Problemas y desarrollo económico

jueves, 21 de diciembre de 2023

 Publicado en Portafolio el 22 de diciembre de 2023

Por donde miremos hay grandes problemas que son lastres para el desarrollo de Colombia, reducen la tranquilidad de los ciudadanos e incrementan el pesimismo y el malestar social que se refleja en las encuestas y en las elecciones: inseguridad, corrupción, informalidad laboral, colados en el transporte masivo, florecimiento de riesgosos transportes informales, evasión del Soat, fraudes a granel, bloqueos de vías urbanas y nacionales, etc.

En su gran mayoría esos problemas fueron pequeños, pero crecieron ante la ausencia de controles que hicieran cumplir las normas vigentes, la permisividad y la inacción de las autoridades y la complicidad de la ciudadanía en general. Pensemos en los colados del Transmilenio. Hace nueve años en mi columna de Portafolio llamaba la atención sobre los 70 mil colados diarios; hoy fácilmente sobrepasan el millón. En otra dimensión, siguen asesinando líderes sociales; como se hace de a poquitos pocos le paran bolas, pero, según Indepaz, desde la firma del acuerdo con las Farc, han asesinado 1.588 líderes.

¿Cuál es el costo económico y social de esos problemas? ¿Cuántos empresarios dejan de invertir o de crecer sus empresas y generar más empleos formales como podrían hacerlo en un mejor ambiente? Nadie lo ha calculado, pero es claro que representan un freno al desarrollo, el desangre de recursos públicos y la pérdida o el desvío de dineros que podrían estar mejor asignados para el crecimiento económico. Las pocas cifras que se conocen son exorbitantes; a manera de ejemplo, Transparencia por Colombia calcula que entre 2016 y 2020 se identificaron 967 hechos de corrupción, pero solo en 367 se pudo estimar una cifra del dinero comprometido; este ascendió a $92,8 billones. Como lo resalta Juan Lozano, ellos darían para la construcción de 461.000 casas o 32 hospitales de alto nivel, junto con la contratación del personal médico.

Tenemos leyes, jueces, cortes judiciales, policía e incentivos para los delincuentes que colaboran con la justicia, pero poco funcionan en la práctica; en los índices globales de “imperio de la ley” Colombia aparece en los últimos lugares.

Como no hay un solo problema, sino que ellos abundan y son inmanejables, es imperativo convencernos de que el desarrollo es un tema de decisión. Los grupos dirigentes en lugar de alimentar la polarización deberían aprovechar el fin de año para reflexionar sobre cómo lograr una coalición o un pacto que apoye la decisión de tomar la vía del desarrollo, de recuperar la cultura ciudadana, de reducir o eliminar muchas de las fuentes de pésima asignación de los recursos y hacer sentir la presencia del Estado como garantía para la tranquilidad, el bienestar de la población y la recuperación del territorio.

¿Diciembre = bajas tasas de interés?

jueves, 16 de noviembre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 16 de noviembre de 202

Se viene consolidando la percepción de que la Junta Directiva del Banco de la República bajará la tasa de política monetaria en su reunión de diciembre. En realidad, varios factores apuntan a mantenerla en su nivel actual por un tiempo más.

Uno de esos factores es la llegada oficial del fenómeno de El Niño. Dependiendo de su intensidad, el impacto sobre el sector agropecuario puede ser grande y reflejarse en la inflación de alimentos. Este rubro, que alcanzó una variación cercana al 28% anual en diciembre de 2022, descendió hasta el 10,4% en octubre de 2023; unas malas cosechas pueden inducir nuevamente su aumento.

Otro factor es el precio de los combustibles. El gobierno tomó la decisión correcta de cerrar la brecha entre los precios internacionales y el precio interno de la gasolina; según el ministro de Hacienda todavía quedan dos incrementos para cerrarla, pero luego empezará el incremento de los precios del diésel, que han estado congelados por cuatro años.

El ministro ha expresado que el ajuste que se viene haciendo en los precios de los combustibles ha hecho más la lenta reducción de la inflación en Colombia en comparación con otros países de la región, en los que los precios se mantuvieron alineados con los internacionales. Ahora que el propósito es cerrar la brecha del diésel, la presión sobre los precios puede ser mayor por el impacto que tiene en los costos del transporte de carga.

