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Formal versus informal

miércoles, 17 de septiembre de 2014
Publicado en Ámbito Jurídico, Año XVII – No. 402; 15 al 28 de septiembre de 2014

Cuando uno logra conseguir un taxi libre y el conductor está de buen humor y va para donde uno necesita ir, se suelen establecer enriquecedoras conversaciones mientras se disfrutan los trancones de Bogotá. Ellos son una especie de termómetro del país; tienen su particular visión sobre el acontecer político, la actualidad deportiva, los problemas de la economía, el escándalo del momento, las “genialidades” del alcalde, etc. 

En esos ocasionales coloquios indago sobre su vida en la informalidad laboral. Una pregunta obligada es cómo hacen para vivir con ingresos inferiores al salario mínimo; no hay respuesta porque ganan más del mínimo.

La mayoría de los taxistas trabaja mediante convenios verbales que parecen sacados de la época feudal o de los albores de la revolución industrial. El dueño del vehículo lo presta a los taxistas por turnos de 12 horas a cambio de una renta del orden de los $60.000; terminada esa jornada, deben entregarlo recién lavado y con el tanque del combustible lleno. El sueldo de los taxistas comienza ahí; todo lo que obtengan por encima de esos pagos, constituye su ingreso.

Salvo un ahorro forzoso para cubrir eventuales daños, generalmente el dueño se desentiende de cualquier otro compromiso laboral con el taxista. No paga ni caja de compensación ni salud, ni riesgos laborales, ni aportes para pensión. En pocas palabras, se trata de un servicio público abiertamente informal.

En promedio, el taxista puede obtener entre $50.000 y $70.000 libres en esas extremas jornadas, contando con la buena suerte de no enfermarse, o tener un accidente. Se colige que sin esas vicisitudes, el ingreso bruto puede oscilar entre 2.1 y 2.8 salarios mínimos mensuales vigentes.

Otro interrogante es si con ese ingreso bruto hacen aportes para salud o cómo logran afrontar enfermedades y tratamientos médicos de ellos, la esposa y los hijos. La respuesta es negativa al primer tema y la segunda es "papá gobierno": el Sisben es el “paganini”; o mejor, todos los contribuyentes formales les pagamos.

Por poner otro tema, surge el de la educación de los hijos; pero ahí tampoco hay problema, pues para eso están las escuelas y colegios públicos, que no cobran y tienen programas de alimentación gratuita para combatir la desnutrición infantil.

Y si viven en estratos 1 y 2, cosa que también es frecuente, tienen la lotería de la Bogotá Humana que les regala los primeros seis metros cúbicos de agua por mes, es decir, el 60% del consumo mensual familiar estimado en esos estratos.

Una última pregunta, con la que uno espera ponerlos a reflexionar, es si hacen ahorro pensional. La respuesta es contundente en la mayoría de los casos: no.

Algunos hicieron unos pocos aportes a un fondo de pensiones, pero les pareció que eso era tirar el dinero a la basura y ya no aportan. Aun cuando muchos no lo saben, finalmente la carga de su vejez también la asumiremos los empleados formales, mediante los diversos programas del gobierno para el adulto mayor.

Este es un balance muy positivo para los taxistas, que han servido de ejemplo, pero también para otros grupos informales. Primero, no se mueren de hambre, porque sus ingresos superan los que normalmente nos imaginamos. Segundo, no pagan impuestos ni contribuyen a su seguridad social y el gobierno les subsidia salud, educación, agua y alimentación a los hijos, por lo que no tienen ningún incentivo a la formalidad. Tercero, todos los ciudadanos formales les transferimos esos recursos y, por si fuera poco, tendremos que pagarles su vejez.

Adicionalmente, hay leyes que los empresarios incumplen y ningún gobierno les obliga a aplicarlas, por lo que terminan siendo cómplices de la informalidad. Por ejemplo, en el caso de los transportadores, el artículo 34 de la Ley 336 de 1996 establece que “las empresas de transporte público están obligadas a vigilar y constatar que los conductores de sus equipos cuenten con la Licencia de Conducción vigente y apropiada para el servicio, así como su afiliación al sistema de seguridad social según los prevean las disposiciones legales vigentes sobre la materia”.

