Publicado en Portafolio el viernes 24 de agosto de 2018
Es pertinente evaluar en términos agregados el comercio exterior durante los dos últimos gobiernos, con el fin de precisar los retos que enfrenta la actual administración en esta materia.
El éxito o el fracaso de la política comercial no se puede medir por el superávit o déficit en la balanza comercial, como lo pretenden muchos de los supuestos peritos en TLCs.
En una economía globalizada, la evaluación más agregada es la participación de las exportaciones en el PIB. La de bienes y servicios era el 14.8% del PIB en 2002 y fue igual en 2017; en el mismo periodo, la media mundial pasó del 25.4% al 28.5%. Además, por el coeficiente de apertura (exportaciones sobre PIB), Colombia clasificó en el puesto 124 entre 137 países en el World Competitiveness Report 2017-2018.
Otro indicador es la participación de las exportaciones en el total mundial. En valores, en 2002 Colombia participaba con el 0.18% y aumentó hasta 0.32% en 2013, para finalmente caer al 0.21% en 2017; es decir, “ganamos” tres décimas. Pero el problema es que hubo una bonanza de precios de productos básicos, que distorsiona los comportamientos reales; por eso, después de la participación alcanzada en 2013 se perdió gran parte del supuesto avance.
La apreciación de la tasa de cambio, producto de la bonanza, originó un problema de enfermedad holandesa que redujo la competitividad de las exportaciones industriales y repercutió en la pérdida de participación global. En 2002 eran el 0.22% de las exportaciones manufactureras mundiales y en 2017 fueron el 0.14%.
Debido a la alta dependencia de los minero-energéticos (72% del total en 2013), el efecto precios de la bonanza incrementó la concentración de la canasta exportadora. El índice de Herfindahl-Hirschman, IHH (en escala de cero a 10.000), estuvo en niveles por debajo de 700 hasta 2007 y subió a 2.400 en 2013 (por encima de 1.800 se considera alta concentración); solo con el derrumbe de los precios del petróleo en 2014 empezó a disminuir el IHH.
Por la distorsión que ocasionan los precios, el análisis en términos de volumen refleja mejor la evolución de las exportaciones. El total se multiplicó por 2.5 entre 2002 y 2017, mientras que las no minero-energéticas apenas lo hicieron por 1.2; estas últimas crecieron hasta 2007 y luego se estancaron; igual comportamiento se observa en las industriales.
Como decía un Ministro de Comercio, para exportar petróleo no se necesitan TLCs; esos acuerdos son para diversificar las exportaciones. Comparando el año de vigencia de cada acuerdo con 2017, el IHH revela una mayor concentración con Canadá, Chile, México y Mercosur. Disminuye con Estados Unidos, Unión Europea, EFTA, la CAN, el Triángulo Norte Centroamericano; pero en todas las economías desarrolladas la reducción del IHH refleja la caída en las exportaciones de minero-energéticos, más que el aumento de las no minero-energéticas.
Conclusión, seguimos siendo una economía cerrada, el volumen muestra bajo crecimiento y la concentración en minero-energéticos sigue siendo muy alta, especialmente con las economías desarrolladas.
Con ese punto de partida, el gobierno Duque enfrenta enormes retos de competitividad y diversificación, en un mercado internacional cada vez más complejo por la inminencia de una guerra comercial y por los impactos negativos de la tecnología en las cadenas globales de valor.
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Balanza comercial y TLC
Publicado en la Revista Portafolio No. 14, agosto-septiembre de 2014
La balanza comercial de Colombia, que era superavitaria desde 2008, registró a mayo un saldo de -US$1.135 millones. Cabe preguntarse por la fuente de ese cambio de signo y especialmente por el impacto de los tratados de libre comercio.
En el conjunto de países con TLC la balanza comercial colombiana a mayo fue deficitaria en US$1.827 millones, como consecuencia del incremento de las importaciones en 2.6% anual y la caída de las exportaciones en 14.7%. Con el resto de países el saldo es superavitario (US$693 millones) y el crecimiento de las exportaciones duplica el de las importaciones (17.5% y 8.7% anual, respectivamente).
Estos resultados parecieran dar la razón a los críticos. Pero eso sería desconocer diversos hechos que hay detrás del saldo negativo, como son la terminación del ciclo de altos precios internacionales de los productos básicos, el cambio estructural en el abastecimiento de petróleo y gas en Estados Unidos, las dificultades cambiarias de Venezuela y las medidas proteccionistas en varias economías de la región.
En el análisis de los TLC vigentes sobresale la mejora en la balanza comercial de Colombia con la Unión Europea, cuyo superávit se multiplicó por cuatro, especialmente por el repunte de las exportaciones a España. También es destacable la reducción del déficit con Mercosur, México y Canadá.
En el comercio con la CAN, Venezuela, Chile y el Triángulo Norte de Centroamérica se mantiene el superávit, pero en niveles inferiores a los del año anterior. De los factores mencionados, en este grupo impactaron las medidas proteccionistas de Ecuador y los problemas de pagos de Venezuela, país que, a pesar del desabastecimiento, redujo sus compras de ganado en pie (-96.2%) y carne de res (-59.4%) colombianos.
El mayor deterioro de la balanza comercial se observa con Estados Unidos y es explicado en gran parte por la caída de las exportaciones de petróleo en US$2.250 millones (-40.6%), y oro en US$465 millones (-49.1%). Sin esos dos productos, las demás exportaciones crecieron 12.9% anual.
