Publicado el Portafolio el jueves 19 de enero de 2023
Comienza el 2023 con una avalancha de proyecciones económicas en las que predominan el pesimismo y la creciente incertidumbre. No es para menos, con la confluencia de crisis que cada vez más analistas engloban en el concepto de “policrisis”: recesión global; prolongación del conflicto Rusia-Ucrania; altos niveles de inflación, aun cuando en lento descenso; problemas por fenómenos climáticos extremos; riesgos de crisis de deuda; posibles hambrunas en países pobres; y permanencia de la pandemia con potenciales mutaciones y nuevos picos de contagio, para mencionar los riesgos más sobresalientes.
Cierto es que hay aspectos objetivos que subyacen a muchos de estos riesgos, pero también lo es que la generalización de un pesimismo extremo puede alimentar profecías autorrealizadas. De ahí la importancia de esforzarse por detectar variables que puedan tener una evolución diferente o, por qué no, de pensar en la aparición de un “pájaro azul”.
El inversor y gestor de fondos Ruchir Sharma lo define como “un evento raro e imprevisible que trae alegría… El próximo pájaro azul podría ser una paz sorpresa en Ucrania, que reduzca instantáneamente los costos de energía y alimentos” (“Ruchir Sharma’s investor guide to 2023. From peak dollar to better TV”; Financial Times, 6 ene 2023). Es como la antípoda del cisne negro: así como pueden sobrevenir hechos catastróficos no previstos, pueden ocurrir hechos extraordinarios con impactos positivos.
Hay muy poco escrito sobre pájaros azules y quizás no se manifiesten de forma tan dramática como los cisnes negros. En Colombia, por ejemplo, el consenso de los analistas proyectaba un crecimiento del PIB del 4,2% para 2022 y el observado estuvo alrededor del 8,0% (22% nominal). Es posible que el inmanente pesimismo que se refleja desde hace rato en las encuestas no permita valorar ese notable repunte que, en el mejor de los casos, se ha bautizado como una “sorpresa positiva”.
De igual forma, tampoco se ha apreciado el resultado fiscal, con un déficit del 5,5% del PIB en 2022, cuando el Plan Financiero lo proyectaba en 6,2%; además, se tornó alcanzable la proyección del 3,8% para 2023. Hace un año pocos creían posibles estos balances. Pero ellos, sumados a los altos ingresos esperados de las dos últimas reformas tributarias y a la terminación del ingreso solidario, crean un margen de maniobra que permitirá al gobierno implementar políticas para mitigar los efectos de una recesión global y de la política antiinflacionaria.
Mientras se manifiesta otro pájaro azul, las ganancias de las “sorpresas positivas” se deben invertir en temas prioritarios como la producción de alimentos y la vinculación efectiva al nearshoring. Pero en la asignación de recursos deben primar los criterios técnicos y no afanes populistas.
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