¿Necesitamos un Bukele?

viernes, 26 de mayo de 2023

 

Publicado en Portafolio el viernes 26 de mayo de 2023.

Al 55% de los colombianos le gustaría que el país tuviera un presidente como Nayib Bukele, según la encuesta Opinómetro de mayo.

La pregunta es ¿por qué la mayoría de los colombianos estaría dispuesto a tener un presidente con tendencias autocráticas, para emular en el país el inclemente trato del gobernante salvadoreño a la delincuencia? Una hipótesis es que el sorprendente respaldo surge de los elevados niveles de impunidad, la falta de severidad en los castigos a muchos delitos y la posibilidad que se discute de eliminar delitos menores de los códigos con el fin de reducir la congestión de las cárceles y los juzgados.

Mi preocupación viene al caso por una experiencia personal. Hace un par de meses fui víctima de un robo. Dos tipos en un carro se identificaron como policías; me pidieron documentos y luego procedieron a robarme. No pensé en poner un denuncio, porque percibí muy remota la probabilidad de una captura y que, si ella ocurriera, esos delincuentes estarían en las calles en pocos días.

Recientemente tuve conocimiento de un caso similar, en el que la víctima sí denunció, pero la Fiscalía archivó el caso por tratarse de un “hurto bagatelar”. Lo sorprendente son los argumentos (cito parcialmente por limitación de espacio): “…observamos que con la denuncia, se tiene que el daño sufrido por la denunciante, no es más que una leve lesión en el cuerpo de la víctima, mientras que para el agresor, en el evento de una sanción, generaría una carga muy alta, teniendo en cuenta la pena impuesta para el delito, lo que podría violentar el principio de proporcionalidad…”. ¡Pobrecitos delincuentes!

En algún momento en que dudé en poner la denuncia, ilusamente pensé que la suplantación de la autoridad era un delito por el que seguramente sí podrían perseguir y castigar. Pero los argumentos para archivar el caso ni lo mencionan. Esto es algo que los malhechores conocen al dedillo y por eso actúan con tanta tranquilidad ante una población desprotegida y temerosa.

¿Qué cabe esperar? Que cada día se extiendan más estos delitos por la alta probabilidad de que la justicia no actúe. Pero esos problemas “bagatelares” que no preocupan a jueces y policías, hoy generan los grandes problemas de mañana. Lo ilustran los colados del transporte masivo y la nefasta historia de las autodefensas; por el mismo camino pueden seguir la primera línea y las guardias campesinas, indígenas y cimarronas.

Para afrontar la congestión de cárceles y juzgados, antes que una autocracia a la Bukele, ¿no se deberían intensificar acciones orientadas a la educación vocacional, las políticas de empleo formal, campañas educativas y garantía de una presencia efectiva del Estado?

La inflación y el FMI

viernes, 21 de abril de 2023

 

Publicado en Portafolio el 21 de abril de 2023

La evolución de la inflación en Colombia desde mediados del 2021 tiene tres características comunes con el resto del mundo: las más altas variaciones en décadas, las dificultades para reducirla a los niveles prepandemia a pesar de las elevadas tasas de interés, y la confluencia de choques de oferta y de demanda.

Los informes del FMI de la reciente revisión de políticas de Colombia resaltan dos importantes aspectos de la inflación en el país. El primero es que su aceleración empezó más tarde que en Brasil, Chile, México y Perú. Esto implica que la crítica a la Junta Directiva del Banco de la República por no reaccionar oportunamente carece de sentido; es difícil tratar un cáncer antes de detectarlo.

El segundo es un ejercicio que calcula el impacto de los diversos choques. Los resultados muestran que en el cuarto trimestre de 2021 el 41,2% de la inflación total fue ocasionado por choques externos, asociados con el petróleo, los alimentos y los costos de los fletes marítimos; en promedio, en 2022 el componente externo aportó alrededor del 32% de la total y el 27% de la básica.