Es conocido el efecto que está generando en Estados Unidos la explotación de hidrocarburos no convencionales, que en poco tiempo llevarán a este país no solo al autoabastecimiento sino a convertirse en exportador neto. Sus importaciones de petróleo, que llegaron a 5.000 millones de barriles en 2006, han bajado continuamente hasta 3.500 millones anuales en mayo de 2014.
Los minero-energéticos, causa importante del déficit comercial reciente, no son el foco de los TLC negociados. Pero sí lo son los productos de mayor valor agregado, que se vienen diversificando gradualmente, como lo indica el descenso del índice Herfindahl-Hirschman de no minero-energéticos de 426 en 2011 a 304 en 2013. Además, las exportaciones industriales, a destinos diferentes a Venezuela, registran una tendencia creciente y ya superaron el nivel precrisis mundial.
Es necesario enfatizar que los acuerdos comerciales no dan resultados en el corto plazo, sino en el mediano y largo, porque los ajustes en la producción y la diversificación de la canasta exportadora no se logran de la noche a la mañana. Lo importante es que los empresarios mantienen su empeño en aprovechar las ventajas del acceso preferencial permanente.
Lo anterior muestra la equivocada percepción de quienes atribuyen a los TLC el deterioro de la balanza comercial de Colombia.
La balanza comercial de Colombia, que era superavitaria desde 2008, registró a mayo un saldo de -US$1.135 millones. Cabe preguntarse por la fuente de ese cambio de signo y especialmente por el impacto de los tratados de libre comercio.
En el conjunto de países con TLC la balanza comercial colombiana a mayo fue deficitaria en US$1.827 millones, como consecuencia del incremento de las importaciones en 2.6% anual y la caída de las exportaciones en 14.7%. Con el resto de países el saldo es superavitario (US$693 millones) y el crecimiento de las exportaciones duplica el de las importaciones (17.5% y 8.7% anual, respectivamente).
Estos resultados parecieran dar la razón a los críticos. Pero eso sería desconocer diversos hechos que hay detrás del saldo negativo, como son la terminación del ciclo de altos precios internacionales de los productos básicos, el cambio estructural en el abastecimiento de petróleo y gas en Estados Unidos, las dificultades cambiarias de Venezuela y las medidas proteccionistas en varias economías de la región.
En el análisis de los TLC vigentes sobresale la mejora en la balanza comercial de Colombia con la Unión Europea, cuyo superávit se multiplicó por cuatro, especialmente por el repunte de las exportaciones a España. También es destacable la reducción del déficit con Mercosur, México y Canadá.
En el comercio con la CAN, Venezuela, Chile y el Triángulo Norte de Centroamérica se mantiene el superávit, pero en niveles inferiores a los del año anterior. De los factores mencionados, en este grupo impactaron las medidas proteccionistas de Ecuador y los problemas de pagos de Venezuela, país que, a pesar del desabastecimiento, redujo sus compras de ganado en pie (-96.2%) y carne de res (-59.4%) colombianos.
El mayor deterioro de la balanza comercial se observa con Estados Unidos y es explicado en gran parte por la caída de las exportaciones de petróleo en US$2.250 millones (-40.6%), y oro en US$465 millones (-49.1%). Sin esos dos productos, las demás exportaciones crecieron 12.9% anual.
Es conocido el efecto que está generando en Estados Unidos la explotación de hidrocarburos no convencionales, que en poco tiempo llevarán a este país no solo al autoabastecimiento sino a convertirse en exportador neto. Sus importaciones de petróleo, que llegaron a 5.000 millones de barriles en 2006, han bajado continuamente hasta 3.500 millones anuales en mayo de 2014.
Los minero-energéticos, causa importante del déficit comercial reciente, no son el foco de los TLC negociados. Pero sí lo son los productos de mayor valor agregado, que se vienen diversificando gradualmente, como lo indica el descenso del índice Herfindahl-Hirschman de no minero-energéticos de 426 en 2011 a 304 en 2013. Además, las exportaciones industriales, a destinos diferentes a Venezuela, registran una tendencia creciente y ya superaron el nivel precrisis mundial.
Es necesario enfatizar que los acuerdos comerciales no dan resultados en el corto plazo, sino en el mediano y largo, porque los ajustes en la producción y la diversificación de la canasta exportadora no se logran de la noche a la mañana. Lo importante es que los empresarios mantienen su empeño en aprovechar las ventajas del acceso preferencial permanente.
Lo anterior muestra la equivocada percepción de quienes atribuyen a los TLC el deterioro de la balanza comercial de Colombia.
Aritmética y diversificación de exportaciones
Publicado en Portafolio el 23 de julio de 2013
Por increíble que parezca, numerosas personas con formación profesional, incluidos algunos analistas económicos, se comieron el cuento de que la concentración de las exportaciones colombianas en los productos mineros es una manifestación más de la desindustrialización del país. Creen que ya no tenemos para exportar sino petróleo y carbón, lo que les demuestra que la industria se está acabando.
Vaya y venga que un ciudadano del común concluya eso cuando le dicen que las exportaciones mineras eran el 46% de las exportaciones totales de Colombia en el 2000 y que en el 2012 fueron el 73%; y que, además, las industriales bajaron su participación del 30% al 16%. Pero no es tan razonable que personas con educación superior y algo de lógica traguen entero.
