Publicado en Portafolio el viernes 25 de septiembre de 2020
Mientras la ciudad era vandalizada a raíz del asesinato de Javier Ordoñez, la alcaldesa Claudia López echaba culpas al gobierno, denunciaba a la policía ante las Naciones Unidas y regañaba al presidente Duque porque «él como "comandante en jefe" de la institución debía ordenar a los uniformados no usar "armas de fuego en protestas sociales ni en Bogotá ni en ninguna ciudad de Colombia"» (Portafolio, septiembre 18).
La alcaldesa se olvidó del artículo 315 de la Constitución que establece que “el alcalde es la primera autoridad de policía del municipio”. Según Semana (septiembre 13), “le faltó asumir que ella es la primera autoridad de la ciudad y no la oposición al Gobierno”.
No es la primera vez que la alcaldesa busca culpables en lugar de afrontar las situaciones. En junio, refiriéndose a los contagios y la falta de disciplina social en Corabastos, afirmó que “esa central es responsabilidad del Gobierno” (Portafolio, junio 5). Unas semanas antes, dijo que los migrantes venezolanos también son un problema del Gobierno (El Tiempo, abril 2). Afirmó que el coronavirus llegó a Bogotá porque el presidente no quiso cerrar antes el aeropuerto; sin embargo, en las recientes noticias sobre reapertura de El Dorado es ella la que sale autorizando la operación.
Pero hay problemas como el de las aglomeraciones de vendedores informales que inundaron las calles violando las cuarentenas y ante eso no dijo ni hizo nada. ¿Qué diferencia hay entre los miles de personas que se aglomeran alrededor de Corabastos, buscando cualquier oportunidad de ganarse unos pesos y los miles que salieron a las calles al rebusque? ¿No crean focos de contagio al no usar tapabocas y no aplicar el distanciamiento? ¿No deberían estar en casa si son beneficiarios de las transferencias monetarias del gobierno y la alcaldía?
Hay decisiones acertadas de la alcaldesa en pro de la ciudad; se ha anticipado al gobierno en varias ocasiones y ha manifestado sensibilidad por la situación de la población vulnerable. Pero esa cantinela de culpar al gobierno de temas que debería afrontar la alcaldía deja la sensación de que no tenemos piloto.
De igual forma podría el gobierno nacional preguntarle a la alcaldesa de quién es la responsabilidad del metro para Bogotá. Y si es de la ciudad, ¿por qué tiene la Nación que poner cuantiosas sumas de dinero que, en lugar de destinarlas a los “ricos” de la capital, podría asignarlas a mejorar las condiciones de vida de los pobres de Chocó o de La Guajira?
Ahora que vuelven las congestiones de tráfico, hay menos kilómetros de vías para los automotores, porque los volvieron ciclorrutas (una solución “hechiza” y riesgosa para los ciclistas, en lugar de hacer construcciones con diseños técnicos). Como consecuencia, los trancones serán mayores y habrá que pensar en cómo castigar a los propietarios de carros particulares; por contraste, en las economías desarrolladas incentivan el uso de los carros para no atiborrar el transporte masivo, por el mayor riesgo de contagios. La alcaldesa debe estarse preguntando cómo echarle la culpa de los problemas de movilidad capitalina al gobierno.
4 comentarios:
Dr. Hernán, interesante columna, como siempre. Comparto la crítica de que la alcaldesa ha sido muy astuta al endosarle la responsabilidad de todos los problemas de la ciudad al gobierno nacional. Creo que haberle pedido perdón a la ciudadanía por los crímenes de la policía es insuficiente cuando al tiempo está ofreciendo ayuda con recursos públicos a quien quiera demandar a dicha institución; como confesando de frente que ella no es la jefe. Pero también pienso que ha tomado decisiones acertadas y valientes como la de quitarle carriles a los carros para hacer ciclorutas.
Con respecto a este último punto, usted afirma al finalizar la columna que en los países desarrollados están incentivando el uso de los carros como estrategia para evitar aglomeraciones en el transporte público. Quisiera recomendarle las cuentas de twitter del PhD @dhidalgo65 y de @carlosfpardo, dos expertos en movilidad que se han esforzado mucho por aclarar ese tema.
No se cuáles sean sus fuentes pero no es cierto que los países desarrollados estén incentivando el uso del carro, ni siquiera a propósito de la pandemia (por lo menos no los de la OCDE). También se desmitificó que el transporte público sea foco inevitable de contacto. Sobre esto Carlos Pardo hizo una recopilación juiciosa de los estudios mundiales que se han hecho. Con las debidas precauciones sanitarias, la probabilidad de contagio en realidad es baja y por eso no tiene sentido adoptar una media tan ineficiente como promover el carro.