Son loables las políticas de redistribución del ingreso mediante apoyos a la población más vulnerable. Pero es necesario neutralizar los efectos no deseados, excluir los grupos que no los necesitan y enfocarse realmente en los más pobres. El gobierno debe salir de esa trampa en la que cayó adoptando medidas para reducir la informalidad, al tiempo que otorga los subsidios que inducen comportamientos poco proclives a la formalidad.

No hacerlo, condena al país al atraso, pues desestimula la inversión, la generación de empleos dignos y el aumento de la productividad. Y día a día resulta más oneroso ser formales, por las crecientes cargas que les imponen para alimentar la informalidad.

De nuevo, el Ministerio de Industria

viernes, 18 de julio de 2014
Publicado en Portafolio el 18 de julio de 2014

En días pasados el presidente de la ANDI se refirió nuevamente a la propuesta de un “Ministerio de Industria”.

Muy bueno plantear debates, pero poniéndolos en contexto. Por ejemplo, insinuar que no hay apoyos del Estado a la industria y que no hay política industrial –como lo sostienen desde hace tres años algunos analistas–, no es un buen punto de partida.

En cambio, sin ser exhaustivos, se pueden mencionar numerosas acciones de los últimos años que, además de ser “apoyos” a ese sector, en cualquier lugar del mundo se denominan “política industrial”: 

1. Exenciones tributarias a las zonas francas. 2. Diferimiento arancelario para bienes de capital y materias primas no producidos. 3. Eliminación de la sobretasa a la energía. 4. Reducción de sobrecostos a la nómina con la eliminación de parafiscales. 5. Subsidio a la tasa de interés de viviendas nuevas, con repercusión en la demanda de más de 25 sectores industriales. 6. Negocios impulsados por Compre Colombiano para fortalecer el mercado interno. 7. Oportunidades de negocios abiertas por Proexport Colombia. 8. Creación del Instituto Nacional de Metrología. 9. Creación del Centro de Aprovechamiento de los Acuerdos Comerciales, con el objetivo de identificar y remover los obstáculos al desarrollo del potencial de exportación. 10. Incentivos tributarios de la Ley de Formalización y Generación de Empleo. 11. Imposición de aranceles mixtos a las importaciones de calzado y confecciones. 12. Desembolsos de créditos de Bancoldex para modernización, por más de 11 billones de pesos en los últimos cuatro años. 13. Establecimiento del Profia, para el fortalecimiento del sector de autopartes. 14. El programa Bancoldex Capital para la promoción de los fondos de capital. 15. Créditos garantizados por el Fondo Nacional de Garantías por más de 25 billones de pesos para las mipymes en cuatro años.

Además, hay políticas enfocadas en el mediano y largo plazo, como el Programa de Transformación Productiva que persigue el desarrollo de sectores de clase mundial; los acuerdos comerciales, que abren mercados en condiciones preferenciales para las exportaciones; la formalización empresarial que busca eliminar el lastre de la informalidad sobre la productividad; iNNpulsa Colombia, que estimula el emprendimiento dinámico innovador; la política de emprendimiento, orientada a enriquecer el tejido empresarial.

Como parte de la política industrial, se destinan recursos a la contratación de estudios especializados, que luego se plasman en decisiones de tipo transversal o sectorial; por ejemplo, la reforma a la ley de Habeas Data, el proyecto de ley anticontrabando que cursa en el Congreso y el estudio de costos de energía, que es parte de la política de reducción de costos de producción de las empresas.

Es hora de bajar la discusión de las ramas y comenzar debates puntuales sobre dónde se requieren ajustes y cuáles son las justificaciones, cuáles programas y políticas se deben fortalecer y cuáles suprimir. También sería deseable medir cuánto nos cuesta la política industrial a todos los ciudadanos.

En síntesis, más que un ministerio de industria, lo que hace falta en Colombia es una presentación integral y periódica de los objetivos de la política industrial, sus múltiples programas, los costos de cada uno, la evaluación de sus impactos, etcétera. La propuesta es emular el libro blanco de la política industrial de países como Japón, Taiwán, Corea y la Unión Europea.