Lamentablemente esa visión errada ha hecho carrera y al que miran como ‘bicho raro’ es al que disiente de esa forma de ver las cosas. A riesgo de entrar en ese colectivo, trataremos de mostrar otra cara de la moneda.
Partamos de un ejemplo hipotético. La empresa Compu-Orange produce dos productos: naranjas y computadores. Inicialmente el 80% de sus ventas se concentra en el segundo producto. Pero las naranjas se ponen de moda intempestivamente, porque así son las modas. Como esa producción no responde automáticamente a los cambios en la demanda, el precio de las naranjas comienza a subir. Y sube hasta tal punto que las naranjas representan ahora el 70% de las ventas de la empresa, aun cuando el volumen de producción de los computadores no cambió.
¿Podemos concluir que la empresa está abandonando la actividad de los computadores y se está ‘primarizando’? La respuesta es claramente negativa. Hay un fenómeno particular de precios que modificó la composición de las ventas, y nada más.
Veamos ahora el caso de Colombia, comparando los años 2000 y 2012, pero teniendo en cuenta que, a diferencia de Compu-Orange, las cantidades también cambian. Entre esos dos años las exportaciones mineras crecieron en volumen dos veces, mientras que los precios implícitos crecieron 3.6 veces. Así, la diferencia entre las exportaciones de 2000 y las de 2012 se explica en un 28% por aumento en el volumen y en 72% por aumento en los precios.
En ese mismo periodo, las exportaciones industriales (sin agroindustria, porque recogen el impacto de los precios internacionales de los productos básicos) crecieron el volumen 1.7 veces y el precio implícito 1.4 veces. En este caso, los precios explican el 28% del aumento entre los dos años, y el volumen el 72% (lo contrario de lo observado con la minería).
Cabe preguntarse qué hubiera pasado con la composición de las exportaciones si los precios de los mineros se hubieran mantenido constantes en los niveles de 2000; en este caso su participación en las exportaciones totales sería del 43% en 2012, es decir, tres puntos menos. Si mantenemos las industriales con el comportamiento observado, representarían actualmente el 34% del total, es decir, habrían ganado cuatro puntos.
Por lo tanto, no hay tal cuento de la ‘reprimarización’ de la economía o que la composición de las exportaciones es una demostración de la presunta desindustrialización. Los defensores de esas exóticas ideas deberían explicar por qué se mantiene la tendencia ascendente en el volumen exportado si, según ellos, la producción industrial se está deteriorando.
Para la economía colombiana podría plantearse un dilema, por absurdo que parezca: ¿Debería Colombia dejar de exportar petróleo, carbón y los demás mineros, para no ser calificados por los analistas nacionales y extranjeros de ‘primario dependientes’? ¿O aprovechar el auge sin descuidar la producción y las exportaciones de los demás transables?
Desde luego, nadie desconoce los riesgos que implica un auge minero-energético para el resto de la producción transable de la economía. El gobierno los reconoce y por eso adoptó medidas estructurales, como el ahorro de parte de las regalías y la regla fiscal, o coyunturales, como la reducción del endeudamiento externo.
Y con el propósito de preservar y fortalecer la tendencia de las exportaciones industriales, el gobierno fijó una meta de triplicar al 2021 las exportaciones diferentes de las minero-energéticas. Para lograrla, la política industrial, cuya existencia algunos se niegan a aceptar, tiene enfiladas sus baterías a la producción de valor agregado.
Aquellos que critican el alto peso de las minero-energéticas en el total exportado son los mismos que ahora critican al gobierno porque las exportaciones están cayendo; pero no reconocen que la caída de petróleo y las mineras, en valores y en volumen, explican tal resultado, mientras que las industriales siguen creciendo. Ese empecinamiento, deja poco margen para pensar que aceptarán los argumentos aquí presentados… Pero, ahí están.
Por increíble que parezca, numerosas personas con formación profesional, incluidos algunos analistas económicos, se comieron el cuento de que la concentración de las exportaciones colombianas en los productos mineros es una manifestación más de la desindustrialización del país. Creen que ya no tenemos para exportar sino petróleo y carbón, lo que les demuestra que la industria se está acabando.
Vaya y venga que un ciudadano del común concluya eso cuando le dicen que las exportaciones mineras eran el 46% de las exportaciones totales de Colombia en el 2000 y que en el 2012 fueron el 73%; y que, además, las industriales bajaron su participación del 30% al 16%. Pero no es tan razonable que personas con educación superior y algo de lógica traguen entero.
Lamentablemente esa visión errada ha hecho carrera y al que miran como ‘bicho raro’ es al que disiente de esa forma de ver las cosas. A riesgo de entrar en ese colectivo, trataremos de mostrar otra cara de la moneda.
Partamos de un ejemplo hipotético. La empresa Compu-Orange produce dos productos: naranjas y computadores. Inicialmente el 80% de sus ventas se concentra en el segundo producto. Pero las naranjas se ponen de moda intempestivamente, porque así son las modas. Como esa producción no responde automáticamente a los cambios en la demanda, el precio de las naranjas comienza a subir. Y sube hasta tal punto que las naranjas representan ahora el 70% de las ventas de la empresa, aun cuando el volumen de producción de los computadores no cambió.
¿Podemos concluir que la empresa está abandonando la actividad de los computadores y se está ‘primarizando’? La respuesta es claramente negativa. Hay un fenómeno particular de precios que modificó la composición de las ventas, y nada más.
