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Vivir con US$2 diarios y ahorrar

miércoles, 22 de agosto de 2012
Publicado en la edición No. 54 de la Revista Misión Pyme, agosto de 2012

La definición internacional de pobreza adoptada por el Banco Mundial corresponde a personas que viven con menos de US$2 diarios y la de pobreza extrema a las que viven con menos de US$1.25 diarios.

A primera vista parece absurdo que eso pueda ser posible. Pero las estimaciones más recientes del Banco Mundial indican que en 2008 había 2.470 millones de pobres en el mundo y 7.2 millones en Colombia (en 2010); de ellas, estaban en pobreza extrema 1.290 millones y 3.7 millones, respectivamente.

Con ese criterio, una familia colombiana de cuatro personas con un solo ingreso, se clasifica como pobre si recibe menos de $432.000 por mes y pobre extrema si percibe menos de $216.000 mensuales. Se trata de ingresos inferiores al salario mínimo ($566.700).

Cuesta trabajo creer que una persona pueda siquiera alimentarse con semejantes ingresos, de forma que resulta descabellada la pregunta de si, además, puede ahorrar… Pero la respuesta es: ¡sí!

Así lo evidencia una investigación de Daryl Collins, Jonathan Morduch, Stuart Rutherford y Orlanda Ruthven realizada en Bangladesh, India y Suráfrica y publicada en el libro “Las finanzas de los pobres. Cómo viven los pobres del mundo con dos dólares al día”.

Observaron los autores que los ingresos pueden ser en promedio de dos dólares diarios por persona, pero en la realidad son muy inestables; así como hay días en que perciben una cifra superior, hay otros en que no perciben nada. Esto hace obligatorio el ahorro, para poder cubrir las necesidades básicas de la familia cada día y reducir el riesgo de pasar hambre. Y en ese contexto, tanto la retención de parte de los ingresos diarios, como el endeudamiento, se consideran ahorro.

Así lo señalan Collins y sus colegas: “tanto al pedir como al hacer préstamos, las familias han descubierto formas de lidiar con las fuerzas económicas, psicológicas y sociales que hacen que sea tan complicado reunir sumas considerables de dinero…. Si eres pobre, pedir prestado puede ser la forma más rápida de ahorrar”.

La investigación comprobó que aun en esos niveles de pobreza se utilizan múltiples instrumentos con el fin de allegar los recursos necesarios para costear un tratamiento médico, un funeral, la boda de una hija, o la entrada de los hijos al colegio. Cualquiera de esos gastos representa sumas enormes para la escala de ingresos.

Los autores documentan un caso en Suráfrica de una persona que recibía una pensión de US$115, con la cual se mantenían cinco personas; cuando murió tenía una deuda de US$108 con un tendero, contraída para pagar los gastos médicos. En esas circunstancias la familia tuvo que afrontar los costos del funeral que ascendieron a US$2.400; un poco más del 50% fue cubierto con seguros funerarios y sociedades de ahorros que tenía la difunta en su “cartera financiera”.

Las carteras financieras de los pobres son más complejas de lo que se cree: ahorro en efectivo en casa, dinero “depositado” con vecinos, “natilleras” o cadenas, pago a particulares por recaudar ahorro diario, depósitos en microfinancieras, préstamos sin intereses por vecinos o familiares, microcréditos, deuda con tenderos, créditos con agiotistas, seguros funerarios, compra de joyas, y préstamo de alimentos con vecinos, entre otros.

Estos conocimientos ayudarán a entender mejor cómo sobreviven tantos seres humanos con tan exiguos recursos y cómo afinar los instrumentos que se diseñen para combatir la pobreza.

Mendigos

martes, 27 de julio de 2010
Artículo publicado en Ámbito Jurídico No. 302, del 26 de julio al 8 de agosto de 2010


En una de sus visitas a Colombia, Muhammad Yunus, pionero del desarrollo del microcrédito, se refirió al origen de una línea de crédito especial del Grameen Bank, creada en 2003.

Un día al salir del banco una pordiosera le pidió una limosna. Yunus se quedó observándola y le preguntó por qué pedía dinero siendo una persona sana que podría desarrollar actividades productivas. La mendiga le contestó que nadie le daba trabajo y que seguramente él mismo, al verla con esa facha, no la contrataría.

Entonces Yunus le dijo que, en lugar de darle una limosna, él estaba dispuesto a hacerle un préstamo por el equivalente a unos pocos dólares; con ellos, podría comprar dulces o galletas o juguetes, para que los vendiera por las calles que recorría. Al cabo de una semana debía devolver el dinero más unos intereses.

