Mostrando entradas con la etiqueta Economía abierta. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Economía abierta. Mostrar todas las entradas

Exportar o morir

jueves, 1 de abril de 2010
Artículo publicado en Ámbito Jurídico el 29 de marzo de 2010


Los críticos de las negociaciones comerciales afirman que uno de los lemas del gobierno es “exportar o morir”; en su opinión, esto significa echar por la borda el fortalecimiento del mercado interno y condenar a la población a ser una simple consumidora de productos extranjeros ¿De dónde salió ese postulado?. Según ellos, el propio presidente Uribe lo acuñó; así lo afirmaron en un foro reciente en Bogotá.

Una revisión cuidadosa del discurso del presidente Uribe en el inicio de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, de la famosa “Maratón del TLC”, de todos los documentos contenidos en la página de la presidencia y de los dos planes de desarrollo, arrojan un resultado nulo a los buscadores de estos términos.

En cambio, en varios documentos hay evidencia que demuestra la ausencia de una tesis tan simplista de la política de internacionalización del gobierno, pues lo que se formula es el necesario complemento. Por ejemplo, el Plan Nacional de Desarrollo 2002-2006: Hacia un Estado Comunitario (página 283) indica que la recuperación de la dinámica de la industria se basa en el crecimiento de la demanda interna y en el aumento de la participación de las exportaciones en los mercados internacionales. Ideas similares se formulan en el Plan 2006-2010 Estado Comunitario: Desarrollo para todos (página 506).

En una intervención en la Universidad de Santander, en abril de 2006, el Presidente Álvaro Uribe planteó esa relación de forma explícita, haciendo énfasis en su impacto positivo sobre la pobreza:

"La lucha contra la exclusión, la inclusión de los sectores pobres en las
corrientes dinámicas de la economía, es un imperativo nacional. Eso tiene
un contenido social y un efecto económico. El contenido social de reivindicar sectores excluidos, y la consecuencia económica de darles capacidad de demanda, con lo cual se amplían nuestros mercados.

Por eso no es incompatible con estos tratados de comercio. Al contrario, yo creo que se crea allí una convergencia necesaria. ¿Por qué? Porque nosotros solos o solamente en la Comunidad Andina no vamos a captar las inversiones suficientes que se requieren para poder darle a la economía la posibilidad de incorporar a sus corrientes dinámicas a los sectores más pobres".

Entonces ese dilema, que nos han tratado de proponer, entre la tesis económica de reivindicar a los pobres y ampliar el mercado interno por la vía de reivindicar a los pobres, que se opone a la tesis económica de buscar mercados de exportación, es un falso dilema.

A más mercados de exportación, más interés inversionista. A más inversión, mejores posibilidades de reivindicar los sectores pobres
históricamente excluidos".

Esto demuestra que el planteamiento del gobierno no ha sido fortalecer el comercio internacional abandonando el mercado interno. Las relaciones comerciales con el resto del mundo son una palanca de crecimiento con fuertes encadenamientos en la actividad productiva, que genera empleos y fortalece el mercado interno.

Si es tan evidente que el lema de “exportar o morir” no es una invención del gobierno actual, entonces ¿de dónde surgió? Según algunos analistas, la frase fue acuñada en la década de los noventa por Gonzalo Sánchez de Lozada, presidente de Bolivia en dos ocasiones (1993-1997 y 2002-2003), con referencia a la necesidad de vender hidrocarburos a los países vecinos. Mordazmente, un comentarista escribió que “el país meditó mucho, entendió el mensaje y decidió exportarlo a él”.

A partir de ahí, los movimientos de oposición a las negociaciones internacionales se “apropiaron” del eslogan para aplicárselo a cualquier formulación de política económica que haga referencia a la integración a las corrientes del comercio mundial. Una sencilla búsqueda de esa expresión en internet muestra que la mayoría de las referencias corresponde a opositores al libre comercio.

El problema es que no son consecuentes ni consistentes con sus argumentos. Basta que una figura destacada del panorama mundial diga algo que pueda ser utilizado para criticar al gobierno, para que los críticos criollos lo adopten como propio, sin tener en cuenta las contradicciones en que incurren.

En su discurso en la Cámara de Representantes el pasado 27 de enero, el presidente Obama señaló: “Debemos exportar más bienes. Porque, cuantos más productos fabriquemos y vendamos a otros países, más puestos de trabajo tendremos aquí. Por tanto, esta noche, vamos a fijarnos un nuevo objetivo: duplicar nuestras exportaciones durante los próximos cinco años, un incremento que sostendrá dos millones de puestos de trabajo en Estados Unidos”.