Sin embargo, los choques domésticos aportaron más que los externos. En promedio, explican el 36% de la inflación total y el 35% de la básica del 2022. Por la magnitud de su aporte, el FMI divide los domésticos en choques de demanda, de tasa de cambio y de oferta; en ellos se incluyen los eventos climáticos, los efectos duraderos de las protestas sociales, los mecanismos de indexación y la depreciación.

En ese contexto se entiende por qué ha resultado tan difícil “quebrarle el espinazo” a la inflación. El peso relativo de los choques externos es alto y ellos no se pueden doblegar con la política monetaria o con las políticas del gobierno. Cuando hay un choque interno de oferta, por ejemplo cosechas que se dañan por inundaciones, el gobierno puede mitigar el impacto mediante importaciones de alimentos; pero sus decisiones son estériles cuando los precios internacionales suben por la invasión rusa a Ucrania.

Por fortuna, los precios internacionales están disminuyendo desde mediados del 2022 y la demanda se está debilitando por las altas tasas de interés. Si no ocurre algo extraordinario con el conflicto ruso-ucraniano o con choques internos, pronto veremos el punto de inflexión de la inflación en Colombia; no obstante, todos los analistas prevén que el retorno al rango meta entre 2,0% y 4,0% será lento.

En síntesis, Colombia enfrenta uno de los más complejos episodios de inflación en la historia económica del país y lamentablemente los costos de controlarla pueden ser altos en términos de crecimiento y empleo.

Soberanos, reguladores y quiebras

jueves, 23 de marzo de 2023

 

Publicado en Portafolio el 23 de marzo de 2023.

Los bonos del Tesoro de EE.UU. y los reguladores explican en parte la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) y otros bancos de ese país. Puede parecer exótico, pero así es.

Entre las causas de la crisis financiera de 2008-2009 están las inversiones riesgosas, como las titularizaciones de hipotecas subprime. Entonces los reguladores decidieron que las entidades financieras debían gerenciar mejor el riesgo de sus portafolios y dar mayor peso a los títulos seguros. Y, claro, los más seguros son los bonos del Tesoro.

Pero tres circunstancias llevaron a una acumulación tal vez excesiva.

Primera, la política monetaria expansiva, con tasas de intervención cero o negativas, incrementó la demanda de los Tesoros y de bonos hipotecarios garantizados por el gobierno, ambos a tasas fijas y largo plazo.

Segunda, la pandemia generó excesos de ahorro que crecieron simultáneamente los depósitos de los bancos y la tenencia de los títulos mencionados, por la baja demanda de crédito.

Tercera, como el mundo se “acostumbró” a las bajas tasas de interés y nadie esperaba sobresaltos, la mayor parte de los portafolios se clasificó en “disponibles para la venta” (DPV); la valoración periódica de los portafolios a precios de mercado no implicaba mayor problema.

Ese escenario cambió radicalmente desde mediados de 2021. La dispar velocidad de ajuste de la demanda y la oferta en la postpandemia y luego la invasión rusa de Ucrania dispararon la inflación global a los niveles más altos de las últimas décadas. Los bancos centrales reaccionaron aumentando las tasas de intervención de forma acelerada.

Como consecuencia, cayó el precio de los bonos y surgieron pérdidas contables tanto en el segmento de títulos DPV, como en los mantenidos hasta el vencimiento (MHV). Numerosos inversionistas optaron por reconocer las pérdidas y reclasificar los portafolios dando un mayor peso a los MHV.

El director del seguro de depósito de EE.UU. (FDIC) afirmó en un discurso el 6 de marzo de 2023 que las pérdidas no realizadas del sector financiero fueron de US$620.000 millones a finales de 2022. Las pérdidas no realizadas del SVB se dispararon de cero en junio de 2021 a US$15,9 mil millones en septiembre de 2022.

