Publicado en la revista MisiónPyme de diciembre de 2009
Colombia es un país de emprendedores. Así lo ratifican los estudios Global Entrepreneurship Monitor (GEM); en su última edición (2008) el país aparece clasificado en el puesto tres entre 43 naciones por su tasa de actividad emprendedora.
Además, Colombia ocupó el segundo lugar en el indicador de nuevas empresas que esperan crear más de cinco puestos de trabajo en los próximos cinco años y el primero en las que esperan crear 19 o más puestos de trabajo.
Otro resultado interesante es la tendencia descendente que registra la tasa de cierre de empresas del país. Mientras que en 2006 tenía la segunda más alta, en 2008 registró la décima.
Estos resultados son positivos, pues entre mayor sea la creación de empresas y menor su mortalidad, más importante será su impacto en el crecimiento económico y en la generación de empleos. Por eso el país debe seguir fortaleciendo todos los instrumentos que incentiven el emprendimiento y lo orienten hacia la formalidad.
Este último aspecto es un lunar en el buen balance de emprendimiento. Según el informe GEM Colombia 2008, sólo el 17% de las nuevas empresas con edad inferior a 42 meses es formal. Aun cuando ese indicador refleja un avance respecto al del año anterior (13.9%), predomina la informalidad con sus consecuentes impactos negativos en la productividad del país y en la calidad del empleo.
Entre los diversos aspectos de la política de formalización que adelanta el gobierno, cabe destacar tres medidas del último año: la figura de la sociedad por acciones simplificada (SAS), la gradualidad de los parafiscales y el acceso prioritario de las mipymes a las compras públicas.
Mediante la SAS el país evoluciona en materia de organización societaria hacia un modelo más sencillo y más flexible para todos los tamaños de empresas. Según el Mincomercio, “las empresas familiares y pequeñas cuentan ahora con una estructura societaria que pueden adaptar perfectamente a sus necesidades particulares”. La respuesta de las empresas ha sido entusiasta; entre diciembre de 2008, cuando entró a regir la Ley 1258, y octubre del presente año, se han matriculado 10.288 SAS en las cámaras de comercio.
El Decreto 525 de 2009 estableció un mecanismo gradual en los parafiscales con el fin de aliviar este costo, que las nuevas empresas han identificado como uno de los obstáculos a la formalidad. Con esta norma, se paga el 25% de los parafiscales en el primer año, el 50% en el segundo, el 75% en el tercero y sólo a partir del cuarto el 100%. Hasta septiembre de 2009 se han acogido a este beneficio 432 empresas.
El Decreto 3806 de 2009 reserva para las mipymes creadas hace más de un año el acceso a licitaciones de las compras públicas de cuantía inferior a $372 millones. Es un mercado de $6 billones al cual pueden acceder las empresas formales de este segmento empresarial.
El mensaje para los emprendedores es claro: Aprovechar los incentivos para crear más empresas formales.
Emprendimiento de calidad
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Emprendedores,
Empresarialidad,
Informalidad empresarial,
Parafiscales,
SAS
Más diversificación
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
20:17
Publicado en Ámbito Jurídico el 16 de noviembre de 2009
Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” ("Crisis mundial, protección e industrialización").
Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.
También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.
Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.
Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.
Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.
Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.
¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?
Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).
El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.
Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.
Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).
Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.
De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.
Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.
Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.
La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.
Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.
En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.
Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” ("Crisis mundial, protección e industrialización").
Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.
También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.
Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.
Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.
Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.
Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.
¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?
Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).
El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.
Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.
Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).
Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.
De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.
Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.
Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.
La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.
Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.
En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.
Síntomas de recuperación industrial
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
20:09
Publicado en la revista MisiónPyme de noviembre de 2009
El sector industrial fue el más afectado en Colombia por la crisis mundial. Según la muestra mensual manufacturera, el valor real de la producción de este sector registró una caída del 6.5% anual en julio.
Sin embargo, los datos publicados en The Economist revelan que fuimos la economía latinoamericana con menor caída de la producción real de la industria: en Venezuela se redujo el 12.4% anual en junio, y en Perú y en Brasil, 12.2% y 9.9% en julio, respectivamente.
Si la comparación la hacemos con las economías desarrolladas, la diferencia es aún mayor. En julio, la caída anual de la industria de Japón fue de 22.7%, la de la Zona Euro 15.9% y la de Estados Unidos 10.7%.
Por fortuna, varios indicadores apuntan a la terminación de esta situación. La última edición de “Perspectivas de la economía mundial” del FMI muestra que la producción industrial se está empezando a recuperar tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes.
Según el resultado de agosto del JPMorgan Global Manufacturing Index, que recoge las opiniones de 7.000 empresarios de 27 países, los industriales perciben buenas expectativas para el fin de año.
Estos indicadores se refuerzan con las cifras más recientes del comercio mundial, que reflejan la recuperación de la demanda global. Según la OMC, las importaciones del mundo tocaron fondo en abril y han crecido en los meses siguientes.
En el caso colombiano también parecen dadas las condiciones para la recuperación. Las tasas de interés del Banco de la República han disminuido rápidamente desde el 10% en diciembre pasado hasta el 4%, actualmente. Como consecuencia, los costos de financiación están disminuyendo y hay amplia liquidez en los mercados financieros.
Las obras públicas, que impulsaron el crecimiento del sector de construcción en el primer semestre, y la reacción de la demanda de vivienda nueva por la decisión del gobierno de subsidiar las tasas de interés, impactan positivamente la producción industrial. Esta expectativa se fortalece con la tendencia ascendente que registran en los últimos meses las encuestas de opinión de los industriales, del comercio y de los consumidores.
Adicionalmente, hay varias acciones del gobierno que contribuyen a consolidar la mejora del entorno: el plan de choque exportador –que comprende la oferta de créditos de Bancoldex por $1.5 billones, con especial énfasis en las mipymes, y más cobertura de costos y aumento de los eventos de promoción de Proexport–; la reducción temporal del arancel a cero para 1.750 subpartidas de materias primas industriales no producidas en el país; y el establecimiento de prioridad a las mipymes en las compras públicas por montos inferiores a $372 millones, lo que les abre un mercado exclusivo de cerca de $6 billones.
Con esos síntomas y esas decisiones de política económica, se espera una rápida recuperación de la industria que contribuya a impulsar el crecimiento del PIB y del empleo.
El sector industrial fue el más afectado en Colombia por la crisis mundial. Según la muestra mensual manufacturera, el valor real de la producción de este sector registró una caída del 6.5% anual en julio.
Sin embargo, los datos publicados en The Economist revelan que fuimos la economía latinoamericana con menor caída de la producción real de la industria: en Venezuela se redujo el 12.4% anual en junio, y en Perú y en Brasil, 12.2% y 9.9% en julio, respectivamente.
Si la comparación la hacemos con las economías desarrolladas, la diferencia es aún mayor. En julio, la caída anual de la industria de Japón fue de 22.7%, la de la Zona Euro 15.9% y la de Estados Unidos 10.7%.
Por fortuna, varios indicadores apuntan a la terminación de esta situación. La última edición de “Perspectivas de la economía mundial” del FMI muestra que la producción industrial se está empezando a recuperar tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes.
Según el resultado de agosto del JPMorgan Global Manufacturing Index, que recoge las opiniones de 7.000 empresarios de 27 países, los industriales perciben buenas expectativas para el fin de año.
Estos indicadores se refuerzan con las cifras más recientes del comercio mundial, que reflejan la recuperación de la demanda global. Según la OMC, las importaciones del mundo tocaron fondo en abril y han crecido en los meses siguientes.
En el caso colombiano también parecen dadas las condiciones para la recuperación. Las tasas de interés del Banco de la República han disminuido rápidamente desde el 10% en diciembre pasado hasta el 4%, actualmente. Como consecuencia, los costos de financiación están disminuyendo y hay amplia liquidez en los mercados financieros.
Las obras públicas, que impulsaron el crecimiento del sector de construcción en el primer semestre, y la reacción de la demanda de vivienda nueva por la decisión del gobierno de subsidiar las tasas de interés, impactan positivamente la producción industrial. Esta expectativa se fortalece con la tendencia ascendente que registran en los últimos meses las encuestas de opinión de los industriales, del comercio y de los consumidores.
Adicionalmente, hay varias acciones del gobierno que contribuyen a consolidar la mejora del entorno: el plan de choque exportador –que comprende la oferta de créditos de Bancoldex por $1.5 billones, con especial énfasis en las mipymes, y más cobertura de costos y aumento de los eventos de promoción de Proexport–; la reducción temporal del arancel a cero para 1.750 subpartidas de materias primas industriales no producidas en el país; y el establecimiento de prioridad a las mipymes en las compras públicas por montos inferiores a $372 millones, lo que les abre un mercado exclusivo de cerca de $6 billones.
Con esos síntomas y esas decisiones de política económica, se espera una rápida recuperación de la industria que contribuya a impulsar el crecimiento del PIB y del empleo.
¿Competitividad engañosa?
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
20:03
Publicado en el diario La República el 15 de octubre de 2009
En un artículo reciente, un analista hace un llamado a no engañarnos con el tema de la competitividad. Afirma que no podemos quedarnos con el cuento de que somos el país más competitivo de la región y plantea la necesidad de afrontar los desafíos que el gobierno no ha querido asumir.
La competitividad no es un tema nuevo de debate en Colombia, como no lo son las políticas que buscan superar los cuellos de botella que la afectan. Lauchlin Currie, en su “Desarrollo económico acelerado”, afirmaba en los años sesenta que el problema del subdesarrollo de Colombia estaba relacionado con la baja productividad.
Como lo muestra la CAF (“Camino a la transformación productiva en América Latina”), el atraso relativo de la productividad laboral de Colombia se amplió durante las décadas siguientes al diagnóstico de Currie.
¿Por qué no celebrar que Colombia haya quedado como el mejor país en América Latina en el Doing Business 2010 del Banco Mundial? Es cierto que se trata de un escalafón limitado al impacto de la regulación gubernamental en los costos de hacer negocios. Pero precisamente venimos de décadas de regulaciones que no hicieron otra cosa que erigir barreras artificiales, fomentar un sesgo antiexportador y crear mercados cautivos que bloquearon la competitividad de las empresas.
Por eso la tarea de modernizar la regulación no termina con el éxito reciente. El Ministro de Comercio, Industria y Turismo afirmó en un artículo: “Tenemos mucho por hacer... En el pago de impuestos hicimos el mayor avance en el Informe de 2010, y eso es importante; pero quedamos en el puesto 115, que dista de ser satisfactorio. Más complicada aún es la situación en cumplimiento de contratos con el puesto 152, pues refleja un problema estructural que hay con la acumulación de procesos que hace lento el actuar de la justicia”.
La celebración tampoco implica dormirse en los laureles del escalafón del Doing Business, o el desconocimiento de los demás factores que han rezagado al país. La política de competitividad se fortaleció con una nueva institucionalidad nacional y regional, con amplia participación del sector privado y la academia. En ese escenario se mejoran los diagnósticos y se diseñan las acciones necesarias para superar los problemas; obviamente el listado de tareas es amplio, y su desarrollo es gradual.
Adicionalmente el gobierno adelanta otras metas ambiciosas en materia de competitividad, como las de la política de transformación productiva, que pretende el desarrollo de sectores de clase mundial. Se trata de sectores que alcanzan los estándares de competitividad más altos del mundo, cuyos productos registran un elevado dinamismo en los mercados internacionales y en los cuales se genera un valor agregado por trabajador/año superior a US$90.000. Actualmente no hay en Colombia ni una sola actividad sectorial que cumpla tales requisitos.
Esa estrategia presupone que los sectores de clase mundial impulsan la competitividad de otros sectores de la economía. Esto ocurrirá, en parte, por los encadenamientos productivos y, en parte, porque la mejora del entorno para los sectores de clase mundial implica la adopción de políticas transversales que benefician todas las actividades productivas. Es el caso del bilinguismo, el fortalecimiento de las relaciones entre universidades y empresas, la formación de profesionales, técnicos y tecnólogos de alto nivel, la mejora en la infraestructura, la creación de nuevas fuentes de financiación, etc.
Es evidente que el gobierno afrontó el desafío de la competitividad; por eso se está avanzando, se están viendo resultados concretos y hay razones para celebrar. Cierto que falta mucho camino por recorrer, pero las décadas del letargo proteccionista no se pueden sacudir de la noche a la mañana.
En un artículo reciente, un analista hace un llamado a no engañarnos con el tema de la competitividad. Afirma que no podemos quedarnos con el cuento de que somos el país más competitivo de la región y plantea la necesidad de afrontar los desafíos que el gobierno no ha querido asumir.
La competitividad no es un tema nuevo de debate en Colombia, como no lo son las políticas que buscan superar los cuellos de botella que la afectan. Lauchlin Currie, en su “Desarrollo económico acelerado”, afirmaba en los años sesenta que el problema del subdesarrollo de Colombia estaba relacionado con la baja productividad.
Como lo muestra la CAF (“Camino a la transformación productiva en América Latina”), el atraso relativo de la productividad laboral de Colombia se amplió durante las décadas siguientes al diagnóstico de Currie.
¿Por qué no celebrar que Colombia haya quedado como el mejor país en América Latina en el Doing Business 2010 del Banco Mundial? Es cierto que se trata de un escalafón limitado al impacto de la regulación gubernamental en los costos de hacer negocios. Pero precisamente venimos de décadas de regulaciones que no hicieron otra cosa que erigir barreras artificiales, fomentar un sesgo antiexportador y crear mercados cautivos que bloquearon la competitividad de las empresas.
Por eso la tarea de modernizar la regulación no termina con el éxito reciente. El Ministro de Comercio, Industria y Turismo afirmó en un artículo: “Tenemos mucho por hacer... En el pago de impuestos hicimos el mayor avance en el Informe de 2010, y eso es importante; pero quedamos en el puesto 115, que dista de ser satisfactorio. Más complicada aún es la situación en cumplimiento de contratos con el puesto 152, pues refleja un problema estructural que hay con la acumulación de procesos que hace lento el actuar de la justicia”.
La celebración tampoco implica dormirse en los laureles del escalafón del Doing Business, o el desconocimiento de los demás factores que han rezagado al país. La política de competitividad se fortaleció con una nueva institucionalidad nacional y regional, con amplia participación del sector privado y la academia. En ese escenario se mejoran los diagnósticos y se diseñan las acciones necesarias para superar los problemas; obviamente el listado de tareas es amplio, y su desarrollo es gradual.
Adicionalmente el gobierno adelanta otras metas ambiciosas en materia de competitividad, como las de la política de transformación productiva, que pretende el desarrollo de sectores de clase mundial. Se trata de sectores que alcanzan los estándares de competitividad más altos del mundo, cuyos productos registran un elevado dinamismo en los mercados internacionales y en los cuales se genera un valor agregado por trabajador/año superior a US$90.000. Actualmente no hay en Colombia ni una sola actividad sectorial que cumpla tales requisitos.
Esa estrategia presupone que los sectores de clase mundial impulsan la competitividad de otros sectores de la economía. Esto ocurrirá, en parte, por los encadenamientos productivos y, en parte, porque la mejora del entorno para los sectores de clase mundial implica la adopción de políticas transversales que benefician todas las actividades productivas. Es el caso del bilinguismo, el fortalecimiento de las relaciones entre universidades y empresas, la formación de profesionales, técnicos y tecnólogos de alto nivel, la mejora en la infraestructura, la creación de nuevas fuentes de financiación, etc.
Es evidente que el gobierno afrontó el desafío de la competitividad; por eso se está avanzando, se están viendo resultados concretos y hay razones para celebrar. Cierto que falta mucho camino por recorrer, pero las décadas del letargo proteccionista no se pueden sacudir de la noche a la mañana.
¿Pro ricos?
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:57
Publicado en el diario La República el 30 de septiembre de 2009
Las cifras de pobreza del país, recientemente divulgadas, generaron diversas críticas. Según una de ellas, hay políticas que incentivan el uso del capital en desmedro de la mano de obra; esto presuntamente impide reducir más el número de pobres.
¿Ha crecido demasiado el capital en Colombia y está desplazando mano de obra? Quienes eso argumentan no aportan cifras concretas.
Para el gobierno, sin recuperar la inversión es difícil crecer sostenidamente. La evolución del coeficiente entre la inversión y la población mayor de 14 y menor de 64 años (aproximación a la relación de capital por unidad de trabajo) descendió continuamente entre 1995 y 1999. En los años siguientes creció lentamente y se aceleró desde 2003. Según este cálculo, apenas hacia el año 2007 se superó el nivel que había a mediados de la década anterior.
Lo anterior quiere decir que la actual relación de capital por unidad de trabajo apenas supera el nivel de hace 12 años. ¿Los críticos preferirían que el país se quedara con un coeficiente como el de 1995 o más bajo? ¿Qué pasaría entonces con el crecimiento?
El indicador de bancarización de Colombia (cartera/PIB), aún está por debajo de los niveles previos a la crisis de los noventa. ¿Se pueden interpretar las políticas orientadas a aumentarla como pro banqueros y contra ahorradores?
Veamos algunas de las medidas “a favor” del capital que han generado polémica: las exenciones tributarias a los cultivos de tardío rendimiento y a las construcciones de hoteles, y los incentivos a las zonas francas.
Con relación a los cultivos de tardío rendimiento, es evidente su impacto en el surgimiento de la industria de biocombustibles en Colombia, en la generación de nuevos empleos y en beneficios ambientales. ¿Este incentivo aumenta los pobres en el campo? La pobreza rural no se puede entender aislada de los problemas de violencia de paramilitares, guerrilla y narcotráfico, ni del desplazamiento resultante; pero estos temas no existen en los análisis de los críticos.
En turismo, es evidente que el conflicto bloqueó el desarrollo de esta actividad y generó un atraso en la infraestructura. La exención ha sido efectiva, como lo muestra el aumento de la oferta de más de 15 mil habitaciones nuevas. Puesto que el turismo es una actividad intensiva en mano de obra y el país tiene un enorme potencial, carece de sentido afirmar que esta es una política a favor del capital.
En el tema de zonas francas es muy difícil la comprobación de la relación entre sus incentivos y los niveles de pobreza; sin embargo, cabe esperar lo contrario de lo enunciado por los críticos.
En primer lugar, la nueva regulación es muy reciente y los proyectos aprobados apenas están en proceso de construcción; esto significa que por ahora su generación de empleos se concentra en esa actividad que es intensiva en mano de obra.
En segundo lugar, para obtener los beneficios, las inversiones deben ser nuevas. Por lo tanto, independientemente de su intensidad tecnológica, crearán empleos directos nuevos en la economía y generarán demandas indirectas en sectores intensivos en mano de obra (vestuario, papelería, muebles, vigilancia, transporte, aseo, jardinería, etc.).
En tercer lugar, los beneficios no son exclusivos para las empresas grandes, como concluyen algunos analistas. Los requisitos mínimos de inversión y empleos aplican a las zonas francas uniempresariales. En las permanentes se puede instalar cualquier empresa nueva, sin importar su tamaño ni el monto de su inversión; pero, de nuevo, por tratarse de inversiones nuevas, darán lugar a nuevos empleos tanto directos como indirectos.
En síntesis, las críticas suenan bien para la audiencia… pero carecen de contundencia argumental.
Las cifras de pobreza del país, recientemente divulgadas, generaron diversas críticas. Según una de ellas, hay políticas que incentivan el uso del capital en desmedro de la mano de obra; esto presuntamente impide reducir más el número de pobres.
¿Ha crecido demasiado el capital en Colombia y está desplazando mano de obra? Quienes eso argumentan no aportan cifras concretas.
