Publicado en el diario La República el 15 de octubre de 2009
En un artículo reciente, un analista hace un llamado a no engañarnos con el tema de la competitividad. Afirma que no podemos quedarnos con el cuento de que somos el país más competitivo de la región y plantea la necesidad de afrontar los desafíos que el gobierno no ha querido asumir.
La competitividad no es un tema nuevo de debate en Colombia, como no lo son las políticas que buscan superar los cuellos de botella que la afectan. Lauchlin Currie, en su “Desarrollo económico acelerado”, afirmaba en los años sesenta que el problema del subdesarrollo de Colombia estaba relacionado con la baja productividad.
Como lo muestra la CAF (“Camino a la transformación productiva en América Latina”), el atraso relativo de la productividad laboral de Colombia se amplió durante las décadas siguientes al diagnóstico de Currie.
¿Por qué no celebrar que Colombia haya quedado como el mejor país en América Latina en el Doing Business 2010 del Banco Mundial? Es cierto que se trata de un escalafón limitado al impacto de la regulación gubernamental en los costos de hacer negocios. Pero precisamente venimos de décadas de regulaciones que no hicieron otra cosa que erigir barreras artificiales, fomentar un sesgo antiexportador y crear mercados cautivos que bloquearon la competitividad de las empresas.
Por eso la tarea de modernizar la regulación no termina con el éxito reciente. El Ministro de Comercio, Industria y Turismo afirmó en un artículo: “Tenemos mucho por hacer... En el pago de impuestos hicimos el mayor avance en el Informe de 2010, y eso es importante; pero quedamos en el puesto 115, que dista de ser satisfactorio. Más complicada aún es la situación en cumplimiento de contratos con el puesto 152, pues refleja un problema estructural que hay con la acumulación de procesos que hace lento el actuar de la justicia”.
La celebración tampoco implica dormirse en los laureles del escalafón del Doing Business, o el desconocimiento de los demás factores que han rezagado al país. La política de competitividad se fortaleció con una nueva institucionalidad nacional y regional, con amplia participación del sector privado y la academia. En ese escenario se mejoran los diagnósticos y se diseñan las acciones necesarias para superar los problemas; obviamente el listado de tareas es amplio, y su desarrollo es gradual.
Adicionalmente el gobierno adelanta otras metas ambiciosas en materia de competitividad, como las de la política de transformación productiva, que pretende el desarrollo de sectores de clase mundial. Se trata de sectores que alcanzan los estándares de competitividad más altos del mundo, cuyos productos registran un elevado dinamismo en los mercados internacionales y en los cuales se genera un valor agregado por trabajador/año superior a US$90.000. Actualmente no hay en Colombia ni una sola actividad sectorial que cumpla tales requisitos.
Esa estrategia presupone que los sectores de clase mundial impulsan la competitividad de otros sectores de la economía. Esto ocurrirá, en parte, por los encadenamientos productivos y, en parte, porque la mejora del entorno para los sectores de clase mundial implica la adopción de políticas transversales que benefician todas las actividades productivas. Es el caso del bilinguismo, el fortalecimiento de las relaciones entre universidades y empresas, la formación de profesionales, técnicos y tecnólogos de alto nivel, la mejora en la infraestructura, la creación de nuevas fuentes de financiación, etc.
Es evidente que el gobierno afrontó el desafío de la competitividad; por eso se está avanzando, se están viendo resultados concretos y hay razones para celebrar. Cierto que falta mucho camino por recorrer, pero las décadas del letargo proteccionista no se pueden sacudir de la noche a la mañana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario