Publicado en el diario La República el 5 de marzo de 2009
A medida que la crisis mundial avanza, crece la preocupación en el mundo subdesarrollado. Las nuevas revisiones de proyecciones macroeconómicas bajan más las tasas de crecimiento esperado e indican que todas las regiones del mundo serán afectadas.
Los países desarrollados tienen claras varias cosas: Primera, que la política monetaria no es efectiva en las actuales circunstancias; pese a que los bancos centrales redujeron las tasas de interés a los niveles más bajos de sus historias particulares, no logran estimular la demanda.
Segunda, es imperativo detener el deterioro del sector financiero. A pesar de las liquidaciones o de las inyecciones de recursos en diversas entidades, el problema persiste y no se han restablecido los canales de crédito. El debate reciente está centrado en la probable nacionalización de entidades financieras y en la contención del riesgo de pánico financiero.
Tercero, es importante reactivar la demanda agregada y restablecer la confianza. Las pérdidas de riqueza de los hogares, forzaron la contracción del gasto y el aplazamiento de consumos duraderos; las empresas del sector real empezaron a acumular inventarios, a tener dificultades de financiación, a disminuir producción y a recortar empleos.
En ese contexto, la política fiscal es el instrumento con más posibilidades de reanimar la demanda y, por eso, los gobiernos han anunciado grandes paquetes de gasto.
Las repercusiones de la crisis en las economías subdesarrolladas dependerán de cómo evolucionen y qué tan efectivas sean las políticas mencionadas, y de qué tan preparadas están las autoridades económicas de estos países.
En el caso de Colombia hay razones para un moderado optimismo. En primer lugar, la desaceleración reciente del crecimiento responde a la política antiinflacionaria de los años recientes.
A diferencia de la situación de las economías desarrolladas, es evidente que la política monetaria tiene un amplio margen de maniobra. El cambio de postura de la Junta Directiva del Banco de la República, con una reducción de 200 puntos básicos en su tasa de intervención entre diciembre y febrero, puede tener repercusiones positivas en la demanda agregada y amortiguar parte de los efectos de la crisis en el comercio internacional.
En segundo lugar, la política fiscal también tiene algún margen de maniobra. El gobierno actuó con gran oportunidad para asegurar la financiación del presupuesto de 2009 y tiene previsto el desarrollo del plan de infraestructura, con obras que en su mayor parte ya están financiadas. Aun cuando algunos analistas subvaloran y no consideran esta opción como parte de un “programa de choque” frente a la crisis, el FMI la considera importante.
En el documento “Fiscal Policy for the Crisis”, el FMI menciona entre las medidas recomendadas: “Primero, y más simple, los gobiernos deben asegurar que los programas existentes no sean recortados por falta de recursos. Segundo, programas de gasto, desde reparaciones y mantenimiento hasta proyectos de inversión aplazados, interrumpidos o rechazados por falta de recursos o por condiciones macroeconómicas, deben ser reactivados rápidamente”.
En tercer lugar, el gobierno adoptó medidas para evitar que las restricciones financieras internacionales afecten las empresas, especialmente las mipymes. Para tal fin se está capitalizando el Fondo Nacional de Garantías y se contrataron créditos externos por más de US$1.000 millones para líneas de redescuento de Bancoldex.
Por último, el país cuenta con un programa de transformación productiva, que tiene gran importancia estratégica en la coyuntura actual.
Las crisis también son fuente de oportunidades. La Gran Depresión forzó un improvisado proceso de industrialización en Colombia. La temida oleada de proteccionismo que puede desatar la crisis actual, nos encontrará con un sólido proyecto de reindustrialización en marcha. El reto es aprovechar plenamente esa ventaja.
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