Informalidad nefasta

viernes, 17 de agosto de 2012
Publicado en la edición de julio de la revista MisiónPyme

Según el Dane, la tasa de informalidad laboral en Colombia para enero–marzo de 2012 fue del 50.4%. La encuesta de informalidad empresarial no se volvió a publicar, pero el último resultado era de 39% medida por no llevar contabilidad y de 57% por no tener registro mercantil.

Esos niveles son muy altos y el país como un todo tiene que asumir el compromiso de combatirlos, pues son un lastre que genera impactos negativos sobre los trabajadores y sus familias, las propias empresas, el gobierno y, en general, toda la economía. Ahora analizamos el lastre y en la próxima columna las acciones del gobierno.

A los trabajadores informales los afecta porque sus remuneraciones son inestables y en muchos casos inferiores al salario mínimo; carecen de ahorro pensional y de prestaciones sociales; no tienen acceso a los servicios financieros y, por lo tanto, a la posibilidad de adquirir activos como la vivienda mediante crédito. Una de las consecuencias más graves es la reducción de opciones de educación a los niños, lo que tiende a perpetuar la situación de pobreza de estas familias.

Las empresas informales también encuentran difícil tener crédito, lo que las condena a las garras de los agiotistas que limitan su crecimiento; y no pueden participar en licitaciones públicas, ni beneficiarse de los programas gubernamentales de fomento a la modernización empresarial.

Pero también las empresas formales son afectadas, pues la competencia desleal de las informales les impide crecer. Por ejemplo, un almacén de confecciones difícilmente se expandirá y se proyectará como cadena, cuando al frente hay trabajadores informales con productos similares, en muchas ocasiones de contrabando o pirateados; además, los venden a precios inferiores porque ellos no pagan servicios ni prestaciones sociales, o son empresas que no tributan. Por si fuera poco, las formales son objeto de crecientes cargas tributarias, para compensar la elusión y evasión de la informalidad.

El gobierno sufre las consecuencias tanto en los ingresos como en los gastos. Los impuestos recaudados son menores, las pérdidas de las empresas de servicios públicos se incrementan y los gastos en subsidios de salud, educación, vivienda, servicios públicos y transporte aumentan más de lo que realmente sería necesario para atender a la población necesitada.

El balance es una asignación inadecuada de porciones significativas de los ingresos y los gastos públicos, que bien podrían ser utilizados en la provisión de bienes públicos, con mayor impacto en el bienestar de los más pobres y en el crecimiento de la economía.

Debemos considerar que en el régimen subsidiado de salud hay un alto porcentaje de población informal y que a futuro muchos de ellos ocasionarán más gastos en pensiones y en apoyos gubernamentales a la población adulta desprotegida. Esos son costos que asumimos todos los colombianos.

La economía en su conjunto también sufre las consecuencias por la menor provisión de bienes públicos, que mejoren la infraestructura o el capital humano o la movilidad, y por la baja productividad. Las estimaciones de McKinsey muestran que la productividad de la mano de obra informal es equivalente al 6% de la de un trabajador de Estados Unidos, lo que arrastra hacia abajo la de todo el país.

Todos estos elementos muestran que los costos de la informalidad la pagamos todos los colombianos. Y evidencian la importancia de las políticas del gobierno para combatirla.

Desarrollo endógeno bogotano

miércoles, 30 de mayo de 2012
Publicado en Ámbito Jurídico No. 346 del 28 de mayo al 10 de junio de 2012

En el foro sobre el TLC realizado en la Cámara de Comercio de Bogotá, el Alcalde Petro y su Secretario de Desarrollo Económico, Jorge Pulecio anunciaron los fundamentos del Plan de Desarrollo de la ciudad.

Pulecio lo expresó así: “Dos proposiciones de entrada. En lo económico, como muy bien lo planteó el alcalde Gustavo Petro… el privilegio de las políticas públicas está en la consolidación del mercado interior. Y en segundo lugar, las políticas públicas se van a basar en el modelo de desarrollo endógeno”.