Para el gobierno, sin recuperar la inversión es difícil crecer sostenidamente. La evolución del coeficiente entre la inversión y la población mayor de 14 y menor de 64 años (aproximación a la relación de capital por unidad de trabajo) descendió continuamente entre 1995 y 1999. En los años siguientes creció lentamente y se aceleró desde 2003. Según este cálculo, apenas hacia el año 2007 se superó el nivel que había a mediados de la década anterior.
Lo anterior quiere decir que la actual relación de capital por unidad de trabajo apenas supera el nivel de hace 12 años. ¿Los críticos preferirían que el país se quedara con un coeficiente como el de 1995 o más bajo? ¿Qué pasaría entonces con el crecimiento?
El indicador de bancarización de Colombia (cartera/PIB), aún está por debajo de los niveles previos a la crisis de los noventa. ¿Se pueden interpretar las políticas orientadas a aumentarla como pro banqueros y contra ahorradores?
Veamos algunas de las medidas “a favor” del capital que han generado polémica: las exenciones tributarias a los cultivos de tardío rendimiento y a las construcciones de hoteles, y los incentivos a las zonas francas.
Con relación a los cultivos de tardío rendimiento, es evidente su impacto en el surgimiento de la industria de biocombustibles en Colombia, en la generación de nuevos empleos y en beneficios ambientales. ¿Este incentivo aumenta los pobres en el campo? La pobreza rural no se puede entender aislada de los problemas de violencia de paramilitares, guerrilla y narcotráfico, ni del desplazamiento resultante; pero estos temas no existen en los análisis de los críticos.
En turismo, es evidente que el conflicto bloqueó el desarrollo de esta actividad y generó un atraso en la infraestructura. La exención ha sido efectiva, como lo muestra el aumento de la oferta de más de 15 mil habitaciones nuevas. Puesto que el turismo es una actividad intensiva en mano de obra y el país tiene un enorme potencial, carece de sentido afirmar que esta es una política a favor del capital.
En el tema de zonas francas es muy difícil la comprobación de la relación entre sus incentivos y los niveles de pobreza; sin embargo, cabe esperar lo contrario de lo enunciado por los críticos.
En primer lugar, la nueva regulación es muy reciente y los proyectos aprobados apenas están en proceso de construcción; esto significa que por ahora su generación de empleos se concentra en esa actividad que es intensiva en mano de obra.
En segundo lugar, para obtener los beneficios, las inversiones deben ser nuevas. Por lo tanto, independientemente de su intensidad tecnológica, crearán empleos directos nuevos en la economía y generarán demandas indirectas en sectores intensivos en mano de obra (vestuario, papelería, muebles, vigilancia, transporte, aseo, jardinería, etc.).
En tercer lugar, los beneficios no son exclusivos para las empresas grandes, como concluyen algunos analistas. Los requisitos mínimos de inversión y empleos aplican a las zonas francas uniempresariales. En las permanentes se puede instalar cualquier empresa nueva, sin importar su tamaño ni el monto de su inversión; pero, de nuevo, por tratarse de inversiones nuevas, darán lugar a nuevos empleos tanto directos como indirectos.
En síntesis, las críticas suenan bien para la audiencia… pero carecen de contundencia argumental.
Transformación productiva
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:50
Publicado en Ámbito Jurídico el 21 de septiembre de 2009
Recientemente el gobierno presentó en sociedad el programa de transformación productiva, cuyo objetivo es el desarrollo de sectores de clase mundial en Colombia. Este es un complemento importante de la política de internacionalización, pues contribuye a mejorar la competitividad del país y a la diversificación de las exportaciones con productos de mayor valor agregado.
La evidencia empírica muestra que las economías no alcanzan niveles de productividad laboral iguales en todos los sectores. Incluso las naciones más avanzadas apenas tienen cuatro o cinco ramas de producción en las que son líderes globales en productividad. Esos son los sectores de clase mundial. Las demás actividades productivas son impulsadas por ellos, por sus encadenamientos productivos, pero no necesariamente logran los estándares internacionales.
En Japón, por ejemplo, los sectores de acero, metalmecánica, electrónica, autopartes y automóviles tienen una productividad laboral superior a la que registran en los Estados Unidos. En las demás actividades su productividad es inferior.
Lo cierto es que en cada nación hay algunas pocas actividades sobresalientes y ningún país del mundo se destaca haciendo de todo. Esta es una justificación más para la especialización productiva y la profundización del comercio internacional.
A partir de esas observaciones, ampliamente documentadas por el McKinsey Global Institute, se formula la posibilidad de que los gobiernos puedan coadyuvar al desarrollo de algunos sectores, con el fin de incrementar la competitividad de los países. Esas políticas se han implementado exitosamente en España, Irlanda, India, China, Emiratos Árabes, Filipinas, y Marruecos, entre otros.
Colombia no tiene sectores de clase mundial. De hecho, la productividad laboral media del país equivale al 20% de la de Estados Unidos, según los cálculos de la firma McKinsey, y las actividades con la productividad más alta apenas alcanzan el 50% de la estadounidense. La política de transformación productiva busca aumentarla.
Mediante una alianza público-privada, y con base en todos los estudios de competitividad sectorial que se han elaborado en el país, se inició la primera oleada del programa de transformación productiva con ocho sectores que tienen potencial y cuyos empresarios quieren asumir el reto. Ellos se subdividen en dos grupos: más y mejor de lo bueno y nuevos y emergentes.
Más y mejor de lo bueno incluye sectores ya establecidos y con amplia trayectoria en los mercados internacionales, pero que necesitan reingeniería para fortalecer su posición frente a los competidores del resto del mundo o para adaptarse a los cambios en las tendencias del consumo. Lo integran la industria de la comunicación gráfica; autopartes; energía eléctrica, bienes y servicios conexos; y la cadena textil, confección diseño y moda.
Nuevos y emergentes son sectores incipientes en Colombia, pero con un gran potencial de crecimiento mundial en las próximas décadas. Incluye el turismo de salud; cosméticos y artículos de aseo; software y tecnologías de la información; y los servicios tercerizados a distancia (BPO&O).
Como existe el oficio de criticar, hay quienes opinan que los del grupo más y mejor de lo bueno no pueden ser de clase mundial y que sólo están ahí porque aportaron dinero. Esto amerita algunas precisiones.
El desarrollo de sectores de clase mundial exige un compromiso total del sector privado y de sus agremiaciones. El proyecto demanda dinero y este es aportado en parte por los empresarios y en parte por el gobierno; por lo tanto, la crítica mencionada carece de fundamento, pues es un requisito para todos los participantes en el programa.
Pero el aporte de recursos no es para comprar ningún tipo de protección. El programa de transformación productiva se basa en un trabajo conjunto de gobierno, empresarios y academia para lograr unas condiciones favorables al desarrollo de los sectores. Por lo tanto, no hay subsidios, ni protección arancelaria, ni restricción a los competidores del resto del mundo.
Adicionalmente, se reconoce un elemento importante de la dinámica de las estructuras productivas de los países; esto es, que las actividades que hoy son destacadas, mañana no lo serán y darán paso a otras más modernas o en las que se descubran ventajas que ya no tienen los sectores “viejos”.
En el caso de las confecciones, por ejemplo, aún cuando una opción es ceder el paso a la producción de China e India que hoy nos compiten con sus bajos costos salariales en los mercados internacionales y en el mercado local, también existe la opción de avanzar hacia una producción diferenciada y con mayor valor agregado.
Así lo demuestran casos como el de la empresa española Zara que, no sólo se ha logrado mantener en el mercado, pese a que Europa tiene salarios mucho más elevados, sino que se ha convertido en un líder mundial de innovación en ese sector. Variedad de diseños, flexibilidad, reducidos tiempos de entrega de productos, rápida adaptación a los cambios del consumidor y bajos inventarios, son algunos de los elementos de su exitoso modelo de negocios.
¿Puede el sector de confecciones de Colombia evolucionar de forma que pueda reposicionarse en el mercado doméstico y en el internacional? Todo depende del grado de compromiso de los empresarios para mantener firme el rumbo que establezcan en su plan de negocios, para fortalecerse gremialmente y para liderar el cambio.
No necesariamente todos los sectores que iniciaron el programa tienen garantizado el éxito. Y por eso son necesarias nuevas oleadas, hasta que tengamos los sectores que nos conviertan en jugadores de clase mundial.
Recientemente el gobierno presentó en sociedad el programa de transformación productiva, cuyo objetivo es el desarrollo de sectores de clase mundial en Colombia. Este es un complemento importante de la política de internacionalización, pues contribuye a mejorar la competitividad del país y a la diversificación de las exportaciones con productos de mayor valor agregado.
La evidencia empírica muestra que las economías no alcanzan niveles de productividad laboral iguales en todos los sectores. Incluso las naciones más avanzadas apenas tienen cuatro o cinco ramas de producción en las que son líderes globales en productividad. Esos son los sectores de clase mundial. Las demás actividades productivas son impulsadas por ellos, por sus encadenamientos productivos, pero no necesariamente logran los estándares internacionales.
En Japón, por ejemplo, los sectores de acero, metalmecánica, electrónica, autopartes y automóviles tienen una productividad laboral superior a la que registran en los Estados Unidos. En las demás actividades su productividad es inferior.
Lo cierto es que en cada nación hay algunas pocas actividades sobresalientes y ningún país del mundo se destaca haciendo de todo. Esta es una justificación más para la especialización productiva y la profundización del comercio internacional.
A partir de esas observaciones, ampliamente documentadas por el McKinsey Global Institute, se formula la posibilidad de que los gobiernos puedan coadyuvar al desarrollo de algunos sectores, con el fin de incrementar la competitividad de los países. Esas políticas se han implementado exitosamente en España, Irlanda, India, China, Emiratos Árabes, Filipinas, y Marruecos, entre otros.
Colombia no tiene sectores de clase mundial. De hecho, la productividad laboral media del país equivale al 20% de la de Estados Unidos, según los cálculos de la firma McKinsey, y las actividades con la productividad más alta apenas alcanzan el 50% de la estadounidense. La política de transformación productiva busca aumentarla.
Mediante una alianza público-privada, y con base en todos los estudios de competitividad sectorial que se han elaborado en el país, se inició la primera oleada del programa de transformación productiva con ocho sectores que tienen potencial y cuyos empresarios quieren asumir el reto. Ellos se subdividen en dos grupos: más y mejor de lo bueno y nuevos y emergentes.
Más y mejor de lo bueno incluye sectores ya establecidos y con amplia trayectoria en los mercados internacionales, pero que necesitan reingeniería para fortalecer su posición frente a los competidores del resto del mundo o para adaptarse a los cambios en las tendencias del consumo. Lo integran la industria de la comunicación gráfica; autopartes; energía eléctrica, bienes y servicios conexos; y la cadena textil, confección diseño y moda.
Nuevos y emergentes son sectores incipientes en Colombia, pero con un gran potencial de crecimiento mundial en las próximas décadas. Incluye el turismo de salud; cosméticos y artículos de aseo; software y tecnologías de la información; y los servicios tercerizados a distancia (BPO&O).
Como existe el oficio de criticar, hay quienes opinan que los del grupo más y mejor de lo bueno no pueden ser de clase mundial y que sólo están ahí porque aportaron dinero. Esto amerita algunas precisiones.
El desarrollo de sectores de clase mundial exige un compromiso total del sector privado y de sus agremiaciones. El proyecto demanda dinero y este es aportado en parte por los empresarios y en parte por el gobierno; por lo tanto, la crítica mencionada carece de fundamento, pues es un requisito para todos los participantes en el programa.
Pero el aporte de recursos no es para comprar ningún tipo de protección. El programa de transformación productiva se basa en un trabajo conjunto de gobierno, empresarios y academia para lograr unas condiciones favorables al desarrollo de los sectores. Por lo tanto, no hay subsidios, ni protección arancelaria, ni restricción a los competidores del resto del mundo.
Adicionalmente, se reconoce un elemento importante de la dinámica de las estructuras productivas de los países; esto es, que las actividades que hoy son destacadas, mañana no lo serán y darán paso a otras más modernas o en las que se descubran ventajas que ya no tienen los sectores “viejos”.
En el caso de las confecciones, por ejemplo, aún cuando una opción es ceder el paso a la producción de China e India que hoy nos compiten con sus bajos costos salariales en los mercados internacionales y en el mercado local, también existe la opción de avanzar hacia una producción diferenciada y con mayor valor agregado.
Así lo demuestran casos como el de la empresa española Zara que, no sólo se ha logrado mantener en el mercado, pese a que Europa tiene salarios mucho más elevados, sino que se ha convertido en un líder mundial de innovación en ese sector. Variedad de diseños, flexibilidad, reducidos tiempos de entrega de productos, rápida adaptación a los cambios del consumidor y bajos inventarios, son algunos de los elementos de su exitoso modelo de negocios.
¿Puede el sector de confecciones de Colombia evolucionar de forma que pueda reposicionarse en el mercado doméstico y en el internacional? Todo depende del grado de compromiso de los empresarios para mantener firme el rumbo que establezcan en su plan de negocios, para fortalecerse gremialmente y para liderar el cambio.
No necesariamente todos los sectores que iniciaron el programa tienen garantizado el éxito. Y por eso son necesarias nuevas oleadas, hasta que tengamos los sectores que nos conviertan en jugadores de clase mundial.
Relocalización
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:39
Publicado en el diario La República el 16 de septiembre de 2009
Con frecuencia se plantea que el rezago en la infraestructura vial es un factor que limita las posibilidades de mejorar la competitividad de Colombia. Se afirma, por ejemplo, que a las empresas ubicadas en Bogotá les resulta difícil competir teniendo que transportar sus productos de exportación más de mil kilómetros por vías que no son las mejores.
Cierto es que la infraestructura colombiana no es la mejor, como también lo es que la enorme distancia de los puertos aumenta los costos de producción. Por eso hay que preguntarse si las empresas exportadoras deben estar ubicadas a miles de kilómetros de las costas o si deben relocalizarse, para ser competitivas en el mundo globalizado. Primero es necesario entender por qué muchas empresas están localizadas al interior del país.
El modelo de sustitución de importaciones postulaba el desarrollo hacia adentro, apoyando el crecimiento de las empresas con base en el mercado interno. Esto repercutió, lógicamente, en su ubicación en las ciudades más pobladas de Colombia, por los menores costos de distribución a la gran masa de consumidores; y, además, generó un sesgo antiexportador. La evidencia es clara: 65 por ciento del valor agregado del sector industrial es generado en Bogotá-Cundinamarca, Valle y Antioquia.
En este aspecto Colombia siguió de cerca el patrón de otras economías subdesarrolladas que implementaron el mismo modelo. Según Livas y Krugman (“Trade Policy and the Third World Metropolis”) las grandes ciudades del Tercer Mundo son un subproducto del modelo de sustitución de importaciones. Ellos explican la ubicación de las industrias en los grandes centros urbanos no sólo por la cercanía de los consumidores, sino por el aprovechamiento de economías de escala y la facilidad de acceso a los productos de otras empresas, utilizados como insumos en la producción o como bienes de la canasta de consumo final.
Livas y Krugman también postulan que la liberalización económica debe ocasionar la moderación del crecimiento poblacional de las grandes ciudades y que la producción exportable tenderá a localizarse cerca de los puertos, como consecuencia de los menores aranceles y los más bajos costos de transporte.
Esa hipótesis se comprueba empíricamente en casos como el de México. Los mencionados autores destacan la alta concentración de población y de producción en la capital; a comienzos de los ochenta se producía allí 50 por ciento del valor agregado industrial, pero esa participación empezó a descender con las políticas de apertura y el montaje de las maquiladoras en la frontera.
Gerardo Esquivel (“Regional Convergence in Mexico Before and After NAFTA”), muestra que los estados con mayor crecimiento del PIB per cápita en el periodo 1940-1993 eran los del centro del país; pero en el periodo1993-2000 los más dinámicos fueron los de la frontera con Estados Unidos.
Curiosamente el caso de Colombia parece ir en contravía del enunciado teórico. La política de apertura de comienzos de los noventa no repercutió en un cambio estructural en la localización de las actividades productivas y la participación de Bogotá-Cundinamarca, Valle y Antioquia en el valor agregado industrial apenas se ha reducido en cinco puntos porcentuales.
Una posible explicación puede ser que el arancel nominal promedio del país es elevado con relación a los del resto de América; es decir, que a pesar de la apertura y el desmonte de diversos instrumentos proteccionistas, Colombia se mantiene como una economía con alta protección relativa.
Pero las cosas deben cambiar con la puesta en vigor de los TLCs negociados en los años recientes, pues hay compromisos de desgravación con nuestros principales socios. Entonces, las empresas orientadas a la exportación y aquellas que usan insumos importados tenderán a relocalizarse en las costas.
Con frecuencia se plantea que el rezago en la infraestructura vial es un factor que limita las posibilidades de mejorar la competitividad de Colombia. Se afirma, por ejemplo, que a las empresas ubicadas en Bogotá les resulta difícil competir teniendo que transportar sus productos de exportación más de mil kilómetros por vías que no son las mejores.
Cierto es que la infraestructura colombiana no es la mejor, como también lo es que la enorme distancia de los puertos aumenta los costos de producción. Por eso hay que preguntarse si las empresas exportadoras deben estar ubicadas a miles de kilómetros de las costas o si deben relocalizarse, para ser competitivas en el mundo globalizado. Primero es necesario entender por qué muchas empresas están localizadas al interior del país.
El modelo de sustitución de importaciones postulaba el desarrollo hacia adentro, apoyando el crecimiento de las empresas con base en el mercado interno. Esto repercutió, lógicamente, en su ubicación en las ciudades más pobladas de Colombia, por los menores costos de distribución a la gran masa de consumidores; y, además, generó un sesgo antiexportador. La evidencia es clara: 65 por ciento del valor agregado del sector industrial es generado en Bogotá-Cundinamarca, Valle y Antioquia.
En este aspecto Colombia siguió de cerca el patrón de otras economías subdesarrolladas que implementaron el mismo modelo. Según Livas y Krugman (“Trade Policy and the Third World Metropolis”) las grandes ciudades del Tercer Mundo son un subproducto del modelo de sustitución de importaciones. Ellos explican la ubicación de las industrias en los grandes centros urbanos no sólo por la cercanía de los consumidores, sino por el aprovechamiento de economías de escala y la facilidad de acceso a los productos de otras empresas, utilizados como insumos en la producción o como bienes de la canasta de consumo final.
Livas y Krugman también postulan que la liberalización económica debe ocasionar la moderación del crecimiento poblacional de las grandes ciudades y que la producción exportable tenderá a localizarse cerca de los puertos, como consecuencia de los menores aranceles y los más bajos costos de transporte.
Esa hipótesis se comprueba empíricamente en casos como el de México. Los mencionados autores destacan la alta concentración de población y de producción en la capital; a comienzos de los ochenta se producía allí 50 por ciento del valor agregado industrial, pero esa participación empezó a descender con las políticas de apertura y el montaje de las maquiladoras en la frontera.
Gerardo Esquivel (“Regional Convergence in Mexico Before and After NAFTA”), muestra que los estados con mayor crecimiento del PIB per cápita en el periodo 1940-1993 eran los del centro del país; pero en el periodo1993-2000 los más dinámicos fueron los de la frontera con Estados Unidos.
Curiosamente el caso de Colombia parece ir en contravía del enunciado teórico. La política de apertura de comienzos de los noventa no repercutió en un cambio estructural en la localización de las actividades productivas y la participación de Bogotá-Cundinamarca, Valle y Antioquia en el valor agregado industrial apenas se ha reducido en cinco puntos porcentuales.
Una posible explicación puede ser que el arancel nominal promedio del país es elevado con relación a los del resto de América; es decir, que a pesar de la apertura y el desmonte de diversos instrumentos proteccionistas, Colombia se mantiene como una economía con alta protección relativa.
