Publicado en Portafolio el 25 de agosto de 2022
Los acontecimientos de los años recientes están transformando el mundo, lo que repercutirá en cambios de la globalización. Pareciera que muchos empresarios colombianos no se han percatado de las consecuencias que esos hechos puedan tener no solo en sus empresas sino en toda la economía.En lo corrido del presente siglo los gobiernos colombianos implementaron una política de inserción en la economía globalizada basada en el acceso preferencial para las exportaciones mediante la negociación de TLCs. Esta se complementó con políticas orientadas a mejorar la competitividad empresarial mediante acciones transversales (vías 4G, agilización de trámites como la ventanilla única de comercio exterior VUCE) o sectoriales (programa de transformación productiva). Pero, en cambio, avanzan lentamente o no lo hacen las mejoras en procedimientos, como las inspecciones únicas, o el desmonte de protecciones no arancelarias.
Sin embargo, los datos muestran resultados deplorables. El acelerado crecimiento de las exportaciones entre 2003 y 2014 se explica por los altos precios internacionales de los productos básicos, más que por un cambio estructural en la canasta exportadora, una inserción real en las cadenas globales de valor o el aprovechamiento efectivo del acceso preferencial. Por eso los choques externos que inducen caídas de esos precios, como la crisis mundial de 2008-2009 y el choque petrolero de 2014, frenan el crecimiento y crecen el déficit comercial.
Una rápida mirada al TLC con Estados Unidos lo comprueba. En lo corrido del siglo el 73% de las exportaciones colombianas fueron café, carbón, petróleo, ferroníquel, banano, flores y esmeraldas (en 2011 llegaron a 85%). Con el choque petrolero y la pandemia perdieron participación (55% en 2020), pero este año la están creciendo nuevamente (66%). Unos 25 países tienen acceso preferencial a este mercado, pero los empresarios no aprovechan ese enorme potencial por la escasa oferta colombiana de exportaciones de mayor valor agregado.
La economía mundial está migrando a una nueva organización de la producción mediante lo que se conoce como “nearshoring”, que son empresas que se localizan en países de América Latina para atender el mercado de Estados Unidos. Además, el gobierno Biden está asignando cuantiosos recursos para incentivar la fabricación de productos de alta tecnología (como los procesadores) en su territorio.
Creer que el nivel tecnológico de las empresas colombianas les va a permitir vincularse al “nearshoring” o que de la noche a la mañana pasaremos de vender productos primarios a otros de alta o media tecnología puede ser un poco iluso. Se necesita un polo a tierra y que sector privado y gobierno tomen las decisiones efectivas para que ello sea posible en el mediano plazo. En caso contrario, no olvidar que “camarón que se duerme…”.
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