Publicado en Portafolio el viernes 19 de junio de 2020
La reciente actualización de las “Perspectivas económicas” de la OCDE es más pesimista en su proyección del PIB de Colombia para el 2020 que la del consenso de los analistas privados: -6,1% y -4,0%, respectivamente. En cambio, para el 2021 es más optimista sobre la recuperación esperada (4,3% y 3,7%).
La OCDE también incluye un escenario en el que podemos agravar la crisis con la indisciplina social, que se materializaría en una “segunda ola” de la pandemia; en esa situación, el PIB caería -7,9% este año y apenas crecería 2,8% en el próximo.
Sin duda, estamos en la crisis económica más profunda de Colombia desde la Gran Depresión, pero podríamos salir rápidamente de ella, aun cuando no hay acuerdo entre los economistas sobre los efectos del desmonte de las restricciones impuestas por el covid-19. Para algunos, poco servirán las inyecciones de liquidez y el impulso a la demanda con mayor gasto público, porque los patrones de consumo cambiarán radicalmente. Las familias ahorrarán más, debilitando la demanda, por incertidumbre en la estabilidad de sus ingresos en el futuro y porque no se sabe cuándo terminará la pandemia.
Para otros, la recuperación será rápida, justamente porque no se trata de una crisis de demanda ni de capacidad de las empresas para crecer su oferta. Lo ilustra el caso de China, cuyo PIB disminuyó -6,8% en el primer trimestre de 2020, pero ha respondido pronto al desmonte de la cuarentena y las restricciones de movilidad; su PMI manufacturero, que cayó más que en el periodo de la crisis mundial de 2008-2009, ya volvió por encima de 50, que es el nivel de referencia para esperar un ritmo normal de crecimiento.
En Colombia, en un entorno de proyecciones de crecimiento cada vez más negativas, hay algunos indicios que permiten abrigar la esperanza de una recuperación rápida. El PMI manufacturero de mayo registró un rebote similar al observado en las economías desarrolladas. El consumo en ese mes cayó en términos reales mucho menos de lo esperado, por el efecto positivo de los programas de ayuda del gobierno. Los precios del petróleo bordean los US$40 por barril y los contendores de esa guerra ya entendieron el absurdo de dejar desplomar los precios. El índice de confianza del consumidor no siguió cayendo y refleja optimismo de los hogares sobre la situación de la economía en los próximos doce meses.
Adicionalmente, en el mercado laboral, las cosas pueden ser menos graves de lo que reflejan la tasa de desempleo y la disminución de más de cinco millones en el número de personas ocupadas; según el Dane, con base en la Pila, se observa que el trabajo formal no cayó tan estruendosamente como lo hizo el total del empleo. Esto podría mostrar que la caída de 5,3 millones de ocupados entre abril de 2019 y abril de 2020 refleja el problema de alta informalidad laboral; a estas personas el confinamiento las pasó automáticamente de “empleados” a “inactivos”.
En este contexto es fundamental el sostenimiento de las políticas gubernamentales orientadas a apoyar el consumo y contener la quiebra de empresas. Es necesario mitigar el impacto económico y social en los sectores más afectados y fortalecer los mensajes sobre la disciplina social para evitar la temida “segunda ola”.
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