Pero las cosas deben cambiar con la puesta en vigor de los TLCs negociados en los años recientes, pues hay compromisos de desgravación con nuestros principales socios. Entonces, las empresas orientadas a la exportación y aquellas que usan insumos importados tenderán a relocalizarse en las costas.
Apertura
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:32
Publicado en el diario La República el 3 de septiembre de 2009
En el imaginario de algunos políticos y académicos quedó la idea de que el gobierno de Gaviria realizó una apertura unilateral que ha sido la causa de todas las desgracias de la economía colombiana. Todavía pregonan en sus discursos que nuestro aparato productivo quedó expuesto a todos los males del neoliberalismo a cambio de nada. Es así como la crisis de finales de los noventa es atribuida a la apertura, como si con esa decisión hubieran muerto las crisis en el capitalismo.
¿Por qué insistir en este tema? Primero porque los grupos opuestos a la inserción activa en la economía globalizada y a las negociaciones comerciales siguen empeñados en usar la apertura como una evidencia sobre el nefasto futuro que le espera al país con los TLCs. Segundo porque hay información demoledora contra ese argumento, que los críticos se niegan a ver; lo curioso es que también puede sorprender a los defensores a ultranza de la apertura.
En el documento de la CEPAL “Cumbre de las Américas 1994-2009. Indicadores seleccionados”, publicado en abril de 2009, se presenta una comparación de los niveles de apertura comercial de todas las naciones de América en 2007, medidos como el cociente entre el comercio –exportaciones más importaciones– y el PIB. Colombia ocupa el puesto 32 y sólo hay dos economías con un indicador más bajo: Estados Unidos y Brasil.
La CEPAL también muestra que los aranceles han bajado en todos los grupos de economías del continente. A mediados de los noventa, los países Andinos tenían la tarifa arancelaria más alta y a mediados de la actual década sólo eran superados por las del CARICOM. En la publicación de la OMC “Perfiles arancelarios en el mundo 2008” se comprueba que el promedio de ese bloque se mantiene alto por Bahamas y Barbados, pues los demás asociados registran aranceles inferiores al de la CAN.
En 2007 Colombia tenía un arancel nominal promedio del 12.5 por ciento; el cuarto más alto de América, según el documento de la OMC. Además de Bahamas (29.9 por ciento) y Barbados (13.5 por ciento), la superaban Venezuela (13.2 por ciento) y México (12.6 por ciento).
Por otro lado, si tomamos los 20 principales destinos de nuestras exportaciones, que representan el 84 por ciento del total exportado, el arancel nominal ponderado que ellas enfrentan es del 6.9 por ciento. Ese cálculo no tiene en cuenta que una parte significativa se beneficia de aranceles menores o cero, bien sea por los acuerdos comerciales vigentes, como la CAN, o por los sistemas generalizados de preferencias, como el de Estados Unidos y la Unión Europea.
Lo anterior significa que la política de apertura no fue una decisión aislada de Colombia, sino que fue una moda que tocó a las puertas de toda la región. También significa que en términos relativos Colombia es una de las economías con mayor protección nominal en el continente. Por lo tanto, carece de fundamento el argumento sobre la peligrosa exposición de la producción nacional a la competencia internacional.
¿Pudo Colombia haberse quedado con los aranceles promedio de 27 por ciento que tenía en 1989? Sin duda, el temor a la competencia por parte de los rentistas del proteccionismo y sus “lobbistas”, se hubiera seguido guareciendo en toda la parafernalia de barreras arancelarias y no arancelarias.
También tendríamos una economía más rezagada del resto del mundo. El consumidor dispondría de una menor oferta de productos, seguiría resignándose a comprar productos de menos calidad y a precios más elevados.
En síntesis, la apertura no es el “coco” que nos pintan algunos analistas; puesta en el contexto internacional fue más moderada de lo que percibimos cuando sólo miramos para adentro.
En el imaginario de algunos políticos y académicos quedó la idea de que el gobierno de Gaviria realizó una apertura unilateral que ha sido la causa de todas las desgracias de la economía colombiana. Todavía pregonan en sus discursos que nuestro aparato productivo quedó expuesto a todos los males del neoliberalismo a cambio de nada. Es así como la crisis de finales de los noventa es atribuida a la apertura, como si con esa decisión hubieran muerto las crisis en el capitalismo.
¿Por qué insistir en este tema? Primero porque los grupos opuestos a la inserción activa en la economía globalizada y a las negociaciones comerciales siguen empeñados en usar la apertura como una evidencia sobre el nefasto futuro que le espera al país con los TLCs. Segundo porque hay información demoledora contra ese argumento, que los críticos se niegan a ver; lo curioso es que también puede sorprender a los defensores a ultranza de la apertura.
En el documento de la CEPAL “Cumbre de las Américas 1994-2009. Indicadores seleccionados”, publicado en abril de 2009, se presenta una comparación de los niveles de apertura comercial de todas las naciones de América en 2007, medidos como el cociente entre el comercio –exportaciones más importaciones– y el PIB. Colombia ocupa el puesto 32 y sólo hay dos economías con un indicador más bajo: Estados Unidos y Brasil.
La CEPAL también muestra que los aranceles han bajado en todos los grupos de economías del continente. A mediados de los noventa, los países Andinos tenían la tarifa arancelaria más alta y a mediados de la actual década sólo eran superados por las del CARICOM. En la publicación de la OMC “Perfiles arancelarios en el mundo 2008” se comprueba que el promedio de ese bloque se mantiene alto por Bahamas y Barbados, pues los demás asociados registran aranceles inferiores al de la CAN.
En 2007 Colombia tenía un arancel nominal promedio del 12.5 por ciento; el cuarto más alto de América, según el documento de la OMC. Además de Bahamas (29.9 por ciento) y Barbados (13.5 por ciento), la superaban Venezuela (13.2 por ciento) y México (12.6 por ciento).
Por otro lado, si tomamos los 20 principales destinos de nuestras exportaciones, que representan el 84 por ciento del total exportado, el arancel nominal ponderado que ellas enfrentan es del 6.9 por ciento. Ese cálculo no tiene en cuenta que una parte significativa se beneficia de aranceles menores o cero, bien sea por los acuerdos comerciales vigentes, como la CAN, o por los sistemas generalizados de preferencias, como el de Estados Unidos y la Unión Europea.
Lo anterior significa que la política de apertura no fue una decisión aislada de Colombia, sino que fue una moda que tocó a las puertas de toda la región. También significa que en términos relativos Colombia es una de las economías con mayor protección nominal en el continente. Por lo tanto, carece de fundamento el argumento sobre la peligrosa exposición de la producción nacional a la competencia internacional.
¿Pudo Colombia haberse quedado con los aranceles promedio de 27 por ciento que tenía en 1989? Sin duda, el temor a la competencia por parte de los rentistas del proteccionismo y sus “lobbistas”, se hubiera seguido guareciendo en toda la parafernalia de barreras arancelarias y no arancelarias.
También tendríamos una economía más rezagada del resto del mundo. El consumidor dispondría de una menor oferta de productos, seguiría resignándose a comprar productos de menos calidad y a precios más elevados.
En síntesis, la apertura no es el “coco” que nos pintan algunos analistas; puesta en el contexto internacional fue más moderada de lo que percibimos cuando sólo miramos para adentro.
Más y mejor de lo bueno
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:24
Publicado en la revista MisiónPyme de septiembre de 2009
Con ese nombre bautizó el Ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo Plata, el componente de la política de transformación productiva que se orienta a los sectores ya establecidos, que tienen experiencia en los mercados internacionales, y que en algún grado enfrentan una coyuntura compleja por la competencia mundial.
Los sectores nuevos y emergentes son el otro componente de esta política, que fue oficialmente presentada en sociedad el pasado 21 de julio (ver www.transformacionproductiva.gov.co). Son actividades con alto dinamismo mundial y gran potencial de crecimiento en las próximas décadas, pero cuyo desarrollo en Colombia es incipiente.
El objetivo de la política de transformación productiva es el desarrollo de sectores de clase mundial, siguiendo el exitoso ejemplo de economías tan diversas como China, Irlanda, España, Emiratos Árabes, India, Filipinas y Marruecos, entre otras.
¿Por qué enfocarse en sectores ya establecidos y no sólo en los nuevos? Porque es importante aprovechar el capital que tiene el país en los conocimientos y la experiencia de los empresarios de sectores que pueden evolucionar hacia nuevos nichos de mercado o hacia sistemas de producción de mayor valor agregado.
Más y mejor de lo bueno busca repotenciar las actividades establecidas, generadoras de empleo y de las que el país conoce los mercados internacionales. En una primera oleada, hay cuatro sectores que están implementando esta estrategia: confecciones, autopartes, energía eléctrica y comunicación gráfica.
Un ejemplo ilustra la importancia de capitalizar la experiencia. En las confecciones es evidente lo que Bhagwati denomina “ventaja comparativa caleidoscópica”, según la cual la ventaja en la producción de un bien se va desplazando por el mundo, hacia los países con menores costos de producción. La ventaja que alguna vez estuvo en Inglaterra, pasó a Estados Unidos, después a Latinoamérica y ahora al Asia, especialmente a China e India.
Colombia, que ha competido en los mercados internacionales, hoy se ve atacada por las confecciones asiáticas y tiene limitados márgenes para defenderse, pues es difícil competir contra los bajos costos de la mano de obra y las escalas de producción. El dilema entonces es ser creativos o resignarse y salir del juego.
Los empresarios colombianos de este sector le apuestan a lo primero: Repensar el sector y evolucionar hacia producción de mayor valor agregado, con diferenciación de productos y diseño; por eso el trabajo no se hace como sector aislado sino como cadena textil, confección, diseño y moda.
¿Pueden otros sectores volverse de clase mundial? ¡Claro que sí! Los cuatro sectores mencionados son parte de la primera oleada de esta política. Mientras llega la segunda, los demás sectores establecidos deben avanzar en el marco general de la política de competitividad. Lo importante es no quedarse dormidos como el camarón, para que no se los lleve la corriente.
Con ese nombre bautizó el Ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo Plata, el componente de la política de transformación productiva que se orienta a los sectores ya establecidos, que tienen experiencia en los mercados internacionales, y que en algún grado enfrentan una coyuntura compleja por la competencia mundial.
Los sectores nuevos y emergentes son el otro componente de esta política, que fue oficialmente presentada en sociedad el pasado 21 de julio (ver www.transformacionproductiva.gov.co). Son actividades con alto dinamismo mundial y gran potencial de crecimiento en las próximas décadas, pero cuyo desarrollo en Colombia es incipiente.
El objetivo de la política de transformación productiva es el desarrollo de sectores de clase mundial, siguiendo el exitoso ejemplo de economías tan diversas como China, Irlanda, España, Emiratos Árabes, India, Filipinas y Marruecos, entre otras.
¿Por qué enfocarse en sectores ya establecidos y no sólo en los nuevos? Porque es importante aprovechar el capital que tiene el país en los conocimientos y la experiencia de los empresarios de sectores que pueden evolucionar hacia nuevos nichos de mercado o hacia sistemas de producción de mayor valor agregado.
Más y mejor de lo bueno busca repotenciar las actividades establecidas, generadoras de empleo y de las que el país conoce los mercados internacionales. En una primera oleada, hay cuatro sectores que están implementando esta estrategia: confecciones, autopartes, energía eléctrica y comunicación gráfica.
Un ejemplo ilustra la importancia de capitalizar la experiencia. En las confecciones es evidente lo que Bhagwati denomina “ventaja comparativa caleidoscópica”, según la cual la ventaja en la producción de un bien se va desplazando por el mundo, hacia los países con menores costos de producción. La ventaja que alguna vez estuvo en Inglaterra, pasó a Estados Unidos, después a Latinoamérica y ahora al Asia, especialmente a China e India.
Colombia, que ha competido en los mercados internacionales, hoy se ve atacada por las confecciones asiáticas y tiene limitados márgenes para defenderse, pues es difícil competir contra los bajos costos de la mano de obra y las escalas de producción. El dilema entonces es ser creativos o resignarse y salir del juego.
Los empresarios colombianos de este sector le apuestan a lo primero: Repensar el sector y evolucionar hacia producción de mayor valor agregado, con diferenciación de productos y diseño; por eso el trabajo no se hace como sector aislado sino como cadena textil, confección, diseño y moda.
¿Pueden otros sectores volverse de clase mundial? ¡Claro que sí! Los cuatro sectores mencionados son parte de la primera oleada de esta política. Mientras llega la segunda, los demás sectores establecidos deben avanzar en el marco general de la política de competitividad. Lo importante es no quedarse dormidos como el camarón, para que no se los lleve la corriente.
Remesas y crisis
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:15
Publicado en el diario La República el 19 de agosto de 2009
La importancia macroeconómica de las remesas ha crecido al punto que diversos analistas las consideran un canal de transmisión internacional de los auges o las crisis de las economías desarrolladas hacia las subdesarrolladas.
Y no es para menos; en 2008 su monto ascendió a cerca de US$70 mil millones, superando los flujos de inversión extranjera directa. En varios países tienen un elevado peso con relación al PIB, como en el caso de Haití (23.9%), Honduras (21.1%), El Salvador (17.3%) y Nicaragua (16.8%); en Colombia se calcula que representan alrededor del 3%.
En las economías desarrolladas el desempleo está aumentando como consecuencia de la crisis económica; con la reducción del crecimiento de los sectores intensivos en mano de obra de baja calificación, como la construcción, es mayor el número de migrantes que pierde sus ingresos y ve menguada su capacidad para enviar dinero a sus familias en los países de origen. Algo similar ocurre con los migrantes que se mantienen empleados, pero fueron perjudicados por el acelerado crecimiento de las cuotas de vivienda o porque la perdieron como consecuencia de ejecuciones judiciales. El BID estima que en 2009 las remesas caerán en 11% con relación a las registradas en 2008.
Es evidente que la reducción de las remesas tendrá un efecto negativo sobre las economías subdesarrolladas. Pero, como ha ocurrido con los otros canales de transmisión de la crisis, la magnitud del impacto es diferencial, dependiendo de la solidez macroeconómica de cada país y del peso relativo de esos recursos.
José Antonio Ocampo, en un artículo publicado en la última edición de la revista de la CEPAL, sostiene que en general las remesas son el canal menos importante de transmisión de la actual crisis para América Latina, pues “el poder de compra de las remesas tendería a aumentar en la medida en que se acompañen de una depreciación de las monedas en los países receptores”.
Esa percepción es válida para Colombia, como lo muestran las cifras del primer semestre de 2009. El ingreso por remesas hasta junio fue de US$2.085 millones, con una disminución del 10.5% respecto al mismo periodo de 2008; pero en pesos han crecido 13.8%. Este resultado contrasta con lo observado en los primeros seis meses de 2008; en ese periodo crecieron 20% anual en dólares y apenas 3.5% en pesos.
En el primer trimestre de 2009, los datos disponibles muestran variaciones positivas anuales de las remesas provenientes de los principales once países de origen, expresadas en moneda local, con la excepción de Venezuela. En igual periodo de 2008 eran negativas en siete de ellos.
Es evidente el impacto de la tasa de cambio. En el primer semestre de 2008 se registró una marcada tendencia a la revaluación, con un mínimo de $1.600 por dólar en junio. En cambio, durante los primeros meses del presente año la tasa de cambio se devaluó; aun cuando en los meses recientes el peso se ha revaluado nuevamente, todavía se mantiene en niveles superiores a los del año anterior.
Lo anterior significa que en el actual contexto de crisis mundial el ingreso de remesas a Colombia no ha tenido un efecto macroeconómico adverso y, por el contrario, supera el desempeño observado en el primer semestre del año anterior. Un incremento de más de $600 mil millones de pesos por este concepto, contribuye a amortiguar la pérdida de dinamismo del consumo de los hogares. No obstante, es posible que a nivel de familias individuales sí se esté registrando un impacto negativo en los casos de suspensión de estos giros por pérdida del empleo de los remitentes.
La importancia macroeconómica de las remesas ha crecido al punto que diversos analistas las consideran un canal de transmisión internacional de los auges o las crisis de las economías desarrolladas hacia las subdesarrolladas.
Y no es para menos; en 2008 su monto ascendió a cerca de US$70 mil millones, superando los flujos de inversión extranjera directa. En varios países tienen un elevado peso con relación al PIB, como en el caso de Haití (23.9%), Honduras (21.1%), El Salvador (17.3%) y Nicaragua (16.8%); en Colombia se calcula que representan alrededor del 3%.
En las economías desarrolladas el desempleo está aumentando como consecuencia de la crisis económica; con la reducción del crecimiento de los sectores intensivos en mano de obra de baja calificación, como la construcción, es mayor el número de migrantes que pierde sus ingresos y ve menguada su capacidad para enviar dinero a sus familias en los países de origen. Algo similar ocurre con los migrantes que se mantienen empleados, pero fueron perjudicados por el acelerado crecimiento de las cuotas de vivienda o porque la perdieron como consecuencia de ejecuciones judiciales. El BID estima que en 2009 las remesas caerán en 11% con relación a las registradas en 2008.
Es evidente que la reducción de las remesas tendrá un efecto negativo sobre las economías subdesarrolladas. Pero, como ha ocurrido con los otros canales de transmisión de la crisis, la magnitud del impacto es diferencial, dependiendo de la solidez macroeconómica de cada país y del peso relativo de esos recursos.
José Antonio Ocampo, en un artículo publicado en la última edición de la revista de la CEPAL, sostiene que en general las remesas son el canal menos importante de transmisión de la actual crisis para América Latina, pues “el poder de compra de las remesas tendería a aumentar en la medida en que se acompañen de una depreciación de las monedas en los países receptores”.
Esa percepción es válida para Colombia, como lo muestran las cifras del primer semestre de 2009. El ingreso por remesas hasta junio fue de US$2.085 millones, con una disminución del 10.5% respecto al mismo periodo de 2008; pero en pesos han crecido 13.8%. Este resultado contrasta con lo observado en los primeros seis meses de 2008; en ese periodo crecieron 20% anual en dólares y apenas 3.5% en pesos.
En el primer trimestre de 2009, los datos disponibles muestran variaciones positivas anuales de las remesas provenientes de los principales once países de origen, expresadas en moneda local, con la excepción de Venezuela. En igual periodo de 2008 eran negativas en siete de ellos.
Es evidente el impacto de la tasa de cambio. En el primer semestre de 2008 se registró una marcada tendencia a la revaluación, con un mínimo de $1.600 por dólar en junio. En cambio, durante los primeros meses del presente año la tasa de cambio se devaluó; aun cuando en los meses recientes el peso se ha revaluado nuevamente, todavía se mantiene en niveles superiores a los del año anterior.
Lo anterior significa que en el actual contexto de crisis mundial el ingreso de remesas a Colombia no ha tenido un efecto macroeconómico adverso y, por el contrario, supera el desempeño observado en el primer semestre del año anterior. Un incremento de más de $600 mil millones de pesos por este concepto, contribuye a amortiguar la pérdida de dinamismo del consumo de los hogares. No obstante, es posible que a nivel de familias individuales sí se esté registrando un impacto negativo en los casos de suspensión de estos giros por pérdida del empleo de los remitentes.
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Crisis mundial,
Desempleo,
Devaluación,
Economías subdesarrolladas,
Remesas
Luz al final del túnel
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
19:06
Publicado en el diario La República el 6 de agosto de 2009
Las exportaciones colombianas del primer semestre confirman que el canal comercial es la principal vía de transmisión de la crisis mundial. Por eso resultan alentadoras las señales que dan diversos indicadores sobre la dinámica del comercio mundial.
