Publicado en Ámbito Juridico, Año XVIII – No. 414; 23 de marzo al 12 de abril de 2015
El precio del petróleo es una variable estratégica para la economía mundial. A raíz de su desplome desde niveles de US$110 por barril a menos de US$50 se viene generando una compleja cadena efectos globales, de los cuales Colombia no ha escapado.
La caída del precio internacional se precipitó por la simultánea confluencia de tres factores que generaron un excedente superior al millón de barriles por día (b/d): aumento de la oferta, reducción de la demanda y el juego de intereses geopolíticos.
La oferta creció en esencia por el desarrollo de la producción de hidrocarburos no convencionales en Estados Unidos. La producción que había bajado hasta menos de cuatro millones b/d ha repuntado a niveles que ya superan los nueve millones y se acercan a su máximo histórico de diez millones.
A ello hay que sumar la recuperación de la producción de petróleo de Libia. A raíz del conflicto interno originado con el derrocamiento de Muammar Gaddafi en 2011, la producción cayó de 1.6 millones b/d a 200 mil; pero durante el segundo semestre de 2014 se inició la recuperación hasta bordear el millón b/d, justo en el periodo en que empezó la caída del precio internacional. No obstante, está en duda la permanencia de esta mayor oferta, por la reciente agudización de la lucha interna por el poder.
Por el lado de la demanda el principal impacto proviene de la desaceleración de las economías emergentes, especialmente de China que ahora crece a niveles del 7% anual después de crecer a ritmos del 10% en las últimas décadas. A esto se suma la menor demanda de importaciones de Estados Unidos; estas bajaron desde 13.5 millones b/d en 2005 hasta 9.4 millones en el presente año, por la sustitución con la producción doméstica.
La geopolítica es otro componente importante de la coyuntura petrolera. En la práctica hoy el mundo está enfrentando una “guerra del petróleo” en la que los líderes visibles de cada bando son Arabia Saudita y Estados Unidos.
Arabia Saudita mantiene la férrea posición de no recortar la producción de los países de la OPEP por varias razones. En primer lugar porque busca que el precio se reduzca al punto que no sea rentable la producción de hidrocarburos no convencionales. Pareciera que este propósito lo está logrando parcialmente. La información de la firma Baker Hughes indica que el número de plataformas petroleras activas en el mundo se redujo en 684 entre septiembre de 2014 y febrero de 2015; el 84.4% de ellas las aporta Estados Unidos. No obstante, la producción norteamericana aún sigue creciendo.
En segundo lugar porque no está dispuesta a asumir el costo de ser el “swing producer”, en el que sus sacrificios en reducción de la oferta permiten a los demás productores aumentar su participación de mercado.
En el caso de Estados Unidos es vital posicionarse como el primer productor mundial de petróleo y gas y reducir la importancia estratégica del Medio Oriente. El presidente Obama lo expresó con fuerza en su discurso sobre el estado de la nación el pasado 20 de enero: “Somos más libres de las garras del petróleo extranjero de lo que hemos sido en casi 30 años… Confiamos en nuestra capacidad de reducir nuestra dependencia del petróleo extranjero y proteger nuestro planeta”.
Al interior de la OPEP se está gestado una creciente división, pues países como Nigeria, Irán y Venezuela no comparten la decisión de no recortar la oferta para frenar la caída de los precios. Además, Irán y Libia están en problemas económicos que los pueden forzar a disentir del cartel.
Otro componente geopolítico de interés es el debilitamiento de Rusia. Este país tiene una alta dependencia del petróleo por lo que la caída de ingresos por exportaciones se suma a los efectos de las sanciones que le impusieron Estados Unidos y la Unión Europea por el conflicto de Ucrania.
Una manifestación clara de la forma en que el desplome del precio está afectando la economía rusa es la drástica decisión de aumentar en 10.5 puntos la tasa de intervención del banco central para frenar la fuerte depreciación del rublo (corregido por error en la versión publicada). Otra es la entrada de la economía en recesión; el FMI bajó recientemente las proyecciones de crecimiento de la economía rusa en 2015 de un crecimiento de 0.5% a una contracción de -3.0%.
Es posible que el cierre de plataformas y la reducción de los presupuestos de inversión en exploración repercutan en una menor oferta, y que la esperada reactivación de la economía europea revitalice la demanda. Pero es evidente que las implicaciones geoestratégicas son las que tienen una mayor preponderancia en la actual coyuntura, lo que hace difícil una previsión sobre el tiempo que se mantendrán bajos los precios del hidrocarburo.
