Artículo publicado en el diario La República el 12 de mayo de 2010
El sistema tributario colombiano ha sido criticado en las últimas décadas por la maraña de tarifas y de exenciones. Coloquialmente, se dice que nuestro régimen tributario no lo entiende ni un brujo, lo que fomenta la informalidad y hace oneroso el pago de los impuestos.
Nadie niega la necesidad de una reforma estructural que simplifique tanto la parte de impuestos como la de gastos. El mundo ideal sería un régimen tributario limitado a pocos artículos estableciendo la tarifa de cada impuesto, que debería ser plana y de aplicación universal; por supuesto, estableciendo la progresividad en impuestos como el de renta. Una regla de oro en ese régimen sería que la política redistributiva y la de incentivos no se hagan con los ingresos sino con los gastos.
El problema es que no es tan fácil lograrlo. Basta recordar la propuesta del exministro Carrasquilla, que no pasó de los primeros debates en el Congreso. Por eso no tiene sentido la crítica de la supuesta incapacidad del gobierno para corregir el déficit fiscal.
Sobre este punto hay tres aspectos que vale la pena recordar. En primer lugar, entre 2002 y 2008 se lograron reducciones continuas del déficit fiscal, hasta el mínimo en muchos años en 2007 y 2008. En segundo lugar, la crisis mundial forzó a la mayoría de las economías al uso políticas fiscales expansivas, que obviamente incrementaron el déficit. En tercer lugar, los críticos, especialmente aquellos que fueron ministros de hacienda, no tienen en cuenta la historia de la cual venimos; se olvidan que antes de 2002 ni intentaron reformas estructurales ni la reducción de gastos, pero en cambio cedieron a la "reformitis tributaria" aumentando las tarifas de impuestos, que hoy hacen a Colombia poco competitiva en el contexto internacional.
Pero hablando de marañas tributarias, no somos los únicos en el planeta. Una nota reciente de The Economist muestra que esta situación por la que tanto se clama y se debate en Colombia es similar a la que se registra en Estados Unidos.
Señala The Economist que "el código tributario federal, que en 1913 constaba de 400 páginas, las aumentó hasta cerca de 70.000. Los estadounidenses gastan 7.600 millones de horas al año luchando con una incomprensible maraña de deducciones, vacíos jurídicos y confusos reportes requeridos... Cada año los contribuyentes piden al Congreso simplificar el sistema. Un increíble 82 por ciento de los contribuyentes está tan confundido que paga por ayuda. Cerca del 60 por ciento contrata un contador o un experto en impuestos, mientras que otro 22 por ciento usa un software de impuestos".
Lo cierto es que Colombia necesita simplificar su régimen tributario y bajar las tasas de tributación a niveles más competitivos. Esa es una tarea que no se puede perder de vista.
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