Las exportaciones de Colombia cayeron 18.8% anual en el periodo enero – junio de 2009. En este resultado pesa más la reducción de precios que la contracción de la demanda; esto se refleja especialmente en los productos tradicionales, pues el valor exportado se redujo en 25% anual, mientras que el volumen se mantuvo relativamente estable (creció 0.3% anual).
En cambio, en las exportaciones no tradicionales hay un mayor impacto de la demanda, pues en valores disminuyen 11% y en cantidades 17.6% anual. Puesto que el precio implícito –con todas las restricciones que pueda tener como indicador–, es superior al del primer semestre de 2008, se refuerza la hipótesis de menor demanda.
Siendo así, cabe esperar que todavía en los próximos meses se registren variaciones anuales negativas, pues aunque los precios internacionales de los productos básicos están subiendo, aún se mantienen en niveles inferiores a los observados en el periodo julio-septiembre de 2008. No obstante, esas caídas pueden moderarse si la demanda internacional comienza a repuntar.
Varios indicadores señalan que el comercio mundial dejó de caer y apuntan a la posible reactivación en lo que resta del año. Un análisis del Banco Mundial, basado en las exportaciones de 44 países que representan el 75% del total mundial, muestra que las variaciones porcentuales mensuales fueron muy negativas hasta enero de 2009; en los meses siguientes hasta mayo (último mes disponible) se registraron pequeñas variaciones positivas (The Economist, 23 de julio).
Similar conclusión presenta la publicación World Trade Monitor, del Netherlands Bureau for Economic Policy Analysis, que hace seguimiento del comercio mundial con datos de 23 países de la OECD y 60 economías emergentes, que representan alrededor del 90% de las exportaciones e importaciones del mundo. El informe de junio de 2009 (con datos a mayo) muestra que el volumen del comercio registró las mayores variaciones mensuales negativas a finales de 2008 y enero de 2009 (-6.9%); en los tres meses siguientes presentaron variaciones promedio de -0.23%. Las variaciones anuales de cada mes indican de nuevo que la caída máxima se alcanzó en enero y que en los meses siguientes se estabilizaron.
Por último, el Baltic Dry Index, indicador de los fletes marítimos de carga, registró una espectacular caída desde 11.793 a finales de mayo de 2008 hasta 663 a comienzos de diciembre, reflejando claramente la fuerte contracción del comercio mundial en el último trimestre de 2008; a partir de entonces se ha recuperado gradualmente hasta un nivel de 3.345 el 24 de julio de 2009, lo que permite corroborar que la caída se detuvo y que posiblemente está comenzando a repuntar (The Economist, 27 de julio).
Además de los anteriores factores, para Colombia resultará de gran impacto la reciente iniciación de exportaciones de carbón desde la mina “El Descanso” en el departamento del Cesar, considerada una de las más grandes del mundo. Este proyecto entra al mercado mundial en un momento oportuno en el que el precio internacional está repuntando y en el que el país necesita revertir la tendencia descendente que registran las exportaciones.
De forma complementaria, se espera que la economía de Estados Unidos inicie la fase de recuperación en lo que resta del año, lo que sumado a la confirmada dinámica de la economía china, contribuirá a que el comercio mundial encuentre la luz al final del túnel.
Las exportaciones colombianas del primer semestre confirman que el canal comercial es la principal vía de transmisión de la crisis mundial. Por eso resultan alentadoras las señales que dan diversos indicadores sobre la dinámica del comercio mundial.
Las exportaciones de Colombia cayeron 18.8% anual en el periodo enero – junio de 2009. En este resultado pesa más la reducción de precios que la contracción de la demanda; esto se refleja especialmente en los productos tradicionales, pues el valor exportado se redujo en 25% anual, mientras que el volumen se mantuvo relativamente estable (creció 0.3% anual).
En cambio, en las exportaciones no tradicionales hay un mayor impacto de la demanda, pues en valores disminuyen 11% y en cantidades 17.6% anual. Puesto que el precio implícito –con todas las restricciones que pueda tener como indicador–, es superior al del primer semestre de 2008, se refuerza la hipótesis de menor demanda.
Siendo así, cabe esperar que todavía en los próximos meses se registren variaciones anuales negativas, pues aunque los precios internacionales de los productos básicos están subiendo, aún se mantienen en niveles inferiores a los observados en el periodo julio-septiembre de 2008. No obstante, esas caídas pueden moderarse si la demanda internacional comienza a repuntar.
Varios indicadores señalan que el comercio mundial dejó de caer y apuntan a la posible reactivación en lo que resta del año. Un análisis del Banco Mundial, basado en las exportaciones de 44 países que representan el 75% del total mundial, muestra que las variaciones porcentuales mensuales fueron muy negativas hasta enero de 2009; en los meses siguientes hasta mayo (último mes disponible) se registraron pequeñas variaciones positivas (The Economist, 23 de julio).
Similar conclusión presenta la publicación World Trade Monitor, del Netherlands Bureau for Economic Policy Analysis, que hace seguimiento del comercio mundial con datos de 23 países de la OECD y 60 economías emergentes, que representan alrededor del 90% de las exportaciones e importaciones del mundo. El informe de junio de 2009 (con datos a mayo) muestra que el volumen del comercio registró las mayores variaciones mensuales negativas a finales de 2008 y enero de 2009 (-6.9%); en los tres meses siguientes presentaron variaciones promedio de -0.23%. Las variaciones anuales de cada mes indican de nuevo que la caída máxima se alcanzó en enero y que en los meses siguientes se estabilizaron.
Por último, el Baltic Dry Index, indicador de los fletes marítimos de carga, registró una espectacular caída desde 11.793 a finales de mayo de 2008 hasta 663 a comienzos de diciembre, reflejando claramente la fuerte contracción del comercio mundial en el último trimestre de 2008; a partir de entonces se ha recuperado gradualmente hasta un nivel de 3.345 el 24 de julio de 2009, lo que permite corroborar que la caída se detuvo y que posiblemente está comenzando a repuntar (The Economist, 27 de julio).
Además de los anteriores factores, para Colombia resultará de gran impacto la reciente iniciación de exportaciones de carbón desde la mina “El Descanso” en el departamento del Cesar, considerada una de las más grandes del mundo. Este proyecto entra al mercado mundial en un momento oportuno en el que el precio internacional está repuntando y en el que el país necesita revertir la tendencia descendente que registran las exportaciones.
De forma complementaria, se espera que la economía de Estados Unidos inicie la fase de recuperación en lo que resta del año, lo que sumado a la confirmada dinámica de la economía china, contribuirá a que el comercio mundial encuentre la luz al final del túnel.
Industria: ¿Tocó fondo?
Publicado en el diario La República el 22 de julio de 2009
La producción real del sector industrial siguió registrando variaciones negativas en mayo: cayó 6.5% con relación al mismo mes de 2008. No obstante, hay varios aspectos de interés en ese resultado.
1. Es la menor caída desde septiembre de 2008 (promediando los meses de marzo y abril por la distorsión que ocasionó la Semana Santa en el indicador).
2. El acumulado de doce meses se estabilizó, indicando que posiblemente la crisis tocó fondo. Esta hipótesis se fortalece con los datos trimestrales del Dane; la mayor caída se observó en el cuarto trimestre de 2008 (-9.7% anual), mientras que en el primero de 2009 fue de -7.4% anual.
3. Es el mejor resultado de la industria para el conjunto de países de América Latina. Según The Economist, Argentina, Brasil, Chile, México y Perú registraron caídas superiores al 10% en mayo (Venezuela reporta -0.9%, pero su dato corresponde a enero).
Colombia también sale bien en la comparación del desempeño industrial con los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y la mayoría de los mercados emergentes de Asia, con excepción de China e India que registran variaciones positivas de forma consistente.
4. La encuesta de la Andi muestra que las expectativas de los empresarios están mejorando: “todo apunta a que los impactos más fuertes de la crisis ya se dieron y que las expectativas de los empresarios son las de un segundo semestre mejor”. Resultado similar reporta la encuesta de opinión de Fedesarrollo; en los meses recientes, si bien el balance de respuestas sigue siendo negativo, se estabilizó e incluso algunos de sus componentes tienden a mejorar.
5. Los resultados del sector muestran una alta concentración en pocos subsectores y en algunos de ellos es claro que están siendo afectados por factores diferentes a la crisis mundial y a la desaceleración de la demanda interna. El 66% de la caída del mes de mayo está explicado por cinco subsectores: automotriz, confecciones, molinería, refinación de petróleo y trilla de café.
Las mayores caídas de la producción real se observan en la industria automotriz; la fabricación de vehículos cayó más del 40% anual en mayo, mientras que las carrocerías y las autopartes disminuyeron más del 20%. En los otros subsectores las caídas están en un rango entre 10 y 20%.
6. La concentración en los cinco subsectores mencionados evidencia que el canal comercial de transmisión de la crisis mundial ha tenido un impacto moderado en la industria colombiana. También indica que en la situación actual del sector pesa más una combinación de desaceleración de la demanda interna por la política antiinflacionaria del periodo 2006-2008 –automotriz, molinería y refinación de petróleo–, coyunturas particulares de un sector –café–, y situaciones complejas del comercio con varios socios comerciales –automotriz y confecciones–.
Todo este conjunto de elementos abre una ventana de optimismo para lo que resta del año. A ellos se suman otros que contribuyen a mejorar el panorama: la rápida reducción de las tasas de interés del Banco de la República y su impacto potencial en la demanda interna; el esperado repunte de la producción de café; la recuperación de los precios internacionales de los productos básicos; la prolongación del ciclo de la construcción residencial por el subsidio a las tasas de interés; y la posible salida de la crisis de la economía estadounidense.
Quedan las dificultades comerciales con algunos socios, frente a las cuales la posición del gobierno es clara: la búsqueda de soluciones amigables y el rechazo al trato discriminatorio. Confiamos en una evolución favorable que no afecte las expectativas de recuperación.
La producción real del sector industrial siguió registrando variaciones negativas en mayo: cayó 6.5% con relación al mismo mes de 2008. No obstante, hay varios aspectos de interés en ese resultado.
1. Es la menor caída desde septiembre de 2008 (promediando los meses de marzo y abril por la distorsión que ocasionó la Semana Santa en el indicador).
2. El acumulado de doce meses se estabilizó, indicando que posiblemente la crisis tocó fondo. Esta hipótesis se fortalece con los datos trimestrales del Dane; la mayor caída se observó en el cuarto trimestre de 2008 (-9.7% anual), mientras que en el primero de 2009 fue de -7.4% anual.
3. Es el mejor resultado de la industria para el conjunto de países de América Latina. Según The Economist, Argentina, Brasil, Chile, México y Perú registraron caídas superiores al 10% en mayo (Venezuela reporta -0.9%, pero su dato corresponde a enero).
Colombia también sale bien en la comparación del desempeño industrial con los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y la mayoría de los mercados emergentes de Asia, con excepción de China e India que registran variaciones positivas de forma consistente.
4. La encuesta de la Andi muestra que las expectativas de los empresarios están mejorando: “todo apunta a que los impactos más fuertes de la crisis ya se dieron y que las expectativas de los empresarios son las de un segundo semestre mejor”. Resultado similar reporta la encuesta de opinión de Fedesarrollo; en los meses recientes, si bien el balance de respuestas sigue siendo negativo, se estabilizó e incluso algunos de sus componentes tienden a mejorar.
5. Los resultados del sector muestran una alta concentración en pocos subsectores y en algunos de ellos es claro que están siendo afectados por factores diferentes a la crisis mundial y a la desaceleración de la demanda interna. El 66% de la caída del mes de mayo está explicado por cinco subsectores: automotriz, confecciones, molinería, refinación de petróleo y trilla de café.
Las mayores caídas de la producción real se observan en la industria automotriz; la fabricación de vehículos cayó más del 40% anual en mayo, mientras que las carrocerías y las autopartes disminuyeron más del 20%. En los otros subsectores las caídas están en un rango entre 10 y 20%.
6. La concentración en los cinco subsectores mencionados evidencia que el canal comercial de transmisión de la crisis mundial ha tenido un impacto moderado en la industria colombiana. También indica que en la situación actual del sector pesa más una combinación de desaceleración de la demanda interna por la política antiinflacionaria del periodo 2006-2008 –automotriz, molinería y refinación de petróleo–, coyunturas particulares de un sector –café–, y situaciones complejas del comercio con varios socios comerciales –automotriz y confecciones–.
Todo este conjunto de elementos abre una ventana de optimismo para lo que resta del año. A ellos se suman otros que contribuyen a mejorar el panorama: la rápida reducción de las tasas de interés del Banco de la República y su impacto potencial en la demanda interna; el esperado repunte de la producción de café; la recuperación de los precios internacionales de los productos básicos; la prolongación del ciclo de la construcción residencial por el subsidio a las tasas de interés; y la posible salida de la crisis de la economía estadounidense.
Quedan las dificultades comerciales con algunos socios, frente a las cuales la posición del gobierno es clara: la búsqueda de soluciones amigables y el rechazo al trato discriminatorio. Confiamos en una evolución favorable que no afecte las expectativas de recuperación.
El mago Roubini
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:49
Publicado en el diario La República el 12 de junio de 2009
Nouriel Roubini pasó por aquí y a todos encantó. ¡Es verdad! Mágicamente, todos quedaron felices con sus argumentos y sus recomendaciones de política económica. El encanto fue tal que nadie ha cuestionado algunas de las afirmaciones que más divulgaron los medios y algunos analistas.
La reflexión y el contraste con otras declaraciones de Roubini pueden romper la magia.
El 8 de abril, según un cable de Bloomberg, Roubini pensaba que Colombia era una de las naciones de América Latina más golpeadas por la crisis y con pocas perspectivas de mejorar. Afirmó que la economía fue afectada por “choques comerciales, la caída de las exportaciones… y la masiva reducción de las remesas de trabajadores en España”.
Pero el 19 de mayo, cuando visitó al país, opinó que somos una de las economías sólidas de Latinoamérica: “Colombia, como otros países de la región aún están sujetos a una desaceleración debido a la crisis mundial, pero tiene aspectos fundamentales que la hacen sólida” (La República).
¿Y qué recomendó? Como el comercio es el principal canal de transmisión de la crisis, Roubini aconsejó reducir el peso de las exportaciones en el crecimiento económico y dar prioridad al mercado interno y al de los vecinos, “todo con el objetivo de reducir la dependencia de E.U., es decir que haya más comercio sur-sur" (Portafolio).
Tirios y troyanos, encantados, le dieron la razón. Y varios se regodearon diciendo que ellos ya habían advertido el error de dar tanta importancia al comercio internacional.
Pero no se cuestionaron por qué, en escasos 40 días, cambió tan radicalmente su opinión sobre el país. Tampoco de qué magnitud es la masiva caída de remesas de España y cuál es la fuente de la información, porque ese dato no existe desglosado en las estadísticas oficiales.
Según la balanza cambiaria, hasta mediados de mayo las remesas totales en dólares han caído apenas el 10%; pero en moneda local registran un incremento superior al 15%, por lo que su impacto macroeconómico sigue siendo positivo.
¿Y qué hay del desplome del comercio? Las exportaciones de Colombia se redujeron en el primer trimestre en 13% anual, en gran parte por un efecto precio, pues en volumen el total exportado creció cerca del 5%. Pero en otros países caen más: en Chile 42%; en Ecuador 44%, en Perú 32% y en Brasil 19%.
Más raro es que no cuestionen la propuesta de reducir la dependencia de Estados Unidos para reforzar el comercio sur-sur. Si aceptamos que Colombia ha sentido el impacto de la crisis porque el 37% de las exportaciones se orienta hacia ese mercado, ¿qué explica que las exportaciones caigan más en Perú, Brasil y Chile, que sólo le exportan el 18%, 14% y 11%, respectivamente?
Pero, bueno… ¿cómo rompemos la dependencia? ¡Sencillo! Si quitamos petróleo, carbón, café, flores, banano y oro, que representan el 86% de lo exportado a E.U., este país sólo representaría el 5% de nuestras exportaciones totales.
¡Listos! Ahora sólo tenemos que buscar entre nuestros vecinos quién nos compre US$11 mil millones en esos seis productos para fortalecer el comercio sur-sur. ¿Venezuela? ¿Ecuador? ¿Brasil? ¿México? ¿Bolivia?.
Nada fácil. Por eso el gobierno viene trabajando de forma ordenada en la diversificación de las exportaciones tanto en destinos como en productos, mediante las estrategias de negociaciones comerciales y de transformación productiva.
Sin duda, las ideas de Roubini sobre la crisis son más profundas y sensatas, pero fueron opacadas por sus opiniones poco fundamentadas sobre Colombia. Y fueron ellas las que tuvieron más eco entre los críticos de la política de inserción en la economía globalizada. Eso explica la magia.
Nouriel Roubini pasó por aquí y a todos encantó. ¡Es verdad! Mágicamente, todos quedaron felices con sus argumentos y sus recomendaciones de política económica. El encanto fue tal que nadie ha cuestionado algunas de las afirmaciones que más divulgaron los medios y algunos analistas.
La reflexión y el contraste con otras declaraciones de Roubini pueden romper la magia.
El 8 de abril, según un cable de Bloomberg, Roubini pensaba que Colombia era una de las naciones de América Latina más golpeadas por la crisis y con pocas perspectivas de mejorar. Afirmó que la economía fue afectada por “choques comerciales, la caída de las exportaciones… y la masiva reducción de las remesas de trabajadores en España”.
Pero el 19 de mayo, cuando visitó al país, opinó que somos una de las economías sólidas de Latinoamérica: “Colombia, como otros países de la región aún están sujetos a una desaceleración debido a la crisis mundial, pero tiene aspectos fundamentales que la hacen sólida” (La República).
¿Y qué recomendó? Como el comercio es el principal canal de transmisión de la crisis, Roubini aconsejó reducir el peso de las exportaciones en el crecimiento económico y dar prioridad al mercado interno y al de los vecinos, “todo con el objetivo de reducir la dependencia de E.U., es decir que haya más comercio sur-sur" (Portafolio).
Tirios y troyanos, encantados, le dieron la razón. Y varios se regodearon diciendo que ellos ya habían advertido el error de dar tanta importancia al comercio internacional.
Pero no se cuestionaron por qué, en escasos 40 días, cambió tan radicalmente su opinión sobre el país. Tampoco de qué magnitud es la masiva caída de remesas de España y cuál es la fuente de la información, porque ese dato no existe desglosado en las estadísticas oficiales.
Según la balanza cambiaria, hasta mediados de mayo las remesas totales en dólares han caído apenas el 10%; pero en moneda local registran un incremento superior al 15%, por lo que su impacto macroeconómico sigue siendo positivo.
¿Y qué hay del desplome del comercio? Las exportaciones de Colombia se redujeron en el primer trimestre en 13% anual, en gran parte por un efecto precio, pues en volumen el total exportado creció cerca del 5%. Pero en otros países caen más: en Chile 42%; en Ecuador 44%, en Perú 32% y en Brasil 19%.
Más raro es que no cuestionen la propuesta de reducir la dependencia de Estados Unidos para reforzar el comercio sur-sur. Si aceptamos que Colombia ha sentido el impacto de la crisis porque el 37% de las exportaciones se orienta hacia ese mercado, ¿qué explica que las exportaciones caigan más en Perú, Brasil y Chile, que sólo le exportan el 18%, 14% y 11%, respectivamente?
Pero, bueno… ¿cómo rompemos la dependencia? ¡Sencillo! Si quitamos petróleo, carbón, café, flores, banano y oro, que representan el 86% de lo exportado a E.U., este país sólo representaría el 5% de nuestras exportaciones totales.