Un factor adicional es que el exceso de demanda en la economía no se ha cerrado, pues ha sido alimentado por el notable incremento de las remesas, y por el elevado aumento del salario mínimo en los últimos tres años.

Las remesas se proyectan este año hacia la cifra récord de los USSD 10 mil millones, que equivalen a cerca de $41 billones, es decir, el doble de lo esperado como recaudo de la última reforma tributaria. Estos son ingresos que llegan directamente a las familias y redundan en incrementos de la demanda agregada.

En el caso del salario mínimo se espera que sus incrementos se establezcan con base en la inflación pasada y los cambios en la productividad de la economía. Pero en Colombia existe un factor político que no es previsible y ha sido alto en los últimos tres años, repercutiendo en un sobreajuste acumulado de 8,5 puntos porcentuales, que contribuyeron al exceso de demanda. En la negociación que se avecina, cabe esperar que el gobierno simpatice con una repetición de la experiencia reciente. 

En ese escenario, es difícil que la autoridad monetaria inicie en diciembre un periodo de reducción de las tasas de interés.

Más policrisis

viernes, 20 de octubre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 20 de octubre de 2023

El mundo sigue en policrisis. Este concepto describe un escenario en el que confluyen diversas crisis; en los años recientes coincidieron la pandemia, la invasión rusa a Ucrania, el acelerado incremento de la inflación, la crisis climática y la tensa relación entre Estados Unidos y China, entre otras. El problema, como lo resalta el historiador Adam Tooze, es que los efectos de la simultaneidad son superiores a la suma de los impactos individuales, porque hay un proceso de retroalimentación entre las diversas crisis.

En el último año se superaron los problemas de las cadenas de suministro y la congestión de los puertos; además, la inflación empieza a ceder. Pero surgieron otros: el fenómeno de El Niño, la crisis política en la Cámara de Representantes de Estados Unidos y el ataque terrorista de Hamás a Israel.

Si el fenómeno de El Niño es tan drástico como algunos analistas lo prevén, crecen los riesgos de desabastecimiento de alimentos y de hambrunas; las consecuencias en este caso serán el repunte de la inflación, el deterioro de los ingresos reales de la población más vulnerable, y la imposición de restricciones al comercio internacional de productos básicos.

La crisis política que desencadenó en Estados Unidos la destitución del presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, pese a ser un problema local, tendrá graves consecuencias en el mundo. La creciente polarización y la división del partido republicano afectarán negativamente el normal funcionamiento del gobierno estadounidense; la aprobación del presupuesto para el año fiscal 2023-2024 luce complicada, lo que podría desencadenar la parálisis del sector público.

Pero, además de las consecuencias que esa parálisis tendrá en la dinámica de la economía mundial, afectará el apoyo que Estados Unidos está dando a Ucrania y a otros países, como Colombia. Ya en el acuerdo con McCarthy fueron recortados más de USD4.000 millones de la ayuda a Ucrania, por lo que recortes adicionales limitarán las posibilidades de repeler a los rusos.

El reciente ataque de Hamás a Israel es un riesgo que nadie preveía. Las potenciales consecuencias, en buena medida dependerán de la magnitud de la respuesta de Israel a la agresión y del probable involucramiento en el conflicto de otros países, como Irán, o grupos, como Hezbolá. El apoyo de Estados Unidos a Israel implica menos recursos para Ucrania; y la vinculación de otros países de la región puede repercutir en una menor producción de petróleo y gas.

En síntesis, lejos de ser superada, la policrisis global tiende a acentuarse y ese es el marco que deben tomar como referencia los gobiernos nacionales para diseñar e implementar sus políticas públicas. Es un escenario cada vez más complejo.

Colombia en decrecimiento

viernes, 22 de septiembre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 22 de septiembre de 2023

En los resultados de crecimiento del PIB en el segundo trimestre de 2023 hay un aspecto que pasó desapercibido: en varios sectores su valor agregado está por debajo del nivel de referencia de la prepandemia (2019-IV). Puesto en términos de doña Irene Vélez, están decreciendo.

