Publicado en el diario La República el 25 de mayo de 2012
Es muy particular que siempre salga a relucir el caso de México para insinuar las presuntas tragedias que ocasionan los tratados de libre comercio (TLC) en el agro.
Veamos algunos casos. Un excandidato a la alcaldía de Bogotá afirma que “en el transcurso de los [primeros] doce años [del NAFTA] la importación de maíz originario de Estados Unidos sumó 58 millones 635 mil toneladas…” y que “las siembras de maíz en México decayeron de 9,5 millones de hectáreas… a 8,5 millones”. Pero no informa cómo han evolucionado la producción y el consumo en ese periodo.
Varios críticos hacen eco de un estudio de la UNAM, según el cual entre 2006 y 2011 el 72% de los campesinos mexicanos quebró como consecuencia del NAFTA. Pese a que solo se conoce un comunicado de prensa, es evidente que el informe ignora los impactos de la crisis mundial y la abrupta caída de las remesas de los migrantes.
Otro crítico afirmó que en México se quebraron 148 mil ganaderos por el NAFTA, con lo que apenas quedan unos 32 mil. La fuente de la información no se conoce.
Las cifras de los censos agropecuarios de México son contundentes frente a esos argumentos. En un artículo del profesor mexicano Héctor Robles (“Una visión de largo plazo: Comparativo resultados del VII y VIII Censo Agrícola Ganadero 1991-2007”) se resaltan aspectos como los siguientes:
Primero, el minifundio creció, por lo que no ocurrió la trágica desaparición de los pequeños productores como algunos pregonan que ocurrió en México y se repetirá en Colombia; el número de unidades productivas de menos de cinco hectáreas se incrementó en 27.1% entre 1990 y 2007.
Segundo, las tierras ejidales crecieron en área en 23.4% en el mismo periodo y, evidentemente, no se privatizaron.
Tercero, el área cosechada de maíz se redujo en 376 mil hectáreas (4.9%), pero la producción se duplicó entre 1990 y 2007, por el notable incremento en los rendimientos. Por lo tanto, es falso que las importaciones estén acabando el cultivo.
Cuarto, en la ganadería bovina, el número de cabezas se redujo en 2.3%. No obstante, los informes de la Confederación de Ganaderos muestran una tendencia creciente de la producción de carne y leche. Como señala el gremio, “el incremento de la producción proviene más de mejoras en la productividad que del incremento en el número de animales”.
El censo muestra que el hato ganadero está distribuido en 1.129.217 unidades de producción, lo que da un promedio de 20.6 cabezas por unidad. Si el número de ganaderos se redujo, implicaría que cada uno aumentó su hato de un promedio de 157 a 727 cabezas.
Ni las cifras de crecimiento de la producción, ni el número de unidades de producción, ni las publicaciones gremiales dan la idea de un desastre en el cual el número de ganaderos se hubiera reducido en un 82%.
Para cerrar, otra cifra. Una fuente bien informada publicó que en Estados Unidos hay 9 millones de vacas en ordeño con una producción de 88 mil millones de litros de leche por año, mientras que en el país se ordeñan 7.4 millones y producen 6 mil millones. La conclusión que deriva de ahí, es sorprendente: ¡Estados Unidos produce 14 veces más que Colombia! Otra versión de Robledo enfrentado a un edificio de 54 pisos.
Muy interesante, pero lo más relevante de esos datos es que una vaca estadounidense produce en promedio 9.778 litros anuales… ¡y una colombiana 811!
Retornando a México, su producción de leche es de 11 mil millones de litros por año, con 2.4 millones de vacas lecheras (FAO y OECD). Por lo tanto, con un tercio de las vacas que tiene Colombia, produce casi el doble, porque su productividad es seis veces mayor a la nuestra.
Obvia la conclusión. ¡Escudriñar más las cifras, divulgar las fuentes y, por encima de todo, crecer la productividad!
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