¡Listos! Ahora sólo tenemos que buscar entre nuestros vecinos quién nos compre US$11 mil millones en esos seis productos para fortalecer el comercio sur-sur. ¿Venezuela? ¿Ecuador? ¿Brasil? ¿México? ¿Bolivia?.
Nada fácil. Por eso el gobierno viene trabajando de forma ordenada en la diversificación de las exportaciones tanto en destinos como en productos, mediante las estrategias de negociaciones comerciales y de transformación productiva.
Sin duda, las ideas de Roubini sobre la crisis son más profundas y sensatas, pero fueron opacadas por sus opiniones poco fundamentadas sobre Colombia. Y fueron ellas las que tuvieron más eco entre los críticos de la política de inserción en la economía globalizada. Eso explica la magia.
Ciencia, tecnología y desarrollo
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:32
Publicado en el diario La República el 29 de mayo de 2009
Cuando el pesimismo sepulta la viveza y la astucia de las que tanto nos ufanamos, surgen listas negativas de factores por los cuales no somos capaces de emular prácticas exitosas de otras economías subdesarrolladas o por los que no podemos tener la pretensión de crecer sostenidamente a tasas superiores al 7% anual.
Uno de los argumentos típicos es que el país no tiene y nunca tendrá las bases científicas para crecer más, porque gastamos cifras irrisorias en investigación y desarrollo (I+D); por eso tenemos un reducido número de científicos, escasas publicaciones científicas y pocas patentes nuevas por año.
Puede que algo de razón asista a quienes así piensan. Pero lo que hay en el fondo es la excusa de siempre: “cuando estemos listos”; mientras tanto, mejor no hacer nada.
El famoso historiador Eric Hobsbawn, en su no menos famosa obra “Las revoluciones burguesas”, muestra que no es estrictamente necesario ser el líder mundial en ciencia y tecnología para desarrollar una economía.
Cuando analiza la revolución industrial, Hobsbawn afirma que la transformación radical de las formas de producción se registró primero en Inglaterra, que no era precisamente la fortaleza científica del mundo del siglo XVIII. Sostiene que “mientras el gobierno revolucionario francés estimulaba las investigaciones científicas, el reaccionario inglés las consideraba peligrosas”.
La academia de Inglaterra tampoco descollaba en el desarrollo científico: “La educación inglesa era una broma de dudoso gusto… Oxford y Cambridge, las dos únicas universidades inglesas, eran intelectualmente nulas, igual que las soñolientas escuelas públicas o de humanidades”. Aún así, fue la potencia mundial del siglo XIX y comienzos del XX.
Según el economista Xavier Sala i Martin lo que debe preocupar a los gobiernos es la mejora en la competitividad sobre la base de la innovación, antes que tener el objetivo de elevar el indicador de gasto en investigación y desarrollo. “El gasto en I+D no es una señal de que las cosas vayan bien o mal. Por ejemplo, los gastos en egiptología se cuentan en I+D, pero ello difícilmente eleva la competitividad del país”.
Las experiencias de las economías asiáticas que han sido exitosas muestran que se basaron en la importación de tecnologías antes que en intentar desarrollarlas ellas mismas. Y no se quedaron en la adaptación y la copia sino que al tiempo que crecía la productividad y se fomentaba la innovación, también fortalecieron la I+D.
Para Sala i Martin “la política de innovación consiste en generar un ambiente propicio que conduzca a la creación de ideas y a la implementación de las mismas en productos, servicios o procesos”. En ese objetivo juega un papel esencial el sistema educativo del país, que se debe enfocar al establecimiento de incentivos para pensar, generar preguntas, innovar y emprender.
En el caso de Colombia, la política de transformación productiva abre la posibilidad de repotenciar sectores existentes y desarrollar sectores nuevos con base en la adaptación de tecnologías que ya están inventadas. Simultáneamente es posible que surjan problemas que requieran de investigación científica aplicada; esta es una de las razones por las que es importante la vinculación de la academia en esas alianzas público–privadas.
Un complemento necesario es la reglamentación de la Ley de Emprendimiento, en la parte pertinente a la orientación de la educación hacia la formación de empresarios desde la educación primaria y la preparación de personas con capacidad de generar ideas y llevarlas a cabo.
Evidentemente no es necesario reinventarse la rueda para fabricar carros. Pero sí es necesario sacudirnos del fatalismo y seguir trabajando en la construcción de una Colombia más competitiva y más innovadora.
Cuando el pesimismo sepulta la viveza y la astucia de las que tanto nos ufanamos, surgen listas negativas de factores por los cuales no somos capaces de emular prácticas exitosas de otras economías subdesarrolladas o por los que no podemos tener la pretensión de crecer sostenidamente a tasas superiores al 7% anual.
Uno de los argumentos típicos es que el país no tiene y nunca tendrá las bases científicas para crecer más, porque gastamos cifras irrisorias en investigación y desarrollo (I+D); por eso tenemos un reducido número de científicos, escasas publicaciones científicas y pocas patentes nuevas por año.
Puede que algo de razón asista a quienes así piensan. Pero lo que hay en el fondo es la excusa de siempre: “cuando estemos listos”; mientras tanto, mejor no hacer nada.
El famoso historiador Eric Hobsbawn, en su no menos famosa obra “Las revoluciones burguesas”, muestra que no es estrictamente necesario ser el líder mundial en ciencia y tecnología para desarrollar una economía.
Cuando analiza la revolución industrial, Hobsbawn afirma que la transformación radical de las formas de producción se registró primero en Inglaterra, que no era precisamente la fortaleza científica del mundo del siglo XVIII. Sostiene que “mientras el gobierno revolucionario francés estimulaba las investigaciones científicas, el reaccionario inglés las consideraba peligrosas”.
La academia de Inglaterra tampoco descollaba en el desarrollo científico: “La educación inglesa era una broma de dudoso gusto… Oxford y Cambridge, las dos únicas universidades inglesas, eran intelectualmente nulas, igual que las soñolientas escuelas públicas o de humanidades”. Aún así, fue la potencia mundial del siglo XIX y comienzos del XX.
Según el economista Xavier Sala i Martin lo que debe preocupar a los gobiernos es la mejora en la competitividad sobre la base de la innovación, antes que tener el objetivo de elevar el indicador de gasto en investigación y desarrollo. “El gasto en I+D no es una señal de que las cosas vayan bien o mal. Por ejemplo, los gastos en egiptología se cuentan en I+D, pero ello difícilmente eleva la competitividad del país”.
Las experiencias de las economías asiáticas que han sido exitosas muestran que se basaron en la importación de tecnologías antes que en intentar desarrollarlas ellas mismas. Y no se quedaron en la adaptación y la copia sino que al tiempo que crecía la productividad y se fomentaba la innovación, también fortalecieron la I+D.
Para Sala i Martin “la política de innovación consiste en generar un ambiente propicio que conduzca a la creación de ideas y a la implementación de las mismas en productos, servicios o procesos”. En ese objetivo juega un papel esencial el sistema educativo del país, que se debe enfocar al establecimiento de incentivos para pensar, generar preguntas, innovar y emprender.
En el caso de Colombia, la política de transformación productiva abre la posibilidad de repotenciar sectores existentes y desarrollar sectores nuevos con base en la adaptación de tecnologías que ya están inventadas. Simultáneamente es posible que surjan problemas que requieran de investigación científica aplicada; esta es una de las razones por las que es importante la vinculación de la academia en esas alianzas público–privadas.
Un complemento necesario es la reglamentación de la Ley de Emprendimiento, en la parte pertinente a la orientación de la educación hacia la formación de empresarios desde la educación primaria y la preparación de personas con capacidad de generar ideas y llevarlas a cabo.
Evidentemente no es necesario reinventarse la rueda para fabricar carros. Pero sí es necesario sacudirnos del fatalismo y seguir trabajando en la construcción de una Colombia más competitiva y más innovadora.
Zonas francas ¿para qué?
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:23
Publicado en el diario La República el 15 de mayo de 2009
La nueva legislación colombiana de zonas francas es exitosa en sus objetivos principales: el incentivo a la inversión nueva, la generación de empleos formales y la transformación productiva.
Mientras que en el régimen aplicado entre 1958 y 2007 se crearon 11 zonas francas en el país, desde la reglamentación de la Ley 1004 de 2005, mediante los decretos 383 y 4051 de 2007, se han aprobado 47, con compromisos de inversión por $11 billones, y están en trámite otras 12, con inversiones por $1.1 billones. Adicionalmente, las aprobadas crearán 42 mil empleos directos y 92 mil indirectos.
¿Pero qué son las zonas francas? ¿Qué tan exóticas son en el mundo? ¿Por qué el gobierno las fomenta? ¿Qué hacen otros países? ¿Cuáles son los beneficios?
La zona franca comprende una porción de territorio en la que se establecen unas reglas tributarias y un régimen aduanero especiales. Para el caso de Colombia, las empresas que se ubican en ellas tienen un impuesto de renta del 15% y un arancel del 0%. La producción que estas empresas ingresan al territorio aduanero nacional debe pagar los aranceles correspondientes a cada producto y los demás impuestos vigentes.
La creciente globalización les ha dado mayor relevancia y su crecimiento se viene acelerando en las décadas recientes. En 1975 las utilizaban 73 países y en 2006 ya lo hacían 130. Se calcula que actualmente hay más de 516 mil empresas ubicadas en ellas, generan 66 millones de empleos y explican más del 50% de las exportaciones en la mayoría de los países.
Estas zonas aduaneras especiales datan de varios siglos. En la publicación del Banco Mundial “Special Economic Zones”, se mencionan como las más antiguas las de Gibraltar (1704), Singapur (1819), Hong Kong (1848), Hamburgo (1888) y Copenhague (1891). Hoy en día las hay en países con diferente nivel de desarrollo, como Estados Unidos, China, Vietnam y El Salvador.
Las zonas francas pueden abarcar toda una región, como Guangzhou en China (218 km2); estar ubicadas en un terreno específico en el que se instalan las empresas que tienen el beneficio; y también pueden ser una sola empresa.
Con la modificación reciente de la legislación colombiana, además de las zonas francas ubicadas en un terreno específico, ahora el país cuenta con las uniempresariales. Se trata de empresas de tamaño grande que deben realizar unos montos de inversión mínimos y generar determinado número de empleos, como condiciones para obtener los beneficios tributarios y arancelarios.
Un aspecto importante es que se trata por lo general de empresas nuevas. No obstante, la legislación prevé el caso de empresas existentes que pueden ubicarse en zonas francas, pero deben cumplir con unos requisitos mayores en inversión y tener un efecto neutro sobre la tributación; esto significa que los impuestos que pague deben ser similares a los que venían tributando.
Algunos analistas creen que el número de zonas francas aprobadas en los dos últimos años en Colombia son excesivas. Evidentemente desconocen que en Estados Unidos hay más de 250 (de las cuales 20 son públicas), en México 109, en Costa Rica 139, en Hungría 160, en China 187 y en Vietnam 185.
Además de los beneficios directos ya mencionados en materia de empleo e inversión, las zonas francas tienen otra serie de impactos potenciales que incluyen la generación de empleos indirectos, la diversificación de las exportaciones, la transferencia de tecnología y el desarrollo regional.
Todas las experiencias internacionales muestran que las zonas francas son un instrumento importante que complementa otras herramientas de inserción en la economía global. Y por eso, se están impulsando en Colombia.
La nueva legislación colombiana de zonas francas es exitosa en sus objetivos principales: el incentivo a la inversión nueva, la generación de empleos formales y la transformación productiva.
Mientras que en el régimen aplicado entre 1958 y 2007 se crearon 11 zonas francas en el país, desde la reglamentación de la Ley 1004 de 2005, mediante los decretos 383 y 4051 de 2007, se han aprobado 47, con compromisos de inversión por $11 billones, y están en trámite otras 12, con inversiones por $1.1 billones. Adicionalmente, las aprobadas crearán 42 mil empleos directos y 92 mil indirectos.
¿Pero qué son las zonas francas? ¿Qué tan exóticas son en el mundo? ¿Por qué el gobierno las fomenta? ¿Qué hacen otros países? ¿Cuáles son los beneficios?
La zona franca comprende una porción de territorio en la que se establecen unas reglas tributarias y un régimen aduanero especiales. Para el caso de Colombia, las empresas que se ubican en ellas tienen un impuesto de renta del 15% y un arancel del 0%. La producción que estas empresas ingresan al territorio aduanero nacional debe pagar los aranceles correspondientes a cada producto y los demás impuestos vigentes.
La creciente globalización les ha dado mayor relevancia y su crecimiento se viene acelerando en las décadas recientes. En 1975 las utilizaban 73 países y en 2006 ya lo hacían 130. Se calcula que actualmente hay más de 516 mil empresas ubicadas en ellas, generan 66 millones de empleos y explican más del 50% de las exportaciones en la mayoría de los países.
Estas zonas aduaneras especiales datan de varios siglos. En la publicación del Banco Mundial “Special Economic Zones”, se mencionan como las más antiguas las de Gibraltar (1704), Singapur (1819), Hong Kong (1848), Hamburgo (1888) y Copenhague (1891). Hoy en día las hay en países con diferente nivel de desarrollo, como Estados Unidos, China, Vietnam y El Salvador.
Las zonas francas pueden abarcar toda una región, como Guangzhou en China (218 km2); estar ubicadas en un terreno específico en el que se instalan las empresas que tienen el beneficio; y también pueden ser una sola empresa.
Con la modificación reciente de la legislación colombiana, además de las zonas francas ubicadas en un terreno específico, ahora el país cuenta con las uniempresariales. Se trata de empresas de tamaño grande que deben realizar unos montos de inversión mínimos y generar determinado número de empleos, como condiciones para obtener los beneficios tributarios y arancelarios.
Un aspecto importante es que se trata por lo general de empresas nuevas. No obstante, la legislación prevé el caso de empresas existentes que pueden ubicarse en zonas francas, pero deben cumplir con unos requisitos mayores en inversión y tener un efecto neutro sobre la tributación; esto significa que los impuestos que pague deben ser similares a los que venían tributando.
Algunos analistas creen que el número de zonas francas aprobadas en los dos últimos años en Colombia son excesivas. Evidentemente desconocen que en Estados Unidos hay más de 250 (de las cuales 20 son públicas), en México 109, en Costa Rica 139, en Hungría 160, en China 187 y en Vietnam 185.
Además de los beneficios directos ya mencionados en materia de empleo e inversión, las zonas francas tienen otra serie de impactos potenciales que incluyen la generación de empleos indirectos, la diversificación de las exportaciones, la transferencia de tecnología y el desarrollo regional.
Todas las experiencias internacionales muestran que las zonas francas son un instrumento importante que complementa otras herramientas de inserción en la economía global. Y por eso, se están impulsando en Colombia.
Fortalecer la confianza
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:16
Publicado en el diario La República el 30 de abril de 2009
Las políticas para salir de la crisis mundial están enfocadas hacia la recuperación del sector financiero, la reactivación de la demanda y el restablecimiento de la confianza. En nuestro medio, mucho hablan los analistas de los dos primeros aspectos, pero poco y nada del último.
La confianza está muy relacionada con la crisis, porque es un mecanismo de retroalimentación. Primero, la pérdida de confianza entre las entidades del sector financiero, repercutió en la interrupción del canal de crédito en los mercados interbancarios.
Posteriormente la pérdida de confianza entre el sector financiero y el sector real, dio lugar a lo que se conoce como la restricción de crédito (credit crunch).
Por último, el puente entre la crisis financiera y la crisis real es la confianza del consumidor. Un enorme efecto riqueza golpeó a los consumidores en diversas etapas de la crisis: caídas en el valor de los títulos tóxicos, reducción del valor de los activos hipotecarios, pérdida de confianza en las perspectivas de la economía, y contracción de la demanda.
No todas las acciones para afrontar una crisis surten sus efectos rápidamente, como lo evidencian las medidas de política monetaria y el gasto público en proyectos de infraestructura. Por eso los gobiernos usan incentivos orientados a acelerar el cambio de tendencia de la demanda del consumidor.
En Colombia, que apenas está empezando a sentir los efectos de la crisis mundial, el índice de confianza del consumidor viene cayendo en los últimos meses. Ese deterioro fue causado primordialmente por la política antiinflacionaria, por lo que cabe esperar que la reciente baja de las tasas de intervención del Banco de la República tenga una repercusión positiva en los próximos meses. Pero hay que vigorizar esa reacción.
Ese es el sentido de las medidas adoptadas recientemente por el gobierno, que incluyen el subsidio para dinamizar la demanda de vivienda nueva y la disposición de recursos de Bancoldex para abaratar la financiación de vehículos particulares y electrodomésticos.
Aun cuando esto último no gusta a todos, es necesario tener en cuenta el contexto mundial en el que se adoptan las decisiones. Y entender que son medidas temporales, acotadas en la cantidad de recursos y no son créditos directos a los consumidores sino a las entidades financieras especializadas en atender esos tipos de consumo.
Lo cierto es que para conjurar las crisis hay que acudir a la heterodoxia y la creatividad. Como afirma Paul Krugman en su último libro, para el caso de Estados Unidos “lo importante es aflojar el crédito a través de cualquier medio a la mano sin enredarse en nudos ideológicos”.
Eso explica por qué la Reserva Federal abrió el acceso a cupos de crédito al sector privado, algo considerado una herejía para un banco central hasta hace unos pocos meses.
En noviembre del año pasado la Reserva Federal anunció un cupo de crédito denominado TALF (Term Asset-Backed Securities Loan Facility). Es un apoyo de US$200 mil millones para facilitar la titularización de préstamos de estudio, vehículos, tarjetas de crédito y créditos a PYMES garantizados por el Small Business Administration, con lo cual los agentes del mercado podrán atender las necesidades de financiación de los hogares y las pequeñas empresas.
En pocas palabras, el banco central de Estados Unidos está financiando el crédito de consumo mediante la inyección de recursos al mercado de titularizaciones, que está deprimido como consecuencia de la caída de las hipotecas subprime.
El gobierno colombiano quiere evitar una crisis ¿Por qué vetar la proactividad y confundirla con la politiquería? ¿Por qué no permitirse algo de heterodoxia temporal? ¡Bienvenidas las críticas y también las propuestas!
Las políticas para salir de la crisis mundial están enfocadas hacia la recuperación del sector financiero, la reactivación de la demanda y el restablecimiento de la confianza. En nuestro medio, mucho hablan los analistas de los dos primeros aspectos, pero poco y nada del último.
La confianza está muy relacionada con la crisis, porque es un mecanismo de retroalimentación. Primero, la pérdida de confianza entre las entidades del sector financiero, repercutió en la interrupción del canal de crédito en los mercados interbancarios.
Posteriormente la pérdida de confianza entre el sector financiero y el sector real, dio lugar a lo que se conoce como la restricción de crédito (credit crunch).
Por último, el puente entre la crisis financiera y la crisis real es la confianza del consumidor. Un enorme efecto riqueza golpeó a los consumidores en diversas etapas de la crisis: caídas en el valor de los títulos tóxicos, reducción del valor de los activos hipotecarios, pérdida de confianza en las perspectivas de la economía, y contracción de la demanda.
No todas las acciones para afrontar una crisis surten sus efectos rápidamente, como lo evidencian las medidas de política monetaria y el gasto público en proyectos de infraestructura. Por eso los gobiernos usan incentivos orientados a acelerar el cambio de tendencia de la demanda del consumidor.
En Colombia, que apenas está empezando a sentir los efectos de la crisis mundial, el índice de confianza del consumidor viene cayendo en los últimos meses. Ese deterioro fue causado primordialmente por la política antiinflacionaria, por lo que cabe esperar que la reciente baja de las tasas de intervención del Banco de la República tenga una repercusión positiva en los próximos meses. Pero hay que vigorizar esa reacción.