Las lecturas rápidas de estos anuncios han proliferado. Como en ese discurso Obama también hizo referencia a la importancia de aprobar el TLC con Colombia, los críticos interpretan la frase citada como evidencia del objetivo de Estados Unidos de invadir de mercancías a nuestro país; y deducen de ahí, que es un error del gobierno su empeño en la aprobación de ese tratado por parte del Congreso estadounidense.

En su afán se olvidan de calificar la propuesta del presidente Obama como una manifestación más del “exportar o morir”. También olvidan su calificación a Estados Unidos como una economía cerrada. Peor aún, no ven que la propuesta destaca los argumentos sobre el impacto que tiene el comercio internacional en el crecimiento económico y en la generación de empleos; son los argumentos que aportan la teoría económica y la evidencia empírica, pero que los críticos se niegan a aceptar porque se quedarían sin discurso.

¿Economía abierta?

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 20 de noviembre de 2007


El concepto de economía abierta se asocia con la eliminación de las barreras al comercio internacional y la exposición de los sectores productivos a la competencia del resto del mundo. Es un tema que en Colombia se ha discutido por décadas y con especial énfasis desde la apertura unilateral de los 90 y el reciente desarrollo de las negociaciones de TLCs.

Con la apertura del gobierno Gaviria, en la opinión quedó la idea de que Colombia ya era una economía abierta. La verdad es que apenas estábamos empezando a nivelarnos con otros países. Los países desarrollados emprendieron la reducción de sus aranceles desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial; algunos subdesarrollados la iniciaron a mediados de la década del 60 y el resto durante las décadas siguientes. Colombia la adoptó a comienzos de los 90, después de varios ciclos efímeros de liberalización–protección determinados por bonanzas externas. No obstante, el indicador tradicional de comercio como porcentaje del PIB de Colombia apenas pasó de 35% a 43% entre 1990 y 2004; bastante lejos de los niveles de Chile (66%) o Corea (84%).

La comparación de aranceles promedio de Colombia y 11 de los principales socios comerciales, indica que en 1990 teníamos el tercer arancel nominal más alto (27%); en 2003 éramos el cuarto más alto (11.6%). Este, que es un tema poco analizado, indica que la apertura unilateral del país no tendría por qué repercutir en la pérdida de mercados, pues los otros países también redujeron los costos de entrada. Ello se corrobora con las cifras: ese grupo de países representó el 86% de nuestras exportaciones en 1993 y el 79% en 2006, mientras que las importaciones pasaron de 82% a 65% en el mismo periodo.

Otro indicador del grado de apertura de las economías es el porcentaje de las partidas arancelarias con tarifa cero. En Colombia el 1.7% de las partidas está libre de arancel; en el contexto de América Latina y el Caribe apenas supera a Perú (1.4%) y a Chile (0.4%) y queda muy lejos de la Unión Europea (29%) y de Estados Unidos, Japón y los centroamericanos, que tienen libre de arancel alrededor del 50% de las partidas.

En el otro extremo tenemos el porcentaje de partidas con arancel superior al 15%, que en el caso de Colombia corresponde al 28.1%. En América Latina sólo los países del Mercosur tienen un nivel superior. Chile y Bolivia no tienen partidas con esos aranceles.

Hay otros indicadores como el Índice de Libertad Económica, elaborado por Fraser Institute de Canadá. Uno de sus componentes es el comercio internacional que incluye impuestos al comercio exterior, barreras regulatorias, controles a los capitales y determinación del tipo de cambio, entre otras. En 2005, Colombia fue el penúltimo país de América Latina, sólo superado por Venezuela; en 1975 era el 14 entre 18 países.

Por último, una economía puede tener aranceles muy bajos, pero imponer costos administrativos que actúan como barreras al comercio. Por ejemplo, la reciente publicación Doing Business del Banco Mundial muestra que en Colombia el costo de llevar un contenedor hasta el barco ascendía a US$ 1.440 en 2006, mientras que en China apenas llegaba a US$ 390. Es evidente que ese costo, además de restar competitividad a los productos colombianos de exportación, “protege” industrias nacionales.

Estos argumentos muestran que no somos tan abiertos como creemos y que aún queda camino por recorrer en la eliminación de las barreras al comercio. El gobierno sigue trabajando en esa línea y los acuerdos comerciales están entre los instrumentos utilizados para lograrlo.