La distribución del espacio vial en ciudades como Bogotá ha sido antidemocrática. El número de personas por kilómetro lineal que se benefician al volver cicloruta un carril de la carrera novena (por poner un ejemplo) excede por mucho a los que lo aprovechan en carro, dado que la mayoría de los vehículos van con un solo ocupante. Quejarse por los trancones que causan las ciclorutas es un lamento entendible de la clase media y alta, pero desconoce que en ninguna ciudad del mundo, por muchas autopistas que tenga, la solución de la movilidad ha sido el vehículo particular: contamina, ocupa mucho espacio, genera accidentes y no paga impuestos proporcionales a sus externalidades. Celebro la decisión de Nicolas Estupiñan que respaldó la alcaldesa, de habilitar nuevas ciclorutas en carriles otrora vehiculares y la de eximir de pico y placa a los carros con 3 o más pasajeros. Un cordial saludo.
Leonardo: Muchas gracias por tus muy juiciosos comentarios al artículo. Comienzo por un tema muy general y es que el coronavirus es un curso que todo el mundo está haciendo y aprendiendo con ensayo error. Recuerdo por ejemplo las opiniones de la OMS diciendo que no había que hacer obligatorio el uso de tapabocas y a las pocas semanas cambió radicalmente recomendando su uso.
Yo creo que en el tema de los transportes masivos y el coronavirus ha ocurrido algo similar. Al principio de la pandemia, en muchos países cerraron los sistemas de transporte masivo y la opinión generalizada es que ellos eran un foco de contagio; y creo que había razón en ese argumento al tener en cuenta las aglomeraciones y la poca cultura del autocuidado. Recientemente empezó a aparecer la literatura que dice que los transportes masivos realmente no son focos de contagio. Pero si buscas declaraciones de la alcaldesa o de Bogotá Como Vamos de abril y mayo encontrarás el predominio de ese tipo de mensajes. Por ejemplo, el 17 de abril en Blu Radio y Caracol dijo: “El transporte masivo, ya no será masivo. TransMilenio no puede cargar al 100% de sus usuarios, máximo al 35% de manera segura. Si supera el 35% lo cerramos”. En Publimetro el mismo día dice: “"El día que Transmilenio supere el 35% de usuarios, lo tenemos que cerrar porque es riesgoso", manifestó Claudia López”. Veo que hoy los mensajes que envía son diferentes y tiene respaldo en estudios recientes; yo realmente no los conocía y te agradezco por ese dato, pues ya encontré algunos.
Respecto a la promoción de los vehículos particulares frente al transporte masivo, no encontré las fuentes que leí hace varios meses y por eso mis disculpas, pues no las puedo proveer en este momento.
Con relación al espacio vial, coincido con tu opinión; su distribución no es democrática. De igual forma aclaro que ni soy enemigo de la bicicleta ni defensor a ultranza del carro particular; desde el punto de vista de racionalidad económica, me parece que comprar carro es la peor decisión que uno puede tomar. Pero lamentablemente la realidad es que no tenemos un sistema de transporte masivo decente. Cuando Transmilenio comenzó yo lo usaba permanentemente y guardé mi carro; pero cuando vinieron los gobiernos de Lucho Garzón, Moreno y Petro, lo hirieron de muerte y jamás ha podido recuperarse. Hoy lo uso ocasionalmente y, la verdad, no es nada agradable la experiencia (escribí varios artículos sobre el tema, interpretando el problema a la luz de la teoría de los vidrios rotos).
Continua el comentario a Leonardo:
El problema que tenemos hoy en día es que muchas personas compraron otro carro para hacerle el quite al pico y placa, cuando no se las arreglaron para blindarlo y conseguir permisos especiales. Además, proliferaron las motos, que se pusieron al alcance incluso de las personas de bajos ingresos, a las que les sale más barato pagar las cuotas que usar transporte público, y eso nos creció el problema de salud pública, además de la contaminación ambiental (auditiva y del aire). Como son muy escasos los kilómetros nuevos de vías cada año en Bogotá, el resultado es el colapso en el que vivimos hoy. En ese contexto, si le quitas kilómetros a las vías para vehículos y pones una irrisoria cuota de $2 millones semestrales para no tener pico y placa, ¿qué cabe esperar de la movilidad? Con esta experiencia de trabajar en casa, ojalá muchas empresas la adopten, empezando por Fasecolda; eso si me parece muy racional.
Creo que en alguna ocasión hablamos del mal diseño que tienen las pomposas vías de doble calzada en Colombia, en las que pusieron los retornos por el carril de velocidad, en lugar de hacer variantes que es lo técnicamente correcto. Esa percepción es la que yo aplico a quitarle kilómetros de vías a los carros para habilitarlas “hechizamente” como ciclorrutas. Ya he visto las riesgosas peripecias de los ciclistas en el cruce de la carrera novena con la calle 127, cuando tratan de pasar al lado derecho; no hay semáforos ni señalización, evidenciando la improvisación.
Leonardo, como siempre, tus opiniones son agudas y fundamentadas; lo ponen a uno a pensar y siempre hay aprendizaje. Para mí, en esta ocasión no fue la excepción.
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