Artículo publicado el 19 de agosto de 2010 en el diario La Repúlica.
En el documento "La República Popular China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica", la CEPAL muestra la creciente importancia de esa nación tanto en el contexto mundial como en el latinoamericano.
China salió fortalecida de la crisis mundial y se consolidó como una potencia económica. Ahora es el primer exportador mundial de mercancías, superando a Alemania; por tamaño es la segunda economía del planeta; y, además, se convirtió en un importante exportador de capitales hacia América Latina.
China es para América Latina un socio comercial cada vez más importante. A ese destino iba el uno por ciento de las exportaciones latinoamericanas en 2000, mientras que en 2009 fue el 6,9 por ciento. Para países como Chile y Perú es el primer comprador, desplazando a Estados Unidos, y en los casos de Brasil y Argentina es el segundo. De igual forma, aumentó su peso relativo como proveedor de las importaciones de la región (alrededor del 12 por ciento).
América Latina es la región más dinámica del comercio de China. En el periodo 2005-2009, las exportaciones y las importaciones crecieron más que con cualquier otra región del mundo (26.1 y 22.8 por ciento anual, respectivamente).
Estos resultados suscitan varios comentarios. En primer lugar, es paradójico, que la consolidación de China como potencia económica coincida con una fuerte evidencia de la vulnerabilidad de su crecimiento por la alta dependencia del comercio internacional. Su reto es fortalecer en el mediano plazo el mercado interno como factor dinamizador de la demanda.
En segundo lugar, el alto crecimiento económico induce el aumento de la demanda mundial de alimentos y productos energéticos, lo que a su vez presiona al alza los precios internacionales. Ya, por ejemplo, en los años recientes China se volvió importador neto de lácteos.
En ese panorama América Latina, puede ver amenazados diferentes sectores de la manufactura, a la vez que se fortalece como exportador de bienes básicos, que son la mayoría de las exportaciones hacia China. Esto último encarna el riesgo de generación de enfermedad holandesa, lo que puede acarrear el retroceso hacia la producción de bajo valor agregado. En 2008 alrededor del 85 por ciento de las exportaciones a ese país fueron bienes primarios y manufacturas basadas en recursos naturales; en casos como el de Chile representaron el 99 por ciento, y en Venezuela, Colombia y Brasil el 98, 97 y 90 por ciento, respectivamente.
El reto para América Latina es aprovechar los altos precios de los productos básicos, sin bajar la guardia en materia de tecnología y producción de valor agregado. No hacerlo implicará para muchos países ser superados por China y rezagarse aún más en competitividad.
Alcanzando el futuro deseado
Publicado en el diario La República el 5 de agosto de 2010
Con este título fue presentado la semana anterior el libro del cual soy coautor con Luis Guillermo Plata, Ministro de Comercio, Industria y Turismo. “Transformación productiva e internacionalización de Colombia", es el subtítulo, y hace referencia al contenido central.
El objetivo es poner al alcance de la sociedad, en términos fáciles de entender, la fundamentación y el proceso de implementación de dos políticas estructurales adoptadas durante el gobierno del presidente Uribe y lideradas por los ministros Jorge Humberto Botero y Luis Guillermo Plata.
Se trata de dos políticas que tendrán profundas repercusiones en la vida económica colombiana y de ahí la importancia de su apropiación por parte de todos los ciudadanos. Los efectos plenos de ellas toman tiempo en transmitirse, pero ya es un hecho que el país ha empezado a cambiar y así lo perciben los analistas internacionales.
Aun cuando el artículo 227 de la Constitución de 1991 señala que el Estado debe promover la integración con las demás naciones, y especialmente con las de América Latina y el Caribe, hasta 2002 no se había avanzado mayor cosa; apenas se negoció el G3 con México y Venezuela. Por eso sólo habíamos logrado acceso preferencial permanente para el 25 por ciento de las exportaciones, mientras que un grupo importante de países de la región ya lo había logrado para cerca del 80 por ciento.
La decisión del presidente Uribe de cerrar esa brecha mediante la política de internacionalización de la economía hace posible que Colombia termine el 2010 con once TLC negociados con 47 países, a los cuales, en el mediano plazo, podremos vender bajo condiciones preferenciales permanentes alrededor del 80 por ciento de las exportaciones. De esta forma estaremos alcanzando lo que otros países de la región lograron desde 2002.
La creciente competencia inmanente a la globalización y el aprovechamiento de los TLC hacen necesaria la modernización de la estructura productiva y la diversificación de la oferta exportadora. Por eso se capitalizaron las experiencias de los gobiernos anteriores y se diseñó una sólida institucionalidad para la política de competitividad; parte de esa política es la transformación productiva, mediante la cual doce sectores se fijaron la meta de convertirse en sectores de clase mundial.
Los sectores de clase mundial se caracterizan por alcanzar niveles de productividad similares o superiores a los del país más productivo, orientar parte de su producción al mercado mundial y registrar altas tasas de crecimiento.
Como lo señala Michael Porter en el prólogo, este libro "es una herramienta obligatoria para entender la impresionante transformación que ha sufrido Colombia, pero también resalta el trabajo que queda por delante".
Con este título fue presentado la semana anterior el libro del cual soy coautor con Luis Guillermo Plata, Ministro de Comercio, Industria y Turismo. “Transformación productiva e internacionalización de Colombia", es el subtítulo, y hace referencia al contenido central.
El objetivo es poner al alcance de la sociedad, en términos fáciles de entender, la fundamentación y el proceso de implementación de dos políticas estructurales adoptadas durante el gobierno del presidente Uribe y lideradas por los ministros Jorge Humberto Botero y Luis Guillermo Plata.
Se trata de dos políticas que tendrán profundas repercusiones en la vida económica colombiana y de ahí la importancia de su apropiación por parte de todos los ciudadanos. Los efectos plenos de ellas toman tiempo en transmitirse, pero ya es un hecho que el país ha empezado a cambiar y así lo perciben los analistas internacionales.
Aun cuando el artículo 227 de la Constitución de 1991 señala que el Estado debe promover la integración con las demás naciones, y especialmente con las de América Latina y el Caribe, hasta 2002 no se había avanzado mayor cosa; apenas se negoció el G3 con México y Venezuela. Por eso sólo habíamos logrado acceso preferencial permanente para el 25 por ciento de las exportaciones, mientras que un grupo importante de países de la región ya lo había logrado para cerca del 80 por ciento.
La decisión del presidente Uribe de cerrar esa brecha mediante la política de internacionalización de la economía hace posible que Colombia termine el 2010 con once TLC negociados con 47 países, a los cuales, en el mediano plazo, podremos vender bajo condiciones preferenciales permanentes alrededor del 80 por ciento de las exportaciones. De esta forma estaremos alcanzando lo que otros países de la región lograron desde 2002.
La creciente competencia inmanente a la globalización y el aprovechamiento de los TLC hacen necesaria la modernización de la estructura productiva y la diversificación de la oferta exportadora. Por eso se capitalizaron las experiencias de los gobiernos anteriores y se diseñó una sólida institucionalidad para la política de competitividad; parte de esa política es la transformación productiva, mediante la cual doce sectores se fijaron la meta de convertirse en sectores de clase mundial.
Los sectores de clase mundial se caracterizan por alcanzar niveles de productividad similares o superiores a los del país más productivo, orientar parte de su producción al mercado mundial y registrar altas tasas de crecimiento.
Como lo señala Michael Porter en el prólogo, este libro "es una herramienta obligatoria para entender la impresionante transformación que ha sufrido Colombia, pero también resalta el trabajo que queda por delante".
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