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Trump y el mundo que viene

viernes, 22 de noviembre de 2024

 

Publicado en Portafolio el 2 de noviembre de 2024

La incertidumbre debería ser menor en este segundo periodo de Trump y muchos de los interrogantes de los analistas sobre lo que viene para el mundo en los próximos años ya deberían tener respuesta. Sin embargo, como anota Peter Feaver, profesor de Duke University, “debido a la imprevisibilidad de Trump, su estilo errático y su pensamiento poco coherente, algunas de esas mismas preguntas siguen abiertas hoy en día”.

Por eso son muy preocupantes los potenciales impactos de sus políticas extremistas en el mundo, en un escenario de fragmentación de la globalización, malestar social y ascenso del populismo.

China enfrenta dificultades con la amenaza de Trump de un arancel del 60% a los productos chinos. La reacción anticipada de esta nación al cambio de entorno ha sido la ubicación de fábricas en varios países. En el caso de Estados Unidos, China busca beneficiarse del nearshoring con inversiones en América Latina; el problema es que Trump puede bloquear esta “filtración” impactando negativamente a los países de la región que exporten productos chino-latinoamericanos con las preferencias de los TLCs.

En la Unión Europea hay un creciente fraccionamiento con el ascenso del populismo de derecha y de izquierda, que dificulta la toma de decisiones comunitarias para afrontar los nuevos escenarios. Es probable que Trump reduzca el apoyo a Ucrania, incrementando los riesgos que representa Rusia para Europa; además, es posible que retome su decisión de reducir el respaldo a la OTAN. Esto obligará a la UE a un mayor gasto militar, agravando los altos niveles de endeudamiento y forzando el sacrificio de las políticas sociales.

América Latina seguirá siendo el patio trasero, salvo quizás por los problemas migratorio y de narcotráfico. China está aprovechando ese vacío con inversiones y créditos, ejemplo de lo cual es la reciente inauguración del megapuerto de Chancay en Perú, con la presencia de Xi Jimping.

Ese contexto pilla a Colombia en malas condiciones. El actual gobierno mostró su incapacidad para implementar políticas de reactivación y, por el contrario, se ha empeñado en políticas y reformas que mantienen deprimida la inversión, deterioran sectores como el de la minería, los servicios públicos y la salud, ponen en entredicho la sostenibilidad fiscal y desincentivan la generación de empleos formales. Así, el país está condenado a mediocres tasas de crecimiento que, en el mejor de los casos, serán del 3% según las propias proyecciones del gobierno. Las políticas de Trump le darán una mano al gobierno Petro con el anuncio de imponer un arancel del 10% a todas las importaciones y deportar a Colombia muchos de los más de 200 mil migrantes ilegales que huyeron del país en busca de un mejor porvenir.

Crecimiento versus bienestar

viernes, 19 de noviembre de 2021

 

Publicado en Portafolio el viernes 19 de noviembre de 2021

Sin duda, el crecimiento económico es muy importante. Pero más relevante es cómo se distribuyen sus beneficios entre las personas de un país y contribuyen a mejorar el bienestar.

Esa es una preocupación de la economía y por décadas ha generado amplios debates sobre cómo medir las ganancias en el bienestar de la población. En 2008 el presidente francés Nicolás Sarkozy convocó una comisión de alto nivel para “la medición del desarrollo económico y del progreso social”, liderada por Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi.

A partir de la literatura que surgió del informe de esa comisión, la OCDE diseñó e implementó lo que denomina el “Marco de bienestar de la OCDE”, que tiene cuatro características relevantes: 1. Se concentra en las personas y no en el sistema económico. 2. Se enfoca en dos dimensiones denominadas el bienestar actual y recursos para el bienestar futuro. 3. El análisis de la distribución del bienestar en la población. 4. La incorporación de aspectos objetivos y subjetivos.

Un ejemplo de aplicación de la segunda es la educación. Se suele dar importancia al gasto en educación o al número de estudiantes que se gradúan; en la dimensión actual se considera más relevante el desempeño de los estudiantes. Esto no significa desechar las primeras variables, sino complementarlas con el enfoque en las personas.

Esa metodología es aplicada por la OCDE a sus países miembro y los resultados son publicados (How’s Life?) para orientar decisiones de política. Ahora propone a los países latinoamericanos desarrollar indicadores para que puedan aplicar un “enfoque de bienestar en la política”. En octubre del 2021 la OCDE publicó un interesante libro titulado “How’s Life in Latin America?: Measuring Well-being for Policy Making”. Ahí se plantean enfoques participativos y multidimensionales que “pueden contribuir a reforzar el contrato social entre gobierno y ciudadanos”.

Los recursos para el bienestar futuro abarcan el capital económico, el capital humano, el capital social y el capital natural. El análisis de los planes de desarrollo de 15 países de la región evidencia que los dos últimos prácticamente no se toman en cuenta. Pero, como destaca la OCDE, “las recientes revueltas son un indicio de la fragilidad del contrato social en la región, que presenta un apoyo cada vez menor a la democracia electoral, escasa confianza en el gobierno, y altos niveles de percepción de la corrupción, discriminación y sensación de que la distribución de los ingresos es injusta”.

El enfoque de bienestar para las políticas públicas es una excelente propuesta de la OCDE que deberían incorporar los candidatos a la presidencia de Colombia en sus discursos, en especial cuando la inconformidad está asociada a problemas del contrato social.

América Latina y la incertidumbre global

viernes, 4 de mayo de 2018
Publicado en la Revista Fasecolda No. 169

En el periodo reciente aparecieron diversos factores exógenos que pueden afectar la dinámica de crecimiento de las economías de América Latina. Ante ellos, los gobiernos solo pueden adoptar medidas para mitigar sus impactos, pero no es una tarea fácil.

Migración venezolana

El desastre económico ocasionado por la dictadura de Venezuela originó la migración masiva de residentes que buscan escapar de la penuria que los agobia. Según la firma Consultores 21, la diáspora, que en los últimos años supera los cuatro millones de personas, se orienta especialmente hacia países de América y Europa; Colombia y Chile aparecen como los principales destinos, con el 17% cada uno, seguidos de EE.UU. (10%), Perú (10%), Ecuador (8%), Panamá (7%) y Argentina (4%).