El “pecado” del SVB fue tener en el activo un portafolio mayor que la cartera de créditos y tenerlo concentrado en títulos públicos a tasa fija y largo plazo, sumado a un pasivo en el que alrededor del 97% de los depósitos no tenía seguro gubernamental. Aun cuando pueden existir errores en la gerencia de riesgos, el problema de fondo es que los bonos de bajo riesgo volvieron insolvente al SVB. ¿Qué pensarán ahora quienes trazan las líneas globales de la regulación financiera?

Hidrocarburos y antípodas

jueves, 16 de febrero de 2023

 

Publicado en Portafolio el 16 de febrero de 2023

La ministra de Minas y Energía, en el Foro de Davos, ratificó al mundo que en Colombia, “…no vamos a conceder nuevos proyectos de exploración de gas y de petróleo”. Cinco días después el gobierno noruego anunció la oferta de 92 nuevos bloques para la exploración de petróleo y gas; con esta decisión aumentan las licencias para buscar hidrocarburos en el Mar de Noruega y el Mar de Barents.

Terje Aasland, ministro de Petróleo y Energía de Noruega, afirmó: “Necesitamos constantemente nuevos descubrimientos para desarrollar aún más la plataforma continental noruega… La actividad de exploración adicional y los nuevos descubrimientos son importantes para mantener la producción de petróleo y gas a lo largo del tiempo, tanto para Noruega como para Europa”.

Unas posiciones tan opuestas plantean varios interrogantes. Uno es quiénes son Colombia y Noruega en el mundo de los hidrocarburos. En 2021 sus producciones de petróleo fueron de 738.000 y 2.024.800 barriles/día, aportando el 0.8% y el 2,3% del total mundial, respectivamente; Colombia ocupó el puesto 22 y Noruega el 11. En gas las diferencias son más grandes, pues Noruega es el noveno país en producción en el mundo (2,8% del total) y Colombia el 40 (0,3%).

En 2021 Noruega exportó 1,6 millones de barriles/día de petróleo (puesto 8) y Colombia 442 mil (puesto 22). En gas, Noruega fue el tercer exportador del mundo y Colombia no exportó. Por último, cabe destacar que la suma de petróleo y gas representó el 28,7% de las exportaciones totales de Colombia en 2020, mientras que en Noruega fue el 44,3%.

Otro interrogante es cómo la producción y exportación de estos productos afecta la economía. Es conocido que en Colombia tiene un impacto notable en las finanzas públicas del gobierno central y en las regalías que van a las regiones. En Noruega solo un 4% de los ingresos obtenidos de estos hidrocarburos entra al presupuesto gubernamental anual. El resto se ahorra en el Government Pension Fund Global, que es el fondo de inversiones más grande del mundo; su valor en 2022 se estima en US$1.200 billones, esto es, casi tres veces el PIB de Colombia.

Cabe ahora preguntarse cuál país aporta más emisiones de CO2. En 2021 Colombia aportó el 0,25% y Noruega el 0,11%; pero en este último fue el 0,19% en 1970 y desde entonces registra una clara tendencia descendente, mientras que en el caso colombiano viene aumentando.

Balance noruego: triple producción y exportaciones de hidrocarburos, mayor peso en las exportaciones, escaso impacto en las finanzas públicas, extraordinario ahorro y baja contaminación; aun así consideran estratégico promover la exploración de petróleo y gas. ¿Y Colombia? ¡Difícil entender su decisión!

Pesimismo y pájaros azules

jueves, 19 de enero de 2023

 

Publicado el Portafolio el jueves 19 de enero de 2023

Comienza el 2023 con una avalancha de proyecciones económicas en las que predominan el pesimismo y la creciente incertidumbre. No es para menos, con la confluencia de crisis que cada vez más analistas engloban en el concepto de “policrisis”: recesión global; prolongación del conflicto Rusia-Ucrania; altos niveles de inflación, aun cuando en lento descenso; problemas por fenómenos climáticos extremos; riesgos de crisis de deuda; posibles hambrunas en países pobres; y permanencia de la pandemia con potenciales mutaciones y nuevos picos de contagio, para mencionar los riesgos más sobresalientes.

