Publicado en Ámbito Jurídico No. 310 del 15 al 28 de noviembre de 2010
El cineasta francés Jean-Claude Carrière recuerda que “durante la cumbre de Davos, en 2008, se le preguntó a un futurólogo sobre los fenómenos que alterarían la humanidad en los próximos quince años y este propuso que se consideraran cuatro, que le parecían seguros… El segundo concernía al agua, destinada a convertirse en un producto comercial de intercambio exactamente como el petróleo; en fin, que veremos las cotizaciones del agua en la Bolsa”.
¿Será posible ese escenario? ¿Podrá ocurrir en un planeta que en un 70% es agua? La realidad es que un número creciente de análisis indica que la humanidad va camino a la escasez de este vital recurso y, como consecuencia, su precio será cada vez más elevado; el crecimiento poblacional, el cambio climático, la deforestación indiscriminada y la contaminación de fuentes de agua son las principales causas del problema.
En el planeta hay grandes cantidades de agua, pero el 97.5% es salada; y del 2.5% que es agua dulce, cerca del 70% está congelada. De esta forma, sólo el 0.75% del agua que hay en la tierra está disponible para la subsistencia de todos los seres vivientes, con excepción de los marinos.
El panorama se complica por la dispar dotación que tienen las naciones. The Economist señala que el 60% de toda la oferta disponible de agua fresca del mundo se concentra en nueve países, entre los cuales está Colombia. Pero en el otro extremo hay numerosas naciones de África, Asia, las Antillas y Europa Central y Oriental que tienen baja oferta; se calcula que mil millones de personas carecen de acceso al agua potable. Incluso en las economías desarrolladas hay crecientes problemas de disponibilidad de agua y enfrentan grandes desafíos por el rápido deterioro de sus fuentes, como lo mostró el World Wildlife Fund (“Rich Countries, Poor Water”).
Adicionalmente, el consumo tampoco es homogéneo en el mundo. Según la National Geographic, mientras que en Estados Unidos el uso por vivienda es de 380 litros por día, “millones de los más pobres del mundo subsisten con menos de 19”.
Varias naciones del mundo dependen de las importaciones de agua para satisfacer las necesidades de su población. Un caso destacado es el de Singapur, que desarrolló sistemas de recolección de aguas lluvias para consumo industrial, realiza procesos de desalinización de agua del mar e importa los faltantes (40% del consumo) desde Malasia. Como complemento a la variedad de fuentes de abastecimiento los consumidores son conscientes de la escasez y usan sistemas de bajo consumo en las viviendas.
Otro caso es el de exportación de agua embotellada de Canadá a los Estados Unidos, debido a los problemas de escasez en varios estados, especialmente del suroeste. En el tratado de libre comercio firmado entre estas dos naciones a finales de los ochenta se clasificó el agua como un “commodity”.
El tema es fuente de debates en Canadá y hay una creciente oposición a la exportación de sus recursos hídricos a gran escala. Los opositores afirman que los efectos ecológicos serán muy grandes y que hay regiones del país que tienen problemas de escasez
Los defensores afirman que teniendo Canadá una de las mayores disponibilidades de agua dulce en el mundo está en posición de vender parte de sus recursos a países que enfrentan graves problemas de abastecimiento. Además, señalan que los precios al consumidor y a la industria están distorsionados y, al no cubrir los costos del servicio, no hay incentivos a un uso más racional. El comercio internacional tendería a forzar unos precios más transparentes.
El desarrollo de un mercado internacional de agua a gran escala depende en parte de la evolución de las tecnologías de desalinización del agua marina. Pese a los avances registrados en las últimas décadas sigue siendo muy costoso el proceso, lo que mantiene las ventajas del agua dulce. Además ha surgido la preocupación por el impacto del uso amplio de esta tecnología sobre los niveles de salinidad del mar y su impacto ambiental.
¿Colombia como pinta en este panorama? De partida, es uno de los países del mundo con mayor disponibilidad de recursos hídricos y la posibilidad de incursionar en los mercados internacionales hay que explorarla. Pero también es necesario seguir de cerca la evolución de las tecnologías de desalinización y los debates en pro y en contra del comercio internacional del agua.
Entre tanto, el país debe seguir velando por preservar la dotación natural de agua. En el último “Informe sobre el desarrollo mundial”, el Banco Mundial plantea la posible desaparición de los glaciares de los Andes, como consecuencia del cambio climático. ¿Cómo se afectaría la disponibilidad de agua en Colombia en tal escenario? ¿Cómo se puede amortiguar su impacto?
Además, es importante frenar la deforestación en las cuencas hidrográficas, especialmente por la presión de la desordenada colonización inducida por el desplazamiento forzoso en varias regiones. Y, desde luego, hay que pensar en el desarrollo de la infraestructura requerida, en la forma de incorporar valor agregado a la potencial exportación, y en establecer los marcos necesarios para que se desarrolle una explotación ordenada del recurso, haciéndola ambientalmente sostenible.
Para diversos analistas, “el agua será el petróleo del siglo XXI”. Si ese mercado se desarrolla y se despejan los interrogantes sobre los impactos ambientales, Colombia debe estar preparada para aprovechar las oportunidades que se generen.
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