Al principio, migraron los empresarios afectados por la pérdida de estabilidad jurídica en el país; luego salieron muchos trabajadores calificados, bien sea por el cierre de empresas o porque los áulicos de la revolución bolivariana se apoderaron de los cargos gerenciales (como en el caso de PDVSA). Ahora están migrando familias de clase media y baja, castigadas por la escasez de alimentos y medicinas, la erosión de los ingresos que ocasiona la hiperinflación y la represión de la dictadura a cualquier forma de protesta contra el régimen.

Para los países receptores de la región, esa masiva llegada de migrantes en pésimas condiciones económicas y sanitarias tiene serias repercusiones: crecimiento de la informalidad; presión sobre los sistemas de salud para la atención gratuita; entrada de enfermedades como la difteria y el sarampión, que estaban erradicadas de América Latina; atención en el sistema educativo a niños sin recursos; incremento de la delincuencia y prostitución; y riesgo de aparición de problemas de xenofobia, debido a que los residentes se sienten desplazados de sus empleos y del acceso a servicios esenciales, por los migrantes.

Además del malestar social, es evidente que los costos económicos son elevados y afectan las ya debilitadas finanzas nacionales y municipales de los países receptores.

Comercio internacional

Aun cuando el comercio internacional está en proceso de recuperación, hay serias amenazas a la institucionalidad que ha regido durante décadas.

En la última Conferencia Ministerial de la OMC, el presidente del Consejo General afirmó que «los ciudadanos de todo el mundo… cuestionan cada vez más los beneficios del comercio internacional y los acuerdos comerciales, y ponen a prueba el multilateralismo». 

Esos sentimientos han sido alimentados por los pobres resultados del largo periodo de la Ronda de Doha y por el aumento del proteccionismo en numerosas economías durante la Gran Recesión.

A esto se suman las posiciones del presidente Trump contra los acuerdos comerciales, incluyendo la OMC; según el mandatario, este organismo no beneficia a los EE.UU. y los jueces están en su contra, lo que explica el predominio de fallos adversos.

En consecuencia, EE.UU. optó por bloquear el órgano de apelaciones de la OMC; actualmente tres de los siete cargos están vacantes porque ese país no ha dado su voto para suplirlos. Como cada apelación debe ser atendida por tres jueces, en poco tiempo se puede paralizar este órgano, que es parte esencial del mecanismo de solución de diferencias.

«Trumponomics»

La presidencia de Trump plantea riesgos para la economía mundial por sus erráticas decisiones. Dos de ellas merecen especial atención, por los efectos sobre el comercio y la economía.

Sobre comercio, desde que asumió el cargo, retiró a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, congeló la negociación de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, forzó la renegociación del Nafta, mantiene amenazas continuas contra las importaciones de China y México, e impuso mayores gravámenes a las lavadoras y los paneles solares. Más grave, sin embargo, es la decisión de imponer aranceles del 25% y del 10% a las importaciones de acero y aluminio, respectivamente.

Con esto, puso al mundo al borde de una guerra comercial. Trump y sus asesores olvidaron o desconocen la experiencia de 2002, que mostró cómo ese tipo de barreras comerciales castigan a los consumidores, vía mayores precios, y a los fabricantes de EE.UU. que utilizan esos productos como insumos, vía pérdida de competitividad. Además, el efecto sobre las cadenas globales de valor puede ser desastroso y, paradójicamente, el mayor impacto lo sufrirían las empresas y la población estadounidenses.

Sobre la economía, resulta difícil entender que, en un entorno de posible recalentamiento de la economía, se impulse una reforma tributaria que generará incrementos adicionales de la demanda y aumento del déficit fiscal. Algunos analistas cuestionan si realmente era necesaria. Brookings Institution señala que, si bien la tarifa corporativa de impuestos estaba en el 35%, la mayor parte de las empresas pagaban una mucho menor por exenciones y tratamientos especiales; además, en las últimas décadas, las empresas perdieron participación en el recaudo impositivo. El interrogante es qué harán las empresas con los recursos adicionales que les genera el menor pago de impuestos y cómo financiará el Gobierno el aumento del déficit fiscal.

Con el escenario hipotético de mayor gasto, aumento de la inflación y creciente endeudamiento del Gobierno, crece la probabilidad de incremento de las tasas de interés por parte de la FED, con más celeridad y en mayor magnitud a las previstas inicialmente, fortalecimiento del dólar y un déficit comercial de mayor cuantía. Esto pone en riesgo la reciente recuperación de la economía mundial y puede repercutir en dificultades de acceso de las economías emergentes a los mercados financieros.

Petróleo

El repunte de los precios del petróleo desde finales de 2017 es un alivio para las economías productoras y exportadoras. Pero no se debe perder de vista la alta volatilidad del mercado del hidrocarburo y los grandes márgenes de error de las proyecciones de sus precios a mediano plazo.

En ese contexto, es relevante la pregunta sobre la sostenibilidad de los precios alrededor de los USD 70 por barril. El reciente aumento se explica por el crudo invierno en el hemisferio norte, la reactivación de las economías desarrolladas y emergentes, y el acuerdo flexible entre la OPEP y Rusia. Es claro que el primer factor se agota en poco tiempo, pero el segundo se puede sostener por el resto del año; en el caso del tercero, es más compleja cualquier predicción.

Los precios más altos están incentivando la entrada en producción de pozos de hidrocarburos no convencionales, que fueron sellados por la caída de los precios. Es evidente que la unidad de la OPEP se ha resquebrajado en los últimos años y que su acuerdo de reducción de la producción se puede romper en cualquier momento. Aun cuando Arabia Saudita y Rusia están diseñando estrategias para fortalecer el acuerdo y vincular a más países no-OPEP, la debilidad mencionada aumentará en un escenario de mayor oferta de EE.UU.

China y la geopolítica

En enero de 2017, mientras Trump tomaba posesión de su cargo como presidente de EE.UU. con un discurso que glorifica el proteccionismo, Xi Jimping intervenía en Davos postulando a China como el líder mundial de la globalización.

China está desarrollando una estrategia diplomática global que Trump no percibe; solo eso explica que haya retirado a EE.UU. del TPP, sin valorar que el objetivo de Obama era hacer contrapeso al creciente poderío de esa nación en el Pacífico.