En la minería, su valor agregado en 2023-II es menor en 10,9% al del 2019-IV y todos los valores en ese periodo son inferiores al de referencia. Los resultados se explican por las caídas que se observan en carbón, petróleo y gas natural, extracción de otras minas y canteras y actividades de apoyo. Como consecuencia, su participación en el PIB se redujo de 4,9% en 2019-IV a 4,0% en 2023-II.

En la construcción la situación es peor, pues el dato más reciente está 23,6% por debajo del nivel prepandemia; desde 2020 sus valores se han mantenido por debajo del observado en 2019-IV. La caída más notable es la de construcción de carreteras y obras de ingeniería civil, cuyo valor agregado en 2023-II es inferior en 44,7% al de referencia; esto evidencia una política pasiva de inversión pública en infraestructura en los años recientes. Pero también es inferior el valor agregado correspondiente a la construcción de edificaciones residenciales y no residenciales, que refleja el freno en los programas de vivienda. Esta anómala evolución repercute en la reducción de la participación de la construcción en el PIB de 6,3% a 4,3% en el periodo analizado.

En el caso del sector agropecuario los datos reflejan una situación de estancamiento. Aun cuando ha registrado valores superiores al 2019-IV, el de 2023-II, 14 trimestres después, apenas es superior en 2,0%. El bajo crecimiento obedece a la continua caída de la producción de café en todo el periodo y a la contracción de la ganadería desde 2022-II. Con estos resultados, la participación en el PIB baja de 6,3% a 5,9%.

Es claro que estos son tres sectores estratégicos de la economía colombiana. De ellos depende la mayor parte de las exportaciones; tienen una contribución importante a la creación de valor agregado y a la generación de empleo, y, además, tienen fuertes encadenamientos productivos. Los resultados explican el mal desempeño del volumen exportador en los años recientes. Los tres representaban el 17,4% del PIB en 2019-IV y bajaron a 14,1% en 2023-II y pasaron de generar el 24,2% al 22,6% de la ocupación en el mismo periodo.

Por si hiciera falta, estos datos ponen de relieve la urgencia de un programa de reactivación productiva y de repensar el propósito de marchitar la producción de minero-energéticos. No hacerlo conduciría al decrecimiento en una versión más negativa que la prevista por los teóricos de esa política.

Reactivación y sesgos

jueves, 24 de agosto de 2023

 

Publicado en Portafolio el 24 de agosto de 2023

Más sorpresa que el crecimiento del PIB de 0,3%, causó la interpretación alarmista que hicieron los medios y algunos comentaristas. Las expectativas de los expertos encuestados por Fedesarrollo y el Banco de la República mostraban claramente la notable desaceleración esperada (de 3% en el primer trimestre al 0,5% y a 0,4%, como rango inferior de proyección en el segundo trimestre, respectivamente) y el exministro Ocampo había señalado como probable una cifra cercana a cero.

Al ganar espacios la imagen proyectada por los medios y buscar ratificación, comenzaron las entrevistas sobre qué hacer y surgió lo obvio: una política de reactivación, que diversos analistas venimos proponiendo desde hace varios meses.

Ahí surgieron los sesgos, especialmente los de disponibilidad. Los entrevistados suelen responder sin tener en cuenta el potencial real de implementación en el corto plazo. Ministros, empresarios y académicos sacan a relucir temas como potenciar las exportaciones del agro, fortalecer el turismo, aumentar la productividad, hacer reformas que favorezcan el empleo, identificar potenciales productivos regionales.

Veamos la productividad como ejemplo. Llevamos décadas de políticas para incrementarla y los logros son pobres e inestables. La Ministra de Agricultura afirma que “nuestro arroz es muchísimo más caro que el arroz de cualquier otro país”. En maíz, que según el presidente Petro podría incrementar en 1.2 millones los empleos al renegociar el TLC, los rendimientos de Colombia son un tercio de los de Estados Unidos y a pesar de 11 años de vigencia del acuerdo la brecha no se ha cerrado; por eso, renegociar acarrearía la pérdida de millones de empleos en las cadenas agroalimentarias al abastecerse de productos nacionales más caros y la reducción del bienestar de la población al sacrificar consumo por los altos precios.