En ninguna parte del Plan de Desarrollo aparece la expresión “modelo de desarrollo endógeno” y solo se menciona una vez el concepto de “políticas de desarrollo endógeno”. Lo deseable es que no se parezca a las experiencias del vecindario.

Los pocos elementos mencionados en el foro indican que el crecimiento se basará en el mercado interno, para lo cual es necesario incrementar los ingresos de las personas; y como el gasto de las familias bogotanas, caracterizadas por un alto nivel de pobreza, se concentra en transporte, servicios públicos, vivienda y alimentos (son el 77.6% en el decil 1), pues hay que cambiar los precios relativos para generar un excedente que permita nuevos gastos de las familias.

El Alcalde dio dos puntadas sobre lo que será la política de cambio de los precios relativos en favor de los más pobres. La primera, es el programa de regalar seis metros cúbicos mensuales de agua a 617 mil familias; esto, se supone, les libera ingresos para otros consumos, que aumentan la demanda interna e impulsan el crecimiento de las empresas.

Queda el interrogante de cómo financiar ese regalo, pues como dicen los economistas, “no hay almuerzo gratis”. Si lo hacen con cargo al presupuesto del Distrito, no se harán otros bienes públicos (escuelas, hospitales, vías) que podrían generar externalidades positivas superiores a las de regalar agua. Si se hace con los ineficientes subsidios cruzados, las familias que pagan más, reducen otros consumos, y entonces la demanda interna como un todo no aumenta.

El segundo, es el cambio en las reglas de juego que rigen el transporte privado, esto es, modificar los acuerdos contractuales. Se postula que hay unos crecientes costos operacionales que son trasladados a los pasajeros, lo que reduce su ingreso real y por lo tanto la demanda interna.

Por lo señalado en el Plan de Desarrollo, el problema es que las rentas que se generan se quedan en manos privadas y no son distribuidas entre públicas y privadas. Pero no es muy claro cómo se relacionan esas rentas con los costos operacionales de las empresas.

Si la modificación fuera para impedir que el crecimiento de los costos operacionales se refleje en los precios, las consecuencias pueden ser nefastas: deterioro en el mantenimiento de los vehículos, reducción de los salarios reales de los empleados, despido de trabajadores, etcétera.

Las alternativas esbozadas pero no desarrolladas en el Plan, aparentemente consisten en subsidiar a los transportadores o a los usuarios con otras fuentes (alquiler de locales, peajes urbanos), que harían aún más complejo y menos transparente el sistema.

Estas “metodologías” de cambiar los precios relativos son muy confusas. El problema es que el Plan de Desarrollo no avanza mayor cosa al respecto y algunas alternativas, como los peajes, tienen restricciones legales, señaladas por Jaime Castro (“¿Espejismo tributario?”).

Más sorprendente aún es que no hay casi referencias a la industria manufacturera, de la que se espera crecimiento y diversificación con la mayor demanda. Tampoco las hay sobre la informalidad; se menciona marginalmente la laboral (reubicación de vendedores) pero no la empresarial. Si la preocupación central es el desarrollo del mercado interno, es evidente la importancia de esta variable.

En el caso de la informalidad empresarial porque esas empresas no crecen, son de baja productividad y en muchos casos no pagan impuestos ni servicios públicos. Por lo tanto, contar con una estrategia del gobierno municipal para la reducción de ese fenómeno redundaría en incremento del recaudo de los tributos locales y en menores “pérdidas” para las empresas de servicios públicos domiciliarios. Así la Alcaldía contaría con mayores recursos para implementar políticas redistributivas.

Y en el caso de la informalidad laboral, su reducción repercutirá en mayores salarios, estabilidad en los ingresos, acceso a salud en el régimen contributivo –bajando la presión sobre el régimen subsidiado–, ahorro pensional y posibilidades de adquisición de activos fijos como la vivienda mediante acceso al crédito del sector financiero.

En síntesis, son necesarias mayores explicaciones de las autoridades capitalinas respecto al modelo de desarrollo endógeno; precisiones sobre las medidas para cambiar los precios relativos; y propuestas concretas sobre el tratamiento de la informalidad, que no pueden quedar refundidas en el etéreo concepto de “economía popular”. No hacerlo, puede generar incertidumbre sobre la estabilidad de las reglas de juego de la economía local.