Los últimos gobiernos de EE.UU. no han manifestado gran interés por América Latina. Entre tanto, los chinos iniciaron una paciente labor de fortalecimiento de las relaciones diplomáticas y económicas, y lograron una notable presencia en la región: son el segundo socio comercial de América Latina y el primero de Brasil, Chile y Perú; han adquirido más de un millón de hectáreas de tierras, con la visión de producir productos básicos para exportar a China; la inversión extranjera directa se calcula en USD 90.000 millones entre 2005 y 2017 (5% del total); y, los préstamos a los gobiernos de la región, en el mismo periodo, superan los USD 140.000 millones. Además, han manifestado su intención de apoyar la construcción de obras estratégicas de infraestructura para varios países, como el corredor del Trópico de Capricornio (Chile, Brasil y Argentina) y el tren bioceánico (Uruguay, Bolivia y Perú o Chile).

En este escenario, América Latina puede ser víctima de una nueva colonización que perpetuará la función de proveedores de bienes de bajo valor agregado y sin opciones claras de desarrollo. 

Síntesis

En el mundo siempre habrá amenazas y oportunidades para cada país. Pero en la situación reciente están confluyendo diversas fuerzas exógenas de gran magnitud que pueden limitar la recuperación económica de América Latina y ante las cuales es muy escaso el margen de maniobra.

No obstante, es importante que los gobiernos y los empresarios tengan plena conciencia de ellos y adopten oportunamente medidas que puedan mitigar los impactos. Por ejemplo, evitar una nueva enfermedad holandesa; diseñar estrategias de aprovechamiento del capital humano migrante y allegar recursos de organismos internacionales para afrontar la crisis humanitaria; fortalecer los acuerdos comerciales en un escenario de guerra comercial; y adoptar estrategias activas frente a China, para vincular empresas a las cadenas globales de valor y desarrollar programas de cooperación para diversificar las exportaciones hacia bienes y servicios de mayor sofisticación.

Opciones existen, pero hay que anticiparlas y fortalecer la construcción de puentes, en lugar de muros.

¿Adiós resiliencia?

viernes, 21 de julio de 2017
Publicado en Portafolio el viernes 21 de julio de 2017

Los choques externos que impactaron a Colombia en los últimos años han tenido un efecto moderado en el mercado laboral. Aun cuando la tasa de desempleo frenó su tendencia descendente, se mantiene relativamente estable; además, la tasa de informalidad, que empezó a ceder desde la reforma tributaria de 2012, siguió disminuyendo.

Los resultados se dieron en un escenario en el que la tasa media de crecimiento del PIB bajó de 4.8%, en el periodo 2010-2014, al 2.0% en 2015-2016. Estos datos sustentan el atributo de resiliencia del mercado laboral colombiano, al cual se hace referencia con frecuencia en los análisis locales.

Como ocurre con otras variables, es poco habitual la comparación de los resultados del mercado laboral colombiano con la evolución en otros países. En ese contexto, es importante ver qué ha pasado en la región en los años recientes. Al hacerlo, salta a la vista que la resiliencia no es un atributo exclusivo de Colombia, sino de varias economías de América Latina.

En efecto, las estadísticas de desempleo urbano descendieron continuamente en las principales economías y en el conjunto de la región entre 2010 y 2014. La excepción fueron Costa Rica y Brasil, en los cuales se observaron aumentos desde 2011 y 2012, respectivamente; en el caso de Ecuador, la tasa creció desde 2014 por efecto del choque petrolero.

La tasa de desempleo cambió su tendencia para el promedio de América Latina en 2015, con un aumento moderado de 6.9% a 7.3%, y se acentuó en 2016, al ubicarse en 8.9%, superando el nivel de 2010 (8.2%). Comportamiento similar se observa en casi todas las economías, especialmente en 2016, con excepción de México, cuyo indicador sigue descendiendo.

El cambio en la tendencia es atribuido por la Cepal y la OIT a los dos años de crecimiento negativo del PIB regional; según estos organismos, el mencionado aumento de América Latina es el más alto de las últimas décadas. El impacto fue especialmente drástico en Brasil, donde la tasa de desempleo pasó de 7.8% en 2014 a 13.0% en 2016, desplazando a Colombia como el país con la tasa más alta de la región.

Un índice comparativo del desempleo urbano en América Latina pone en evidencia que el mercado laboral colombiano registra la evolución más favorable; es una de las economías con mayor descenso de la tasa de desempleo entre 2010 y 2014 y la de menor incremento desde 2015.

Colombia tiene la segunda tasa de desempleo más alta de la región, pero la brecha con las demás economías se redujo de forma notable. Los casos más llamativos son el de Brasil, ya mencionado, y el de Costa Rica, país con el cual la diferencia en 2016 es apenas el 13% de la que había en 2010. Con relación a la media de América Latina, el mismo indicador fue el 31%.

En síntesis, la resiliencia del mercado laboral se observó en mayor o menor medida en toda la región. El interrogante es si el notable deterioro del empleo en América Latina indica el final de la resiliencia y si Colombia seguirá la misma senda; en este caso, el Gobierno debe fortalecer su empeño en impulsar el crecimiento para evitar incrementos del desempleo y aumento de la pobreza.

Riesgos en la economía mundial. Comentarios a la presentación de Sebastian Edwards

viernes, 13 de noviembre de 2015
Publicado en la revista de Fasecolda No. 161, noviembre de 2015.

El economista y consultor internacional, Sebastian Edwards presentó un panorama sobre la economía mundial, en el que desatacó algunos de los factores determinantes de su rumbo a corto y mediano plazo. Analizó los probables efectos de esos factores en América Latina y en Colombia.

En este artículo se resumen las apreciaciones de Edwards acerca de los impactos probables de la decisión que tome la Reserva Federal (FED) de los Estados Unidos de subir la tasa de interés, sobre las perspectivas de China y los problemas que puede enfrentar la economía colombiana en ese entorno global.

Tasas de interés en Estados Unidos

En opinión de Edwards, la inminente subida de la tasa de intervención de la FED está más que justificada por varias razones. En primer lugar, porque hay un consenso sobre el exagerado aumento de la liquidez de la economía; la base monetaria se multiplicó por cuatro y esa gran masa monetaria en cualquier momento puede desencadenar procesos inflacionarios difíciles de contener.

En segundo lugar, el nivel de desempleo ha bajado continuamente y puede estar ya en su nivel de pleno empleo; de no actuar oportunamente, pueden aparecer presiones sobre los salarios y por esa vía sobre la inflación.

En tercer lugar, se empiezan a detectar burbujas en algunos activos financieros como consecuencia de las bajas tasas de interés; aún están frescos en la memoria los problemas generados por la burbuja de las subprime, por no ser contenida a tiempo.

Edwards observó que en los últimos 20 años solo hay tres episodios de aumento de las tasas de la FED. En todos ellos, se observó que después del primer aumento vinieron otros; el incremento total más bajo fue de 185 puntos básicos y el máximo fue de 420 puntos.

