Asia: mirar al pasado y al futuro
En las discusiones contemporáneas sobre la globalización y la creciente importancia de Asia–Pacífico, suele pasarse por alto que esa región del mundo fue la de mayor importancia económica global por muchos siglos y que su aporte fue decisivo para el avance de la ciencia y la cultura occidentales.
El nobel de economía Amartya Sen destaca que gracias a los vínculos comerciales, que él interpreta como una etapa previa de la globalización moderna, muchos conocimientos fluyeron de Asia a Europa: “Alrededor del año mil, la difusión global de la ciencia, la tecnología y las matemáticas cambiaba al viejo mundo pero provenía de una dirección contraria a la actual. Los mapas y la imprenta, la ballesta y la pólvora, el reloj y el puente sostenido con cadenas de hierro, la cometa, la brújula, la carretilla y el ventilador giratorio –todos ellos, ejemplos de la alta tecnología de hace un milenio– se utilizaban comúnmente en China y otros territorios ignotos”. A esto le suma el sistema decimal –desarrollado en la India entre los siglos II y IV y complementado posteriormente con aportes árabes–, que llegó a Europa hacia el siglo X.
Según las mediciones realizadas por Angus Maddison, el famoso economista historiador inglés fallecido el año pasado, entre el año 1 y 1820, en promedio, el 66% del PIB mundial era aportado por Asia, pero esa participación venía declinando desde el año 1600 (los cálculos se basan en una metodología diferente a la usada actualmente en cuentas nacionales, pero permite comparaciones de los resultados de este investigador para toda las series obtenidas). En términos del PIB per cápita, la mayor parte de Asia, especialmente China e India, superaban los niveles de Europa Occidental.
En su obra “La economía mundial: Una perspectiva milenaria”, Maddison atribuye esa declinación a la inexplicada adopción de una política autárquica en China y, posteriormente, al estancamiento inducido por la dominación colonial de buena parte de Asia. Señala Maddison que “en el siglo XV, China renunció a desempeñar un papel activo en el comercio asiático, impuso rígidos controles sobre el comercio privado y un embargo sobre el comercio con Japón”. Estos hechos permitieron a Europa Occidental ampliar la brecha de ingreso per cápita con los pueblos asiáticos, a los cuales había dado alcance en el siglo XIV.
La era moderna del crecimiento económico, que nació con la revolución industrial y la ampliación del comercio mundial desde el siglo XIX, repercutió en la mayor importancia relativa de las economías europeas y de Estados Unidos, mientras que las asiáticas la perdían cada vez más. En el caso de China, una vez suprimida la dominación colonial, empezó el régimen comunista liderado por Mao Tse–Tung, que llevó a esta economía a ser una de las más pobres del mundo a finales de los años setenta del siglo XX.
La notable recuperación de Japón de la destrucción ocasionada por la Segunda Guerra Mundial, la apertura económica de Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong, el abandono de China de la autarquía comunista desde 1978 y el cambio de modelo de desarrollo en la India a partir de 1991, revirtieron la tendencia descendente de casi dos siglos y pusieron al Asia en la senda de la recuperación de su importancia relativa en el contexto mundial.
La medición más reciente que dejó Maddison muestra que entre 1950 y 2008 la participación de Asia en el PIB mundial aumentó del 18.6% al 43.7%. Esto evidencia que la dinámica de Asia no corresponde al fenómeno de las economías emergentes sino al de economías renaciendo; que la autarquía generó el rezago en su desarrollo; y que estos elementos indican la importancia para Colombia de fortalecer la relación comercial con esa región del mundo.
Perlas
En el pasado debate del Senado sobre el TLC de Colombia-UE, los opositores de los tratados no pasaron de repetir sus manidas críticas contra el libre comercio. Entre ellas hay varias "perlas".
Para la muestra un botón. Interpretan los críticos que según el coeficiente de apertura económica (exportaciones más importaciones sobre PIB), los países africanos más pobres y Colombia deberían ser más desarrollados que Estados Unidos. Como esa no es la realidad, concluyen que es falso que el libre comercio contribuya al desarrollo.
Olvidan las restricciones que tienen la mayoría de las mediciones en economía. Una lectura adecuada del coeficiente de apertura no puede desconocer la relación entre ese indicador y el tamaño de las economías. Los análisis básicos del comercio internacional muestran que en las economías grandes el coeficiente es bajo porque el mercado interno permite una mayor diversificación de la producción doméstica, especialmente si el ingreso per cápita es medio o alto; en cambio, las economías pequeñas necesitan más del comercio internacional.
