Publicado en el diario La República el 10 de junio de 2010
En la década del sesenta, los trabajos de Raymond Goldsmith, John Gurley y Edward Shaw establecieron la relación que hay entre el sector financiero y el desarrollo económico.
Desde entonces los gobiernos adoptan políticas orientadas a aumentar el indicador de profundización financiera (coeficiente de cartera o activos sobre el PIB).
Pero más recientemente surgió una nueva preocupación al observar que una parte considerable de la población no tiene acceso a los servicios financieros, incluso en las economías desarrolladas; a esa población se le denomina "unbanked", término que se ha traducido como "no bancarizada".
Usualmente los no bancarizados son las personas más pobres de la sociedad que no están en capacidad de asumir los costos de los servicios financieros (cuota de manejo, o retiro por cajero electrónico). Su situación se acentúa con la tendencia de los establecimientos financieros a no ubicar oficinas en los sectores más pobres; esto desanima a los potenciales clientes por los elevados costos de movilizarse a sucursales lejanas (transporte y tiempo).
En las economías que han implementado instrumentos para bancarizar esta población, se han observado mejoras notables en su calidad de vida. Mientras que los no bancarizados "ahorran" comprando activos (joyas, electrodomésticos, etc.) y deben asumir elevados costos para recuperar la liquidez cuando la necesitan, los bancarizados pueden proteger sus ahorros mediante diferentes productos de captación rentables y con bajos costos de liquidez.
Los primeros se vuelven esclavos del "gota a gota" para financiarse, lo que les impide cualquier mejora real de sus condiciones de vida. Entre tanto, los bancarizados pueden acceder al crédito formal, que les permite la adquisición de bienes o servicios difícilmente alcanzables de otra forma: vivienda, educación, mejoras locativas, vehículo para un negocio, y capital de trabajo para microempresas, entre otros.
Como consecuencia del convenio sobre microcrédito de 2002 entre el gobierno y el sistema financiero y del programa de Banca de las Oportunidades, en Colombia han empezado a mejorar los indicadores de bancarización. Las estimaciones más recientes de la Asobancaria señalan que los niveles de bancarización de la población mayor de 18 años pasaron del 47 por ciento en junio de 2006 al 57 por ciento en diciembre de 2009. Y alrededor de 1.6 millones de microempresarios recibieron por primera vez un crédito formal.
Es un avance notable, que mejora la calidad de vida de muchas personas y las conecta con los beneficios del crecimiento. Pero aún queda más del 40 por ciento de adultos sin acceso a los servicios financieros, lo que implica mayores esfuerzos y productos financieros novedosos para consolidar esta revolución silenciosa.
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Sistema financiero “completo”
Publicado en el diario La República el 20 de febrero de 2008
Colombia tiene un sistema financiero “incompleto”. Al tener un mercado de capitales muy pequeño y un reducido número de instituciones especializadas en la financiación de firmas nacientes y jóvenes, toda la presión de la demanda de recursos se enfoca en la banca, que es la principal fuente de financiación para las empresas y las familias. Muchas empresas que no tienen acceso al crédito bancario se ven supeditadas a financiarse con recursos propios, crédito de proveedores y el mercado extrabancario, lo que termina restringiendo sus posibilidades de crecimiento.
Los gobiernos de los últimos 40 años han tratado de cambiar esta estructura, buscando el desarrollo del mercado de capitales. Se han realizado múltiples diagnósticos del problema, tanto públicos como privados, mediante estudios, seminarios, consultas a expertos internacionales y gran cantidad de libros y artículos.
De ellos se han derivado numerosas recomendaciones, varias de las cuales se han plasmado en decisiones de política económica: incentivos tributarios, eliminación de las diferencias tributarias entre sociedades, supresión de la doble tributación, leyes de democratización accionaria, leyes que privilegian la participación de trabajadores en los procesos de privatización, establecimiento de inversionistas institucionales (fondos de pensiones y cesantías), creación de un mercado “balcón” para empresas medianas y pequeñas, fomento al gobierno corporativo en empresas en las que invierten los fondos de pensiones, simplificación de trámites en la emisión de bonos y normas sobre acciones preferenciales, entre otras.
Aún así, el mercado de capitales sigue siendo incipiente. Se logró un desarrollo importante del mercado de deuda pública y, en menor grado, del de deuda privada. Pero en el mercado accionario los resultados son desalentadores: el número de empresas que cotizan en bolsa pasó de más de 180 a comienzos de los años noventa a un poco más de 100 actualmente y muy pocas de ellas son de alta bursatilidad.
Esto no sería problema si tuviéramos un sector financiero grande. Pero el indicador de profundización financiera muestra que es pequeño para las necesidades de desarrollo del país. Además, la crisis de finales de la década anterior lo redujo aún más.