En los dos primeros episodios, el impacto en América Latina fue muy grande. El aumento de 1994-95 fue uno de los detonantes de la crisis del efecto tequila en México; el de 2004-2006 precipitó la crisis de la caja de conversión en Argentina.

En consecuencia, no solo se puede esperar que la FED tome finalmente la decisión de aumentar la tasa de interés en la reunión de diciembre o en la de marzo del año entrante, sino que en las reuniones posteriores la siga subiendo. Según Edwards, cabría esperar que el aumento total sea del orden de 300 puntos básicos, lo que coincide con lo que han manifestado varios miembros de la junta de la Reserva Federal.

Para los bancos centrales de América Latina, la decisión que tome la FED plantea un dilema: seguirla o no seguirla en su incremento de tasas de interés. Es un dilema porque si aumentan sus tasas de interés, retrasan la recuperación de sus economías, que actualmente se están desacelerando; y si no las aumentan o, por el contrario, las reducen, los tipos de cambio se pueden depreciar más, porque el dólar se seguirá fortaleciendo.

La evidencia empírica muestra que en los episodios de alza las decisiones de los bancos centrales siguen en la misma dirección (coeficiente de correlación de 0.6). De hecho, en el caso de México el banco central no solo anunció su intención de aumentar sus tasas de intervención, sino que resolvió modificar el cronograma de reuniones, y las programó para el día siguiente a las de la FED, con el objetivo de tomar la decisión lo más pronto posible. Edwards llamó la atención sobre el contraste con Colombia, donde la Junta Directiva del Banco de la República se reunirá tres semanas después de una eventual medida de la Reserva Federal.

Sobre este tema caben cuatro comentarios a la exposición de Edwards. El primero se relaciona con la solidez de la reactivación de los Estados Unidos. Los indicadores no respaldan del todo la idea de una recuperación plena de la dinámica económica; cabe recordar que la proyección que hizo el FMI en enero de 2015 era del 3.5 % y, en revisiones sucesivas, la bajó al 2.5 % en julio.

Si bien es claro que la caída de los precios del petróleo ha tenido un impacto importante en la inflación, su descenso a niveles cercanos a cero plantea interrogantes sobre el comportamiento de la demanda interna; existe el riesgo de que el aumento de las tasas de interés golpee esta variable y frene el aumento del PIB.

El segundo comentario es sobre el comportamiento del mercado laboral. La tasa de desempleo se ubicó en el 5.1 %, pero hay debates acerca de si está llegando al nivel de pleno empleo o no, pues no es contundente la información sobre crecimiento de los salarios. Mientras Feldstein afirma que los salarios de profesionales están creciendo, Stiglitz indica que el desempleo de afroamericanos está en el 9 % y esto impide el aumento de los salarios.

El tercer punto se relaciona con la hipótesis de Lawrence Summers sobre el estancamiento secular, que se refleja en reducciones continuas del PIB potencial. Este es un aspecto que también mencionó indirectamente Juan José Echavarría en su presentación en la Convención, al plantear el interrogante de lo que ha ocurrido con la dinámica económica de Japón y sobre la posibilidad de que los Estados Unidos entren en un comportamiento similar. Si la hipótesis fuera cierta, el aumento de las tasas de interés por parte de la FED sería un error.

El cuarto comentario, en el caso de América Latina, es la mayor depreciación esperada, que también se relaciona con las dificultades que pueden enfrentar las economías para acceder al financiamiento, pues la percepción de riesgo en el vecindario viene creciendo, como lo refleja el aumento de los spreads en los meses recientes. Esta es otra razón para aumentar las tasas de interés y para tratar de contener la salida de capitales, especialmente los invertidos en portafolios.

En síntesis, si bien es inminente un aumento de la tasa de intervención en los Estados Unidos, con base en los claros argumentos expuestos por Edwards, hay interrogantes sobre la continuidad de la política.

La incertidumbre china

En sus presentaciones en la Convención, Juan José Echavarría y Sebastian Edwards coincidieron en su percepción sobre los interrogantes que genera China. La opinión de Edwards es que esta economía no va a colapsar, pero sí puede desacelerarse más.

La devaluación del yuan sorprendió a los mercados, cuando, según Edwards, era una situación previsible. Considera que más sorpresiva fue la práctica desaparición del superávit en cuenta corriente, que pasó del 10 % del PIB en el 2008 a menos del 2 % en 2014. Esta fue una señal que la racionalidad de los mercados no interpretó adecuadamente, pero que estaba indicando el fin de la sobrevaluación de esta moneda.

El problema para América Latina es que el menor crecimiento de China y la devaluación de su moneda permiten prever que los precios internacionales de los productos básicos se mantendrán bajos a mediano plazo y que las exportaciones de la región a ese mercado se encarecerán en términos relativos.

Como complemento a las apreciaciones del profesor Edwards, se debe comentar que a los problemas de China hay que ponerles más atención. La experiencia internacional de las últimas décadas ha demostrado que algunos problemas que son considerados marginales, de pronto adquieren dimensiones inimaginables que impactan en la economía mundial. El mejor ejemplo reciente es el de las hipotecas subprime.

A finales de julio, frente a la volatilidad de la bolsa de Shanghái, Krugman afirmó que «en sí mismo, el precio de las acciones chinas no debería importar tanto» (New York Times, 31 de julio de 2015). La percepción del nobel cambió por una manifiesta preocupación después de la devaluación del yuan: «si de verdad no lo comprenden, hay motivos para preocuparse. China es una superpotencia económica, aún no tan grande como Estados Unidos o la Unión Europea, pero lo suficiente para ser muy importante. Y enfrenta tiempos difíciles. De modo que si sus líderes están tan despistados como últimamente parece, es un mal presagio, no solo para China, sino para todo el mundo» (New York Times, 14 de agosto del 2015).

Otro aspecto a tener en cuenta es que la economía china inició una transición que busca fortalecer el mercado interno y depender menos del mercado externo. Inicialmente buscó sustituir la demanda externa aumentando la inversión, pero ese modelo ya se agotó y generó un exceso de capacidad instalada.

Para reequilibrar la economía son necesarias diversas reformas estructurales que abarcan el sistema financiero, el mercado laboral, reforma fiscal y apertura del sector de servicios, entre otros. El problema es que esas agendas se han retrasado y, por lo tanto, dificultan el retorno de China a tasas de crecimiento del 10 %.

