Colombia = Desconfianza

jueves, 21 de julio de 2022

 

Publicado en Portafolio el 21 de julio de 2022

Recientemente se resalta en las discusiones sobre políticas públicas el papel que juega la confianza en el desarrollo económico y en la solidez de las democracias modernas.

En ese contexto, la OCDE acaba de publicar el documento Building Trust to Reinforce Democracy. Main Findings from the 2021 OECD Survey on Drivers of Trust in Public Institutions. Este organismo viene trabajando el tema desde hace al menos dos décadas, en las cuales se han examinado teorías, debatido aspectos conceptuales sobre los determinantes y diseñado formas de medición. En la mencionada publicación presenta los resultados de una encuesta que busca medir por primera vez la confianza de la población en el gobierno y en las instituciones en 22 países de la OECD, entre los cuales está Colombia.

La idea central es que la legitimidad y la solidez de las democracias se basa en la confianza entre los ciudadanos y los gobiernos. Cuando se pierde la confianza se afecta el desarrollo y toma bastante tiempo restablecerla; en el caso de la crisis de 2008, los autores señalan que su restablecimiento tomó cerca de una década.

Desde el punto de vista de Colombia, el aspecto más sobresaliente de este libro es el último lugar que ocupa el país en la gran mayoría de las mediciones. En el indicador más general muestra que solo el 20,5% de los encuestados del país tiene confianza en el gobierno nacional, mientras que la media simple de los 22 países fue de 41.4%. Más preocupante aún es el desbalance que hay en Colombia por el alto porcentaje de los que no confían (66,7%), frente a un relativo equilibrio en la OCDE (41.1%).

El país también ocupa el último lugar en la confianza en los gobiernos locales, los funcionarios públicos, la policía, los jueces y el sistema judicial, el congreso, los partidos políticos, el sistema de salud y el sistema educativo. Además, tiene el segundo nivel de confianza más bajo respecto a la posibilidad de que un funcionario público rechace un soborno, pues solo nos supera México; en este tema, el complemento es que en México el 68,9% y en Colombia el 60,8% de las personas cree que los empleados públicos están dispuestos a aceptar el soborno.

Muchos analistas en el país se declaran optimistas frente a la fortaleza de las instituciones democráticas, pero estudios como este de la OCDE demuestran que eso no es tan evidente; es un oportuno llamado a la reflexión y al debate. Como bien resalta Moisés Naím (La revancha de los poderosos) la falta de confianza genera la antipolítica y alimenta en la población la disposición a dar la bienvenida a los caudillos populistas.

Inflación de debates

jueves, 23 de junio de 2022

 

Publicado en Portafolio el jueves 23 de junio de 2022

La inflación, además de ser uno de los problemas más acuciantes del mundo, es fuente de múltiples debates. Un tema es si es inevitable aumentar la tasa de interés. Christine Lagarde anunció que el BCE hará el primer incremento de su tasa en julio, pero economistas como Paul Krugman consideran que no es necesario, pues Europa enfrenta “un shock de oferta puro” y no un exceso de demanda.

No obstante, la inflación básica pasó de menos del 1% a mediados de 2021 a cerca del 4% actual, que es la más alta de este siglo. Además, los incrementos de la tasa de la FED generan depreciaciones de las demás monedas, encareciendo más las importaciones ya afectadas por los altos precios internacionales de productos básicos y bienes intermedios. Esto se está reflejando en la práctica en una especie de “competencia” entre bancos centrales por aumentar sus tasas de interés.

Otro tema es la magnitud del ajuste. Se afirma que las tasas de intervención de los países desarrollados deben subir hasta su “tasa neutral” (aquella consistente con un nivel de inflación cercano a la meta de largo plazo y con un crecimiento de la economía cercano a su potencial). Otros piensan que debido al atraso en la toma de decisiones se requieren ajustes mayores, para ubicarse por encima de ese nivel y evitar que se desanclen las expectativas de inflación.