Es mejor echar mano de las políticas que siempre dan resultados de corto plazo, como los subsidios a la vivienda (retomar los de clase media); acelerar las obras públicas en este de fin periodo de gobernadores y alcaldes; mayor ejecución presupuestal, pero reorientándola de ser posible a proyectos con impactos rápidos en empleos e ingresos. Una opción es impulsar la actualización de habilidades laborales de personas que pierdan el empleo, pagándoles un millón de pesos mensual como complemento a los mecanismos de cesantías y protección al cesante; además, diseñar mecanismos de promoción que faciliten su reingreso al mercado laboral.

Finalmente, unos elementos importantes que se vienen recalcando desde diversos sectores incluyen el restablecimiento de la confianza entre gobierno y empresarios, superar la creciente polarización entre ministros y gobiernos regionales e implementar planes de emergencia que frenen la creciente delincuencia. Estos son factores que están afectando negativamente los índices de confianza cuando lo que conviene es fortalecerlos.

¿Bajarán pronto las tasas de interés?

viernes, 21 de julio de 2023

 

Publicado en Portafolio el 21 de julio de 2023.

Algunos analistas, incluido el exministro Ocampo, claman por que así sea. Pero poniendo los pies en la tierra, parece poco probable por la experiencia de otros países y por la evolución de la inflación básica de Colombia.

En Colombia es un hecho que la inflación total lleva tres meses consecutivos en descenso, los indicadores de demanda agregada corroboran su menor dinámica, y las expectativas de inflación también están bajando aun cuando, según las minutas de la Junta Directiva del Banco de la República, “continúan elevadas”.

No obstante, las revisiones del PIB van al alza, no a la baja, lo que podría indicar una caída de la demanda menor a la proyectada inicialmente; el incremento de los salarios en los dos últimos años estuvo por encima de la inflación (10,07% en 2022 y 16,00% en 2023); y el desempleo no ha aumentado.

Lo que acontece en otros países es que la inflación total y la básica llevan varios meses bajando, y lo máximo que han hecho sus bancos centrales es detener las alzas de sus tasas de política monetaria; pero no las han reducido. Así ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos, la Eurozona, Brasil, Chile y México.

La pregunta es por qué las autoridades monetarias no han bajado las tasas de intervención y en algunos casos dejan entrever posibles incrementos adicionales. Al parecer, prima la cautela frente a la incertidumbre por el fenómeno de El Niño, eventos climáticos extremos (como las altas temperaturas en Europa en estas semanas), y el riesgo de que Rusia cierre nuevamente el Mar Negro para el cruce de cargueros; a ellos habría que sumar en Colombia el reajuste de los precios de los combustibles y los problemas de estabilidad financiera en algunos sectores, entre otros.

El otro tema son los indicadores de inflación básica de Colombia. Los de inflación sin alimentos y sin alimentos y regulados siguen subiendo a niveles récord; el de servicios ha bajado un mes y Núcleo 15 tres. El Banco de la República señala que “estas medidas proveen información de la tendencia de largo plazo de los precios, y es la inflación que está directamente afectada por las decisiones de política monetaria”. Así, la mencionada mezcla de resultados indica que no es tan claro que hayan desaparecido las presiones de demanda sobre los precios.

En ese escenario global y nacional, más vale no confiarse en prontos descensos de la tasa de intervención del Banco de la República; mejor esperar del gobierno una pronta acción de choque contra los problemas de oferta y la solución de los cuellos de botella generados en varios sectores por regulaciones erráticas.

¿Una cifra récord…?

jueves, 22 de junio de 2023

 

Publicado en Portafolio el 22 de junio de 2023

Nassim Taleb resaltó entre los atributos de los “cisnes negros” que “pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que se hace explicable y predecible”. En términos coloquiales, esto significa que, ex post, todos somos inteligentes.