Colombia: problemas a la vista

Sebastian Edwards opina que la visión de la política económica que presentó el ministro Cárdenas en la Convención es la correcta. Tener la sostenibilidad fiscal como el ancla de la política significa cerrar de tajo la opción a quienes plantean que un poquito de inflación no es dañina; Edwards sostiene que ella siempre es dañina y puede llevar a una «pendiente resbalosa en que un poquito de inflación lleva a otro poquito de inflación y antes de que nos demos cuenta estamos en niveles del 20 % o 25 % que matan los mercados de rentas vitalicias, el mercado de capitales y el sistema de financiamiento de las empresas».

Pero, a pesar de esa visión y de la consistencia de los mensajes del equipo técnico del Gobierno, la economía colombiana no está exenta de riesgos y hay que prepararse para tiempos complicados. Para el profesor Edwards, la rebaja de la calificación de Brasil a bonos basura y con perspectiva negativa, por parte de la calificadora Standard & Poor’s, es una señal de alarma para América Latina y especialmente para Colombia.

En ocasiones anteriores, cuando una calificadora «pone el dedo en el gatillo y hace el primer disparo», le siguen otros disparos, tanto de ella como de las otras calificadoras. Así se observó en 1997-1998 cuando bajaron de la calificación de las economías asiáticas en forma sistemática, una tras otra. Según los análisis de Standard & Poor’s los próximos candidatos son Malasia, Turquía y Colombia; aun cuando no hay certeza sobre esas decisiones, hay que estar alerta.

En opinión del profesor Edwards, al final volvemos a un tema crucial de toda la vida: la sostenibilidad de la cuenta corriente. Según los cálculos de Merrill Lynch, entre las economías a las que les hace seguimiento, Colombia es el país que requiere de un mayor ajuste en la cuenta corriente para llevarla al nivel que se considera sostenible. Los cálculos de esa agencia también ubican a Colombia como la segunda nación que más tiene de que depreciarse, después de Argentina.

No obstante, Edwards cerró sus comentarios sobre Colombia dando un mensaje de tranquilidad por la confianza que inspira el ministro Cárdenas y el equipo económico del Gobierno, a pesar de que el tema es complejo.

Tomando a Chile como referencia, se debe tener en cuenta que su éxito fue consecuencia de políticas pro competencia, apertura, tarifa uniforme del arancel y reglas de juego claras que permitieron un salto en la productividad de forma nunca vista en América Latina. Ese es un ejemplo para Colombia, según Edwards.

Sin duda, el llamado de atención de Edwards sobre la sostenibilidad de la cuenta corriente es de gran importancia y amerita una discusión amplia en el país. La autoridad monetaria ha dado sus mensajes sobre la inflación, y el Gobierno sobre la acomodación del déficit fiscal a las nuevas circunstancias del mercado mundial. Pero en el caso del déficit en cuenta corriente no es claro el camino que se va a seguir.

El choque externo por la caída de los precios internacionales de los productos básicos ocasionó un gran deterioro de la balanza comercial y de la cuenta corriente. El problema es que no es una caída coyuntural, sino que tenderá a mantenerse a mediano plazo, toda vez que el 50 % de las exportaciones de Colombia hasta 2014 lo aportaba el petróleo.

Las perspectivas petroleras, desafortunadamente, no son las mejores. Por el lado de los precios, en el mercado mundial se está jugando una guerra con profundos intereses geopolíticos y es difícil que alguna de las partes ceda; por eso, en el mejor de los casos, cabe esperar que los precios se mantengan en un rango como el observado en los últimos meses, que equivale al 50 % de los registrados hasta mediados del 2014.

Por el lado de la oferta, Colombia tiene un gran reto, pues las reservas petroleras no dan para más de seis o siete años. Esto significa que difícilmente podrá mantener el volumen de las exportaciones recientes y en los próximos años ellas pueden declinar.

Las esperanzas están puestas en la reacción del comercio a la acelerada depreciación del peso colombiano; por un lado, con el aumento de las exportaciones no minero energéticas y, por otro, con la caída más acelerada de las importaciones, de forma que se cierre el abultado déficit comercial. Pero lo primero difícilmente ocurrirá a corto plazo por el debilitamiento de la demanda mundial que ha llevado a la OMC a revisar nuevamente a la baja el crecimiento proyectado del comercio mundial para el 2015, del 3.3 % al 2.8 %.

Conclusiones

La conferencia del profesor Edwards enriqueció el análisis sobre la economía mundial en la coyuntura actual y mostró aspectos de interés para las economías latinoamericanas, en general, y la colombiana en particular.

El mundo sigue pendiente del aumento de la tasa de interés en los Estados Unidos y, pese a que los mercados aguardan esta decisión, cabe esperar algún grado de volatilidad adicional, mayores depreciaciones de las monedas de las economías emergentes y posibles salidas de capitales. También es posible que las autoridades monetarias de diversos países reaccionen a esto con el incremento de sus tasas de intervención.

China es un tema al que hay que hacer un seguimiento continuo. Otras experiencias muestran que situaciones o inconvenientes que parecen poco importantes se pueden transformar en detonantes de problemas mundiales; en este caso, se trata de la economía emergente más importante, con gran influencia en todos los mercados, como ya lo evidencian los precios de los productos básicos.

Finalmente, la sostenibilidad de la cuenta corriente es un tema al que se debe poner mucha atención y en el que el Gobierno debería explicar con más detalle las bases de sus proyecciones optimistas, con el fin de dar tranquilidad a los mercados y a los analistas internacionales.

¿Qué es el estancamiento secular?

miércoles, 22 de abril de 2015
Publicado en la edición digital de la revista MisiónPyme de abril de 2015

Este término es la fuente de amplios debates en las economías desarrolladas desde noviembre de 2013, cuando Larry Summers, exsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, lo resucitó en un foro del FMI.

El concepto de estancamiento secular (ES), fue acuñado por el economista Alvin Hansen en 1938, cuando todavía se sentían los impactos negativos de la Gran Depresión. Para Hansen, el menor crecimiento de la población y los escasos avances tecnológicos quitaban incentivos a la inversión y, por lo tanto, la economía tendería a perpetuar la recesión. Esta visión sobre el crecimiento económico fue relegada al olvido a partir del auge que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

Según Robert Solow “El término estancamiento secular… denota una tendencia persistente de una economía nacional (o un grupo de economías) no solo a crecer con lentitud, sino más concretamente a encontrarse parcial o totalmente incapacitada para aprovechar al máximo su potencial productivo”.