Cierto es que hay aspectos objetivos que subyacen a muchos de estos riesgos, pero también lo es que la generalización de un pesimismo extremo puede alimentar profecías autorrealizadas. De ahí la importancia de esforzarse por detectar variables que puedan tener una evolución diferente o, por qué no, de pensar en la aparición de un “pájaro azul”.

El inversor y gestor de fondos Ruchir Sharma lo define como “un evento raro e imprevisible que trae alegría… El próximo pájaro azul podría ser una paz sorpresa en Ucrania, que reduzca instantáneamente los costos de energía y alimentos” (“Ruchir Sharma’s investor guide to 2023. From peak dollar to better TV”; Financial Times, 6 ene 2023). Es como la antípoda del cisne negro: así como pueden sobrevenir hechos catastróficos no previstos, pueden ocurrir hechos extraordinarios con impactos positivos.

Hay muy poco escrito sobre pájaros azules y quizás no se manifiesten de forma tan dramática como los cisnes negros. En Colombia, por ejemplo, el consenso de los analistas proyectaba un crecimiento del PIB del 4,2% para 2022 y el observado estuvo alrededor del 8,0% (22% nominal). Es posible que el inmanente pesimismo que se refleja desde hace rato en las encuestas no permita valorar ese notable repunte que, en el mejor de los casos, se ha bautizado como una “sorpresa positiva”.

De igual forma, tampoco se ha apreciado el resultado fiscal, con un déficit del 5,5% del PIB en 2022, cuando el Plan Financiero lo proyectaba en 6,2%; además, se tornó alcanzable la proyección del 3,8% para 2023. Hace un año pocos creían posibles estos balances. Pero ellos, sumados a los altos ingresos esperados de las dos últimas reformas tributarias y a la terminación del ingreso solidario, crean un margen de maniobra que permitirá al gobierno implementar políticas para mitigar los efectos de una recesión global y de la política antiinflacionaria.

Mientras se manifiesta otro pájaro azul, las ganancias de las “sorpresas positivas” se deben invertir en temas prioritarios como la producción de alimentos y la vinculación efectiva al nearshoring. Pero en la asignación de recursos deben primar los criterios técnicos y no afanes populistas.

Permacrisis y policrisis

viernes, 16 de diciembre de 2022

 

Publicado en Portafolio el 16 de diciembre de 2022

Palabras como “postverdad” y “fake news” adquirieron mayor protagonismo desde que fueron escogidas como la “palabra del año”, por Oxford University Press en 2016 y Collins English Dictionary en 2017, respectivamente.

El Collins English Dictionary acaba de seleccionar “permacrisis” como palabra del año 2022. El diccionario la define como “un período prolongado de inestabilidad e inseguridad, especialmente como resultado de una serie de eventos catastróficos”. Alex Beecroft, director de Collins Learning, declaró a la BBC que permacrisis "resume lo verdaderamente horrible que ha sido 2022 para tanta gente".

Permacrisis hace referencia a un estado de cosas que da la sensación de una crisis permanente. No acaba el mundo de salir de una situación compleja para embarcarse en otra; no hemos superado la pandemia cuando surge un problema inflacionario de dimensión global; y sin controlar ese problema, aparece la invasión de Rusia a Ucrania, con profundas repercusiones en la economía mundial.

Como lo ha hecho notar Neil Turnbull, el concepto de permacrisis es similar al de policrisis (“Permacrisis. What it means and why it’s word of the year for 2022”. The Conversation, November 11, 2022), que es usado para describir la simultaneidad de varias crisis, con la característica de que ellas se retroalimentan y el efecto final es mayor que la simple suma de las partes; este es un aspecto que resalta el historiador inglés Adam Tooze.

El concepto de policrisis no es nuevo. Se atribuye al filósofo y sociólogo francés Edgar Morin en 1993 y se recuerda el uso de Jean-Claude Juncker en 2016, siendo presidente de la Comisión Europea, para calificar la situación mundial hacia 2014-2015 (Hernán Avendaño “Policrisis” en próxima Revista Fasecolda).