Una semana después, a la salida del banco lo esperaba la mendiga para hacer el pago acordado y solicitarle otro crédito en iguales condiciones. El proceso se repitió varias veces y Yunus observó cómo la actitud de la mujer cambió notablemente.

En Bangladesh, como en muchos países en desarrollo, las personas, en especial las mujeres, se ven enfrentadas a la mendicidad como consecuencia de múltiples causas: desastres naturales, muerte del miembro de la familia que tenía empleo, abandono o repudio de la pareja, y discapacidad, entre otras. Por lo general los programas sociales de los gobiernos no llegan a estas personas.

Entusiasmado con lo observado, Yunus propuso a la Junta Directiva del Grameen que cada empleado del banco “adoptara” un mendigo para prestarle sumas pequeñas por periodos semanales y, obviamente, sin ningún tipo de garantía. Aún los que conocían de cerca a Yunus, dudaron de su cordura, pero finalmente la idea se impuso. Al cabo de unos meses, muchos empleados estaban solicitando autorización para que les permitieran “adoptar” más mendigos.

La línea diseñada tiene condiciones especiales. Inicialmente se prestan montos pequeños, que van creciendo a medida que hay un historial de cumplimiento de las obligaciones. Los préstamos a mendigos no tienen intereses y los plazos los define el cliente. Por ejemplo, un deudor que inicia con un crédito equivalente a 1,50 dólares y decide pagar cuotas semanales de 3,4 centavos de dólar, tendrá un plazo de 44 semanas. Adicionalmente, se les da sin costo un seguro de vida y uno de crédito.

Actualmente el programa presta a más de 100 mil mendigos y el crédito promedio está entre 12 y 15 dólares; en la práctica, la mayoría de estos clientes son vendedores ambulantes. Según Yunus, "18.000 han dejado de mendigar gracias al éxito del puerta a puerta, y otros muchos mendigan ya solo a tiempo parcial… a los mendigos les gustó la idea y muy pronto sabían qué casas son buenas para mendigar y cuáles para vender; en el fondo han hecho una segmentación del mercado".

Desde mediados de los años setenta, cuando surgió el microcrédito, se comprobó que los pobres son muy cumplidos con sus obligaciones financieras. Pero más importante aún fue constatar que el acceso al crédito formal mejora las condiciones de vida de los receptores.

La experiencia con los mendigos demuestra que esas características se cumplen incluso con los más pobres entre los pobres. A diferencia de la caridad, los microcréditos rescatan su dignidad como seres humanos; a pesar de no pagar intereses, el sólo hecho de saber que no es una limosna lo que reciben, les permite valorarse. Al recuperar la capacidad de subsistencia mediante el trabajo, mejoran las condiciones de vida y aumenta la posibilidad ahorrar y de educar a los hijos.

En el caso de Colombia, hasta comienzos del presente siglo el microcrédito era realizado por unas pocas ONGs. Pero ellas tenían una drástica restricción de recursos, pues al no tener licencia para captar dinero del público, dependían del apoyo de ONGs, otros organismos internacionales y créditos del sistema financiero, que hacían su labor muy costosa.

Algunas ONGs hicieron el esfuerzo de convertirse en establecimientos de crédito para poder captar recursos de ahorro del público y, al tiempo, algunas entidades del sector financiero empezaron a manifestar su interés en el microcrédito.

Esa labor silenciosa que venían desempeñando las ONGs especializadas y algunos establecimientos de crédito se fortaleció desde 2002, con las políticas del gobierno. Primero, mediante el convenio con el sector financiero en 2002 y segundo, con el programa Banca de las Oportunidades.

Las cifras evidencian el impacto de la política gubernamental. Entre 2006 y 2010 se otorgaron 5.6 millones de microcréditos y los desembolsos ascendieron a 16,6 billones de pesos. El acceso a los servicios financieros (bancarización) pasó del 47% al 57% de la población mayor de 18 años.

Pero también es claro que aún queda camino por recorrer. Los más pobres siguen en manos de los agiotistas y los mendigos son como parias que no cuentan ni siquiera para los prestamistas informales.

La reciente alianza del Grameen Bank con un grupo colombiano y la entrada de nuevos establecimientos financieros especializados en microfinanzas, sumadas a la continuidad que el nuevo gobierno le dé al programa de Banca de las Oportunidades, son la garantía para llegar con servicios financieros a más y más pobres. Ojalá lleguemos a un escenario en el que la mendicidad se reduce a su mínima expresión en Colombia, porque esos seres humanos se han reincorporado a la sociedad.

“Unbanked”

miércoles, 23 de junio de 2010
Publicado en el diario La República el 10 de junio de 2010

En la década del sesenta, los trabajos de Raymond Goldsmith, John Gurley y Edward Shaw establecieron la relación que hay entre el sector financiero y el desarrollo económico.