Según Olivier Blanchard (“Why I worry about inflation, interest rates, and unemployment”, marzo 2022), en Estados Unidos la brecha entre la inflación básica y la tasa real de la FED está alrededor de 12 puntos por lo que el ajuste necesario podría ser mayor al previsto hasta ahora. Adicionalmente, según las estimaciones de Bolhuis, Cramer y Summers (“Comparing Past and Present Inflation”, junio 2022), la inflación actual corregida por los cambios en las metodologías del IPC es cercana a la de los setenta y la brecha es prácticamente igual, de donde se reafirma la idea de que se requiere un ajuste grande.

Otro tema es el riesgo de crisis de la deuda en economías en desarrollo. Paradójicamente los incrementos en la tasa de la FED impactaron más rápido a algunas economías desarrolladas que a las más pobres; los spreads de las deudas de Grecia, Italia y España se incrementaron activando las alarmas globales. El BCE anunció su intención de comprar deuda de esos países hasta por $200 mil millones de euros; sin embargo, los mercados no se han calmado.

En este contexto, los problemas de los banqueros centrales son enormes y sus decisiones se dificultan más aún si les sumamos los debates sobre riesgos de recesión e incluso de estanflación.

Egipto, Turquía y Colombia

viernes, 20 de mayo de 2022


Publicado en Portafolio el 20 de mayo de 2022

Los gobiernos colombianos suelen solucionar numerosos temas cruciales por tres vías: expedir leyes y decretos que poco se cumplen; contratar “misiones de estudio” para diagnosticar lo que, con frecuencia, ya está diagnosticado; o “patear la pelota hacia adelante”, heredando los costos políticos de las reformas estructurales a los sucesores. Así, el país cuenta con magníficas normas jurídicas, excelentes recomendaciones técnicas en muchos campos y montones de decisiones postergadas mientras los problemas se agravan.

No vemos que el país se entretiene alimentando inextricables marcos jurídicos, gastando recursos en “misionitis” y “pateando la pelota”, mientras el mundo avanza y cada vez nos rezagamos más; no solo no hemos podido cerrar las brechas de ingreso con las economías desarrolladas, sino que las que iban detrás nos alcanzan y nos superan.

En mis recientes vacaciones viajé a Turquía y Egipto. No son economías desarrolladas, pero los contrastes de esos países con Colombia son impactantes. Es interesante la comparación, pues si bien estamos mejor en algunos aspectos, ellos nos aventajan en otros que son centrales en la aceleración del desarrollo y por eso registran una dinámica de largo plazo mejor que la colombiana. El primero tiene un ingreso per cápita que duplica el colombiano; el del segundo es la mitad del nuestro. Pero en 1960 el de Colombia era el 404% del de Egipto y el 74% del de Turquía; en 2020 esas relaciones fueron del 236% y del 48%, respectivamente.

Aun cuando en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial de 2019 estamos en un rango similar, esos dos países nos llevan gran ventaja en infraestructura (puestos 52 y 49 frente al 81 de Colombia) y en la calidad de las instituciones (puestos 82 y 71 frente a 92).

Adicionalmente, sus indicadores de seguridad son mejores. En el índice de crimen organizado Colombia fue el segundo entre 196 países en 2021, mientras que Turquía fue el 12 y Egipto el 79. En seguridad vial, la tasa de mortalidad de Colombia fue 15,4 por 100.000 habitantes en 2018; la de Turquía 8,4 y la de Egipto 10,1, a pesar de su caótico tráfico y la indisciplina de los peatones.

Múltiples factores explican las diferencias de desarrollo entre países, pero salta a la vista que nos están tomando la delantera los que sí adoptan decisiones estratégicas para proveer bienes públicos de calidad, brindar mayor seguridad a su población y buscar la superación de los problemas de distribución del ingreso. En Colombia nos vanagloriamos de enunciar que tenemos potencial en todo, pero no reflexionamos por qué sigue siendo una esperanza de futuro y no se toman las decisiones para convertirlo en realidad.

