Publicado en Portafolio el 23 de julio de 2013
Por increíble que parezca, numerosas personas con formación profesional, incluidos algunos analistas económicos, se comieron el cuento de que la concentración de las exportaciones colombianas en los productos mineros es una manifestación más de la desindustrialización del país. Creen que ya no tenemos para exportar sino petróleo y carbón, lo que les demuestra que la industria se está acabando.
Vaya y venga que un ciudadano del común concluya eso cuando le dicen que las exportaciones mineras eran el 46% de las exportaciones totales de Colombia en el 2000 y que en el 2012 fueron el 73%; y que, además, las industriales bajaron su participación del 30% al 16%. Pero no es tan razonable que personas con educación superior y algo de lógica traguen entero.
Lamentablemente esa visión errada ha hecho carrera y al que miran como ‘bicho raro’ es al que disiente de esa forma de ver las cosas. A riesgo de entrar en ese colectivo, trataremos de mostrar otra cara de la moneda.
Partamos de un ejemplo hipotético. La empresa Compu-Orange produce dos productos: naranjas y computadores. Inicialmente el 80% de sus ventas se concentra en el segundo producto. Pero las naranjas se ponen de moda intempestivamente, porque así son las modas. Como esa producción no responde automáticamente a los cambios en la demanda, el precio de las naranjas comienza a subir. Y sube hasta tal punto que las naranjas representan ahora el 70% de las ventas de la empresa, aun cuando el volumen de producción de los computadores no cambió.
¿Podemos concluir que la empresa está abandonando la actividad de los computadores y se está ‘primarizando’? La respuesta es claramente negativa. Hay un fenómeno particular de precios que modificó la composición de las ventas, y nada más.
Veamos ahora el caso de Colombia, comparando los años 2000 y 2012, pero teniendo en cuenta que, a diferencia de Compu-Orange, las cantidades también cambian.
Entre esos dos años las exportaciones mineras crecieron en volumen dos veces, mientras que los precios implícitos crecieron 3.6 veces. Así, la diferencia entre las exportaciones de 2000 y las de 2012 se explica en un 28% por aumento en el volumen y en 72% por aumento en los precios.
En ese mismo periodo, las exportaciones industriales (sin agroindustria, porque recogen el impacto de los precios internacionales de los productos básicos) crecieron el volumen 1.7 veces y el precio implícito 1.4 veces. En este caso, los precios explican el 28% del aumento entre los dos años, y el volumen el 72% (lo contrario de lo observado con la minería).
Cabe preguntarse qué hubiera pasado con la composición de las exportaciones si los precios de los mineros se hubieran mantenido constantes en los niveles de 2000; en este caso su participación en las exportaciones totales sería del 43% en 2012, es decir, tres puntos menos. Si mantenemos las industriales con el comportamiento observado, representarían actualmente el 34% del total, es decir, habrían ganado cuatro puntos.
Por lo tanto, no hay tal cuento de la ‘reprimarización’ de la economía o que la composición de las exportaciones es una demostración de la presunta desindustrialización. Los defensores de esas exóticas ideas deberían explicar por qué se mantiene la tendencia ascendente en el volumen exportado si, según ellos, la producción industrial se está deteriorando.
Para la economía colombiana podría plantearse un dilema, por absurdo que parezca: ¿Debería Colombia dejar de exportar petróleo, carbón y los demás mineros, para no ser calificados por los analistas nacionales y extranjeros de ‘primario dependientes’? ¿O aprovechar el auge sin descuidar la producción y las exportaciones de los demás transables?
Desde luego, nadie desconoce los riesgos que implica un auge minero-energético para el resto de la producción transable de la economía. El gobierno los reconoce y por eso adoptó medidas estructurales, como el ahorro de parte de las regalías y la regla fiscal, o coyunturales, como la reducción del endeudamiento externo.
Y con el propósito de preservar y fortalecer la tendencia de las exportaciones industriales, el gobierno fijó una meta de triplicar al 2021 las exportaciones diferentes de las minero-energéticas. Para lograrla, la política industrial, cuya existencia algunos se niegan a aceptar, tiene enfiladas sus baterías a la producción de valor agregado.
Aquellos que critican el alto peso de las minero-energéticas en el total exportado son los mismos que ahora critican al gobierno porque las exportaciones están cayendo; pero no reconocen que la caída de petróleo y las mineras, en valores y en volumen, explican tal resultado, mientras que las industriales siguen creciendo. Ese empecinamiento, deja poco margen para pensar que aceptarán los argumentos aquí presentados… Pero, ahí están.
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