Inflación: ¿Malas nuevas?
Publicado en Portafolio el 20 de marzo de 2015
Uno de los efectos esperados del desplome de los precios internacionales del petróleo es la reducción de la inflación y el aumento del ritmo de crecimiento económico; menores precios de los combustibles incrementan el ingreso real de las familias, bajan los costos de producción por el rubro de transporte y abaratan los alimentos por la disminución de los precios de los fertilizantes.
En realidad, eso no está ocurriendo en aquellas economías en las que los gobiernos decidieron aprovechar la caída del precio del petróleo para reducir o eliminar los subsidios al consumo. En el caso de Colombia, el complejo cálculo del precio interno de los combustibles y la carga de impuestos han hecho que las disminuciones de sus precios se den a cuentagotas.
Contrario a lo esperado, la inflación se disparó en febrero al 4.4% anual, manteniendo la tendencia al alza por cinco meses consecutivos. Aun cuando hay una estacionalidad marcada en este indicador, también hay efectos preocupantes.
En concreto, mientras que la caída del precio del petróleo de más del 50% solo se transmite marginalmente a los precios de los combustibles, la depreciación del peso del orden del 36.5%, entre junio de 2014 y la primera semana de marzo de 2015, sí se está transmitiendo a la inflación.
Así quedó reconocido en las minutas de la última reunión de la Junta Directiva del Banco de la República: “La variación anual de transables se aceleró de 2,0% en diciembre a 2,3% en enero, reflejando el efecto de la depreciación acumulada del tipo de cambio… Hasta noviembre del año pasado no era evidente el efecto del encarecimiento del dólar sobre los precios de transables (sin alimentos ni regulados), pero a partir de diciembre se empezó a observar dicha trasmisión, la cual deberá extenderse por varios meses más”.
En la página de internet del Banco de la República hay una referencia más explícita a lo que viene por cuenta de la depreciación: “…Existe el riesgo de que la variación anual del grupo de transables sin alimentos ni regulados aumente más de lo proyectado. Una alta transmisión al grupo de transables podría afectar las expectativas y tener efectos más persistentes sobre la inflación”.
Esta percepción torna más compleja la situación de la economía colombiana en el presente año: Las proyecciones de crecimiento económico de los analistas nacionales e internacionales se redujeron a un rango entre 3.5% y 4.0% (solo el Gobierno la mantiene en 4.3%); el déficit en cuenta corriente está aumentando y es posible que supere el 6% del PIB; y el gobierno anunció un recorte de gasto de $6 billones. Aun así, se mantiene un optimismo moderado alimentado por los anuncios de los programas gubernamentales de construcción de vivienda e infraestructura, el potencial impulso de las exportaciones no minero energéticas por la mayor competitividad que les brinda la depreciación del peso, y la expectativa que se había generado sobre el posible descenso de la tasa de intervención del Banco de la República.
Pero si las presiones inflacionarias no son solo estacionales, la autoridad monetaria enfrentará un dilema, pues lo recomendable sería aumentar las tasas de interés; pero si la economía se desacelera más, lo aconsejable sería reducirlas. ¿Cuál será el camino a seguir?
Uno de los efectos esperados del desplome de los precios internacionales del petróleo es la reducción de la inflación y el aumento del ritmo de crecimiento económico; menores precios de los combustibles incrementan el ingreso real de las familias, bajan los costos de producción por el rubro de transporte y abaratan los alimentos por la disminución de los precios de los fertilizantes.
En realidad, eso no está ocurriendo en aquellas economías en las que los gobiernos decidieron aprovechar la caída del precio del petróleo para reducir o eliminar los subsidios al consumo. En el caso de Colombia, el complejo cálculo del precio interno de los combustibles y la carga de impuestos han hecho que las disminuciones de sus precios se den a cuentagotas.
Contrario a lo esperado, la inflación se disparó en febrero al 4.4% anual, manteniendo la tendencia al alza por cinco meses consecutivos. Aun cuando hay una estacionalidad marcada en este indicador, también hay efectos preocupantes.
En concreto, mientras que la caída del precio del petróleo de más del 50% solo se transmite marginalmente a los precios de los combustibles, la depreciación del peso del orden del 36.5%, entre junio de 2014 y la primera semana de marzo de 2015, sí se está transmitiendo a la inflación.
