Publicado en el diario La República el 30 de septiembre de 2009
Las cifras de pobreza del país, recientemente divulgadas, generaron diversas críticas. Según una de ellas, hay políticas que incentivan el uso del capital en desmedro de la mano de obra; esto presuntamente impide reducir más el número de pobres.
¿Ha crecido demasiado el capital en Colombia y está desplazando mano de obra? Quienes eso argumentan no aportan cifras concretas.
Para el gobierno, sin recuperar la inversión es difícil crecer sostenidamente. La evolución del coeficiente entre la inversión y la población mayor de 14 y menor de 64 años (aproximación a la relación de capital por unidad de trabajo) descendió continuamente entre 1995 y 1999. En los años siguientes creció lentamente y se aceleró desde 2003. Según este cálculo, apenas hacia el año 2007 se superó el nivel que había a mediados de la década anterior.
Lo anterior quiere decir que la actual relación de capital por unidad de trabajo apenas supera el nivel de hace 12 años. ¿Los críticos preferirían que el país se quedara con un coeficiente como el de 1995 o más bajo? ¿Qué pasaría entonces con el crecimiento?
El indicador de bancarización de Colombia (cartera/PIB), aún está por debajo de los niveles previos a la crisis de los noventa. ¿Se pueden interpretar las políticas orientadas a aumentarla como pro banqueros y contra ahorradores?
Veamos algunas de las medidas “a favor” del capital que han generado polémica: las exenciones tributarias a los cultivos de tardío rendimiento y a las construcciones de hoteles, y los incentivos a las zonas francas.
Con relación a los cultivos de tardío rendimiento, es evidente su impacto en el surgimiento de la industria de biocombustibles en Colombia, en la generación de nuevos empleos y en beneficios ambientales. ¿Este incentivo aumenta los pobres en el campo? La pobreza rural no se puede entender aislada de los problemas de violencia de paramilitares, guerrilla y narcotráfico, ni del desplazamiento resultante; pero estos temas no existen en los análisis de los críticos.
En turismo, es evidente que el conflicto bloqueó el desarrollo de esta actividad y generó un atraso en la infraestructura. La exención ha sido efectiva, como lo muestra el aumento de la oferta de más de 15 mil habitaciones nuevas. Puesto que el turismo es una actividad intensiva en mano de obra y el país tiene un enorme potencial, carece de sentido afirmar que esta es una política a favor del capital.
En el tema de zonas francas es muy difícil la comprobación de la relación entre sus incentivos y los niveles de pobreza; sin embargo, cabe esperar lo contrario de lo enunciado por los críticos.
En primer lugar, la nueva regulación es muy reciente y los proyectos aprobados apenas están en proceso de construcción; esto significa que por ahora su generación de empleos se concentra en esa actividad que es intensiva en mano de obra.
En segundo lugar, para obtener los beneficios, las inversiones deben ser nuevas. Por lo tanto, independientemente de su intensidad tecnológica, crearán empleos directos nuevos en la economía y generarán demandas indirectas en sectores intensivos en mano de obra (vestuario, papelería, muebles, vigilancia, transporte, aseo, jardinería, etc.).
En tercer lugar, los beneficios no son exclusivos para las empresas grandes, como concluyen algunos analistas. Los requisitos mínimos de inversión y empleos aplican a las zonas francas uniempresariales. En las permanentes se puede instalar cualquier empresa nueva, sin importar su tamaño ni el monto de su inversión; pero, de nuevo, por tratarse de inversiones nuevas, darán lugar a nuevos empleos tanto directos como indirectos.
En síntesis, las críticas suenan bien para la audiencia… pero carecen de contundencia argumental.
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