Summers formuló el interrogante de si el ES se puede considerar como la “nueva normalidad” de las economías avanzadas. A pesar del tiempo transcurrido desde la quiebra de Lehman Brothers, el PIB potencial sigue disminuyendo y las tasas de crecimiento se mantienen bajas.

En una economía con exceso de ahorro y debilidad de la demanda, las bajas tasas de interés no son suficientes para estimular el crecimiento; se cae en lo que Keynes denominó la “trampa de liquidez” y ahora llaman el “problema del límite inferior cero”, en los debates sobre ES. Para incentivar la inversión serían necesarias tasas reales negativas, pero es difícil lograrlas porque la debilidad de la demanda repercute en menores tasas de inflación.

En ese contexto, los periodos de auge y pleno empleo podrían serían logrados por burbujas, como la tecnológica de los noventa o la más reciente de construcción de viviendas. Pero serían efectos temporales, pues una vez terminadas, la economía volvería al bajo crecimiento.

Como lo anotó Hansen, el ES se acentúa con la disminución de las tasas de crecimiento de la oferta laboral, asociadas al envejecimiento de la población y a menores tasas de natalidad. También incide el menor crecimiento de la productividad del trabajo y del capital. Consecuencia de los anteriores factores, se reduce el crecimiento de la inversión, porque al contar con menos mano de obra se requiere menos capital y, adicionalmente, la demanda agregada no tiene la dinámica necesaria para incentivarla.

Pese a que los debates sobre el ES han involucrado a los más connotados economistas del planeta, en América Latina, en general, y en Colombia, en particular, poco eco han tenido. Tal vez la relativa indiferencia se sustente en el presunto “desacople” (decoupling) entre la dinámica de crecimiento de las economías emergentes y la de las economías desarrolladas, a partir de la pasada crisis mundial.

Tradicionalmente se aceptaba que la dinámica de las economías en desarrollo estaba “acoplada” a la de las economías desarrolladas. Esto se expresaba coloquialmente enunciando que “cuando Estados Unidos estornudaba, el mundo se resfriaba”.

Pero la crisis mundial no solo se originó en las economías desarrolladas, sino que las golpeó más fuerte. Entre tanto, el mundo en desarrollo adoptó políticas contracíclicas que le permitieron amortiguar el impacto; esta resistencia a los choques exógenos se conoce como resiliencia de las economías.

Consecuencia de la resiliencia es que en los años siguientes a la crisis mundial, mientras las economías desarrolladas se estancaron, las economías emergentes se convirtieron en el principal motor de la economía mundial. A ello contribuyeron especialmente los llamados BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica. Esta situación de alto crecimiento de las emergentes y estancamiento del mundo desarrollado fortaleció la idea del “desacople”.

La pregunta que surge es si ha ocurrido algo para que el ES, que se veía como un problema de economías desarrolladas, ahora sí pueda despertar algún interés entre los analistas de América Latina y de Colombia.

Lo que ha ocurrido es evidente: la región se está desacelerando de forma muy rápida. Brasil, el único país latinoamericano miembro de los BRICS, prácticamente no ha crecido en los dos últimos años y para el presente se proyecta una tasa negativa. Chile, la estrella de la región en las últimas décadas, crece a menos de la mitad de su anterior tasa de crecimiento. Argentina y Venezuela, en términos de Panagariya, se podrían calificar como casos de “desastres de crecimiento económico”. Incluso las economías de Perú y Colombia, que se mostraron como las más sólidas, han visto continuas revisiones a la baja de sus proyecciones para 2015 y 2016. Las cifras de la Cepal lo dicen todo: la economía latinoamericana creció 1.2% en 2014 y apenas se proyecta en 1.0% para 2015.

Como lo destaca un estudio reciente del FMI, el menor ritmo de crecimiento de América Latina está asociado con la reducción de las tasas de participación laboral, el envejecimiento de la población, y la baja productividad del capital y de la mano de obra.

Pero, como lo señala el FMI, hay decisiones de política que se pueden adoptar para aumentar el nivel del PIB potencial y mejorar la productividad laboral y del capital. Ellas incluyen la mejora en la calidad y en la cobertura de la educación, el desarrollo de obras de infraestructura, crecer el gasto en investigación y desarrollo para impulsar la innovación, e incentivar la participación femenina en la oferta laboral, entre otras.

Lo esencial es adquirir conciencia de la magnitud del problema que representa el ES y aprovechar los amplios debates que se han dado desde finales de 2013, para conocer metodologías, identificar causas y reorientar las políticas. Magnifico si Colombia ha escapado a ese fenómeno; pero si no, mejor actuar pronto aprovechando que se están implementando varias de las políticas recomendadas.

Y Latinoamérica ¿para dónde va?

viernes, 30 de enero de 2015
Publicado en Ámbito Jurídico Año XVIII - No. 410, 26 de enero al 8 de febrero de 2015

Desde mediados del año anterior las economías en desarrollo se empezaron a desacelerar. Latinoamérica es la región que más rápido redujo su dinámica, al punto que las proyecciones de crecimiento apenas llegan al 1% para el 2014 –la tasa más baja desde la crisis mundial– y al 2% para el 2015.

La desaceleración obedece a diversos factores de la coyuntura internacional y a decisiones de política económica de cada economía. El problema es que los primeros, al parecer, no variarán en el mediano plazo y no dependen de las autoridades económicas de la región. Las segundas, que podrían moderar los impactos del entorno externo, enfrentan un reducido margen de maniobra en varios países por las erráticas decisiones de años recientes.

Entre los factores de la coyuntura internacional cabe destacar la caída de los precios internacionales de los productos básicos, el desplome del precio internacional del petróleo, la desaceleración de China y la normalización de la política monetaria en Estados Unidos. Los precios internacionales de los productos básicos, según el FMI, cayeron 29.2% en 2014. En estos productos se observan tres comportamientos distintos: 1) los que empezaron a caer desde 2012, que incluyen alimentos, metales, carbón y gas; 2) los que demoraron su caída hasta 2014, como el petróleo; y 3) los que siguen registrando notables crecimientos como café, harina de pescado y carne de bovino.