¿Inflación para rato?

viernes, 25 de marzo de 2022

 

Publicado en Portafolio el viernes 25 de marzo de 2022

La inflación se “disparó” de 1,49% en noviembre de 2020 a 8,01% en febrero de 2022. Los datos son preocupantes; el nivel actual es el tercero más alto en lo corrido de este siglo, el acumulado de los dos primeros meses (3,33%) solo es superado por el del año 2000 y el incremento de precios de los alimentos (23,3%) es el más alto en 24 años.

Este es un problema global que está alcanzando niveles insospechados. La inflación de Estados Unidos en febrero es la más alta en 40 años; la de Alemania, Reino Unido, España y Canadá es la mayor en 30 años.

En Colombia hay quienes creen que, al ser un problema internacional, la política monetaria local es ineficaz. Cierto es que las cadenas de suministro tienen dificultades igual que la oferta de algunos productos básicos, pero también hay factores locales. Las restricciones por la pandemia, los programas de transferencias monetarias y otros apoyos directos generaron “excesos de ahorro”. Con la “reapertura” de la economía se desató la demanda de los hogares, que en 2021 creció el 14,6% en términos reales, mientras el PIB lo hizo al 10,6%. 

Los debates internacionales giran en torno a si las expectativas inflacionarias se desanclaron, y si los precios retornarán pronto a sus niveles de largo plazo o sí, por el contrario, habrá inflación para rato. Recientemente Olivier Blanchard afirmó que la elevada inflación en Estados Unidos puede persistir por buen tiempo (“Why I worry about inflation, interest rates, and unemployment”; March 14, 2022). Destaca la actual brecha de 12% entre la inflación básica y la tasa real de interés de la FED y la compara con el episodio inflacionario de mediados de los setenta, con una brecha de 17%; recalca que en este caso fueron necesarios ocho años y el aumento de 1.300 puntos básicos en la tasa de interés real para bajar la inflación a niveles del 4%. Además, hay incertidumbre sobre la duración de los efectos de la guerra en Ucrania en los precios de la energía, los alimentos, los insumos agrícolas y el funcionamiento de las cadenas de suministro.

En Colombia la brecha entre la inflación básica (núcleo 15) y la tasa de política monetaria es cercana al 8%. De esa brecha y de lo expuesto surgen muchos interrogantes: ¿cuánto más subirá la tasa la autoridad monetaria para cerrar la brecha? ¿cuál será su impacto en el crecimiento económico? ¿cuánto tardarán en bajar los precios? ¿qué pasará en un escenario más crítico de la guerra en Ucrania? ¿qué más puede hacer el gobierno para mitigar los efectos internacionales dada su restricción presupuestal y el abultado déficit fiscal?

El buen crecimiento

jueves, 17 de febrero de 2022

 

Publicado en Portafolio el 17 de febrero de 2022

El presidente Duque, el ministro de hacienda y algunos analistas y medios han calificado de histórico el crecimiento del PIB del 10,6% en 2021. Aplicando la famosa filosofía de Pambelé, es mejor crecer al 10% que crecer al 5%. Pero es útil analizar las variables económicas en el contexto adecuado para no alimentar falsas ilusiones.

Un análisis ponderado del crecimiento debe considerar al menos cuatro aspectos. Primero, la pandemia sumió en una profunda crisis a casi todas las economías del mundo en 2020; por lo tanto, los crecimientos de 2021 tienen un componente de rebote y un efecto base que no se pueden menospreciar. Al comparar la diferencia en puntos porcentuales entre el crecimiento de 2020 y el de 2021, Colombia ocupa el puesto 14 entre 145 economías para las cuales el Banco Mundial tiene estimaciones de PIB.