Desde entonces los gobiernos adoptan políticas orientadas a aumentar el indicador de profundización financiera (coeficiente de cartera o activos sobre el PIB).

Pero más recientemente surgió una nueva preocupación al observar que una parte considerable de la población no tiene acceso a los servicios financieros, incluso en las economías desarrolladas; a esa población se le denomina "unbanked", término que se ha traducido como "no bancarizada".

Usualmente los no bancarizados son las personas más pobres de la sociedad que no están en capacidad de asumir los costos de los servicios financieros (cuota de manejo, o retiro por cajero electrónico). Su situación se acentúa con la tendencia de los establecimientos financieros a no ubicar oficinas en los sectores más pobres; esto desanima a los potenciales clientes por los elevados costos de movilizarse a sucursales lejanas (transporte y tiempo).

En las economías que han implementado instrumentos para bancarizar esta población, se han observado mejoras notables en su calidad de vida. Mientras que los no bancarizados "ahorran" comprando activos (joyas, electrodomésticos, etc.) y deben asumir elevados costos para recuperar la liquidez cuando la necesitan, los bancarizados pueden proteger sus ahorros mediante diferentes productos de captación rentables y con bajos costos de liquidez.

Los primeros se vuelven esclavos del "gota a gota" para financiarse, lo que les impide cualquier mejora real de sus condiciones de vida. Entre tanto, los bancarizados pueden acceder al crédito formal, que les permite la adquisición de bienes o servicios difícilmente alcanzables de otra forma: vivienda, educación, mejoras locativas, vehículo para un negocio, y capital de trabajo para microempresas, entre otros.

Como consecuencia del convenio sobre microcrédito de 2002 entre el gobierno y el sistema financiero y del programa de Banca de las Oportunidades, en Colombia han empezado a mejorar los indicadores de bancarización. Las estimaciones más recientes de la Asobancaria señalan que los niveles de bancarización de la población mayor de 18 años pasaron del 47 por ciento en junio de 2006 al 57 por ciento en diciembre de 2009. Y alrededor de 1.6 millones de microempresarios recibieron por primera vez un crédito formal.

Es un avance notable, que mejora la calidad de vida de muchas personas y las conecta con los beneficios del crecimiento. Pero aún queda más del 40 por ciento de adultos sin acceso a los servicios financieros, lo que implica mayores esfuerzos y productos financieros novedosos para consolidar esta revolución silenciosa.

Mercado de pobres

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en la revista MisiónPyme de octubre de 2008

“Los pobres no tienen poder adquisitivo”. “En las economías pobres, los mercados son estrechos por la baja capacidad de compra de su población”. Afirmaciones de este estilo se han convertido en “verdades de a puño” que nadie discute… O mejor, que nadie discutía hasta que se demostró que son preconcepciones que generan un círculo vicioso.

Tiene que aparecer uno que otro gurú que se sale de los cánones para enseñarnos lo que debimos ver con mucha anticipación. Eso pasa con los pobres y su capacidad de compra. Las empresas rara vez piensan en ese segmento, que representa el mayor porcentaje de la población, como un mercado potencial. Por ello los barrios marginales de muchas ciudades del mundo no cuentan con servicios formales de transporte, salud, bancos, y alimentos manufacturados de calidad, entre otros.

Muhammad Yunus demostró desde hace varias décadas que incluso la población en pobreza extrema tiene capacidad de pago y cumple como pocos con sus obligaciones financieras. Además, comprobó que al brindarles acceso a los servicios financieros formales, mejoran su alimentación y el acceso a la educación y la salud.

Más recientemente C. K. Prahalad extendió esas conclusiones a otras áreas. Afirmó que si bien es cierto que la capacidad de compra individual es baja, en su conjunto los pobres constituyen un enorme mercado que no ha sido aprovechado por las empresas.

En parte esa capacidad se evidencia en lo que Prahalad denomina la “sanción por pobreza”; esto significa que los pobres pagan unos costos superiores por acceso a los bienes y servicios que los asumidos por sectores de ingresos superiores. Es algo que podemos verificar en nuestro medio; los costos financieros que sufragan los más pobres con sistemas como el “gota a gota” son absurdos: ¡Hasta 20% diario!

Los pobres también ahorran pese a la “sanción por pobreza” que tienen que asumir por la carencia de sucursales bancarias. En Colombia es habitual entre la población de menores ingresos hacer “ahorros” mediante la compra de joyas o electrodomésticos (por eso se ven antenas de televisión en los sectores más deprimidos); cuando tienen necesidad de efectivo, acuden a las casas de empeño, por lo que sus costos de acceso a la liquidez son mucho más onerosos que los de la población con acceso al sistema financiero.