El impacto de los menores precios en la región varía con el peso relativo de cada producto básico en las exportaciones (como la alta participación del cobre en Chile y Perú). Sin duda, el más fuerte será la caída del petróleo, por su efecto directo sobre las economías de Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia y México. Dependiendo de la diversificación de su estructura productiva y sus exportaciones, el impacto negativo sobre la cuenta corriente, las finanzas públicas y el PIB, será diferente en cada país. Los casos más complejos son los de Venezuela y Ecuador, que ya empezaron a adoptar medidas desesperadas para evitar una mayor reducción del crecimiento y el incumplimiento del servicio de la deuda pública.

Aun cuando los países no petroleros se benefician por el menor gasto en importaciones y la reducción de las presiones inflacionarias, enfrentarán, como todas las economías latinoamericanas, el endurecimiento de los mercados financieros internacionales y el riesgo de salidas de capitales que presionen más la depreciación de las monedas.

El cambio en los mercados financieros refleja, de un lado, la terminación de los estímulos monetarios y la expectativa de aumento de la tasa de interés en Estados Unidos y, de otro, la reducción de la oferta de petrodólares por las necesidades de liquidez de las economías exportadoras del hidrocarburo.

La dependencia que algunas economías tienen de la dinámica de China complica el panorama. La Cepal (“Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe 2013”) menciona una estimación según la cual la reducción de un punto en su crecimiento ocasionará una contracción de 0.5 puntos porcentuales del PIB latinoamericano y afectará especialmente a Brasil y Chile, para los cuales China es el principal socio comercial.

Es probable que la desaceleración de la economía china no sea temporal y que difícilmente retorne a los ritmos del 10% anual, observados en las últimas décadas. The Economist Intelligence Unit, proyecta para China una tasa de crecimiento del 6.3% anual en el periodo 2014-2020 y del 4.1% para 2021-2030.

Este complejo panorama tendrá impactos diferenciados en la región. Un estudio de Brookings y Ceres (Ernesto Talvi (2014) “Macroeconomic Vulnerabilities in an Uncertain World. One Region, Three Latin Americas”) clasifica las principales economías latinoamericanas en tres grupos: 1) las que tienen fundamentos macroeconómicos débiles: Venezuela (con crecimiento proyectado de 1.3% promedio entre 2014-2018) y Argentina (2.0%); 2) fundamentos mixtos: Brasil (2.2%); y 3) fundamentos fuertes: México (3.7%), Chile (4.0%), Colombia (4.7%) y Perú (5.4%).

Este último grupo es el que menos vulnerabilidades macroeconómicas enfrentará en los próximos años: tiene altos niveles de liquidez internacional, sólida posición fiscal y bajas presiones inflacionarias.

Aun cuando los países de la Alianza del Pacífico cuentan con mejores condiciones, no están exentos de riesgos. El ejemplo de la injustificada salvaguardia que recientemente impuso Ecuador a Colombia y Perú es una muestra de los problemas que se pueden generar por las dificultades macroeconómicas de los vecinos.

En síntesis, terminó el ciclo de auge y, si bien no se ve una crisis latinoamericana en el mediano plazo, sí hay efectos diferenciados que pueden hacer más tortuoso el camino del crecimiento de la región en los próximos años. La calidad de las políticas macroeconómicas en los años recientes y en los venideros será determinante para capotear la volatilidad que ya llegó.

América Latina

jueves, 23 de junio de 2011
Publicado en el diario La República, el jueves 23 de junio de 2011


La semana anterior, en el marco del Congreso de la Association of American Chambers of Commerce in Latin America (AACCLA), el empresario chileno Raúl Rivera dio una conferencia, basada en las ideas centrales de su libro recién publicado “Nuestra hora. Los latinoamericanos en el Siglo XX”.

El principal mensaje de Rivera es la importancia de valorizarnos como región, de vernos como un bloque de gran impacto económico y estratégico a nivel global, en lugar de perpetuar una visión fragmentada de países violentos, sumidos en la pobreza y causantes del problema mundial de narcotráfico; esa es una visión de perdedores que no concuerda con la realidad de América Latina y el Caribe.

La idea de combatir la visión pesimista, que frecuentemente invade la región, va en la misma dirección señalada por Óscar Arias, premio nobel de paz y expresidente de Costa Rica: “América Latina tiene todo para dejar de ser el objeto de la broma cruel que nos persigue desde hace ya varias centurias, aquella broma que nos dice que somos el continente del mañana… y siempre lo seremos”.

América Latina y el Caribe (ALC) tiene unas dimensiones de las que no somos plenamente conscientes: Su área geográfica sólo es superada por Asia y África; es dos veces más grande que Estados Unidos o China. Es la quinta economía más grande del mundo, después de Europa, Estados Unidos, Japón y China. Desde un punto de vista estratégico, es una de las principales regiones exportadoras netas de metales, de frutas, de alimentos almacenables (azúcar, miel, cacao, chocolate, té, condimentos, aceites vegetales y animales) y de las más ricas en agua para el consumo. Cuenta con una de las mayores reservas forestales lo que la convierte en un valioso pulmón para el mundo. No somos una región pobre; la población es de clase media, con un ingreso per cápita similar al promedio mundial.

“Más de 300 millones de latinoamericanos han alcanzado un nivel de vida propio de la clase media, con un ingreso de hasta veinte mil dólares anuales. Esta clase media emergente representa entre un 50% y un 60% de la población regional, comparado con un poco más del 40% de los latinoamericanos hace menos de una década y con un 64% en los Estados Unidos” (Rivera, página 135).

Esas características de ALC frente a un panorama mundial en el que predominan los problemas de oferta de energía (por el estancamiento y probable reducción de las reservas de combustibles fósiles), una creciente demanda de alimentos y la tendencia al agotamiento de las fuentes de agua para el consumo humano, generan innumerables oportunidades que, de ser aprovechadas, deberían apalancar y acelerar el desarrollo de la región.

Desde luego, también significan un enorme riesgo de enfermedad holandesa, que puede tirar por la borda los esfuerzos de diversificación de la estructura productiva, enfocada en sectores de más valor agregado.

Pero asimismo existen las alternativas para enfrentar ese problema en la propia región: las exportaciones de valor agregado. Mientras que en Europa el comercio intrarregional representa cerca del 70% de sus exportaciones, en la zona del Nafta el 60% y en Asia Oriental alrededor del 50%, en ALC escasamente llega al 20%. El indicador muestra que la región ha sido poco proclive a la integración real, pues no hay un aprovechamiento pleno de los acuerdos comerciales que se han negociado. Por lo tanto, hay un amplio margen para crecer el comercio, generar cadenas de valor y fortalecer la producción industrial y de servicios.