Ese es el sentido de las medidas adoptadas recientemente por el gobierno, que incluyen el subsidio para dinamizar la demanda de vivienda nueva y la disposición de recursos de Bancoldex para abaratar la financiación de vehículos particulares y electrodomésticos.
Aun cuando esto último no gusta a todos, es necesario tener en cuenta el contexto mundial en el que se adoptan las decisiones. Y entender que son medidas temporales, acotadas en la cantidad de recursos y no son créditos directos a los consumidores sino a las entidades financieras especializadas en atender esos tipos de consumo.
Lo cierto es que para conjurar las crisis hay que acudir a la heterodoxia y la creatividad. Como afirma Paul Krugman en su último libro, para el caso de Estados Unidos “lo importante es aflojar el crédito a través de cualquier medio a la mano sin enredarse en nudos ideológicos”.
Eso explica por qué la Reserva Federal abrió el acceso a cupos de crédito al sector privado, algo considerado una herejía para un banco central hasta hace unos pocos meses.
En noviembre del año pasado la Reserva Federal anunció un cupo de crédito denominado TALF (Term Asset-Backed Securities Loan Facility). Es un apoyo de US$200 mil millones para facilitar la titularización de préstamos de estudio, vehículos, tarjetas de crédito y créditos a PYMES garantizados por el Small Business Administration, con lo cual los agentes del mercado podrán atender las necesidades de financiación de los hogares y las pequeñas empresas.
En pocas palabras, el banco central de Estados Unidos está financiando el crédito de consumo mediante la inyección de recursos al mercado de titularizaciones, que está deprimido como consecuencia de la caída de las hipotecas subprime.
El gobierno colombiano quiere evitar una crisis ¿Por qué vetar la proactividad y confundirla con la politiquería? ¿Por qué no permitirse algo de heterodoxia temporal? ¡Bienvenidas las críticas y también las propuestas!
La crisis industrial
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:07
Publicado en el diario La República el 17 de abril de 2009
Aun cuando la crisis mundial es una amenaza para el crecimiento de la industria en 2009, los resultados observados hasta enero sólo responden a ella de forma marginal. Así lo señalé en mi columna del 2 de abril; en cambio, los factores internos constituyen la principal explicación de la dinámica industrial. Veamos por qué.
En abril de 2006 la Junta Directiva del Banco de la República empezó a aumentar sus tasas de intervención, con el objetivo de conjurar las presiones inflacionarias que no tardarían en aparecer. El excesivo crecimiento de la demanda agregada interna con relación al PIB sustentó esa decisión.
Es sabido que la política monetaria tiene rezagos en la transmisión de sus efectos y que ellos pueden tardar varios meses en hacerse evidentes. Fue así como la dinámica de la demanda agregada interna siguió siendo mayor que la del PIB por varios trimestres después de que el Banco de la República inició su política de alza gradual y continua de las tasas de interés.
La respuesta de la producción real de la industria al excesivo crecimiento de la demanda fue una tendencia ascendente que alcanzó su máximo en el primer semestre de 2007, cuando logró una tasa cercana al 15% anual (en el acumulado de 12 meses). A partir de ese punto se empieza a desacelerar, como consecuencia de la política monetaria y de otros factores puntuales que afectaron algunos subsectores.
Las tasas de intervención del banco central siguieron aumentando hasta llegar al 10% en junio de 2008. Por su parte, la desaceleración de la producción industrial se mantuvo durante todo 2008, y las tasas de crecimiento empezaron a ser negativas desde octubre; en enero de 2009 la producción real registró una variación de -4,8% anual.
La autoridad monetaria mantuvo inmodificada su tasa hasta diciembre pasado, cuando cambió su política. Se había logrado el objetivo de reprimir las presiones inflacionarias, pero ahora había surgido otro reto: fortalecer la demanda interna para moderar los impactos de la crisis mundial.
Con este último objetivo, las tasas de intervención del Banco de la República se han reducido en 300 puntos básicos entre diciembre de 2008 y marzo de 2009. Pero, de nuevo, no se pueden perder de vista los rezagos en el mecanismo de transmisión. Todavía se siguen percibiendo los impactos de la tasa del 10% y sólo en unos meses se empezarán a ver los del reciente descenso.
Lo anterior muestra la estrecha relación que hay entre la dinámica de la producción industrial y la política monetaria de los últimos años. Esto es importante recalcarlo, porque en diversos análisis recientes parece olvidarse el vínculo.
Y no se pretende echar culpas. Sólo recordar que la política antiinflacionaria de por sí tiende a generar recesión. En su último libro, Paul Krugman recuerda cómo se superó el episodio de inflación de Estados Unidos en los años ochenta: “Fue el predecesor de Greenspan, Paul Volcker, quien controló la inflación, logrando ese objetivo con políticas monetarias restrictivas que causaron una recesión económica severa, pero que finalmente rompieron el espinazo de la psicología inflacionaria”.
En la actual coyuntura, la política monetaria tiene margen para actuar contracíclicamente, lo que no ocurre en los países desarrollados; así como ella deprimió la demanda, cabe esperar que la rápida reducción de las tasas de interés tenga un efecto dinamizador. Si ello ocurre, las acciones de la política del gobierno tendrán impactos más efectivos, se amortiguará la caída de la demanda externa y la recuperación del crecimiento industrial se verá más pronto. Esperemos que este sea un escenario viable para lo que resta del año.
Aun cuando la crisis mundial es una amenaza para el crecimiento de la industria en 2009, los resultados observados hasta enero sólo responden a ella de forma marginal. Así lo señalé en mi columna del 2 de abril; en cambio, los factores internos constituyen la principal explicación de la dinámica industrial. Veamos por qué.
En abril de 2006 la Junta Directiva del Banco de la República empezó a aumentar sus tasas de intervención, con el objetivo de conjurar las presiones inflacionarias que no tardarían en aparecer. El excesivo crecimiento de la demanda agregada interna con relación al PIB sustentó esa decisión.
Es sabido que la política monetaria tiene rezagos en la transmisión de sus efectos y que ellos pueden tardar varios meses en hacerse evidentes. Fue así como la dinámica de la demanda agregada interna siguió siendo mayor que la del PIB por varios trimestres después de que el Banco de la República inició su política de alza gradual y continua de las tasas de interés.
La respuesta de la producción real de la industria al excesivo crecimiento de la demanda fue una tendencia ascendente que alcanzó su máximo en el primer semestre de 2007, cuando logró una tasa cercana al 15% anual (en el acumulado de 12 meses). A partir de ese punto se empieza a desacelerar, como consecuencia de la política monetaria y de otros factores puntuales que afectaron algunos subsectores.
Las tasas de intervención del banco central siguieron aumentando hasta llegar al 10% en junio de 2008. Por su parte, la desaceleración de la producción industrial se mantuvo durante todo 2008, y las tasas de crecimiento empezaron a ser negativas desde octubre; en enero de 2009 la producción real registró una variación de -4,8% anual.
La autoridad monetaria mantuvo inmodificada su tasa hasta diciembre pasado, cuando cambió su política. Se había logrado el objetivo de reprimir las presiones inflacionarias, pero ahora había surgido otro reto: fortalecer la demanda interna para moderar los impactos de la crisis mundial.
Con este último objetivo, las tasas de intervención del Banco de la República se han reducido en 300 puntos básicos entre diciembre de 2008 y marzo de 2009. Pero, de nuevo, no se pueden perder de vista los rezagos en el mecanismo de transmisión. Todavía se siguen percibiendo los impactos de la tasa del 10% y sólo en unos meses se empezarán a ver los del reciente descenso.
Lo anterior muestra la estrecha relación que hay entre la dinámica de la producción industrial y la política monetaria de los últimos años. Esto es importante recalcarlo, porque en diversos análisis recientes parece olvidarse el vínculo.
Y no se pretende echar culpas. Sólo recordar que la política antiinflacionaria de por sí tiende a generar recesión. En su último libro, Paul Krugman recuerda cómo se superó el episodio de inflación de Estados Unidos en los años ochenta: “Fue el predecesor de Greenspan, Paul Volcker, quien controló la inflación, logrando ese objetivo con políticas monetarias restrictivas que causaron una recesión económica severa, pero que finalmente rompieron el espinazo de la psicología inflacionaria”.
En la actual coyuntura, la política monetaria tiene margen para actuar contracíclicamente, lo que no ocurre en los países desarrollados; así como ella deprimió la demanda, cabe esperar que la rápida reducción de las tasas de interés tenga un efecto dinamizador. Si ello ocurre, las acciones de la política del gobierno tendrán impactos más efectivos, se amortiguará la caída de la demanda externa y la recuperación del crecimiento industrial se verá más pronto. Esperemos que este sea un escenario viable para lo que resta del año.
Industria y crisis
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
12:02
Publicado en el diario La República el 2 de abril de 2009
Los resultados de la industria evidencian las dificultades por las que atraviesa el sector. La variación anual de la producción real entre el mes de enero de 2009 y el mismo mes de 2008 fue negativa en 10.7% y la del acumulado de doce meses indica una caída del 4.8% anual.
Aun cuando la caída anotada coincide con la contracción de la industria a nivel mundial, no es claro que el resultado en Colombia refleje la crisis que está afectando al mundo desarrollado y a un creciente número de economías subdesarrolladas.
The Economist recoge en su última edición los indicadores más recientes de la industria en un grupo de economías. Ellas muestran que en Estados Unidos está cayendo al 11.2% anual, en Japón al 30.8%, y en la Unión Europea al 17.3% (en España cae 23.6% y en Alemania en 19.2%). Entre las economías subdesarrolladas las que más caen son Taiwán (-27.1%) y Corea (-25.6%).
Sin duda, esas caídas son explicadas por la crisis mundial, pues las exportaciones y las importaciones de esos países cayeron vertiginosamente desde septiembre de 2008 y los bienes industriales tienen un peso elevado en su comercio.
En el caso colombiano las exportaciones industriales cayeron en noviembre y diciembre de 2008, con relación a los mismos meses de 2007, y el grueso de ese resultado está relacionado con petróleo, café, confecciones, automotores y ferroníquel. De ellos podría aceptarse una relación parcial con la crisis en el caso de petróleo y confecciones.
En petróleo hay un efecto parcial de la contracción de la demanda. Los precios internacionales alcanzaron un nivel cercano a los US$150 por barril hacia mediados de 2008 y luego se redujeron rápidamente hasta niveles entre US$40 y US$50; no obstante, el volumen exportado sigue aumentando.
En confecciones, las exportaciones hacia Venezuela, principal mercado para Colombia en 2008 con el 55% del total, se afectaron por las dificultades de trámite de los pagos en el Cadivi. En Estados Unidos las importaciones totales de estos productos disminuyeron en los últimos meses de 2008; pero las exportaciones colombianas (21% del total) venían perdiendo terreno de tiempo atrás por la agresiva competencia de productos de China e India.
Las exportaciones colombianas de café disminuyeron a finales de 2008 por la menor producción, consecuencia de la renovación de cultivos, los menores rendimientos por bajo uso de fertilizantes y los efectos negativos del invierno. Entre tanto los precios internacionales se han mantenido estables alrededor de US$1.40 por libra.
Las ventas externas de automotores reflejaron en 2008 la restricción de cuotas que impuso Venezuela. El número de vehículos vendidos a ese mercado pasó de 57 mil en 2007 a 14 mil el año pasado.
Por último, en ferroníquel la demanda internacional perdió dinamismo por la desaceleración del sector automotor y el de electrodomésticos. Pero el valor exportado de Colombia viene cayendo desde comienzos de 2007 por la contracción de la demanda internacional y la caída del precio, originados en la sustitución que viene haciendo la industria por otros productos. Adicionalmente, las ventas al exterior fueron afectadas por la huelga de Cerromatoso en el primer semestre del año y hay problemas de registro en el sistema Muisca en las exportaciones de finales de 2008.
De lo anterior se concluye que si la crisis ha impactado en el desempeño de la industria colombiana, hasta ahora lo ha hecho de forma marginal. En cambio, hay factores puntuales del comercio internacional que afectan productos específicos y explican la caída de sus exportaciones. A ellos habría que sumar factores internos, como el menor dinamismo de la demanda agregada.
Los resultados de la industria evidencian las dificultades por las que atraviesa el sector. La variación anual de la producción real entre el mes de enero de 2009 y el mismo mes de 2008 fue negativa en 10.7% y la del acumulado de doce meses indica una caída del 4.8% anual.
Aun cuando la caída anotada coincide con la contracción de la industria a nivel mundial, no es claro que el resultado en Colombia refleje la crisis que está afectando al mundo desarrollado y a un creciente número de economías subdesarrolladas.
The Economist recoge en su última edición los indicadores más recientes de la industria en un grupo de economías. Ellas muestran que en Estados Unidos está cayendo al 11.2% anual, en Japón al 30.8%, y en la Unión Europea al 17.3% (en España cae 23.6% y en Alemania en 19.2%). Entre las economías subdesarrolladas las que más caen son Taiwán (-27.1%) y Corea (-25.6%).
Sin duda, esas caídas son explicadas por la crisis mundial, pues las exportaciones y las importaciones de esos países cayeron vertiginosamente desde septiembre de 2008 y los bienes industriales tienen un peso elevado en su comercio.
En el caso colombiano las exportaciones industriales cayeron en noviembre y diciembre de 2008, con relación a los mismos meses de 2007, y el grueso de ese resultado está relacionado con petróleo, café, confecciones, automotores y ferroníquel. De ellos podría aceptarse una relación parcial con la crisis en el caso de petróleo y confecciones.
En petróleo hay un efecto parcial de la contracción de la demanda. Los precios internacionales alcanzaron un nivel cercano a los US$150 por barril hacia mediados de 2008 y luego se redujeron rápidamente hasta niveles entre US$40 y US$50; no obstante, el volumen exportado sigue aumentando.
En confecciones, las exportaciones hacia Venezuela, principal mercado para Colombia en 2008 con el 55% del total, se afectaron por las dificultades de trámite de los pagos en el Cadivi. En Estados Unidos las importaciones totales de estos productos disminuyeron en los últimos meses de 2008; pero las exportaciones colombianas (21% del total) venían perdiendo terreno de tiempo atrás por la agresiva competencia de productos de China e India.
Las exportaciones colombianas de café disminuyeron a finales de 2008 por la menor producción, consecuencia de la renovación de cultivos, los menores rendimientos por bajo uso de fertilizantes y los efectos negativos del invierno. Entre tanto los precios internacionales se han mantenido estables alrededor de US$1.40 por libra.
Las ventas externas de automotores reflejaron en 2008 la restricción de cuotas que impuso Venezuela. El número de vehículos vendidos a ese mercado pasó de 57 mil en 2007 a 14 mil el año pasado.
Por último, en ferroníquel la demanda internacional perdió dinamismo por la desaceleración del sector automotor y el de electrodomésticos. Pero el valor exportado de Colombia viene cayendo desde comienzos de 2007 por la contracción de la demanda internacional y la caída del precio, originados en la sustitución que viene haciendo la industria por otros productos. Adicionalmente, las ventas al exterior fueron afectadas por la huelga de Cerromatoso en el primer semestre del año y hay problemas de registro en el sistema Muisca en las exportaciones de finales de 2008.
De lo anterior se concluye que si la crisis ha impactado en el desempeño de la industria colombiana, hasta ahora lo ha hecho de forma marginal. En cambio, hay factores puntuales del comercio internacional que afectan productos específicos y explican la caída de sus exportaciones. A ellos habría que sumar factores internos, como el menor dinamismo de la demanda agregada.
Un mundo sin crisis
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:49
Publicado en Ámbito Jurídico de marzo de 2009
Hay críticos que siguen aferrados a viejos dogmas y se niegan a aceptar que los acuerdos comerciales son un instrumento apropiado para insertarse en el mundo de la globalización.
Uno de ellos se refería a la situación actual en los siguientes términos: “El mundo atraviesa la peor crisis de su historia, como consecuencia de la globalización neoliberal, y Uribe insiste en que la salvación del país consiste en aferrarse a ella”.
Esa frase encierra varios mensajes. Uno, es que las políticas económicas se deben diseñar para hoy y no pensando en el futuro. Dos, las crisis evidencian la debilidad del capitalismo. Tres, la globalización es la causa de todos los males.
El primer mensaje es curioso, pues muchas de las críticas que se hacen al gobierno de turno son por actuar con una visión cortoplacista y no pensar en el mañana; basta recordar los abundantes comentarios negativos sobre el papel de los planes de desarrollo y su aplicación real. Esto se parece a una conocida excusa con ropaje nuevo: “esperemos a cuando estemos listos”. ¿Cómo se pueden tomar decisiones de largo plazo si la coyuntura nunca será buena para los críticos?
Justamente uno de los objetivos de la actual administración ha sido el diseño de políticas de Estado, como base para el desarrollo. La Visión 2019, las políticas de integración con el mundo y la política de transformación productiva están diseñadas para tal fin.
Ante una crisis mundial ¿se deben posponer o quizás enterrar esas políticas? ¿Nos debemos limitar a usar políticas de corto plazo y olvidarnos de la necesidad de crecer sostenidamente a tasas más altas?
En el segundo mensaje, subliminalmente se aspira al paraíso. Son críticos del capitalismo, pero lo quisieran sin una de sus características: las fluctuaciones económicas; o quizás lo desean con sólo crisis para justificar su existencia como críticos. Tal vez la frustración del sueño marxista de la destrucción del capitalismo como consecuencia de sus propias contradicciones, sumada al rotundo fracaso de los experimentos socialistas, les lleva a soñar con esa alternativa.
En el tercero, ¿cómo puede la globalización ser culpable de una crisis? Se trata de un fenómeno de alta complejidad, por lo que no es evidente a qué se refieren los críticos. La CEPAL, por ejemplo, la define en los siguientes términos: “La creciente gravitación de los procesos financieros, económicos, ambientales, políticos, sociales y culturales de alcance mundial en los de carácter regional, nacional y local”.
Partamos de recordar lo que hasta ahora el mundo conoce como causa de la crisis. Es ampliamente conocido que ella se gestó en una burbuja especulativa en el mercado de hipotecas en Estados Unidos y que fue inflada mediante créditos de alto riesgo (“subprime”) y una cadena de títulos estructurados con el mismo activo subyacente (viviendas).
Cuando la burbuja explotó por el aumento de la morosidad de la cartera hipotecaria y el consecuente derrumbe de los precios de los títulos, ocasionó grandes pérdidas en los balances de empresas del sector financiero y del sector real en diversos países del mundo.
Por lo tanto, de una crisis de hipotecas se pasó a una financiera, y de un problema de liquidez a uno de solvencia. Las entidades financieras perdieron confianza entre ellas, lo que sumado a la reducción de su capacidad de préstamo –por la contracción del patrimonio–, interrumpió el funcionamiento del canal de crédito y dio paso a una restricción de crédito (“credit crunch”).
El freno al crédito, aunado a la pérdida de confianza de los consumidores y al creciente desempleo, extendió la crisis al sector real; ella se ha venido propagando, hasta ahora, a las economías desarrolladas.
¿Qué hay en este proceso que sea atribuible a la globalización? Como se ve, no hay fugas de capitales, ni han ocurrido episodios de pánico financiero. Aún así podríamos forzar el argumento y decir que son los procesos financieros los causantes de la crisis.
Pues bien. La Gran Depresión –que se originó en el apalancamiento financiero del mercado de acciones–, ocurrió en una época que ningún estudioso considera de globalización. Todo lo contrario. Entre el final de la Primera Guerra y el de la Segunda, el comercio internacional se redujo a un nivel similar al de 1870, según cálculos del Banco Mundial (“Globalization, Growth, and Poverty”).