En economía proliferan estas actitudes. Cuando los acontecimientos sorprenden, los analistas responden “creando” explicaciones, generalmente basadas en apreciaciones subjetivas, sin importar que después sean refutadas por los datos duros.

Ese sesgo de disponibilidad (como lo denomina la economía conductual) abunda tanto entre los técnicos como entre los políticos. Un ejemplo: los medios resaltaron el flujo récord de entrada de inversión extranjera directa (IED) a Colombia en el mes de abril, según la balanza cambiaria. El presidente Petro salió a cobrar el excelente dato mediante un “trino”; afirmó que “nunca se había registrado una cifra de llegada de inversión extranjera directa como la que se registró en el mes de abril. La más alta de la historia registrada”.

Con esto, el presidente constataba un hecho divulgado por los medios y las valoraciones “creadas” por los analistas para volverlo “explicable y predecible”. Era importante porque muchos preveían una caída de la IED como reacción a diversas políticas anunciadas por el gobierno y a las reformas que fueron presentadas al Congreso; de ahí su sorpresa con el resultado de abril.

Pero tanto el presidente (y sus asesores) como los demás opinadores pasaron por alto que estaban examinando la balanza cambiaria y no la balanza de pagos. Una nota didáctica del Banco de la República explica que “la balanza cambiaria doméstica es un registro estadístico de las transacciones en divisas efectuadas a través de los IMC” (intermediarios del mercado cambiario); es decir, las realizadas en el mercado regulado. Además, “la balanza cambiaria no debe confundirse con la balanza de pagos, ya que esta última es un registro de todas las transacciones que se realizan entre Colombia y el resto del mundo, y no todas sus operaciones implican un movimiento de divisas”.

Esa diferencia puede generar conclusiones opuestas. En la balanza cambiaria, el monto acumulado de IED del primer trimestre –que no fue noticia–, creció 25,7% anual (la de abril solo el 12,3%). No obstante, según la balanza de pagos, en ese trimestre se registró una caída del 10,9% (-USD527 millones), explicada por menor inversión directa en empresas (-22,4%) y menores deudas entre empresas con relaciones de inversión directa (-11,9%), compensadas parcialmente por la mayor reinversión de utilidades (+6,0%).

Esto comprueba que la inteligencia ex post falló; lo raro es que nadie haya salido a “crear” las explicaciones que justifiquen esos nuevos resultados.

¿Necesitamos un Bukele?

viernes, 26 de mayo de 2023

 

Publicado en Portafolio el viernes 26 de mayo de 2023.

Al 55% de los colombianos le gustaría que el país tuviera un presidente como Nayib Bukele, según la encuesta Opinómetro de mayo.

La pregunta es ¿por qué la mayoría de los colombianos estaría dispuesto a tener un presidente con tendencias autocráticas, para emular en el país el inclemente trato del gobernante salvadoreño a la delincuencia? Una hipótesis es que el sorprendente respaldo surge de los elevados niveles de impunidad, la falta de severidad en los castigos a muchos delitos y la posibilidad que se discute de eliminar delitos menores de los códigos con el fin de reducir la congestión de las cárceles y los juzgados.

Mi preocupación viene al caso por una experiencia personal. Hace un par de meses fui víctima de un robo. Dos tipos en un carro se identificaron como policías; me pidieron documentos y luego procedieron a robarme. No pensé en poner un denuncio, porque percibí muy remota la probabilidad de una captura y que, si ella ocurriera, esos delincuentes estarían en las calles en pocos días.

Recientemente tuve conocimiento de un caso similar, en el que la víctima sí denunció, pero la Fiscalía archivó el caso por tratarse de un “hurto bagatelar”. Lo sorprendente son los argumentos (cito parcialmente por limitación de espacio): “…observamos que con la denuncia, se tiene que el daño sufrido por la denunciante, no es más que una leve lesión en el cuerpo de la víctima, mientras que para el agresor, en el evento de una sanción, generaría una carga muy alta, teniendo en cuenta la pena impuesta para el delito, lo que podría violentar el principio de proporcionalidad…”. ¡Pobrecitos delincuentes!

