Publicado en Portafolio el 15 de enero de 2016
Si el desempeño de la economía mundial en 2015 fue complejo, todo parece indicar que el de 2016 lo será aún más. El bajo dinamismo del PIB desde la crisis de 2008-2009, se ha relacionado con diversos aspectos coyunturales. Pero también hay analistas que vienen insistiendo en la existencia de problemas estructurales que, de no ser reconocidos por las autoridades económicas, prolongarán el estancamiento global.
Estados Unidos crece a un ritmo sostenido pero bajo; Japón entró nuevamente en recesión; en la Unión Europea se crece a diversas velocidades y persiste el riesgo de deflación; los BRICS, con excepción de la India, se desaceleraron y Rusia y Brasil están en crisis, y las economías exportadoras de productos básicos frenaron su crecimiento por la terminación de la bonanza de precios.
En 2016 no se espera un cambio de tendencia en los precios de los productos básicos. En lo referente al petróleo las cotizaciones seguirán bajas por la persistencia de la sobreoferta y la débil demanda; en el mejor de los casos, los precios fluctuarán en un rango entre 20 y 50 dólares por barril.
La decisión de la FED de incrementar su tasa de intervención tendrá repercusiones en el mundo en desarrollo, al sumarse al choque de precios de los productos básicos. Es posible que se registren mayores salidas de capitales, depreciaciones adicionales de las monedas y reducción de la liquidez de los mercados financieros internacionales.
La contracción del comercio mundial se prolongará durante el presente año, pues como lo destacan diversos analistas, la postración de la demanda agregada impide un mayor crecimiento.
En China sigue la tendencia a la desaceleración y la demora en sus ajustes estructurales hace prever que no volverá a crecer a niveles del 10 por ciento. Por el contrario, podría más bien converger a tasas de crecimiento del 2 por ciento, similares a las de Estados Unidos.
La economista Carmen Reinhart advierte que “desde un punto de vista histórico, las economías emergentes parecen encaminadas hacia una gran crisis”, como consecuencia de los profundos cambios que están ocurriendo en la economía mundial (“¿Un año de incumplimientos soberanos?”, Project Syndicate, diciembre 31 del 2015).
Esa posibilidad nace del impacto de las depreciaciones monetarias sobre los elevados endeudamientos contraídos en los años de monedas fuertes y bajas tasas de interés; a ello se suma el efecto de los choques de los precios internacionales sobre los déficits de la cuenta corriente y de las finanzas públicas, el aumento de las tasas de interés de la FED y el endurecimiento de los mercados de capitales.
Por último, Larry Summers afirma que “por desgracia, la experiencia (…) ha tendido a confirmar la hipótesis del estancamiento secular” (“My views and the Fed’s views on secular stagnation”; diciembre 22 del 2015). En el marco de esa hipótesis, la normalización de la política monetaria por parte de la FED es una decisión errónea y no sostenible, de forma que en el mediano plazo la desaceleración de la economía forzará la baja de la tasa de intervención.
En síntesis, el tránsito del 2016 luce espinoso. En esas turbias aguas tendrán que tomar decisiones las autoridades económicas de cada país, para protegerse de los choques adversos, fortalecer la dinámica de la demanda interna y buscar el mayor crecimiento posible.
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