Tal vez el problema radica en el enfoque de los diagnósticos sobre el mercado de capitales. Ellos han tendido a centrarse en las empresas maduras y poco o nada en las empresas nacientes. Esto, desde luego permitió eliminar diversos obstáculos, pero muchas empresas mantuvieron sus preferencias por el crédito bancario y la baja “exposición” de la propiedad en el mercado accionario. Tendríamos que explicarnos por qué pocas empresas nuevas llegan a la bolsa y qué está pasando con la oferta de capital para ellas.
En los países con sistemas financieros “completos” existen ángeles financieros, fondos de capital de riesgo, fondos de inversiones y otras instituciones especializadas en la financiación de empresas nacientes y en desarrollo, además de los bancos y los mercados de capitales con amplia diversidad de instrumentos. Por eso la estructura de capital de las empresas puede ser más diversificada.
En los gobiernos recientes se ha trabajado en la creación de un entorno favorable para el desarrollo institucional que aumente la oferta de capital a las empresas nuevas. El microcrédito ha tenido particular impulso y empiezan a hacer presencia los fondos de capital de riesgo y de capital semilla. Además, el gobierno busca canalizar el interés de los fondos de inversión hacia mipymes con alto potencial de crecimiento.
Esas políticas, complementadas con el fomento al emprendimiento y la orientación de la educación superior a la formación de empresarios, pueden propiciar el crecimiento de un mayor número de empresas que potencialmente estén mejor preparadas para el mercado de capitales. ¿Lograremos un sistema financiero “completo”?
Colombia tiene un sistema financiero “incompleto”. Al tener un mercado de capitales muy pequeño y un reducido número de instituciones especializadas en la financiación de firmas nacientes y jóvenes, toda la presión de la demanda de recursos se enfoca en la banca, que es la principal fuente de financiación para las empresas y las familias. Muchas empresas que no tienen acceso al crédito bancario se ven supeditadas a financiarse con recursos propios, crédito de proveedores y el mercado extrabancario, lo que termina restringiendo sus posibilidades de crecimiento.
Los gobiernos de los últimos 40 años han tratado de cambiar esta estructura, buscando el desarrollo del mercado de capitales. Se han realizado múltiples diagnósticos del problema, tanto públicos como privados, mediante estudios, seminarios, consultas a expertos internacionales y gran cantidad de libros y artículos.
De ellos se han derivado numerosas recomendaciones, varias de las cuales se han plasmado en decisiones de política económica: incentivos tributarios, eliminación de las diferencias tributarias entre sociedades, supresión de la doble tributación, leyes de democratización accionaria, leyes que privilegian la participación de trabajadores en los procesos de privatización, establecimiento de inversionistas institucionales (fondos de pensiones y cesantías), creación de un mercado “balcón” para empresas medianas y pequeñas, fomento al gobierno corporativo en empresas en las que invierten los fondos de pensiones, simplificación de trámites en la emisión de bonos y normas sobre acciones preferenciales, entre otras.
Aún así, el mercado de capitales sigue siendo incipiente. Se logró un desarrollo importante del mercado de deuda pública y, en menor grado, del de deuda privada. Pero en el mercado accionario los resultados son desalentadores: el número de empresas que cotizan en bolsa pasó de más de 180 a comienzos de los años noventa a un poco más de 100 actualmente y muy pocas de ellas son de alta bursatilidad.
Esto no sería problema si tuviéramos un sector financiero grande. Pero el indicador de profundización financiera muestra que es pequeño para las necesidades de desarrollo del país. Además, la crisis de finales de la década anterior lo redujo aún más.
Tal vez el problema radica en el enfoque de los diagnósticos sobre el mercado de capitales. Ellos han tendido a centrarse en las empresas maduras y poco o nada en las empresas nacientes. Esto, desde luego permitió eliminar diversos obstáculos, pero muchas empresas mantuvieron sus preferencias por el crédito bancario y la baja “exposición” de la propiedad en el mercado accionario. Tendríamos que explicarnos por qué pocas empresas nuevas llegan a la bolsa y qué está pasando con la oferta de capital para ellas.
En los países con sistemas financieros “completos” existen ángeles financieros, fondos de capital de riesgo, fondos de inversiones y otras instituciones especializadas en la financiación de empresas nacientes y en desarrollo, además de los bancos y los mercados de capitales con amplia diversidad de instrumentos. Por eso la estructura de capital de las empresas puede ser más diversificada.
En los gobiernos recientes se ha trabajado en la creación de un entorno favorable para el desarrollo institucional que aumente la oferta de capital a las empresas nuevas. El microcrédito ha tenido particular impulso y empiezan a hacer presencia los fondos de capital de riesgo y de capital semilla. Además, el gobierno busca canalizar el interés de los fondos de inversión hacia mipymes con alto potencial de crecimiento.
Esas políticas, complementadas con el fomento al emprendimiento y la orientación de la educación superior a la formación de empresarios, pueden propiciar el crecimiento de un mayor número de empresas que potencialmente estén mejor preparadas para el mercado de capitales. ¿Lograremos un sistema financiero “completo”?
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