Aún así, su impacto mundial fue enorme y las economías subdesarrolladas no fueron inmunes. José Antonio Ocampo (“Crisis mundial y cambio estructural 1929-1945”) señala que, a partir de 1929 la caída de los precios internacionales de los principales productos de exportación, especialmente café y petróleo, contrajo los ingresos por exportaciones y ocasionó la reducción de los términos de intercambio; los menores ingresos y el cierre de los mercados financieros propició la declaración de la moratoria de la deuda de Colombia en 1932.
¿A qué llegamos? A algo simple. Las crisis existen porque son parte inmanente del capitalismo. Los esfuerzos de la política económica se orientan a minimizar los efectos de los periodos de recesión y a prolongar los del auge; aún así, no se han podido eliminar las oscilaciones fuertes. Pero achacarle el problema a la globalización no deja de ser más que una frase de cajón apta para discursos, pero con un aporte nulo a la comprensión del problema y mucho menos a la solución.
Hay críticos que siguen aferrados a viejos dogmas y se niegan a aceptar que los acuerdos comerciales son un instrumento apropiado para insertarse en el mundo de la globalización.
Uno de ellos se refería a la situación actual en los siguientes términos: “El mundo atraviesa la peor crisis de su historia, como consecuencia de la globalización neoliberal, y Uribe insiste en que la salvación del país consiste en aferrarse a ella”.
Esa frase encierra varios mensajes. Uno, es que las políticas económicas se deben diseñar para hoy y no pensando en el futuro. Dos, las crisis evidencian la debilidad del capitalismo. Tres, la globalización es la causa de todos los males.
El primer mensaje es curioso, pues muchas de las críticas que se hacen al gobierno de turno son por actuar con una visión cortoplacista y no pensar en el mañana; basta recordar los abundantes comentarios negativos sobre el papel de los planes de desarrollo y su aplicación real. Esto se parece a una conocida excusa con ropaje nuevo: “esperemos a cuando estemos listos”. ¿Cómo se pueden tomar decisiones de largo plazo si la coyuntura nunca será buena para los críticos?
Justamente uno de los objetivos de la actual administración ha sido el diseño de políticas de Estado, como base para el desarrollo. La Visión 2019, las políticas de integración con el mundo y la política de transformación productiva están diseñadas para tal fin.
Ante una crisis mundial ¿se deben posponer o quizás enterrar esas políticas? ¿Nos debemos limitar a usar políticas de corto plazo y olvidarnos de la necesidad de crecer sostenidamente a tasas más altas?
En el segundo mensaje, subliminalmente se aspira al paraíso. Son críticos del capitalismo, pero lo quisieran sin una de sus características: las fluctuaciones económicas; o quizás lo desean con sólo crisis para justificar su existencia como críticos. Tal vez la frustración del sueño marxista de la destrucción del capitalismo como consecuencia de sus propias contradicciones, sumada al rotundo fracaso de los experimentos socialistas, les lleva a soñar con esa alternativa.
En el tercero, ¿cómo puede la globalización ser culpable de una crisis? Se trata de un fenómeno de alta complejidad, por lo que no es evidente a qué se refieren los críticos. La CEPAL, por ejemplo, la define en los siguientes términos: “La creciente gravitación de los procesos financieros, económicos, ambientales, políticos, sociales y culturales de alcance mundial en los de carácter regional, nacional y local”.
Partamos de recordar lo que hasta ahora el mundo conoce como causa de la crisis. Es ampliamente conocido que ella se gestó en una burbuja especulativa en el mercado de hipotecas en Estados Unidos y que fue inflada mediante créditos de alto riesgo (“subprime”) y una cadena de títulos estructurados con el mismo activo subyacente (viviendas).
Cuando la burbuja explotó por el aumento de la morosidad de la cartera hipotecaria y el consecuente derrumbe de los precios de los títulos, ocasionó grandes pérdidas en los balances de empresas del sector financiero y del sector real en diversos países del mundo.
Por lo tanto, de una crisis de hipotecas se pasó a una financiera, y de un problema de liquidez a uno de solvencia. Las entidades financieras perdieron confianza entre ellas, lo que sumado a la reducción de su capacidad de préstamo –por la contracción del patrimonio–, interrumpió el funcionamiento del canal de crédito y dio paso a una restricción de crédito (“credit crunch”).
El freno al crédito, aunado a la pérdida de confianza de los consumidores y al creciente desempleo, extendió la crisis al sector real; ella se ha venido propagando, hasta ahora, a las economías desarrolladas.
¿Qué hay en este proceso que sea atribuible a la globalización? Como se ve, no hay fugas de capitales, ni han ocurrido episodios de pánico financiero. Aún así podríamos forzar el argumento y decir que son los procesos financieros los causantes de la crisis.
Pues bien. La Gran Depresión –que se originó en el apalancamiento financiero del mercado de acciones–, ocurrió en una época que ningún estudioso considera de globalización. Todo lo contrario. Entre el final de la Primera Guerra y el de la Segunda, el comercio internacional se redujo a un nivel similar al de 1870, según cálculos del Banco Mundial (“Globalization, Growth, and Poverty”).
Aún así, su impacto mundial fue enorme y las economías subdesarrolladas no fueron inmunes. José Antonio Ocampo (“Crisis mundial y cambio estructural 1929-1945”) señala que, a partir de 1929 la caída de los precios internacionales de los principales productos de exportación, especialmente café y petróleo, contrajo los ingresos por exportaciones y ocasionó la reducción de los términos de intercambio; los menores ingresos y el cierre de los mercados financieros propició la declaración de la moratoria de la deuda de Colombia en 1932.
¿A qué llegamos? A algo simple. Las crisis existen porque son parte inmanente del capitalismo. Los esfuerzos de la política económica se orientan a minimizar los efectos de los periodos de recesión y a prolongar los del auge; aún así, no se han podido eliminar las oscilaciones fuertes. Pero achacarle el problema a la globalización no deja de ser más que una frase de cajón apta para discursos, pero con un aporte nulo a la comprensión del problema y mucho menos a la solución.
¡Mentiras!
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:43
Publicado en el diario La República el 19 de marzo de 2009
Es natural que en las ciencias sociales coexistan teorías alternativas para interpretar un objeto de estudio. Y así como hay posiciones irreconciliables, existen las que se complementan y se enriquecen mutuamente.
Los debates sobre las políticas adoptadas por un gobierno, no son la excepción; en ellos tienen cabida todas las vertientes del conocimiento y reina el respeto por el contrario. Se presume que una posición está sustentada en la honestidad intelectual de cada protagonista y en la firme convicción de sus ideas.
Lamentablemente no siempre acontece así. En una conferencia reciente en Cali sobre la política de negociaciones comerciales de Colombia, un ponente arremetió contra el gobierno, con base en mentiras. El problema es grave, por tratarse un debate dirigido a un nutrido grupo de estudiantes y docentes de varias universidades del Valle.
El conferencista de marras aseveró que el gobierno colombiano “escondió el estudio de Ifarma” que calculó en US$1,000 millones el costo de la negociación de propiedad intelectual en el TLC con los Estados Unidos. Sumando mentiras, señaló que los miembros del partido demócrata, basados en ese estudio, obligaron al gobierno norteamericano a cambiar lo negociado en el tratado; fue así como el Protocolo Modificatorio eliminó aspectos altamente lesivos para la salud y el acceso de los colombianos a los medicamentos.
Nada más alejado de la realidad. Para empezar, el documento tuvo amplia divulgación, no sólo en páginas de Internet del gobierno, sino en otras, como la de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Adicionalmente, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo le hizo comentarios profundos que ameritaron una reunión de la OPS y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para analizarlos. Por último, funcionarios del gobierno participaron en debates directos con los autores en varios escenarios académicos.
Los comentarios del gobierno evidenciaron un error protuberante que alteraba los resultados de las simulaciones. Los autores supusieron 20 años de vida útil de las patentes de medicamentos, cuando en realidad ésta fluctúa alrededor de 10. Conclusión: todos los cálculos son erróneos, incluyendo los míticos US$1.000 millones (en eso lo convirtieron los críticos del TLC).
También se criticó el documento de Ifarma por asumir como un hecho consumado la posición inicial de negociación de los Estados Unidos y no tomar en cuenta la de Colombia frente a esas aspiraciones. Así, los escenarios del estudio contienen “estimaciones de costos” por aceptación de patentes a más de 20 años, alargamiento de todas las patentes en dos años por demoras injustificadas, patentes de segundo uso y protección de datos de prueba a 7 años, entre otros.
El estudio fue publicado en noviembre de 2004, cuando la negociación apenas llevaba siete meses de haber comenzado. Esta culminó a comienzos de 2006 y en el texto final no quedó ninguno de los escenarios mencionados, con excepción de la compensación por demoras injustificadas; aún así, se espera que su aplicación sea la excepción y no la norma, como lo asume Ifarma.
¿Por qué esconder un estudio así?
Ahora bien, el Protocolo Modificatorio ¿cambió radicalmente el capítulo de propiedad intelectual? No. Introdujo algunas flexibilidades positivas, mientras que muchos cambios fueron cosméticos.
Por lo tanto es falso afirmar que el estudio de Ifarma propició cambios en el contenido del TLC, pues poco y nada de los escenarios propuestos quedaron en el texto final. Y también es claro que el Protocolo en ningún momento introdujo cambios esenciales en el contenido.
Si un conferencista con toda desfachatez lanza semejantes mentiras en un escenario académico con el simple objetivo de ridiculizar al adversario ¿qué tipo de debates espera en Colombia? ¿Es esa la formación profesional que desea fomentar?
Es natural que en las ciencias sociales coexistan teorías alternativas para interpretar un objeto de estudio. Y así como hay posiciones irreconciliables, existen las que se complementan y se enriquecen mutuamente.
Los debates sobre las políticas adoptadas por un gobierno, no son la excepción; en ellos tienen cabida todas las vertientes del conocimiento y reina el respeto por el contrario. Se presume que una posición está sustentada en la honestidad intelectual de cada protagonista y en la firme convicción de sus ideas.
Lamentablemente no siempre acontece así. En una conferencia reciente en Cali sobre la política de negociaciones comerciales de Colombia, un ponente arremetió contra el gobierno, con base en mentiras. El problema es grave, por tratarse un debate dirigido a un nutrido grupo de estudiantes y docentes de varias universidades del Valle.
El conferencista de marras aseveró que el gobierno colombiano “escondió el estudio de Ifarma” que calculó en US$1,000 millones el costo de la negociación de propiedad intelectual en el TLC con los Estados Unidos. Sumando mentiras, señaló que los miembros del partido demócrata, basados en ese estudio, obligaron al gobierno norteamericano a cambiar lo negociado en el tratado; fue así como el Protocolo Modificatorio eliminó aspectos altamente lesivos para la salud y el acceso de los colombianos a los medicamentos.
Nada más alejado de la realidad. Para empezar, el documento tuvo amplia divulgación, no sólo en páginas de Internet del gobierno, sino en otras, como la de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Adicionalmente, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo le hizo comentarios profundos que ameritaron una reunión de la OPS y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para analizarlos. Por último, funcionarios del gobierno participaron en debates directos con los autores en varios escenarios académicos.
Los comentarios del gobierno evidenciaron un error protuberante que alteraba los resultados de las simulaciones. Los autores supusieron 20 años de vida útil de las patentes de medicamentos, cuando en realidad ésta fluctúa alrededor de 10. Conclusión: todos los cálculos son erróneos, incluyendo los míticos US$1.000 millones (en eso lo convirtieron los críticos del TLC).
También se criticó el documento de Ifarma por asumir como un hecho consumado la posición inicial de negociación de los Estados Unidos y no tomar en cuenta la de Colombia frente a esas aspiraciones. Así, los escenarios del estudio contienen “estimaciones de costos” por aceptación de patentes a más de 20 años, alargamiento de todas las patentes en dos años por demoras injustificadas, patentes de segundo uso y protección de datos de prueba a 7 años, entre otros.
El estudio fue publicado en noviembre de 2004, cuando la negociación apenas llevaba siete meses de haber comenzado. Esta culminó a comienzos de 2006 y en el texto final no quedó ninguno de los escenarios mencionados, con excepción de la compensación por demoras injustificadas; aún así, se espera que su aplicación sea la excepción y no la norma, como lo asume Ifarma.
¿Por qué esconder un estudio así?
Ahora bien, el Protocolo Modificatorio ¿cambió radicalmente el capítulo de propiedad intelectual? No. Introdujo algunas flexibilidades positivas, mientras que muchos cambios fueron cosméticos.
Por lo tanto es falso afirmar que el estudio de Ifarma propició cambios en el contenido del TLC, pues poco y nada de los escenarios propuestos quedaron en el texto final. Y también es claro que el Protocolo en ningún momento introdujo cambios esenciales en el contenido.
Si un conferencista con toda desfachatez lanza semejantes mentiras en un escenario académico con el simple objetivo de ridiculizar al adversario ¿qué tipo de debates espera en Colombia? ¿Es esa la formación profesional que desea fomentar?
Colombia ¿bien parada?
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:37
Publicado en el diario La República el 5 de marzo de 2009
A medida que la crisis mundial avanza, crece la preocupación en el mundo subdesarrollado. Las nuevas revisiones de proyecciones macroeconómicas bajan más las tasas de crecimiento esperado e indican que todas las regiones del mundo serán afectadas.
Los países desarrollados tienen claras varias cosas: Primera, que la política monetaria no es efectiva en las actuales circunstancias; pese a que los bancos centrales redujeron las tasas de interés a los niveles más bajos de sus historias particulares, no logran estimular la demanda.
Segunda, es imperativo detener el deterioro del sector financiero. A pesar de las liquidaciones o de las inyecciones de recursos en diversas entidades, el problema persiste y no se han restablecido los canales de crédito. El debate reciente está centrado en la probable nacionalización de entidades financieras y en la contención del riesgo de pánico financiero.
Tercero, es importante reactivar la demanda agregada y restablecer la confianza. Las pérdidas de riqueza de los hogares, forzaron la contracción del gasto y el aplazamiento de consumos duraderos; las empresas del sector real empezaron a acumular inventarios, a tener dificultades de financiación, a disminuir producción y a recortar empleos.
En ese contexto, la política fiscal es el instrumento con más posibilidades de reanimar la demanda y, por eso, los gobiernos han anunciado grandes paquetes de gasto.
Las repercusiones de la crisis en las economías subdesarrolladas dependerán de cómo evolucionen y qué tan efectivas sean las políticas mencionadas, y de qué tan preparadas están las autoridades económicas de estos países.
En el caso de Colombia hay razones para un moderado optimismo. En primer lugar, la desaceleración reciente del crecimiento responde a la política antiinflacionaria de los años recientes.
A diferencia de la situación de las economías desarrolladas, es evidente que la política monetaria tiene un amplio margen de maniobra. El cambio de postura de la Junta Directiva del Banco de la República, con una reducción de 200 puntos básicos en su tasa de intervención entre diciembre y febrero, puede tener repercusiones positivas en la demanda agregada y amortiguar parte de los efectos de la crisis en el comercio internacional.
En segundo lugar, la política fiscal también tiene algún margen de maniobra. El gobierno actuó con gran oportunidad para asegurar la financiación del presupuesto de 2009 y tiene previsto el desarrollo del plan de infraestructura, con obras que en su mayor parte ya están financiadas. Aun cuando algunos analistas subvaloran y no consideran esta opción como parte de un “programa de choque” frente a la crisis, el FMI la considera importante.
En el documento “Fiscal Policy for the Crisis”, el FMI menciona entre las medidas recomendadas: “Primero, y más simple, los gobiernos deben asegurar que los programas existentes no sean recortados por falta de recursos. Segundo, programas de gasto, desde reparaciones y mantenimiento hasta proyectos de inversión aplazados, interrumpidos o rechazados por falta de recursos o por condiciones macroeconómicas, deben ser reactivados rápidamente”.
En tercer lugar, el gobierno adoptó medidas para evitar que las restricciones financieras internacionales afecten las empresas, especialmente las mipymes. Para tal fin se está capitalizando el Fondo Nacional de Garantías y se contrataron créditos externos por más de US$1.000 millones para líneas de redescuento de Bancoldex.
Por último, el país cuenta con un programa de transformación productiva, que tiene gran importancia estratégica en la coyuntura actual.
Las crisis también son fuente de oportunidades. La Gran Depresión forzó un improvisado proceso de industrialización en Colombia. La temida oleada de proteccionismo que puede desatar la crisis actual, nos encontrará con un sólido proyecto de reindustrialización en marcha. El reto es aprovechar plenamente esa ventaja.
A medida que la crisis mundial avanza, crece la preocupación en el mundo subdesarrollado. Las nuevas revisiones de proyecciones macroeconómicas bajan más las tasas de crecimiento esperado e indican que todas las regiones del mundo serán afectadas.
Los países desarrollados tienen claras varias cosas: Primera, que la política monetaria no es efectiva en las actuales circunstancias; pese a que los bancos centrales redujeron las tasas de interés a los niveles más bajos de sus historias particulares, no logran estimular la demanda.
Segunda, es imperativo detener el deterioro del sector financiero. A pesar de las liquidaciones o de las inyecciones de recursos en diversas entidades, el problema persiste y no se han restablecido los canales de crédito. El debate reciente está centrado en la probable nacionalización de entidades financieras y en la contención del riesgo de pánico financiero.
Tercero, es importante reactivar la demanda agregada y restablecer la confianza. Las pérdidas de riqueza de los hogares, forzaron la contracción del gasto y el aplazamiento de consumos duraderos; las empresas del sector real empezaron a acumular inventarios, a tener dificultades de financiación, a disminuir producción y a recortar empleos.
En ese contexto, la política fiscal es el instrumento con más posibilidades de reanimar la demanda y, por eso, los gobiernos han anunciado grandes paquetes de gasto.
Las repercusiones de la crisis en las economías subdesarrolladas dependerán de cómo evolucionen y qué tan efectivas sean las políticas mencionadas, y de qué tan preparadas están las autoridades económicas de estos países.
En el caso de Colombia hay razones para un moderado optimismo. En primer lugar, la desaceleración reciente del crecimiento responde a la política antiinflacionaria de los años recientes.
A diferencia de la situación de las economías desarrolladas, es evidente que la política monetaria tiene un amplio margen de maniobra. El cambio de postura de la Junta Directiva del Banco de la República, con una reducción de 200 puntos básicos en su tasa de intervención entre diciembre y febrero, puede tener repercusiones positivas en la demanda agregada y amortiguar parte de los efectos de la crisis en el comercio internacional.
En segundo lugar, la política fiscal también tiene algún margen de maniobra. El gobierno actuó con gran oportunidad para asegurar la financiación del presupuesto de 2009 y tiene previsto el desarrollo del plan de infraestructura, con obras que en su mayor parte ya están financiadas. Aun cuando algunos analistas subvaloran y no consideran esta opción como parte de un “programa de choque” frente a la crisis, el FMI la considera importante.
En el documento “Fiscal Policy for the Crisis”, el FMI menciona entre las medidas recomendadas: “Primero, y más simple, los gobiernos deben asegurar que los programas existentes no sean recortados por falta de recursos. Segundo, programas de gasto, desde reparaciones y mantenimiento hasta proyectos de inversión aplazados, interrumpidos o rechazados por falta de recursos o por condiciones macroeconómicas, deben ser reactivados rápidamente”.
En tercer lugar, el gobierno adoptó medidas para evitar que las restricciones financieras internacionales afecten las empresas, especialmente las mipymes. Para tal fin se está capitalizando el Fondo Nacional de Garantías y se contrataron créditos externos por más de US$1.000 millones para líneas de redescuento de Bancoldex.