Así quedó reconocido en las minutas de la última reunión de la Junta Directiva del Banco de la República: “La variación anual de transables se aceleró de 2,0% en diciembre a 2,3% en enero, reflejando el efecto de la depreciación acumulada del tipo de cambio… Hasta noviembre del año pasado no era evidente el efecto del encarecimiento del dólar sobre los precios de transables (sin alimentos ni regulados), pero a partir de diciembre se empezó a observar dicha trasmisión, la cual deberá extenderse por varios meses más”.
En la página de internet del Banco de la República hay una referencia más explícita a lo que viene por cuenta de la depreciación: “…Existe el riesgo de que la variación anual del grupo de transables sin alimentos ni regulados aumente más de lo proyectado. Una alta transmisión al grupo de transables podría afectar las expectativas y tener efectos más persistentes sobre la inflación”.
Esta percepción torna más compleja la situación de la economía colombiana en el presente año: Las proyecciones de crecimiento económico de los analistas nacionales e internacionales se redujeron a un rango entre 3.5% y 4.0% (solo el Gobierno la mantiene en 4.3%); el déficit en cuenta corriente está aumentando y es posible que supere el 6% del PIB; y el gobierno anunció un recorte de gasto de $6 billones. Aun así, se mantiene un optimismo moderado alimentado por los anuncios de los programas gubernamentales de construcción de vivienda e infraestructura, el potencial impulso de las exportaciones no minero energéticas por la mayor competitividad que les brinda la depreciación del peso, y la expectativa que se había generado sobre el posible descenso de la tasa de intervención del Banco de la República.
Pero si las presiones inflacionarias no son solo estacionales, la autoridad monetaria enfrentará un dilema, pues lo recomendable sería aumentar las tasas de interés; pero si la economía se desacelera más, lo aconsejable sería reducirlas. ¿Cuál será el camino a seguir?
Ecuador: Salvaguardia y “Milagro económico”
Publicado en la revista MisiónPyme No. 82 de marzo de 2015
Al mejor estilo de Correa, el gobierno ecuatoriano rechazó la resolución de la Secretaria General de la CAN que tumbó la salvaguardia. Además de la apelación contra el fallo, anunció nuevas medidas, aun cuando se cuidó de señalar que no serán solo contra Colombia y Perú sino contra todo el mundo.
Resulta de interés entender por qué se cayó esa medida y por qué, si la economía ecuatoriana es supuestamente un “milagro” de crecimiento, se adoptan decisiones desesperadas sin argumentos técnicos.
La salvaguardia fallida
La salvaguardia de Ecuador contra Colombia y Perú nació muerta, por errores de procedimiento y por los endebles argumentos técnicos esgrimidos.
El gobierno del vecino país se saltó todos los procedimientos establecidos para aplicar el Artículo 98 del Acuerdo de Cartagena, que es invocado en la motivación de la Resolución 50 de 2014 del Comité de Comercio Exterior de Ecuador.
El Acuerdo establece que el país afectado por una devaluación monetaria de otro país miembro “podrá plantear el caso a la Secretaría General, la que deberá pronunciarse breve y sumariamente… dentro del plazo de un mes, contado a partir de la fecha de recepción de la solicitud”. El gobierno ecuatoriano solicitó tal pronunciamiento mediante oficio remitido el 24 de diciembre de 2014, y la Resolución 50 fue expedida el 29, es decir, un día hábil después, dado que el 25 y el 26 fueron festivos en Ecuador.
De esta forma, el gobierno de Correa incurrió en tres errores de procedimiento. Uno: la CAN no recibió formalmente el oficio mencionado, porque estaba en vacaciones. Dos: la resolución no se podía expedir sin el concepto de la Secretaría General. Tres: el personal de la Secretaría regresó de vacaciones el 6 de enero, es decir, un día después de la entrada en vigencia de la salvaguardia.
En los argumentos técnicos de la resolución ecuatoriana hay una falencia, al sugerir la intención de los gobiernos de Colombia y de Perú de devaluar sus monedas intencionalmente. El artículo 98 alude específicamente a la “devaluación monetaria” y no a la depreciación de una moneda. Mientras que la primera corresponde a una decisión en un régimen de tasa de cambio fija, las depreciaciones, como lo menciona la Resolución 1762, recién expedida por la Secretaría General de la CAN, “son normalmente movimientos endógenos” en un régimen flexible de tasas de cambio.
Además, la evolución de la tasa real bilateral de cambio de Ecuador desde enero de 2012 muestra que el “dólar ecuatoriano” se apreció más con Brasil, Argentina y Japón que con Colombia.
