiente para mejorar la productividad y neutralizar el “riesgo”?
En otro de sus trinos dijo: “Importaciones de alimentos pasaron de 252.516 t en el 1er trimestre del 2011 a 385.196 t en el primero del 2012 TLC con #EstadosUnidos”. Esas cifras son falsas, porque entre los dos periodos mencionados el volumen se redujo en 71.1 por ciento; pero, más importante aún: el TLC con Estados Unidos no estaba vigente en el primer trimestre de 2012.
¡Ese es el tipo de “verdades” con las que defienden a los campesinos! Y con ellas crearon un ambiente que impidió a los ciudadanos de a pie asimilar objetivamente la información con la que el gobierno demostró lo enclenques que eran esos argumentos.
Por si hiciera falta algún dato objetivo más, los resultados del PIB del primer semestre de 2013 que acaba de publicar el Dane, indican que la papa creció 13.5% respecto al 2012, corroborando una buena cosecha que pudo reducir los precios ¿Aun así seguirán sosteniendo que está “desapareciendo” por los TLC, y que eso justifica los paros?
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El TLC con los Estados Unidos y el paro agrario
Publicado en Portafolio el 2 de septiembre de 2013
Achacar al TLC con EEUU, y en general a los acuerdos comerciales, la responsabilidad en la situación del campo que llevó al paro, produce risa y tristeza simultáneamente.
Risa por el oso que hacen quienes, con fines oportunistas, no dudan en repetir cuanto eslogan de crítica van escuchando, sin hacer el menor esfuerzo por verificar los argumentos que lo sustentan. Tristeza, porque reflejan su escasa reflexión sobre los problemas del país; echar culpas por el simple hecho de no compartir la política comercial, desorienta a la ciudadanía, no contribuye a mejorar los diagnósticos y sataniza los instrumentos de política.
El burgomaestre Petro en su tweeter se declara profeta: “Le dije a Uribe que no firmara TLC con EEUU porque iba a destruir el campo de los campesinos”.
El senador Robledo con su palmario pesimismo sentencia: “a punta de TLC aumentan las importaciones y disminuyen las exportaciones, arruinan a los productores y concentran aún más la propiedad de la tierra, a costa del campesinado y de los empresarios pequeños y medianos”.
Y Daniel Samper pretende darle un golpe de gracia al TLC con Estados Unidos, con cifras que no se toma la molestia de poner en contexto: “en el primer año del TLC se dispararon las importaciones agrícolas: la soya subió 467 por ciento, los lácteos, 214, la carne de cerdo, 66, el trigo, 15…”.
Para Estados Unidos el de Colombia no es el primer TLC que firma; además del nuestro tiene vigentes otros 20. La evidencia empírica muestra que en ningún caso ni el campo ni los campesinos se han arruinado; en todos los países el valor agregado agropecuario siguió creciendo; igual pasó con la productividad en el agro; y la balanza comercial agropecuaria ha mantenido su signo y en varios países ha crecido el superávit.
Aun cuando en nuestro medio hay analistas que han hecho eco de supuestas tragedias, como la quiebra de los ganaderos de México, nunca ha aparecido la fuente de tal información.
Como uno de los objetivos de los acuerdos comerciales es crecer el comercio, es normal que aumenten tanto las exportaciones como las importaciones. Estas últimas no tienen que repercutir en la estabilidad de la producción nacional, salvo en los casos teóricos de sustitución de la producción ineficiente de un país por la más eficiente del otro; en tal situación es evidente que habrá una mejora del bienestar de la población, que tendrá acceso a productos de mejor calidad por menor precio.
Pero no es eso lo que está ocurriendo actualmente con las importaciones agropecuarias del país, lo que desvirtúa el argumento de los críticos. El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha mostrado que las importaciones de leche en 2012 representan el 3% de la producción nacional y equivalen a 10 días de consumo; y las importaciones de papa en ese año son menos del 1% de la producción y 2.4 días de producción. ¿Estas cifras ponen en riesgo la producción nacional? Dudoso.
Los críticos no han caído en cuenta que sus opiniones sobre los presuntos impactos negativos de los TLC, y en general del comercio internacional, en el campo coinciden con un periodo en el que las importaciones de productos agropecuarios están cayendo. En efecto en el primer semestre de 2013 estas importaciones fueron inferiores en 6.5% a las del primer semestre de 2012, al pasar de 5.0 a 4.6 millones de toneladas.
Pero como las provenientes de Estados Unidos crecieron 94.8% en el mismo periodo, concluyen que nos están inundando. Aparentemente tienen razón quienes eso deducen; pero la realidad es que las importaciones de productos agropecuarios desde ese país cayeron de 1.2 millones a 499 mil toneladas entre el primer semestre de 2011 y el primero de 2012, porque la demora en la vigencia del TLC repercutió en el desplazamiento por parte de otros países con los que ya teníamos acuerdo comercial vigente. El primer semestre de 2013 muestra la recuperación parcial del terreno perdido, al llegar a un monto de 971 mil toneladas.