Segundo, las agencias de estadísticas, los organismos multilaterales y los analistas optaron por realizar cálculos de variaciones bienales para evitar los sesgos de los efectos base y comparar cada variable con una referencia de prepandemia. El Dane construyó para Colombia una serie de variaciones bienales del PIB desde 1990 y su director resaltó que el crecimiento en 2021 fue de 2,8%, que es el más bajo del periodo analizado.

Tercero, normalmente se asocia el crecimiento a la mejora del bienestar de la población. Pero en este caso lo que viene ocurriendo es un deterioro del mercado laboral. Lo muestra el propio Dane que calculó índices comparando la dinámica de la economía con la del empleo; la conclusión es que este último se desaceleró en el segundo semestre, de forma que brecha aumentó a más de 11 puntos porcentuales en el cuarto trimestre de 2021.

Cuarto, sorprendieron las dinámicas de la demanda y la inflación. La demanda fue el principal motor del crecimiento, lo que se explica por la pandemia y las políticas de apoyo implementadas por el gobierno, que permitieron generar un “exceso de ahorro”; este se empezó a gastar a medida que se fueron levantando las restricciones impuestas por la pandemia.

El problema es que parte de ese acelerado incremento de la demanda se reflejó en mayor producción y parte en aumento de precios. Por eso la otra sorpresa es el incremento de la inflación, que si bien tiene factores exógenos que han limitado el ajuste de la oferta, ha sido impulsada por la demanda y ha forzado al aumento de la tasa de política monetaria, que ya se empieza a reflejar en revisiones a la baja en las proyecciones de PIB de 2022; por lo tanto, un crecimiento como el de 2021 difícilmente se repetirá, aun cuando es lo deseable.

Burgomaestra versus carros

martes, 18 de enero de 2022

 

Publicado en Portafolio el martes 18 de enero de 2022

“No hay derecho, no es lógico, que el 20% de los bogotanos congestionen, tranquen, contaminen y enfermen al 100% de los bogotanos, eso no lo paga ningún impuesto”. Declaración de Claudia López a Noticias Caracol.

Como tantas afirmaciones de la alcaldesa, esta es un exabrupto más. En materia de contaminación, un estudio de Andemos mostró que en 2016 en Colombia los vehículos de carga y pasajeros fueron los principales emisores de dióxido de carbono, con el 42% del total, y de óxidos nítricos, con el 59%; y las motos fueron el primero en emisión de monóxido de carbono, con el 36%, y de hidrocarburos, con el 30%. Estos datos se refieren a los aportes del parque automotor por tipo de vehículo.

Las congestiones tienen varias explicaciones. Una, es que a la ciudad entran en promedio 75.000 vehículos nuevos cada año, según el secretario Estupiñán; pero en los últimos tres años escasamente se han construido 25 kilómetros de vías arterias y cero kilómetros de troncales de Transmilenio. Simultáneamente, la alcaldía quitó a los carros 117 kilómetros para volverlos ciclovías.

Otra, es la incapacidad de los alcaldes para cumplir con sus compromisos de dotar a Bogotá con transportes masivos de alta calidad. La experiencia internacional muestra que en ciudades del tamaño de Bogotá es imperativo contar con metros, tranvías, sistemas como el Transmilenio, trenes de vecindades, redes de ciclorrutas, etc.

El Transmilenio surgió como un avance muy importante, pero el “adanismo” de nuestros alcaldes los llevó a bloquear su desarrollo. Como consecuencia hoy tenemos un Transmilenio deteriorado, con estaciones semidestruidas por el vandalismo, creciente número de colados porque no hay autoridad que los controle, delincuencia rampante, obsolescencia del parque automotor, proliferación de vendedores ambulantes y mendigos que acosan a los pasajeros, y unas finanzas en crisis. Esto, sumado a la pandemia, ahuyenta a muchos usuarios, que prefieren comprar carro o moto.