Veamos ahora el caso de Colombia, comparando los años 2000 y 2012, pero teniendo en cuenta que, a diferencia de Compu-Orange, las cantidades también cambian. Entre esos dos años las exportaciones mineras crecieron en volumen dos veces, mientras que los precios implícitos crecieron 3.6 veces. Así, la diferencia entre las exportaciones de 2000 y las de 2012 se explica en un 28% por aumento en el volumen y en 72% por aumento en los precios.
En ese mismo periodo, las exportaciones industriales (sin agroindustria, porque recogen el impacto de los precios internacionales de los productos básicos) crecieron el volumen 1.7 veces y el precio implícito 1.4 veces. En este caso, los precios explican el 28% del aumento entre los dos años, y el volumen el 72% (lo contrario de lo observado con la minería).
Cabe preguntarse qué hubiera pasado con la composición de las exportaciones si los precios de los mineros se hubieran mantenido constantes en los niveles de 2000; en este caso su participación en las exportaciones totales sería del 43% en 2012, es decir, tres puntos menos. Si mantenemos las industriales con el comportamiento observado, representarían actualmente el 34% del total, es decir, habrían ganado cuatro puntos.
Por lo tanto, no hay tal cuento de la ‘reprimarización’ de la economía o que la composición de las exportaciones es una demostración de la presunta desindustrialización. Los defensores de esas exóticas ideas deberían explicar por qué se mantiene la tendencia ascendente en el volumen exportado si, según ellos, la producción industrial se está deteriorando.
Para la economía colombiana podría plantearse un dilema, por absurdo que parezca: ¿Debería Colombia dejar de exportar petróleo, carbón y los demás mineros, para no ser calificados por los analistas nacionales y extranjeros de ‘primario dependientes’? ¿O aprovechar el auge sin descuidar la producción y las exportaciones de los demás transables?
Desde luego, nadie desconoce los riesgos que implica un auge minero-energético para el resto de la producción transable de la economía. El gobierno los reconoce y por eso adoptó medidas estructurales, como el ahorro de parte de las regalías y la regla fiscal, o coyunturales, como la reducción del endeudamiento externo.
Y con el propósito de preservar y fortalecer la tendencia de las exportaciones industriales, el gobierno fijó una meta de triplicar al 2021 las exportaciones diferentes de las minero-energéticas. Para lograrla, la política industrial, cuya existencia algunos se niegan a aceptar, tiene enfiladas sus baterías a la producción de valor agregado.
Aquellos que critican el alto peso de las minero-energéticas en el total exportado son los mismos que ahora critican al gobierno porque las exportaciones están cayendo; pero no reconocen que la caída de petróleo y las mineras, en valores y en volumen, explican tal resultado, mientras que las industriales siguen creciendo. Ese empecinamiento, deja poco margen para pensar que aceptarán los argumentos aquí presentados… Pero, ahí están.
Buen año exportador
Publicado en Portafolio el 8 de enero de 2013
El título puede sonar un tanto extraño o excesivamente optimista cuando se observa que las exportaciones pasaron de un crecimiento del 43% anual en 2011 a uno que probablemente esté en el 7.5% en 2012.
Pero insisto en que es bueno por varias razones. Una, porque las exportaciones totales sobrepasarán el nivel de 2011, y será la cifra más alta en la historia económica de Colombia. Una proyección reciente del BID (“Estimaciones de las tendencias comerciales de América Latina 2012”) calcula su monto en US$61.200 millones; mientras que las exportaciones del conjunto de América Latina apenas se incrementan el 1.5% anual, las colombianas crecen a un ritmo cinco veces mayor.
Otro aspecto sobresaliente en la proyección del BID es que Colombia y Costa Rica son los únicos países de la región que crecen sus exportaciones a todos los grupos de destinos seleccionados por este organismo: Subregión (CAN en nuestro caso), Resto de América Latina, EEUU y Canadá, Asia, Europa, y Mundo.
Dos, porque las exportaciones no minero-energéticas, superarán los US$16.700 millones, cifra mayor al registro del año anterior y muy cercana a la meta de US$16.800 millones establecida por el gobierno para 2012. Dentro de ellas cabe destacar el continuo crecimiento de las exportaciones industriales tanto en valores como en volúmenes, en contravía de los augures de la catastrófica enfermedad holandesa, que presuntamente ya está sufriendo la economía colombiana.
De hecho, quienes pregonan que Colombia está experimentando la enfermedad holandesa deberían explicar cómo las exportaciones industriales mantienen una tendencia creciente, solamente interrumpida por la crisis mundial de 2008-2009 y el cierre del mercado venezolano, en un escenario con marcada tendencia de apreciación de la moneda.
Tres, porque esos resultados se dan en una coyuntura internacional muy compleja, derivada de las situaciones particulares de la Unión Europea, Estados Unidos y las principales economías emergentes.
Las economías europeas entraron en recesión; pese a que están alejando el fantasma de la quiebra del euro, las proyecciones muestran que la Unión Europea cerró el 2012 con tasas negativas de crecimiento y que ellas se mantendrán durante el 2013.