Un examen detallado de los productos importados desde ese país indica que la variación absoluta anual en el primer semestre fue de 473 mil toneladas y que ella es explicada casi totalmente por cinco productos: tortas de soya, trigo, frijol soya, aceite de soya y lácteos. En todos estos casos las importaciones totales de Colombia registraron variaciones negativas.
En síntesis, toca que los críticos de los TLC busquen otros argumentos; mientras tanto, hay que descontaminar la discusión para llegar a las causas objetivas de la situación del campo y de ahí a las mejores soluciones.
Variación absoluta de las importaciones de productos agropecuarios desde EEUU y el mundo entre el primer semestre de 2012 y el primer semestre de 2013 (miles de toneladas)
Fuente: Dane; cálculos del autor
Achacar al TLC con EEUU, y en general a los acuerdos comerciales, la responsabilidad en la situación del campo que llevó al paro, produce risa y tristeza simultáneamente.
Risa por el oso que hacen quienes, con fines oportunistas, no dudan en repetir cuanto eslogan de crítica van escuchando, sin hacer el menor esfuerzo por verificar los argumentos que lo sustentan. Tristeza, porque reflejan su escasa reflexión sobre los problemas del país; echar culpas por el simple hecho de no compartir la política comercial, desorienta a la ciudadanía, no contribuye a mejorar los diagnósticos y sataniza los instrumentos de política.
El burgomaestre Petro en su tweeter se declara profeta: “Le dije a Uribe que no firmara TLC con EEUU porque iba a destruir el campo de los campesinos”.
El senador Robledo con su palmario pesimismo sentencia: “a punta de TLC aumentan las importaciones y disminuyen las exportaciones, arruinan a los productores y concentran aún más la propiedad de la tierra, a costa del campesinado y de los empresarios pequeños y medianos”.
Y Daniel Samper pretende darle un golpe de gracia al TLC con Estados Unidos, con cifras que no se toma la molestia de poner en contexto: “en el primer año del TLC se dispararon las importaciones agrícolas: la soya subió 467 por ciento, los lácteos, 214, la carne de cerdo, 66, el trigo, 15…”.
Para Estados Unidos el de Colombia no es el primer TLC que firma; además del nuestro tiene vigentes otros 20. La evidencia empírica muestra que en ningún caso ni el campo ni los campesinos se han arruinado; en todos los países el valor agregado agropecuario siguió creciendo; igual pasó con la productividad en el agro; y la balanza comercial agropecuaria ha mantenido su signo y en varios países ha crecido el superávit.
Aun cuando en nuestro medio hay analistas que han hecho eco de supuestas tragedias, como la quiebra de los ganaderos de México, nunca ha aparecido la fuente de tal información.
Como uno de los objetivos de los acuerdos comerciales es crecer el comercio, es normal que aumenten tanto las exportaciones como las importaciones. Estas últimas no tienen que repercutir en la estabilidad de la producción nacional, salvo en los casos teóricos de sustitución de la producción ineficiente de un país por la más eficiente del otro; en tal situación es evidente que habrá una mejora del bienestar de la población, que tendrá acceso a productos de mejor calidad por menor precio.
Pero no es eso lo que está ocurriendo actualmente con las importaciones agropecuarias del país, lo que desvirtúa el argumento de los críticos. El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha mostrado que las importaciones de leche en 2012 representan el 3% de la producción nacional y equivalen a 10 días de consumo; y las importaciones de papa en ese año son menos del 1% de la producción y 2.4 días de producción. ¿Estas cifras ponen en riesgo la producción nacional? Dudoso.
Los críticos no han caído en cuenta que sus opiniones sobre los presuntos impactos negativos de los TLC, y en general del comercio internacional, en el campo coinciden con un periodo en el que las importaciones de productos agropecuarios están cayendo. En efecto en el primer semestre de 2013 estas importaciones fueron inferiores en 6.5% a las del primer semestre de 2012, al pasar de 5.0 a 4.6 millones de toneladas.
Pero como las provenientes de Estados Unidos crecieron 94.8% en el mismo periodo, concluyen que nos están inundando. Aparentemente tienen razón quienes eso deducen; pero la realidad es que las importaciones de productos agropecuarios desde ese país cayeron de 1.2 millones a 499 mil toneladas entre el primer semestre de 2011 y el primero de 2012, porque la demora en la vigencia del TLC repercutió en el desplazamiento por parte de otros países con los que ya teníamos acuerdo comercial vigente. El primer semestre de 2013 muestra la recuperación parcial del terreno perdido, al llegar a un monto de 971 mil toneladas.
Un examen detallado de los productos importados desde ese país indica que la variación absoluta anual en el primer semestre fue de 473 mil toneladas y que ella es explicada casi totalmente por cinco productos: tortas de soya, trigo, frijol soya, aceite de soya y lácteos. En todos estos casos las importaciones totales de Colombia registraron variaciones negativas.
En síntesis, toca que los críticos de los TLC busquen otros argumentos; mientras tanto, hay que descontaminar la discusión para llegar a las causas objetivas de la situación del campo y de ahí a las mejores soluciones.
Variación absoluta de las importaciones de productos agropecuarios desde EEUU y el mundo entre el primer semestre de 2012 y el primer semestre de 2013 (miles de toneladas)
Fuente: Dane; cálculos del autor
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