Publicado en Portafolio el 24 de septiembre de 2019
Aun cuando hay antecedentes desde 1948, se considera que la política de promoción de exportaciones comenzó con la creación del Fondo de Promoción de Exportaciones (Proexpo) y diversos incentivos, mediante el Decreto-Ley 444 de 1967. Por lo tanto, los esfuerzos de diversificación de exportaciones llevan 71 o 52 años, según el punto de partida que se adopte.
Pero independientemente del número de años, la realidad es que la diversificación poco avanzó. En 1971 las exportaciones no tradicionales (aquellas diferentes de café, petróleo, carbón y ferroníquel) representaban el 33% del total exportado y en julio de 2019 fueron el 35%, lo que en plata blanca es casi lo mismo. Su participación media entre 1971 y 2019 fue del 42% y registró un comportamiento cíclico, claramente asociado a los precios internacionales de los productos básicos; en los periodos de cotizaciones bajas la participación de las no tradicionales ha subido hasta el 60% y en los de bonanza ha bajado hasta 27%.
Otras clasificaciones corroboran los resultados. Las exportaciones de minero-energéticos, que eran el 33,6% del total en 1991, fueron 62% en julio de 2019; en el mismo lapso, las agropecuarias y las industriales pasaron de 33,4% y 32,2% a 13,6% y 24,3%, respectivamente.
Desde luego, han surgido algunos productos nuevos como las flores y el banano, o los automóviles y el aguacate hass; pero los datos evidencian que la estructura general no ha sufrido mayores cambios. Cabe preguntarse qué explica esos pobres resultados en una economía que hizo su apertura económica, implementó diversos cambios institucionales y tiene alrededor de 15 TLC vigentes.
Parte del problema es la persistencia del proteccionismo, porque mientras los aranceles bajaban se dispararon las medidas no arancelarias, perpetuando el sesgo antiexportador (ver “Proteccionismo a la lata”, Portafolio, 22 de agosto de 2019). Solo el 0,43% de las empresas exportó en 2018 y el 1% de ellas aportó el 78,7% del total nacional; además, según un estudio reciente de la Cepal, en una muestra de ocho países de la región, Colombia es el que más disminuye en el índice del número de empresas exportadoras, tanto grandes como pymex.
Otra parte son los problemas de competitividad. Un estudio de Gabriel Piraquive, del DNP, mostró que muy pocos sectores productivos colombianos tienen ventaja comparativa revelada en Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, en actividades en las que esos mercados tienen vocación importadora. Como complemento, los índices de especialización de Krugman y de similitud muestran que el país no produce lo que el mundo está demandando.
Quizás la principal explicación radique en la economía política, mediante la cual ciertos grupos preservan el status quo y neutralizan las decisiones que podrían transformar la canasta exportadora e impulsar el crecimiento económico.
Por estas razones, además de las buenas acciones del gobierno, como la Política Colombia Exporta, es vital realizar cambios estructurales. Hay que reducir sustancialmente las barreras no arancelarias, acelerar el paso en productividad y competitividad, crecer la masa de empresas exportadoras y lograr una efectiva inserción en las cadenas globales de valor. Por último, sería muy útil implementar la propuesta del presidente Duque de ahorrar parte de los ingresos petroleros para dar más estabilidad a los términos de intercambio y así contribuir a eliminar el sesgo antiexportador.
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