Emprendimiento de calidad

jueves, 14 de enero de 2010
Publicado en la revista MisiónPyme de diciembre de 2009


Colombia es un país de emprendedores. Así lo ratifican los estudios Global Entrepreneurship Monitor (GEM); en su última edición (2008) el país aparece clasificado en el puesto tres entre 43 naciones por su tasa de actividad emprendedora.

Además, Colombia ocupó el segundo lugar en el indicador de nuevas empresas que esperan crear más de cinco puestos de trabajo en los próximos cinco años y el primero en las que esperan crear 19 o más puestos de trabajo.

Otro resultado interesante es la tendencia descendente que registra la tasa de cierre de empresas del país. Mientras que en 2006 tenía la segunda más alta, en 2008 registró la décima.

Estos resultados son positivos, pues entre mayor sea la creación de empresas y menor su mortalidad, más importante será su impacto en el crecimiento económico y en la generación de empleos. Por eso el país debe seguir fortaleciendo todos los instrumentos que incentiven el emprendimiento y lo orienten hacia la formalidad.

Este último aspecto es un lunar en el buen balance de emprendimiento. Según el informe GEM Colombia 2008, sólo el 17% de las nuevas empresas con edad inferior a 42 meses es formal. Aun cuando ese indicador refleja un avance respecto al del año anterior (13.9%), predomina la informalidad con sus consecuentes impactos negativos en la productividad del país y en la calidad del empleo.

Entre los diversos aspectos de la política de formalización que adelanta el gobierno, cabe destacar tres medidas del último año: la figura de la sociedad por acciones simplificada (SAS), la gradualidad de los parafiscales y el acceso prioritario de las mipymes a las compras públicas.

Mediante la SAS el país evoluciona en materia de organización societaria hacia un modelo más sencillo y más flexible para todos los tamaños de empresas. Según el Mincomercio, “las empresas familiares y pequeñas cuentan ahora con una estructura societaria que pueden adaptar perfectamente a sus necesidades particulares”. La respuesta de las empresas ha sido entusiasta; entre diciembre de 2008, cuando entró a regir la Ley 1258, y octubre del presente año, se han matriculado 10.288 SAS en las cámaras de comercio.

El Decreto 525 de 2009 estableció un mecanismo gradual en los parafiscales con el fin de aliviar este costo, que las nuevas empresas han identificado como uno de los obstáculos a la formalidad. Con esta norma, se paga el 25% de los parafiscales en el primer año, el 50% en el segundo, el 75% en el tercero y sólo a partir del cuarto el 100%. Hasta septiembre de 2009 se han acogido a este beneficio 432 empresas.

El Decreto 3806 de 2009 reserva para las mipymes creadas hace más de un año el acceso a licitaciones de las compras públicas de cuantía inferior a $372 millones. Es un mercado de $6 billones al cual pueden acceder las empresas formales de este segmento empresarial.

El mensaje para los emprendedores es claro: Aprovechar los incentivos para crear más empresas formales.

Muy formal

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en Ámbito Jurídico el 1 de diciembre de 2008


La informalidad de las empresas y del mercado laboral es un lastre para la competitividad. Aun cuando es un fenómeno que existe en todas las economías, registra niveles particularmente altos en los países subdesarrollados.

Pese a que el tema es motivo de preocupación tanto nacional como internacional, en el país no hay mucha información cuantitativa y la disponible tiene limitaciones.

La informalidad se observa en las empresas que funcionan sin licencia, eluden sus responsabilidades tributarias y no tienen una contabilidad organizada. El reciente informe del Consejo Privado de Competitividad “Ruta a la prosperidad colectiva”, señala que en Colombia el 57% de las empresas de más de cinco empleados compite con empresas informales.

Según el Dane, la tasa de informalidad laboral, que estuvo en niveles del 52% a comienzos de los años noventa, subió hasta cerca del 62% con la crisis de finales de esa década. Aun cuando descendió un poco con la reactivación de la economía y los altos niveles de crecimiento recientes, los datos de 2008 indican que los trabajadores informales se mantienen en niveles del 57% de la fuerza laboral.