Independientemente de cuál sea la palabra que termine predominando, se debe enfatizar la característica resaltada por Tooze, pues la simultaneidad de crisis será el marco de referencia en el que tienen que tomar decisiones las autoridades económicas.

Pensemos en la inflación. Es famosa la sentencia de Milton Friedman de que "la inflación es siempre un fenómeno monetario"; de ahí que en su control predomina el uso de la política monetaria restrictiva. Pero en un escenario como el actual en el que la crisis inflacionaria es alimentada por la crisis de Ucrania, al impactar la oferta de alimentos; por la crisis de la pandemia, debido a las interrupciones que ocasiona la política china de Cero Covid en las cadenas de suministro; y por la crisis climática y sus efectos en las cosechas, surge un reto monumental para los bancos centrales.

Conclusión: permacrisis o policrisis son términos que seguirán trasnochando a los hacedores de políticas públicas por un buen tiempo; y, de contera, a toda la población.

La destrucción del agro

jueves, 24 de noviembre de 2022

 

Publicado en Portafolio el 24 de noviembre de 2022

En el lanzamiento del Informe Nacional de Competitividad, el director del DNP afirmó: “Vimos pasar las importaciones de alimentos básicos de un millón de toneladas a 15 millones… El pésimo manejo que hicimos de la bonanza del petróleo y del carbón… nos llevó a destruir el aparato agropecuario del país…”.

Aun cuando no quedó claro si la destrucción del agro es consecuencia de las importaciones y/o de la bonanza, cabe presumir que es por lo primero, pues la bonanza también fue de precios de los productos agropecuarios. Además, culpar a las importaciones es consistente con la hipótesis de soberanía alimentaria, que suscribe el presidente Petro.

Es obvia la necesidad de profundos cambios para sacar el agro del atraso. Pero, según el Dane, este año el sector agropecuario ha generado el 5,9% del PIB; más que la construcción (4,8%), el sector financiero (4,8%), la minería (3,9%) y las comunicaciones (3,2%), y ninguno de ellos está destruido. Además, ese aporte supera al de México (3,4%), Brasil (5,2%) y Chile (3,3%), que son destacados exportadores de productos agropecuarios.

El sector agropecuario aporta el 14,7% del empleo nacional en lo corrido de este año y solo es superado por el comercio (18,1%). Esa contribución es muy superior a la observada en los países mencionados. Las importaciones del ámbito agro (OMC), fueron 13,8 millones de toneladas en 2021. Lo primero que sobresale es que ellas no son solo “alimentos básicos”; hay muchas materias primas que son utilizadas para elaborar insumos de la actividad agropecuaria; por ejemplo, tortas de soja y preparaciones para la fabricación de alimentos para animales.

Lo segundo, es que 10 productos representaron el 83,8% del volumen total; maíz, trigo y cebada fueron el 60,2%. En maíz, la producción nacional ha seguido aumentando; pero sustituir las importaciones, como lo plantea la ministra de agricultura, implica triplicar los rendimientos por hectárea para sustituir el 67% de las importaciones, que es abastecido por Estados Unidos. La alternativa es subir los precios de la carne, al usar solo maíz nacional en la producción de alimentos concentrados.

Lo tercero es que las importaciones de trigo y cebada son prácticamente el 100% del consumo nacional, porque son productos típicos de las zonas templadas y no del trópico. Se podrían sembrar en el país; pero como la productividad sería muy baja, los consumidores tendrían que pagar pan y cerveza a precios muy superiores a los actuales.

El director del DNP es un destacado académico y gran conocedor de los problemas del país. Por eso no debería contagiarse de sus colegas, que lanzan juicios sin evaluar las potenciales consecuencias negativas para el país y para el propio gobierno.

