Publicado en el diario La República el 20 de noviembre de 2007
El concepto de economía abierta se asocia con la eliminación de las barreras al comercio internacional y la exposición de los sectores productivos a la competencia del resto del mundo. Es un tema que en Colombia se ha discutido por décadas y con especial énfasis desde la apertura unilateral de los 90 y el reciente desarrollo de las negociaciones de TLCs.
Con la apertura del gobierno Gaviria, en la opinión quedó la idea de que Colombia ya era una economía abierta. La verdad es que apenas estábamos empezando a nivelarnos con otros países. Los países desarrollados emprendieron la reducción de sus aranceles desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial; algunos subdesarrollados la iniciaron a mediados de la década del 60 y el resto durante las décadas siguientes. Colombia la adoptó a comienzos de los 90, después de varios ciclos efímeros de liberalización–protección determinados por bonanzas externas. No obstante, el indicador tradicional de comercio como porcentaje del PIB de Colombia apenas pasó de 35% a 43% entre 1990 y 2004; bastante lejos de los niveles de Chile (66%) o Corea (84%).
La comparación de aranceles promedio de Colombia y 11 de los principales socios comerciales, indica que en 1990 teníamos el tercer arancel nominal más alto (27%); en 2003 éramos el cuarto más alto (11.6%). Este, que es un tema poco analizado, indica que la apertura unilateral del país no tendría por qué repercutir en la pérdida de mercados, pues los otros países también redujeron los costos de entrada. Ello se corrobora con las cifras: ese grupo de países representó el 86% de nuestras exportaciones en 1993 y el 79% en 2006, mientras que las importaciones pasaron de 82% a 65% en el mismo periodo.
Otro indicador del grado de apertura de las economías es el porcentaje de las partidas arancelarias con tarifa cero. En Colombia el 1.7% de las partidas está libre de arancel; en el contexto de América Latina y el Caribe apenas supera a Perú (1.4%) y a Chile (0.4%) y queda muy lejos de la Unión Europea (29%) y de Estados Unidos, Japón y los centroamericanos, que tienen libre de arancel alrededor del 50% de las partidas.
En el otro extremo tenemos el porcentaje de partidas con arancel superior al 15%, que en el caso de Colombia corresponde al 28.1%. En América Latina sólo los países del Mercosur tienen un nivel superior. Chile y Bolivia no tienen partidas con esos aranceles.
Hay otros indicadores como el Índice de Libertad Económica, elaborado por Fraser Institute de Canadá. Uno de sus componentes es el comercio internacional que incluye impuestos al comercio exterior, barreras regulatorias, controles a los capitales y determinación del tipo de cambio, entre otras. En 2005, Colombia fue el penúltimo país de América Latina, sólo superado por Venezuela; en 1975 era el 14 entre 18 países.
Por último, una economía puede tener aranceles muy bajos, pero imponer costos administrativos que actúan como barreras al comercio. Por ejemplo, la reciente publicación Doing Business del Banco Mundial muestra que en Colombia el costo de llevar un contenedor hasta el barco ascendía a US$ 1.440 en 2006, mientras que en China apenas llegaba a US$ 390. Es evidente que ese costo, además de restar competitividad a los productos colombianos de exportación, “protege” industrias nacionales.
Estos argumentos muestran que no somos tan abiertos como creemos y que aún queda camino por recorrer en la eliminación de las barreras al comercio. El gobierno sigue trabajando en esa línea y los acuerdos comerciales están entre los instrumentos utilizados para lograrlo.
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