Respecto a la enfermedad, la alcaldesa no tiene en cuenta que los ciclistas, en su visión idealizada de trabajadores que hacen ejercicio y no contaminan, son los más expuestos a absorber los contaminantes de todos los vehículos de transporte, porque en general no se desplazan por ciclorrutas diseñadas técnicamente. Además, a diario exponen su vida y la de otras personas; cuando no van zigzagueando entre los vehículos o sobre los andenes y saltándose todas las normas de tránsito, van por los carriles suprimidos a los carros, en abierta competencia con motos y patinetas eléctricas, ciclas con motores que contaminan más que cualquier automóvil y mototaxis, entre otros.

En conclusión, las actitudes de la alcaldesa, lejos de convocar a la ciudadanía para solucionar cooperativamente los problemas fomentan la polarización.

La carta a los candidatos

viernes, 17 de diciembre de 2021

 

Publicado el 17 de diciembre de 2021 en Portafolio

Pese al crecimiento esperado del PIB del 10% en 2021, la situación económica que enfrenta el país es muy compleja y va a requerir un paquete de reformas sólidamente estructuradas por el equipo técnico del nuevo presidente. Hay problemas de fondo que se vienen aplazando, pero el margen de maniobra se está cerrando; entre más se demoren las medidas para superarlos, menos factible será alcanzar una senda de mayor crecimiento, descenso de la pobreza, distribución más equitativa del ingreso y mejora del bienestar.

Ante ese panorama, un amplio grupo de profesionales envió una carta abierta a los candidatos y precandidatos a la Presidencia de la República, que contiene un diagnóstico de la situación y propuestas para una agenda realista de las reformas urgentes que necesita Colombia. El texto completo puede ser consultado en https://www.eltiempo.com/economia/sectores/expertos-presenta-propuestas-a-precandidatos-a-la-presidencia-638811.

La economía colombiana registra una situación fiscal difícil: hay que reducir el alto endeudamiento público, bajar el gasto y enfrentar las presiones sociales, derivadas en parte de la pandemia. El desempleo aumentó notablemente y la recuperación que se viene observando en el mercado laboral, además de ser lenta, se fundamenta en el crecimiento de la informalidad que nuevamente ronda el 63%. La pobreza y la pobreza extrema están en los niveles más altos de los últimos nueve años. La pandemia ha puesto en evidencia los problemas de baja productividad y lento crecimiento del PIB y las vulnerabilidades implícitas en una canasta exportadora altamente concentrada.

La carta propone acciones en materia de seguridad social, con el objetivo de superar las limitaciones del sistema pensional y de salud, reducir las cargas de la nómina y proteger a la población mayor de 70 años que carece de pensión. En el tema tributario se resaltan las propuestas de centros de investigación como Fedesarrollo y el Cede, a los que habría que sumar los excelentes informes técnicos de diversas misiones relacionadas con los temas de la hacienda pública.

El crecimiento económico debería superar el 5% anual, lo que demanda evolucionar hacia una estructura productiva más sofisticada, lograr exportaciones de mayor contenido tecnológico y diseñar la transición energética del país. También se requieren reformas institucionales para combatir la corrupción y superar la inoperancia estatal. En el primer asunto no solo hay que cambiar las percepciones de las personas sino acometer reformas en los entes de control. Sobre el segundo, es muy grave la presencia de agentes ilegales que suplantan al Estado en diversas zonas.

En síntesis, la carta es una invitación al debate de los candidatos con la sociedad sobre unos temas que no son los únicos, pero sí los más apremiantes de cara al futuro de Colombia.

Crecimiento versus bienestar

viernes, 19 de noviembre de 2021

 

Publicado en Portafolio el viernes 19 de noviembre de 2021

Sin duda, el crecimiento económico es muy importante. Pero más relevante es cómo se distribuyen sus beneficios entre las personas de un país y contribuyen a mejorar el bienestar.

Esa es una preocupación de la economía y por décadas ha generado amplios debates sobre cómo medir las ganancias en el bienestar de la población. En 2008 el presidente francés Nicolás Sarkozy convocó una comisión de alto nivel para “la medición del desarrollo económico y del progreso social”, liderada por Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi.

