Publicado en el diario La República el 27 de abril de 2012
Así califica el Alcalde Mayor de Bogotá a la economía bogotana, porque es “casi autárquica”; la producción se orienta a su mercado interno, poco al mercado nacional y nada a exportación, salvo las flores que no produce. Lamenta el infortunio de estar lejos del mar y de ríos navegables, pues los onerosos costos de transporte por carretera y la deficiente estructura vial le quitan cualquier competitividad a la ciudad.
Concluye que el TLC con Estados Unidos exige a Bogotá un salto a una economía vinculada al mercado internacional; pero el Plan Nacional de Desarrollo no incluyó obras de infraestructura como la vía férrea hasta Puerto Salgar para conectarse con el río Magdalena y el mundo.
En realidad, la calificación de andino–tibetana podría aplicarse en general a la economía colombiana y no sólo a la bogotana. Y no por el hecho de estar lejos del mar y de los ríos navegables.
La organización geográfica de la producción colombiana es herencia del modelo de crecimiento hacia adentro, implementada en el país desde la década del cincuenta y hasta bien entrada la del ochenta. Se postulaba que el mercado interno era la base para el desarrollo del país y que, por lo tanto, la producción se debía ubicar cerca de los grandes centros de consumo.
Pero el cambio a un modelo de economía abierta conlleva una nueva organización de la geografía económica. Ahora lo deseable es que la producción exportable se ubique cerca a las fronteras para reducir los costos de transporte hasta los puertos.
La apertura económica de comienzos de los noventa no tuvo esos efectos, porque los rentistas del proteccionismo se las arreglaron para “diseñar” mecanismos sustitutos de protección. Por eso, en el índice de prevalencia de barreras al comercio del World Competitiveness Report Colombia aparece clasificado 110 entre 149 economías.
Veamos lo que dicen los datos sin minería, para quitar la distorsión en las comparaciones: Bogotá exporta en productos no minero–energéticos el 3.8% del PIB no minero, lo que indica que en efecto es una “economía cerrada”; pero departamentos como Valle (6.9%), Antioquia (7.5%) y Atlántico (8.8%), también lo son en términos relativos. Los departamentos con mayor coeficiente de apertura son Caldas (13.8%), Risaralda (13.2%) y Cundinamarca (10.9%), todos ellos lejos del mar.
Las exportaciones no minero–energéticas per cápita de Bogotá en 2010 fueron de US$382, que es una cifra baja, pero similar a la de Antioquia (US$468), Atlántico (US$451) y Valle (US$440).
Sin embargo, Bogotá es la segunda región con menor concentración de las exportaciones (después de Atlántico) y la de mayor número de productos exportados. Mientras que en 2011 exportó 916 productos diferentes, Antioquia exportó 805, Cundinamarca 630 y Valle 626.
Los dos primeros indicadores comprueban que el país es relativamente cerrado, mientras que el de concentración y el de productos exportados indican que Bogotá tiene una posición mucho mejor que la del resto del país en materia de inserción internacional.
En el nuevo contexto de TLCs, es apenas lógico que algunas actividades se muevan a las costas para ganar competitividad, pero otras se quedarán y unas nuevas se desarrollarán. Además, no se puede perder de vista el gran potencial de Bogotá en la exportación servicios: es el primer destino turístico de Colombia y tiene oferta creciente en BPO, TICs y servicios empresariales (arquitectura e ingeniería, en especial).
Contrario a lo que piensa el Alcalde, es grande el potencial que tiene la ciudad para aprovechar los TLCs. Pero si el punto de partida es que Bogotá no exporta nada y que el gobierno nacional no le da las obras de infraestructura que necesita para conectarse al mundo, las perspectivas no son nada halagüeñas.
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