Publicado en Portafolio el jueves 23 de junio de 2022
La inflación, además de ser uno de los problemas más acuciantes del mundo, es fuente de múltiples debates. Un tema es si es inevitable aumentar la tasa de interés. Christine Lagarde anunció que el BCE hará el primer incremento de su tasa en julio, pero economistas como Paul Krugman consideran que no es necesario, pues Europa enfrenta “un shock de oferta puro” y no un exceso de demanda.
No obstante, la inflación básica pasó de menos del 1% a mediados de 2021 a cerca del 4% actual, que es la más alta de este siglo. Además, los incrementos de la tasa de la FED generan depreciaciones de las demás monedas, encareciendo más las importaciones ya afectadas por los altos precios internacionales de productos básicos y bienes intermedios. Esto se está reflejando en la práctica en una especie de “competencia” entre bancos centrales por aumentar sus tasas de interés.
Otro tema es la magnitud del ajuste. Se afirma que las tasas de intervención de los países desarrollados deben subir hasta su “tasa neutral” (aquella consistente con un nivel de inflación cercano a la meta de largo plazo y con un crecimiento de la economía cercano a su potencial). Otros piensan que debido al atraso en la toma de decisiones se requieren ajustes mayores, para ubicarse por encima de ese nivel y evitar que se desanclen las expectativas de inflación.
Según Olivier Blanchard (“Why I worry about inflation, interest rates, and unemployment”, marzo 2022), en Estados Unidos la brecha entre la inflación básica y la tasa real de la FED está alrededor de 12 puntos por lo que el ajuste necesario podría ser mayor al previsto hasta ahora. Adicionalmente, según las estimaciones de Bolhuis, Cramer y Summers (“Comparing Past and Present Inflation”, junio 2022), la inflación actual corregida por los cambios en las metodologías del IPC es cercana a la de los setenta y la brecha es prácticamente igual, de donde se reafirma la idea de que se requiere un ajuste grande.
Otro tema es el riesgo de crisis de la deuda en economías en desarrollo. Paradójicamente los incrementos en la tasa de la FED impactaron más rápido a algunas economías desarrolladas que a las más pobres; los spreads de las deudas de Grecia, Italia y España se incrementaron activando las alarmas globales. El BCE anunció su intención de comprar deuda de esos países hasta por $200 mil millones de euros; sin embargo, los mercados no se han calmado.
En este contexto, los problemas de los banqueros centrales son enormes y sus decisiones se dificultan más aún si les sumamos los debates sobre riesgos de recesión e incluso de estanflación.
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