Publicado en Ámbito Jurídico, Año XVII, No. 390, 24 de marzo al 6 de abril de 2014
Don Floro vive de lustrar calzado en las oficinas del edificio en el que yo laboro. Es un señor de unos 60 años, humilde, trabajador y muy apreciado por su clientela.
Hace unos meses, estaba en un andén esperando el bus para retornar a su vivienda. De pronto, desde atrás le propinaron un fuerte golpe que lo lanzó por los aíres; aterrizó unos metros adelante con una pierna fracturada. Había sido embestido por un desadaptado que conducía su moto por un andén lleno de transeúntes; por si fuera poco, trató de volarse, pero un grupo de estudiantes lo detuvo.
Obviamente, este accidente no fue noticia. Y no lo fue, porque, lamentablemente, se está volviendo parte del paisaje urbano. Pero para don Floro y su familia sí fue noticia; mala para ser exactos, pues tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica y no pudo trabajar durante cuatro meses.
Como consecuencia sus ingresos se vinieron al piso y prácticamente tuvo que vivir de la caridad pública durante la convalecencia; el motociclista se hizo el de la “vista gorda” y no pensó en alguna compensación, a pesar de ser testigo de la vulnerabilidad económica de su víctima. Ahora don Floro volvió a su duro trabajo, arrastrando las secuelas del accidente, que evidentemente deterioraron su calidad de vida.
Este es uno de muchos ejemplos de lo que ocurre en el país: Motociclistas irresponsables que no saben que existen normas mínimas de tránsito, o si lo saben lo disimulan muy bien.
Por eso resulta exótico que los motociclistas de Bogotá estén protestando, muy molestos porque hay retenes en los que les paran por diversas razones.
No se puede desconocer que las motocicletas son un invento más inteligente que los automóviles; por lo menos desde el punto de vista de eficiencia. Mientras un carro pesa alrededor de una tonelada y demanda mucha energía para transportar en promedio una o dos personas, las motos con un peso típico inferior a los 200 kg pueden transportar el mismo peso. Adicionalmente, son económicas en espacio y combustible.
Por si fuera poco, en Colombia los dueños de las motos disfrutan de otras prerrogativas. No pagan impuestos (alrededor del 79% están exentas, según un estudio de Econometría de 2012), no pagan peajes y no tienen pico y placa.
Pero esas bondades y atractivos quedan anulados con la pésima imagen que proyectan por la permanente violación de las normas básicas.
Por ejemplo, es difícil creer que un motociclista conduzca ebrio. Pues en el primer mes de vigencia de la ley contra los conductores borrachos, el 65% de los multados fueron motociclistas.
Pero, además, se suben a los puentes peatonales; invaden las ciclorrutas; hacen cruces indebidos; no respetan los semáforos en rojo; llevan menores de edad sin protección; se creen busetas, llevando más de dos personas, o vehículos de carga; desconocen qué es una contravía; parquean donde les provoca; y un largo etcétera.
Muchas de esas infracciones parecen de ciencia ficción, pero son corroboradas por innumerables videos que están a disposición del público. Como ejemplos, los invito a ver “El decálogo del motociclista infractor”, del diario El Universal de Cartagena (http://www.eluniversal.com.co/local/decalogo-del-motociclista-infractor-51124), y uno que ilustra cómo llevar una escalera en una moto: http://www.youtube.com/watch?v=_nbvyQYpYQg).
El problema se ve agravado por el vertiginoso aumento de las motos circulando por el país y la baja preparación de los conductores para maniobrar estos vehículos. Según el Fondo de Prevención Vial, ya en 2012 las motos eran el 50.7% del total de vehículos. Y hace unos días, El Tiempo reseñó dos estudios según los cuales solo uno de cada 10 motociclistas recibió un curso de conducción.
Esas libertades que se toman los motociclistas explican la alta accidentalidad registrada en las estadísticas nacionales. Según el Fondo de Prevención Vial los motociclistas incrementaron su participación en el total de muertos en accidentes de tránsito desde el 32.6% en 2007 hasta el 42.4% en 2012; y en el total de heridos su participación aumentó del 39.4% al 49.3%. Por último, entre los conductores y pasajeros muertos en 2012, los motociclistas representaron el 70% y el 41%, respectivamente.
Son los propios motociclistas los llamados a disciplinarse y culturizarse; antes que protestar por un retén, deberían clamar por una mayor inteligencia vial de los colegas. Los cambios demandan campañas masivas y el compromiso de fabricantes y distribuidores, así como de las autoridades de tránsito.
Este medio de transporte, bien utilizado puede ser de beneficio colectivo. Pero por la senda que vamos, estaremos agudizando los problemas de la selva en la que se están convirtiendo muchas ciudades. Y, como suele suceder, los bichos raros serán los motociclistas respetuosos de las normas, hasta que, lamentablemente, terminen contaminados por la ley de la jungla.
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