La economía de Estados Unidos no despegó. Aun cuando las cifras de crecimiento del tercer trimestre de 2012 fueron buenas, el ambiente positivo que generó esa noticia tendió a diluirse en el último trimestre por el problema del abismo fiscal (aumentos automáticos de impuestos y recortes de gastos a partir de enero, que pueden ocasionar una nueva recesión en este país). Los juegos de poder entre demócratas y republicanos no permitieron un acuerdo antes de terminar el 2012, aumentando la incertidumbre sobre la forma en que se afrontará el abismo en el primer mes de 2013 y sobre su potencial impacto en la dinámica del PIB.
China, India y Brasil perdieron ritmo, y los precios internacionales de los productos básicos descendieron, aun cuando se mantienen en niveles altos. En el caso de China, la pérdida de dinamismo de la demanda en las economías desarrolladas no pudo ser compensada por el crecimiento del mercado interno, a pesar del supuesto impulso que se le viene dando, justamente para reducir la vulnerabilidad de esta economía a las fluctuaciones externas.
En el caso de Brasil, a los factores estructurales que limitan su crecimiento, como, por ejemplo, los problemas de competitividad y los bajos niveles de inversión, se suman los problemas que acarrea la coyuntura mundial. Las medidas de reactivación adoptadas por el gobierno han tenido escaso impacto, por lo que a finales de diciembre el Banco Central revisó a la baja el crecimiento estimado de 2012 del 1.6% al 1.0%.
Cuatro, porque el comercio mundial se desaceleró rápidamente. Las estadísticas de la OMC muestran que en el acumulado de los tres primeros trimestres las exportaciones mundiales se contrajeron en 0.2% con relación a igual periodo del año anterior. La evaluación por trimestres muestra la continua pérdida de dinamismo, al punto que en el tercero cayeron en 4.2% anual.
En el caso de Colombia las exportaciones crecieron 7.6% anual en el acumulado de los tres primeros trimestres y se contrajeron en 0.1% en el tercero (pero en octubre crecieron 4.8% anual).
Es notable el contraste con lo registrado en los 27 países de la Unión Europea: –5.6% y -8.5% en los mismos periodos. De igual forma, en América Latina nueve países tuvieron variaciones negativas en ambos periodos. Un comportamiento similar se observó en Japón, India, Indonesia, Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur, Malasia, Singapur, Taiwán y Tailandia.
En síntesis, a pesar de la pérdida de dinamismo de las exportaciones, Colombia se diferencia no solo de países de la región sino de un grupo importante de economías de otras latitudes. Una vez más se comprueba la resiliencia de la economía colombiana a los choques externos… y ella no es producto del azar.
El título puede sonar un tanto extraño o excesivamente optimista cuando se observa que las exportaciones pasaron de un crecimiento del 43% anual en 2011 a uno que probablemente esté en el 7.5% en 2012.
Pero insisto en que es bueno por varias razones. Una, porque las exportaciones totales sobrepasarán el nivel de 2011, y será la cifra más alta en la historia económica de Colombia. Una proyección reciente del BID (“Estimaciones de las tendencias comerciales de América Latina 2012”) calcula su monto en US$61.200 millones; mientras que las exportaciones del conjunto de América Latina apenas se incrementan el 1.5% anual, las colombianas crecen a un ritmo cinco veces mayor.
Otro aspecto sobresaliente en la proyección del BID es que Colombia y Costa Rica son los únicos países de la región que crecen sus exportaciones a todos los grupos de destinos seleccionados por este organismo: Subregión (CAN en nuestro caso), Resto de América Latina, EEUU y Canadá, Asia, Europa, y Mundo.
Dos, porque las exportaciones no minero-energéticas, superarán los US$16.700 millones, cifra mayor al registro del año anterior y muy cercana a la meta de US$16.800 millones establecida por el gobierno para 2012. Dentro de ellas cabe destacar el continuo crecimiento de las exportaciones industriales tanto en valores como en volúmenes, en contravía de los augures de la catastrófica enfermedad holandesa, que presuntamente ya está sufriendo la economía colombiana.
De hecho, quienes pregonan que Colombia está experimentando la enfermedad holandesa deberían explicar cómo las exportaciones industriales mantienen una tendencia creciente, solamente interrumpida por la crisis mundial de 2008-2009 y el cierre del mercado venezolano, en un escenario con marcada tendencia de apreciación de la moneda.
Tres, porque esos resultados se dan en una coyuntura internacional muy compleja, derivada de las situaciones particulares de la Unión Europea, Estados Unidos y las principales economías emergentes.
Las economías europeas entraron en recesión; pese a que están alejando el fantasma de la quiebra del euro, las proyecciones muestran que la Unión Europea cerró el 2012 con tasas negativas de crecimiento y que ellas se mantendrán durante el 2013.
La economía de Estados Unidos no despegó. Aun cuando las cifras de crecimiento del tercer trimestre de 2012 fueron buenas, el ambiente positivo que generó esa noticia tendió a diluirse en el último trimestre por el problema del abismo fiscal (aumentos automáticos de impuestos y recortes de gastos a partir de enero, que pueden ocasionar una nueva recesión en este país). Los juegos de poder entre demócratas y republicanos no permitieron un acuerdo antes de terminar el 2012, aumentando la incertidumbre sobre la forma en que se afrontará el abismo en el primer mes de 2013 y sobre su potencial impacto en la dinámica del PIB.
China, India y Brasil perdieron ritmo, y los precios internacionales de los productos básicos descendieron, aun cuando se mantienen en niveles altos. En el caso de China, la pérdida de dinamismo de la demanda en las economías desarrolladas no pudo ser compensada por el crecimiento del mercado interno, a pesar del supuesto impulso que se le viene dando, justamente para reducir la vulnerabilidad de esta economía a las fluctuaciones externas.