En algún momento en que dudé en poner la denuncia, ilusamente pensé que la suplantación de la autoridad era un delito por el que seguramente sí podrían perseguir y castigar. Pero los argumentos para archivar el caso ni lo mencionan. Esto es algo que los malhechores conocen al dedillo y por eso actúan con tanta tranquilidad ante una población desprotegida y temerosa.

¿Qué cabe esperar? Que cada día se extiendan más estos delitos por la alta probabilidad de que la justicia no actúe. Pero esos problemas “bagatelares” que no preocupan a jueces y policías, hoy generan los grandes problemas de mañana. Lo ilustran los colados del transporte masivo y la nefasta historia de las autodefensas; por el mismo camino pueden seguir la primera línea y las guardias campesinas, indígenas y cimarronas.

Para afrontar la congestión de cárceles y juzgados, antes que una autocracia a la Bukele, ¿no se deberían intensificar acciones orientadas a la educación vocacional, las políticas de empleo formal, campañas educativas y garantía de una presencia efectiva del Estado?

La inflación y el FMI

viernes, 21 de abril de 2023

 

Publicado en Portafolio el 21 de abril de 2023

La evolución de la inflación en Colombia desde mediados del 2021 tiene tres características comunes con el resto del mundo: las más altas variaciones en décadas, las dificultades para reducirla a los niveles prepandemia a pesar de las elevadas tasas de interés, y la confluencia de choques de oferta y de demanda.

Los informes del FMI de la reciente revisión de políticas de Colombia resaltan dos importantes aspectos de la inflación en el país. El primero es que su aceleración empezó más tarde que en Brasil, Chile, México y Perú. Esto implica que la crítica a la Junta Directiva del Banco de la República por no reaccionar oportunamente carece de sentido; es difícil tratar un cáncer antes de detectarlo.

El segundo es un ejercicio que calcula el impacto de los diversos choques. Los resultados muestran que en el cuarto trimestre de 2021 el 41,2% de la inflación total fue ocasionado por choques externos, asociados con el petróleo, los alimentos y los costos de los fletes marítimos; en promedio, en 2022 el componente externo aportó alrededor del 32% de la total y el 27% de la básica.

Sin embargo, los choques domésticos aportaron más que los externos. En promedio, explican el 36% de la inflación total y el 35% de la básica del 2022. Por la magnitud de su aporte, el FMI divide los domésticos en choques de demanda, de tasa de cambio y de oferta; en ellos se incluyen los eventos climáticos, los efectos duraderos de las protestas sociales, los mecanismos de indexación y la depreciación.

En ese contexto se entiende por qué ha resultado tan difícil “quebrarle el espinazo” a la inflación. El peso relativo de los choques externos es alto y ellos no se pueden doblegar con la política monetaria o con las políticas del gobierno. Cuando hay un choque interno de oferta, por ejemplo cosechas que se dañan por inundaciones, el gobierno puede mitigar el impacto mediante importaciones de alimentos; pero sus decisiones son estériles cuando los precios internacionales suben por la invasión rusa a Ucrania.

Por fortuna, los precios internacionales están disminuyendo desde mediados del 2022 y la demanda se está debilitando por las altas tasas de interés. Si no ocurre algo extraordinario con el conflicto ruso-ucraniano o con choques internos, pronto veremos el punto de inflexión de la inflación en Colombia; no obstante, todos los analistas prevén que el retorno al rango meta entre 2,0% y 4,0% será lento.

En síntesis, Colombia enfrenta uno de los más complejos episodios de inflación en la historia económica del país y lamentablemente los costos de controlarla pueden ser altos en términos de crecimiento y empleo.

Soberanos, reguladores y quiebras

jueves, 23 de marzo de 2023

 

Publicado en Portafolio el 23 de marzo de 2023.

Los bonos del Tesoro de EE.UU. y los reguladores explican en parte la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) y otros bancos de ese país. Puede parecer exótico, pero así es.

Entre las causas de la crisis financiera de 2008-2009 están las inversiones riesgosas, como las titularizaciones de hipotecas subprime. Entonces los reguladores decidieron que las entidades financieras debían gerenciar mejor el riesgo de sus portafolios y dar mayor peso a los títulos seguros. Y, claro, los más seguros son los bonos del Tesoro.