Si sólo se evalúa el periodo más reciente (diciembre de 2013 a diciembre de 2014), fuera de Colombia, el “dólar ecuatoriano” se apreció más del 10% con otros 10 países. Pero contra ninguno de ellos se adoptaron salvaguardias.
La resolución de la CAN demuestra claramente la debilidad de los argumentos expuestos por Ecuador para la imposición de la salvaguardia: “…Se concluye que, para el periodo analizado, no existe relación causal entre el deterioro de la balanza comercial y la depreciación del peso colombiano y el nuevo sol peruano que explique el déficit de su Balanza Comercial, el cual es explicado por el déficit que mantiene con China”.
El “milagro económico”
En los años recientes el desempeño económico de Ecuador fue bueno, además de sorprender al mundo con su notable avance de 30 puestos en el índice de competitividad del World Economic Forum. De ahí que una revista lo calificara como el “milagro ecuatoriano”.
En el periodo 2001-2013 el crecimiento promedio del PIB de Ecuador fue del 4.5% anual, sus progresos en infraestructura son noticia internacional, la mejora en el control fiscal triplicó los ingresos tributarios, se elogia la revolución educativa en desarrollo, la distribución del ingreso mejoró, el desempleo es bajo, se ha reducido la pobreza, la inflación está controlada y los salarios reales crecen.
Además, la balanza de pagos al tercer trimestre de 2014 muestra un superávit del 0.6% del PIB en la cuenta corriente, y un saldo de reservas internacionales de US$6.689 millones que mantiene la tendencia ascendente de los últimos tres años.
En cambio, poco ha hecho la economía ecuatoriana en materia de diversificación. En 1962, Ecuador tenía el sexto índice más alto de concentración, y le superaban El Salvador, Bolivia, Colombia, Costa Rica y Venezuela. Según los datos de la nueva base de exportaciones del FMI, en 2010 Ecuador fue el segundo país de América Latina con mayor concentración de sus exportaciones, después de Venezuela. Sus políticas para mejorar la estructura exportadora han tenido menor impacto que las de otros países del vecindario.
Esto evidencia que la debilidad de la economía ecuatoriana se encuentra en su comercio exterior, en el cual los productos primarios representaron el 93.3% del total en 2013 y los manufacturados el 6.7%. De ahí que el desplome del precio del petróleo haya prendido las alarmas.
Pero el problema se acentúa con la dolarización de la economía, que le quita margen de maniobra para adaptarse rápidamente a los cambios en el entorno internacional. Como lo señala el FMI: “La capacidad para hacer frente a estos riesgos está limitada dadas la ausencia de una política monetaria en una economía plenamente dolarizada y la escasa capacidad para reaccionar en el ámbito fiscal”.
Tal vez, como lo afirma el analista Alberto Bernal, el “milagro” está montado sobre bases endebles, pues no hay estabilidad en las reglas de juego ni políticas amigables con el mercado.
Así se entiende que, de la misma forma que repudiaron el pago de la deuda externa, interpretando las mayores tasas de interés de EEUU como un ataque a Ecuador y no como una decisión de política anti-inflacionaria, ahora pretendan achacarle a una supuesta devaluación “competitiva” de Colombia y Perú el deterioro de su crecimiento económico.
Al mejor estilo de Correa, el gobierno ecuatoriano rechazó la resolución de la Secretaria General de la CAN que tumbó la salvaguardia. Además de la apelación contra el fallo, anunció nuevas medidas, aun cuando se cuidó de señalar que no serán solo contra Colombia y Perú sino contra todo el mundo.
Resulta de interés entender por qué se cayó esa medida y por qué, si la economía ecuatoriana es supuestamente un “milagro” de crecimiento, se adoptan decisiones desesperadas sin argumentos técnicos.
La salvaguardia fallida
La salvaguardia de Ecuador contra Colombia y Perú nació muerta, por errores de procedimiento y por los endebles argumentos técnicos esgrimidos.
El gobierno del vecino país se saltó todos los procedimientos establecidos para aplicar el Artículo 98 del Acuerdo de Cartagena, que es invocado en la motivación de la Resolución 50 de 2014 del Comité de Comercio Exterior de Ecuador.
El Acuerdo establece que el país afectado por una devaluación monetaria de otro país miembro “podrá plantear el caso a la Secretaría General, la que deberá pronunciarse breve y sumariamente… dentro del plazo de un mes, contado a partir de la fecha de recepción de la solicitud”. El gobierno ecuatoriano solicitó tal pronunciamiento mediante oficio remitido el 24 de diciembre de 2014, y la Resolución 50 fue expedida el 29, es decir, un día hábil después, dado que el 25 y el 26 fueron festivos en Ecuador.