En el caso de Brasil, a los factores estructurales que limitan su crecimiento, como, por ejemplo, los problemas de competitividad y los bajos niveles de inversión, se suman los problemas que acarrea la coyuntura mundial. Las medidas de reactivación adoptadas por el gobierno han tenido escaso impacto, por lo que a finales de diciembre el Banco Central revisó a la baja el crecimiento estimado de 2012 del 1.6% al 1.0%.
Cuatro, porque el comercio mundial se desaceleró rápidamente. Las estadísticas de la OMC muestran que en el acumulado de los tres primeros trimestres las exportaciones mundiales se contrajeron en 0.2% con relación a igual periodo del año anterior. La evaluación por trimestres muestra la continua pérdida de dinamismo, al punto que en el tercero cayeron en 4.2% anual.
En el caso de Colombia las exportaciones crecieron 7.6% anual en el acumulado de los tres primeros trimestres y se contrajeron en 0.1% en el tercero (pero en octubre crecieron 4.8% anual).
Es notable el contraste con lo registrado en los 27 países de la Unión Europea: –5.6% y -8.5% en los mismos periodos. De igual forma, en América Latina nueve países tuvieron variaciones negativas en ambos periodos. Un comportamiento similar se observó en Japón, India, Indonesia, Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur, Malasia, Singapur, Taiwán y Tailandia.
En síntesis, a pesar de la pérdida de dinamismo de las exportaciones, Colombia se diferencia no solo de países de la región sino de un grupo importante de economías de otras latitudes. Una vez más se comprueba la resiliencia de la economía colombiana a los choques externos… y ella no es producto del azar.
¿Nepal de Suramérica?
Publicado en el diario La República el 10 de mayo de 2012
Un informe reciente de Anif analizó las características de las exportaciones colombianas. Razón le cabe en varios de sus argumentos; en otros no tanto.
Tiene razón cuando señala que Colombia es una economía relativamente cerrada. El tema forma parte de las presentaciones del Ministro de Comercio, Industria y Turismo en diversos foros y sus archivos están disponibles para todos los ciudadanos en la página www.mincomercio.gov.co.
El Ministro comenta en sus conferencias que, de acuerdo con el último Global Competitiveness Report del World Economic Forum, Colombia se clasifica en el puesto 110 entre 149 países en la variable de prevalencia de barreras al comercio, (Brasil es el 109). De igual forma presenta los coeficientes de exportaciones e importaciones a PIB, con los puestos 131 y 138, respectivamente.
Estos indicadores reflejan la reacción de los rentistas del proteccionismo frente a la apertura económica, como lo han enunciado varios analistas (por ejemplo, Hommes “Política, comercio y geopolítica”; El Tiempo, 30-10-2009). Y una secuela obvia de esa conducta es el bajo nivel de las exportaciones per cápita.
Otras características de las exportaciones colombianas, señaladas por Anif, son la alta participación de las “exportaciones tradicionales de commodities” y la pérdida del esfuerzo “diversificador”. Lo que es discutible es no tener en cuenta el entorno mundial e insinuar que la involución de la estructura exportadora obedece a la falta de acción gubernamental (“funcionarios públicos… que prometen que ya pronto triplicaremos las exportaciones no tradicionales”; una desindustrialización que “no parece preocuparle a nadie”).
La involución comentada, esto es, el mayor peso relativo de los “commodities” en las exportaciones, proviene básicamente de la presión alcista de sus precios en los mercados internacionales. El índice de Herfindhal Hirschman mejoró entre 2000 y 2007, pero el comportamiento de los precios revirtió la tendencia y hoy está en el nivel más alto de las últimas décadas. Este no es un fenómeno exclusivo de Colombia, sino que afecta a todos los países exportadores de bienes básicos.
Aun cuando el informe comentado compara a Colombia con otros países de la región para reafirmar que estamos mal, no evalúa qué está ocurriendo con la estructura de sus exportaciones. Pues bien; las estadísticas oficiales revelan que en Chile las exportaciones mineras y las de productos agropecuarios y pesqueros pasaron del 50% del total en 2003, al 67% en los primeros cuatro meses de 2012: ¡escasos 3 puntos por debajo del 70% que representan en nuestro caso!
Y en Brasil los bienes básicos que eran el 37% del total de las exportaciones en 2008, aumentaron al 48% en 2011. Entre tanto, las manufacturas bajaron del 47% a 36% en el mismo periodo y todavía están por debajo del nivel precrisis, en un país que “sí parece preocuparse” por el peso de la industria en el PIB.
Con relación a la industria colombiana, no se puede olvidar que la caída de sus exportaciones obedeció a un doble choque: la crisis mundial y el cierre del mercado venezolano al que iba el 39% de estos bienes. Aun cuando hoy no ha recuperado el nivel precrisis, se ha realizado un gran esfuerzo de diversificación de mercados; el valor exportado apenas es inferior en 11% al de 2008 y Venezuela solo representa el 12%.
Justamente con el fin de fortalecer la diversificación (aun con “commodities” a precios altos) se formuló una clasificación diferenciando los minero-energéticos del resto, abandonando la obsoleta de tradicionales y no tradicionales. Ella permite hacer un mejor seguimiento de las exportaciones a las que se les puede incorporar mayor valor agregado. No se trata, por lo tanto, de “romper el termómetro para modificar la temperatura”.