A partir de la literatura que surgió del informe de esa comisión, la OCDE diseñó e implementó lo que denomina el “Marco de bienestar de la OCDE”, que tiene cuatro características relevantes: 1. Se concentra en las personas y no en el sistema económico. 2. Se enfoca en dos dimensiones denominadas el bienestar actual y recursos para el bienestar futuro. 3. El análisis de la distribución del bienestar en la población. 4. La incorporación de aspectos objetivos y subjetivos.

Un ejemplo de aplicación de la segunda es la educación. Se suele dar importancia al gasto en educación o al número de estudiantes que se gradúan; en la dimensión actual se considera más relevante el desempeño de los estudiantes. Esto no significa desechar las primeras variables, sino complementarlas con el enfoque en las personas.

Esa metodología es aplicada por la OCDE a sus países miembro y los resultados son publicados (How’s Life?) para orientar decisiones de política. Ahora propone a los países latinoamericanos desarrollar indicadores para que puedan aplicar un “enfoque de bienestar en la política”. En octubre del 2021 la OCDE publicó un interesante libro titulado “How’s Life in Latin America?: Measuring Well-being for Policy Making”. Ahí se plantean enfoques participativos y multidimensionales que “pueden contribuir a reforzar el contrato social entre gobierno y ciudadanos”.

Los recursos para el bienestar futuro abarcan el capital económico, el capital humano, el capital social y el capital natural. El análisis de los planes de desarrollo de 15 países de la región evidencia que los dos últimos prácticamente no se toman en cuenta. Pero, como destaca la OCDE, “las recientes revueltas son un indicio de la fragilidad del contrato social en la región, que presenta un apoyo cada vez menor a la democracia electoral, escasa confianza en el gobierno, y altos niveles de percepción de la corrupción, discriminación y sensación de que la distribución de los ingresos es injusta”.

El enfoque de bienestar para las políticas públicas es una excelente propuesta de la OCDE que deberían incorporar los candidatos a la presidencia de Colombia en sus discursos, en especial cuando la inconformidad está asociada a problemas del contrato social.

¿Más escolaridad, menos ingresos?

jueves, 21 de octubre de 2021

 

Publicado en Portafolio el jueves 21 de octubre de 2021

Si el país se sorprendió con la noticia de que el 51,1% de los ocupados obtiene ingresos de un salario mínimo (SM) o menos, debería aterrorizarse al enterarse que los niveles de escolaridad de los trabajadores mejoraron notablemente en la última década, pero que el porcentaje de población que devenga salarios bajos está aumentando de forma acelerada.

El análisis de la información del Dane revela que entre 2010 y 2020 la población ocupada con educación básica secundaria, primaria o ningún nivel educativo pasó del 54,7% del total al 39,8%, con una pérdida de 14,9 puntos porcentuales (pps). Simultáneamente los trabajadores con educación media o niveles superiores aumentaron su participación hasta el 60.2% en 2020; el segmento con mayor ganancia fue el de educación media, con un incremento de 7,2 pps, seguido de los técnicos y tecnólogos, que ganaron 4,1 pps.

Esos cambios en solo 11 años son impresionantes y deberían tener repercusiones positivas en el bienestar. La economía postula que la educación es un medio eficaz para la movilidad social ascendente, porque se asume que los trabajadores más educados obtienen mayores ingresos. Por lo tanto, cabría esperar que ese notable salto en la escolaridad de los trabajadores tuviera un impacto en mejores remuneraciones.

Sin embargo, las tendencias de los ingresos revelan otra cosa. El problema no es solo que el 51,1% de los ocupados gane igual o menos que un SM. Lo que está ocurriendo, por un lado, es que ese porcentaje viene creciendo desde 2016. Pero, por otro lado, lo más grave es que son los trabajadores que ganan medio SM o menos los que explican ese incremento (pasan del 21,0% en 2018 a 30.6% en 2020).