También hay excepciones. Una economía grande como China, luego de "gozar" de 40 años de autarquía socialista, no podía fundamentar su crecimiento en el mercado interno por tener una de las poblaciones más pobres del mundo. Por eso dio un viraje de 180 grados en 1978 abriéndose al mundo parcial y gradualmente.
¿Es en realidad EE.UU. una economía más cerrada que Colombia? La respuesta exige examinar al menos dos indicadores complementarios.
El arancel nominal promedio de EE.UU. al término de la Segunda Guerra Mundial estaba alrededor del 40 por ciento; desde entonces ha disminuido continuamente hasta el 3,5 por ciento actual. El de Colombia era cercano al 30 por ciento en el primer periodo y 12,5 por ciento en el último.
Los módulos de comercio internacional de diversos índices comparan dispersión de aranceles, costo de importar y exportar, barreras no arancelarias, y obstáculos al movimiento de capitales, entre otras. En el Doing Business 2010, EE.UU. ocupa el puesto 18 mientras Colombia tiene el 97; en el del índice de libertad económica de Fraser el puesto de EE.UU. es 28 y el de Colombia 118; y en el de Heritage 37 y 103, respectivamente.
Si los críticos siguen creyendo que Colombia debe reducir su coeficiente de comercio internacional, porque presumen que EE.UU. es una economía cerrada, o que la apertura de los noventa nos volvió una economía abierta y esa es la causa de todos los males del país, no pueden estar más equivocados.
Ojalá recuerden que el abandono de la autarquía en China redujo en más de 500 millones su número de pobres. Según Martin Ravallion, del Banco Mundial: "El éxito de China apunta a un hecho genérico: Los mercados más libres pueden satisfacer los intereses de los pobres".
Comercio y desarrollo
Hay conceptos de la economía que pese a su utilidad son relegados al baúl de los recuerdos. Tal es el caso de la idea de los eslabonamientos productivos, que postuló Albert Hirschman en su obra “La estrategia del desarrollo económico”, publicada en 1958.
En el foro organizado por la Universidad de los Andes para conmemorar los 50 años de la publicación de esa obra, Miguel Urrutia sintetizó el concepto en los siguientes términos: “El desarrollo se acelera por la inversión en proyectos e industrias con fuertes efectos de enlace hacia delante y hacia atrás. Los enlaces hacia atrás conducen a nueva inversión en instalaciones proveedoras de insumos, y los enlaces hacia delante conducen a la inversión en instalaciones empleadoras de productos”.
La idea de los eslabonamientos productivos puede contribuir a la comprensión del vínculo entre el comercio y el desarrollo económico, especialmente en el caso de los opositores a las negociaciones comerciales.
Las nefastas experiencias autárquicas de Alemania Oriental, China, India y Corea del Norte, entre otros, les ha demostrado que una economía no se puede aislar del comercio internacional. Por eso aceptan que un país no puede ser autosuficiente y necesita relacionarse comercialmente con las demás naciones; no obstante, no creen que éste sea un vehículo de desarrollo económico. Para probarlo señalan que el indicador de apertura económica de Estados Unidos (25% del PIB) es inferior al de Colombia (43%) y Angola (122%); aún así, el primero es una potencia económica mundial y los otros dos son economías subdesarrolladas, con ingreso per cápita nominal a precios de paridad de US$ 6.724 y US$ 5.590, respectivamente (el de E. U. es US$ 45.845).
Esa percepción pasa por alto que Estados Unidos es el primer exportador mundial y que tener un bajo índice de apertura no es sinónimo de economía cerrada. De hecho, el componente de comercio internacional de los índices de libertad económica muestra que es una economía que impone menores restricciones a las exportaciones e importaciones que Colombia y Angola.
La aproximación mediante el concepto de Hirschman permite apreciar que los indicadores simples no miden el impacto del comercio internacional en el desarrollo económico. Para ilustrarlo, nada mejor que un ejemplo.
Si Colombia sólo produjera café para el consumo nacional, la producción sería de apenas dos millones de sacos por año y para ello bastaría el trabajo de unas 60 mil familias. La realidad es que la cosecha anual del país es del orden de los 12 millones de sacos y requiere el trabajo de más de 500 mil familias. El sobrante de 10 millones de sacos queda disponible para exportarlo a otros mercados.