El gran reto está en pasar de la visión y del potencial a la realidad, para no perpetuar la broma a la que alude Arias. Ello implica romper esa faceta de los latinoamericanos que Albert Hirschman denominó la “fracasomanía” o el “complejo del fracaso”.

China y América Latina

lunes, 24 de enero de 2011
Publicado en el diario La República el jueves 20 de enero de 2011


Desde hace algunos años surgió un debate sobre las implicaciones que tendrá para América Latina el imparable crecimiento de China. Mientras esa economía produjo bienes de bajo valor agregado, no tuvo mayor importancia para la región. Pero las cosas cambiaron cuando se empezó a percibir que su dinámica no era flor de un día, fue aceptada como miembro de la OMC, empezó a inundar el mundo no sólo con bienes de baja tecnología sino también de media y alta, y comenzó a desplazar a las economías latinoamericanas de los mercados internacionales de confecciones.

Entonces aparecieron publicaciones en las que se exponen los temores o en las que, por el contrario, se muestra que no hay razones para ellos; se argumenta que las economías latinoamericanas tienden a ser complementarias con la economía china y la comparación de las canastas exportadoras indica que no se compiten en importantes mercados como el de Estados Unidos.

Algunas de esas publicaciones realizan reflexiones sobre las diferentes sendas de desarrollo que siguieron China y América Latina. Los resultados han sido a la vez sorprendentes y desalentadores.

A mediados de los años setenta el gigante asiático era la tercera economía más pobre del mundo, después de Burundi y Nepal. Su PIB per cápita (US$146 a precios constantes del año 2000) era equivalente al 4.6% del latinoamericano; pero en 2009 ya representaba el 47.7%, y había salido del fondo de la tabla de las más pobres.

China no sólo cerró la brecha de ingreso con América Latina, sino también con el mundo desarrollado. Entre 1975 y 2009 la proporción pasó del 0.7% del PIB per cápita de Estados Unidos al 6.0%; en el mismo lapso el de los países latinos se redujo de 16.1% a 12.6%.

Varios estudios encontraron que la fuente del rezago de América Latina está en el modelo de desarrollo cerrado implementado hasta finales de los ochenta, frente al modelo de inserción en los mercados internacionales que adoptó China desde 1978. El sesgo antiexportador del primero se reflejó en el creciente atraso en el indicador de productividad laboral relativa, mientras que el segundo registró un crecimiento continuo mayor que el de Estados Unidos, que es el país de referencia.

Cada vez es más evidente la complementariedad económica como la base de las relaciones entre las dos regiones: China produce manufacturas y demanda materias primas que son abundantes en América Latina. Aun cuando las exportaciones se han incrementado notablemente, hay un problema por la alta concentración en productos de bajo valor agregado; cerca del 80% de ellas está representado por soya, cobre, hierro, petróleo y pulpa de papel. Además, cerca del 90% de las exportaciones a ese destino son realizadas por cuatro países: Brasil (41%), Chile (23%), Argentina (16%) y Perú (9%).

En ese contexto, el empeño de la región latinoamericana por lograr economías más diversificadas puede irse al traste, por efecto de las bonanzas de productos básicos que aumentarían el riesgo de enfermedad holandesa y forzarían a la “reprimarización” de las estructuras productivas.

¿Cómo contrarrestar esas tendencias? La vía más clara es la de poner el acelerador a las políticas de competitividad, con el fin de recuperar el tiempo perdido; esa puede ser la causa fundamental de la pérdida de mercados de América Latina no sólo frente a China sino a otros países. Como complemento, es vital la inserción en las cadenas globales de valor y la creación de los incentivos que permitan la apropiación de tecnologías; en esa dirección se mueve el mundo globalizado.

No hacerlo, llevaría a América Latina a perpetuar la broma cruel mencionada por el nobel de paz Óscar Arias: “aquella broma que nos dice que somos el continente del mañana… y siempre lo seremos”.

China y Latinoamérica

viernes, 20 de agosto de 2010
Artículo publicado el 19 de agosto de 2010 en el diario La Repúlica.


En el documento "La República Popular China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica", la CEPAL muestra la creciente importancia de esa nación tanto en el contexto mundial como en el latinoamericano.

China salió fortalecida de la crisis mundial y se consolidó como una potencia económica. Ahora es el primer exportador mundial de mercancías, superando a Alemania; por tamaño es la segunda economía del planeta; y, además, se convirtió en un importante exportador de capitales hacia América Latina.

China es para América Latina un socio comercial cada vez más importante. A ese destino iba el uno por ciento de las exportaciones latinoamericanas en 2000, mientras que en 2009 fue el 6,9 por ciento. Para países como Chile y Perú es el primer comprador, desplazando a Estados Unidos, y en los casos de Brasil y Argentina es el segundo. De igual forma, aumentó su peso relativo como proveedor de las importaciones de la región (alrededor del 12 por ciento).

América Latina es la región más dinámica del comercio de China. En el periodo 2005-2009, las exportaciones y las importaciones crecieron más que con cualquier otra región del mundo (26.1 y 22.8 por ciento anual, respectivamente).

Estos resultados suscitan varios comentarios. En primer lugar, es paradójico, que la consolidación de China como potencia económica coincida con una fuerte evidencia de la vulnerabilidad de su crecimiento por la alta dependencia del comercio internacional. Su reto es fortalecer en el mediano plazo el mercado interno como factor dinamizador de la demanda.

En segundo lugar, el alto crecimiento económico induce el aumento de la demanda mundial de alimentos y productos energéticos, lo que a su vez presiona al alza los precios internacionales. Ya, por ejemplo, en los años recientes China se volvió importador neto de lácteos.

En ese panorama América Latina, puede ver amenazados diferentes sectores de la manufactura, a la vez que se fortalece como exportador de bienes básicos, que son la mayoría de las exportaciones hacia China. Esto último encarna el riesgo de generación de enfermedad holandesa, lo que puede acarrear el retroceso hacia la producción de bajo valor agregado. En 2008 alrededor del 85 por ciento de las exportaciones a ese país fueron bienes primarios y manufacturas basadas en recursos naturales; en casos como el de Chile representaron el 99 por ciento, y en Venezuela, Colombia y Brasil el 98, 97 y 90 por ciento, respectivamente.

El reto para América Latina es aprovechar los altos precios de los productos básicos, sin bajar la guardia en materia de tecnología y producción de valor agregado. No hacerlo implicará para muchos países ser superados por China y rezagarse aún más en competitividad.