Publicado en Ámbito Jurídico, Año XVII, No. 398, 21 de julio a 3 de agosto de 2014
En las últimas décadas ha crecido el número de clasificaciones internacionales (ranking) con los más variados objetivos: competitividad, clima de negocios, libertad económica, logística, complejidad económica, etc. Su utilidad es grande en la identificación de las mejores prácticas, la comparación con lo que hacen los países pares, y la percepción de las tendencias globales, entre otros.
Pero el buen uso de ellas exige conocer sus metodologías, objetivos, coberturas y limitaciones. Ignorarlos puede dar lugar a apreciaciones erróneas, como ocurrió en la reciente campaña presidencial.
En un video de una campaña, una señora afirma que “Colombia ha empeorado en sus principales indicadores sociales y económicos en los últimos cuatro años” (http://www.youtube.com/watch?v=D_L0eDaaIXw).
Para demostrarlo acude al Global Competitiveness Report, elaborado anualmente por el World Economic Forum (WEF). La señora del video destaca que el país cayó del puesto 85 al 106 en el indicador de desperdicio del gasto público; en calidad de la infraestructura, del 85 al 117; en educación básica del 75 al 104; y remata comentando que “lo mismo pasó en la lucha contra la mortalidad infantil, la seguridad y la participación de las mujeres en el mercado laboral”, en la que se pasó del 49 al 98.
Varias imprecisiones cometieron los “creativos” de esa publicidad. Para empezar, el Global Competitiveness Report se basa en más de 110 variables, que combinan tanto estadísticas oficiales (datos duros), como encuestas de opinión (datos blandos). Si se examina la clasificación de Colombia en los últimos años, salta a la vista que el país se ha movido poco; se mantiene alrededor del puesto 69 entre 148 países. Ese es el resultado neto de variables en las que aumenta su posición relativa y otras en las que disminuye.
Lo deseable es mejorar, pero la estabilidad no es sinónimo de que se estén implementando políticas económicas erradas. Por ejemplo, un país puede registrar un incremento importante en la cobertura bruta en educación y, aun así, perder posiciones en la clasificación de esa variable porque un grupo de países la aumentó más.
Esto significa que en la metodología de las clasificaciones internacionales está implícito que el mundo se mueve. No solo es deseable que un país avance, sino que lo haga más rápido que los demás para ascender puestos en el ranking. Por eso, con base en un puñado de variables en las que se pierden puestos, no se puede descalificar la gestión de una economía; tampoco es lícito inferir del retroceso en el indicador de desperdicio del gasto público que un gobierno “gastó más e hizo menos”, como destaca el video.
Además de esas imprecisiones, los “creativos” cometen un error garrafal. No tienen en cuenta que una cosa es la fecha de publicación del ranking del WEF y otra las fechas de referencia de las variables utilizadas.
El error más notable es el de la tasa de mortalidad infantil. Tomando los datos como lo hicieron en ese video, Colombia pasó del puesto 66 al 77 (ranking del 2009-2010 y del 2013-2014, respectivamente). Pero no se percataron de que las fechas de los datos duros corresponden a los años 2006 y 2011, como lo informa la propia publicación del WEF; lo más interesante es que según el dato del 2010 el país quedó en el puesto 79, por lo que el deterioro en el ranking sería atribuible totalmente a un periodo de gobierno anterior al que se proponen evaluar, a la vez que se colige que las acciones de la actual administración permitieron mejorar en dos puestos.
Los datos duros corroboran esta última apreciación. La tasa bruta de mortalidad infantil pasó de 17,0 bebés por cada 1.000 nacidos vivos en el 2006, a 18,1 en el 2010 y a 15,4 en el 2011.
El mismo análisis se puede hacer para la participación de las mujeres en el mercado laboral. En realidad, el puesto 49 corresponde al dato duro del 2007 y el puesto 98 al del 2010, por lo que, nuevamente, la pérdida relativa sería atribuible a la administración anterior.
En los otros dos indicadores mencionados es cierto que se perdieron puestos en los cuatro años mencionados. Pero una evaluación objetiva de la clasificación tendría que destacar que esa tendencia viene de atrás.
Caso particular es el del desperdicio del gasto público en el que tomaron un año de referencia distinto al de las otras variables, con el fin de magnificar el resultado. Tomando el mismo que para las otras variables comentadas, surgen dos hechos interesantes: 1. El país pasó del puesto 79 en el 2007-2008 al 107 en el 2009-2010, que corresponden al gobierno anterior; 2. En el actual Gobierno el país mejoró un puesto, al pasar al 106 en el 2012-2013.
En la lógica de la señora: ¿Cuál gobierno gastó más e hizo menos? ¡Tiro en la rodilla!
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