Cabe aclarar que la definición del Dane –consistente con las recomendaciones del Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe de 1978–, incluye entre los informales a los trabajadores por cuenta propia y a los vinculados a empresas de menos de 10 trabajadores, lo que indicaría que todas las microempresas están en ese segmento.

Por décadas, ese concepto ha sido fuente de debates en los foros internacionales; de ahí surgió una definición más precisa, pero aún no ha sido incorporada en las mediciones en Colombia. Según la OIT “Se considera que los asalariados tienen un empleo informal si su relación de trabajo, de derecho o de hecho, no está sujeta a la legislación laboral nacional, al impuesto sobre la renta, a la protección social o a determinadas prestaciones relacionadas con el empleo (preaviso al despido, indemnización por despido, vacaciones anuales pagadas o licencia pagada por enfermedad, etc.)”.

Aún con las restricciones en la medición, los datos disponibles permiten corroborar la incidencia negativa de la informalidad en la productividad y competitividad de las economías. Un estudio de la CAF muestra que la productividad laboral de América Latina y de Colombia se rezagó desde mediados de la década del sesenta con relación a otras economías tanto desarrolladas como subdesarrolladas.

Los cálculos de la firma McKinsey indican que la productividad laboral en Colombia es el 20% de la de los trabajadores de Estados Unidos. En ese resultado tiene un peso significativo la economía informal, pues su productividad es apenas del 6% mientras que la del sector formal es del 40%.

Según la misma firma, si lográramos reducir el tamaño del sector informal de la economía colombiana al nivel que tiene Chile, que es del 30%, podríamos aumentar la productividad laboral media de Colombia a más de 50% de la de Estados Unidos.

Los datos anteriores muestran por qué en el diseño e implementación de las políticas de competitividad es importante incluir acciones específicas que ataquen la informalidad en todas sus manifestaciones.

El Documento Conpes 3527 de junio de 2008 establece la formalización laboral y empresarial como uno de los cinco pilares de la estrategia de competitividad del país y define planes de acción para orientar el trabajo de las entidades públicas responsables del tema.

Los planes de acción contienen un conjunto de herramientas que será utilizado bajo el liderazgo del Ministerio de la Protección Social para mejorar la formalización laboral. En este campo se espera implementar un nuevo concepto de informalidad laboral y mejorar la medición estadística, fortalecer el cumplimiento de los derechos fundamentales de los trabajadores y reducir la evasión y la elusión de los pagos de seguridad social y los aportes parafiscales, entre otras.

La formalización empresarial será liderada por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Entre las iniciativas a desarrollar cabe destacar las rutas para la formalidad; la mejora en el ranking del Doing Business; la creación de un régimen de simplificación tributaria para las mipymes; adelantar campañas de información para los empresarios; y diseñar medidas de control a la informalidad mediante el cruce de información entre entidades.

Las rutas para la formalidad son un programa que se realizará en asocio con las cámaras de comercio y la academia, con el objetivo de concientizar a los empresarios sobre las ventajas de la formalización. La Cámara de Comercio de Cali viene adelantando con éxito un piloto orientado a asesorar a las empresas en su tránsito de la informalidad a la formalidad y a consolidar a las ya formales; ahora será replicado a otras regiones del país.

La mejora en el Doing Business se relaciona con modificaciones de la regulación gubernamental para hacer más adecuado el entorno para los negocios. Algunos diagnósticos de la informalidad apuntan al exceso de regulaciones como una de las causas generadoras; por esto es importante la simplificación de trámites y la reducción de sus costos, como complemento a las campañas de concientización.


Hay compromiso del Gobierno, del sector privado y de la academia; la formalización laboral y empresarial es uno de los pilares de la política de competitividad; hay una articulación fuerte entre los diferentes componentes de esa política; y se cuenta con herramientas específicas para atacar la informalidad. Si logramos el objetivo, tendremos el escenario propicio para lograr un crecimiento más elevado y mejorar las condiciones del empleo en el país.