Publicado en la revista MisiónPyme de febrero de 2009
¿Pueden “fabricarse” los empresarios? Sin duda, la respuesta predominante en el país sería que “los empresarios nacen, no se hacen”. Y la evidencia tendería a darles la razón, pues muchas de las empresas más destacadas del país fueron iniciadas por empresarios empíricos.
Aun cuando esa apreciación está muy arraigada en nuestra cultura, estos empresarios –a los que denominaremos “silvestres” y que se caracterizan por sus dotes innatas para los negocios–, no son la única clase que existe.
Además de ellos están los del “rebusque” y los formados o “fabricados”. Los primeros terminan como empresarios por la fuerza de las circunstancias: pérdida del empleo y dificultades para contratarse en su área de especialización, por ejemplo. Los segundos son producto de los sistemas de educación que han virado hacia la formación de emprendedores, en lugar de la tradicional capacitación para ser empleados.
La taxonomía no tendría importancia si no fuera porque la creación de empresas es fundamental para el desarrollo de las economías, por su contribución al incremento del PIB y el empleo. Por esta razón, los países fomentan el emprendimiento.
Aun cuando Colombia tiene la tercera tasa de creación de empresas en el mundo, según los estudios “Global Entrepreneurship Monitor”, también tiene la segunda tasa más alta de cierre de empresas. Ese resultado obedece a múltiples razones, pero en parte se explica por el predominio de los empresarios del rebusque.
Las economías desarrolladas percibieron la importancia de fomentar la clase de los empresarios “fabricados” y enfilaron baterías a tal fin. En la Unión Europea lanzaron en el 2000 la “Carta europea de la pequeña empresa”, en la que enfatizan la importancia de la enseñanza de temas empresariales desde la educación primaria:
“Europa educará el espíritu empresarial y las nuevas habilidades desde una edad temprana. Debe transmitirse en todos los niveles escolares un conocimiento general sobre la actividad y el espíritu empresariales. Deben crearse módulos específicos sobre temas empresariales, que constituyan un elemento fundamental de los programas educativos de la enseñanza secundaria y superior”.
Ese objetivo no se quedó en el papel. Lo están implementando en todos los países y le hacen seguimiento permanente, además de complementarlo con otros programas de emprendimiento.
En el caso de Colombia, la “fabricación” de empresarios viene ganando terreno por iniciativa de las instituciones de educación superior y como resultado de la Cátedra de Creación de Empresas (Ceinfi) del Mincomercio. Pero con la “Ley de fomento a la cultura de emprendimiento” (1416 de 2006), se hace obligatoria y se extiende a todos los niveles de educación.
Estamos en el camino. Cuando se reglamente la ley y se diseñen los contenidos de las materias de cada nivel, podremos empezar a adoptar el lema de la asociación de jóvenes emprendedores de Europa: “Los empresarios se hacen, no nacen”.
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