Pero tres circunstancias llevaron a una acumulación tal vez excesiva.

Primera, la política monetaria expansiva, con tasas de intervención cero o negativas, incrementó la demanda de los Tesoros y de bonos hipotecarios garantizados por el gobierno, ambos a tasas fijas y largo plazo.

Segunda, la pandemia generó excesos de ahorro que crecieron simultáneamente los depósitos de los bancos y la tenencia de los títulos mencionados, por la baja demanda de crédito.

Tercera, como el mundo se “acostumbró” a las bajas tasas de interés y nadie esperaba sobresaltos, la mayor parte de los portafolios se clasificó en “disponibles para la venta” (DPV); la valoración periódica de los portafolios a precios de mercado no implicaba mayor problema.

Ese escenario cambió radicalmente desde mediados de 2021. La dispar velocidad de ajuste de la demanda y la oferta en la postpandemia y luego la invasión rusa de Ucrania dispararon la inflación global a los niveles más altos de las últimas décadas. Los bancos centrales reaccionaron aumentando las tasas de intervención de forma acelerada.

Como consecuencia, cayó el precio de los bonos y surgieron pérdidas contables tanto en el segmento de títulos DPV, como en los mantenidos hasta el vencimiento (MHV). Numerosos inversionistas optaron por reconocer las pérdidas y reclasificar los portafolios dando un mayor peso a los MHV.

El director del seguro de depósito de EE.UU. (FDIC) afirmó en un discurso el 6 de marzo de 2023 que las pérdidas no realizadas del sector financiero fueron de US$620.000 millones a finales de 2022. Las pérdidas no realizadas del SVB se dispararon de cero en junio de 2021 a US$15,9 mil millones en septiembre de 2022.

El “pecado” del SVB fue tener en el activo un portafolio mayor que la cartera de créditos y tenerlo concentrado en títulos públicos a tasa fija y largo plazo, sumado a un pasivo en el que alrededor del 97% de los depósitos no tenía seguro gubernamental. Aun cuando pueden existir errores en la gerencia de riesgos, el problema de fondo es que los bonos de bajo riesgo volvieron insolvente al SVB. ¿Qué pensarán ahora quienes trazan las líneas globales de la regulación financiera?

Hidrocarburos y antípodas

jueves, 16 de febrero de 2023

 

Publicado en Portafolio el 16 de febrero de 2023

La ministra de Minas y Energía, en el Foro de Davos, ratificó al mundo que en Colombia, “…no vamos a conceder nuevos proyectos de exploración de gas y de petróleo”. Cinco días después el gobierno noruego anunció la oferta de 92 nuevos bloques para la exploración de petróleo y gas; con esta decisión aumentan las licencias para buscar hidrocarburos en el Mar de Noruega y el Mar de Barents.

Terje Aasland, ministro de Petróleo y Energía de Noruega, afirmó: “Necesitamos constantemente nuevos descubrimientos para desarrollar aún más la plataforma continental noruega… La actividad de exploración adicional y los nuevos descubrimientos son importantes para mantener la producción de petróleo y gas a lo largo del tiempo, tanto para Noruega como para Europa”.

Unas posiciones tan opuestas plantean varios interrogantes. Uno es quiénes son Colombia y Noruega en el mundo de los hidrocarburos. En 2021 sus producciones de petróleo fueron de 738.000 y 2.024.800 barriles/día, aportando el 0.8% y el 2,3% del total mundial, respectivamente; Colombia ocupó el puesto 22 y Noruega el 11. En gas las diferencias son más grandes, pues Noruega es el noveno país en producción en el mundo (2,8% del total) y Colombia el 40 (0,3%).

En 2021 Noruega exportó 1,6 millones de barriles/día de petróleo (puesto 8) y Colombia 442 mil (puesto 22). En gas, Noruega fue el tercer exportador del mundo y Colombia no exportó. Por último, cabe destacar que la suma de petróleo y gas representó el 28,7% de las exportaciones totales de Colombia en 2020, mientras que en Noruega fue el 44,3%.