Un informe reciente de Anif analizó las características de las exportaciones colombianas. Razón le cabe en varios de sus argumentos; en otros no tanto.
Tiene razón cuando señala que Colombia es una economía relativamente cerrada. El tema forma parte de las presentaciones del Ministro de Comercio, Industria y Turismo en diversos foros y sus archivos están disponibles para todos los ciudadanos en la página www.mincomercio.gov.co.
El Ministro comenta en sus conferencias que, de acuerdo con el último Global Competitiveness Report del World Economic Forum, Colombia se clasifica en el puesto 110 entre 149 países en la variable de prevalencia de barreras al comercio, (Brasil es el 109). De igual forma presenta los coeficientes de exportaciones e importaciones a PIB, con los puestos 131 y 138, respectivamente.
Estos indicadores reflejan la reacción de los rentistas del proteccionismo frente a la apertura económica, como lo han enunciado varios analistas (por ejemplo, Hommes “Política, comercio y geopolítica”; El Tiempo, 30-10-2009). Y una secuela obvia de esa conducta es el bajo nivel de las exportaciones per cápita.
Otras características de las exportaciones colombianas, señaladas por Anif, son la alta participación de las “exportaciones tradicionales de commodities” y la pérdida del esfuerzo “diversificador”. Lo que es discutible es no tener en cuenta el entorno mundial e insinuar que la involución de la estructura exportadora obedece a la falta de acción gubernamental (“funcionarios públicos… que prometen que ya pronto triplicaremos las exportaciones no tradicionales”; una desindustrialización que “no parece preocuparle a nadie”).
La involución comentada, esto es, el mayor peso relativo de los “commodities” en las exportaciones, proviene básicamente de la presión alcista de sus precios en los mercados internacionales. El índice de Herfindhal Hirschman mejoró entre 2000 y 2007, pero el comportamiento de los precios revirtió la tendencia y hoy está en el nivel más alto de las últimas décadas. Este no es un fenómeno exclusivo de Colombia, sino que afecta a todos los países exportadores de bienes básicos.
Aun cuando el informe comentado compara a Colombia con otros países de la región para reafirmar que estamos mal, no evalúa qué está ocurriendo con la estructura de sus exportaciones. Pues bien; las estadísticas oficiales revelan que en Chile las exportaciones mineras y las de productos agropecuarios y pesqueros pasaron del 50% del total en 2003, al 67% en los primeros cuatro meses de 2012: ¡escasos 3 puntos por debajo del 70% que representan en nuestro caso!
Y en Brasil los bienes básicos que eran el 37% del total de las exportaciones en 2008, aumentaron al 48% en 2011. Entre tanto, las manufacturas bajaron del 47% a 36% en el mismo periodo y todavía están por debajo del nivel precrisis, en un país que “sí parece preocuparse” por el peso de la industria en el PIB.
Con relación a la industria colombiana, no se puede olvidar que la caída de sus exportaciones obedeció a un doble choque: la crisis mundial y el cierre del mercado venezolano al que iba el 39% de estos bienes. Aun cuando hoy no ha recuperado el nivel precrisis, se ha realizado un gran esfuerzo de diversificación de mercados; el valor exportado apenas es inferior en 11% al de 2008 y Venezuela solo representa el 12%.
Justamente con el fin de fortalecer la diversificación (aun con “commodities” a precios altos) se formuló una clasificación diferenciando los minero-energéticos del resto, abandonando la obsoleta de tradicionales y no tradicionales. Ella permite hacer un mejor seguimiento de las exportaciones a las que se les puede incorporar mayor valor agregado. No se trata, por lo tanto, de “romper el termómetro para modificar la temperatura”.
Exportaciones industriales
Publicado en el diario La República, el 10 de noviembre de 2011
Ante la probable aparición de enfermedad holandesa en el país, como consecuencia de una bonanza de productos básicos, surge la preocupación sobre lo que puede ocurrir con las exportaciones de bienes industriales. En los agropecuarios los efectos serían menores porque podrían ser beneficiados por los altos precios internacionales en los próximos años.
El gobierno ha sido precavido: tramitó en el Congreso la reforma a las regalías, para crear fondos de ahorro de parte de los recursos de una probable bonanza minero–energética; el país cuenta con una ley de responsabilidad fiscal; y recientemente se aprobó la ley de regla fiscal.
En ese contexto, convine evaluar cómo han evolucionado las exportaciones industriales de Colombia, pues sería de presumir que ya se han empezado a deteriorar por efecto de la presunta desindustrialización, por la revaluación y por la desaceleración de la economía mundial.
Las exportaciones industriales vienen perdiendo participación en el total exportado tanto en volumen como en valores, desde antes de la crisis mundial. El valor exportado (excluyendo los derivados del petróleo) representó un máximo del 42.7% en 2001, y en 2010 apenas fue el 24.4% de las exportaciones totales. En volumen alcanzaron un máximo del 6.7% en 2002 y bajaron al 4.1% en 2010.
¿Estos resultados se relacionan con la desindustrialización? No parece tal, pues si bien pierden participación en el total, tanto el valor como el volumen de las exportaciones de este sector tienen una tendencia creciente que sólo se ve interrumpida por la crisis mundial.
El valor de las exportaciones industriales creció continuamente desde 1991 (6.3% anual) y su ritmo se aceleró en el periodo 2004-2008 (18.2% anual). En los dos años siguientes se redujeron como consecuencia de la crisis mundial y del cierre del mercado de Venezuela.