Aprovechar este mercado potencial y a la vez contribuir a la eliminación de la sanción por pobreza es un reto para las empresas formales. La mayoría de las experiencias exitosas en este campo es de empresas multinacionales, pero las mipymes locales tienen ventajas como la flexibilidad tecnológica y el conocimiento de la población (hábitos, preferencias, etc.), de las cuales pueden sacar partido.

Como dicen los expertos en estrategias empresariales, es la hora de formular modelos de negocio innovadores que permitan atender a los más pobres. Y habrá dos ganadores: las empresas y la población víctima de la sanción por pobreza.

El país del NO

Publicado en el diario La República el 11 de septiembre de 2008


Los colombianos nos preciamos de ser emprendedores, gente de iniciativa, “muy vivos” y con mucha “malicia indígena”. ¿Entonces por qué no se reflejan esas cualidades en nuestro nivel de desarrollo?

Quizás porque, como decían los abuelos, no hay nada completo en la vida. Esas potenciales virtudes las neutralizamos con reacciones iniciales de rechazo a cualquier innovación: “no podemos”; “no estamos listos”; “eso es casi imposible”. Son algunas de las expresiones que utilizamos ante las propuestas de cambio.

Pero no paramos ahí. A renglón seguido nos despachamos a criticar todos los detalles de cualquier propuesta novedosa, teniendo cuidado de no plantear alternativas que nos puedan convertir en objeto de crítica. Así se bloquean muchas iniciativas, se demora la adopción de decisiones vitales para el país o lo que sale termina siendo un pálido reflejo de lo que se necesita, cuando no un esperpento que empeora el problema que se pretende solucionar.

Quizás esas sean características que vienen de ñapa con el subdesarrollo, pues (¿afortunadamente?) no tenemos la exclusividad. Un ejemplo, por si hiciera falta, nos ilustra el punto.

Hoy en día Muhammad Yunus tiene fama mundial como uno de los creadores de las microfinanzas y se reconoce ampliamente que ellas mejoran las condiciones de vida de la población más pobre.

Pero no siempre fue así; como relata David Bornstein en su libro “El precio de un sueño”, en 1980 cuando Yunus se empeñaba en crear una entidad bancaria independiente del Banco de Bangladesh, “el proyecto del Grameen Bank recibía críticas desde todos los frentes: de políticos, de académicos, de marxistas y libertarios por igual. Sus argumentos eran diversos; entre todos formaban un conjunto extraordinariamente incoherente: el Grameen era antirrevolucionario, arrojaba migajas al pueblo; los créditos convertían a los aldeanos en minicapitalistas, bajaban los sueldos agrarios y creaban un entorno de intensa competitividad que destruía las opciones de unir a los aldeanos en diversas revueltas. En cualquier caso, el crédito por sí solo era inútil”.

Un problema complementario es que la creatividad aplicada a destruir las propuestas ajenas termina por crear ficciones que son aceptadas como reales por los propios críticos y convertidas en dogmas repetidos por sus áulicos.

Cuenta Jung Chang en “Cisnes salvajes”, que en la dictadura de Mao sus fieles servidores trataban de ocultar las desventajas de la autarquía comunista frente al creciente desarrollo de las economías capitalistas inventando episodios que demostraban la superioridad de su régimen. Así, de la noche a la mañana China alcanzaba rendimientos fantásticos en su agricultura, al tiempo que se gestaba una de las mayores hambrunas del siglo XX, causante de la muerte de millones de personas.

Reacciones similares hemos registrado recientemente en Colombia con la decisión de negociar acuerdos comerciales. Con las nuevas propuestas que se están implementando en materia de transformación productiva, seguramente también proliferarán.

No bien iniciadas las negociaciones del TLC con Estados Unidos, los críticos lanzaron afirmaciones según las cuales se estaba violando la Constitución, los medicamentos genéricos desaparecerían y morirían cuatro millones de colombianos, la industria nacional se evaporaría, etc.

No reconocen que el país se rezagó relativamente frente a la globalización y que ello pone en riesgo la posibilidad de reducir la pobreza en el mediano plazo. Como lo señala el ministro Plata, la realidad es que los tratados negociados y en negociación apenas sí nos nivelarán con el mundo hacia el año 2011.

Lo expuesto no significa que se deba eliminar la crítica. Más bien, que ella no se quede en el cómodo papel de desprestigiar lo que otros proponen; que fortalecida por nuestra viveza y nuestra malicia indígena, sea realmente constructiva y aporte o sepa reconocer y apoyar alternativas viables para el desarrollo.