Otro interrogante es cómo la producción y exportación de estos productos afecta la economía. Es conocido que en Colombia tiene un impacto notable en las finanzas públicas del gobierno central y en las regalías que van a las regiones. En Noruega solo un 4% de los ingresos obtenidos de estos hidrocarburos entra al presupuesto gubernamental anual. El resto se ahorra en el Government Pension Fund Global, que es el fondo de inversiones más grande del mundo; su valor en 2022 se estima en US$1.200 billones, esto es, casi tres veces el PIB de Colombia.

Cabe ahora preguntarse cuál país aporta más emisiones de CO2. En 2021 Colombia aportó el 0,25% y Noruega el 0,11%; pero en este último fue el 0,19% en 1970 y desde entonces registra una clara tendencia descendente, mientras que en el caso colombiano viene aumentando.

Balance noruego: triple producción y exportaciones de hidrocarburos, mayor peso en las exportaciones, escaso impacto en las finanzas públicas, extraordinario ahorro y baja contaminación; aun así consideran estratégico promover la exploración de petróleo y gas. ¿Y Colombia? ¡Difícil entender su decisión!

Pesimismo y pájaros azules

jueves, 19 de enero de 2023

 

Publicado el Portafolio el jueves 19 de enero de 2023

Comienza el 2023 con una avalancha de proyecciones económicas en las que predominan el pesimismo y la creciente incertidumbre. No es para menos, con la confluencia de crisis que cada vez más analistas engloban en el concepto de “policrisis”: recesión global; prolongación del conflicto Rusia-Ucrania; altos niveles de inflación, aun cuando en lento descenso; problemas por fenómenos climáticos extremos; riesgos de crisis de deuda; posibles hambrunas en países pobres; y permanencia de la pandemia con potenciales mutaciones y nuevos picos de contagio, para mencionar los riesgos más sobresalientes.

Cierto es que hay aspectos objetivos que subyacen a muchos de estos riesgos, pero también lo es que la generalización de un pesimismo extremo puede alimentar profecías autorrealizadas. De ahí la importancia de esforzarse por detectar variables que puedan tener una evolución diferente o, por qué no, de pensar en la aparición de un “pájaro azul”.

El inversor y gestor de fondos Ruchir Sharma lo define como “un evento raro e imprevisible que trae alegría… El próximo pájaro azul podría ser una paz sorpresa en Ucrania, que reduzca instantáneamente los costos de energía y alimentos” (“Ruchir Sharma’s investor guide to 2023. From peak dollar to better TV”; Financial Times, 6 ene 2023). Es como la antípoda del cisne negro: así como pueden sobrevenir hechos catastróficos no previstos, pueden ocurrir hechos extraordinarios con impactos positivos.

Hay muy poco escrito sobre pájaros azules y quizás no se manifiesten de forma tan dramática como los cisnes negros. En Colombia, por ejemplo, el consenso de los analistas proyectaba un crecimiento del PIB del 4,2% para 2022 y el observado estuvo alrededor del 8,0% (22% nominal). Es posible que el inmanente pesimismo que se refleja desde hace rato en las encuestas no permita valorar ese notable repunte que, en el mejor de los casos, se ha bautizado como una “sorpresa positiva”.

De igual forma, tampoco se ha apreciado el resultado fiscal, con un déficit del 5,5% del PIB en 2022, cuando el Plan Financiero lo proyectaba en 6,2%; además, se tornó alcanzable la proyección del 3,8% para 2023. Hace un año pocos creían posibles estos balances. Pero ellos, sumados a los altos ingresos esperados de las dos últimas reformas tributarias y a la terminación del ingreso solidario, crean un margen de maniobra que permitirá al gobierno implementar políticas para mitigar los efectos de una recesión global y de la política antiinflacionaria.

Mientras se manifiesta otro pájaro azul, las ganancias de las “sorpresas positivas” se deben invertir en temas prioritarios como la producción de alimentos y la vinculación efectiva al nearshoring. Pero en la asignación de recursos deben primar los criterios técnicos y no afanes populistas.