Depreciación y otros males

viernes, 21 de octubre de 2022

 

Publicado en Portafolio el 21 de octubre de 2022

La tasa de cambio es de las variables más difíciles de proyectar. Lo evidencia la última encuesta de expectativas del Banco de la República, aplicada a 40 expertos del sector financiero, entre el 6 y el 11 de octubre; aun cuando la mediana de la TRM esperada para fines de mes es de $4.600, en estos días la hemos visto alrededor de $4.800.

La depreciación reciente resulta de la confluencia de diversos factores externos e internos. Entre los primeros destacan los incrementos de la tasa de la FED que repercuten en el fortalecimiento del dólar y en la depreciación de las demás monedas. Adicionalmente, el último informe del FMI (World Economic Outlook, October 2022) destaca un elemento pasado por alto en la mayoría de los análisis: la notable mejora en los términos de intercambio de EE.UU., consecuencia de los altos precios internacionales del gas, el petróleo y otros productos básicos que este país exporta.

Entre los factores internos están los déficits fiscal y de cuenta corriente y los confusos mensajes del gobierno sobre reforma tributaria, sectores de minería e hidrocarburos, compra de tierras y posibles controles de capitales. Esta combinación repercute en una mayor percepción de riesgo de la economía colombiana, reflejada en el EMBI y la tasa de cambio.

El EMBI de Colombia, que viene aumentando con la pérdida del grado de inversión y el agresivo tono de la campaña presidencial, se aceleró entre el 8 de agosto y el 17 de octubre de 2022 con un incremento de 22,4%; supera la variación de países como Perú, Brasil, Chile, Argentina, Bolivia, Costa Rica y México y la media latinoamericana.

Las tasas de cambio de muchos países se han depreciado por las mayores tasas de la FED y sus efectos han sido mitigados parcialmente por los bancos centrales incrementando sus tasas de intervención. En un gráfico presentado por Gita Gopinath y Pierre-Olivier Gourinchas, (“How Countries Should Respond to the Strong Dollar”, October 14, 2022) se observa que el debilitamiento del peso colombiano frente al dólar es de alrededor del 10% en lo corrido del año, y que cerca del 80% se explica por la variación entre el 1 de julio y el 4 de octubre.

Esta no es una buena situación en un escenario con la economía mundial desacelerándose, con América Latina enfrentando un choque adicional proveniente del endurecimiento de los mercados financieros internacionales, y con crecientes temores de crisis de deuda soberana en algunas economías emergentes. Es imprescindible unificar los mensajes gubernamentales, no dar señales alarmistas a los mercados y postergar para mejores tiempos la creatividad o los ensayos de política económica con base en teorías inciertas.

Espiral de tasas de interés

jueves, 22 de septiembre de 2022

 

Publicado en Portafolio el jueves 22 de septiembre de 2022

La economía mundial se complicó de una forma que nadie esperaba y los hacedores de la política económica de muchos países enfrentan grandes dilemas.

En este año coinciden la crisis de la pandemia, la inflación desbordada y la guerra de Ucrania por la invasión rusa; algunos analistas suman a ellas los problemas derivados del cambio climático que se observan en diversas regiones.

Desde 2021 la inflación inició una tendencia alcista que al principio fue interpretada como un fenómeno temporal; solo hacia finales de ese año se empezó a tomar conciencia de que era un problema persistente, por lo que los bancos centrales reaccionaron tardíamente.

El problema se acentuó con la invasión a Ucrania, que ocasionó un choque de oferta de productos agropecuarios, de insumos como abonos y de energía, que indujo una mayor presión al alza de los precios de los productos básicos. Para completar, los brotes de la Covid-19 en China y su política “Cero-Covid” no han permitido la superación de los problemas de operación de las cadenas de suministro.