De esta forma, el gobierno de Correa incurrió en tres errores de procedimiento. Uno: la CAN no recibió formalmente el oficio mencionado, porque estaba en vacaciones. Dos: la resolución no se podía expedir sin el concepto de la Secretaría General. Tres: el personal de la Secretaría regresó de vacaciones el 6 de enero, es decir, un día después de la entrada en vigencia de la salvaguardia.
En los argumentos técnicos de la resolución ecuatoriana hay una falencia, al sugerir la intención de los gobiernos de Colombia y de Perú de devaluar sus monedas intencionalmente. El artículo 98 alude específicamente a la “devaluación monetaria” y no a la depreciación de una moneda. Mientras que la primera corresponde a una decisión en un régimen de tasa de cambio fija, las depreciaciones, como lo menciona la Resolución 1762, recién expedida por la Secretaría General de la CAN, “son normalmente movimientos endógenos” en un régimen flexible de tasas de cambio.
Además, la evolución de la tasa real bilateral de cambio de Ecuador desde enero de 2012 muestra que el “dólar ecuatoriano” se apreció más con Brasil, Argentina y Japón que con Colombia.
Si sólo se evalúa el periodo más reciente (diciembre de 2013 a diciembre de 2014), fuera de Colombia, el “dólar ecuatoriano” se apreció más del 10% con otros 10 países. Pero contra ninguno de ellos se adoptaron salvaguardias.
La resolución de la CAN demuestra claramente la debilidad de los argumentos expuestos por Ecuador para la imposición de la salvaguardia: “…Se concluye que, para el periodo analizado, no existe relación causal entre el deterioro de la balanza comercial y la depreciación del peso colombiano y el nuevo sol peruano que explique el déficit de su Balanza Comercial, el cual es explicado por el déficit que mantiene con China”.
El “milagro económico”
En los años recientes el desempeño económico de Ecuador fue bueno, además de sorprender al mundo con su notable avance de 30 puestos en el índice de competitividad del World Economic Forum. De ahí que una revista lo calificara como el “milagro ecuatoriano”.
En el periodo 2001-2013 el crecimiento promedio del PIB de Ecuador fue del 4.5% anual, sus progresos en infraestructura son noticia internacional, la mejora en el control fiscal triplicó los ingresos tributarios, se elogia la revolución educativa en desarrollo, la distribución del ingreso mejoró, el desempleo es bajo, se ha reducido la pobreza, la inflación está controlada y los salarios reales crecen.
Además, la balanza de pagos al tercer trimestre de 2014 muestra un superávit del 0.6% del PIB en la cuenta corriente, y un saldo de reservas internacionales de US$6.689 millones que mantiene la tendencia ascendente de los últimos tres años.
En cambio, poco ha hecho la economía ecuatoriana en materia de diversificación. En 1962, Ecuador tenía el sexto índice más alto de concentración, y le superaban El Salvador, Bolivia, Colombia, Costa Rica y Venezuela. Según los datos de la nueva base de exportaciones del FMI, en 2010 Ecuador fue el segundo país de América Latina con mayor concentración de sus exportaciones, después de Venezuela. Sus políticas para mejorar la estructura exportadora han tenido menor impacto que las de otros países del vecindario.
Esto evidencia que la debilidad de la economía ecuatoriana se encuentra en su comercio exterior, en el cual los productos primarios representaron el 93.3% del total en 2013 y los manufacturados el 6.7%. De ahí que el desplome del precio del petróleo haya prendido las alarmas.
Pero el problema se acentúa con la dolarización de la economía, que le quita margen de maniobra para adaptarse rápidamente a los cambios en el entorno internacional. Como lo señala el FMI: “La capacidad para hacer frente a estos riesgos está limitada dadas la ausencia de una política monetaria en una economía plenamente dolarizada y la escasa capacidad para reaccionar en el ámbito fiscal”.
Tal vez, como lo afirma el analista Alberto Bernal, el “milagro” está montado sobre bases endebles, pues no hay estabilidad en las reglas de juego ni políticas amigables con el mercado.
Así se entiende que, de la misma forma que repudiaron el pago de la deuda externa, interpretando las mayores tasas de interés de EEUU como un ataque a Ecuador y no como una decisión de política anti-inflacionaria, ahora pretendan achacarle a una supuesta devaluación “competitiva” de Colombia y Perú el deterioro de su crecimiento económico.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)