Publicado en Portafolio el 2 de septiembre de 2013
Achacar al TLC con EEUU, y en general a los acuerdos comerciales, la responsabilidad en la situación del campo que llevó al paro, produce risa y tristeza simultáneamente.
Risa por el oso que hacen quienes, con fines oportunistas, no dudan en repetir cuanto eslogan de crítica van escuchando, sin hacer el menor esfuerzo por verificar los argumentos que lo sustentan. Tristeza, porque reflejan su escasa reflexión sobre los problemas del país; echar culpas por el simple hecho de no compartir la política comercial, desorienta a la ciudadanía, no contribuye a mejorar los diagnósticos y sataniza los instrumentos de política.
El burgomaestre Petro en su tweeter se declara profeta: “Le dije a Uribe que no firmara TLC con EEUU porque iba a destruir el campo de los campesinos”.
El senador Robledo con su palmario pesimismo sentencia: “a punta de TLC aumentan las importaciones y disminuyen las exportaciones, arruinan a los productores y concentran aún más la propiedad de la tierra, a costa del campesinado y de los empresarios pequeños y medianos”.
Y Daniel Samper pretende darle un golpe de gracia al TLC con Estados Unidos, con cifras que no se toma la molestia de poner en contexto: “en el primer año del TLC se dispararon las importaciones agrícolas: la soya subió 467 por ciento, los lácteos, 214, la carne de cerdo, 66, el trigo, 15…”.
Para Estados Unidos el de Colombia no es el primer TLC que firma; además del nuestro tiene vigentes otros 20. La evidencia empírica muestra que en ningún caso ni el campo ni los campesinos se han arruinado; en todos los países el valor agregado agropecuario siguió creciendo; igual pasó con la productividad en el agro; y la balanza comercial agropecuaria ha mantenido su signo y en varios países ha crecido el superávit.
Aun cuando en nuestro medio hay analistas que han hecho eco de supuestas tragedias, como la quiebra de los ganaderos de México, nunca ha aparecido la fuente de tal información.
Como uno de los objetivos de los acuerdos comerciales es crecer el comercio, es normal que aumenten tanto las exportaciones como las importaciones. Estas últimas no tienen que repercutir en la estabilidad de la producción nacional, salvo en los casos teóricos de sustitución de la producción ineficiente de un país por la más eficiente del otro; en tal situación es evidente que habrá una mejora del bienestar de la población, que tendrá acceso a productos de mejor calidad por menor precio.
Pero no es eso lo que está ocurriendo actualmente con las importaciones agropecuarias del país, lo que desvirtúa el argumento de los críticos. El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha mostrado que las importaciones de leche en 2012 representan el 3% de la producción nacional y equivalen a 10 días de consumo; y las importaciones de papa en ese año son menos del 1% de la producción y 2.4 días de producción. ¿Estas cifras ponen en riesgo la producción nacional? Dudoso.
Los críticos no han caído en cuenta que sus opiniones sobre los presuntos impactos negativos de los TLC, y en general del comercio internacional, en el campo coinciden con un periodo en el que las importaciones de productos agropecuarios están cayendo. En efecto en el primer semestre de 2013 estas importaciones fueron inferiores en 6.5% a las del primer semestre de 2012, al pasar de 5.0 a 4.6 millones de toneladas.
Pero como las provenientes de Estados Unidos crecieron 94.8% en el mismo periodo, concluyen que nos están inundando. Aparentemente tienen razón quienes eso deducen; pero la realidad es que las importaciones de productos agropecuarios desde ese país cayeron de 1.2 millones a 499 mil toneladas entre el primer semestre de 2011 y el primero de 2012, porque la demora en la vigencia del TLC repercutió en el desplazamiento por parte de otros países con los que ya teníamos acuerdo comercial vigente. El primer semestre de 2013 muestra la recuperación parcial del terreno perdido, al llegar a un monto de 971 mil toneladas.
Un examen detallado de los productos importados desde ese país indica que la variación absoluta anual en el primer semestre fue de 473 mil toneladas y que ella es explicada casi totalmente por cinco productos: tortas de soya, trigo, frijol soya, aceite de soya y lácteos. En todos estos casos las importaciones totales de Colombia registraron variaciones negativas.
En síntesis, toca que los críticos de los TLC busquen otros argumentos; mientras tanto, hay que descontaminar la discusión para llegar a las causas objetivas de la situación del campo y de ahí a las mejores soluciones.
Variación absoluta de las importaciones de productos agropecuarios desde EEUU y el mundo entre el primer semestre de 2012 y el primer semestre de 2013 (miles de toneladas)
Fuente: Dane; cálculos del autor
2 comentarios:
Comparto plenamente esta perspectiva, la desinformación del colombiano en general, lo lleva a repetir sentencias hechas por personajes sin fundamento y sin analisis real del contexto del comercio internacional. Lecturas como esta son las que debemos profundizar y fomentar. Gracias.
AdoraSión Muchas gracias por su comentario.
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