La respuesta a la escalada inflacionaria ha sido el tradicional aumento de las tasas de interés de política monetaria. Pero esa decisión que luce razonable cuando se mira una economía de forma aislada, en un mundo globalizado tienen unos efectos que inducen nuevos incrementos de las tasas. Como lo destaca Shang Jin Wei, profesor de la Universidad de Columbia, cuando un banco central como la FED incrementa su tasa de interés tiene un efecto de exportación de parte de la inflación a otros países, por la vía de la depreciación de las monedas; para mitigarlo, los bancos centrales de esos países se ven forzados a incrementar sus tasas de intervención en montos superiores a los requeridos (“The Risk of Competitive Interest-Rate Hikes”). El resultado es una espiral de tasas de interés que desacelera el crecimiento de las economías más de lo deseado y aumenta el riesgo de una recesión global.

Una dificultad adicional es que la política fiscal no puede mitigar los impactos de las mayores tasas de interés en el crecimiento, pues la enorme expansión del gasto público para afrontar la pandemia repercutió en aumento del déficit fiscal y del endeudamiento en muchos países. Por eso, a la vez que hay un freno a la demanda por la política monetaria, hay otro por la política de consolidación fiscal.

En este contexto deberían operar acuerdos internacionales para reducir la probabilidad de una innecesaria recesión; el problema es que el mundo está huérfano de líderes y la institucionalidad global está debilitada. Al parecer, estamos frente a un caso de “tragedia de los comunes”.

Balance negativo del comercio

jueves, 25 de agosto de 2022

 Publicado en Portafolio el 25 de agosto de 2022

Los acontecimientos de los años recientes están transformando el mundo, lo que repercutirá en cambios de la globalización. Pareciera que muchos empresarios colombianos no se han percatado de las consecuencias que esos hechos puedan tener no solo en sus empresas sino en toda la economía.

En lo corrido del presente siglo los gobiernos colombianos implementaron una política de inserción en la economía globalizada basada en el acceso preferencial para las exportaciones mediante la negociación de TLCs. Esta se complementó con políticas orientadas a mejorar la competitividad empresarial mediante acciones transversales (vías 4G, agilización de trámites como la ventanilla única de comercio exterior VUCE) o sectoriales (programa de transformación productiva). Pero, en cambio, avanzan lentamente o no lo hacen las mejoras en procedimientos, como las inspecciones únicas, o el desmonte de protecciones no arancelarias.

Sin embargo, los datos muestran resultados deplorables. El acelerado crecimiento de las exportaciones entre 2003 y 2014 se explica por los altos precios internacionales de los productos básicos, más que por un cambio estructural en la canasta exportadora, una inserción real en las cadenas globales de valor o el aprovechamiento efectivo del acceso preferencial. Por eso los choques externos que inducen caídas de esos precios, como la crisis mundial de 2008-2009 y el choque petrolero de 2014, frenan el crecimiento y crecen el déficit comercial.

Una rápida mirada al TLC con Estados Unidos lo comprueba. En lo corrido del siglo el 73% de las exportaciones colombianas fueron café, carbón, petróleo, ferroníquel, banano, flores y esmeraldas (en 2011 llegaron a 85%). Con el choque petrolero y la pandemia perdieron participación (55% en 2020), pero este año la están creciendo nuevamente (66%). Unos 25 países tienen acceso preferencial a este mercado, pero los empresarios no aprovechan ese enorme potencial por la escasa oferta colombiana de exportaciones de mayor valor agregado.

La economía mundial está migrando a una nueva organización de la producción mediante lo que se conoce como “nearshoring”, que son empresas que se localizan en países de América Latina para atender el mercado de Estados Unidos. Además, el gobierno Biden está asignando cuantiosos recursos para incentivar la fabricación de productos de alta tecnología (como los procesadores) en su territorio.

Creer que el nivel tecnológico de las empresas colombianas les va a permitir vincularse al “nearshoring” o que de la noche a la mañana pasaremos de vender productos primarios a otros de alta o media tecnología puede ser un poco iluso. Se necesita un polo a tierra y que sector privado y gobierno tomen las decisiones efectivas para que ello sea posible en el mediano plazo. En caso contrario, no olvidar que “camarón que se duerme…”.