Publicado en el diario La República el 7 de julio de 2011
El debate sobre la desindustrialización colombiana aparece y desaparece con alguna frecuencia; y de forma persistente se señala la pérdida de 10 puntos porcentuales en la participación de la industria en el PIB como demostración de la existencia de ese fenómeno.
El debate también está presente en las economías desarrolladas; pero le dan más importancia a la menor participación de la industria en el empleo que en el valor agregado en el PIB.
Por lo tanto, la desindustrialización es un hecho que se registra en cualquier economía y puede ser ocasionado por efectos de la política económica, o por la tendencia natural del desarrollo económico, postulada por economistas como Simon Kuznets, W.W. Rostow y Hollis Chenery. Según Kusnetz “desde hace tiempo se sabe que el crecimiento económico moderno implica cambios en la composición sectorial de la economía”.
De los 9.6 puntos porcentuales que perdió la industria en su participación en el PIB entre 1974 y 2010, el 55% obedece a cambios en la metodología o el periodo base de las cuentas nacionales. Así lo señala el Dane en un documento sobre el cambio de base del 2000 al 2005: “Comparando los resultados arrojados por las dos bases, se observan algunas modificaciones de la estructura productiva sectorial del año 2005, explicadas por los cambios en la importancia relativa en el valor de la producción (determinada por los volúmenes producidos y los correspondientes precios al productor) y por el comportamiento de las relaciones técnicas de producción de las actividades económicas, en particular del coeficiente técnico del consumo intermedio (C.I./Producción)”.
Esto indica dos fuentes de modificación. Cambios en la tecnología de producción, que se reflejan en mayor productividad. Y cambios en los precios relativos, por mejoras en eficiencia y productividad; si el precio de un bien es menor en términos de otros bienes, el mismo volumen de producción “valdrá” menos al expresarse en el nuevo precio.
De igual forma, los elevados precios de la industria durante la implementación del modelo proteccionista, muy superiores a los que se registran en una economía abierta, sobrestiman el valor agregado de este sector.
Por último, la calidad y la disponibilidad de la información afectan la composición sectorial del PIB. Hoy existe mayor oferta de estadísticas y con mejores metodologías que unas décadas atrás; como consecuencia, las mediciones recientes pueden indicar que el valor agregado de un sector es inferior o superior al estimado antes.
Con relación a la política económica, hay estudios que muestran cómo el modelo de sustitución de importaciones, que propendía por la industrialización, paradójicamente la truncó y evitó que siguiera una senda “normal”. Little, Scitovsky y Scott (“Industria y Comercio en algunos países en desarrollo”) señalan varios factores que frenaron el desarrollo industrial: subutilización de la capacidad instalada, por el uso de equipos sobredimensionados al tamaño del mercado; problemas de oferta de insumos importados, por las demoras en los trámites de licencias; escasa dinámica de la demanda por los altos precios resultantes de los elevados aranceles; y falta de financiación a las empresas por la atrofia del sector financiero (efecto “represión financiera”).
En consecuencia, el sector industrial de Colombia no alcanzó la participación esperada en el PIB (como en otras economías de la región), la estrechez del mercado forzó a su prematura declinación y, probablemente, su peso real se sobreestimó por los altos precios.
Esos son interesantes temas de investigación que pueden contribuir a explicar el 45% de la pérdida de participación de la industria en Colombia. Queda el balón en el campo de la academia y de los críticos de la política industrial.
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