Es evidente el impacto de Venezuela tanto en la notable dinámica hasta 2008, como en la caída en los años 2009 y 2010. Sin incluir ese mercado, las exportaciones industriales ya sobrepasaron el monto exportado del 2008, mientras que incluyéndolo apenas lo harán este año.
En términos de volumen las exportaciones muestran un comportamiento diferente al del valor, pues el mayor dinamismo se registró entre 1991 y 2003 (11.1% anual), mientras que en el periodo 2004-2008 fue más moderado (2.9% anual), registrando el máximo en 2007. Posiblemente la reducción refleje el impacto de la apreciación de la tasa de cambio, especialmente cuando se hace el análisis descontando a Venezuela, dado que desde 2006 se empezó observar una caída. En ambos casos, no se ha recuperado el volumen exportado, pero la evolución reciente permite esperar que sin el mercado vecino al cierre del presente año se alcance el nivel precrisis.
En las dos últimas décadas el índice de volumen muestra que desde 1991 las exportaciones industriales han crecido más que las exportaciones primarias, y que productos como el petróleo, los derivados del petróleo y el café.
En cambio el índice de precios implícitos indica que los industriales son precisamente los que menos han crecido, mientras que los de derivados del petróleo registran el mayor aumento.
En síntesis, las exportaciones industriales han tenido un desempeño notable durante las últimas décadas tanto en valores como en volumen. Sin embargo, pierden participación en el total exportado porque hay fuerte efecto precios en los bienes primarios, que no alcanza a ser compensado por el efecto volumen de las exportaciones industriales.
No obstante, es preciso hacer un seguimiento estrecho de su evolución para ver si la tasa de cambio está afectando el volumen exportado y neutralizar los impactos negativos que pueda generar en él una bonanza minero-energética.
Ante la probable aparición de enfermedad holandesa en el país, como consecuencia de una bonanza de productos básicos, surge la preocupación sobre lo que puede ocurrir con las exportaciones de bienes industriales. En los agropecuarios los efectos serían menores porque podrían ser beneficiados por los altos precios internacionales en los próximos años.
El gobierno ha sido precavido: tramitó en el Congreso la reforma a las regalías, para crear fondos de ahorro de parte de los recursos de una probable bonanza minero–energética; el país cuenta con una ley de responsabilidad fiscal; y recientemente se aprobó la ley de regla fiscal.
En ese contexto, convine evaluar cómo han evolucionado las exportaciones industriales de Colombia, pues sería de presumir que ya se han empezado a deteriorar por efecto de la presunta desindustrialización, por la revaluación y por la desaceleración de la economía mundial.
Las exportaciones industriales vienen perdiendo participación en el total exportado tanto en volumen como en valores, desde antes de la crisis mundial. El valor exportado (excluyendo los derivados del petróleo) representó un máximo del 42.7% en 2001, y en 2010 apenas fue el 24.4% de las exportaciones totales. En volumen alcanzaron un máximo del 6.7% en 2002 y bajaron al 4.1% en 2010.
¿Estos resultados se relacionan con la desindustrialización? No parece tal, pues si bien pierden participación en el total, tanto el valor como el volumen de las exportaciones de este sector tienen una tendencia creciente que sólo se ve interrumpida por la crisis mundial.
El valor de las exportaciones industriales creció continuamente desde 1991 (6.3% anual) y su ritmo se aceleró en el periodo 2004-2008 (18.2% anual). En los dos años siguientes se redujeron como consecuencia de la crisis mundial y del cierre del mercado de Venezuela.
Es evidente el impacto de Venezuela tanto en la notable dinámica hasta 2008, como en la caída en los años 2009 y 2010. Sin incluir ese mercado, las exportaciones industriales ya sobrepasaron el monto exportado del 2008, mientras que incluyéndolo apenas lo harán este año.
En términos de volumen las exportaciones muestran un comportamiento diferente al del valor, pues el mayor dinamismo se registró entre 1991 y 2003 (11.1% anual), mientras que en el periodo 2004-2008 fue más moderado (2.9% anual), registrando el máximo en 2007. Posiblemente la reducción refleje el impacto de la apreciación de la tasa de cambio, especialmente cuando se hace el análisis descontando a Venezuela, dado que desde 2006 se empezó observar una caída. En ambos casos, no se ha recuperado el volumen exportado, pero la evolución reciente permite esperar que sin el mercado vecino al cierre del presente año se alcance el nivel precrisis.
En las dos últimas décadas el índice de volumen muestra que desde 1991 las exportaciones industriales han crecido más que las exportaciones primarias, y que productos como el petróleo, los derivados del petróleo y el café.
En cambio el índice de precios implícitos indica que los industriales son precisamente los que menos han crecido, mientras que los de derivados del petróleo registran el mayor aumento.
En síntesis, las exportaciones industriales han tenido un desempeño notable durante las últimas décadas tanto en valores como en volumen. Sin embargo, pierden participación en el total exportado porque hay fuerte efecto precios en los bienes primarios, que no alcanza a ser compensado por el efecto volumen de las exportaciones industriales.
No obstante, es preciso hacer un seguimiento estrecho de su evolución para ver si la tasa de cambio está afectando el volumen exportado y neutralizar los impactos negativos que pueda generar en él una bonanza minero-energética.
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