Pasar de producir únicamente para el consumo nacional a hacerlo para el mercado mundial activa eslabonamientos hacia atrás, como el incremento en inversiones para la producción de abonos, la investigación en nuevas semillas, la fabricación de empaques, y la construcción de carreteras, entre otras. De igual forma hay eslabonamientos hacia adelante, como las mayores inversiones en comercializadoras, equipo de transporte y equipos para el control de calidad. Todos estos procesos generan empleos, ingresos y crecimiento de la demanda agregada de la economía.
Además de estos aspectos, la exportación aumenta la disponibilidad de divisas, que permiten adquirir bienes que el país no produce: computadores, tecnología, bienes de capital, etc.
Sin el concepto de eslabonamientos productivos, sólo mediríamos la exportación de 10 millones de sacos de café, porque la producción inducida por el comercio internacional queda registrada en cada industria y en cada sector de servicios. Por esto hay analistas y críticos que no captan el impacto macroeconómico de las exportaciones y menos aún su papel en el desarrollo económico.
Lecciones chinas
China fue la economía más rica del mundo y también la más pobre. Desde 1978 viene recuperando peso relativo y en pocos años será nuevamente la economía más grande, aun cuando no la de mayor ingreso per cápita.
Las investigaciones de Angus Maddison muestran que entre los siglos I y XIV China fue la nación con el ingreso per cápita más alto y en el año 1500 era la economía más grande, con el 24.9% del PIB mundial. Ese éxito se basó en buena medida en su apertura al comercio mundial y en su poderío naval.
Pero, según Maddison, “China volvió la espalda a la economía mundial a principios del siglo XV, época en que su tecnología marítima era superior a la de Europa”. A partir de entonces su PIB per cápita se mantuvo constante y desde el siglo XIX comenzó a caer. En 1950, el PIB per cápita real apenas era el 75% del registrado en 1850 y el PIB total representaba el 4.6% del valor agregado mundial.
El régimen socialista instaurado desde finales de los años cuarenta optó por un modelo autárquico. En las décadas siguientes logró revertir la caída del ingreso per cápita, pero aún así en 1978 China era uno de los países más pobres del mundo.
La decisión de terminar el periodo de autarquía a finales de los setenta y virar hacia un modelo de libre mercado cambió radicalmente el desempeño económico. En las últimas décadas es la economía que más crece en el mundo y la más exitosa en la reducción de la pobreza.
Estas experiencias son una rica fuente de la cual los estudiosos del desarrollo tratan de sacar lecciones para otras naciones. La más obvia, es la relación directa que se observa entre el crecimiento y la inserción activa en la economía mundial.
Con relación al periodo post-reformas de finales de los setenta, un artículo reciente de David Dollar, del Banco Mundial, identifica como las causantes del despegue económico las políticas adoptadas en cuatro frentes.
El primero es el cambio de sistema, que permitió el paso de una economía centralmente planificada a una en la que la producción es realizada en su mayor parte por el sector privado bajo condiciones de mercado. Se incluyen aquí las políticas de incentivos a la inversión extranjera y el mejoramiento del entorno para los negocios.
El segundo, la apertura económica, que incluyó no solo la reducción de aranceles, sino la eliminación de barreras administrativas y la mejora de la eficiencia de los puertos y del sistema de aduanas.
El tercero, el desarrollo de la infraestructura mediante esquemas de financiación privada. A pesar de ser un país de ingresos bajos, ha logrado que las carreteras, la generación de energía, los puertos y los ferrocarriles operen con tarifas que permiten recuperar las inversiones y ser rentables.
El cuarto, las políticas relacionadas con la agricultura. En ese sector se iniciaron las reformas sustituyendo los esquemas de producción colectiva por emprendimiento privado, la liberalización de los mercados y el fortalecimiento de la investigación.
En términos generales Dollar destaca el criterio de temporalidad en varios incentivos, la importancia de hacer “pilotos” antes de generalizar la aplicación de determinadas políticas, el pragmatismo y el papel de las regulaciones regionales en el desarrollo de la infraestructura y la atracción de inversión.
Es evidente que las lecciones no se pueden calcar de una economía a otra. Hay que partir de las características propias, la historia, las dotaciones de recursos y las ventajas en el mundo global. Por eso, la principal lección es: si uno de los países más pobres del mundo pudo, nosotros también podemos.