Por último, el país cuenta con un programa de transformación productiva, que tiene gran importancia estratégica en la coyuntura actual.
Las crisis también son fuente de oportunidades. La Gran Depresión forzó un improvisado proceso de industrialización en Colombia. La temida oleada de proteccionismo que puede desatar la crisis actual, nos encontrará con un sólido proyecto de reindustrialización en marcha. El reto es aprovechar plenamente esa ventaja.
Incentivos perversos
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:23
Publicado en el diario La República el 18 de febrero de 2009
Uno de los provocadores temas que aborda Steven Levitt en su libro “Freakonomics”, es el diseño de políticas con base en incentivos.
En su opinión, “el economista típico cree que el mundo aun no ha inventado un problema que él no sea capaz de resolver si se le da la carta blanca para idear el plan de incentivos apropiado”.
El enunciado suena interesante, pero el mal diseño de las políticas puede generar incentivos perversos. Por ejemplo, Levitt demostró que el notable crecimiento de la criminalidad de adolescentes en Estados Unidos a comienzos de los noventa se explicaba por las políticas que restringían el aborto hasta 1973. La inesperada caída de la criminalidad a finales de los noventa coincide con la llegada a la adolescencia de la generación nacida bajo la nueva legislación.
Algo similar puede ocurrir con las restricciones que se vienen imponiendo al uso de los automóviles particulares en Colombia. El problema de movilidad es el resultado del crecimiento desordenado de las ciudades, la baja inversión en vías nuevas, y el crecimiento de la demanda de vehículos. En sana lógica, la política apropiada sería una combinación de mayor inversión en vías modernas, diseño de sistemas eficientes de transporte masivo y restricción a la oferta de autos.
Compleja combinación para ciudades sin recursos, que por décadas fueron saqueadas por políticos corruptos, en las que no hubo planeación y los urbanizadores piratas lideraron una caótica expansión. ¿Y limitar la oferta de vehículos? Poco viable por sus impactos negativos en producción y empleo.
En ese contexto, las políticas de pico y placa aparecen como una atractiva respuesta al problema: Reducen la cantidad de vehículos que circulan en las horas de mayor congestión y contribuyen a disminuir la contaminación ambiental.
Pero, ¿se habrá pensado en los efectos no deseados? En ciudades como México hay evidencias de incremento del número de vehículos; muchas personas compraron un segundo auto, generalmente usado y más contaminante.
En Sao Paulo proliferó la falsificación de placas. Esto evidenció una característica de las políticas con incentivos perversos: la expedición de normas para solucionar problemas creados por las propias normas. Las nuevas impusieron un candado “oficial” a cada placa para evitar fraude. Con nuestra creatividad, esa norma ya habría incentivado el servicio de falsificación de candados.
Un efecto no deseado de los controles en Colombia –además de los observados en México y Brasil–, puede ser la mayor proliferación de motos. No tienen cuota inicial, los impuestos son bajos, no pagan peajes y están eximidas del pico y placa. Resultado esperado: más caos.
Para los motociclistas parecen no existir las normas de tránsito, usan los andenes poniendo en riesgo los peatones, parquean en cualquier lugar y aumentan la contaminación auditiva y la del aire. Por si fuera poco, son la primera causa de mortalidad y morbilidad en accidentes viales; en Colombia el 40% de las muertes y el 55% de los heridos en estos accidentes en 2007 fueron causados por motos.
Poco se debaten las alternativas. Pero, más que extremar las medidas, en ciudades como Bogotá habría que acelerar la construcción del Transmilenio, y evaluar e implementar opciones como el aumento a la sobretasa del combustible, la restricción a las motos, la pronta construcción de un moderno tren de cercanías, el establecimiento de peajes de entrada a la ciudad, la construcción de nuevas vías mediante concesiones y el rediseño de los impuestos de rodamiento, imponiendo los más costosos a los vehículos más antiguos.
Entre tanto, hay que evitar la maraña de reglamentaciones para corregir reglamentaciones, que terminan por hacer olvidar cuál fue el objetivo inicial de los incentivos.
Uno de los provocadores temas que aborda Steven Levitt en su libro “Freakonomics”, es el diseño de políticas con base en incentivos.
En su opinión, “el economista típico cree que el mundo aun no ha inventado un problema que él no sea capaz de resolver si se le da la carta blanca para idear el plan de incentivos apropiado”.
El enunciado suena interesante, pero el mal diseño de las políticas puede generar incentivos perversos. Por ejemplo, Levitt demostró que el notable crecimiento de la criminalidad de adolescentes en Estados Unidos a comienzos de los noventa se explicaba por las políticas que restringían el aborto hasta 1973. La inesperada caída de la criminalidad a finales de los noventa coincide con la llegada a la adolescencia de la generación nacida bajo la nueva legislación.
Algo similar puede ocurrir con las restricciones que se vienen imponiendo al uso de los automóviles particulares en Colombia. El problema de movilidad es el resultado del crecimiento desordenado de las ciudades, la baja inversión en vías nuevas, y el crecimiento de la demanda de vehículos. En sana lógica, la política apropiada sería una combinación de mayor inversión en vías modernas, diseño de sistemas eficientes de transporte masivo y restricción a la oferta de autos.
Compleja combinación para ciudades sin recursos, que por décadas fueron saqueadas por políticos corruptos, en las que no hubo planeación y los urbanizadores piratas lideraron una caótica expansión. ¿Y limitar la oferta de vehículos? Poco viable por sus impactos negativos en producción y empleo.
En ese contexto, las políticas de pico y placa aparecen como una atractiva respuesta al problema: Reducen la cantidad de vehículos que circulan en las horas de mayor congestión y contribuyen a disminuir la contaminación ambiental.
Pero, ¿se habrá pensado en los efectos no deseados? En ciudades como México hay evidencias de incremento del número de vehículos; muchas personas compraron un segundo auto, generalmente usado y más contaminante.
En Sao Paulo proliferó la falsificación de placas. Esto evidenció una característica de las políticas con incentivos perversos: la expedición de normas para solucionar problemas creados por las propias normas. Las nuevas impusieron un candado “oficial” a cada placa para evitar fraude. Con nuestra creatividad, esa norma ya habría incentivado el servicio de falsificación de candados.
Un efecto no deseado de los controles en Colombia –además de los observados en México y Brasil–, puede ser la mayor proliferación de motos. No tienen cuota inicial, los impuestos son bajos, no pagan peajes y están eximidas del pico y placa. Resultado esperado: más caos.
Para los motociclistas parecen no existir las normas de tránsito, usan los andenes poniendo en riesgo los peatones, parquean en cualquier lugar y aumentan la contaminación auditiva y la del aire. Por si fuera poco, son la primera causa de mortalidad y morbilidad en accidentes viales; en Colombia el 40% de las muertes y el 55% de los heridos en estos accidentes en 2007 fueron causados por motos.
Poco se debaten las alternativas. Pero, más que extremar las medidas, en ciudades como Bogotá habría que acelerar la construcción del Transmilenio, y evaluar e implementar opciones como el aumento a la sobretasa del combustible, la restricción a las motos, la pronta construcción de un moderno tren de cercanías, el establecimiento de peajes de entrada a la ciudad, la construcción de nuevas vías mediante concesiones y el rediseño de los impuestos de rodamiento, imponiendo los más costosos a los vehículos más antiguos.
Entre tanto, hay que evitar la maraña de reglamentaciones para corregir reglamentaciones, que terminan por hacer olvidar cuál fue el objetivo inicial de los incentivos.
Apocalipsis financiero
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:14
Publicado en el diario La República el 4 de febrero de 2009
Un desocupado, que se escuda tras el anonimato como “empleado bancario, miembro de la junta directiva de un banco colombiano”, está propalando en internet un libelo en el que anuncia el Apocalipsis en Colombia, por cuenta del sector financiero.
En su opinión, el mundo va hacia una crisis económica sin precedentes; por eso los banqueros decidieron establecer un “corralito” al estilo argentino, para proteger sus millones y evitar que los ahorradores puedan retirar los ahorros. Además, asegura que, bajo su presión, el gobierno ha tomando diversas medidas entre las que se cuentan las sanciones a prestamistas y compraventas y la quiebra de “mecanismos alternativos de ahorro como las cooperativas y las pirámides”. Con esos argumentos, invita al retiro masivo de los depósitos de las entidades financieras e incita al no pago de las deudas.
Cierto es que la economía mundial está atravesando una fase de recesión, pero los economistas no acaban de ponerse de acuerdo sobre su magnitud; mientras que algunos la califican como la más grave desde la Gran Depresión, otros consideran que no será tan profunda ni tan prolongada.
En el caso de Colombia, todas las proyecciones apuntan a una desaceleración de la economía, pero ningún analista está pronosticando una crisis. Este sólo hecho desvirtúa totalmente la sarta de barbaridades del presunto “empleado bancario”.
Queda en evidencia que el autor no tiene ni idea de cómo funcionan los bancos. Si lo supiera, sabría que su invitación puede desatar una crisis de confianza y entendería que sus afirmaciones carecen de asidero en la realidad.
Los bancos no son como las panaderías, en las que el dueño resuelve si abre o no. El sistema financiero tiene unas concesiones que le da el Estado –como la exclusividad en el manejo del ahorro de la sociedad–, pero también tiene obligaciones. Por ejemplo, contar con un capital mínimo; manejar prudentemente los recursos de los ahorradores; medir los riesgos que asume; hacer provisiones para proteger el ahorro frente a potenciales pérdidas de cartera o inversiones; revelar información; y, por supuesto, contar con la liquidez necesaria para entregar los recursos a los depositantes cuando ellos los soliciten.
Sería cosa de locos que todos los banqueros resolvieran cerrar los bancos de la noche a la mañana, en un escenario en el que sus niveles de solvencia están por encima de los estándares internacionales, la calidad de la cartera es buena –a pesar del leve deterioro reciente–, tienen provisiones altas, y las utilidades registran un sólido crecimiento. Hacerlo sería un suicidio, pues no sólo llevaría la banca a la quiebra sino que inmediatamente quedaría paralizada toda la economía.
La historia muestra que los banqueros que cierran un banco lo hacen porque están quebrados y entonces tienen que responder por sus actos, incluso con su patrimonio.
También muestra la historia que la actividad del banquero no siempre es del agrado de todos. Según Jacques Attali, a finales de la edad media la banca era una de las pocas actividades permitidas a los judíos; y no por sus habilidades innatas, sino por “…la presión de los otros a los que les es necesario este oficio, pero que, sabiendo el odio que despiertan quienes se dedican a ello, lo hacen desempeñar a sus enemigos”.
Convertir esos odios en una invitación a boicotear la actividad del sector financiero, además de evidenciar poco sentido común, muestra la proclividad del autor al delito del pánico económico. Es evidente que al pretendido “empleado bancario” no lo guía un “sentido profundo de patria” sino sus viscerales animadversiones. ¿Se trata acaso de uno de los promotores de las pirámides?
Un desocupado, que se escuda tras el anonimato como “empleado bancario, miembro de la junta directiva de un banco colombiano”, está propalando en internet un libelo en el que anuncia el Apocalipsis en Colombia, por cuenta del sector financiero.
En su opinión, el mundo va hacia una crisis económica sin precedentes; por eso los banqueros decidieron establecer un “corralito” al estilo argentino, para proteger sus millones y evitar que los ahorradores puedan retirar los ahorros. Además, asegura que, bajo su presión, el gobierno ha tomando diversas medidas entre las que se cuentan las sanciones a prestamistas y compraventas y la quiebra de “mecanismos alternativos de ahorro como las cooperativas y las pirámides”. Con esos argumentos, invita al retiro masivo de los depósitos de las entidades financieras e incita al no pago de las deudas.
Cierto es que la economía mundial está atravesando una fase de recesión, pero los economistas no acaban de ponerse de acuerdo sobre su magnitud; mientras que algunos la califican como la más grave desde la Gran Depresión, otros consideran que no será tan profunda ni tan prolongada.
En el caso de Colombia, todas las proyecciones apuntan a una desaceleración de la economía, pero ningún analista está pronosticando una crisis. Este sólo hecho desvirtúa totalmente la sarta de barbaridades del presunto “empleado bancario”.
Queda en evidencia que el autor no tiene ni idea de cómo funcionan los bancos. Si lo supiera, sabría que su invitación puede desatar una crisis de confianza y entendería que sus afirmaciones carecen de asidero en la realidad.
Los bancos no son como las panaderías, en las que el dueño resuelve si abre o no. El sistema financiero tiene unas concesiones que le da el Estado –como la exclusividad en el manejo del ahorro de la sociedad–, pero también tiene obligaciones. Por ejemplo, contar con un capital mínimo; manejar prudentemente los recursos de los ahorradores; medir los riesgos que asume; hacer provisiones para proteger el ahorro frente a potenciales pérdidas de cartera o inversiones; revelar información; y, por supuesto, contar con la liquidez necesaria para entregar los recursos a los depositantes cuando ellos los soliciten.
Sería cosa de locos que todos los banqueros resolvieran cerrar los bancos de la noche a la mañana, en un escenario en el que sus niveles de solvencia están por encima de los estándares internacionales, la calidad de la cartera es buena –a pesar del leve deterioro reciente–, tienen provisiones altas, y las utilidades registran un sólido crecimiento. Hacerlo sería un suicidio, pues no sólo llevaría la banca a la quiebra sino que inmediatamente quedaría paralizada toda la economía.
La historia muestra que los banqueros que cierran un banco lo hacen porque están quebrados y entonces tienen que responder por sus actos, incluso con su patrimonio.
También muestra la historia que la actividad del banquero no siempre es del agrado de todos. Según Jacques Attali, a finales de la edad media la banca era una de las pocas actividades permitidas a los judíos; y no por sus habilidades innatas, sino por “…la presión de los otros a los que les es necesario este oficio, pero que, sabiendo el odio que despiertan quienes se dedican a ello, lo hacen desempeñar a sus enemigos”.
Convertir esos odios en una invitación a boicotear la actividad del sector financiero, además de evidenciar poco sentido común, muestra la proclividad del autor al delito del pánico económico. Es evidente que al pretendido “empleado bancario” no lo guía un “sentido profundo de patria” sino sus viscerales animadversiones. ¿Se trata acaso de uno de los promotores de las pirámides?
Fábrica de empresarios
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
11:07
Publicado en la revista MisiónPyme de febrero de 2009
¿Pueden “fabricarse” los empresarios? Sin duda, la respuesta predominante en el país sería que “los empresarios nacen, no se hacen”. Y la evidencia tendería a darles la razón, pues muchas de las empresas más destacadas del país fueron iniciadas por empresarios empíricos.
Aun cuando esa apreciación está muy arraigada en nuestra cultura, estos empresarios –a los que denominaremos “silvestres” y que se caracterizan por sus dotes innatas para los negocios–, no son la única clase que existe.
Además de ellos están los del “rebusque” y los formados o “fabricados”. Los primeros terminan como empresarios por la fuerza de las circunstancias: pérdida del empleo y dificultades para contratarse en su área de especialización, por ejemplo. Los segundos son producto de los sistemas de educación que han virado hacia la formación de emprendedores, en lugar de la tradicional capacitación para ser empleados.
La taxonomía no tendría importancia si no fuera porque la creación de empresas es fundamental para el desarrollo de las economías, por su contribución al incremento del PIB y el empleo. Por esta razón, los países fomentan el emprendimiento.
Aun cuando Colombia tiene la tercera tasa de creación de empresas en el mundo, según los estudios “Global Entrepreneurship Monitor”, también tiene la segunda tasa más alta de cierre de empresas. Ese resultado obedece a múltiples razones, pero en parte se explica por el predominio de los empresarios del rebusque.
Las economías desarrolladas percibieron la importancia de fomentar la clase de los empresarios “fabricados” y enfilaron baterías a tal fin. En la Unión Europea lanzaron en el 2000 la “Carta europea de la pequeña empresa”, en la que enfatizan la importancia de la enseñanza de temas empresariales desde la educación primaria:
“Europa educará el espíritu empresarial y las nuevas habilidades desde una edad temprana. Debe transmitirse en todos los niveles escolares un conocimiento general sobre la actividad y el espíritu empresariales. Deben crearse módulos específicos sobre temas empresariales, que constituyan un elemento fundamental de los programas educativos de la enseñanza secundaria y superior”.
Ese objetivo no se quedó en el papel. Lo están implementando en todos los países y le hacen seguimiento permanente, además de complementarlo con otros programas de emprendimiento.
En el caso de Colombia, la “fabricación” de empresarios viene ganando terreno por iniciativa de las instituciones de educación superior y como resultado de la Cátedra de Creación de Empresas (Ceinfi) del Mincomercio. Pero con la “Ley de fomento a la cultura de emprendimiento” (1416 de 2006), se hace obligatoria y se extiende a todos los niveles de educación.
Estamos en el camino. Cuando se reglamente la ley y se diseñen los contenidos de las materias de cada nivel, podremos empezar a adoptar el lema de la asociación de jóvenes emprendedores de Europa: “Los empresarios se hacen, no nacen”.
¿Pueden “fabricarse” los empresarios? Sin duda, la respuesta predominante en el país sería que “los empresarios nacen, no se hacen”. Y la evidencia tendería a darles la razón, pues muchas de las empresas más destacadas del país fueron iniciadas por empresarios empíricos.
Aun cuando esa apreciación está muy arraigada en nuestra cultura, estos empresarios –a los que denominaremos “silvestres” y que se caracterizan por sus dotes innatas para los negocios–, no son la única clase que existe.
Además de ellos están los del “rebusque” y los formados o “fabricados”. Los primeros terminan como empresarios por la fuerza de las circunstancias: pérdida del empleo y dificultades para contratarse en su área de especialización, por ejemplo. Los segundos son producto de los sistemas de educación que han virado hacia la formación de emprendedores, en lugar de la tradicional capacitación para ser empleados.
La taxonomía no tendría importancia si no fuera porque la creación de empresas es fundamental para el desarrollo de las economías, por su contribución al incremento del PIB y el empleo. Por esta razón, los países fomentan el emprendimiento.
Aun cuando Colombia tiene la tercera tasa de creación de empresas en el mundo, según los estudios “Global Entrepreneurship Monitor”, también tiene la segunda tasa más alta de cierre de empresas. Ese resultado obedece a múltiples razones, pero en parte se explica por el predominio de los empresarios del rebusque.
Las economías desarrolladas percibieron la importancia de fomentar la clase de los empresarios “fabricados” y enfilaron baterías a tal fin. En la Unión Europea lanzaron en el 2000 la “Carta europea de la pequeña empresa”, en la que enfatizan la importancia de la enseñanza de temas empresariales desde la educación primaria:
“Europa educará el espíritu empresarial y las nuevas habilidades desde una edad temprana. Debe transmitirse en todos los niveles escolares un conocimiento general sobre la actividad y el espíritu empresariales. Deben crearse módulos específicos sobre temas empresariales, que constituyan un elemento fundamental de los programas educativos de la enseñanza secundaria y superior”.
Ese objetivo no se quedó en el papel. Lo están implementando en todos los países y le hacen seguimiento permanente, además de complementarlo con otros programas de emprendimiento.
En el caso de Colombia, la “fabricación” de empresarios viene ganando terreno por iniciativa de las instituciones de educación superior y como resultado de la Cátedra de Creación de Empresas (Ceinfi) del Mincomercio. Pero con la “Ley de fomento a la cultura de emprendimiento” (1416 de 2006), se hace obligatoria y se extiende a todos los niveles de educación.
Estamos en el camino. Cuando se reglamente la ley y se diseñen los contenidos de las materias de cada nivel, podremos empezar a adoptar el lema de la asociación de jóvenes emprendedores de Europa: “Los empresarios se hacen, no nacen”.
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