Pubblicado en el diario La República el 24 de junio de 2010
Hay un país con muchos “atractivos naturales y culturales. Costas en el océano Pacífico y Atlántico, más de mil ríos, la montaña costera más alta del mundo, 53 áreas naturales… que representan el 9 por ciento del territorio nacional, cientos de lugares considerados bienes de interés cultural, entre muchos otros atractivos. Los mismos resumen toda la oferta turística del país en siete productos: sol y playa; historia y cultura; agroturismo; ecoturismo; deportes y aventura; ferias y fiestas y ciudades capitales (compras, salud, congresos, convenciones e incentivos)”. Además, los paisajes abarcan desde zonas desérticas hasta selvas y nevados, con amplia variedad de climas y una rica fauna y flora.
Para un observador desprevenido, se está describiendo la meca del turismo, pues ¿cuántos países del mundo pueden ofrecer esa gama de atractivos? La verdad es que muy pocos. Algunos sólo tienen desiertos, otros únicamente playas, o nevados para los deportes de invierno. Pues bien, como ya habrán adivinado, la cita (extractada de un trabajo académico de la economista María Such y otros colegas) se refiere a Colombia.
Y sabemos que el turismo colombiano, lejos de haber aprovechado ese enorme potencial, registró un profundo estancamiento desde mediados de los años noventa, en contravía de lo que ocurría con el turismo en el resto del mundo.
¿Las causas? Narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo y delincuencia común, sumados al desbarajuste institucional –liquidación de la Corporación Nacional de Turismo, supresión del viceministerio de turismo, baja operatividad e impacto del Consejo Superior de Turismo– deprimieron la actividad del sector, alejaron el turismo internacional y condenaron a los residentes al encierro en las ciudades.
El panorama hoy es bien distinto, por las decisiones que adoptó el gobierno desde 2002: seguridad democrática, viceministerio de turismo, incentivos a la construcción y remodelación de hoteles, fortalecimiento financiero del Fondo de Promoción Turística, promoción internacional a cargo de Proexport, y acuerdos aéreos para aumentar las frecuencias de vuelos, entre otras.
Los resultados están a la vista. En 2009, la llegada de viajeros internacionales cayó en 4,3 por ciento en el mundo, mientras en Colombia creció 10,7 por ciento; volvimos a viajar por carretera; creció la oferta hotelera –14.259 habitaciones nuevas entre 2002 y 2010–; somos sede de prestigiosos eventos internacionales; volvieron los cruceros; y es notable el impacto de los eslóganes de las campañas turísticas nacional e internacional.
Recuperamos el terreno perdido. Ahora sí podemos aprovechar todo el potencial del país para desarrollar un sector turismo de clase mundial, que impulse a un mayor crecimiento de la economía y del empleo.
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