Contrario a lo que se espera, esa anomalía no se concentra en la población menos educada, sino que se registra en todos los niveles de educación. Cuando se examina la participación de los ocupados con ingresos de 1,5 SM o más dentro de cada nivel educativo, se observa que pierden 20,7 pps entre los del nivel de tecnología o tecnológico en el periodo 2010-2020, seguidos de los de educación media (-14,3 pps) y los de educación universitaria o posgrados (-13,9 pps). Simultáneamente, los que obtienen medio SM o menos aumentan en todos los niveles educativos.

Surgen muchos interrogantes: ¿Qué explica ese deterioro de los ingresos salariales? ¿Cómo se relacionan estas anomalías con la deficiente calidad de la educación y la inadecuada pertinencia de la formación para el trabajo? ¿Esta situación alimenta el malestar social? ¿Cuánto explica la pandemia y cuánto la baja capacidad de creación de empleo formal? Gobierno, empleadores, analistas y candidatos tienen la palabra.

Mal en comercio exterior

viernes, 24 de septiembre de 2021

 

Publicado en Portafolio el24 de septiembre de 2021

Algo muy malo ocurre con el comercio exterior colombiano. No se entiende cómo en medio de un auge de precios internacionales de los productos básicos el país registró el peor déficit comercial para un primer semestre en los últimos 31 años (quizás sean más, pero no hay información mensual anterior a 1991 para verificarlo).

Desde luego, es positivo que las importaciones estén creciendo, especialmente cuando los más dinámicos son los bienes intermedios (36,7% anual) y los bienes de capital (27,8%). Este es un síntoma de la sólida reactivación que está registrando la economía y refuerza la expectativa de un crecimiento del PIB de alrededor del 8,0% en 2021.

Pero las exportaciones no están reaccionando adecuadamente frente a la recuperación de la economía mundial y exhiben un rebote modesto después de la fuerte caída de 2020. Así lo evidencian las estadísticas de la OMC, que hace seguimiento mensual del comercio internacional de 74 economías entre las cuales se incluyen 13 de América Latina.

En el primer semestre de 2020, las exportaciones de ese conjunto cayeron -12,8% respecto a igual periodo de 2019 y Colombia tuvo el tercer peor desempeño, con una reducción de -25,3%; las de los países de la región disminuyeron -13,1% (promedio simple) y de ellos solo El Salvador mostró un resultado más malo que el colombiano (-27,0%). Pero en el primer semestre de 2021 las exportaciones volvieron a crecer: 30,1% las del conjunto, 18,9% las de Colombia y 34,4% las de la región; ahora las colombianas son las de menor crecimiento entre los latinoamericanos, mientras que Perú (62,3%), Bolivia (54,3%) y El Salvador (48,0%) están entre los que más crecen entre los 74 países.

La realidad es que si no fuera por los excelentes precios que hay en el mercado internacional Colombia tendría una situación aún más lamentable. Al calcular cantidades y precios implícitos se encuentra que en el primer semestre de 2021 el volumen exportado cayó -29,5% anual y que el mencionado crecimiento en valor se explica porque los precios unitarios se incrementaron en 68,8%. La separación entre minero-energéticos y no minero-energéticos revela una reducción de -31,5% anual en el volumen de los primeros y un modesto crecimiento del 2,0% en el de los segundos.

Un superávit comercial no debe ser la prioridad del país, pero no se pueden desconocer los riesgos de un déficit tan grande y una dependencia tan alta de productos básicos; según el Atlas de Complejidad Económica de la Universidad de Harvard, entre 2004 y 2019 solo ingresaron seis nuevos productos de exportación a la canasta colombiana y su impacto ha sido marginal. Es más que evidente la urgencia de diversificar las exportaciones de una vez por todas y poner en práctica los muchos consejos de la Misión de Internacionalización.